Evolucionismo y clasificación de los trastornos mentales
 

 

 


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Darwin representaría una revolución no sólo para la biología, también para la filosofía, en la que el esencialismo platónico había sido predominante hasta entonces. Para el esencialismo las variaciones individuales eran manifestaciones imperfectas de unas esencias constantes subyacentes; en cambio, la teoría de la evolución propone que la variación es intrínseca y fundamental, es gracias a la diversidad individual y grupal que las especias consiguen adaptarse a los entornos cambiantes. El pensamiento de Spencer y derivaciones del mismo como Jackson o McLean tienen muchos puntos en común con el esencialismo. También Platón relegó la parte emocional a un nivel inferior al del intelecto. Su noción de la composición tripartita de la mente: una parte apetitiva, una parte emocional y una parte racional, es tan semejante a la división tripartita del cerebro de McLean que ésta parece una traducción en términos neurobiológicos de aquella. La dicotomía kraepeliniana que distingue entre psicosis afectiva y demencia precoz también es básicamente esencialista (Blashfield, 1984), sin embargo, la investigación psicobiológica reciente ha planteado algunos problemas de difícil resolución desde tal perspectiva (Dubrovsky, 1993). Schacter (1975) postuló que un estado general de arousal visceral incrementado era necesario, pero no suficiente, para la experiencia de la emoción, dado que diferentes experiencias emocionales surgen a partir del mismo estado de arousal visceral; el estado de arousal indiferenciado es interpretado en función de los pensamientos, recuerdos o señales ambientales presentes. Aunque en otros estudios (Ekman, Levenson y Friesen, 1983) se ha encontrado que es posible distinguir patrones de activación del sistema nervioso autónomo específicos en diferentes estados emocionales, ello no elimina la necesidad del concurso de factores cognitivos para la aparición de tales estados. De manera similar, otros estudios (Schmajuk, 1984; Squire, 1987) muestran que la participación del cerebro emocional es a su vez necesaria para las funciones cognitivas. Está suficientemente demostrado que las lesiones en el hipocampo interfieren de manera severa el correcto funcionamiento de la memoria, el aprendizaje y la atención (Milner, 1972; O'Keefe y Nadel, 1978). En definitiva, las emociones, más que un lastre ancestral para las funciones cognitivas adquiridas recientemente en el proceso evolutivo, son un componente necesario de cualquier función psicológica. En la misma dirección apuntan datos que muestran que en los primates no se ha detenido la evolución de las estructuras límbicas; también éstas y no sólo el neocórtex han mantenido su escala en relación con el peso total del cerebro (Schmidt-Nielsen, 1984; Armstrong, 1991). El tamaño del septum, la amígdala, el hipocampo, los cuerpos mamilares y el núcleo anterior talámico en el Hombre se corresponde con el que cabría esperar en cualquier antropoide cuyo cerebro fuera escalado a las dimensiones humanas (Armstrong, 1990; Pirlot, 1993; Stephan, Frahm y Baron, 1987), lo que ha sido interpretado como indicador de que las funciones límbicas no son inhibidas sino que constituyen un componente necesario para el simbolismo y la cultura; una noción diferente de la que se deriva de hipótesis jerárquicas como la de Jackson.

Tomando en consideración estos datos procedentes de la investigación básica, la dificultad que se encuentra en muchas ocasiones para distinguir en la clínica entre los dos tipos de Kraepelin: la enfermedad maniaco depresiva y la demencia precoz (denominada más tarde esquizofrenia por Bleuler) aparece con una perspectiva diferente. Sheldrik, Jablonsky, Sartorius y Shepherd (1977), por ejemplo, informaron que el curso de un grupo de pacientes con esquizofrenia había evolucionado hacia episodios característicos de los trastornos afectivos, y que también podía encontrarse con cierta frecuencia el curso inverso, es decir, enfermos afectivos que evolucionaban hacia la esquizofrenia. En el nivel neuroanatómico también es frecuente encontrar informes de estudios que revelan la dificultad para encontrar anormalidades específicas en estos trastornos; por ejemplo, ambos grupos presentan diferencias significativas respecto a controles normales en el tamaño de los ventrículos cerebrales, etc. (Nasrallah, en prensa). Estos y otros datos han llevado a recuperar en cierta medida en psiquiatría el interés por la idea de la psicosis única (Crow, 1990), o de un contínuo que comprendería las diferentes manifestaciones (afectivas o cognitivas) de un mismo trastorno (Freedman,1975).

 

La tesis de la recapitulación

El esencialismo que separa lo cognitivo de lo afectivo, la interpretación spenceriana de la evolución y sus aplicaciones neurobiológicas, sociales y antropológicas, tuvieron un marco propicio para su desarrollo en la doctrina pseudocientífica de la recapitulación. La idea de la recapitulación surge en el contexto de la "Naturphilosophie" alemana, y ésta, a su vez, es expresión del romanticismo alemán en el ámbito de las ciencias naturales.

Entre las figuras más destacadas del romanticismo alemán se encontraban Goethe y Herder. Goethe planteó abiertamente una metafísica que veía toda la realidad (natural e histórica) como un desarrollo armónico y progresivo de formas que se sucedían jerárquicamente hasta la perfección. De manera similar, en Herder los estadios iniciales del desarrollo ontogenético se definían por su carácter indiferenciado; progresivamente se irían produciendo cambios cualitativos de estructuras que se organizarían jerárquicamente por inclusión de los estadios inferiores en los superiores. Estas ideas encontraron una de sus expresiones más precisas en la obra del embriólogo alemán von Baer. Según von Baer los estadios primarios de todos los embriones se parecen entre sí, debido a su indiferenciación; con el desarrollo van adquiriendo formas específicas y diferenciadas, y este proceso continúa tras el nacimiento hasta llegar a la edad adulta. Pero von Baer era antievolucionista (pensaba que las especies son formas fijas) y antirecapitulacionista.

Las tesis recapitulacionistas eran evolucionistas, puesto que planteaban que el orden evolutivo existente entre las especies era recapitulado por el embrión a lo largo de su desarrollo. El desarrollo filogenético de las especies estaría así representado en las formas que va adquiriendo el embrión a lo largo de su desarrollo ontogenético. Se establecía así una relación causal entre la filogénesis y la ontogénesis. El máximo defensor y divulgador de las ideas recapitulacionistas fue el zoólogo Ernst Haeckel (1834-1919), esforzándose por ver toda la realidad sometida a leyes únicas que dan cuenta de un desarrollo unitario aplicable a toda la diversidad de sus planos: individual, biológico, histórico, etc.

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De esta manera, Haeckel ampliaba la idea de la recapitulación a todos los momentos del desarrollo individual; el proceso completo del desarrollo del ser humano hasta llegar a la edad adulta pasaba a ser entendido como una continuación de la embriogénesis. De ahí hasta la propuesta de que las formas psicológicas que se suceden a lo largo del desarrollo ontogenético son expresión tanto del orden evolutivo existente entre las especies biológicas como de la secuencia de momentos históricos y culturales de la humanidad habría sólo un paso. La popularidad de Haeckel en su época fue considerable, como lo prueba el hecho de que se vendieran cientos de miles de ejemplares de su libro Welträtsel (Enigmas del Universo), publicado en 1899 y traducido a más de 20 lenguas. El monismo radical de Haeckel es expresado con claridd en sus propias palabras en el primer capítulo de Welträtsel:

"Nos reafirmamos en el monismo puro y unívoco de Spinoza; la materia, como sustancia infinitamente extensa, y el espíritu (o la energía) como sustancia sintiente y pensante, son los dos atributos o propiedades fundamentales del ser divino omnicomprensivo, de la sustancia universal"

Tal como proponen Fernández y Gil (1990), hay que diferenciar evolucionismo de darwinismo, el evolucionismo es anterior al darwinismo, puesto que tiene su orígen, más que en Darwin, en la Filosofía Natural alemana. Se sugiere ya en Kant y se expresa abiertamente con Goethe y Herder. Las teorías de Darwin darían, a partir de mediados de siglo (El orígen de las especies sería publicado en 1858), un respaldo científico al evolucionismo, aunque algunas tesis evolucionistas como las recapitulacionistas nada tenían que ver con las teorías de Darwin.

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De hecho las tesis recapitulacionistas buscaron su ampliación al campo psicológico apoyándose en explicaciones lamarckistas, puesto que la herencia de los carácteres adquiridos por los individuos (en base al uso o desuso de los órganos) podía explicar cómo los avances culturales de la Humanidad pasaban a formar parte de las fases del desarrollo individual. La unión teórica entre filogénesis y ontogénesis, entre biología y cultura que tan armónica y estéticamente era alcanzada por la síntesis de las tesis evolucionistas, recapitulacionistas y lamarckistas, era, en cambio, imposible si entraba en juego el darwinismo. La teoría darwinista de la selección natural sólo admitía la herencia de los rasgos conductuales instintivos, pero excluía todo lo adquirido por aprendizaje; habría sido necesario considerar toda la actividad histórica humana como un producto de los instintos para que pudiera expresarse en la herencia e influir en la ontogénesis.

Los teóricos interesados en el establecimiento de clasificaciones jerárquicas entre las razas (y los sexos) encontraron en el recapitulacionismo terreno abonado para sus ideas. El mismo Spencer (1895) decía: "Los rasgos intelectuales del salvaje (...) son rasgos que se observan regularmente en los niños de los pueblos civilizados." Cope (1887), por su parte, escribía:

"La madurez es en algunos aspectos más precoz en las regiones tropicales que en las nórdicas. Por consiguiente (...) en las regiones más cálidas de Europa y América se observa una mayor manifestación de ciertas cualidades que son más universales en las mujeres, como una mayor actividad de la naturaleza emocional que del juicio."

Se defendía (Cope, 1887) que las diferencias observables entre hombres y mujeres (mayor emotividad y dependencia de éstas) eran debidas a que las mujeres alcanzaban un nivel de madurez inferior al de los hombres.

La tesis de la recapitulación se aplicó en diferentes campos: morfología comparada, embriología, paleontología. En psicopatología Freud fue uno de sus partidarios (Gould, 1977); en Tótem y tabú, por ejemplo, reconstruye la historia de la Humanidad a partir del complejo de Edipo, cuyo impulso parricida indicaba la existencia de un episodio real de tal índole en los antepasados primitivos. Stanley Hall, por su parte, proponía que los individuos de razas inferiores son, psicológicamente, como los niños de raza blanca, y que las mujeres se encuentran en un estadio evolutivo inferior al de los hombres debido a que su mayor frecuencia de suicidios indica que prefieren entregarse al poder de fuerzas elementales, como la gravedad, cuando se arrojan desde las alturas (Hall, 1904, p. 194). También el psiquiatra británico Henry Maudsley abrazó las tesis recapitulacionistas, proponiendo que cuando se da una condición de detención del desarrollo, como ocurre en la enfermedad mental, se manifiestan a veces insitintos animales; así, un paciente puede enseñar los dientes, chillar y hacer ruidos igual que un mono (Maudsley, 1873, pp.48-52). Además, Maudsley (1873) sugería que si la locura es una inversión de la evolución, una disolución , entonces no sólo podría heredarse el trastorno por la descendencia, sino la misma tendencia a la disolución, con lo cual habría una tendencia a la degeneración que aumentaría progresivamente en las generaciones siguientes.