El malestar del profesorado en tiempos de confinamiento y enseñanza virtual

Áreas de Observación OBIPD Informa | Tipología | Sin Comentarios | a 25 mayo

Francisco Imbernón 

El malestar docente, ’burnout’ o síndrome del profesorado quemado, aparece en la investigación educativa hacia la década de los años 80 del siglo pasado. Las investigaciones demostraban que hay factores sociales, culturales, educativos que inciden sobre la acción del profesor generando sentimientos y emociones de carácter negativo que tienen relación con el contexto en que se ejerce la docencia. El fallecido catedrático de la Universidad de Málaga José Manuel Esteve, uno de los pioneros en tratar el tema,  lo definía como los efectos permanentes de carácter negativo que afectan la personalidad del profesorado como resultado de las condiciones psicológicas y sociales en que se ejerce la docencia; este malestar docente trae múltiples consecuencias: absentismo laboral, abandono de la profesión, enfermedades propias del profesorado, agotamiento emocional y ansiedad…

Este malestar ha existido siempre ya que, aunque se piense que la profesión de enseñar es un tarea fácil, dotada de un buen sueldo y con muchas vacaciones, lo cierto que es una tarea ardua, de implicación emocional, compleja e intensiva. Según la OMS, es una de las profesiones más estresantes.  Y en los últimos años ese malestar docente ha ido aumentando por motivos políticos como los recortes a la educación y políticas erráticas y motivos educativos como la falta de recursos, la indisciplina de algunos estudiantes, las exigencias de las familias y el contexto y la mala planificación de las políticas públicas. Y ahora solo faltaba la pandemia del covid-19.

 

Desigualdades de todo tipo

¿La supresión de la asistencia a la escuela y el confinamiento debido al coronavirus ha provocado más malestar docente? Hay personas que pueden pensar que no, que no tener al alumnado en las aula ha sido un relax para el profesorado. Pero las familias que tienen hijos en edad escolar han podido comprobar el trabajo ingente de la mayoría del profesorado y lo que cuesta educar 24 horas. El malestar ha aumentado ya que se trabaja con sus herramientas digitales, intentando conectarse y que se conecten los alumnos (en algunas etapas hay hasta un 30% del que no se sabe nada), no viendo al alumnado. Y viviendo como se ha evidenciado, amplificado y reforzado las desigualdades digitales, sociales, emocionales, cultural y económicas que tienen muchas familias y, por tanto, los alumnos. Y sin poder hacer nada.

Ni el profesorado ni la familia estaban preparados para ello. Esta situación de confinamiento ha puesto en evidencia las limitaciones que padece el sistema educativo en cuanto a infraestructura tecnológica, equipamiento del alumnado, formación, apoyo familiar y la falta de consenso social en la  finalidad de la educación.

Y somos conscientes del cansancio social pero no es admisible que, últimamente, se esté presionando al profesorado para abrir las escuelas como si ellos fueran culpables del confinamiento y de no querer la conciliación familiar. Para algunas familias es más importante dejar a los niños y niñas en la escuela que la salud de sus hijos y del profesorado. Esa falta de respeto provoca aún más malestar e incomodidad en el colectivo docente. Con el confinamiento ha aumentado la presión para dejar los hijos a cualquier precio.

La enseñanza no presencial en casa requiere otra manera de planificar el curso, otras actividades, otras exigencias para los estudiantes y otra manera de evaluar, y eso es en lo que no se está preparado y el profesorado cae en el desánimo, el estrés, la intensificación del trabajo con muchas horas delante de la pantalla y el padecimiento por ver que se hace lo imposible. Y nadie les aplaude considerando que es su trabajo.

 

Una educación basada en la emergencia

Recordemos que la mayoría de las docentes son profesoras y también tienen familia e hijos. Y asumen, muchas veces, diversas funciones. Y aumenta el malestar docente cuando esa educación a distancia es una educación basada en la emergencia, así de golpe, y lleva al profesorado a un trabajo muy duro y agobiante.

El profesorado lo está pasando muy mal. Le ha cogido este confinamiento a contrapié igual que a la familia y lo único que se pide es compresión, apoyo, ayuda, mayor inversión y no improvisación, recortes y maltrato y menos críticas no justificadas. Si no es así cuando todo esto se vaya acabando encontraremos un profesorado con un aumento de malestar docente  y esto perjudicará a todos.

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