Por Federico Javaloy.
La investigación reciente en psicología nos ha traído buenas noticias: de una situación de violencia psicológica se puede salir, superarla e incluso volver fortalecido. Algunos estudios han puesto de manifiesto que hay personas capaces de sobrevivir y resistir una situación estresante sin sufrir fuertes trastornos; otros trabajos sobre crecimiento postraumático han mostrado que incluso es posible, en determinadas circunstancias, salir de una situación traumática siendo capaces de experimentar un cambio positivo, de transformarse en mejores personas (Calhoum y Tedeschi, 2000).
Estos planteamientos son nuevos y de hecho contradicen los supuestos en que se basaban los primeros estudios sobre el estrés a mediados del siglo XX. Se estudiaban las situaciones estresantes como si el estrés fuera algo objetivo y necesariamente presente en la situación, en lugar de una forma de reaccionar de algunas personas ante determinados estímulos y situaciones. A ello contribuían algunos estudios tradicionales que afirmaban, por ejemplo, las inevitables consecuencias a largo plazo de los traumas vividos en la infancia o de la muerte de un familiar cercano. La investigación posterior ha puesto de relieve que estas ideas, reforzadas a veces por estereotipos culturales, se han derrumbado frecuentemente como castillos de arena por la fuerza de la evidencia empírica (Avia y Vázquez, 1998).
En la década de 1980, la investigación psicológica fue cambiando la percepción sobre el comportamiento en situaciones consideradas estresantes: el hecho de que un suceso negativo (un accidente grave, una enfermedad irreversible, una situación de acoso o de mobbing) nos produzca malestar psicológico o depresión, no depende tanto del suceso en sí mismo como de la actitud con que lo afrontamos, al tiempo que influyen otras variables del contexto como el apoyo social.
En contra de lo que suele pensarse, las personas capaces de reaccionar con entereza ante una mala situación, no constituyen casos excepcionales. Así lo muestran diversos estudios en los que porcentajes próximos al 50% de las personas afectadas declaran haber sentido cambios positivos en situaciones de estrés. Aunque la gente, influida por mitos culturales, sigue creyendo que esto no es verosímil (Bonanno, 2004), la investigación ofrece un cúmulo de datos a favor de que la resiliencia (resistir a una situación traumática y recuperarse) es una forma ordinaria de reaccionar a la adversidad (Masten, 2001) y que el crecimiento postraumático no es algo infrecuente sino una consecuencia normal del proceso de lucha emprendido contra la adversidad (Manciaux et al., 2001).
Esta lucha contra la situación estresante puede convertirse pues en una oportunidad para descubrir capacidades nuestras que ignorábamos, para desarrollar fortalezas (constancia, valentía, solidaridad), para encontrar una filosofía de la vida más auténtica (creencias, valores), distinguiendo lo que es más importante frente a lo secundario. Una oportunidad, además, para conseguir unas relaciones sociales más satisfactorias, para reforzar el vínculo afectivo con personas cercanas, y, también, para valorar más lo que se tiene cuando ha estado a punto de perderse. Esta variedad de oportunidades surgidas a partir de la vivencia de situaciones adversas ha sido constatada en un número apreciable de estudios empíricos, como recogen por ejemplo Vera Poseck et al. (2006). Afrontar la adversidad y salir airosos es un reto conseguible.
Referencias bibliográficas:
Avia M.D., Vázquez C. (1998) Optimismo inteligente. Psicología de las emociones positivas. Madrid: Alianza.
Bonanno, G.A. (2004). Loss, trauma and human resilience: Have we underestimated the human capacity to thrive after extremely aversive events? American Psychologist, 59, 20-28.
Calhoun, L.G. y Tedeschi, R.G. (2000). Early Posttraumatic Interventions: Facilitating Posibilities for Growth. En J.M. Violanti, D. Patton, y D. Dunning (Eds.), Posttraumatic Stress Intervention: Challenges, Issues and Perspectives. Springfield, IL: C. C. Thomas.
Manciaux, M., Vanistendael, S., Lecomte, J. y Cyrulnik, B. (2001). La resiliencia: estado de la cuestión. En M. Manciaux (Ed.), La resiliencia: resistir y rehacerse. Madrid: Gedisa, 2003.
Masten, A.S. (2001). Ordinary Magic: Resilience processes in development. American Psychologist, 56, 227-238.
Vera Poseck, Beatriz, Carbelo Baquero, Begoña y Vecina Jiménez, Mª Luisa (2006): La experiencia traumática desde la psicología positiva: resiliencia y crecimiento postraumático. Papeles del Psicólogo, 27(1), 40-49.