TE LO DIGO COMO LO SIENTO

En ocasiones, con motivo de algún intercambio comunicativo, podemos escuchar la expresión: “Te lo digo como lo siento”. Esta muletilla también puede ser equivalente a esta otra: “Tal como lo siento te lo digo”. (O sea, ni me paro un momento a pensar lo que voy a decirte a continuación).

Del lado de quien habla, la expresión remite a un plano que puede querer indicar que lo dicho anteriormente o con posterioridad a la misma, tiene un carácter de autenticidad, de algo verdadero que siente, o también, que diciendo las cosas como las siente en ese momento, quiere ser eximido de la responsabilidad de las consecuencias que puede tener haber dicho lo que ya ha dicho, o decir lo que viene a continuación; es decir que quiere, o bien expresar que el otro dé credibilidad a sus sentimientos, o bien, hacer una advertencia del tipo: “Todo lo que he dicho o diga a partir de este momento, no forma parte de mí, y si me hago cargo de ello, me arrepentiré de haberlo dicho en un futuro”. O sea, pide ser eximido de su responsabilidad de las reacciones emocionales que el asunto puede producir en quien lo escucha.

Aristóteles, en la Retórica (Trad. de Quintín Racionero. Madrid: Gredos, 1990) sostiene que la virtud del lenguaje la constituye la expresión “adecuada”. Una lexis o palabra es adecuada cuando utiliza nombres apropiados:

La expresión será adecuada siempre que exprese las pasiones y los caracteres [del que habla] y guarde analogía con los hechos establecidos (Retórica, III 7, 1408a 10).

La expresión “adecuada” contiene la noción de ajuste; ajuste apropiado junto a lo que se dice, también a quien lo dice o a quien lo escucha. Aristóteles distingue dos clases de lexis: […] la pathetiké lexis, término que se refiere a la capacidad del discurso para expresar o denotar cualesquiera pasiones (cólera, piedad, emulación, etc. (…) que nacen de los hechos relatados y que el oyente puede compartir con el orador. (…) y la ethiké lexis, que expresa o denota el carácter o talante del que habla o de aquél de quien el orador habla (presentándose a sí mismo o al otro como poseedor de un talante moralmente bueno o malvado) (…) (n.112 de Quintín Racionero, III 7, p. 513).

Es decir, que la palabra no sólo tiene una función designativa, sino que también remite a los diferentes planos que connota. Las dos clases de lexis, nombradas por Aristóteles como la ethiké (expresión del talante del que habla) y la pathetiké (expresión de las pasiones del que habla y del que escucha) no hacen referencia a la función designativa del lenguaje, sino que remiten al plano subjetivo. Y en el plano subjetivo del que utiliza cualquiera de las dos expresiones mencionadas más arriba, existe el deseo tanto si lo dice con intención positiva, como si lo dice con intención negativa, que el otro comparta su estado de ánimo: Si estoy contento, alégrate conmigo y si estoy triste, no puedo evitar descargar sobre ti el peso de mi tristeza.

¡Ay!, a veces, no me gustaría compartir tanto exceso de “sinceridad”, como a veces también se añade. ¡Pesa demasiado!

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