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Scripta Vetera 
EDICIÓN  ELECTRÓNICA DE TRABAJOS PUBLICADOS 
SOBRE GEOGRAFÍA Y CIENCIAS SOCIALES
 
LA PERSPECTIVA GEOGRAFICA EN LA EDAFOLOGIA ESPAÑOLA
 
Pere Sunyer Martín 
 
Reproducido de: Suplementos. Materiales de trabajo intelectual, núm.43, abril, 1994, págs.87-97.
[ISSN 1130-2089]

La Ciencia del Suelo o Edafología es una disciplina relativamente joven. Instituida como tal en 1923 a raíz de la creación de la Asociación Internacional de Ciencia del Suelo tiene como objeto de investigación el estudio del suelo en sus aspectos físico, químico, biológico y geográfico, si bien este último ha sido frecuentemente relegado al olvido, a pesar de su relevancia para la comprensión del suelo en toda su dimensión.

Entre la aparición del interés por el objeto "suelo" y la ciencia ocupada de él medió un largo intervalo de tiempo. Lo mismo cabe decir en lo referente al propio concepto de suelo, el que guiaba en una primera etapa las investigaciones en torno a este objeto y el que se definió en el momento de constitución de la Edafología. Entre ambos hubo un proceso evolutivo en el que la aportación de diversas disciplinas científicas ya instituidas y que contenían el suelo dentro de su campo de interés fue crucial. La fisiología vegetal, la química agrícola, la geología -agrícola-, la agronomía, la dasonomía, fueron aportando cada una de ellas desde su propia perspectiva ideas de la propia tradición de la disciplina, hipótesis, métodos de investigación y análisis que poco a poco, influyéndose mutuamente cada una de estas líneas de aproximación, crearon lo que hoy conocemos como "suelo" y la necesidad de considerar la institución de un nuevo campo de conocimiento científico.

Fue, en definitiva, un largo proceso de definición de un objeto de estudio y de institución de una nueva disciplina y de una comunidad científica, en el que la geografía jugó un papel de destacadísima importancia.

La consideración geográfica del estudio de los suelos ha estado de hecho patente en la obra de naturalistas, de geólogos, de los ingenieros de montes, de minas y agrónomos, sin duda debido en gran parte a las propias características de este objeto. El suelo, tal como lo definió V.V.Dokuchev en 1883, es una entidad natural independiente y diferente de las rocas. Sus límites poco precisos entre lo orgánico y lo inorgánico, con la atmósfera, hidrosfera, geosfera y biosfera: diferente de ellos y a la vez imbuido y penetrado por todos ellos, le convierten en un objeto singular. Por otro lado, la edafosfera es el cuerpo natural con mayor continuidad y extensión superficial, y es por lo tanto, tal como lo definió E.Huguet del Villar, un objeto enteramente indisociable del complejo geográfico.

La perspectiva geográfica tuvo una considerable influencia en el desarrollo de la Ciencia del Suelo en España. Ello la sitúa en una posición más próxima a la geografía de lo que sus respectivos objetos pueden hacer creer; existe una mutua interrelación: no sólo es la edafología una ciencia "conexa" a la geografía(1), sino que también es la geografía una ciencia "conexa" a la edafología.

En este artículo, que tiene su origen en mis investigaciones acerca del origen y desarrollo de la ciencia del suelo en España(2), pretendemos aproximarnos por un lado a esa raíz geográfica de la edafología española, y por otro, mostrar la necesidad que actualmente existe de potenciar de nuevo este enfoque en nuestro país, no sólo por sus aplicaciones teóricas y prácticas a la organización del territorio, sino también para un mayor y mejor conocimiento de los procesos que se dan en el suelo y de sus relaciones con otros elementos que componen el factor geográfico.

Influencia del clima en la distribucón geográfica de los suelos

En 1902 Emile Ramman, un químico e ingeniero de montes alemán, publicó el primero de una serie de artículos dedicado a los suelos de Europa occidental, resultado de un viaje de reconocimiento que llevó a cabo durante los años anteriores por los países de esta parte del continente(3). Este primer artículo estaba dedicado a la península Ibérica y en él esboza en un mapa de carácter esquemático los tipos de suelos que en ella se encontraban aplicando los principios de zonalidad marcados por la escuela rusa de V.V.Dokuchev.

"Zonalidad" es un concepto eminentemente geográfico y se basa en la idea de la directa influencia que ejerce el clima sobre la evolución de los suelos y sus características diferenciadoras; influencia que domina sobre cualesquiera otros factores como por ejemplo la composición geológica del substrato. Así, siguiendo la secuencia latitudinal de norte a sur de las zonas climáticas del globo, se hallarían: suelos cenicientos (podzol), suelos pardos (introducidos en la secuencia por E.Ramman), suelos negros (chernozem), y suelos rojos. Los suelos salinos (solonchak o solonetz) que incluye Ramman en el mapa corresponderían a suelos intrazonales, esto es, suelos afectados por condiciones locales. Esta progresión y estas categorías debían hallarse sin duda alguna en todos los países del mundo. Se trataba de la primera clasificación de tipos de suelos de valor universal que tuvo una gran influencia sobre todas aquellas otras que se realizaron.

El mapa de Rammann era, pese a su esquematismo el primer mapa de suelos de la península Ibérica desde el sentido moderno del concepto de suelo y basado en observaciones de carácter geográfico, lo que supuso un enorme salto adelante frente a otros estudios que se estaban llevando a cabo en España, que analizaban física y químicamente los suelos pero que no los entendían bajo la unidad del "tipo". Así y todo cabe matizar y señalar algunas cosas. Primero, que el estudio realizado por Ramman no se basaba en análisis de muestras, sino que eran meros exámenes fenológicos. Segundo, el mapa que presentó era el primero realizado desde una consideración geográfica de la península y alejado de su utilidad productiva, agrícola o forestal, siguiendo en ello la escuela rusa; el suelo pasaba a ser considerado como cuerpo natural y de este modo debía ser estudiado. Finalmente, la aportación de Ramman no dejaba de tener cierta dificultad en su aplicación, pues las características del relieve de Rusia y de gran parte de Europa Oriental son bastante disímiles de las condiciones orográficas de la península Ibérica, y que por tanto el concepto de zonalidad aplicado a la Península debía ser revisado al intervenir factores locales en su caracterización.

A pesar de todo ello el artículo de Ramman tuvo una gran influencia sobre todo el desarrollo posterior de la naciente edafología española. En nuestro país se dió a conocer un año después a través de un comentario bibliográfico del geólogo Salvador Calderón y Arana en el Boletín de la Real Sociedad Española de Historia Natural(4), sin embargo los conceptos empleados por el químico alemán distaban todavía de ser entendidos por el ilustre geólogo, como por ejemplo el de "zonalidad" o el de "suelo". Calderón redujo esta contribución a la mera influencia del suelo -considerado como formación geológica- sobre la distribución de las plantas, y añadiendo que no aportaba gran cosa a lo ya explicado en los trabajos geobotánicos de Moritz Willkomm(5). Otros autores más próximos a las ciencias naturales y a la geografía recogieron las ideas del artículo de Ramman y trabajaron en la profundización del conocimiento de los suelos con la ayuda de otro concepto que estaba adquiriendo relevancia en la geografía: el concepto de "región natural".

La región natural

El concepto de "región natural" fue incorporado a la geografía moderna por el historiador y geógrafo francés Paul Vidal de la Blache. Concepto plenamente geográfico responde a un hecho observado tradicionalmente por el hombre por el cual una porción de la superficie terrestre se distingue de cualquier otra, por la conjunción o disposición de los elementos naturales, como el clima, el substrato geológico, el tipo de vegetación y su suelo, y por la acción antrópica. Nombres como La Mancha, Tierra de Campos, el Bierzo, la Cerdaña hacen referencia a él.

Dentro de la región natural se valoraba el suelo como resultante de la acción del clima, del relieve y de los factores bióticos -incluido entre ellos la acción humana- sobre el substrato geológico, en un sentido plenamente moderno. El estudio de los terrenos desde el punto de vista de la geología agrícola, ciencia antecesora de la edafología, ya había servido a Eugène Risler en su Géologie Agricole (1883) para caracterizar las diversas regiones francesas, siendo un claro precedente de la obra de De la Blache. A todo ello hay que añadir la importancia que se concedía en los estudios de geografía botánica, iniciados en España a principios del siglo XIX, al clima y el suelo como factores determinantes de la distribución de las plantas sobre la superficie terrestre, aunque se entendía que actuaban de modo diferente, pues mientras que el clima influía a nivel general, el suelo lo hacía a nivel local.

El concepto de región natural sirvió de pretexto a algunos autores españoles para abordar el estudio de los suelos, utilizándolos como elemento integrador y diferenciador de las regiones. Entre ellos tenemos, por ejemplo al agrónomo, naturalista, y antropólogo Luis de Hoyos Sainz (1868-1951), y al también naturalista Juan Dantín Cereceda.

Para Luis de Hoyos Sainz(6) delimitar las diferentes "regiones naturales", el "país", o "zona agrícola" debía ser uno de los principales pasos necesarios de la agrología española. En este sentido, entendía, era preciso fijar los "tipos geológicos" u originarios que en relación con otros factores como el clima las configuraban. Se debían definir los "tipos de suelos" existentes, no ya únicamente ejemplares aislados y clasificados a partir de ciertos componentes como se había acostumbrado a hacer para descubrir la utilidad agrícola de las tierras, pues considera que la aproximación física y geológica al conocimiento y al establecimiento de una tipología de suelos podía ser mucho más efectiva que la química basada en algunos de sus caracteres.

Para este fin y apoyándose en los estudios de pedología realizados por el Departamento de Agricultura de Estados Unidos, y el Laboratorio für Bodenkunde de Alemania redactó un cuestionario de geología y meteorología agrícolas que debía ser distribuido por el Consejo Provincial de Agricultura y Ganadería de Toledo y a partir del cual se podían establecer ciertas unidades iniciales de estudio.

Hoyos Sainz en sus estudios sobre la riqueza agrícola de España publicados hacia 1920 pese a hacer referencia a aquellas regiones naturales del país reconocidas ya tradicionalmente trabaja con las denominadas "regiones agronómicas" diseñadas por el Servicio Agronómico para las que poseía información estadística, esto es, entidades administrativas agrupadas bajo tres criterios: geológico, climático y humano. A las primeras las llama "unidades analíticas o fundamentales", mientras que a las segundas las titula "sintéticas o extensivas".

Las ideas de Hoyos Sainz tuvieron en el naturalista Juan Dantín Cereceda un buen seguidor. Este recogió las ideas acerca de la importancia de la geología agrícola y desarrolló con una mayor profundidad el concepto de suelo, vinculándolo al de región natural y con él a la geografía.

Suelos y región natural

Dantín Cereceda (1881-1944) dedicó unos cuantos años de su vida científica al estudio de los suelos. Su aportación a este campo puede valorarse desde una doble faceta: primero, desde el vínculo patente entre el concepto de región natural y el de suelo; segundo, desde la continuidad de la línea establecida por Ramman a principios del siglo XX.

El problema de la definición de región natural y su aplicación a la península Ibérica le ocupó varias de sus publicaciones(7). No obstante, es en su artículo Concepto de la región natural en Geografía en donde con mayor atención lo aborda. En él tras una primera reflexión sobre la importancia de este concepto en la Geografía moderna, considera que el fin principal de esta ciencia es "concretar la región natural tomando por base y principio fundamental director, la unidad terrestre que dan, a un mismo tiempo, la geología y morfología del territorio". El relieve, el clima, la flora y la fauna intervienen en su caracterización, aunque en un grado diferente cada uno de ellos. Existe una jerarquía en cuya base se hallan las condiciones geológicas del substrato y el clima. Del primero se derivan los rasgos potenciales del relieve; del segundo, el tipo de actuación sobre el substrato y, en consecuencia, un modelado determinado. A su vez, éste incidirá en los trazos locales del clima. El factor biótico incide también sobre los dos primeros agentes, pero localmente.

Todos estos elementos y factores no actúan de un modo aislado. Existe una reciprocidad en su acción de tal forma que la alteración de uno de ellos conlleva "no ya la de todo el sistema en que interviene, sino la de cada uno de los restantes individualmente". Hay, pues, dos principios básicos que gobiernan la región natural: primero, el de correspondencia mutua entre los elementos que entran a componerla; segundo, el de coordinación entre las variaciones de un elemento mismo. Los seres vivos también responden, al igual que el relieve y el clima, a estos principios, sin embargo su acción se supedita a estos dos

"Todo ser vivo (planta o animal) no es, en el momento presente, más que la forma circunstancial en que se concreta, durante un tiempo dado, la especie viva como resultado de la tensión de esfuerzos en su relación con el medio"(8).

Por esta razón, los seres vivos reflejan, más que cualquier otro elemento, la fisionomía de la propia región natural, siendo fiel expresión del estadio evolutivo en que ésta se encuentra. Pero no cada ser vivo individualmente, sino en su relación con los otros seres, en sus asociaciones florística y faunística. De ahí el sentido que tienen disciplinas como la geografía botánica y agrícola

"Cuando se asocian las plantas para cubrir o poblar un país, aún siendo distintos sistemáticamente y reconociendo su diversidad de origen, adquieren una tonalidad general (...) y en consonancia con el medio se organizan en una fisiología común, ya para resistir la sequía (...), ya para soportar o sobreponerse a cualquier otra influencia"(9)

El papel del geógrafo es, en este sentido, cabal pues sólo a partir de la comprensión de estas interrelaciones entre los diversos elementos puede aprehender el concepto de región natural desde una perspectiva, ante todo, dinámica. Y es que la región natural no es más que un estadio, final, de la correspondencia y la coordinación de los diferentes elementos que la componen; es "el resultado de un conflicto entre los principios físicos y biológicos que gobiernan el mundo, con todas sus sumas e interferencias".

Es desde este punto de vista por el que cabe interpretar, dice, los nombres con que designa "el vulgo, en contacto con las realidades naturales" las diversas comarcas y regiones de un país, y es también desde esta comprensión geográfica de la realidad natural de la región que Dantín abordó el estudio de los suelos, como resultado de la interacción de los diversos agentes que conforman la región natural.

Los suelos de la península Ibérica

El suelo es para Dantín Cereceda el "hijo" de las manifestaciones del clima en su actuación sobre el substrato geológico. Y junto a aquel es, retomando así una de las ideas básicas de la geografía botánica, uno de los elementos que influyen en la distribución geográfica de las plantas. Este vínculo entre clima y tipo de suelo permite aproximarnos, nuevamente, a las ideas de Ramman respecto la distribución de los suelos peninsulares.

Los estudios de suelos de Dantín Cereceda, algunos de ellos realizados junto al también naturalista Eduardo Hernández Pacheco, responden a la concepción zonal de la escuela rusa. Publicó a lo largo de su dedicación a estos temas un único mapa de suelos de la península Ibérica, editado en dos de sus obras Dry-farming. Cultivo de las tierras de secano en las comarcas áridas de España (1916), y en la colección de manuales dirigida por Hoyos Sainz "Catálogos del Agricultor y del Ganadero" en el título Formación de la tierra laborable (1921). Desafortunadamente era un mapa esquemático pero con algo más de detalle que el elaborado por Ramman catorce años antes. No obstante no representa los suelos del norte y noroeste peninsular dedicando su atención a los de la llamada Iberia seca. Asímismo dedicó gran interés al estudio de las tierras negras del sur peninsular y del entonces protectorado español de Marruecos e hizo algunos estudios relativos a la formación de costras, calizas y ferruginosas, en climas áridos(10)

En todos sus estudios el clima es el principal factor diferenciador de los suelos, tanto actuales como pasados. En este sentido, es elocuente que el mapa de suelos de Dantín esté precedido en las dos publicaciones en que apareció, de un mapa en el que divide la Península en dos partes, una lluviosa, con una pluviometría anual superior a los 600 mm, y una seca, inferior a 600 mm y generalmente situada en torno a los 400 mm. Ello le permite una primera clasificación en dos tipos principales, tierras húmedas y humíferas, al norte y noroeste peninsular, y tierras rojas mediterráneas entre las que se incluye las tierras negras del sur.

La precipitación y la temperatura explican los procesos de formación de unos y otros suelos. Así, la existencia de una abundante precipitación determina la presencia de suelos arcillosos y humíferos, distinguidos por su color oscuro, su riqueza en arcillas y humus carbonoso. Todo ello condicionaba, entre otras cosas, siempre según su opinión, la diferenciación entre lo que todavía llama suelo y subsuelo, lo cual no sucedía en la Iberia seca(11). Por su lado, los suelos rojos son las tierras dominantes de las regiones áridas de la Península, y entre ellos señala tres variedades: los rojos arenosos, producto de la descomposición "más mecánica que química" de las rocas cristalinas que componen gran parte de los sistemas montañosos que atraviesan las mesetas y que incluyen grandes extensiones de la meseta septentrional; los suelos rojos arcillosos, procedentes de la decalcificación de las rocas y la posterior rubefacción de los compuestos férricos, y entre los que se encuentran los aluviones antiguos de las terrazas cuaternarias y los limos rojos diluviales del cuaternario; finalmente, los suelos esteparios salinos cuya salinidad la explica por la aridez del clima, y por procesos de nitrificación que convirtieron los primitivos carbonatos en nitro, salitre u otras sales nitrogenadas. En los suelos de la España seca la homogeneidad del suelo y del subsuelo permite, según Dantín, la infiltración de las aguas superficiales y la aparición de fenómenos de capilaridad.

La influencia climática es constante tanto en los tiempos actuales, como lo fue en el pasado. Los estudios de tierras negras del sur peninsular y del norte de Marruecos le permiten hablar de una progresiva aridificación del clima. Estos estudios realizados en parte junto a Eduardo Hernández Pacheco le llevan a suponer unas condiciones climáticas más húmedas que las actuales, con abundante vegetación. Este proceso de progresiva aridez conduce a la transformación de antiguas tierras negras en tierras rojas, debido a la presencia actual de otras condiciones de precipitación y temperatura y en consecuencia de otro tipo de fenómenos(12).

Dantín Cereceda introdujo en nuestro país varias nociones de interés, la primera de ellas la existencia de "tipos de suelos" distribuidos geográficamente en función de las condiciones climáticas de cada región. Incorporó con ello una visión dinámica de la formación de los suelos: éstos tienen un pasado, un presente y un futuro, se forman y transforman continuamente. Para él, sin embargo, fue de nuevo la utilidad agrícola del uso de las tierras el hilo conductor que le permitía entender los tipos de suelos y sus procesos, pareciendo incluso que sólo existen para él suelos agrícolas. Por otro lado el empleo de ciertos términos como "suelo" y "subsuelo", su explicación de la formación de costras calizas y ferruginosas y su estudio a partir de cortes estratigráficos de gran profundidad nos muestra todavía el fuerte antecedente de la ciencia del suelo en la geología, o más concretamente en la agrología. No obstante, es importante señalar el énfasis que este autor puso en el vínculo entre los suelos y su distribución geográfica: son las condiciones geográficas las que permiten la diferenciación y formación de los diversos suelos.

Este naturalista no volvió a ocuparse del estudio de los suelos salvo cortas referencias a ellos en alguna de sus obras como por ejemplo su Ensayo acerca de las regiones naturales de España (1922). Así y todo la línea seguida por Cereceda la hallamos posteriormente en los trabajos realizados por los ingenieros de montes, quienes basándose en la idea de zonalidad presentaron en el I Congreso Internacional de Selvicultura (Roma, 1926)(13) el primer mapa, sensu stricto, de suelos de la península Ibérica, en colores y a una escala aproximada de 1:5.000.000, precedida como era esperar de un mapa termopluviométrico a la misma escala. Este mapa presentado por el ingeniero Fernando Baró y Zorrilla lo podemos considerar como el punto culminante del enfoque iniciado por Ramman y que recoge el tradicional interés de este cuerpo por el estudio de los suelos.

Paralelamente a ellos otro científico procedente de la geografía estaba desarrollando próximo a su interés por la geografía botánica un enfoque que habría de ser novedoso en el estudio de los suelos de la Península. Se trata de Emilio Huguet del Villar de quien trataremos en el próximo apartado.
 

La introducción de la Ciencia del Suelo en España

La perspectiva geográfica en el estudio de los suelos adquirió su mayor auge durante los años de introducción e institución de la Ciencia del Suelo en nuestro país y tuvo en la personalidad científica de Emilio Huguet del Villar su máximo exponente. Podríamos considerar a este autor como sucesor y a la vez renovador de los trabajos realizados hasta el momento por los ingenieros de montes al efectuar gran parte de sus estudios como especialista en suelos en el Instituto Forestal de Investigaciones y Experiencias(14). La trayectoria científica de este naturalista y geógrafo ha sido estudiada por varios autores(15), contrariamente su aportación a la edafología española, si bien ha sido reconocida, no ha sido seguida con el detenimiento que requiere(16).

Emilio Huguet del Villar y Serratacó (1871-1951) tuvo una formación científica alejada de las instituciones de enseñanza superior habituales como escuelas técnicas superiores o la Universidad, siendo en gran medida un autodidacta, y si bien contó con la ayuda de eminentes profesores como es el caso de Eduardo Reyes Prósper en botánica, le supuso serios inconvenientes para acceder a los círculos científicos españoles de la época.

Su primer campo de atención en el ámbito de la ciencia fue la geografía, disciplina en la que prontamente adquirió renombre convirtiéndose en un renovador de ella en España. Sus conceptos clave, como "factor geográfico", "valor ecético", "lococonexión", permiten explicar en cierta medida su línea en esta disciplina; conceptos que evocan dinámica y complejidad de esta ciencia natural y social del espacio terrestre.

Del concepto y de su interés por el "factor geográfico" derivó hacia el estudio de las plantas en su sentido geográfico botánico, ciencia de la que llegó a ser un verdadero especialista. De la Geobotánica pasó a interesarse por el estudio de los suelos, derivación lógica si se entiende la íntima relación existente ya no sólo entre plantas individuales, sino de las asociaciones vegetales con respecto el suelo en donde crecen, o bien en el paralelismo existente entre sucesiones vegetales y el tipo de suelos que forman.

Huguet del Villar llegó a la edafología ya en plena madurez científica y vital. A sus cincuenta años, ya experto en geobotánica pudo participar en el I Congreso Internacional de Geobotánica de Suiza, en 1923, y el año siguiente en la IV Conferencia Internacional de Pedología de Roma(17). Su participación en tal conferencia, la primera celebrada tras la creación de la Asociación Internacional de Ciencia del Suelo, fue debida en un principio por su vinculación con el estudio de las plantas. Este hecho explica que su comunicación titulada Nomenclatura de los suelos desde el punto de vista de la presión osmótica, fuese incluida en la VI Comisión ocupada del "Estudio de la fisiología vegetal en relación con la edafología", creada en última instancia a petición de varios asistentes a las reuniones preparatorias del Congreso.

Como participante de la Conferencia y tras ella, se le encomendó la tarea de organizar en España el colectivo que habría de colaborar con él para avanzar en la Comisión en que participó. No obstante, la falta en nuestro país de estudios en cualesquiera de las otras comisiones le obligó a generalizar la gestión a todas ellas. Se creó, de esta manera, la Comisión de Edafología y Geobotánica, el primer intento por instituir ambos estudios en España. Formaban parte de ella ingenieros agrónomos y de montes, siendo su secretario Emilio Huguet del Villar.

En aquellos años, 1925, Huguet se incorporó a instancias del director de la Estación Agronómica Central, Guillermo de Quintanilla, a este centro iniciando en ella sus investigaciones sobre suelos. Posteriormente, el gobierno decidió unificar el Servicio Agronómico y el de Montes (el Instituto Forestal) bajo un único mando, el agrónomo, denominándolo Instituto de Investigaciones y Experiencias Agronómicas y Forestales (1926) que duró poco tiempo. El pobre funcionamiento de este Instituto decidió a los ingenieros de montes acabar con él, pasando a denominarse Instituto Forestal de Investigaciones y Experiencias, dirigido por Octavio Elorrieta. A éste pasó a trabajar Huguet del Villar, iniciando su colaboración con los ingenieros de montes en Geobotánica y Edafología. En cuanto a la Comisión de Edafología y Geobotánica, de hecho, nunca llegó a funcionar. Al año de haberse decretado su fundación Huguet se lamentaba de la inexistencia de unos reglamentos y, en definitiva, que era él el único que publicaba resultados. Es de suponer que los conflictos derivados de la creación del Instituto de Investigaciones y Experiencias entre los cuerpos de montes y agrónomos, debió frustrar todas las expectativas de la Comisión.

Emilio Huguet protagonizó otro intento de institución de la edafología en España, esta vez con el apoyo de la Junta de Ciències Naturals de Barcelona, de la Generalitat de Catalunya, y en particular del entonces presidente Francesc Macià. Se trataba de la creación del Instituto Mediterráneo de Suelos, organismo internacional dependiente de la Asociación Internacional de Ciencia del Suelo que debía ubicarse en Barcelona y destinado al estudio de los suelos de la región mediterránea. Huguet fue el presidente de esta subcomisión y director del Instituto Mediterráneo durante los pocos años que duró.

Este Instituto volvió a ser un frustrado intento de institución de la Ciencia del Suelo en España. Motivos políticos, científicos e institucionales ocasionaron su desaparición(18).

La dedicación al estudio de los suelos de la Península y del norte de Africa requería un gran esfuerzo: primero, una labor de estudio y recogida de muestras de suelos; segundo, elaborar una nomenclatura y una sistemática de suelos que permitiesen ubicar los tipos mediterráneos resultantes; finalmente, elaborar una cartografía de los suelos del área estudiada. El modo como Huguet abordó esta ardua labor sólo puede entenderse a través de su evolución científica, en la que su formación geográfica y los conceptos por él creados juegan un importante papel, y a ellos dedicaremos unas líneas.

Características del factor geográfico de la Península

Durante la época de mayor dedicación a la geografía, uno de los temas que más le preocupaban era lo que él denominó "ecética". De la raíz griega "oiketos" (habitable), ecética era aquella parte de la geografía referente al conocimiento de la capacidad de un territorio para sostener a sus habitantes, un concepto asimilable a lo que hoy podríamos llamar capacidad ecológica de una región o territorio(19).

El valor ecético de un territorio es relativo a la capacidad cultural y técnica del hombre para transformar y hacer producir ese espacio en el que habita, y varía, en consecuencia, en función de las necesidades de esa sociedad y de su capacidad para extraer en cada momento su máximo rendimiento. La ecética de un territorio depende también en gran medida de lo que Huguet denomina "factor geográfico", es decir, un concepto referido a las características naturales de una región, definidas principalmente por el clima y el suelo. Un buen conocimiento del factor geográfico puede ayudar a una sociedad a utilizar del mejor modo y a extraer el mayor valor ecético posible. Huguet se aproximó al conocimiento del factor geográfico de la Península a través del estudio de la vegetación, en primer lugar, pues ello le proporcionaba información acerca de las características del clima del país y de su factor edáfico. Posteriormente sería el estudio de los suelos, entendido como entidad natural que refleja fielmente no únicamente las características del clima, sino también del substrato geológico y de la vegetación que sobre ellos crecen, los que le aproximarían con mayor precisión a este "factor geográfico". La península Ibérica representaba para Huguet, en este sentido, un vasto campo de interés geográfico: por la variedad de sus condiciones naturales y por haber sido, desde el punto de vista geográfico, poco estudiada.

La división de la península en Iberia húmeda e Iberia seca con las características térmicas y pluviométricas que les son propias, junto a un profundo conocimiento de la vegetación de ambas partes, le permiten afirmar que en el tercio superior aproximadamente, la Iberia húmeda, el tipo de vegetación que en ella habita es mesofita, mientras que en los dos tercios restantes corresponden a lo que el geobotánico alemán Schimper denominó "prototipo de clima de monte", es decir, vegetación xerófita, principalmente leñosa y cuyas especies dominantes suelen ser "Pinus", "Quercus" y "Juniperus". Todo lo que escapaba a estas tres clases eran degeneraciones de la vegetación natural del país, a excepción hecha de aquellos "enclaves edáficos especialmente húmedos" que albergaba lo que hoy se conoce como vegetación de ribera.

Este conocimiento del "factor geográfico" le permite entender, por ejemplo, en el caso de la agricultura, las técnicas agrícolas desarrolladas en un clima tan árido como el de la península como aquellas tan criticadas como el barbecho o el secano con barbecho; o bien, le permite afirmar la relevancia que podrían tener, y de hecho tienen, los cultivos leñosos frente al presunto valor cerealícola de las tierras españolas; o asimismo, le permite valorar positivamente el esfuerzo realizado por el Servicio Agronómico del Estado desde su creación por tratar de aumentar, consiguiéndolo, la producción agrícola del campo español, sobre todo del cereal, logro que en países más propios para este cultivo como las estepas rusas, las praderas norteamericanas o las tierras negras argentinas, no habían llevado a cabo.

Tres son las principales conclusiones a las que llega Huguet del Villar en su análisis del factor geográfico de la Península: en primer lugar, acabar con el proceso de deforestación, paso inevitable a fin de preservar el factor geográfico; segundo, adaptar los cultivos a las condiciones geográficas del país, lo cual representaría elevar la producción agrícola y aumentar las rentas; y en tercer lugar, conocer el factor geográfico a fondo lo cual se lograría, en su opinión, imponiendo el estudio de la geografía a todos los niveles

"Es necesario descuajar el error arraigadísimo en España, aún entre personas de competencia en otros ramos, de que en todos los medios geográficos se pueden obtener con los mismos procedimientos los mismos resultados. La Geografía existe, y creo indispensable introducirla en todas las escuelas de ingenieros con aplicación a la especialidad de cada una"(20)

Los estudios de geobotánica y edafología de Huguet del Villar cabe entenderlos como una maduración de su concepto de geografía: dos herramientas que le permiten aproximarse al conocimiento del potencial natural de una región y poder trazar así las líneas de progreso más acordes con ella.

Primeros intentos de sistemática de suelos

La propuesta de Hermann Stremme a Huguet del Villar en 1926 para que colaborase en los estudios de la V Comisión de la Asociación Internacional de Ciencia del Suelo, encaminados a la formación del mapa de suelos de Europa, condujo a nuestro naturalista a dedicarse a la edafología. Su primera actuación en este sentido fue conocer qué ideas se tenían en el ámbito internacional de los suelos españoles, lo cual las presenta en su artículo España en el mapa internacional de suelos(21). La península Ibérica tenía una gran importancia estratégica para los edafólogos y naturalistas en general, pues por su situación geográfica y por sus características morfológicas, asemejable a un pequeño continente, ha sido considerada como una zona de tránsito entre múltiples variedades climáticas, principalmente entre las regiones mesófitas propias de la Europa media y nórdica, a la xerófita de climas euromediterráneos y norteafricanos. Por otro lado, los suelos peninsulares, tanto agrícolas como forestales, estaban mucho mejor conservados que los de otros países europeos, por lo que podían estudiarse ya en su estado original, ya en su evolución con el cultivo o la deforestación.

En el artículo citado Huguet del Villar hace unas reflexiones acerca del desconocimiento generalizado de los suelos del área mediterránea frente a los del norte de Europa, propiciado por una visión apriorística y de falta de detenimiento en el estudio de la realidad natural mediterránea dentro de la cual se incluye la Península. A ello había que añadir su crítica general a las clasificaciones de suelos hasta el momento empleadas así como de su nomenclatura: los agentes que influían en la formación de los suelos, aquellos que definían su posición geográfica, aquellos determinados por sus características geobotánicas, por el color y otros factores, no eran criterios válidos para establecer una sistemática de suelos objetiva y universal; por otro lado, las clasificaciones en vigor no estaban preparadas para incorporar los suelos mediterráneos.

Por todo ello, Huguet decidió abordar directamente toda esta cuestión. Ayudado inicialmente por el húngaro Pietr Treitz, uno de los pioneros de la edafología internacional, quien vino a España en 1926 y que guió a Huguet en el empleo de los métodos de análisis internacionales, como secretario de la Comisión de Edafología y Geobotánica y especialista en ambos temas del Instituto Forestal de Investigaciones y Experiencias, viajó por la Península estudiando y recogiendo muestras de suelos y de vegetación. Todo ello le permitió en 1929 publicar una primera serie de estudios titulado Suelos de España. 1a serie de estudios, 1928-29, y ya en vistas al Congreso de Moscú y publicado por el Instituto Forestal aparecería Les sols mediterranées étudiés en Espagne (1930) junto al texto completo de Suelos de España. Todo ello lo complementaría con su primer tratado de esta ciencia titulado El suelo (1931), el primero, además, de esta ciencia en castellano y en el que se encuentra su primera clasificación de suelos.

No fueron estos los intentos iniciales de hacer una clasificación de suelos. Ya con anterioridad había ensayado diversos parámetros que entendía como claves para la clasificación de suelos, como por ejemplo la presión osmótica de los jugos capilares(22), o el concepto de "reacción del suelo" y su medición a través de la concentración de iones de hidrógeno, o pH. Ambos fenómenos tenían su geografía pues guardaban relación con el tipo de clima (húmedo o seco) y de substrato (calizo o silíceo) del lugar. Sin embargo, años más tarde(23) advertiría que si bien existía una cierta relación, no había que buscar paralelismos entre estos parámetros con el clima, el terreno y la vegetación existente, pues podía inducir a errores; pH y presión osmótica de los jugos capilares eran dos factores a considerar, sobre todo el primero de ellos, mas no tenían valor tipológico.

Huguet en sus estudios posteriores a 1926 utilizó en una primera aproximación la clásica división geográfica de la Península en Iberia seca y húmeda, influido seguramente por sus conocimientos de geobotánica y por la utilización del pH en sus investigaciones, pero rápidamente adoptaría otros criterios que consideraba más válidos. Primero, trató de hacer una clasificación de suelos para la Península basándose en la idea de suelo como entidad viva y que evoluciona. Para ello adoptó de Vilenski el término de "serie", en vez del de "tipo" para referirse a un suelo determinado. Segundo, incorporó en su clasificación la distinción de la sistemática de C.F.Marbut para los suelos de Estados Unidos, de "pedalfers" y "pedocals", esto es respectívamente, suelos con riqueza de sesquióxidos de aluminio y hierro, y suelos ricos en carbonatos. Tercero, en relación con las ideas anteriores, se basó en los caracteres de los propios suelos, a partir de los métodos aceptados por la Asociación Internacional, para clasificarlos. En este sentido, cada suelo habría de seguir en condiciones óptimas una evolución determinada o "series" evolutivas y es a partir de ellas que se había de distinguir cada suelo. De este modo establece seis divisiones: serie turbosa, sialítica, alítica, caliza, alcalina, y aluvial. A todo ello añade datos acerca de la situación del perfil, por ejemplo, su estado evolutivo (prematuro, maduro, póstumo) y la etapa en que se encuentra (esquelética -en las fases prematura o póstuma de los suelos-, oropédica -en suelos de montaña- agropédica -en suelos cultivados-, etc.).

A lo largo de su trayectoria como edafólogo fue modificando esta primera clasificación conforme lo iban haciendo los criterios de la Asociación Internacional, o bien por la mayor madurez que él mismo iba adquiriendo en sus investigaciones. Estos cambios respondían a la idea que tenía este naturalista de una clasificación: una herramienta abierta a las tendencias de la investigación, en pos de una mayor objetividad. Como resultado de estos primeros diez años de dedicación al estudio de los suelos españoles fue su obra Los suelos de la península Luso-ibérica (1937) que incorporaba entre otras cosas una cartografía de suelos, según su propia clasificación y teniendo en cuenta los métodos analíticos establecidos por la Asociación Internacional.

La última modificación de su sistema la expondría póstumamente en dos publicaciones, en un artículo de las Memoires de la Société des Sciences Naturelles du Maroc, y en Geo-edafología(24), sistema que todavía estaría ultimando pocos meses antes de su deceso.

De la geo-edafología a la geografía

Geo-edafología(25) fue la última aportación de Huguet del Villar al estudio de los suelos, un tratado completo de edafología que hoy podría entenderse como el complemento teórico de su obra anterior Los suelos de la península Lusoibérica (1937). Puede considerarse como la réplica de este naturalista a las tendencias que en los años cuarenta estaba adquiriendo la edafología en España, liderada por el Instituto Español de Edafología creado en 1942 por el farmacéutico y químico José María Albareda Herrera(26), en un intento por recuperar lo que consideraba la esencia de esta ciencia, es decir, "el estudio del suelo como entidad natural y miembro del complejo geográfico"(27). Decepcionado ante el rumbo que estaba adquiriendo el estudio de los suelos, detenidos en investigaciones sobre el quimismo de los suelos y el estudio de los coloides, en lo que podría calificarse más como química de suelos que como edafología, Huguet vuelve con su obra póstuma a vindicar este vínculo entre la ciencia del suelo y la geografía. Huguet creía que era en la V Comisión de la Asociación Internacional de Ciencia del Suelo dedicada a "Nomenclatura y Cartografía de Suelos", y en la que estuvo trabajando desde sus inicios, la que mejor recogía la idea de lo que debía ser la edafología, y a la que las otras comisiones, de análisis químico, físico y biológico del suelo, debían contribuir.

Así pues, define "geo-edafología" como

"Lo más esencial y fundamental del conjunto de estudios que pueden englobarse legítimamente bajo la denominación de Edafología: de igual modo que la botánica lo es para cuanto refiere al estudio teórico o aplicaciones prácticas del mundo vegetal, y la zoología del mundo animal. Todo este estudio teórico práctico que no se asiente sobre esta base carecería de fundamento sólido"(28)

Con este tratado nuestro naturalista parece cerrar el círculo de su evolución científica.

Geo-edafología no significaba utilizar la geografía como base de una clasificación. Tampoco significaba que los factores geográficos no hubiesen de tenerse en cuenta. Al contrario, en un artículo escrito en la Revue de Géographie Marocaine unos años antes escribe:

"Si donc les sols ne se trouvent pas classifiés eux-mèmes par des expressions indiquant leur distribution géographique, cela ne veut pas dire qu'il n'y ait une géographie des sols, les embrassant tous dans n'importe quel estade et en rapport avec leurs caractères objectifs (...). La distribution géographique des sols est une résultante de celle des facteurs pédogeniques. Ces facteurs son ainsi des phènomènes naturals ayant chacun sa géographie. Donc, la typologie et la géographie des sols, tout en étant des choses diffèrents, doivent ètre liées par des rapports nettament établis"(29)

Una clasificación había de cumplir, en su opinión, con cuatro principios: ser objetiva, de valor universal, sencilla y asequible, y detenerse en un cierto tipo de división. Objetiva, pues se había de basar en los caracteres del suelo revelados por los análisis químicos del método internacional, de cada uno de los horizontes que componen el perfil; universal, pues habían de recogerse todos los procesos que podían darse en los suelos y tener cabida en ellos una enorme variedad de suelos; sencilla, tanto sistemáticamente, como por la definición de sus grupos; finalmente debía detenerse en un cierto grado de división, permitiendo que el avance de las investigaciones sobre suelos permitiese ampliar sus grupos. Huguet trató de cumplir con estos cuatro puntos en todas las propuestas de clasificación que expusiera en sus obras, y ello mediante dos normas: basarse en las propias características del perfil definidas a partir del empleo de los análisis químicos y físicos establecidos internacionalmente; y de selección de datos que tuviesen valor tipológico.

Sin embargo, lo importante de las clasificaciones existentes no radicaba para este naturalista en los nombres asignados a los suelos sino en la posibilidad de establecer comparaciones y paralelismos entre ellas, siendo éste el único medio para ensanchar los límites del conocimiento, lo cual sólo podría conseguirse uniformizando los métodos empleados por cada investigador. Critica en este sentido a aquellos investigadores que faltos de criterio, faltos a la verdad y al escepticismo que deben rodear la actividad científica, caían en el error de sobrevalorar las aportaciones de reconocidos centros de investigación que no aceptaban o no habían asumido los métodos establecidos por la Asociación Internacional de Ciencia del Suelo. En su opinión, las instituciones actuaban como coerción del pensamiento individual frente al colectivo al estar afectadas por lo que denomina "coeficiente de retraso", esto es, la inercia de los organismos para aceptar las novedades científicas, perpetuando el error y la rutina(30).

Huguet prefirió utilizar el término de "geo-edafología" para designar aquella parte de la ciencia del suelo ocupada de lo que él creía la esencia de esta disciplina, la clasificación y geografía de los suelos, y alertaba contra aquellos que amparándose en la aplicación práctica de estos estudios, como los agrólogos o los químicos y físicoquímicos, desfiguraban la realidad natural del suelo. Los primeros al seguir considerando el suelo dividido en suelo y subsuelo; los segundos, al tratar de considerar el suelo desde el único punto de vista del dato, otorgándole valor de tipo generalizándolo a todo el perfil y a toda una región.

Geo-edafología era algo más que el retorno a la geografía, significaba una propuesta alternativa o la recuperación del sentido original en el conocimiento del suelo, desde la integridad de todo su perfil, en consideración de su evolución, y en su relación con los otros elementos de la naturaleza, entre ellos el hombre como principal agente perturbador de su estructura. Era nuevamente un concepto geográfico el que le permitía darle al estudio de los suelos su más amplio sentido: el concepto de "ecética". El aspecto ecético de la geo-edafología era uno de los objetivos que tenía previsto abordar y que su deceso impidió que desarrollara(31). Se trataba, en definitiva, de buscar un equilibrio entre esta necesidad del hombre de explotar el suelo para obtener su sustento y el proceso de degeneración de éstos que se inicia con la destrucción de su cubierta vegetal.

Los estudios de suelos de Huguet del Villar fueron apoyados por el Instituto Forestal de Investigaciones y Experiencias y por el entonces director Octavio Elorrieta, tal como reconoce explícitamente Huguet en Geo-edafología, y sería este Instituto el que con un criterio próximo al de este naturalista, holístico, trató de proseguir los estudios de suelos. De entre ellos cabe mencionar al ingeniero Nicolás de Isasa en quien el propio Huguet veía un posible continuador(32).

La perspectiva geográfica del estudio de los suelos en España tuvo en Huguet del Villar su máximo exponente y ha sido desde su fallecimiento en 1951 una rama poco desarrollada. El propio Instituto de Edafología relegó este enfoque a un último término, dedicando un mayor esfuerzo al estudio químico y físicoquímico del suelo y de sus componentes perdiendo la visión integrada de este cuerpo natural que otorga la geografía edafológica.

Albareda(33) calificaba a los estudios llevados a cabo en el Instituto como la orientación "científica pura" de la edafología, diferente del sentido aplicado de los agrónomos, o de los ingenieros de montes. La obra de Huguet del Villar la incluía dentro de esta vertiente "aplicada" de la Ciencia del Suelo y no con el amplio sentido que hoy llamaríamos "ecológico e integral" de estos estudios y que pretendía este autor: el suelo en su relación con los demás objetos de la naturaleza.

Por su lado, Huguet del Villar valoraba los trabajos del Instituto por su importancia en el avance de la química coloidal, la físico-química, la química biológica etc. en nuestro país, pero no por su relevancia en la edafología. Asímismo, los estudios de geografía de suelos realizados dentro del Instituto por José M.Albareda, Angel Hoyos, Lorenzo Vilas, Tomás Alvira(34) , los criticó Huguet por su parcialidad tanto en en el empleo de datos de supuesto valor tipológico como en el reducido número de muestras tomadas y analizadas, que además eran interpretados de un modo generalizador para toda una región administrativa, y consecuentemente, sin el menor sentido de lo geográfico.

A pesar de estos estudios geográficos del Instituto y a medida que iba madurando éste, fue perdiéndose cualquier interés por él. Así, entre los investigadores que trabajaban a mediados de la década de 1960 en el Instituto sólo hallamos un geógrafo frente a numerosos químicos y farmacéuticos y de miembros procedentes de otras especialidades(35).

A lo largo de estas páginas hemos tratado de presentar la importancia que el enfoque geográfico tuvo en la percepción del suelo como un elemento fundamental en la interpretación del mundo natural, percepción que algunos han intentado remontar hasta uno de los considerados padres de la Geografía moderna, Alexander von Humboldt, y que en España tuvo su paralelo en las obras de Francisco J.de Caldas y Simón de R.Clemente.

La perspectiva geográfica del estudio de los suelos sigue siendo, hoy en día, un campo poco trabajado, a pesar de la relevancia que podría este tener ya en estudios integrados del medio natural, como dato para conocer el estado de salud del medio, ya en sus aplicaciones a la agricultura y la explotación del monte, ya en su utilidad para la planificación del territorio. Y del mismo modo que otras disciplinas de las ciencias naturales, como la biología, la geología o la agronomía no perdieron ni han perdido con la institución de la edafología su interés por esta ciencia, del mismo modo la geografía debiera recuperar esta herramienta que es el estudio de los suelos, ciencia que la aproxima aún más a un conocimiento completo de la naturaleza y del hombre.

NOTAS
 

1. Cruz Caravaca y Hernando Costa, Mundo Científico, vol.VII, núm.74,pp.1080-82

2. Tesis Doctoral presentada en junio de 1993 con el título La configuración de la Ciencia del Suelo en España (1750-1950). La delimitación de un nuevo objeto de estudio y el proceso de institución de una nueva comunidad científica, dirigida por el Dr.H.Capel Sáez

3. E.Ramman, Zeit.Gesellch.Erdk., Berlín, 1902, pp.165-68

4. S.Calderón, Bol.R.Soc.Esp.H.Nat., vol.III, 1903, p.127

5. Heinrich Moritz Willkomm fue un naturalista alemán que tuvo una considerable influencia en el desarrollo de la botánica y de la geografía botánica en España. Las obras a las que se refería S.Calderón eran Die Strand- und Steppengebiete der Iberische Halbinsel (1852) y Grundzüge der Pflanzenvearbreitung auf der Iberischen Halbinsel (1896). Descubrió a los ojos de la botánica española las que denominó "estepas", y que entre otras cosas significaba dar relevancia a la influencia de las características químicas del suelo sobre la plantas.

6. Luis de Hoyos Sainz naturalista, agrónomo, antropólogo se dedicó con interés a las cuestiones agrícolas fruto de lo cual legó una de las Bibliotecas Agrícolas de divulgación más relevantes de la agronomía española contemporánea. Su preocupación por la geología agrícola, patente ya desde 1908 en sus escritos, y ciencia antecesora de la edafología, no pudo materializarse en su prometida Geología Agrícola que debía haber sido un revulsivo en la pedología española de principios de siglo. En lo referente a sus estudios regionales hemos incluido algunos de sus trabajos en la bibliografía.

7. "El concepto de la región natural en Geografía", Boletín de la Real Sociedad Española de Historia Natural, vol.XIII, 1913, pp.507-14; Ensayo acerca de las regiones naturales de la península Ibérica (1922); Regiones naturales de España (1943).

8. Boletín de la Real Sociedad Española de Historia Natural, vol.XIII, 1913, pág.512

9. Boletín de la Real Sociedad Española de Historia Natural, vol.XIII, pp.512-13

10. Ver al respecto en bibliografía final, Dantín Cereceda, Trabajos del Museo Nacional de Ciencias Naturales, serie geológica núm.13, 1915; Boletín de la Real Sociedad Española de Historia Natural, vol.XVI, 1916; Bol.R.Soc.E.H.Nat., vol.XVII, 1917; Boletín de la Real Sociedad Española de Historia Natural, vol.XVIII, 1918.

11. Dantín Cereceda (1916)

12. Dantín Cereceda (1918)

13. F.Baró y Zorrilla, Rapportes du I Congres International de Sylviculture, 1927, págs.70-126

14. Parece probable, y esto son suposiciones, que él no partió de la nada ni sin ayuda alguna, como parece desprenderse de sus escritos. En todo caso, si bien hay dudas sobre su supuesta solitaria labor, es cierto que incorporó los métodos internacionales de análisis y recogida de muestras, hasta el momento tan poco normalizadas.

15. Ver J.Martí Henneberg, 1984; M.Estrada, 1981; O.Bolós, 1951.

16. En este artículo nos limitaremos al aspecto eminentemente geográfico de su obra, parte de lo que con mayor detalle desarrollé en mi Tesis Doctoral.

17. Su asistencia a ambos encuentros internacionales fue debida a la pensión otorgada por el Museu de Ciències Naturals, organismo dependiente de la Junta de Ciències Naturals de Barcelona, en donde se incorporó poco tiempo antes merced a la gestión hecha por Pius Font Quer.

18. Sobre la introducción e institución de la Ciencia del suelo en España, dediqué un amplio capítulo en mi Tesis Doctoral, en el que la fundación del Instituto Mediterráneo de Suelos es parte fundamental.

19. Recordemos, simplemente, que la raíz griega de "ecética" es la misma de "ecumene" (oikumene) relativa a la tierra habitada o universo conocido del hombre, y que es, de hecho, próximo a "oikos" (casa) que forma el neologismo "ecología". El naturalista Edward Clements, de quien Huguet tomó gran parte de la terminología que aplicó en su geobotánica,utilizó empleó un término muy próximo a éste.

Sobre el concepto de "ecética" ver Huguet del Villar, Estudio, núms.16-19, 1914; Huguet del Villar, Archivo geográfico de la península Ibérica, 1916; Huguet de Villar, 1921. Algunos autores como J.Martí (1984), M.Estrada (1981), han tratado de aproximarse con mayor detenimiento al concepto de ecética de Huguet del Villar.

20. E.Huguet del Villar, 1921, pág.209

21. E.Huguet del Villar, Boletín de Agricultura Técnica y Económica, 1927, 27 págs.

22. En ello siguió a G.Gola en Studi sui rapporti tra la distribuzione delle piante e la constituzione fisico-chimica del suolo (1905); Saggio di una teoria osmotica dell'edafismo (1910), citados por H.del Villar, 1925.

23. E.Huguet del Villar, 1933

24. El artículo de la publicaión marroquí se titulaba "Méthode de classification et d'analyse des sols". Por su lado Geo-edafología no vería la luz hasta 1983, treinta años más tarde, en una edición preparada por Jordi Martí Henneberg.

25. Finalizada en 1950 y publicada póstumamente en 1983.

26. Huguet del Villar responde con Geo-edafología a las obras de J.M.Albareda, El suelo. Estudio físico-químico y biológico de su formación y constitución (1940), y de J.M.Albareda y Angel Hoyos de Castro, Edafología, (1948). Manteniendo una pequeña polémica con ciertas afirmaciones de estos autores vertidas en esta última obra. Huguet del Villar, exiliado en Marruecos desde 1937, nunca fue tenido en cuenta dentro del Instituto de Edafología ni personal, ni científicamente. No deja de ser curioso que la única obra citada de él en ambos libros datara de 1931, prescindiendo de toda su aportación posterior. Huguet fue considerado desde el Instituto como un predecesor no de la edafología "pura", sino de la edafología "aplicada", principalmente al ámbito forestal, una división que Albareda parecía tener muy clara tal como descuella en sus obras. El poder que Albareda tuvo a nivel científico en los años posteriores a la guerra civil se manifiesta en el hecho de haber sido él el impulsor del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, y a la vez su secretario general.

27. E.Huguet del Villar, [1950], 1983, p.18

28. E.Huguet del Villar, [1950], 1983, p.21

29. Op.cit., année XXII, marzo de 1938, p.7

30. Huguet del Villar, Geo-Crítica, núm.45, junio, 1983, págs.19-39. Entre estos centros en este trabajo habla del Bureau of Soils del Departamento de Agricultura de Estados Unidos (U.S.D.A.), el centro agronómico de Rothamsted, y el de Versalles. También el Instituto de Edafología Español se mostraba reacio, pese a su entonces reciente creación, a adoptar los métodos establecidos internacionalmente, como expresa Huguet en alguna de sus cartas, pero quizás lo más grave es el rechazo contínuo del Instituto español a considerar trabajos que el propio Huguet venía realizando desde 1926, aceptando de otro lado estudios poco minuciosos y rigurosos sobre suelos del propio país de investigadores extranjeros.

31. Así lo manifiesta en su último escrito El estado actual de la edafología: la realidad y el ideal, publicado póstumamente también en la colección Geocrítica, núm.45,junio, 1983. Este artículo probablemente sea el último capítulo de Geo-edafología, no obstante, como explica J.Martí la diferente numeración de las hojas del manuscrito de ambos trabajos y su contenido autónomo llevó a publicarlos separadamente.

32. Así lo expresa en su carta a Martín Bolaños, 28 de marzo de 1950 (Ab Intestato H.del Villar)

33. Albareda, Soiedad Geográfica Nacional, Sec.Ciencia del suelo, 1935; Albareda, 1951; Albareda, Discurso inaugural del curso 1956-57. Leído en 14 de noviembre de 1956, Real Academia de Ciencias Exactas , Físicas y Naturales, 1956, 20 págs.

34. Ver Albareda, EstudiosGeográficos, vol.IV, mayo, 1943, págs.255-66; Albareda, Gutiérrez, Revista de la Universidad de Madrid, vol.II, fasc.V., farmacia, 1942, págs.3-21; Albareda, Hoyos de Castro, 1948; Albareda, Albira, Arévalo, Anales de Edafología, Ecología y Fisiología Vegetal, vol.XIV y XV, 1955-56; Alvira, Anales de Edafología, Ecología y Fisiología Vegetal, vol.III, 1945, págs.203-49

35. Puede verse al respecto el último capítulo de mi Tesis Doctoral, titulado "Introducción e Institución de la Ciencia del Suelo en España"

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Este trabajo ha sido realizado dentro del Proyecto de Investigación de la C.I.C.Y.T. PB 91-0247



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