UNA VIÑETA

Tengo un recuerdo imborrable de una viñeta de Quino que en su momento me pareció desopilante y que ahora, muchísimos años después de aquella primera vez, me sugiere un efecto tragicómico.

En la viñeta, un personaje trivial con aspecto de turista mira fijamente hacia una cámara fotográfica que ve colocada encima de la repisa de una chimenea. Y luego, con una expresión que es mezcla de decepción y de fastidio, mira el pequeño aparato que sostiene entre las manos y exclama: “Pero…, si me he pasado todo el día sacando fotos con la radio a transistores…”

A veces, alcanzar con la conciencia el conocimiento de algo muy deseado o necesario –una simple constatación, por ejemplo– una certeza imprescindible o la solución a un viejo problema a la que se llega por un procedimiento impensado o por una situación ridícula, no resulta ni compensación ni gratificación alguna. Como cuando te enteras de algo que ya sabías, o cuando ves (o descubres) lo que siempre ha estado allí.

(Ay, esa humana estulticia que ninguno es capaz de evitar.)

En esos momentos llegar a saber o a enterarnos de algo resulta el premio a una inútil lucidez. Cuánto mejor es refugiarse en la estupidez, que al menos te ahorra toda ingrata inteligencia.

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