Cuando hablamos de trabajo, tendemos a considerar únicamente el trabajo remunerado, es decir, aquel tipo de actividad que está regulada legalmente sobre la base de un contrato, un salario, unas prestaciones sociales, etc.
Analizar la situación de la mujer en Europa en base exclusivamente de la actividad 'regulada' es esconder la mayor parte de la realidad. Tan sólo hay que fijarse en la media europea de la tasa de actividad femenina, alrededor de un 50% por el casi 70% de los hombres, para darse cuenta que una gran proporción del trabajo femenino se encuentra oculto.
El trabajo no remunerado, aquel que se realiza sin ningún tipo de contraprestación económica, y que incluye una gran variedad de tareas, es una actividad realizada casi en exclusiva por mujeres. El trabajo considerado "doméstico" afecta a bienes y servicios que son susceptibles de un intercambio mercantil en el mercado laboral, y representa un importante porcentaje del PIB en la mayoría de países europeos. Éstas actividades han sido y son realizadas de forma 'gratuita' por las mujeres en el seno de una estructura social determinada -el matrimonio-, lo cual ha llevado, incluso, a considerarlas como 'inactivas', aunque numerosos estudios hallan demostrado que el número de horas dedicadas a estas actividades supera a muchas otras consideradas profesionales. Sea o no la actividad exclusiva para la mujer, es evidente que las cargas 'domésticas' recaen de forma mayoritaria sobre ella, lo que afecta directamente el reparto de los recursos y las oportunidades económicas.
Dado que las mujeres dedican más horas a las actividades no remuneradas (sino todas), están siendo discriminadas en términos de acceso a un ritmo determinado de trabajo, a unas oportunidades de carrera y a un estatus profesional y salarial. Una consecuencia directa de esta segregación sexual del trabajo 'doméstico' es el fenómeno que se ha dado en llamar de 'transferencia'. Una gran proporción de mujeres que se incorporan al mercado de trabajo asalariado lo hacen en empleos que tienen muchos puntos de contacto con el trabajo doméstico, ya sea en empleos asistenciales, o en el sector servicios: guarderías, secretaria, comercio, asistentas...