RELACIONES

Una cosa con la otra, enlazada a la otra, unida a la otra. De pronto algo se muestra afín a otra cosa. Objetos que se comunican entre sí o con los cuales te sientes vinculado armónicamente, como los sonidos del acorde perfecto, o como el equilibrio indescriptible de dos cuerpos echados, pegados el uno al otro como dos cucharas.

(Ese abrazo tan ceñido y largo que une a los amantes en reposo.)

Así un color y su complementario, que aprendes cuando alguien –¿papá? ¿mamá? ¿el amigo que admiras?– te enseña a combinar el gris con el azul o cuando un buen día reconoces los colores que dan la fama a Italia. El pañuelo o la bufanda que se adaptan a su nudo como el aire frío y seco a la mañana y el café. Todas las cosas unidas entre sí por lazos invisibles y no obstante muy presentes, casi tanto como si alcanzaras a ver infinitas tramas en todo lo que te rodea. Son relaciones que están allí y que no se pueden explicar.

(Cuando una relación cualquiera se reduce a explicación todo lo que se dice de ella es mentira.)

Déjate llevar por el descubrimiento de las relaciones y ruega a los dioses que no se rompan ni se deshagan, que no se interrumpan. Mira hacia arriba, mira hacia el firmamento y verás cómo esas constelaciones de nombres herméticos te hacen compañía. Cuida de que siempre estén allí porque el día que no las encuentres será que tú ya no estás en el mundo.

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