VESTAL

Me hacen llegar un fragmento de un largo poema de Alexander Pope donde Eloísa se dirige al desdichado Abelardo. Ella refiere el pasaje que me envía a los usos del olvido, pero yo veo un elogio del sacrificio de la vestal:

How happy is the blameless vestal’s lot!
The world forgetting, by the world forgot.
Eternal sunshine of the spotless mind!
Each pray’r accepted, and each wish resign’d.

Lot es la parte (moira) que nos es asignada, lo que nos depara el destino. La extraña vocación de la vestal es asimismo su dote: la renuncia al mundo y la aceptación de que ya nadie reparará en ella. Sin embargo, ese olvido doble le permitirá brillar por siempre; y por siempre spotless, sin tacha, inmaculada. Sus plegarias tendrán recompensa a cambio de renunciar a todos sus deseos, lo que implica un sacrificio mayor porque ya nunca podrá pedir ni rezar por ella misma.

Ah, entonces la vestal ejemplifica la mayor virtud entre las que somos capaces los humanos, una virtud que no es, precisamente, heroica: la capacidad de la absoluta renuncia. Paradójicamente, sólo una mujer –epítome de la tentación– es capaz de semejante proeza.

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