La
construcción del Estado del Bienestar.
Los orígenes del Estado
del Bienestar se sitúan a finales del siglo XIX en la legislación social desarrollada
por el canciller Bismarck en Alemania.
Tras la crisis económica del 29
y la segunda guerra mundial la mayoría de los Estados en los países capitalistas
desarrollados, siguiendo los postulados del Informe Beveridje (1942) y de la política
keynesiana, adoptaron políticas económicas intervencionistas tendentes a corregir
los desequilibrios ocasionados por el funcionamiento del liberalismo y a asegurar
la estabilidad del sistema económico, social y político. El informe
Beveridge planteó la necesidad de paliar las desigualdades sociales a través
de prestaciones sociales a los colectivos más desfavorecidos.
Por su
parte la política económica keynesiana, pretendía asegurar el crecimiento económico
a través de la activación del consumo y de la subida de los niveles de vida de
las familias. De modo que el desarrollo de las políticas sociales en la postguerra
se basó en la creencia de la complementariedad de los objetivos de crecimiento
económico y de justicia social, buscando estabilidad y un nuevo consenso para
el Estado Liberal. Dichas políticas fueron apoyadas por todo el espectro político
europeo, desde la derecha moderada a la socialdemocracia. A ello coadyuvó el clima
de pacto social existente en el período de reconstrucción postbélica entre los
gobiernos, las asociaciones de trabajadores y los empresarios. En función de ello
las orientaciones de las nuevas políticas sociales fueron: mantenimiento de un
alto nivel de ocupación, y provisión pública de servicios sociales (política educativa,
sanitaria, de accidentes, cobertura del desempleo y jubilación).
De
este modo, las políticas del Estado
del Bienestar atienden tanto a intervenir en la regulación del funcionamiento
del mercado de trabajo como en el desarrollo de sistemas de seguridad social y
de asistencia.