EDICIÓN
ELECTRÓNICA DE TRABAJOS PUBLICADOS
Universidad
de Barcelona
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BANCA, INFRAESTRUCTURAS URBANAS Y ESTRATEGIAS EMPRESARIALES. LA FÁBRICA DE GAS DE MÁLAGA (1923-1940)
Mercedes
Arroyo Huguet
Universidad de Barcelona
Este trabajo pretende mostrar dos tipos de comportamiento económico que influyeron en el desarrollo de una infraestructura urbana, la red de gas de Málaga, una de las primeras ciudades españolas que contó con ese tipo de alumbrado*. En su primera época, que se extendió desde 1854 hasta 1923, la fábrica de gas perteneció a la empresa francesa Societé Civile pour l'Éclairage de Málaga, fundada en Lyon por el grupo gasista Vautier, que había adquirido la concesión para el alumbrado de Málaga. Esa concesión tenía ya tras de sí una larga historia de ventas y traspasos[1]. Esta primera época se caracterizó por una existencia bastante precaria y por una gestión de acusada prudencia empresarial. La segunda época se inició en 1923, cuando la fábrica y la red fueron adquiridas por la Banca Arnús-Garí, adquisición que supuso una ruptura drástica respecto a su trayectoria anterior, y finalizó en 1939, al hacerse más difíciles las condiciones de producción de gas. Esa segunda época estuvo marcada por un comportamiento empresarial basado en importantes inversiones de capital para obtener un grado mayor de rentabilidad del negocio.
En lo que sigue, señalaremos,
en primer lugar, algunas características necesarias para el desarrollo
de una industria como la del gas, particularmente en sus inicios. En segundo
lugar, nos referiremos al contexto industrial de Málaga en la época
en que se instaló la fábrica de gas y el desarrollo de ésta
hasta 1923. Por último, explicaremos lo que se conoce
en la actualidad sobre su trayectoria posterior a esa fecha, objeto de
este trabajo.
Algunas condiciones necesarias para el desarrollo de la industria del gas
En la instalación de infraestructuras urbanas que incorporan tecnologías de carácter novedoso, como en su momento lo fue la industria del gas, existe siempre una situación de riesgo, tanto mayor cuanto más importante esté previsto su desarrollo, ya que no se conocen con seguridad los movimientos futuros del mercado, es decir, se desconoce la potencial demanda que se pueda generar. Pero esa demanda es la consecuencia final de todo un proceso económico anterior. Como es sabido, la demanda se puede crear mostrando las características de un determinado producto, haciendo atractiva su utilización o evidente su necesidad. Lógicamente, para que se cree esa necesidad se debe ofrecer un producto que mejore las prestaciones de otros y supere su utilidad o sus ventajas respecto a todo lo anterior. Para ello, es imprescindible contar con un volumen de capitales que permita, por una parte, mantener la producción en niveles óptimos de calidad y por otra, si es preciso, que el negocio se pueda sostener sin beneficios inmediatos.
El caso de las primeras redes de gas procedente de la destilación del carbón de hulla es un claro ejemplo de lo que se ha señalado hasta aquí. Desde sus inicios, constituyeron infraestructuras urbanas de carácter novedoso de las que se desconocía -por su novedad, precisamente- su comportamiento posterior, es decir, su alcance y el volumen de demanda que se generaría. La construcción de las unidades de producción, las redes de distribución y las primeras ampliaciones supusieron, como la mayor parte de infraestructuras, costosas inversiones económicas que absorbieron cantidades importantes de capitales siempre crecientes y en consecuencia, crearon situaciones de considerable riesgo económico. En España, fueron numerosas las empresas gasistas que se hundieron poco después de iniciar sus actividades por no contar con el potencial económico suficiente para soportar esa situación inicial de incertidumbre, con lo que los capitales iniciales se consumieron rápidamente[2].
Para evitar en lo posible esa situación, los empresarios gasistas utilizaron varios medios de manera simultánea. Uno, instalar en las ciudades el alumbrado público, que era la forma más rápida y generalizada de dar a conocer las ventajas del nuevo sistema de iluminación. Ante sus características de eficiencia y estabilidad en comparación con los medios de iluminación tradicionales, se preveía que el gas sería rápidamente adoptado por la industria y el comercio, ya que permitiría aumentar la productividad. Pero para que fuese utilizada por esos sectores económicos, la luz producida debía ser realmente de una calidad superior y eso sólo se lograba con el empleo de los carbones de procedencia británica, buenos pero caros. Esta cuestión añadía otro elemento de riesgo a una industria ya de por sí aventurada. Debido al régimen de concesiones vigente en toda la Europa continental, el gas era un producto que debía venderse a un precio determinado y fijado de antemano por los ayuntamientos; pero el precio de los carbones hacía oscilar su coste de producción que, en general, tendería al alza[3].
El alumbrado público tuvo, sin embargo, una contrapartida negativa para los empresarios gasistas, ya que los ayuntamientos españoles, endémicamente deficitarios, no pudieron hacer frente al pago del suministro, de manera que en lugar de constituir un medio de propaganda, el alumbrado público se transformó muy pronto en una rémora difícil de soportar.
El otro sistema que utilizaron los empresarios gasistas para evitar más riesgos de los necesarios fue obtener de los ayuntamientos el privilegio exclusivo del suministro, que posteriormente sería sustituido por la concesión. No se debe olvidar el doble carácter de los privilegios y de las concesiones. Para los empresarios gasistas europeos era una práctica generalizada que les permitía mantener una opción sobre el territorio municipal para desarrollar la red de gas en un período superior a los quince años, se instalase o no la empresa. Las concesiones podían ser vendidas, cedidas o traspasadas tantas cuántas veces los empresarios lo considerasen oportuno. Esas maniobras de carácter especulativo, ya detectadas por Capel con referencia a las concesiones de líneas telefónicas[4], explican las historias de ventas y traspasos de numerosas empresas gasistas -en España y en Europa- en los inicios de la industria del gas.
Por el contrario, para los ayuntamientos, que eran las instituciones directamente implicadas, ya que eran quienes debían concederlas, las concesiones suponían un compromiso ineludible -"oneroso" se decía en alguna documentación a la que hemos tenido acceso- por el mismo período, durante el cual no tenían posibilidades de instalar el alumbrado público si no era contando con la empresa a la que se le había otorgado la concesión.
En síntesis, para gestionar de manera efectiva la instalación y posterior crecimiento de una empresa gasista se debía contar con un crecido volumen de capitales iniciales para las primeras infraestructuras; se debía crear unas condiciones de servicio y de calidad del gas que fuesen atractivas para la potencial demanda; y se debía disponer de la capacidad económica suficiente para, después de hacer frente a los gastos de instalación, poder incrementar la producción y distribución de gas a medida que la red se fuese extendiendo de acuerdo con el crecimiento de la demanda. De esa forma se aseguraba el crecimiento constante de la red, el aumento de la demanda pública y particular y, en consecuencia, la rentabilidad de esa nueva infraestructura urbana.
Todo esto se indica para mostrar que la industria del gas, por su carácter arriesgado, precisaba de un comportamiento empresarial muy preciso, sobre todo en sus inicios. Se entiende por comportamiento empresarial la capacidad de asumir riesgos a corto y medio plazo necesaria para crear las condiciones que permitan la expansión constante de un negocio, y en consecuencia, crear economías de escala que aumenten su rentabilidad. La mayor parte de los empresarios gasistas sabían que a mayor alcance de la red y mayor volumen de producción, existían más posibilidades de amortizar las primeras instalaciones. Éstas precisaban de una cantidad importante de capitales, como se ha dicho, mientras que las ampliaciones posteriores se podrían realizar con un coste, aunque considerable, relativamente menor.
Este comportamiento es opuesto a otro de carácter conservador -que también se produjo en el sector gasista- que antepuso la seguridad a largo plazo a la obtención de beneficios elevados. El comportamiento económico de carácter conservador se define, pues, como la tendencia a mantener la actividad económica dentro de unos límites seguros para el capital en lugar de adoptar estrategias de carácter expansionista[5]. Ambos comportamientos fueron el resultado de diferentes expectativas sobre un negocio que se caracterizó durante mucho tiempo por la incertidumbre sobre su desarrollo, como se ha dicho.
Antes de seguir adelante,
explicaremos de manera resumida el contexto industrial de Málaga
y la trayectoria de su fábrica de gas anterior a 1923.
El contexto industrial de Málaga
La industrialización de Málaga se inició prácticamente al mismo tiempo que la de Barcelona; con un desarrollo espectacular de la industria siderúrgica a la que pronto seguiría una floreciente industria textil. Ambos sectores industriales se vieron favorecidos por la existencia de un puerto marítimo bien relacionado con las rutas europeas. Entre 1840 y 1850, la industria siderúrgica malagueña era hegemónica en el panorama económico español. Como ha mostrado Nadal[6], en 1845, la producción siderúrgica malagueña equivalía a la de las cincuenta ferrerías que existían entonces en Guipúzcoa, y la provincia se encontraba en el segundo lugar entre las provincias industrializadas de España, sólo superada por la de Barcelona. En esa época todo hacía suponer que el despegue industrial de Málaga se encontraba bien afianzado y en vías de consolidarse definitivamente.
Pero esa prosperidad duró poco debido al agotamiento del mineral de hierro en la región y a la supeditación del sector textil -el segundo sector industrial malagueño en orden de importancia- al comercio del algodón, que se encontraba, a su vez, estrechamente vinculado al mercado americano. En 1865, coincidiendo con la carestía de algodón causada por la Guerra Civil norteamericana, se iniciaría el declive de la industria textil malagueña, declive que se acentuó con la invasión de la filoxera, en 1878[7]. Todo ello completaría la desarticulación de la estructura económica de Málaga y hacia 1882, el período de esplendor de la ciudad se podía dar por terminado.
Una razón que explica las distintas trayectorias que siguieron las economías malagueña y catalana se encuentra, según algunos autores, en el carácter de sus respectivas estructuras industriales. Mientras que en Barcelona y en otras ciudades de su entorno la Revolución Industrial se efectuó "desde abajo", es decir, impulsada por una burguesía de amplia base y con un acusado espíritu empresarial, en Málaga "todo el proceso industrial se llevó a cabo gracias a la iniciativa de una minoría oligárquica con numerosos vínculos con los capitales extranjeros -Larios, Heredia, Loring- ya que la burguesía local era prácticamente inexistente"[8]. En consecuencia, esa oligarquía se preocupó esencialmente de obtener elevadas rentas de sus inversiones -de las que una parte emigraría- pero no previó las necesarias ampliaciones de capital que debían haber favorecido la creación de una estructura industrial.
Esas características del tejido industrial de ambas ciudades tuvieron su reproducción en la composición de los capitales sociales de sus respectivas industrias gasistas. La Catalana, como la mayoría de industrias de Barcelona, se financió a partir de un capital social formado por una amplia base de pequeños accionistas autóctonos, mientras que se sabe que el capital social de la Societé Civile -como el de las grandes industrias malagueñas- estaba en manos de seis únicos socios extranjeros. Estos dejaron el negocio en manos de ingenieros, eficientes sin duda, pero alejados del centro de decisiones hacia el que fluirían los beneficios que se pudiesen generar.
A través del
estudio de la trayectoria de la fábrica de gas de Málaga
abordaremos estos temas poniendo énfasis en el papel de las mentalidades
empresariales.
La fábrica de gas de Málaga
Se debe decir que la mayoría de fábricas de gas de hulla españolas estuvieron dominadas por el capital extranjero, excepto algunas pocas, como la de La Catalana, de Barcelona y la de Sevilla desde 1871, fecha en que fue adquirida, precisamente, por La Catalana[9]. Hasta 1923, la fábrica de Málaga estuvo gestionada por ingenieros franceses y entre 1877 y 1883, fue administrada en todo lo referente al cobro del suministro y a la provisión de fondos para las compras de materias primas por el banquero andaluz descendiente de emigrantes catalanes Ignacio de Sabater [10]. Este último, por medio de un contrato con la Societé Civile se adjudicaba un diez por ciento de las cantidades recaudadas. A partir de ese último año, 1883, sus hijos "heredarían" la administración en condiciones similares y la situación se mantendría así hasta 1923.
De esta fábrica, como de casi todas las otras del resto de España y Cataluña[11], incluidas las de la Compagnie Centrale -que era la empresa que controlaba la mayor parte de las industrias gasistas españolas- los empresarios esperaban obtener beneficios que implicasen el mínimo dispendio. Muchos de esos empresarios gasistas obtuvieron sus respectivas concesiones como una forma de ocupar el territorio, aunque ya se ha indicado que de la obtención de las concesiones no se seguía que el negocio fuese llevado a la práctica de manera inmediata, sino que era una forma de obligar a los ayuntamientos a mantener sus compromisos[12]. Si la fábrica finalmente se instalaba, las futuras ampliaciones de la red y de la producción se debían efectuar sólo en el caso de que la demanda particular se mostrase especialmente activa y que los beneficios generados fuesen superiores al beneficio considerado usual, que se encontraba alrededor del 6 por ciento. Mientras las cifras de negocio no fuesen elevadas, el nivel de inversión se mantendría bajo en espera de que se activase la demanda.
Esa prudencia económica contrasta con el comportamiento de los gestores de La Catalana, de carácter marcadamente empresarial[13]. En La Catalana -tanto en Barcelona como en Sevilla y más tarde en otras ciudades españolas- las ampliaciones de la red y de las instalaciones productivas fueron constantes, adelantándose en algunos casos a los requerimientos de la demanda y eso sólo se lograba con un elevado volumen de inversión y un fuerte ritmo de reinversión. En consecuencia, asumiendo un grado de riesgo que, en algunos casos, no dejaba de estar compensado por unas previsiones sobre el aumento del volumen de demanda particular.
Ya se ha indicado que
-al menos, cronológicamente- después de la inversión
económica, la principal variable que incide en el desarrollo de
una empresa gasista es el bloque de demanda particular. Y también
se ha indicado que ese bloque de demanda procede esencialmente del consumo
industrial y comercial. En Málaga, por las condiciones adversas
explicadas, no se había consolidado una estructura industrial, cuyos
efectos se dejaron sentir en el volumen de negocio, que, por su parte,
se mantuvo en unos niveles de inversión de baja intensidad.
El bloque de demanda particular de Málaga sólo se mostraría
especialmente activo en el período 1923-1929, cuando sería
adquirida por la Banca Arnús-Garí, hasta que algunas condiciones
externas limitarían su crecimiento.
La Banca Arnús-Garí
El siglo XX se inició con la formalización de algunas medidas proteccionistas que harían sufrir un serio quebranto a los beneficios de las empresas de capital extranjero radicadas en España[14]. Entre ellas, la Real Orden del 29 de abril de 1920 que obligaba a dichas empresas a aportar al erario público una parte del total de los beneficios generados por sus negocios, parte que debía ser proporcional al capital invertido. Las cantidades serían determinadas por un comité llamado "Jurado de Utilidades" cuyas decisiones serían inapelables. Esta Real Orden, y sobre todo, la política económica a la defensiva -orientada a favorecer la industria nacional[15]- llevada a cabo por la Dictadura de Primo de Rivera que culminaría con el Decreto de Nacionalización de diciembre de 1923, señalarían el punto de inflexión que precipitaría la salida de algunas empresas de capital extranjero, entre ellas, la Compagnie Centrale. La Societé Civile, por el momento, efectuó una simple traducción al español de su nombre y de sus estatutos y la fábrica de Málaga se mantuvo en las mismas condiciones.
Por otro lado, los diversos intentos de municipalización de algunas infraestructuras urbanas llevados a cabo en diferentes ciudades españolas como Valencia, Barcelona y Madrid desde 1917 -y que culminarían en el Estatuto Municipal del 12 de abril de 1924- pondría más difíciles las cosas a las empresas de servicios urbanos. El Estatuto Municipal definiría por primera vez como servicios públicos los suministros de gas y de electricidad. La época de las complacencias municipales había pasado y los empresarios extranjeros, ante la perspectiva de ver disminuir sus beneficios, iniciaron la venta de las fábricas.
El proceso de salida de España de la Compagnie Centrale se ha explicado detenidamente en otro lugar[16]. En líneas generales, se debe indicar que una parte de su patrimonio gasista en nuestro país fue vendido a los diferentes ayuntamientos en los que la Compagnie Centrale tenía instaladas fábricas de gas; otra parte, la correspondiente a las dos factorías y sus redes de Barcelona, fue adquirida por La Catalana y una parte de más difícil venta -las fábricas de gas y electricidad de Cádiz, Murcia y Santander, las de gas de Granada y Valencia y la explotación de electricidad del Puerto de Santa María- fue adquirida por un grupo de banqueros[17] residentes en Barcelona que constituirían la Compañía Española de Electricidad y Gas Lebon[18].
Ese "grupo de banqueros residentes en Barcelona" al que siempre se alude cuando se cita la fundación de la Compañía Española de Electricidad y Gas Lebon no era otro que la Banca Arnús-Garí gestionada de manera muy directa por José Garí Gimeno, que fue quien llevó personalmente las negociaciones con la empresa de Málaga[19]. Es ya sabido que la Banca Arnús-Garí fue fundada en 1910 como resultado de la escisión de una parte del capital de la antigua Manuel Arnús y Compañía, de 1890[20], y que contaba con experiencia en la financiación de infraestructuras urbanas[21]. Como ha explicado Francesc Cabana, la Banca Arnús-Garí era esencialmente un banco de valores, es decir, un banco que "gira en torno a las obligaciones industriales y de nuevas empresas"[22].
En 1920, adquiriría
los activos de la Sociedad General de Aguas de Barcelona a la Lyonnaise
des Eaux, que actuaba en Barcelona desde 1882 y el 31 de diciembre de 1923
fundaría la Compañía Española de Electricidad
y Gas Lebon. Unos meses antes, había adquirido por medio de
la Sociedad General de Aguas de Barcelona las acciones de la Sociedad Civil
para el Alumbrado a Gas de Málaga. Por el momento, la fábrica
de Málaga dependería directamente de la Banca Arnús-Garí;
cuando adquiriese el mismo ritmo de fabricación de las otras, pasaría
a engrosar el patrimonio de la Compañía Española de
Electricidad y Gas Lebon.
La Compañía Española de Electricidad y Gas Lebon
Por su parte, la Compañía Española de Electricidad y Gas Lebon se creó con un volumen importante de capital social, 24 millones de pesetas, y su primer Consejo de Administración estuvo formado por algunos de los empresarios de mayor envergadura de Barcelona e interconectados entre sí por múltiples relaciones de carácter financiero, y todos ellos relacionados directa o indirectamente con la Banca Arnús-Garí.
El primer presidente de la Compañía Española de Electricidad y Gas Lebon fue Ignacio Coll Portabella, que también era accionista de la Sociedad de Aguas de Barcelona y ocupaba el cargo de vocal del Banco de España y de la Banca Arnús, así como de algunas importantes empresas: la Compañía Transmediterránea, de Ferrocarriles del Norte de España y del Hotel Colón de Barcelona. El vicepresidente era José Garí Gimeno, que era además accionista de la Sociedad Española de Carburos Metálicos; de La Seda de Barcelona; de la empresa Pirelli; de Nestlé; de la Unión Salinera de España; de la empresa cementera Asland; del Banco Español de Crédito; y vicepresidente de la Sociedad de Aguas de Barcelona[23].
También formaban parte del Consejo de Administración Amadeo Hurtado Miró, político vinculado a Solidaritat Catalana, Diputado a Cortes por Terrassa, dirigente de la Unión Federal Nacionalista Republicana, y representante de España ante la Sociedad de Naciones. Eugéne Raison Courty, representante de la Societé Civile pour L'Éclairage de Málaga, desde 1925, director general de la compañía, cargo que compatibilizaba con el de director general de la fábrica de Málaga. José Rosich Rubiera, que era hijo de Jean Rosich, que había sido interlocutor del ayuntamiento de Barcelona como apoderado de la Compagnie Centrale en 1876, en la época de Manuel Girona como alcalde de la ciudad[24].
Otros miembros del Consejo de Administración de la Compañía Española de Electricidad y Gas Lebon eran Alfredo Touissant Woirhage, el ingeniero que había puesto en marcha la Central Catalana de Electricidad, fundada en 1896 con capital de la Compagnie Centrale y de La Catalana a partes iguales; Enrique Ucelay Sanz abogado madrileño asesor por entonces de la familia Lebon en España y vinculado a Gas de Granada[25] y Juan Ventosa Calvell Ministro de Hacienda en 1917 representando a la "Lliga Regionalista".
Ventosa era también,
accionista de la Compañía Hispano-Americana de Electricidad
(CHADE) y del Banco Vitalicio de España. Y con Francisco Cambó
y José Garí Gimeno, era prácticamente el propietario
único de Aguas de Barcelona[26].
El Consejo de Administración se completaba con Joaquín Codorniu
Bosch, Víctor Díez Ceballos, Francisco Gambús
Rusca, Guillermo Igaravidez Landrón, Juan Mas Calmet, ejerciendo
como secretario José M0 de Soler Nolla. (cuadro 1)
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A partir de la fundación
de la Compañía Española de Electricidad y Gas Lebon,
la Banca Arnús-Garí se encontraría en una situación
privilegiada en dos campos esenciales: el de la banca de valores y el de
los servicios urbanos. Por una parte, estaba relacionada con otras
instituciones bancarias por parentesco, como con la Banca Arnús,
o con el Banco Hispano Colonial[27]
o por vínculos económicos, como con el Banco de Bilbao, el
Banco de Barcelona y el Sindicato de Banqueros de Barcelona[28].
Por otra, controlaba diversas empresas de infraestructuras, entre las que
ocupaban un lugar destacado las tres ya citadas, la Compañía
Española de Electricidad y Gas Lebon, la Sociedad de Aguas de Barcelona
y la Sociedad Civil para el Alumbrado a Gas de Málaga[29].
Pero antes de controlar el desarrollo de ésta última, debería
superar algunos obstáculos. Uno, el estado económico
de la empresa; otro, ciertos compromisos anteriores adquiridos por Émile
y Théodore Vautier.
La Sociedad Civil para el Alumbrado de Málaga
Se sabe que ya a finales de 1920, se iniciaron los contactos entre la Banca Arnús-Garí y el grupo Vautier para que éste último le vendiese el total de las 4.000 acciones que formaban en aquel momento el capital social de la Sociedad Civil para el Alumbrado de Málaga y le traspasase sus activos consistentes en las instalaciones de esa ciudad. Una primera valoración -y que muy posiblemente respondía a una auditoría realizada por la propia Arnús-Garí- mostró que de los 1.760.000 metros cúbicos que producía anualmente la factoría -1.000.000 para el alumbrado público y 760.000 para el consumo particular- se podía obtener alrededor de 554.000 pesetas brutas al año.
Pero una vez descontados los gastos de producción (330.000 pesetas), quedaba una cifra neta de 224.000 pesetas, a la que se le debía restar la compra de las 4.000 toneladas de carbón anuales que se precisaba para obtener el gas, lo cual hacía subir la cifra de gastos a 200.000 pesetas más, con lo que resultaba que el negocio producía la reducida cifra de 24.000 pesetas anuales de beneficio neto. Si no era claramente deficitario, no se encontraba lejos.
El activo de la empresa (factoría, canalización y utillaje) se valoró en tres millones de pesetas, de las que 1.800.000 correspondieron a la red[30]. Paradójicamente, los beneficios que se consideraban de mayor importancia por parte de la dirección española se encontraban en la venta de algunos subproductos derivados de la destilación del carbón de hulla, brea, sulfato amónico y coque. Éste último, con todo y constituir la partida más importante de los subproductos, tampoco aportaba un beneficio apreciable. Es cierto que el coste de producción de las 2.520 toneladas de coque que se obtenían al año era nulo -ya que era el producto de la destilación del carbón de hulla que precisamente debía producir el gas- pero la ganancia anual ascendía a sólo 1.638 pesetas.
Según esa misma valoración, la empresa llevaba 9 años sin repartir beneficios, lo cual se explica por el escaso peso relativo de la demanda particular y, por contra, por el elevado porcentaje del alumbrado público de esos años respecto al total, a todo lo cual se debe añadir el estado deficitario del ayuntamiento. Si, como se ha dicho, la rentabilidad del negocio se encontraba fuertemente influida por la demanda particular y ésta se retraía, el beneficio sería prácticamente nulo, como efectivamente sucedía.
Con su entrada en el patrimonio financiero de la Banca Arnús-Garí[31], se abría una nueva etapa para la empresa de Málaga, en la que se plantearía una disyuntiva, o se cambiaba de manera drástica su actuación económica y técnica o tendría los días contados. En agosto de 1923 se iniciaron las gestiones y en noviembre, se finalizó la operación de compra de las 4.000 acciones del Gas de Málaga por el precio de 1.040.000 pesetas al grupo Vautier[32].
El segundo obstáculo para los planes de José Garí vino determinado por el hecho de que los administradores de la fábrica, José Ignacio de Sabater, su hermana María y el marido de ésta, Juan Montilla Adán, pretendían continuar en el mismo régimen respecto a la Banca Arnús-Garí que el que les vinculaba a la Societé Civile y consideraban vigente su contrato para la administración de la fábrica de Málaga. Los derechos de éstos ascendían por entonces al 15 por ciento del total de la facturación y José Garí debía conseguir que los Sabater diesen por finalizado su antiguo contrato con la Societé Civile, ya que les veía como el principal escollo para el buen rendimiento del negocio.
Garí mantenía que si la empresa cambiaba de propiedad no había razón para que los contratos anteriores continuasen vigentes; pero los Sabater se encastillaron en que su administración no terminaría hasta 1927, y pedían una importante compensación económica por renunciar a los años que faltaban hasta esa fecha[33]. Para hacer cesar la intervención de los Sabater, Garí propuso a José Ignacio de Sabater un trato: si éste conseguía un monopolio por quince años por parte del ayuntamiento y que el precio del metro cúbico de gas se situase por encima de los 30 céntimos, consideraría la posibilidad de continuar el contrato. En sus negociaciones con el ayuntamiento de Málaga José Ignacio de Sabater obtuvo un precio inferior a los 25 céntimos por metro cúbico y un contrato por diez años que luego quedarían reducidos a seis.
Garí Gimeno ya podía sortear la contrariedad que le suponía la gestión de la familia Sabater. Las condiciones pactadas con el ayuntamiento le daban derecho, según su parecer, a dar por finalizado el contrato de éstos con la Societé Civile. Los buenos oficios de Eugéne Raison -primero administrador de la Societé Civile en Lyon y desde 1925 Director General de la Compañía Española de Electricidad y Gas Lebon- suavizarían las cosas y finalmente José Garí Gimeno y los Sabater llegarían a un acuerdo. El 18 de diciembre de 1923, la Banca Arnús-Garí pagaría a los hermanos Sabater la suma de 250.000 pesetas por la rescisión de su contrato de administración.
Después de unos
años de inversiones intensivas para hacerla rentable, de lo que
se hablará a continuación, la Sociedad para el Alumbrado
de Málaga -como se la denominó a partir de 1924- perdería
su identidad jurídica diferenciada; entretanto, se renovaría
el contrato con el ayuntamiento de Málaga hasta 1929[34]
y en el período 1924-1929, la empresa enderezaría
su situación. Las cifras que presentamos a continuación
demuestran que la época de mayor actividad de la fábrica
de Málaga se concentró en ese corto período.
El movimiento económico de Gas de Málaga entre 1924 y 1936
En el momento de la venta de Gas de Málaga a la Banca Arnús-Garí, la proporción de las cifras de ventas de gas era exactamente la contraria a la deseable. Por esas fechas, la población de la ciudad se encontraba en los 140.000 habitantes, cifra que debía permitir contar con un potencial mercado de gas; pero se sabe que quedaban varios barrios -El Molinillo, Huelín, la Peluza y la Malagueta[35]- a los que no llegaba ese alumbrado. El alumbrado público representaba un 57 por ciento del total de la producción de gas y la mayor parte de los industriales que todavía quedaban en Málaga o bien tenían producción propia de gas o ya habían adaptado sus instalaciones a la electricidad. Las cifras indican que el consumo de gas hubiese podido estar más introducido, pero que éste no era aceptado por la población, síntoma evidente de que no debía cumplir los mínimos necesarios, fuese por precio, por calidad o por la relación entre ambos.
El número de
abonados de 1923, muestra que la proporción de consumidores particulares
era extraordinariamente baja, ya que se encontraba en el 1,5 por ciento
del total de la población (cuadro 2). En otro estudio interno,
se señalaba que las industrias más importantes de la ciudad
-La Industria Malagueña de Martín Larios, La Aurora de Carlos
Larios, el Ferrocarril, las empresas de Briales y Huelín y la plaza
de toros de Heredia- se auto abastecían por medio de gasómetros
propios sumando un total de 2.130 luces. En el mismo estudio
se mostraba la preocupación por el bajo nivel de producción
de gas y se indicaba que esa precaria situación sería fácilmente
remediada con el aumento de la producción: "solamente con prestar
mayor atención y asiduidad a este negocio, y, en especial, aumentando
la producción, los beneficios se triplicarían"[36].
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(pta) |
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1923 |
2.149
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1924 |
2.567
|
418
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2.437
|
996.045
|
46.266
|
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1925 |
5.463
|
2.896
|
2.462
|
25
|
1.306.874
|
104.988
|
1926 |
7.635
|
2.172
|
2.505
|
43
|
849.995
|
147.933
|
1927 |
9.048
|
1.413
|
2.525
|
20
|
1.043.934
|
248.736
|
1928 |
9.668
|
620
|
2.623
|
98
|
1.146.123
|
263.736
|
1929 |
10.390
|
722
|
2.668
|
45
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1.279.108
|
366.716
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Una política de expansión basada en la reinversión intensiva y la realización de importantes mejoras en la estructura del alumbrado público para mejorar las prestaciones del gas[37] dio los frutos esperados: en los siguientes cinco años la producción de gas se duplicaría (figura 1), el número de abonados se multiplicaría por cinco y los beneficios obtenidos permitirían contemplar el panorama con mayor confianza. En todo ello influyó, sin duda, la introducción del gas en el consumo doméstico[38] y la recuperación del consumo de algunas fábricas que hasta entonces se habían auto abastecido. Todos los valores indican, pues, que la situación estaba tomando la dirección adecuada; que la calidad del gas había mejorado y que la proporción entre el alumbrado público y el consumo particular tendía a normalizarse en el sentido inverso al de hasta entonces.
Fuente: FRS.
Memorias correspondientes a los ejercicios 1923-1929 de la Banca Arnús
Garí
En el primer balance de la empresa, de 1924, se dio cuenta de las importantes inversiones realizadas, por lo que los gastos se desglosaron en Agastos normales de producción y gastos de refección de la red y mejora de la fábrica"[39], cuyo efecto más visible fue el escaso beneficio que se pudo obtener, ya que se debía devolver parte de los préstamos recibidos[40] (figura 2). Sin embargo, el ejercicio de 1925 significó un avance tan importante en la trayectoria de la empresa que se pudo repartir un 4 por ciento de dividendo -exactamente el mismo que repartió la Compañía Española de Electricidad y Gas Lebon- después de "remunerar a la Sociedad General de Aguas de Barcelona por su asistencia técnica"[41].
Fuente: FRS.
Memorias correspondientes a los ejercicios 1923-1929 de la Banca Arnús
Garí
En el Balance correspondiente a 1925 se daba cuenta de esa operación crediticia. La Sociedad General de Aguas de Barcelona había transferido a la fábrica de Málaga un millón de pesetas y la Compañía Española de Electricidad y Gas Lebon otras doscientas setenta mil. El siguiente balance, el de 1926, mostraba que la inversión en Málaga por parte de ambas empresas se había incrementado: la Sociedad General de Aguas de Barcelona había subido su ayuda al millón trescientas mil pesetas y la Compañía Española de Electricidad y Gas Lebon a casi ochocientas mil. En el ejercicio de 1927, la deuda de la empresa con la Sociedad General de Aguas de Barcelona figuraba como amortizada, ya que por cuestiones contables se había transferido el soporte económico de Málaga a la Compañía Española de Electricidad y Gas Lebon y ésta última era la única acreedora de la fábrica de Málaga por 429.000 pesetas después de emitir 1.960.000 pesetas en nuevas acciones.
En la memoria del siguiente ejercicio, 1928, se daba cuenta de que se había llevado el alumbrado público hasta "zonas urbanizadas recientemente, particularmente la Ciudad Jardín, donde confiamos obtener provechosos resultados" -lo que explica el relativamente elevado número de faroles instalados ese año- y que se había, además, inaugurado un local-exposición en la calle de Granada para Adar ocasión al público de conocer más y mejor la utilidad del gas y sus diversas aplicaciones"[42] mientras que en la misma memoria se consignaba la preocupación de la empresa por las "condiciones poco remuneradoras" del alumbrado público. Además de permitir repartir un cinco por ciento de dividendo, los beneficios de ese año se mantuvieron similares a los del año anterior, situación que continuó la misma tendencia alcista en el siguiente ejercicio. Como se puede observar, los beneficios de 1929 fueron superiores a los del año anterior, el consumo particular continuó creciendo y, por el contrario, el alumbrado público se mantuvo prácticamente estable respecto al ejercicio precedente.
Aprovechando que esa situación favorable coincidía con la fecha de renovación del contrato con el ayuntamiento de Málaga por diez años más, la Banca Arnús-Garí inició los trámites para liquidar la sociedad, trámites que finalizarían a mediados de 1930 en una operación contable entre patrimonios empresariales. La Compañía Española de Electricidad y Gas Lebon, que en ese momento ya contaba con 7.663 acciones de las 7.920 que constituían el capital social de la Sociedad para el Alumbrado de Málaga declararía que Ano le interesa la subsistencia de dicha entidad" y la Junta General delegó en José Bonet Garí, primo de José Garí Gimeno, la inscripción correspondiente a su anulación en el Registro Mercantil[43]. La Sociedad para el Alumbrado de Málaga perdería su carácter diferenciado pero permanecería bajo el control de la Compañía Española de Electricidad y Gas Lebon y en los posteriores balances recibiría el mismo tratamiento de las otras empresas gasistas del grupo.
Algunas cifras correspondientes a 1935 y 1936 no dejan de mostrar una cierta tendencia a la baja del consumo particular. En 1935, el número de abonados se encontraba en los 9.140, cifra inferior a la de 1928 y el de 1936 todavía descendería más, situándose en los 8.315 abonados. Estas cifras indican que la fábrica de Málaga había llegado a su techo debido a la entrada en firme de la electricidad. Además, el período de crisis generalizada producida por el Acrack" de 1929 debió influir, sin duda, en la marcha general de las instituciones financieras que sustentaban la gestión empresarial. Esta dificultad, combinada con la entrada en el mercado energético de la electricidad y con las condiciones de producción en una economía de guerra del período 1936-39, contribuyeron al estancamiento de la producción de gas en Málaga y que se mantuviese en una situación próxima a la inactividad, lo cual no es sorprendente si se tienen en cuenta los acontecimientos de esos años.
En 1939, después de la Guerra Civil, la empresa de Málaga tomaría la denominación de Gas para el Alumbrado y Suministro, GASUM, S.A. y el año siguiente, 1940, compraría a la Compañía de Electricidad y Gas Lebon la fábrica de gas de Cádiz y las de gas y electricidad de San Fernando y Chiclana[44], en otra operación de carácter especulativo, ya que se sabe que precisamente ese mismo año se intentó reactivar la producción, pero que ante las dificultades de aprovisionamiento de carbón producidas por la posguerra se tuvo que desistir, y que Málaga no volvería a disponer de gas hasta los años setenta[45]. En 1971, se inauguró una fábrica de nueva planta, a la que se incorporaron los adelantos propios de un nuevo sistema de producción que ya no dependía de la hulla, sino de las naftas, y a finales de la misma década, Málaga se integraría en la red de Gas Natural, la empresa que articula actualmente la totalidad del territorio español.
La propia Compañía Española de Electricidad y Gas Lebon también experimentaría cambios importantes en la composición de su capital. En 1964, liquidaría sus negocios eléctricos y cambiaría su nombre por el de Compañía Española de Gas, CEGAS, iniciando también el proceso de integración en el patrimonio de La Catalana, que completaría el año siguiente.
Por su parte, la historia
de la Banca Arnús-Garí termina con el inicio de la Guerra
Civil española. La Arnús-Garí que surgió
en 1939 sería muy distinta de la Arnús-Garí de antes
de la guerra y finalmente, el 1 de julio de 1942, sería absorbida
-junto con los activos formados por las empresas de infraestructuras que
todavía controlaba- por el Banco Español de Crédito[46].
Conclusiones
Hasta la entrada del capital de la Banca Arnús-Garí en la fábrica de gas de Málaga, el desarrollo de la producción y de la red de gas no difirió excesivamente de lo que sucedía en otras ciudades españolas. En Málaga y en la mayoría de ciudades españolas -como la misma capital, Madrid, o como Sevilla[47]- se reprodujeron las condiciones que llevarían a las empresas a una historia de ventas y traspasos, como manifestaciones de un bajo nivel de inversión de capitales, un también bajo volumen de demanda particular y, en consecuencia, un reducido nivel de expansión de las respectivas redes en contraste con la situación que se produjo en Barcelona[48].
El ritmo de reinversión se perfila como uno de los factores decisivos para el éxito de la industria del gas. El desembarco de la Banca Arnús-Garí, en Málaga supuso una rentabilización de las instalaciones: se produjeron mejoras en el proceso de producción de gas, se ampliaron las instalaciones y la red, y como consecuencia de todo ello, el gas adquirió mayor calidad, se hizo atractivo a los consumidores y aumentó la demanda[49].
La demanda particular, el otro factor necesario para el desarrollo de una industria gasista, como se ha indicado, aunque aumentó, no lo hizo por mucho tiempo por dos razones principales: la escasa densidad de la estructura industrial de la ciudad y la entrada de la electricidad en el mercado energético, justamente en la época en que la fábrica de Málaga empezaba a cumplir las expectativas que se pusieron en ella y en consecuencia empezaba a ser rentable.
Su actuación económica en Málaga supuso a la Banca Arnús-Garí dos importantes ventajas. Por una parte, el capital financiero podía controlar ciertas infraestructuras urbanas vitales para el desarrollo de las ciudades, como redes de aguas y redes energéticas. Por otra, al dotar a esas infraestructuras del capital suficiente para que iniciasen un crecimiento continuado, las pondría en situación competitiva, lo que permitiría a la Banca Arnús-Garí gestionar sus valores de manera provechosa.
Durante algunos años, el capital financiero mostró un tipo de comportamiento empresarial capaz de asumir riesgos a corto y medio plazo, propio de una clase social emergente, la burguesía, que no se produjo anteriormente en Málaga, donde el comportamiento económico de sus dirigentes -tanto de los foráneos como de los autóctonos- se mantuvo enraizado en los usos del Antiguo Régimen, uno de cuyos aspectos más relevantes fue su carácter conservador[50].
La gran ganadora en
el sector gasista fue La Catalana, ya que, al absorber las empresas que
hasta entonces habían pertenecido a la Compañía Española
de Electricidad y Gas Lebon, consiguió una situación dominante
en el complejo entramado del sector del gas español, a la que seguiría
pocos años más tarde, la incorporación de la totalidad
de la red de gas del país.
Notas
* Este
trabajo forma parte de una investigación más amplia dirigida
por el Profesor Horacio Capel y financiada por la Fundación Caja
de Madrid cuyo título es: Innovación tecnológica
y comportamientos empresariales en tres ciudades españolas del siglo
XIX: Barcelona, Málaga y Madrid. Estudio comparado.
[27].Con el Banco Hispano Colonial se encontraba emparentado a través de la esposa de Manuel Arnús, Josefina Gayón, que además era cuñada del marqués de Comillas, presidente de ese Banco.
Ficha bibliográfica
ARROYO, M. Banca, infraestructuras urbanas y estrategias empresariales. Actas del 3er Congreso de historia catalano-andaluza, Cataluña y Andalucía, 1898-1939. Barcelona: Ediciones Carena, 2001, p. 297-325. [ISBN: 84-88944-86-1] Reproducido en Scripta Vetera, Revista electrónica de trabajos publicados sobre Geografía y Ciencias Sociales, Universidad de Barcelona, nº 84. <http://www.ub.es/geocrit/sv-84.htm> [ISSN: 1578-0015]