ETERNAMENTE ERÓTICA

Desde su origen, la fotografía ha sufrido la dicotomía entre los que la consideran una huella (visión realista) y los que le detectan una clara intencionalidad simbólica (visión subjetiva). Desde que Fox Talbot publicara El lápiz de la naturaleza, hacia 1846, esa doble faz de la fotografía le ha perseguido entre los detractores del concepto de “arte fotográfico” y los críticos de la foto “veraz”.

Es esa doble identidad la que le permite ser el mejor medio para evocar la erótica.

La siguiente fotografía responde a una de las más celebradas maneras de capturar escenas: resaltar lo bello. Como afirma Susan Sontag en El heroísmo de la visión:

La cámara ha tenido  tanto éxito en su función de embellecer el mundo, que las fotografías, más que el mundo, se han convertido en la medida de lo bello.
(SONTAG, Sobre la fotografía: 89).

Aina

El público en general aceptará la belleza de esta fotografía. Más aún, llegará a convenir que contiene determinado grado de erótica. ¿Pero, por qué?

(Si asumimos que es erótica lo que representa, entonces estamos ante una imagen, aunque esto será otra discusión).

Pocos elementos intrínsecos a lo fotografiado pertenecen a lo que esta imagen nos suscita: identificar o no a la modelo, conocer o desconocer al fotógrafo, dominar en mayor o menor grado la técnica de la fotografía… son todos factores que no intervienen en absoluto para atribuir un claro componente erótico a lo que observan.

Esa condición pertenece al estatuto de la fotografía. Capturar en imágenes una situación o una persona es cosificarlas (lo mismo sucede con la fotografía de un objeto, pues ese acto produce un segundo objeto, evidentemente, cosificado). Por tanto, poseemos fotografías, nos pertenecen. El salto a la fotografía digital ha aumentado esa situación, pues la copia ha dejado de existir como tal. Si bien la informática nos permite copiar archivos, el original –en calidad y en resultado– no se distingue de sus versiones. Todos los archivos fotográficos de la era digital son originales. Las fotografías ya no “envejecen, atacadas por las consabidas dolencias de los objetos de papel”, como aseveraba Sontag (14), porque su soporte ya no es necesariamente ése. La técnica nos ha permito democratizar aún más la experiencia traducida a imágenes (Cfr. SONTAG: 17), pues ha hecho que su posesión y por ello su experiencia sean iguales para todos.

Ahora, todos los que están viendo la imagen de la modelo más arriba observan la misma experiencia retratada, y viven de la misma manera esa erótica. No quiere decir que se eroticen de la misma manera, ni que encuentren atractiva la composición por las mismas razones ni con la misma intensidad. Pero esa experiencia vivida es igual de auténtica en todos sus matices por la ambigüedad con la que hemos comenzado este texto: la fotografía es huella (prueba veraz) y creación subjetiva a la vez.

Esa universalidad de lo observado, unido al hecho de “transformar (sic) a las personas en objetos que puedan ser poseídos simbólicamente” (SONTAG, 24) abona el terreno de la fotografía para el campo de la erótica. Del mismo modo, lo capturado se sublima como en un estado de perenne melancolía, se fija el interés “en un statu quo inmutable” (22) e imperecedero que permite al observador convertirse en un voyeur.

Aún más, las nuevas tecnologías que hoy forman parte intrínseca a las fotografías digitales (los programas de edición y manipulación del contenido, que han anulado toda artesanía previa de apertura, exposición, velocidad de obturación, etc.) permiten que el objetivo erotizante sea más intenso al eliminar la imperfección. En la fotografía digital no hay errores, o al menos no de manera pretendida, y eso amplifica “la percepción de lo inalcanzable que pueden evocar las fotografías” (SONTAG: 26). Lo que supone una síntesis entre dos opuestos: el objeto real y el ideal en un tercero asequible y universal. Por una parte la fotografía es un modo de apropiarse de una realidad, pero esa realidad aparece asegurada y sin riesgos (lejos de la persona real, de carne y hueso). Una y otra vez podemos volver a la imagen y contemplarla, despertando en nosotros el mismo deseo.

Hoy, la fotografía digital permanece imperturbable, mucho mejor que cualquier recuerdo de la mente más memoriosa. Por lo demás, los sentidos nos ayudan a crear esa falsa ilusión (amiga de la erótica) de poseer sin cuerpo.

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