EL AURA DE UN CODAZO

Steve Wynn, dueño de hoteles y casinos en Las Vegas, decide poner a la venta un cuadro célebre de Picasso, que posee desde hace algunos años. La ocasión despierta la expectativa del llamado mercado del arte porque se supone que la venta alcanzará un precio récord.  Se trata de Se trata de El sueño, retrato de Marie-Thérèse Walter,El sueño, retrato de Marie-Thérèse Walter,que fue amante de Picasso.

(A propósito, cuántas amantes tuvo Picasso, qué vigor sexual envidiable el de ese hombre…)

Como siempre que se trata de un tema erótico, ninguno como él para representar la propia voluptas (y la de toda alma erotizada) de forma tan atinada y exacta: véase ese pene que completa el rostro ensoñecido de Marie-Thérèse Walter que tanto podría valer como la extensión necesaria del falo picassiano, falo inmortalizado al ser traspuesto al retrato de su amante, o como la huella de una cierta afición priápica de Marie-Thérèse Walter, convertida en el emblema de esa feminidad idealizada por todos los hombres, que sueñan con mujeres que adoran el miembro viril tanto como ellos mismos lo adoran. El sueño de Marie-Thérèse es, en verdad, el sueño de todo hombre: tener una mujer que sueñe con pollas.

PENE

En cualquier caso, el retrato tiene suficiente carisma fálico como para justificar que se puje por él por cantidades astronómicas, más allá de consideraciones críticas o estéticas, unas más redundantes que las otras. 139 millones de dólares es un precio tan elevado que debería servir para acallar cualquier comentario pedante.

Sin embargo, cuando Wynn estaba a punto de realizar la operación de venta a un marchand de Nueva York, un inconveniente cruzó en la transacción: en un descuido, el magnate de casinos dañó el cuadro con codazo.

(¡Horror! ¡Profanación! ¡Sacrilegio! ¡Desgracia!)

Sin embargo, dos días después que la prensa informara acerca del desdichado sueño valía 20 millones oacute;lares más.

Como es obvio, no cabe pensar sea el pene de Picasso lo que ha aumentado de y menos aún el trabajo que se tomó en La iacute;a se debe a un suplemento en el nivel de las esencias, el codazo de Wynn y el revuelo mediático levantado por el que ha investido a la obra con un aura. Tanto da que el accidente haya sido fortuito o funesto, incluso que, en haya sucedido. Es su resonancia aurática lo se acopla a la obra como una pátina, y sobre presea conmensurable desde un punto de vista iacute;stico, como si los bonus en la oacute;n dieran prueba de un cambio en la oacute;n que el cuadro tiene como acontecimiento. Como si, de hecho, para los mercaderes de arte y los magnates que son sus clientes, el codazo de tuviese el valor de una auténtica performance.

Hacía tiempo que no asistía a un acontecimiento tan inequívocamente posmoderno como este.

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