De anagramas y perogrulladas

 
 

 


 

En su libro Sobre la belleza, Enrique Lynch comete una flagrante burrada al traducir (interpretar) erróneamente el anagrama que aparece al pie del célebre objet trouvé de Duchamp en que el artista francés le pone bigotes a la Gioconda. (Cfr. E. Lynch Sobre la belleza, (Madrid: Anaya, 1999), p. 98.

Véase la obra de Duchamp

 

Como puede apreciarse, la representación contiene unas siglas añadidas por Duchamp que Lynch lee como Elle-a-chaud-au-cou, frase que a continuación –y muy ufano– traduce como “ella tiene calor en el cuello” [!]. Su aberrante lectura contiene pues dos errores:

a) Lee la Q en español: “cu”.

b) y, de manera inopinada, traduce el sonido “cu” a su variante en francés “cou” que continuación “interpreta” de forma literal como cou, es decir: “cuello” o, dado el caso, “codo” de tal modo que el anagrama se convierte en la absurda frase: “Ella tiene calor en el cuello”.

Seguidamente, en una nota al pie, apunta que “Leída rápidamente, la frase en francés puede entenderse como elle a chaud au cul (ella tiene el culo caliente), de ahí que la irreverencia de Duchamp haya sido entendida como una alusión a la homosexualidad de Leonardo y a la posibilidad de que el modelo de la Gioconda haya sido un hombre”.

En realidad, L.H.O.O.Q. es el anagrama de “Elle a chaud au cu”, que en francés quiere decir lisa y llanamente: “Anda caliente” o “Ella está cachonda”.

La burrada le fue apuntada certeramente en una carta a Lynch por Félix de Azúa, quien le aconsejó que en futuras ediciones del libro aprovechase para corregir el error.

El mismo Félix de Azúa, en su traducción de Los principios de an-arquía pura y aplicada de Paul Valéry (Barcelona, Tusquets Editores, 1987) al dar con la frase de Valéry: “Et pourtant c’est une vérité de La Palice” apunta al pie de página con gran celo de traductor una referencia que a la postre resulta inútil, y hasta equívoca: “La Palice, gran mariscal francés, murió en el sitio de Pavía, en 1525”, información que no obstante deja sin resolver qué pueda ser una “verdad de La Palice” y, en cambio, literaliza innecesariamente la referencia puesto que en realidad, en francés, cuando se habla de una Vérité de La Palice, o lapalissade, sólo se hace una vaga alusión al mariscal Jacques II de Chabannes que, en efecto, murió en el campo de batalla de Pavía.

La traducción correcta de vérité de La Palice es otra. La frase no habla del mariscal sino de una canción que sus soldados compusieron para celebrar su valentía en la batalla. En ella se decía:

Un quart d’heure avant sa mort
Il était encore en vie.

[Un cuarto de hora antes de morir
aún estaba con vida].

Es decir que una verité de La Palice no es ninguna fórmula atribuida al mariscal de Cabannes sino la afirmación que contiene una obviedad; pura y simplemente, una perogrullada.

 

 

 

Paul de Man