La
persecución directa por parte del hombre es uno de los problemas que des
de la antigüedad han afectado a las poblaciones de muchos predadores,
entre ellos el águila-azor perdicera. Hay que considerar que hasta
principios de la década de los 70, existían leyes que promovían e
incentivaban la eliminación de estos animales. Los métodos empleados van
desde la persecución a tiros a la utilización de venenos y trampas o el
expolio de huevos y pollos en el nido.
A
pesar de que la frecuencia de persecución en relación a la electrocución
ha disminuído en Catalunya, el número absoluta de águilas muertas por
esta causa es similar al de hace varias décadas. Ello significa que
globalmente la persecución no ha variado en las últimas décadas. En los
últimos años se han detectado reiteradamente águilas muertas a tiros en
varios cotos privados de caza y se ha constatado la utilización de veneno
en otros. Este hecho indica que en Catalunya aún se sigue persiguiendo a
las aves rapaces de forma indiscriminada.
Este
resurgimiento de pràcticas ilegales y muy perjudiciales para la fauna y
los ecosistemas (venenos, persecución sistemática de depredadores) que
parecían olvidados y fruto de siglos pasados, probablemente tienen su
origen en la disminución de los rendimientos cinegéticos causados por la
aparición de nuevas enfermedades de las especies cinegéticas, las
repoblaciones irresponsables, la degradación de los hábitats y una presión
de caza insostenible que echa la culpa a los depredadores. En otros casos,
puede tratarse sencillamente de disparar indiscriminadamente sobre
cualquier animal o bien de matar o comerciar con una especie protegida.
Una
actividad cinegética sostenible, respetuosa con el medio y favorecedora
de la biodiversidad puede ser perfectamente compatible con la conservación
de las águilas.
|