Siempre resulta irrisorio comprobar la asimetría que rige las pautas genéricas del hombre y la mujer, a contrario de quienes reclaman que los hombres son iguales a las mujeres.
Por ejemplo, Oscar Wilde escribe en El retrato de Dorian Gray:
Cuando una mujer se vuelve a casar es porque detestaba a su primer marido. Cuando un hombre se vuelve a casar, es porque adoraba a su primera esposa. Las mujeres prueban su suerte, los hombres arriesgan la suya. (Wilde, Retrato: 238)
Por cierto, Wilde no era ni hombre ni mujer. Me pregunto cómo se las arreglaba con su propia suerte.