Las novelas de Francis Scott Key Fitzgerald adolecen de cierta saturación. El estilo grandilocuente de los escritores de su generación y ciertas costumbres colectivas de los norteamericanos a la hora de elegir los adjetivos en su propia lengua (o de nuestros traductores) nos lleva a textos plagados de mujeres bellísimas, hombres fortísimos y conversaciones que a la vez son las más entretenidas y/o aburridísimas. Por eso uno se acostumbra a la vida y los interiores de personajes superlativos.
No desmerezco la obra de Scott Fitzgerald, mas la ubico en las coordenadas que a su estilo le corresponde.
Me llama la atención el inicio de unos de los capítulos de Tender Is the Night en el que Rosmary se despierta de la noche anterior tras ser rechazada sexualmente por Dick:
La imagen de su belleza en el espejo no le trajo sensación de seguridad, sino solamente el recuerdo de su dolor del día anterior” (p.173)
Evidentemente, la metonimia aparece aquí, no ve su dolor, sino que su histeria no le permite soportar la idea del rechazo, y esa obsesión no puede “quitarla de la mente”. Pero lo que observo es la expresión “la imagen de su belleza en el espejo”. ¿Acaso la imagen no es de ella? ¿Cómo es posible que una persona se vea reflejada, identificada al fin y al cabo, a través de su belleza? Rosmary no se ve a sí misma, sino a su belleza. No es nadie, por tanto, sino que es sólo dicha cualidad. Como si fuera una propiedad y no un personaje, Fitzgerald la reduce a esa misma característica que le ha acompañado a lo largo de la novela.
Me pregunto si sólo en términos literarios podría ser posible que alguien se identifique con una propiedad y no con el reflejo de su cuerpo. Tanto daría, entonces, que allí estuviera su carne, con tal que se viera algo bello. ¿Qué nivel de enajenación supondría? ¿Cómo es posible que a Rosmary le produjera seguridad dicha imagen anteriormente? Quizás la respuesta esté en otra de sus características. Ella se equivoca y es inducida a error por los otros personajes de la novela no sólo atraídos por su belleza, también por su juventud. En cambio, Nicole (el otro personaje femenino destacable) es bella, pero su madurez le permite tomar con mayor prudencia esa imagen:
para Nicole los años transcurrían con la regularidad del reloj, del almanaque y de los cumpleaños, y el ritmo estaba agudizado por la caducidad de su belleza” (p. 264)
¿En realidad, lo que vería Rosmary sería producto de su temprana edad y no de su magnífica hermosura? ¿El ojo y la mente adultos no son susceptibles a esos engaños? La tradición literaria está bien nutrida del tópico Senex que Carl Gustav Jung describe en Los arquetipos y lo inconsciente colectivo, pero conozco demasiados vetustos estetas que se dejan aún hoy embaucar por esas imágenes preciosas…