Funcionarios
públicos: nacionales y comunitarios
Por lo que se
refiere al funcionariado,
hay muy pocas mujeres que detenten altos cargos. La proporción de mujeres en los
más altos puestos ministeriales de los distintos estados miembros varía desde
el 40 % de Suecia, al poco más del 10 % en países como Austria, Bélgica, Alemania,
Irlanda, Italia y Luxemburgo.
En
la Comisión Europea
tan sólo encontramos a una mujer entre los diez funcionarios de la categoría A1
(el más alto grado en la jerarquía administrativa comunitaria). De forma similar,
en la Secretaría del Consejo, sólo hay una mujer en la categoría funcionarial
A1, de entre un total de 16 altos cargos. En la alta secretaría del Parlamento
Europeo no hay ninguna.
El
porcentaje de mujeres en el segundo nivel más alto del funcionariado
-que correspondería al nivel A2 en las instituciones comunitarias- alcanza su
cota máxima, de nuevo, en Suecia, con algo más del 30 %. En Italia la proporción
llega al 25 %, mientras que en Austria, Bélgica, Finlandia, Irlanda, Luxemburgo
y el Reino Unido la presencia de mujeres en el segundo nivel funcionarial no llega
a la quinta parte. En la Comisión Europea, la Secretaría del Consejo y en el Parlamento
Europeo, las proporciones respectivas de mujeres en dicha categoría A2 son del
14 %, 20 % y 29 %.
Respecto
a la participación de la mujer europea en el sistema funcionarial, nos encontramos
con un dato paradigmático, que puede resultar muy revelador de la actual situación.
Nos referimos, al caso de Finlandia, un país que durante los últimos años ha experimentado
un fuerte crecimiento en la representatividad política de la mujer. Pues bien,
Finlandia es el país de la Unión Europea con el índice más bajo (6 %) en la presencia
de mujeres en la segunda categoría de funcionarios. Parece existir un interesante
contraste entre el alto nivel de poder político conseguido por las mujeres finlandesas
y el impenetrable "techo de cristal" del sector público, al menos en sus más altas
esferas.
No
es el caso finés una excepción, aunque verdaderamente se trata de una situación
extrema. Tan sólo Suecia alcanza una cifra (30 %) de presencia de mujeres en los
dos más altos niveles funcionariales que pueda considerarse aceptable. En el resto
de estados miembros parece existir, sobre los cargos de responsabilidad y toma
de decisiones, un auténtico techo de cristal que impide a las mujeres una carrera
ascendente en los servicios públicos.
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