INERCIA

La física afirma que la inercia es una propiedad esencial de la materia que hace que los cuerpos permanezcan en su estado, ya sea en movimiento o en reposo, si no se aplica una fuerza exterior a ellos.

Hay una sutil argucia en esta definición clásica que no explica lo que la inercia sea sino que se limita a observar lo que interrumpe su imaginada manifestación. No se describe una causa sino que se apunta un efecto que, puesto que no tiene origen reconocido, sólo puede atribuirse a un carácter esencial de todo lo que hay. En realidad, creer que hay inercia es como legitimar la realidad de un fenómeno por la sombra de éste.

La inercia es una qualitas oculta de las cosas, como la belleza; y nos acompaña todo el tiempo, quizá porque no podemos desprendernos de nuestra bastarda naturaleza material.

(Masa, naturaleza, cuerpo: cuántas metáforas oscuras para llamar lo que no conocemos.)

Son incontables las conductas y las acciones que la revelan. La inercia está en la pereza y en la obstinación. Está en todas las fugas y en la pulsión que nos lleva a repetir una y otra vez los mismos errores en que –qué humillante impotencia la nuestra– incurrimos, sin excusa ni razón.

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