PRIAPO

Entre las mayores necedades contemporáneas está la llamada teoría de la identidad genérica o “del género“, sin más, que reúne a innumerables mujeres resentidas en torno a una ideología triste e intransigente.

Sólo una de sus reivindicaciones merece mi respeto: el desprecio hacia todas las formas que adopta el narcisismo priápico que practican la enorme mayoría de los varones, narcisismo que, en su afán de ser hombres, a menudo suelen emular de forma grotesca las propias feministas. Podría pensarse que esta veneración por el rasgo definitorio de la anatomía masculina es un residuo de la sociedad patriarcal, falocéntrica, etc.; pero parece más bien una inclinación casi natural y propia de nuestra especie.

Véase si no.

En la columna primera del anverso de la tablilla I de la versión hitita del Poema de Gilgamesh, la más antigua epopeya conocida, cuya concepción los arqueólogos fechan hacia el tercer milenio antes de Cristo, se describe al héroe Gilgamesh de la siguiente manera:

[…] De este modo crearon los Grandes dioses al divino Gilgamesh.
Su estatura alcanzaba los once codos de altura,
su pecho medía nueve palmos de anchura,
su miembro tenía una longitud de tres palmos. […]

No faltará quien afirme que este inusitado priapismo, de tan acendrado, sólo puede tener base genética…

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