El modelo escandinavo.


El llamado modelo escandinavo de Estado del Bienestar se desarrolló a partir de la influencia de la socialdemocracia, cobrando fuerza después de la Segunda Guerra mundial. Dicho modelo ha sido definido como "institucional", subrayando que el acceso a las prestaciones y servicios sociales va ligado al estatuto de ciudadano, siendo por lo tanto de carácter universal. También ha sido clasificado dentro de la tipología de Esping Andersen como "socialdemócrata" por su carácter universalista, así como por su énfasis en el igualitarismo y en la corrección de las desigualdades de clase. Este modelo ha dado lugar a un fuerte desarrollo del sector público y a una expansión del empleo femenino, principal proveedor de trabajadores para los servicios asistenciales dependientes del estado. Estas caracterizaciones del modelo escandinavo pierden de vista la importancia que la familia y el trabajo de cuidados y asistencia desarrollado por las mujeres tiene aún en los países escandinavos, en los cuales una parte muy importante del cuidado de niños, enfermos y ancianos está aún en manos de las mujeres. El acceso a los beneficios sociales del Estado del Bienestar no es tampoco el mismo para todos los trabajadores, siendo menor el de las mujeres por su distinta colocación en el mercado de trabajo.

El avanzado desarrollo del Estado del Bienestar en los países escandinavos ha sido referido a la fuerza de la sociedad civil y a la existencia de una cultura política igualitaria, lo que habría favorecido la mutua dependencia entre el sector privado y público y el estado y la familia. En su primera etapa estuvo basado, como ocurrió en otros países, en el modelo de trabajador varón asalariado y mujer adscrita a la maternidad y la familia, conviviendo con un modelo de estado socialdemócrata.

El aumento de las tasas de actividad femenina y el movimiento feminista configuraron un cambio sustancial en este modelo en torno a los años setenta, consiguiendo una aceptación creciente de los modelos igualitaristas en el mercado de trabajo, la familia y la sociedad en general. Esto ha supuesto un cambio radical en la vida cotidiana. Las familias responden al modelo de salario dual, los hijos son cuidados por las instituciones públicas en las que los padres tienen un poder de intervención grande y se apunta un cambio también en el cuidado de los hijos en el ámbito privado en el que los hombres han iniciado una mayor implicación.

El resultado de todo ello es ambiguo, pues indudablemente las mujeres como madres han ganado participación en las instituciones de cuidados y en las escuelas, así como en las estructuras políticas locales, pero son aún las que realizan fundamentalmente los trabajos de cuidados en el ámbito público, configurando un mercado de trabajo institucional fuertemente feminizado y una segmentación del trabajo que coloca a las mujeres en las instituciones públicas locales y a los hombres en el sector privado de la producción y en los centros de poder estatal a nivel nacional.

La cuestión hoy es saber si las restricciones crecientes del Estado del Bienestar son inevitables y si supondrán un nuevo incremento de la responsabilidad de las mujeres en los trabajos de cuidados en la familia o un desarrollo del mercado tal que contribuya a profundizar las diferencias entre mujeres según los niveles de renta.

vuelve al Índice