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J.
VILELLA, «Gregorio Magno e Hispania», Studia Ephemeridis
Augustinianum 33 (1991), pp. 167-186. |
GREGORIO MAGNO E HISPANIA
Existen
diez1 cartas conocidas de Gregorio
dirigidas a Hispania,
incluida la que encabeza los Moralia. De estas diez, seis van desti-
nadas al Reino Visigodo2
y cuatro a la zona imperial3; sin embargo,
de estas cuatro últimas, simultáneamente entregadas al defensor
Juan en el 603, dos no son propiamente cartas ya que una consta
de trece textos de leyes y la otra es una minuta de sentencia4.
1 Gregorio, Ep., I, 41, MGH, Epp. I, p. 56-58 = CCL 140, I, 41, p. 47-49
(Jaffé 1111); V, 53, MGH, Epp. I, p. 352-353 = CCL 140, V, 53, p.
348 (Jaffé
1369); IX, 227, MGH, Epp. II, p. 218-220 = CCL 140A, IX, 228, p. 802-805
(Jaffé
1756); IX, 228 y IX, 229, MGH, Epp. II, p. 221-225 y 225-226 = CCL 140A,
IX,
229, p. 805-811 (Jaffé 1757), los dos textos que en MGH son considerados
dos
cartas distintas forman parte de una misma carta, así se indica en la edición
de CCL; IX, 230, MGH, Epp. II,
p. 226-227 = CCL 140A, IX. 230, p. 811-812
(Jaffé 1758); XIII, 47, MGH, Epp. II, p. 410-412 = CCL
140A, XIII, 46, p. 1052-
1055 (Jaffé 1912); XIII, 48, MGH, Epp. II, p. 412-413 = CCL 140A,
XIII, 47,
p. 1056 (Jaffé 1913); XIII, 49, MGH, Epp. II, p. 413-414 = CCL
140A, XIII, 48,
11057-1058 (Jaffé 1912); XIII, 50, MGH, Epp. 2, p. 414-418 = CCL
140A, XIII,
49, p. 1058-1064 (Jaffé 1912); Mor. Ep. ad Leandrum, CCL 143, pp.
1-7 (Jaffé
1368). Prescindimos
de la Ep. XI, 52, MGH, Epp. II, p. 324-327 cuya no
atribución a Hispania parece segura, cf., MGH, Epp. II, p. 324.
2 Epp. I, 41, MGH, Epp. I, p. 56-58 = CCL 140,
I, 41, p. 47-49 (Jaffé 1111);
V, 53, MGH, Epp. I, p. 352-353 = CCL 140, V, 53, p. 348 (Jaffé
1369); IX, 227,
MGH, Epp. 2, p. 218-220 = CCL 140A, IX, 228, p. 802-805 (Jaffé
1756); IX, 228 y
IX, 229, MGH, Epp. II, p. 221-225 y 225-226 = CCL 140A, IX, 229, p. 805-811,
(Jaffé 1757); IX, 230, MGH, Epp. II, p. 226-227 = CCL 140A, IX, 230, p. 811-812
(Jaffé 1758); Mor. Ep. ad Leandrum, CCL 143, p. 1-7 (Jaffé
1368).
3 Epp. XIII, 47, MGH, Epp. II, p. 410-412 =
CCL 140A, XIII, 46, p. 1052-
1055 (Jaffé 1912); XIII, 48, MGH, Epp. II, p. 412-413 = CCL 140A,
XIII, 47, p.
1056 (Jaffé 1913); XIII, 49, MGH, Epp. II, p. 413-414 = CCL 140A,
XIII, 48,
p. 1057-1058 (Jaffé 1912); XIII, 50, MGH, Epp. II, p. 414-418 =
CCL 140A, XIII,
49, p. 1058-1064 (Jaffé 1912).
4 Ep.
XIII, 50, MGH, Epp. II, p.
414-418 = CCL 140A, XIII, 49, p. 1058-1064
(Jaffé 1912) y XIII, 49, MGH, Epp. II, p. 413-414 = CCL 140A,
XIII, 48, p. 1057-
1058 (Jaffé 1912).
167
J. VILELLA
Además de la producción epistolar del pontífice, el estudio de las
relaciones que Gregorio mantiene con Hispania debe considerar
también la información proporcionada por los Dialogi 5 y las cartas
conocidas que Gregorio recibe de Hispania: una de Recaredo y
otra de Liciniano de Cartagena6.
Centrándonos,
ab initio, en los aspectos político-religiosos que
evidencia la producción gregoriana referida a Hispania7 -escasa-
vamos a analizar, en primer lugar, la referida al Reino Visigodo.
Las relaciones que Gregorio mantiene con la zona visigoda se
caracterizan y definen a partir de dos hechos. Por una parte, es
determinante la unificación político-religiosa de visigodos -mayo-
ritariamente arrianos hasta el 589- y de hispanorromanos -cató-
licos- cuya solemne proclamación tiene lugar justo un año antes
del inicio del pontificado de Gregorio -se trata del III Concilio
de Toledo, año 5898-
y, por otra, la amistad existente entre el
5 Dial. III, 31, SCh 251, p. 384-390.
6 Recaredo, Ep. ad Gregorium, MGH, Epp. II, p. 220-221. P. B. Gams,
Die Kirchengeschichte von Spanien, Ratisbona 1862-1879, defiende la no
auten-
ticidad de esta carta (v. II, 2, p. 47 y ss.); contrarios a esta opinión se
muestran
los editores de esta carta en MGH. Liciniano de Cartagena, Ep. 1, en J.
Madoz,
Liciniano de Cartagena y sus cartas, Madrid 1948, p. 83-96 [Estudios
Onienses,
serie I, vol. IV].
7 Las relaciones de Gregorio Magno
con Hispania han sido analizadas,
entre otros, por: F H Dudden, Gregory the Great. His place in History and
Thought, Londres 1905, p. 403-414; H. Grisar, San Gregorio Magno
(590-604),
Roma 1928 (2a ed.), p. 280-292; A. C. Vega, El primado romano en la Iglesia
española desde sus orígenes hasta el siglo VII, en Revista Española de
Teo-
logía 2 (1942), p. 63-99; Id., El primado romano y la Iglesia española
en los siete
primeros siglos, en La Ciudad de Dios 154 (1942), p. 23-56, 237-284
y 501-524; J.
Orlandis, Gregorio Magno y la España visigodo-bizantina, en Estudios
en
Homenaje a Don Claudio Sánchez Albornoz en sus 90 años, I, Anexos de
Cuadernos de Historia de España, 1983, p. 329-348; J. Richards, Il
console di
Dio. La vita e i tempi di Gregorio Magno, Florencia 1984 (traducción
italiana),
p. 307-311; V. Paronetto, Gregorio Magno. Un maestro alle origini cristiane
d'Europa, Roma 1985, p. 125-128; J. Vilella, Hispania durante la época
del
III Concilio de Toledo según Gregorio Magno, en XIV Centenario del
Concilio
III de Toledo, Toledo 1989, en prensa. Cf. al respecto la reciente
bibliografía
compilada por R. Godding, Bibliografia di Gregorio Magno (1890/1989),
Roma
1990.
8
Sobre el proceso que desemboca en el III Concilio de Toledo (año
389) cf. F. Görres, Kritische Untersuchungen über den Aufstand und das
Martyrium des Westgothischen Königsohnes Hermenegild, en Zeitschrift für
die historische Theologie 43 (1873), p. 3-109; Id., Des Westgothenkönigs
Leovigild
Stellung zum Katholicismus und zur arianischen Staatskirche, en Zeitschrif
t
für die historische Theologie 43 (1873), p. 547-601; K. F. Stroheker, Leowigild:
aus einer Wendezeit westgothischer Geschichte, en Welt als Geschichte
5 (1939), p.
446-485; W. Goffart, Byzantine Policy in the West under Tiberius II and
Maurice: the pretenders Hermenegild and Gundovald (579-585), en Traditio
13
(1957), p. 73-118; M. C. Díaz y Díaz, La leyenda Regi a Deo Vita de
una moneda
168
GREGORIO MAGNO E HISPANIA
pontífice y Leandro de Sevilla, el obispo bético que,
además de
haber tenido un gran protagonismo en la entente del 589, será
el cordón umbilical entre Gregorio y el Reino Visigodo durante el
reinado de Recaredo9.
A través de Leandro Gregorio ya conoce en Constantinopla los
hechos que acontecen en la Hispania visigoda durante la rebelión
de Hermenegildo (579-585) y que después utiliza en el capítulo 31
del libro III de los Dialogi10. Como ha señalado Fontaine,
las misio-
nes quc ambos occidentales desarrollan en la capital imperial pre-
sentan cierta simetría: Gregorio busca ayuda contra los longobardos
y Leandro quería conseguir ayuda para Hermenegildo, el hijo de
Leovigildo que se había convertido al catolicismo -en cuya con-
versión participó Leandro- y levantado contra su padre arriano.
Ambos prelados todavía confiaban, en este momento, en el Im-
perio11.
de Ermenegildo, en Analecta
Sacra Tarraconensia 31 (1958), p. 261-269; E. A.
Thompson, The Conversion of the Visigoths to Catholicism, en Nottingham
Mediaeval Studies 4 (1960), p. 4-53; J. N. Hillgarth, La conversión de
los visigodos.
Notas críticas, en Analecta Sacra Tarraconensia 34 (1961), p. 17-26;
Id., Coins and
Chronicles: propaganda in sixth-century Spain and the Byzantine background,
en Historia 15 (1966), p. 483-508; J. Fontaine, Conversion et culture
chez les wisi-
goths d'Espagne, en La conversione al cristianesimo dell'Europa
dell'alto
medioevo [Settimane dl studio del Centro italiano di studi sull'Alto Medio-
evo, 14], Spoleto 1967, p. 87-147; B. Saitta, Un momento di disgregazione
nel
Regno Visigoto di Spagna: La rivolta di Ermenegildo, en Quaderni
Catanesi
di Studi Classici e Medievali 1 (1979), p. 81-134; R. Collins, Merida
and Toledo:
550-580, en Visigothic Spain. New approaches, Oxford 1980, p.
189-219; C. Godoy
- J. Vilella, De la fides Gothica a la ortodoxia nicena: inicio de la
teología
politica visigoda, en Los visigodos. Historia y Civilización. Actas de
la Semana
Internacional de Estudios Visigodos, [Antigüedad y Cristianismo, 3], Murcia
1985, p. 117-144; J. Vilella, Hispània i l'Imperi romà durant els segles V i
VI,
en Acta Arqueològica de Tarragona 2 (1988-1999), p. 51-85; Id., La
política religiosa
del Imperio Romano y la cristiandad hispánica durante el siglo V, en Cristia-
nismo y Aculturación en tiempos del Imperio Romano, Madrid 1988, en prensa.
9 Para Leandro de Sevilla, cf. F.
Görres, Leander Bischof von Sevilla
und Metropolit der Kirchenprovinz Bätica, en Zeitschrift für
wissenschaftliche
Theologie 29 (1886), p. 36-50; L. A. García Moreno, Prosopografía del
reino visigodo
de Toledo, Salamanca 1974, n° 178, p. 91-93; L. Navarra, Interventi di
Leandro
di Siviglia negli sviluppi storici e religiosi della Spagna visigotica: Aspetti
posi-
tivi e limiti, en Studi storico-religiosi 4 (1980), p. 123-134; U.
Domínguez del Val,
Leandro de Sevilla y su lucha contra el arrianismo, Madrid 1981; J.
Fontaine -
P. Cazier, Qui a chassé de Carthaginoise Sévérianus et les siens?
Observations
sur l'histoire familiale d'lsidore de Séville, en Estudios en Homenaje a
Don
Claudio Sánchez Albornoz en sus 90 años, I, Anexos de Cuadernos de
Historia
de España, 1983, p. 349-400; L. Navarra, Leandro di Siviglia. Profilo
storico-
letterario, L'Aquila-Roma 1987.
10 Greg., Mor. Ep. ad Leandrum, 1, CCL 143, p. I y Dial. III, 31, 1,
SCh
260, p. 384.
11
Cf. J . Fontaine - P. Cazier, art. cit., p. 390-391.
169
J. VILELLA
En nuestra opinión, el relato de Gregorio acerca de Hermene-
gildo es el mejor epítome del complejo proceso que acontece du-
rante la década de los años ochenta del s. VI en el Reino Visigodo
y que desemboca en el III Concilio de Toledo. El relato de Gregorio,
evidentemente alegórico, tiene también otra lectura, un doble regis-
tro y su lectura «laica», «histórica», su veracidad, queda corrobo-
rada por la restante documentación existente sobre tales hechos.
Gregorio,
místico pero también político, no duda en decir
que el auxilium del mártir Hermenegildo -quien es comparado
a Cristo- había hecho posible la conversión de su hermano Reca-
redo y con él la de los otros arrianos: in Wisigotharum etenim gente
unus est mortuus, ut multi uiuerent12. Sólo Gregorio Magno y Gre-
gorio de Tours aluden a la conversión de Hermenegildo13; por su
parte, los autores del Reino Visigodo no mencionan esta conversión
y sólo lo tachan de usurpador, de tyrannus14. Cada una a su manera,
12 Greg., Dial. III, 31, 8,
SCh 260, p. 390. Sobre la utilización de la figura
retórica de la antítesis por Gregorio Magno, cf. F. Tateo, La struttura dei
dia-
loghi di Gregorio Magno, en Vetera Christianorum 2 (1965), p.
101-127, esp. p.
120-127. La acción salutífera de los santos hacia sus correligionarios que
toda-
vía habitaban este mundo -adaptándose a las diferentes coyunturas- es
una constante en los autores católicos de la época. Sobre este fenómeno de
la Antigüedad Tardía, cf., entre otros, H. Delehaye, Les légendes hagiogra-
phiques, Besançon 1903; Id., Sanctus. Essai sur le culte des saints dans
l'Anti-
quité [Subsidia hagiographica, 17], Bruselas 1927; Id., Les origines du
culte
des martyrs [Subsidia hagiographica, 20], Bruselas 1933; A. Grabar, Martyrium.
Recherches sur le culte des reliques et de l'art chrétien antique, Paris
1943-
1946; N. Herrmann Mascard, Les reliques des saints. Formation coutumière
d'un droit, París 1975; P. Brown, The cult of the saints, Chicago
1981, con
los comentarios a este trabajo de J. Fontaine, Le culte des saints et ses
impli-
cations sociologiques. Réflexions sur un récent essai de Peter Brown, en
Analecta Bollandiana 100 (1982), p. 17-41 y Ch. Pietri, Les origines
du culte des
martyrs (d'après un ouvrage récent), en Rivista di Archeologia Cristiana
60
(1984), p. 293-319; Y. Duval, Loca sanctorum Africae. Le culte des martyrs
en
l'Afrique du IVe au VIIe siècle, Roma 1982; P. A. Février, La tombe
chrétienne
et l'au-delà, en Le temps chrétien de la fin de l'Antiquité au Moyen Age
III-
XIII s., París 1981; Id., Baptistères, martyrs et reliques, en Rivista
di Archeo-
logia Cristiana 72 (1986), p. 109-138. Para Hispania, cf., además, J.
Fernández
Alonso, La cura pastoral en la España Romana-Visigoda, Roma 1955; C.
García
Rodríguez, El culto de los santos en la España romana y visigoda, Madrid
1966; J. Vilella, Advocati et patroni. Los santos y la coexistencia de
romanos
y bárbaros en Hispania (siglos V-VI), en III Reunió d'Arqueologia
Cristiana His-
pànica, Mahón 1988, en prensa.
13 Greg., Dial. III,
31, 1, Sch 260, p. 390; Greg. de Tours, Hist.
Franc. V,
38 y VI, 43, ed. M. Oldoni, Milán 1981, I, p. 512 y II, p. 116.
14
Isidoro de Sevilla, Historia Gothorum 49, MGH, AA, XI, 2, p. 287;
Juan de Bíclaro, Chronicon, a. 582, 3, MGH, AA, XI, 2, p. 216.
Cf. J. Orlandis,
Algunas observaciones en torno a la 'tiranía' de San Hermenegildo, en Temis
2 (1957), p. 67-75 e Id., En torno a la noción visigoda de tiranía, en Anuario
de
Historia del Derecho Español 1959, p. 1-39.
170
GREGORIO MAGNO E HISPANIA
ambas versiones evidencian que lo sucedido con
Hermenegildo
estaba muy presente en la concordia del 589, con la que termina en
Hispania la vieja dicotomía entre bárbaros y romanos, dicotomía
en la cual era fundamental la diferenciación religiosa, con su tra-
ducción política -partidarios y enemigos del Imperio-15. Gre-
gorio también se refiere a ello en la carta que encabeza los Moralia.
Sin
que podamos pormenorizar aquí en la rebelión, sabemos
que Hermenegildo se levanta contra su padre con el apoyo de la
jerarquía católica del sur peninsular, del Imperio e, inicialmente,
de los otros estados católicos de Occidente -francos y suevos-16.
Sabemos también que la revuelta de Hermenegildo no fue un sim-
ple acto de rebeldía. Como creemos haber demostrado con C. Godoy,
Hermenegildo es el primer monarca visigodo católico sancionado
por la Iglesia Católica con una teocracia de origen divino -la
documentación numismática es particularmente elocuente al res-
pecto-. Lo efectuado, de modo precario, con Hermenegildo alcanza
su plenitud cuando pactan -después del trágico desenlace y apren-
diendo bien la lección- la Iglesia católica y la monarquía visigoda,
prescindiendo ya totalmente, ahora, de un Imperio que había decep-
cionado, una y otra vez, a la aristocracia hispanorromana, tanto en
el plano militar -no intervención- como en el religioso -con-
dena de los Tres Capítulos-17.
15 Supra, n. 8.
16 Alianza con el Imperio: Gregorio
de Tours, Hist. Franc. V, 38, ed. M.
Oldoni, Milán 1981, I, p. 512; con los suevos y francos: Martín de Braga, De
trina mersione 3, ed. C. W. Barlow, Martini episcopi Bracarensis opera
omnia,
New Haven 1950, p. 257 y Gregorio de Tours, Hist. Franc. V, 41, ed. M.
Oldoni, Milán 1981, I, p. 520.
17 Cf. C.
Godoy - J. Vilella, art. cit., passim. El rechazo del Imperio
por parte de la aristocracia hispanorromana a partir del III Concilio de
Toledo también se evidencia en la ausencia, a partir de esta fecha, de men-
ciones de rango senatorial. Frente a lo que sucede en el resto del Occidente
no bizantino, en Hispania no se documentan familias senatoriales a finales
del s. VI y durante el inicio del s. VII, cf. K. F. Stroheker, Spanischen
Sena-
toren der spätrömischen und westgotischen Zeit, en Germanentum und
Spätan-
tike, Zürich 1965, p. 54-87. Esta ausencia es elocuente si tenemos presente
que
de las 15 o 16 menciones de familias clarissimae hispanas documentadas
después del 409, 12 se fechan durante la recuperatio Imperii de
Justiniano,
Justino II y Tiberio. Este particularismo hispano no puede ser explicado
a partir de supuestas concesiones de diplomas de clarisimado por los reyes
visigodos -como ciertamente hacían los ostrogodos- (así A. Chastagnol,
Réflexions sur la fin du Sénat de Rome, en Atti dell'Accademia
Romanistica
Costantiniana 1981, p. 167-178, p. 177), p. ya que la mayoría de estos
testimonios
son béticos, sin que procedan de territorio imperial reconquistado. Este re-
pentino aumento de las menciones del status senatorial desde mediados
del
siglo VI y el no menos súbito silencio al respecto -ya definitivo- desde
171
J. VILELLA
La actitud de Leovigildo frente a la pars de
Hermenegildo
durante los años del levantamiento también se refleja fielmente en
el relato de Gregorio. Es elocuente que, para reinsertarlo al arria-
nismo, Leovigildo, adoptando una actitud conciliadora, sólo quiera
que su hijo reciba la comunión de manos de un obispo arriano18.
Juan de Bíclaro e Isidoro de Sevilla explican que Leovigildo con-
vocó, en el 580, un concilio arriano que acordó suprimir el rebau-
tismo para los católicos que se convertían al arrianismo19 -básica-
mente para los de étnia goda; como ha señalado Schmidt, la Iglesia
arriana no practicó el proselitismo con los católicos20-. No cabe
cluda, por otra parte, que Leovigildo -cuyo reinado se caracteriza
por asegurar la independencia de su Reino y el fortalecimiento de
su monarquía21-
se percató de las grandes ventajas que podían
derivarse de un entendimiento con la población hispanorromana,
sector mayoritario de la población cuyo principal portavoz era la
jerarquía católica.
Según Gregorio, Leovigildo -ya en su lecho de muerte y pocos
meses después de la ejecución de Hermenegildo- pide a Leandro
que haga de Recaredo un segundo Hermenegildo22. Gregorio de
Tours dice, incluso, que Leovigildo se convirtió al catolicismo al
final de sus días23,
Por su parte, los autores del Reino Visigodo
-Juan de Bíclaro e Isidoro-, que escriben después del III Con-
cilio de Toledo, también silencian, una vez más, este hecho para no
restar gloria al monarca que convocó este concilio -tampoco se
quiere un usurpador glorificado-. En cambio, Liciniano de Carta-
gena, en la carta que dirige a Gregorio, también parece confirmar
el relato del pontífice al decir que, cuando desembarca en Carta-
gena -de regreso de Constantinopla-, Leandro festinans pertran-
sit. Como ha dicho Fontaine, ello parece evidenciar que Leandro era
esperado -¿se había, quizás, pedido, desde Toledo, a
Leandro que
la
década de los años ochenta se explican a partir de la entente entre monar-
quía y aristocracia hispanorromana, entre cuyos miembros había la jerar-
quía eclesiástica. Las actas del III Concilio de Toledo y el Chronicon
de Juan
de Bíclaro explicitan este gran ejemplo de Realpolitik que, entre otras
muchas
cosas, también genera una nueva nobleza hispano-gótica.
18 Greg., Dial. III, 31, 3, Sch 260, p.
386.
19 Juan de Bíclaro, Chronicon,
a. 580, 2, MGH, AA, XI, 2, p. 216; Isidoro
de Sevilla, Historia Gothorum 50, MGH, AA, XI, 2, p. 288.
20 K. D. Schmidt, Die Bekehrung der Germanen zum
Christentum, I,
Göttingen 1939, p. 297 y ss.
21 Sobre Leovigildo, cf. Ia
bibliografía mencionada cn la n. 8.
22 Greg., Dial. III, 31, 6, Sch 260, p.
389.
23 Gregorio
de Tours, Hist. Franc. VIII, 46. ed. M.
Oldoni, Milan 1981,
II, p. 334
172
GREGORIO MAGNO E HISPANIA
regresara?-; a causa de la prisa que tenía Leandro,
Liciniano no
puede conocer el ejemplar que, todavía inacabado, llevaba Leandro
de los Moralia in Job24, Si vemos en Leovigildo el
promotor de la
definitiva unidad que cristaliza en el 589 se entiende también
mucho mejor la rápida conversión de Recaredo en el 587 -durante
el décimo mes de su reinado, según Juan de Bíclaro25-. El giro
político dado por Leovigildo explicaría también que la conversión
de Recaredo y de los godos se produzca sin grandes incidentes26.
Si bien los autores hispanos no mencionan todo aquello que
era tabú después del III Concilio de Toledo -la alianza de la
Iglesia católica con el Imperio, la experiencia de Hermenegildo y
las últimas disposiciones de Leovigildo- a fin de que tanto Reca-
redo como la jerarquía católica hispana no vieran menguada su
gloria, vemos como Gregorio tenía excelente información sobre
todo ello y esta información la había obtenido, sobre todo, de
Leandro. Aunque Gregorio dice que «numerosos viajeros» llegados
de Hispania le han contado estos hechos, acto seguido se refiere
a Leandro recordando su gran y vieja amistad27. Todo ello es,
también, en nuestra opinión, una prueba más en favor de la real
autoría de Gregorio respecto a los Dialogi28. Si bien, desgraciada-
mente, no se ha conservado ninguna de las cartas que Leandro
dirigió a Gregorio, en el 591 Gregorio ya contesta a Leandro ale-
grándose por la conversión de Recaredo -a quien denomina «hijo
común»- que Leandro le había comunicado29.
Es
evidente que el gran cambio realizado en el Reino Visigodo
24 Liciniano de Cartagena, Ep.,
1, 6 en J. Madoz, Liciniano de Cartagena
y sus cartas, Madrid 1948, p. 92-93. Cf. J. Fontainc - P. Cazier, art.
cit., p.
388, n. 93.
25 Juan de Bíclaro, Chronicon,
a. 587, 5, MGH, AA, XI, 2, p. 218.
26 Según la documentación existente,
los hitos de este proceso son:
1la conversión de Leovigildo poco antes de su fallecimiento (marzo o abril
del 585); b) la conversión de Recaredo y otros próceres visigodos (laicos
y eclesiásticos) a inicios del 587; c) la celebración del III Concilio de
Toledo.
Después de su conversión, Recaredo se enfrentó a una rebelión en Mérida y
otra en Septimania, cf. Vitas sanctorum patrum Emeretensium, 5, l0, 1 y
5,
1l, 1-5, ed. J. Garvin, Washington 1946, p. 233 y 245-247; estas
conspiraciones,
protagonizadas por sectores aristocráticos godos, iban dirigidas contra el
fortalecimiento de un poder real que acababa de recibir la sanción
eclesiástica.
27 Greg., Dial., III, 31, 1, Sch 260, p.
384.
28 En contra de la atribución de los
Dialogi a Gregorio Magno se ha
manifestado recientemente F. Clark, The Authenticity of the Gregorian Dialo-
gues: A Reopening of the Question ?, en Grégoire
le Grand. Colloque de Chan-
tilly, París 1986, p. 429-443.
29 Greg., Ep.
I, 41, MGH, Epp. I, p. 56-58 = CCL 140, I, 41,
p. 47-49.
173
J. VILELLA
constituía un magnífico testimonio para los Dialogi,
cuya finalidad
antiherética -o, mejor, antiarriana- es constante, sobre todo
desde el capítulo 27 al 32 del libro III; si bien los longobardos y los
vándalos también habían martirizado a católicos, en Hispania era
nada menos que un rey el mártir. El caso hispano, además, como
se ha dicho, proporcionaba un excelente ejemplo para las monar-
quías occidentales que todavía no habían asumido la fides Catho-
lica30. Es significativo que
Gregorio ofrezca sus Dialogi a Teode-
linda31.
Por
otra parte, como ha señalado Mazzarino, en lo que se re-
fiere a la relación Iglesia-Estado, Gregorio tiene el punto de refe-
rencia en la Era Constantiniana -las dos grandes características
de Constantino que, según Gregorio, debían ser imitadas eran su
conversión y su reuerentia hacia los obispos32-. En la utilización
de la primera referencia -la conversión- fuera del Imperio por
parte de un pontífice que, con gran lucidez, persigue la consecu-
ción de un nuevo orden en Occidente caracterizado por una única
fe -la romano-católica- necesariamente debió también contri-
buir -junto con la anterior conversión de Clodoveo- el caso
hispano -sobre todo a medida que empeoraban sus relaciones
con Mauricio-. En el III Concilio de Toledo Recaredo aparece ya
presidiendo el Sínodo y firmando las actas como Flabius (sic) Reca-
redus33
-Flauius es el gentilicio de la dinastía constantiniana-;
los epítetos dirigidos en este concilio a Recaredo también pueden
ser comparados con los existentes en la ideología tardorromana y
bizantina34.
Por su parte, como ha dicho Fontaine, Juan de Bíclaro
se convierte en el Eusebio de la conversión de Recaredo al compa-
rarlo con Constantino en Nicea35. En el 601 Gregorio compara
tam-
bién un rey bárbaro recién convertido al catolicismo, Ethelberto,
30 Cf. A. de Vogüé, Sch 251, p. 40.
31 Paulo Diácono, De Gestis
Langobardorum IV, 5, PL 95, 540-541.
32 S. Mazzarino, L' "èra
costantiniana" e la "prospettiva storica" di Grego-
rio Magno, en La società del Basso Impero. Guida storica e critica,
Roma-
Bari 1983, p. 115-137 y 180-190 (= en Atti del Convegno Internazionale «
Passag-
gio dal mondo antico al Medioevo da Teodosio a San Gregorio Magno », Roma
1980, p. 9-28), especialmente p. 120-128.
33 Concilium Toletanum III,
a. 589, ed. J. Vives, Concilios visigóticos e
hispano-romanos, Barcelona-Madrid 1963, p. 136.
34 Cf. H. H. Anton, Der König und die Reichskonzilien im
westgothischen
Spanien, en Historisches Jahrbuch 92 (1972), p. 257-281, passim.
35
Juan de Bíclaro, Chronicon, a. 590, 1, MGH, AA, XI, 2, p. 219. Cf. J.
Fontaine, Conversion et culture, p. 109.
174
GREGORIO MAGNO E HISPANIA
con Constantino36. La esposa de Ethelberto,
Bertha, es parangonada
por Gregorio a Santa Helena37; Bertha era una princesa
merovingia
católica, como Ingunda, la hija de Sigeberto I de Austrasia y de
Brunekhilda que, casada con Hermenegildo, también parece haber
tenido, junto con Leandro, una actitud decisiva en la conversión
de su esposo38.
Como
se ha observado, las relaciones de Gregorio con Occidente
se intensifican de modo notorio a partir del enfrentamiento que
tiene lugar entre él y Mauricio -ya desde el 593 pero sobre todo
desde el 595-39.
Un mes después de que Gregorio rechace las
acusaciones de Mauricio por haber concertado una tregua con
Agiulfo, en julio del 595, Gregorio alude a estos hechos en la carta
que dirige a Leandro: in hac uero ecclesia quantis causarum tumul-
tibus premor40.
En este momento Gregorio envía a Leandro, junto
con la carta, la Regula Pastoralis y parte de los Moralia in Job
a
través del presbítero Probino, documentado en Málaga41; probable-
mente también mediante Probino recibe Liciniano la Regula Pasto-
36 Greg., Ep. Xl, 37, MGH, Epp. II, p. 309 =
CCL 140A, XI, 37, p. 930.
Sobre esta comparación cf. M. Reydellet, La rovauté dans Ia littérature
latine
de Sidoine Apollinaire à Isidore de Séville, Roma 1981, p. 501-503.
37 Ep. XI, 35, MGH, Epp. II, p. 304 = CCL 140A, XI, 35, p. 923. Respecto
al matrimonio entre Ethelberto y Bertha cf. J.-M. Wallace-Hadrill,
Early
gerrnanic Kingship in England and on the continent, Oxford 1970, p. 24 y
ss.
38 Gregorio dc Tours, Hist. Franc. V, 38, ed. M. Oldoni, Milán 1981,
I, p. 512.
39 Así, recientemente, M. Reydellet,
op. cit., p. 455. Las relaciones entre
Gregorio Magno y Mauricio empeoran ya a partir del 593 -a raíz de la
publicación de un edicto que prohibía ocupar cargos eclesiásticos a los fun-
cionarios del Imperio- y son ya claramente hostiles desde el 595, después
de la tregua concertada entre Gregorio y Agilulfo. Cf., al respecto, O. Berto-
lini, Roma di fronte a Bisanzio e ai Longobardi, Bolonia 1941, p.
241-259; P.
Goubert, Byzance avant l'Islam, II: Byzance et l'Occident sous les
successeurs
de Justinien, II, París 1965, p. 129-154 y 157-177; Cl. Dagens, L'Eglise
universelle
et le monde oriental chez saint Grégoire le Grand, en Istina 4
(1965), p. 457-475, en
particular, p. 458-463.
40 Greg., Ep. V, 53, MGH, Epp. I,
p. 352-353 = CCL 140, V, 53, p. 353.
41 Ep. V, 53, ibid. = CCL 140,
V, 53, p. 352-353. La estancia en este
momento de Probinus en Málaga ya parece tener relación con la deposición
de Ianuarius (cf. infra), de ser así, seria posible reducir
considerablemente
las fechas extremas de la muerte de Severo, G. Kampers, Personengeschichtli-
che Studien zum westgotenreich in Spanien, Munich 1979, nº 61, p. 21, fecha
el final del episcopado de Severo de Málaga entre el 582 y el 602 (durante el
reinado de Mauricio). Sobre Probinus cf. J. Vilella, Relaciones exteriores
de la Península Ibérica durante la Baja Romanidad (300-711): prosopografía,
Barcelona 1987, p. 402-404.
175
J. VILELLA
ralis42.
Mediante la alusión a sus querellas con el Imperio, Gregorio
intentaría atraerse a la Iglesia hispana, Iglesia que, desde el 589,
no sólo se hallaba acomodada en el establishment estatal sino que,
además, justificaba su existencia, con el antibizantinismo que ello
implicaba. La oposición que existía hacia Constantinopla también
se constata en el plano doctrinal, es elocuente, por ejemplo, al res-
pecto que en el III Concilio de Toledo se mencione el Concilio de
Calcedonia -el sello de la ortodoxia occidental-43.
Recaredo -sin duda aconsejado por Leandro- aprovecha la
estancia de Probino en suelo ibérico para comunicar oficialmente
al pontífice la conversión44.
Si bien es verdad que Recaredo parece
haber intentado comunicarse con Gregorio tres años después de su
conversión -la oficial del III Concilio de Toledo-, lo cierto es
que la notificación oficial de Recaredo -en la cual también se
alaba a Leandro- no llega a Roma hasta la segunda mitad de la
década de los años noventa. En este momento, Recaredo no sólo
se disculpa por el retraso sino que tiene mucha prisa en comuni-
car con Gregorio45.
Enterado
de la presencia de Probino en el territorio peninsu-
lar bizantino, el monarca visigodo pide al enviado de Gregorio que
vaya hasta su corte -Toledo-, a lo cual Probino se niega ale-
gando problemas de salud y, a pesar de ello, Recaredo le hace llegar
la carta y el cáliz de oro que ofrenda a San Pedro46. Probino pro-
bablemente no se atrevía a franquear una frontera entre dos veci-
nos que se hallaban en guerra desde que Mauricio, el mismo año
del III Concilio de Toledo -o al año siguiente-, había enviado
su magister militum, el patricius Comenciolo, para luchar contra
hostes barbaros, como se indica en la inscripción ubicada en las
murallas de Cartagena47.
El viaje de Probino a Málaga también
parece evidenciar conflictos entre Gregorio y las autoridades bizan-
tinas del sudeste peninsular, probablemente se trata de un viaje
que ya tiene relación con las deposiciones de Jenaro y Esteban,
deposiciones que no eran recientes cuando el defensor Juan llega
a la Hispania bizantina en el 60348.
42 Liciniano de Cartagena, Ep.
I, 1 en J. Madoz, Liciniano de Cartagena
y sus cartas, Madrid 1948, p. 83.
43 Concilium Toletanum III,
a. 589, ed. J. Vives, Concilios visigóticos e
hispano-romanos, Barcelona-Madrid 1963, passim.
44 Recaredo, Ep. ad Gregorium, MGH, Epp. II, p. 220-221.
45 Id., Ep. ad Gregorium, ibid.,
p. 220-221.
46 Id., Ep. ad Gregorium, ibid.,
p. 221.
47 CIL, II, 3420 (= Hübner, 176 = Diehl, 792 = Vives, 362). Sobre Co-
menciolus, cf. P. Goubert, L'Administration de l'Espagne Byzantine, I. Les
Gouverneurs de l'Espagne byzantine, en Etudes Byzantines 3 (1945),
p. 127-142,
p. 129-139.
48
Infra, n. 95.
176
GREGORIO MAGNO E HISPANIA
A
raíz de todo ello Recaredo debió considerar que había lle-
gado el momento oportuno para establecer relaciones con Gre-
gorio -como mínimo más de seis años después de haberse cele-
brado el III Concilio de Toledo-; en su carta a Gregorio, Reca-
redo se refiere explícitamente a la primacía de Gregorio -qui
prae ceteros polles antestites- y de San Pedro -qui primus ho-
nore fulget49-.
De todas maneras, aunque Leandro debió esfor-
zarse para que existieran buenas relaciones entre Toledo y Roma
-y Recaredo las estableció en un momento realmente oportuno-,
tanto la monarquía como la jerarquía eclesiástica de la Hispania
visigoda, que, no lo olvidemos, ya llevaba más de medio siglo sin
mantener correspondencia con Roma -o, como mínimo, no se
ha conservado-, debían tener serios reparos acerca de su efectivo
establecimiento50.
Si bien, como se ha dicho, Toledo debía recelar
de la vinculación romana al Imperio51, es también evidente que la
nueva coyuntura político-religiosa que ahora existía en el Reino
Visigodo -encantamiento entre la Iglesia y el Estado- poco o
escaso margen dejaba a la primacía romana52. Ello se constata
claramente durante el siglo VII cuando, en palabras de Díaz y
Díaz, se produce un «aislamiento nacional»53, aislamiento al cual
el papado no es en absoluto ajeno. La fuerte centralización y jerar-
quización eclesiástica que tiene lugar dentro del estado teocrático
separó, de facto, a los dirigentes de la Iglesia hispana de los pontí-
fices romanos54.
49 Recaredo, Ep. ad Gregorium, MGH, Epp. II, p. 220-221.
50 Durante las décadas de los años
cincuenta, sesenta, setenta y ochenta
del siglo VI no se documentan relaciones entre los obispos hispanos y el de
Roma. La cuestión de los Tres Capítulos fue muy importante en este estado
de cosas, cf. al respecto: E. Amann, Trois-Chapitres, en DThC XV,
2, col.
1868-1924; R. Devreesse, Essai sur Théodore de Mopsueste [Studi e Testi,
141],
Città del Vaticano 1948, p. 194-272; R. Haacke, Die Kaiserliche Politik in
den
Auseinandersetzungen um Chalkedon (451-553), en Das Koncil von
Chalkedon.
Geschichte und Gegenwart (dirigido por A. Grillmeier y H. Bacht), Würzburg
l953, II, p. 152-175; A. Barbero de Aguilera, El conflicto de los Tres
Capítulos
y las iglesias hispánicas en los siglos Vl yVII, en Studia Historica,
5 (1987),
p. 123-144.
51 Así J. Richards, op. cit., p. 310-311.
52 Cf. C. Godoy - J. Vilella, art. cit., p.
133-135.
53 M. C. Díaz y Díaz, Introducción
general a San Isidoro de Sevilla,
Etimologías [B.A.C., 433], Madrid 1982, p. 7-257, p. 8.
54
Respecto a las relaciones entre el papado y la jerarquía eclesiástica
hispánica durante el siglo VII, cf. J. M. Lacarra, La Iglesia visigoda en el
siglo VII y sus relaciones con Roma, en Le Chiese nei regni dell'Europa
occi-
dentale... [Settimane di studio del Centro italiano di studi sull'Alto
Medio-
evo, 7], Spoleto 1960, p. 233-278 y J. Vilella, op. cit., p. 726-733.
177
J. VILELLA
El hecho de que en Toledo se veía en el pontífice a alguien
muy próximo al emperador ya se pone de manifiesto cuando
Recaredo, antes del 599 -y sin duda poco después de haberle co-
municado la conversión-, pide a Gregorio que le proporcione una
copia del tratado entre Justiniano y Atanagildo que estipulaba el
dominio imperial en Hispania55.
A todo ello responde Gregorio en agosto del 599, fecha de
las
tres últimas cartas conocidas enviadas por Gregorio a la Hispania
visigoda y llevadas por el abad Ciriaco56 -documentado también,
como delegado de Gregorio, en otras regiones occidentales-. En
este momento -una vez ya recibida la comunicación oficial de Re-
caredo- el objetivo del pontífice es afianzar la primacía romana
en el Reino Visigodo, primacía que el pontífice debía intentar asen-
tar en Hispania -a pesar de ser un objetivo en absoluto fácil-.
Dicha primacía, además de ser cuestionada por los patriarcas ecu-
ménicos de Constantinopla con el beneplácito de Mauricio, era,
como hemos dicho, difícil de implantar en el Reino de Toledo a
causa de la estrecha colaboración que se acababa de producir entre
monarquía e Iglesia y, también, debido a que había sido eclipsada
desde hacía tiempo a raíz de los Tres Capítulos57.
Además
de explicar a Recaredo las obligaciones del monarca
que está al servicio de la fe58, son elocuentes al respecto
las dos
benedictiones que regala a Recaredo59. McCulloh ha analizado el
55 Greg., Ep. IX, 229, MGH, Epp.
II, p. 225 = CCL 140A, IX, 229 (item
in anagnostico), p. 810. Desconocemos en que se basa L. Navarra (op. cit.,
p. 31) al afirmar que Recaredo firma un nuevo acuerdo con Mauricio.
56 Greg., Ep. IX, 227, MGH, Epp. II, p.
218-220 = CCL 140A, IX, 228, p.
802-805; IX, 228 y IX, 229, MGH, Epp. II, p. 221-225 y 225-226 = CCL
140A,
IX, 229, p. 805-811; IX, 230, MGH, Epp. II, p. 226-227 = CCL 140A, IX,
230,
p. 811-812. Sobre Cyriacus, cf. PCBE, Italia, en prensa.
57 Respecto al enfrentamiento de
Gregorio Magno con los patriarcas ecu-
ménicos de Constantinopla, cf., recientemente, A. Tuilier, Grégoire le Grand
et le titre de patriarche oecuménique, en Grégoire le Grand, París
1986, p.
69-82, con bibliografía. Para la cuestión de los Tres Capítulos, supra,
n. 50.
58 En lo que respecta a la
legitimidad que para Gregorio tenían las mo-
narquías occidentales católicas, cf. M. Reydellet, op. cit., p. 441-503
y E. De-
mougeot, Grégoire le Grand et la conversión du roi germain au Vle siècle,
en
Grégoire le Grand, París 1986, p. 191-203.
59 Greg., Ep.
IX, 228, MGH, Epp. II, p. 224-225 = CCL 140A, IX, 229,
p. 810. Como ha señalado D. Norberg, en su edición de CCL (p. 811), la segunda
llave de San Pedro que se menciona en la tradición manuscrita de esta carta
gregoriana necesariamente es fruto de una interpolación -en caso de aceptarse
su autenticidad, esta segunda llave iría destinada al mismo personaje que la
anterior y, además, en la misma fecha-.
178
GREGORIO MAGNO E HISPANIA
significado de tales benedictiones -no
sinónimas de reliquias-
y el uso que Gregorio hace de las mismas. Se trata de objetos
sagrados en forma de llave o cruz que Gregorio regala a perso-
najes ilustres para su protección individual -se cuelgan en el
cuello-, es decir, no se trata de reliquias destinadas a altares60.
Una de estas benedictiones es una cruz61 con dos reliquias -un
fragmento del Lignum crucis y cabellos del praecusor Domini- y
la otra consiste en una llave que había estado en contacto con los
restos de San Pedro y que contenía una partícula de las cadenas
que habían sujetado, durante su martirio, a este apóstol en el
cuello62.
Estas
benedictiones -junto con las reliquias que contienen-
que Gregorio regala a Recaredo trascienden la voluntad de pre-
servar y fortalecer la fe católica en el Reino Visigodo finalmente
ya católico. El solacium que proporcionan a Recaredo la madera
en que había sido crucificado el Hijo de Dios hecho hombre -la
prueba material de la Encarnación que Gregorio también enviará
más tarde a Teodelinda63-,
los cabellos de quien había bautizado a
Cristo y los objetos que habían estado en contacto con San Pedro
era, también, el de los dogmas y la organización de la Iglesia ro-
mana. Como es sabido, la teoría petrina es la principal arma esgri-
mida por Gregorio en contra de Constantinopla. Evidentemente,
60 J. M. McCulloh, The Cult of Relics in the Letters and 'Dialogues'
of
Pope Gregory the Great: a lexicographical Síudy, en Traditio 32
(1976), p. 145-184,
especialmente p. 169-180.
61 Respecto a la semántica que la
cruz tenía para Gregorio cf. V. Recchia,
Il simbolo della croce in Gregorio Magno (Hom. in Ev. 2, 32), en Giornale
Italiano di Filologia 28 ( 1976), p. 181-191.
Recogiendo una larga tradición, Gregorio
ve en la salvífica cruz el punto neurálgico de las Escrituras, lo que permite
demostrar su veracidad y la necesidad de asumir su mensaje. El envío de la
cruz a Recaredo, después de que el pontífice tuviera noticia oficial de la
conversión, va acompañado de una exhortación a la vigilancia de la nueva
fe visigoda.
62 Greg., Ep. IX, 228, MGH, Epp. II, p.
224-225 = CCL 140A, IX, 229,
p. 810. Es posible identificar la cruz que, según el Liber Ordinum,
llevaban
consigo los reyes visigodos durante las campañas militares con la regalada
a Recaredo por Gregorio Magno, cf. C. García Rodríguez, op. cit., p.
122.
Además Pelagio -obispo de Oviedo durante la primera mitad del s. XII-
dice que la cruz que Gregorio Magno dió a Recaredo era la que se conservaba,
durante su episcopado, en la «Santa Arca» de la catedral de Oviedo, cf. A.
Frolow, La Relique de la vraie croix. Recherches sur le développement d'un
culte, París 1961, p. 100.
63 Greg., Ep.
XIV, 12, MGH, Epp. II, p. 431 = CCL 140A, XIV, 12,
p. 1083 .
179
J. VILELLA
Gregorio continua -en palabras de Ch. Pietri- una vieja «propa-
ganda» romana64.
Cracco Ruggini se ha referido al sutil uso político e
ideológico
de estas benedictiones por Gregorio65. En nuestro caso ello es
todavía más evidente dado que, custodiando al monarca, se pro-
tege tanto el poder civil como el poder eclesiástico del Reino Visi-
godo y se los vincula a Roma. Como muy bien indica King, el
monarca visigodo tenía la máxima autoridad sobre la Iglesia, al
depender exclusivamente de él la pena de excomunión; además el
rey poseía el derecho de nombrar obispos y metropolitanos, estando
las decisiones de éstos sujetas al escrutinio real66.
En la misma carta Gregorio comunica también a Recaredo que
concede el palio a Leandro67,
prelado al cual el propio monarca
había recomendado a Gregorio68. Lo mismo notifica Gregorio
a
Leandro en la carta que ahora le dirige69. Como ha dicho Maccar-
rone, el palio, además de establecer un vínculo de unión con la
Sede Apostólica -es también una reliquia que había estado en
contacto con el cuerpo de San Pedro y bendecida durante su festi-
vidad-, es utilizada, en Occidente, por Gregorio para conferir el
vicariato70.
Al igual que ocurre en la Galia, Gregorio actúa, en esta
concesión, de acuerdo con la autoridad secular, es decir, adaptán-
dose a los concretos reinos germánicos71.
En
agosto del 599 Gregorio también escribe al dux Claudio
encomendándole a su enviado, el abad Ciriaco, para que, bajo sus
auspicios, pueda llevar a buen término y sin dilación las misiones
64 Sobre el papel que adquiere San
Pedro en la política del papado
cf. M. Maccarrone, La dottrina del primato papale dal IV all'VIII secolo
nelle
relazioni con le Chiese occidentali, en Le Chiese nei regni dell'Europa
occiden-
tale... [Settimane di studio del Centro italiano di studi sull'Alto
Medioevo, 7],
Spoleto 1960, p. 633-742; Ch. Pietri, Concordia apostolorum et renovatio urbis
(culte des martyrs et propagande pontificale), en Mélanges
d'Archéologie et
d'Histoire de l'École Francaise de Rome 73 (1961), p. 275-322,
especialmente p. 304-
306; Id., Roma Christiana. Recherches sur l'Église de Rome, son
organisation,
sa politique, son idéologie de Miltiade à Sixte III (311440), Roma 1976, passim.
65 L. Cracco Ruggini, Grégoire le
Grand et le monde byzantin, en Grégoire
le Grand, París 1986, p. 83-94, p. 87.
66 P. D. King, Derecho y sociedad
en el reino visigodo, Madrid 1981 (tra-
ducción del original inglés, 1972), p. 148 y ss.
67 Greg., Ep. IX, 228, MGH, Epp.
II, p. 225 = CCL 140A, IX, 229, p. 810.
68 Recaredo, Ep. ad Gregorium, MGH, Epp. II, p. 221.
69 Greg., Ep. IX, 227, MGH, Epp.
II, p. 220 = CCL 140A, IX, 228, p. 804.
70 M. Maccarrone, art. cit., p. 727-737.
71 Greg., Ep.
V, 58-60, MGH, Epp. I, p. 368-375 = CCL 140, V, 58-60,
p. 354-362.
180
GREGORIO MAGNO E HISPANIA
que el pontífice le había encomendado en el Reino
Visigodo72.
Desgraciadamente, no se especifica la naturaleza de tales misiones,
sin duda tendentes a fortalecer la presencia romana en Hispania.
Cualesquiera que sean estos cometidos, lo que sí evidencia esta
carta es que Gregorio sabía muy bien quien era Claudio y que
este clarissimus podía contribuir, de manera considerable, en la
realización de los objetivos que Gregorio se había propuesto. La
actuación de Claudio había sido decisiva en las rebeliones que
afrontó Recaredo después de su conversión y en las cuales parti-
cipan obispos arrianos y nobles que veían con malos ojos la con-
solidación de la monarquía visigoda-católica73.
No sorprende, por lo demás, que Gregorio se desentienda de
la petición que le había dirigido Recaredo acerca de los puntos
estipulados en el tratado entre Justiniano y Atanagildo. El hecho
de que Gregorio diga a Recaredo que hubo un incendio en el
cartofilacio imperial evidencia, una vez más, la hábil política de
Gregorio y su deseo de mantenerse al margen de este delicado
asunto74, sobre todo en un momento de
gran hostilidad entre
Toledo y Constantinopla -el mismo Gregorio dice a Recaredo que
se esfuerce por mantener la paz-, hostilidad sin duda avivada por
la actuación del enérgico Comenciolo en la Hispania bizantina75.
Es
este magister militum76 quien motiva la última
interven-
ción conocida de Gregorio en la Península Ibérica, esta vez en la
zona dominada por Constantinopla. Se trata de la misión encomen-
dada, en agosto del 603, al defensor Juan. Este defensor se
dirige
al sudeste peninsular para revisar y solucionar los casos de los
obispos Jenaro y Esteban y, también, el de un sacerdote que depen-
día de Jenaro. Estos obispos habían sido depuestos y exilados a
instancias de Comenciolo y, a causa de ello, habían apelado a
Roma77. Además de la carta en la
que Gregorio le encomendaba su
72 Ep. IX, 230, MGH, Epp. II, p. 226-227 = CCL 140A, IX, 230, p. 811-812.
73 Sobre Claudio, cf. L. A. García
Moreno, op. cit., n° 35, p. 41-43.
74 Greg., Ep. IX, 229, MGH, Epp.
II, p. 225-226 = CCL 140A, IX, 229
(item in anagnostico), p. 810-811.
75 Cf. J. Vilella, La hostilidad
entre Constantinopla y Toledo durante
la última década del siglo VI, en I Coloquio de Historia Antigua de
Andalucía,
Córdoba 1988, en prensa.
76 Supra, n. 47.
77
Petición de Jenaro: Greg., Ep. XIII, 47, MGH, Epp. II, p. 410-411
= CCL
140A, XIII, 46, p. 1052-1054 y XIII, 49, ibid., p. 413 = CCL 140A, XIII,
48,
p. 1057; petición de Esteban: Greg., Ep. XIII, 47, MGH, Epp. II,
p. 411 =
CCL 140A, XIII, 46, p. 1054 y XIII, 50, ibid., p. 416-417 = CCL 140A,
XIII, 49,
p. 1062.
181
J. VILELLA
misión78, el defensor llevaba
consigo exempla legum que ponían
de manifiesto las arbitrariedades cometidas en estos casos79 y una
fórmula de la sentencia que debía dictarse, de antemano ya excul-
patoria para los dos obispos y el presbítero y que, además, contem-
plaba una serie de condenas para quienes habían sido los acusa-
dores o jueces en estos juicios y los obispos que habían substituido
a los condenados80.
Es todo este asunto el objetivo básico del
defensor Juan quien también hace escala -llevando otra carta
de Gregorio ad hoc- en la isla de Cabrera para poner fin a la
conducta relajada de una comunidad monástica81.
Según Gregorio, las irregularidades cometidas por
instigación
de Comenciolo -y en contra de lo que establecía la legislación
vigente en el Imperio- consistían, por una parte, en que Jenaro
de Málaga había sido expulsado violentamente -por agentes de
Comenciolo y clérigos de los obispos que apoyaban a Comenciolo-
de una iglesia en la que había buscado refugio y, después, acusado
de muchas cosas -multa- en el juicio que establece su deposi-
ción y exilio, condenas que también recaen sobre un presbítero
suyo82. Por otra parte, idénticas
penas recaen sobre Esteban al ser
juzgado por ciertos obispos que no pertenecían a su provincia
eclesiástica. Además en el proceso de este último obispo se habían
producido muchas irregularidades formales: acusadores y testigos
eran las mismas personas, esclavos de su iglesia habían sido oidos
como acusadores del obispo, testimonios favorables al obispo no
fueron oidos, no hubo defensa, el proceso no fue recogido por
escrito, etc. 83.
Todo esto es lo que los inculpados habían explicado
a Gregorio, al recurrir a Roma.
Si
bien no se conocen las causas exactas que ocasionaron, a
instigación de Comenciolo -la máxima autoridad de la Hispania
bizantina-, estas duras condenas, parece probable que las medidas
78 Greg., Ep. XIII, 47, MGH, Epp.
Il, p. 410-412 = CCL 140A, XIII, 46,
p. 1052-1055.
79 Id., Ep. XIII, 50, MGH, Epp. II, p. 414-418 = CCL 140A, XIII, 49,
p. 1058-1064.
80 Ep. XIII, 49, MGH, Epp. II, p. 413-414 = CCL 140A, XIII, 48,
p. 1057-1058.
81 Ep. XIII, 48, MGH, Epp. II, p. 412-413 = CCL 140A, XIII, 47,
p. 1056.
82 Ep. Xlll, 49, MGH, Epp. II, p. 413 = CCL 140A, XIII, 48, p. 1057;
XIII, 50, ibid., p. 415 = CCL 140A, XIII, 49, p. 1059 y XIII, 47, ibid.,
p. 410-
411 = CCL 140A, XIII, 46, p. 1052-1053.
83
Ep. XIII, 47, MGH, Epp. II, p. 411-412 = CCL 140A, XIII, 46, p.
1054-
1055 y Xlll, 50, ibid., p. 416-418 = CCL 140A, XIII, 49, p. 1061-1064.
182
GREGORIO MAGNO E HISPANIA
contra estos obispos sean una consecuencia de la, en
estos años,
ya quijotesca recuperatio 1mperii, de la cual las acciones bélicas
constituyen un buen ejemplo.
Sin duda hubo enfrentamientos entre Comenciolo y Recaredo.
Además del elocuente texto de la inscripción de Cartagena84, Isi-
doro dice que Recaredo tuvo que afrontar unas «insolencias roma-
nas» y las compara con las irrupciones de los vascones85. Es tam-
bién dentro de esta coyuntura que debe entenderse la petición que
Recaredo hace a Gregorio sobre las bases de la presencia imperial
en la Península Ibérica86.
Los itinerarios recorridos por la corres-
pondencia entre Gregorio e Hispania -según se trate de una
parte u otra- también evidencian la hostilidad entre la zona visi-
goda y la imperial87.
Por
otra parte, si bien la sede de Esteban no puede ser cono-
cida con seguridad, es posible identificar -como se ha sugerido-
a Esteban con el obispo de Iliberri del mismo nombre que suscribe
el III Concilio de Toledo y el I de Sevilla (año 590) 88. De ser así,
e1 obispo de Iliberri puede hallarse bajo dominio imperial después
del 590, quizás a causa de una breve ocupación de su sede por los
imperiales89.
Si ambos homónimos corresponden al mismo perso-
naje, se entiende mejor la acusación de maiestatis crimen y que
84 Supra, n. 47.
85 Isidoro de Sevilla, Historia
Gothorum 54, MGH, AA, Xl, 2, p. 290.
86 Supra, n. 55.
87 Los abades que en el 592 Recaredo
envía a Gregorio -mencionados
únicamente en la carta de Recaredo- evitan la zona controlada por el
Imperio (Recaredo, Ep. ad Gregorium, MGH, Epp. II, p. 221). En el
595
Probino se niega a desplazarse desde Málaga a Toledo (Recaredo, Ep. ad
Gregorium, MGH, Epp. II, p. 221). En el 599 Ciriaco se dirige a la
zona visi-
goda desde la Galia (cf. J. Vilella, op. cit., p. 141). En el 603 el defensor
Juan
llega a la zona peninsular en poder del Imperio utilizando la ruta de las
islas ya que hace escala en Cabrera (Greg., Ep. XIII, 48, MGH, Epp. II, p. 412-
413 = CCL 140A, XIII, 47, p. 1056).
88 Cf. P. Goubert, Administration de l'Espagne
Byzantine. II, Les
Pro-
vinces, en Revue des Etudes Byzantines 4 (1946), p. 71-133, p.
92-93; para Esteban
dc Iliberri, cf . L. A. García Moreno, op. cit.,
n° 217, p. 107. En enero del 594
Lilliolus de Acci (ibid., n° 256, p. 123) consagra una iglesia en
Iliberri y en
cierto momenlo del reinado de Witérico (603-610), quizás en el año 607, es
Paulus (ibid., n° 257, p. 124), también obispo de Acci, quien consagra
otra
iglesia en Iliberri, así se indica en un texto epigráfico hallado en Iliberri
(Hübner, 115 = Diehl, 1815 = Vives, 303); ambas iglesias fueron construidas
por Gudiliu(ua?) (cf. ibid., n° 70, p. 53).
Estos datos parecen indicar que
Iliberri se halla, a finales del s. VI e inicios del s. VII, en poder visigodo
pero sin obispo.
89
Hacia el año 615 Cecilio de Mentesa (cf. L. A. García Moreno, op. cit.,
n° 310, p. 135) es retenido por los imperiales.
183
J. VILELLA
Esteban, hallándose en territorio imperial, carezca de metropolitano
y sea juzgado por obispos de otra jurisdicción90.
Comenciolo no debió perseguir la implantación de la política
imperial en Hispania únicamente mediante las armas -al parecer
poco efectivas-. Los casos de Jenaro y Esteban ponen también
de manifiesto una clara voluntad de afirmar la ortodoxia político-
religiosa imperial entre la jerarquía eclesiástica de la Hispania bizan-
tina, objetivo que, al igual que la conquista militar, tampoco parece
haber conseguido Comenciolo. Las violentas acciones de Comenciolo
evidencian que, por lo menos, una parte de esta jerarquía eclesiás-
tica discrepaba de la política imperial. El propio metropolitano de
Cartagena, Liciniano, muere en Constantinopla, envenenado ab ae-
mulis, dice Isidoro91.
Después del III Concilio de Toledo -rechazo tanto del arria-
nismo como del II Concilio de Constantinopla-, parte de la
jerarquía eclesiástica de la zona hispano-bizantina debía mostrarse
contraria a doblegarse a la política imperial. Como hemos visto,
el mismo Esteban -si realmente es el de Iliberri había firmado el
III Concilio del Toledo- es acusado de maiestatis crimen. Son
conocidos, por lo demás, los vínculos existentes entre eclesiásticos
hispanos de ambos lados de las mutables fronteras de estos años92.
Como
hemos dicho, la intervención de Gregorio en la Hispania
bizantina tiene lugar en agosto del 603, significativamente durante
el primer año de reinado del emperador Focas. Aceptando las con-
90 Greg., Ep. XIII, 50, MGH, Epp.
II, p. 414-417 = CCL 140A, XIII, 49,
p. 1058-1063. La propuesta de que la sede de Esteban estuviera en zona visi-
goda podría ser refutada considerando las disposiciones que, en las instruccio-
nes de Gregorio, se establecen para el sucesor del obispo condenado, sin
embargo tales disposiciones -idénticas que las establecidas para el caso de
Jenaro- pueden explicarse a partir de los formularios jurídicos aplicados en
tales casos. Además, como hemos visto, si el obispo que recurre a Gregorio
es realmente el de Iliberri, dicha sede parece hallarse vacante durante varios
años. Es posible también que Esteban ya hubiera fallecido -posibilidad
que se contempla para su sucesor- en agosto del 603. Por otra parte, si la
fecha de la consagración de Paulus en Iliberri es realmente del 607, ello
podría indicar que el resultado de la misión del defensor no fue el que
se
pretendía desde Roma.
91 Isidoro de Sevilla, De viris
illustribus 29, ed. C. Codoñer, Sala-
manca 1964, p. 151.
92
Liciniano de Cartagena habla sido collega et socius de Severo de
Málaga, probablemente en el monasterium Seruitanum (Isidoro de Sevilla,
De viris illustribus 30, ed. C. Codoñer, Salamanca 1964, p. 151).
Eutropio -suce-
sor de Donato- organiza, junto con Leandro, el III Concilio de Toledo y man-
tiene correspondencia con Liciniano (cf. L. A. García Moreno, op. cit.,
n° 366,
1147). Leandro y Liciniano también se conocían (Liciniano de Cartagena,
Ep. 1, 6 en J. Madoz, Liciniano de Cartagena y sus cartas, Madrid
1948,
p. 92-94).
184
GREGORIO MAGNO E HISPANIA
clusiones de P. Goubert sobre Comenciolo93 -personaje muy vin-
culado a Mauricio, en cuyo reinado realizó una brillante carrera-,
antes de llegar a Hispania en el 589, ya había actuado como magister
militum en las fronteras de Tracia y Persia. Parece permanecer
varios años en Hispania y en el 600 se halla en el limes danubiano.
Comenciolo, sin embargo, además de ser el gran hombre de con-
fianza de Mauricio -en el 602 dirige la defensa de Constantinopla
ante la rebelión-, también estaba enemistado con Focas -ya
desde antes del 602-; en el 601, siendo centurión, Focas formó
parte de una delegación enviada por el ejército a Mauricio para
acusar a Comenciolo -Mauricio no aceptó las acusaciones-94.
Finalmente Comenciolo es ejecutado, junto con Mauricio, por Focas
en el 602. El mismo Gregorio alude a la muerte de Comenciolo en
las instrucciones que da a su defensor Juan95.
Tomando cartas, en agosto del 603, sobre unos hechos acaeci-
dos años antes -quizás más de diez-, Gregorio podía finalmente
ejemplarizar el ejercicio de la primacía romana en suelo imperial
y, además, contentar a los enemigos de Mauricio; Gregorio sabía
que, por una vez, con su actuación podía contentar tanto al nuevo
emperador como al monarca visigodo. Como ya había dicho en el
595 a Mauricio y había recordado hacía sólo 3 meses a Focas -en
una carta que Bertolini ha denominado el «testamento político»
de Gregorio96-,
esta primacía -siguiendo el modelo constanti-
niano- no toleraba la intervención del poder temporal en el gobier-
no eclesiástico.
Aunque,
lamentablemente, desconocemos cual fue el concreto
desenlace de todo este asunto, en la Península Ibérica, en la vieja
Hispania romana, se experimentaron, pues, en época de Gregorio,
los dos grandes paradigmas constantinianos que este gran pontí-
fice quería imitar: el del monarca convertido y el de la no intro-
misión del poder secular en el gobierno de la Iglesia, objetivo que
ahora Gregorio esperaba conseguir del nuevo emperador y que
debía desear que también fuera imitado por el vecino Reino de
Toledo. Sin embargo, ya fallecidos Leandro y Recaredo, la fuerte
93 P. Goubert, L'Administration
de l'Espagne Byzantine, I. Les Gouver-
neurs..., p. 129-139.
94 Ibid., p. 139; J. Jarry, Hérésies et factions dans l'empire
byzantin
du IVe au Vlle siècle, El Cairo 1968, p. 472.
95 Greg., Ep. XIII, 47, MGH, Epp.
II,
p. 412 = CCL 140A, XIII, 46,
p. 1055.
96
Cf. O. Bertolini, op. cit., p. 261.
185
J. VILELLA
centralización y jerarquización eclesiástica que tiene lugar dentro
del teocrático Reino de Toledo separó, durante todo el decurso
posterior del Reino, a los dirigentes visigodos de los obispos roma-
nos, nombrados, en última instancia, por unos emperadores de
Constantinopla que nunca renunciaron a la conquista del territo-
rio visigodo97.
97 Cf. K. F. Stroheker, Das
spanische Westgotenreich und Byzanz en
Bonner Jahrbücher 163 (1963), p. 252-274, especialmente p. 260-262.
JOSEP VILELLA MASANA
Universidad de Barcelona