La vía de la introspección se parece a muchas cosas: a un erizo que se cierra, a un guante dado vuelta o a un turbante. Se parece al remolino en el vórtice, que permanece fijo mientras las aspas giran y giran y giran… Pero sobre todo la introspección se parece a sumergirse en el agua hasta lo más profundo.
(Quedarse así, quieto y callado allí abajo, en lo más hondo de uno mismo.)
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