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P.
MAYMÓ, «El obispo como autoridad ciudadana y las irrupciones germánicas en el
Occidente latino durante el siglo V», Studia
Ephemeridis Augustinianum
58/2 (1997), pp. 551-558. |
EL OBISPO COMO AUTORIDAD CIUDADANA Y LAS
IRRUPCIONES GERMÁNICAS EN EL OCCIDENTE LATINO
DURANTE EL SIGLO V*
A lo largo del siglo IV, el gobierno imperial incluye
efectivamente a la
Iglesia en las estructuras del estado romano. Sancionando su legalidad y,
posteriormente, otorgándole la oficialidad, la dota de prestigio y privi-
legios a través de numerosas concesiones. Este hecho
propicia que la ins-
titución cristiana, nacida en el seno del Imperio y
adaptada a su organi-
zación, se implique en su tejido social de tal manera
que deviene factor
políticamente apreciable.
Es en las ciudades, centros neurálgicos de la trama estatal,
donde los
obispos adquieren de forma gradual mayor relevancia a partir de su actua-
ción sobre la comunidad de creyentes, la cual, con la
progresiva cristianiza-
ción de Roma, se identifica, cada vez más, con la ciuitas en sentido pleno.
Ya desde la prédica paulina, las pautas de comportamiento de los líderes
religiosos cristianos se basan en el cumplimiento de ciertas virtudes nece-
sarias y admitidas consuetudinariamente como son el decor, la grauitas
o la
honestas. La expansión del cristianismo, sin embargo, hace
precisa la plas-
mación escrita de unas funciones bien definidas en la
praxis pero difusas
en el plano teórico. Llegados a este punto, el testimonio patrístico es
referente obligado.
En
su De officiis ministrorum,
Ambrosio ofrece un modelo conductual de
marcada proyección social, fusión de la tradición bíblica y clásica, que nos
muestra un obispo activo dentro de su sociedad, de su ciudad, ejerciendo
tanto tareas de aleccionamiento moral como labores de
beneficencia.1
* Este
estudio ha sido realizado gracias a la concesión del proyecto de investiga-
ción PS94-0242 subvencionado por la D.G.I.C.Y.T., así
como a la concesión de una
beca predoctoral de Formación de Investigadores
(FI/95-1137) otorgada por la
Generalitat de Catalunya.
1 Estableciendo conexión con la retórica de Quintiliano y,
sobre todo, de
Cicerón, de quien es directa deudora la obra de Ambrosio, el De officiis representa
un punto de inflexión en el proceso de definición de las funciones episcopales.
Mediante la transposición de los ideales de comportamiento clásicos a un
contexto
cristiano, el obispo de Milán influye decisivamente en la concepción
-occidental-
del modelo de obispo y sus aspectos conductuales. Al respecto de este tema, son
interesantes las conclusiones de Consolino: F. E. Consolino, Ascesi e mondanità nella
551
P. MAYMO I CAPDEVILA
Agustín, por otra parte, y retomando el tema de la retórica -ya introducido
por el prelado de Milán-, ilustra, en su De doctrina Christiana,
la uoluntas
docendi, el carácter correctivo que dicha
retórica debe poseer.2
El talante
de la figura del obispo, el pater non dominus de Jerónimo, se alza como
contrapunto al rigor de los tiempos y clarifica la consideración de la que,
avant la lettre,
disfrutaba la cátedra episcopal.3
Si a este ideal paternalista unimos el hecho que, a partir
del siglo IV, un
buen número de los altos cargos eclesiásticos eran detentados por miem-
bros de la aristocracia romana4 -ya curial, ya senatoria-,
vemos emerger
preeminente al episcopus ciuitatis como uno de los poderes fácticos ciudada-
nos al que podríamos considerar, aun sin pretensiones de oficialidad, una
más de las magistraturas urbanas.
En este contexto histórico, hacen su aparición los pueblos
bárbaros.
Estos pueblos, con su entrada y posterior asentamiento en suelo romano,
pondrán en tela de juicio la eficacia organizativa del Imperio. Ante la
masiva irrupción de aquellas externae
gentes que hasta hacía bien poco sub
romano iure suberant- o al menos se mantenían
al otro lado del limes -, la
estabilidad de la vida ciudadana se ve gravemente amenazada. A todas
luces, el verdadero ejército imperial, el comitatus,
compuesto en gran medi-
da por soldados federados, se ve incapaz de frenar el avance germánico y
la efectividad de los destacamentos de limitanei
es más que discutible.
Asimismo, la Notitia Dignitatum,
el documento militar tardorromano por
excelencia, presenta un contingente y una disposición de tropas que debe-
Gallia tardoantica, en
KOINΩNIA 4 (1979), pp. 23-37.
2 Agustín, De
doctrina Christiana, CCL 32, pp. 1-167,
especialmente pp. 17-23.
3 Jerónimo
advierte que los obispos -a quienes considera patres-
se sciant esse non
dominos, expresando el paternalismo imprimido
en el liderazgo episcopal. Jeróni-
mo, Ep. 52, 7, CSEL
54, p. 427.
4 Esta tesis
es sostenida fundamentalmente por Gilliard que entiende
la carrera
eclesiástica como continuación lógica de las magistraturas civiles, por lo cual
con-
fiere a la mayoría de los altos cargos de la Iglesia
un status nobiliario: F. Gilliard,
The social origins
of bishops in the fourth century, Berkeley 1966
e Id., Senatorial bishops in
the fourth century, en Harvard Theological
Review 77 (1984), pp. 153-175, donde retoma,
con más prudencia, los mismos postulados. Sin caer en prejuicios exclusivistas,
pa-
rece probable una relación de continuidad entre uno y otro cursus
aunque no tan
estricta como la delineada por Gilliard. A este respecto, cf.
A. H. M. Jones, The Later
Roman Empire. A social, economic and administrative survey, vol. 3, Oxford 1964, pp. 920-
929. Por otra parte, la causa de la atribución de honores
episcopales a senadores
puede explicarse, según Rousselle, por la exclusión
legislativa de muchos segmen-
tos de población. Cf. A. Rousselle, Aspects sociaux du
recruitment ecclésiastique du IV
siècle, en Mélanges d 'Archéologie et d 'Histoire de l'École
Française de Rome. Antiquité 89
(1977), pp. 332-370.
552
EL OBISPO COMO AUTORIDAD
CIUDADANA
mos calificar de utópicas.5
La evidente imposibilidad del ejército de defender la vasta
amplitud de
las fronteras del Imperio fuerza la concentración de sus esfuerzos en cam-
pañas más tácticas que decisivas, destinadas a
salvaguardar puntos estraté-
gicos, dejando desatendida -o escasamente protegida-
a la mayoría de la
población.
Ante tal coyuntura, las ciudades, sobre todo las situadas en
los ejes de
comunicación o en enclaves fronterizos, fijan su mirada en los primores
ciuitatis con el fin de solicitar su ayuda y
dirección. Entre las autoridades
ciudadanas figura, destacadamente, la autoridad episcopal, representante
tanto de la christianitas como de la romanitas.
A principios del siglo V, se evidencia la desarticulación
del sistema
administrativo de la parte occidental del Imperio. Esta situación es aún
más grave en los confines del territorio romano donde la necesidad de una
defensa local es imperativa. Significativa de este localismo, la Nouella V de
Valentiniano III, fechada en el 440 y en la cual se exhorta al uso de las
armas por parte del pueblo para la propia defensa, da una idea de la
generalizada ineficiencia militar que debía remontarse, cuando menos,
unos decenios.6
Entonces,
es una batalla que ya no se lucha pro gloria sed pro salute y en
la que el obispo aparece -a partir de las fuentes, en su mayoría eclesiásti-
cas o de eclesiásticos, tampoco debemos olvidar este punto- como autori-
dad sobresaliente y, a menudo, decisoria. Como apuntó acertadamente
Mochi Onory,7 defender las ciudades es
defender el Imperio y sin duda el obispo
se presenta firme baluarte del Romgedanke.8
5 Acerca de
la situación del ejército romano en época bajoimperial,
remito a los
estudios de: R. Grosse, Römische
militargeschichte von Gallienus
bis zum Beginn der byzan-
tinischen Themenverfassung,
Berlin 1920; A. H. M. Jones, cap. 17; E. N. Luttwak, The
grand strategy of the Roman Empire,
Baltimore 1976. Respecto a la Notitia Dignitatum y a
la distribución de tropas, cf. C. Clemente, La Notitia
Dignitatum, Cagliari 1968 e Id.,
La Notitia Dignitatum,
Passaggio dal
mondo antico al medio evo: da Teodosio a San Grego-
rio Magno (Roma 1977), Roma 1980, pp. 39-49, quien concluye -siguiendo
postulados
ya argumentados por Jones- en la irrealidad del documento que refleja, según
este
autor, un número de efectivos deseable pero no veraz.
6 Nouella V Valentiniani III Augusti, Codex Theodosianus, edd. T. Mommsen - P. M.
Meyer, vol. II, Leges Nouellae
ad Theodosianum pertinentes, Hildesheim 1990, p. 96.
7 S. Mochi Onory, Vescovi e città
(sec. IV-VI), Bologna 1933, pp. 87-88 y 92, donde
expone que difendere le città significava difendere la parte più viva
dell'intero organismo
statale. Por
otra parte, el obispo, hilo conductor de la obra, representa un elemento
capital en la constitución de las ciudades tardoantiguas,
indispensable a partir del
hundimiento del sistema administrativo imperial.
8 Tal es la opinión -a mi juicio acertada-
de Consolino quien entiende al obispo
553
P. MAYMO I CAPDEVILA
* * *
La actuación episcopal ante la uicinitas
bellorum se enfoca, globalmente,
al mantenimiento de la cohesión del grupo (comunidad-ciudad) cuya cura
pastoral le ha sido encomendada. A tal efecto, y tanto a través de la homi-
lética como mediante la intervención en temas de
preparación y dirección
de la defensa, se pretende preservar la unidad al mismo tiempo que el
propio modelo social y cultural. Al respecto de la preparación moral de los
ciudadanos, Máximo de Turín es, quizás, el ejemplo más representativo.
En sus escritos, principalmente en De barbaris
non timendi 9 y en De
tumultis bellicosis,10 títulos ya explícitos por sí
mismos, anima al pueblo a la
resistencia contra las incursiones, en el 401 y 402, de los godos de Alarico.
La situación de confusión y miedo es clara. Los turineses piensan en el
iudicium Dei y Máximo, desde el
púlpito, proclama la perseverancia en la fe
y la confianza en Dios como las mejores armas -espirituales- contra el ene-
migo. Utilizando toda la persuasión de que es capaz, intenta evitar el
éxodo de parte de sus conciudadanos -según sus palabras, en su mayoría
possesores-11
permaneciendo él mismo en Turín. Pero la falta de medios
coercitivos y la gravedad de la situación facilita
ampliamente una opción
segura en la huída. La muestra de coherencia de
Máximo también lo
observamos, casi medio siglo más tarde, en la actitud de Capreolo
de
Cartago o de León Magno, por citar a los más destacados, quienes excusan
su ausencia al concilio de Éfeso a causa de los tormentos de la guerra.12
como
continuador del Weltanschauung romano al sucederse la
caída definitiva del
Imperio. Cf.: F. E. Consolino,
pp. 5-12; F. Paschoud, Roma Aeterna.
Études sur le
patriotisme romain dans l'Occident latin à l'èpoque
des grandes invasions, Roma 1967. En
referencia a las relaciones,
no siempre de aquiescencia,
de las magistraturas civiles
con los ministros de la Iglesia,
cf. R. Ganghoffer, L'évolution des institutions municipa-
les en Orient et en Occident au Bas-Empire, Paris 1963, pp. 89-102.
9 Máximo, Sermo 83, CCL 23, pp. 339-341.
10 Id., Sermo 85, pp. 348-350.
11 Tal es el
término usado por Máximo al criticar la actitud de aquellos que
huyen abandonando la conciencia cívica para salvar sus riquezas: Quod si iusto
hospiti donatur ciuitas, quanto magis iusto conceditur
possessori? (...) Unde
intelligimus te
plus pecuniae tuae consulere quam saluti. Ps. Máximo, Homilia 91, PL 57, col. 463.
12 La imposibilidad de asistir a la reunión conciliar
auspiciada por Teodosio II,
es justificada por León Magno, en el 449, a causa de la temporalis
necessitas que de él
tiene su grey. Dos años después, en respuesta a una carta de Marciano en la
cual el
monarca proponía convocar un sínodo occidental, el obispo de Roma aclara que
las
iglesias necesitan de sus pastores en estos momentos difíciles: León Magno, Ep. 31,
PL 54, col. 793; Id., Ep. 37, cols. 811-812. Capreolo, por su parte, justifica su ausencia a
partir de la hostilidad de los vándalos y de su obligación para con la
comunidad:
Capreolo, Ep. 1, PL
53, col. 845b. Posteriormente, también en Africa, la
poca
554
EL OBISPO COMO AUTORIDAD
CIUDADANA
Volviendo a Máximo,13 éste, basándose en postulados
ambrosianos, cen-
tra asimismo sus esfuerzos en la noción de justicia: armari auitatis portas,
debemus etiam prius in nobis portas armare iustitiae (...) tunc
autem ciuitatis porta
munita esse poterit, si prius in nobis portae iustitiae
muniantur, que dirá en su
Sermo 85. Las leyes, representación del
concepto de justicia, aparecen co-
mo elemento diacrítico con respecto al otro y como
argumento indispensa-
ble en el normal desarrollo de la vida ciudadana. De
ahí su importancia,
también, para la continuidad del grupo.
No obstante, la actividad episcopal durante las oleadas
bárbaras del siglo
V, no se reduce a la arenga de su grey. Según Gregorio de Tours,14 la
torre
donde su antecesor Martín se dedicaba al estudio es indicador para su
comunidad de la llegada del enemigo. Severino, hombre santo del Nórico,
advierte constantemente del peligro e incluso aconseja, a Constancio y a
otros obispos de la región, la refección de las murallas, la disposición -
ex
more- de centinelas y el abastecimiento de provisiones con vistas a un ase-
dio prolongado.15
Consejos de este tipo, más propios de un militar que de
un uir religiosus,
son comparables, en Oriente, a las iniciativas de Sinesio
de
Cirene.16
Aún más implicados en liderazgo de su pueblo, en la Galia, Anniano de
Orléans y Mamerto de Vienne dirigen la resistencia de
sus respectivas ciu-
dades frente al ataque de los hunos de Atila a la
espera de la llegada de
Aecio y sus foederati.17 Contemporáneamente, Sidonio
Apolinar 18
pide con-
sejo a Mamerto para defender su pequeño Arverno de las bandas germáni-
cas. Por otra parte, Simfosio, en la Galaecia, también se destaca en la
concurrencia
al concilio de Cartago del 419 debe su explicación a la misma presen-
cia bárbara: Conc.
Carthag. (419), CCL 149, pp. 89-94. Esta
situación parece generali-
zada de tal manera que incluso se propone la
realización de concilios sólo en tiem-
pos de paz, cf.J. Hefele -
H. Leclercq, Histoire
des conciles, II, Paris 1907, p. 429 y n.
2.
13 Máximo, Sermo 85, CCL 23, p. 348. Cabe destacar el
conocimiento y la influencia
que sobre la literatura patrística tuvo el derecho romano a la cual presta
especial
atención el jurista francés Jean Gaudemet, a cuyo
trabajo remito: J. Gaudemet, Le
droit romain dans la littérature chrétienne occidentale du lIIe au Ve siècle,
Ius Romanum Medii
Aeui 1, 3b, Milano 1978. Para Ambrosio, principal
modelo de Máximo, cf. pp. 71-98.
14 Gregorio de
Tours, De uirt. sancti Martini, 14, MGHsrm
1, p. 597.
15 Eugipio, Vita sancti Seuerini,
25, MGHaa 1, pp. 20-24.
16 Quien lleva
a cabo tareas muy semejantes en la Cirenaica disponiendo la re-
fección de las defensas y el abastecimiento de
víveres y armas. Sobre el significado
de la obra de Sinesio, cf. R. Lizzi, Il potere episcopale nell'Oriente
romano. Rappresentazio-
ne ideologica e realtà politica (IV-Vsec. d. C.), Urbino 1987.
17 Gregorio de
Tours, Historia Francorum, 2, 7, MGHsrm I, 1, p. 73.
18 Sidonio Apolinar, Ep. 7,
1, [Les Belles Lettres 3],
pp. 29-33.
555
P. MAYMO I CAPDEVILA
dirección de los hispanorromanos ante los suevos.19
En todas partes se constata la participación episcopal en el
decurso del
conflicto bélico, pero quizás ninguna fue tan intensa como la de Germán,
obispo de Auxerre. Habiéndole sido encomendado la
lucha contra el pela-
gianismo en Britania, el obispo galo se ve
involucrado en una doble ofen-
siva picta y sajona y, en
función del prestigio de su misión y del suyo pro-
pio, es escogido dux belli -éstas son las palabras utilizadas por Beda- por los
britanorromanos. Siempre según el cronista, vence al
enemigo bárbaro, en
el 429, en la que se recuerda como batalla del Aleluya.20
Además de la intervención directa en episodios bélicos, los episcopi,
merced a los vínculos contraídos con su comunidad, ejercen el papel de
representantes populares. Conjuntamente con las magistraturas urbanas,
León Magno, en la famosa embajada del 452, calma los ánimos de Atila a
las puertas de la capital del Imperio. Tres años después y en una Roma
vacía de nobles, León - y tan sólo él, como relata Próspero de Aquitania -
negocia con Genserico la rendición sin resistencia de
la ciudad a cambio
del respeto de las vidas de sus habitantes.21 Por dos veces, es el obispo
quien
obtiene la paz para la Urbs.
No
hemos de olvidar tampoco la importancia de los máximos jerarcas
cristianos en cuanto se refiere al contacto con la divinidad. La cura
intercessionum de los obispos, su rol
taumatúrgico y benefactor a través de la
plegaria o de su mera presencia, preserva la cohesión del pueblo ante las
voces milenaristas. Entendida como continuación de la retórica del poder
eclesiástico, la intercessio, así como el
culto a los santos y a sus reliquias,
juega un papel básico en la mentalidad - especialmente religiosa - de la
Antigüedad Tardía romana.22
19 Idacio, Cont. Chron. Hieron., 101, [SCh 218], p
435
20 Beda, Chronica a. 429, MGH
aa 13, Chronica
minora II, p. 250-252.
21 Próspero, Epit.Chronicorum,1367-1375, MGHaa 9,Chronica
minora l, pp.482-486.
22 La intercessio de los
santos ante Dios en favor de los fieles constituye un fenó-
meno sociológico de notable importancia en la sociedad romana, y ahora
cristiana,
del último siglo del Imperio. Asimismo, resaltar el carácter apotropaico de dicha
intervención que deviene topos hagiográfico de
la protección divina. De la extensa
bibliografia existente al respecto, citar: H. Delehaye, Sanctus, essai sur
le culte des
saints dans l'Antiquité, en Subsidia Hagiographica
17, Bruxelles 1927; P. Brown, The
rise
and function of the holy man in late Antiquity, en Journal
of Roman Studies 61
(1971), pp.
80-101. Sobre la relación establecida entre
santos y obispos, en tanto que patronos,
cf. A. M. Orselli, Il santo patrono cittadino: genesi, sviluppo del
patrocinio del vescovo nei
secoli VI-VII, Agiografia altomedievale (Bologna 1974), Bologna
1976, pp. 85-103; J.
Vilella, Aduocati et patroni. Los santos y la coexistencia de
romanos y bárbaros en Hispa-
nia (ss V-VI), III
Reunió d'Arqueologia Cristiana Hispànica
(Maó 1988), Maó 1992, pp.
501-507; y, muy especialmente, el reciente trabajo de Picard
acerca de la instru-
556
EL OBISPO COMO AUTORIDAD
CIUDADANA
Si bien hasta el momento, se ha expuesto lo que acontece a
obispos y
ciudades en el decurso de las invasiones germánicas, las vicisitudes de las
ciuitates romanas siguen y aumentan con la
ocupación bárbara. No es de
extrañar pues, que, después de la derrota, miembros del clero sufrieran
exilio, prisión o incluso la peor de las suertes, caso de Mansueto
de Urici-
tio.23 De todas maneras, y sin caer
en la apologética, debemos entender
estas desgracias más bien como medidas políticas o resultado de meras
rapiñas que como azotes de una persecución - organizada - pagana o heré-
tica contra la institución católica. Caso aparte es el de la Iglesia africana,
donde la política antiortodoxa vándala no pudo sino
afectar seriamente las
estructuras eclesiásticas.24
Por fortuna para los habitantes de los neruii
rei publicae, buena
parte de
los obispos sobrevivieron a la ocupación e intercedieron en favor de su
pueblo en un increíble ejercicio de tuitio
populi. Ya no sólo requieren ayu-
da los grupos sociales menos favorecidos: muchos hombres y mujeres han
sido reducidos a la esclavitud; la ciudad y su territorio han sido objeto de
pillaje; los recursos, en fin, son ciertamente inferiores a las necesidades.
Entonces, el episcopado, apoyado en el patrimonio acumulado en el siglo
anterior, desarrolla una política destinada a equilibrar la descompensada
situación resultante.
Ejemplos de ello lo constituyen las acciones de Deogratias 25 en Cartago
o de Epifanio 26
en Pavía, quienes dedican fondos eclesiásticos al rescate de
mentalización
del culto de los obispos: J.-Ch. Picard, Le
souvenir des êveques. Sepultu-
res, listes episcopales et
culte des évques en Italie du Nord des origines au Xe siècle, [Biblio-
théque des Ecoles
Françaises d'Athénes et de Rome 268], Roma 1988.
23 V. de Vita,
Hist. persecutionum,
1, 3, MGH aa 3, p. 4. También Sidonio y Próspe-
ro nos ofrecen su testimonio acerca de la suerte de algunos de sus colegas:
Sidonio
Apolinar, Ep. 7, 6, pp. 41-46; Próspero, Epit. Chronicorum,
1292, p. 471. Al respecto
del encarcelamiento de obispos, cf. V. de Vita, Hist. persecutionum, 1,4, pp. 5-8.
24 Al respecto
de las consecuencias de la ocupación vándala de Africa,
cf. C.
Courtois, Les Vandales
et l'Afrique, Paris 1955, passim;
sobre las repercusiones de la
irrupción de los pueblos germánicos en la totalidad del Imperio occidental,
remito
al clásico estudio de P. Courcelle, Histoire littéraire des
grandes invasions germaniques,
Paris 1964, quien analiza exhaustivamente la casuística y la actitud del
episcopado.
25 El obispo
cartaginés vende unos vasos de oro utilizados para la celebración
del ministerio con el fin de liberar a conciudadanos suyos hechos esclavos por
los
vándalos durante la ocupación de la ciudad. Cf. V. de Vita, Hist. persecutionum, 1, 7-
8, p. 7.
26 Epifanio organiza, entre otros, un servicio de distribución
de alimentos, tanto
para romanos como para bárbaros -cotidiana et ipsos
pascebat humanitate
raptores et
illis intra ciuitatem sumptuum necessaria ministrabant, qui foris praedia
illius continua
uastitate deleuerant-,
que él mismo se encarga de supervisar. También ejerce, al mis-
mo tiempo, de mediador civil ante la nueva autoridad
germánica intercediendo
557
P. MAYMO I CAPDEVILA
prisioneros, a la reconstrucción de los edificios
urbanos y al establecimien-
to de servicios que podríamos calificar de annonarios.
También
en este momento, los dirigentes de la Iglesia llevan a cabo
funciones de representación civiles mediante embajadas - políticas - episco-
pales. En Hispania, Idacio, probablemente obispo de
Chaves, se dirige, en
el 431, a Aecio en calidad de representante de los
galaicos a causa de las
predaciones suevas en sus tierras. El asunto concluye
satisfactoriamente
con el envío del comes Censorio a la Península y el cese del discidium entre
romanos y bárbaros.27
Epifanio,28
en la Italia septentrional, media en dos
ocasiones - entre Antemio y Ricimero
primero, entre Nepote y Eurico
después - impidiendo un conflicto en la frontera gala. Finalmente,
Germán de Auxerre, también hace las veces de
embajador encontrando la
muerte, en el 440, en el transcurso de una embajada a Ravena.
* * *
En definitiva, observamos, a lo largo del siglo V, cómo el
episcopado
toma, a menudo en ausencia o ineficiencia de las magistraturas civiles,
responsabilidades en el gobierno de la ciudad que van más allá de sus
atribuciones originales. La situación de la curia se advierte precaria y,
aunque ello no signifique su desaparición - mejor su evolución -, sí que
hace patente el vacío de poder. La actuación episcopal en estas circunstan-
cias es clara y decisiva, sentando, consecuentemente,
un precedente al res-
pecto de la asunción de funciones cívicas por parte del obispo que prefi-
gura la capacidad del prelado en la sociedad medieval.
Por otra parte, el desarrollo ideológico de esta misma
actuación tiene
su reflejo en la literatura - básicamente hagiográfica aunque también epi-
gráfica, pienso en los epitafios métricos - que influye en la formación de
topoi, así como en la construcción de modelos
ideales de comportamiento
social para las jerarquías religiosas. La conducta del episcopado durante
este conflictivo período determina y mucho el prestigio eclesiástico en la
Edad Media y constituye, indudablemente, el definitivo encumbramiento
de la Iglesia en general, y del papado en particular, en los siglos venideros.
Pere Maymó i Capdevila
Univ. de Barcelona
Baldiri Reixac, s.n.
E 08028 Barcelona - Spagna
por sus fieles. Cf. Ennodio, Vita Epifanii 15, MGH aa 7,
pp. 97-99.
27 Es
significativa la expresión sub interuentu episcopali como indicadora del talan-
te de la embajada galaica encabezada por el cronista. Idacio,
Cont. Chron. Hieron.,
998, pp. 431-432.
28 Ennodio, Vita Epifanii 17, pp. 91-94.