En 1863 un Nietzsche muy joven anota:
La virtud que embellece a una cosa es una cierta propiedad cósmica o una fuerza capaz de descubrir relaciones con el conjunto del mundo. La actividad de la imaginación [Phantasie] consiste en hacer ver que cualquier cosa se puede transformar en otra […] ( Notas sobre Emerson, en Beck-W., II, p. 259) (Nietzsche, Libro del filósofo: 172)
¿O sea que imaginar es hacer ver que cualquier cosa se pueda transformar en otra? ¡Qué peligro! Piensa lo que sería el mundo en perpetua e inevitable transformación. Un sueño absoluto. Un espanto de incertidumbre. Cuánto mejor sería no ser capaz de imaginar nada y permanecer como un hombre literal, o sea, como un perfecto palurdo.
(Como uno que juega al dominó.)
La fantasía es un inútil resabio de la infancia; y aún peor que dejarse ganar por ella es tener la conciencia de poseerla, algo que sólo se descubre cuando uno se lleva un tremendo fiasco.