TESTIMONIOS

Herodotus description of Babylon (1942), de Otto Emil Ravn es una obra extraordinaria que vierte algo de luz sobre la validez objetiva del testimonio histórico, en contraste con las pruebas y reconstrucciones arqueológicas que también dan información, muchas veces dispar, acerca del objeto descrito. La recreación ideal de cualquier testimonio, desde el más ambicioso historiador hasta el simple testigo de un delito –o uno mismo como narrador usual de un hecho–, se explica como proyección telescópica de recuerdos visuales parciales y de información directa in loco, reorganizados a distancia.

Tal acto de composición muestra la delgada línea que separa la historiografía antigua del mito. En los testimonios de Heródoto o de Pausanias la narración histórica otorga un carácter especial, casi mítico, al objeto descrito a partir del recuerdo. Es parecido a viajar por primera vez a un destino cualquiera que se magnifica en recuerdos que desmentirás si vuelves allí algún día, o a los momentos llenos de aura, totémicos, de una relación personal a los que remite la memoria cuando aquélla termina. Palidecerían, ni que fuera un poco, al compararlos con la experiencia real renovada. Por eso la reorganización a distancia también explica la falibilidad de un testimonio y el choque de su versión con la de otros, incluso mejor que la pluralidad de perspectivas. A imagen de los cuentos clásicos, reorganizados de forma dulce y fantástica, cuando en la versión original uno siempre descubre su trama cruda y sin escrúpulos: la compilación de los hermanos Grimm es una buena muestra de ello.

–Explícame entonces por qué en esta fabula siempre te sitúas en el momento en que salvan a los niños y llega la moraleja, si en realidad estás en el que se zampan al animal protagonista.

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