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En el presente texto analizaremos, a propósito de Edgar
Allan Poe y Jaime Gil de Biedma, una de las posibles maneras
de componer poemas. Decimos una porque, según el mismo
Gil de Biedma, "uno no escribe igual en los diferentes momentos
de su vida, lo mismo que uno no escribe por las mismas oscuras
razones". Nos centraremos, pues, en la época en la
que Gil de Biedma compuso su segundo libro, Moralidades,
por la similitud entre el método poético seguido
por el poeta barcelonés y el seguido por Poe para la composición
de su poema <El cuervo>. Gil de Biedma, hablando de la época
en la que escribió su segundo libro de poemas, explica
que
[...]
en esos momentos tenía una idea de poema y podía
pasarme meses pensando en él sin
sentarme a escribir, pensando en los problemas específicos
que había que solucionar antes
de hacerlo, y cuando lo tenía todo urdido me sentaba;
pero aun eso duraba mucho y era un proceso
nada constante. Escribir un poema era, para mí, como tener
un secreto. Como
hacer el amor e intentar postergar una y otra vez el momento
de correrme.(1)
Después de hacer, en el segundo apartado, un breve repaso
de los planteamientos que Edgar Allan Poe presenta en su obra
de 1846, La filosofía de la composición,
entraremos, en el tercero, en el método poético
seguido por Jaime Gil de Biedma, para exponer, finalmente, un
breve resumen.
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Poe, en La filosofía de la composición,
advierte, según se puede extraer de lo escrito, que no
debe caerse en el error de considerar la vida como una realidad
exterior: la vida se ve en el signo, en los procesos de significación.
Esto entronca con la concepción, presentada en el artículo "El
personaje Jaime Gil de Biedma", según la cual, siguiendo
a Charles Baudelaire, Gil Biedma considera el arte como un simulacro
de lo real. Es decir, un seguido de signos pertenecientes a la
realidad del poema, que no se extiende más allá del
poema, que no es más que un "engañoso espejismo" de
una realidad original de imposible acceso. Poe, igualmente Gil
de Biedma, desestimó la idea de que la poesía pudiera
describir o hablar de un mundo supuestamente real. Así pues,
Luis García Montero, a propósito de "El juego
de hacer versos" de Gil de Biedma, dirá que "no
nos preexiste ninguna verdad pura (o impura) que expresar. Es
necesario inventarla, volverla a conformar en la memoria".(2) Dicho sea de paso, el poeta granadino, en la misma línea,
considera
[...]
la poesía como un oficio, un género de ficción
que necesita el conocimiento técnico y muchas horas de
trabajo. No se trata de dar testimonio notarial de la vida, sino
de crear vida y experiencias morales
en el artificio del texto. Frente a la cursilería decimonónica
del silencio lírico y las esencias ocultas, prefiero aceptar
que la poesía es una cuestión de palabras.(3)
En La filosofía de la composición, volviendo
a la obra de Poe, el poema se presenta, anticipando lo que más
tarde propondrá el formalismo, como una estructura verbal
autónoma, es decir, sin relación alguna con las
posibles propuestas que el lector pueda dar ante la obra, e incluso
de la propuesta que el autor pretende dar desde la obra. El poema
se convierte, así, en un artefacto de elaboración
precisa. De esta manera, Poe rechaza la concepción romántica
que considera la inspiración - o suerte de espontaneidad
sobrenatural - como promotora de las obras de arte. El poeta
deja de padecer los arrebatos de las musas y pasa a ser quien
controla el proceso de composición del poema. La intención
de Poe es determinar desde un principio el poema; cada uno de
los planteamientos del poema está dominado por su autor.
Así pues,
[...] ningún
detalle de su composición puede asignarse al azar o la intuición,
sino que la obra avanza sucesivamente, y paso a paso, hasta ser finalizada
con la precisión y el rigor deductivo
de un problema matemático.(4)
Poe desarrolla distintos planteamientos sobre la forma interna
del poema. Ante el primero, el de la extensión, defiende
que, para poder ser leído de una sola vez, el poema debe
ser breve, porque sólo de esta manera se puede conseguir
una unidad de impresión, "un elemento artístico
tan de todo punto primordial como la totalidad, o unidad, de
efecto"(5).
Para Poe la brevedad del poema y la intensidad del efecto pretendido
se encuentran estrechamente relacionadas, debido a que, para
producir un mínimo efecto, es necesaria una cierta extensión.
Ante el segundo planteamiento, el del efecto o impresión
que el poema debe transmitir, Poe sostiene que la Belleza es
el único y legítimo dominio del poema. Ésta
se refiere, según lo entiende el norteamericano, no tanto
a una cualidad sino a un efecto, que no es otro que la "elevación
pura e intensa del alma que se experimenta a través de
la contemplación de lo bello"(6). El tercer planeamiento expuesto en el libro se refiere al tono.
Poe resuelve, a partir de su experiencia, que el tono para el
poema debe ser el de la tristeza.
La
Belleza de cualquier índole, en su forma más elevada,
de modo invariable mueve al alma sensible al llanto. La
melancolía se erige, pues, en el más legítimo
de los tonos poéticos.(7)
Una vez resueltos los planteamientos relativos a la extensión,
el efecto y el tono, Poe se ocupa del aderezo artístico
- que, estando en concordancia con el tono elegido, debe servir
de fundamento para la construcción del poema -, de la
estructura y el contenido del poema, y de la versificación.
Gil de Biedma, por su parte, en una entrevista publicada en 1983
por Quimera, afirma que
[...]
la descripción que hace Edgar Allan Poe en La filosofía
de la composición es una descripción
bastante exacta de cómo se escriben muchos poemas, o por
lo menos de cómo
he escrito la mayor parte de los poemas de Moralidades,
mi segundo libro.(8)
3
En el presente apartado estudiaremos el proceso de composición
que Gil de Biedma siguió para la elaboración de
muchos de los poemas que forman su libro Moralidades.
Según el poeta, en primer lugar se le ocurría la
idea del poema, "un idea directora de cómo el poema
tendría que funcionar formalmente, dónde tienen
que estar los resortes y las variaciones y las transiciones del
poema"(9). En
segundo lugar, en relación con la idea del poema, se planteaba
los problemas formales derivados que era necesario resolver.
El poeta, según el autor de Moralidades, debe
servir fielmente a la idea de poema que ha concebido. Ahora bien,
la idea, en tanto que no debe ser modificada, limita el desarrollo
del poema. Para el poeta barcelonés la concepción
como posibilidad formal, como esbozo de una forma verbal, deriva
en la necesidad de plantarse el poema desde su funcionamiento
interno de unidad. "El poema es absolutamente una unidad
melódica perfecta, en que cada verso sólo tiene
sentido poético donde está y sólo tiene
melodía en ese contexto, de modo que fuera de él
dejaría de tener sentido poético y melodía
verbal"(10).
De esta manera, Gil de Biedma defiende y subraya la forma técnica
de la factura del poema. Ahora bien, la idea de poema es diferente
para cada poema. Es decir, cada poema tiene su particular idea.
Así, Gil de Biedma dirá de la poesía de
Juan Ramón Jiménez que le falta contraste. Según
Gil de Biedma, la poesía de Juan Ramón estaba escrita "por
recetas, por fórmulas; un poema es casi idéntico
a otro". Esto lo atribuye el barcelonés a que la
idea de poema es muy parecida, sino la misma, para todos los
poemas.
La idea directora, pues, que es el origen del poema, es una
noción no de lo que se quiere decir sino de lo que se
quiere hacer y del efecto que se quiere producir. Poe, en La
filosofía de la composición, explica que prefiere "comenzar
tomando en consideración un efecto concreto",
un efecto novedoso y de fuerte intensidad. Gil de Biedma, en
la misma línea, sostiene que, para el poeta, el tema del
poema, aquello para lo cual escribe, es el efecto que quiere
producir. El efecto estético, que cada poema debe intentar
crear, y que se acumula y se hace perceptible en los últimos
versos del poema,
[...]
es el resultado del ritmo, del tono y de los demás elementos
formales. Es decir, no hay una fórmula, no hay
una sustancia simple que sea la poesía y que se mezcle,
en mayor o menor medida, con otras para producir el poema.(11)
La poesía sólo se da, según Gil de Biedma,
cuando el poema es leído por el lector. Ahora bien, esto
no significa que el poema se haga entre el autor y el lector,
sino que el autor es quien crea el poema en cuanto forma y el
lector es quien considera esta forma como poética.
Una vez la idea original ha sido debidamente aclarada, y se han
analizado las diferentes cuestiones formales derivadas, es momento,
siguiendo las fases sucesivas del proceso compositivo expuesto
por Gil de Biedma, de dejar por escrito todo aquello que hasta
ahora sólo permanecía en la imaginación.
La inspiración, que Poe dejaba fuera de su proceso de
composición, pasa a ser en Gil de Biedma una suerte de
compulsión, es decir, la obsesión de estar poseído
por la idea del poema y la necesidad de darle salida(12).
4
En resumen, Gil de Biedma, para la composición de los
poemas que forman su libro Moralidades, en primer lugar,
planteaba y estudiaba la idea del poema. Resolvía, en
segundo lugar, las cuestiones formales derivadas, y, en tercer
lugar, para anticipar la longitud verbal del poema, lo dividía
mentalmente en movimientos. Tanto la idea del poema, su resolución
formal, así como la división mental en movimientos,
pertenecían a un momento previo a la escritura, a la realización
del poema.
En cuarto lugar, dejaba por escrito el primer movimiento, lo
leía, lo memorizaba y lo rompía. Aquellos versos
que eran olvidados los consideraba "rítmicamente
sobrantes o inexpresivos", y no pocos de aquellos otros
que superaban el olvido eran objeto de cambio y modificación.
En quinto lugar, después de pasar unos días, aparecía
una segunda versión que dejaba de nuevo por escrito. Al
igual que la primera, la leía, memorizaba y rompía.
Este proceso lo repetía tantas veces como fuera necesario
hasta que consideraba acabado el primer movimiento del poema,
es decir, acorde con la idea del poema. El segundo movimiento,
así como los demás que componían el poema,
eran sometidos al mismo proceso de realización. Así pues,
Gil de Biedma, antes de realizar el poema, es decir, antes de
escribirlo, tenía resueltas todas las cuestiones formales
relacionadas con el mismo. Por otra parte, al escribirlo, seguía
una serie de pasos que se repetían hasta que el poeta
encontraba la versión definitiva, que no era otra que
la ajustada a la idea del poema.
Gil de Biedma, no obstante, admite que el método poético
varía con los años y que formular, a posteriori,
un seguido de normas y conclusiones, es decir, un discurso del
método, no deja de tener cierto carácter arbitrario.
Antonio Gutiérrez VaraBarcelona
19 de
septiembre de 2006
(1)Jaime Gil de Biedma, Conversaciones (Barcelona:
El Aleph Editores, Personalia de El Aleph, 27, 2002. p. 179)
(2) Luis García
Montero, El País, 8 de enero de 1983.
(3) Luis García
Montero, <Poética>, en El último
tercio del siglo (1968-1998). Antología consultada
de la poesía española (Madrid: Visor Libros,
Serie Maior, 1999. p. 665)
(4) Edgar Allan
Poe, La filosofía de la composición (San
Lorenzo de El Escorial: Libros C. de Langre, Bilingües
de base, 1, 2001. p. 33)
(5) Edgar Allan
Poe, p. 37.
(6) Edgar Allan
Poe, p. 39.
(7) Edgar Allan
Poe, p. 41.
(8) Jaime Gil
de Biedma, p. 189.
(9) Jaime Gil
de Biedma, p. 149.
(10) Jaime
Gil de Biedma, p. 122.
(11) Jaime
Gil de Biedma, p. 191.
(12) Jaime
Gil de Biedma, p. 116.
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