El modelo
británico.
Gran Bretaña constituye
el ejemplo por antonomasia del desarrollo de una "ciudadanía
liberal", es decir, con una concepción pasiva de la ciudadanía que ha puesto
el énfasis en el desarrollo de los derechos civiles y políticos
frente a los derechos sociales. La tradición liberal del
Estado británico de no intervención en la familia ha perjudicado notablemente
a las mujeres: a su integración laboral y política y a su acceso a los derechos
sociales. Sin embargo, la noción de responsabilidad estatal en la provisión del
bienestar se ha desarrollado mucho más en Gran Bretaña, después de la Segunda
Guerra Mundial, que en otros países como Estados Unidos o los Países bajos.
El desarrollo del estado del bienestar británico después de la guerra
arranca del llamado Informe
Beveridge que proponía el desarrollo de un nuevo sistema de derechos sociales:
prestación por desempleo, enfermedad y retiro y asistencia sanitaria. Sus propuestas
fueron implementadas a lo largo de los años ochenta junto a la institucionalización
de un sistema de educación secundaria y un sistema nacional de salud. El proyecto
Beveridge representa el paradigma dominante sobre el Estado del bienestar, presentando
al estado como principal responsable del mismo en coordinación con fuentes no
estatales: sistema de mercado y voluntariado. Sin embargo, respondiendo a los
principios del liberalismo social, dicho sistema debía ser sufragado por trabajadores
y empleados, accesible sólo a los contribuyentes y universalizable únicamente
en función del logro de un sistema de pleno empleo. El estado debería proveer
unos ingresos mínimos a todos los ciudadanos-contribuyentes. Un planteamiento
criticado desde las posiciones de izquierda por el convencimiento de que la tolerancia
de la intervención privada en la prestación de la asistencia sanitaria y de la
educación puede introducir deficiencias en la prestación de los servicios y desigualdades
sociales. El debate entre social-liberales y corrientes de izquierda, considerando
ambos la importancia de la sociedad civil en el desarrollo y mantenimiento del
bienestar de los ciudadanos, pasaron sin embargo por alto la centralidad del trabajo
realizado por las mujeres en la familia.
Gran Bretaña, como Irlanda,
Alemania e incluso los países escandinavos antes de 1960, tenían fuertemente arraigado
el modelo del cabeza de familia como ganador de pan. De modo que el Estado del
Bienestar británico ha venido marcado por el peso de un modelo fuerte de salario
familiar, un nivel relativamente elevado de esposas dependientes económicamente
del marido y una tasa de actividad femenina débil. Las políticas sociales protegían
a las mujeres como esposas y madres, y evitaban erosionar el papel del hombre
como responsable del mantenimiento de la familia. De ahí que sólo en situaciones
muy especiales las mujeres tuvieran acceso a los sistemas nacionales de salud
o al seguro de desempleo como trabajadoras. Y tampoco tuvieron acceso a los sistemas
de protección a las madres trabajadoras, como eran los permisos por maternidad
establecidos por numerosos países europeos. Durante toda la primera mitad de siglo
el objetivo fue desanimar la entrada de mujeres en el mercado de trabajo, lo que
obtuvo un apoyo masivo de los sindicatos.
La legislación de igualdad
de oportunidades emprendida a partir de la década de los setenta inició una desestabilización
de este modelo. El incremento de la participación de las mujeres en el mercado
de trabajo se produjo paralelamente al desarrollo de políticas antidiscriminatorias
(Sex Discrimination Act, 1975) y de igualdad (Salarial Equal Pay Act,
1990), pero sin un mayor desarrollo de la asistencia a los hijos, creación de
guarderías ni aumento de las excedencias por maternidad. De hecho, las menores
tasas de actividad femenina respecto a otros países europeos pueden ser atribuibles
a la carencia de servicios públicos de atención a la infancia, que se redujeron
además muy notablemente después de la Segunda Guerra Mundial.
En los
últimos años, las políticas neoliberales han socavado derechos de ciudadanía ya
establecidos, lo que, junto a la creciente desocupación, ha incrementado los problemas
de marginación y pobreza de muchas familias. Las mujeres han perdido también derechos
de maternidad anteriores, de tal modo que sólo las mujeres que han trabajado de
forma continua durante dos años tienen derecho a permisos por maternidad.
En los últimos años se ha extendido enormemente la maternidad de las mujeres
solteras y el acceso de éstas a diversas prestaciones sociales asociadas al nivel
de ingresos así como un acceso mayor a las viviendas de promoción oficial. De
hecho, la presión de las madres solas a trabajar para el mercado es mucho mayor
en Estados Unidos o en Alemania donde la precariedad de las ayudas estatales les
obliga a incorporarse al mercado de trabajo, a pesar de que en uno y otro caso
el nivel de asistencia al cuidado de la infancia es mínimo. El liberalismo conservador
británico ha tenido una posición muy ambivalente respecto a la conveniencia de
forzar o no a las madres solas a trabajar. En relación a ello, algunos han propuesto,
frente a la tendencia finisecular de considerar los sistemas de ayuda social como
derechos de ciudadanía, la vuelta a los conceptos en que se apoyaban las antiguas
Leyes de Pobres que comportaban además la pérdida de la ciudadanía política.
Otras corrientes han puesto el énfasis en el empleo como forma de moralización
de la gente pobre, instando al estado a reforzar la relación entre el acceso a
los derechos sociales y el desempeño de un trabajo remunerado. Una tercera corriente
conservadora, en oposición a las dos anteriores, ha propuesto reforzar la intervención
del estado en la obligatoriedad del padre de asegurar el mantenimiento de los
hijos (Child Support Act, 1991).
Por otra parte, las políticas
relativas al cuidado de las personas ancianas han puesto el énfasis en la responsabilidad
de las mujeres en la familia, no del Estado, considerando que son las propias
familias quienes mejor pueden comprender las necesidades de los ancianos. El modelo
británico no muestra una mejora en el desarrollo de la ciudadanía política ni
social de las mujeres en los últimos años.