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Scripta Vetera 
EDICIÓN  ELECTRÓNICA DE TRABAJOS PUBLICADOS  
SOBRE GEOGRAFÍA Y CIENCIAS SOCIALES 
Universidad de Barcelona 
ISSN: 1578-0015

 

CAPITAL INDUSTRIAL Y CAMBIOS REGIONALES A ESCALA MUNDIAL

Gerardo Mario de Jong
Universidad Nacional de Comahue

El presente artículo ha sido publicado por Realidad Económica, de frecuencia quincenal, órgano académico del Instituto Argentino para el Desarrollo Económico (IADE), pudiendo ser libremente reproducido, previa acreditación de los presentes datos.

Capital industrial y cambios regionales a escala mundial (Resumen)

El presente trabajo revisa aspectos relacionados con la falsa transición del feudalismo al capitalismo industrial surgido en el norte de Europa, a la vez que intenta poner en evidencia que, en general, la mirada europeo céntrica con que se ha analizado ese proceso adolece de cierta falta de información con respecto al nacimiento de la industria en el siglo VI y de las relaciones mercantiles que explican el surgimiento de la industria en las vecindades regionales del Mar del Norte y el Báltico, en forma totalmente desvinculada de la crisis del sistema feudal en los siglos XIV y XV. El documento cierra con las evidentes manifestaciones actuales de cambios en la estructura productiva capitalista, que se verifican en ese ámbito y que muestran, a su vez, el conflicto estructural que emerge de una sobre valoración del rol de capital financiero. La confrontación entre los procesos conceptualmente enriquecidos, arriba señalados, y los cambios que están acaeciendo en la actual crisis estructural del sistema, encuentren en la confrontación de procesos, del pasado y del presente, ciertas enseñanzas muy útiles.


Introducción

El título alude a ciertos cambios producidos a escala mundial cuya interpretación corre por caminos diferentes a los que por mucho tiempo fueron transitados por el pensamiento que emergió de los pensadores que aceptaron una única versión histórica del falso tránsito del feudalismo al capitalismo industrial, en un todo coherente con la ciencia que ha sido funcional al mundo de poder que el capitalismo industrial construyó en torno al Atlántico Norte. Ahora, cuando ese mundo cae vertiginosamente envuelto en sus propias contradicciones, nuevas formas de reflexionar acerca de la historia económica y geográfica del mundo surgen con cierta espontaneidad en las mentes de quienes observamos los cambios en curso. Obviamente, eso implica revisar los procesos que la historia registra y que dieron lugar a las actuales contradicciones. La búsqueda apunta a la necesidad de elaborar una cierta mirada prospectiva hacia el mundo que viene, en el que nuestra sociedad buscará su inserción o que, como mínimo, condicionará con mayor o menor fuerza las posibilidades futuras de nuestra sociedad. Las reflexiones que aquí se tratan intentan aportar una mirada distinta a la ya “establecida” sobre el tránsito del feudalismo al capitalismo, en aquello relativo al surgimiento de la industria y su proyección el desarrollo del capitalismo industrial y, de los cambios regionales acaecidos en esos procesos en cuanto al peso relativo de distintas regiones a la escala del mundo.

Como el relato que aquí se expone obliga al lector a proseguir un camino distinto al del conocimiento “instituido” y “aceptado” por el grueso de los científicos sociales formados a la luz de la “ciencia oficial” del “occidente” establecido en torno al Atlántico Norte, el desarrollo de estas ideas se inicia con una guía de los cambios que se abordarán:

  1. Breve comentario acerca de las razones que impulsaron la decadencia del modo de producción esclavista en el imperio romano, con un desarrollo incipiente del capital mercantil acorde con las viejas rutinas mercantiles cuyos orígenes se remontan a unos 5.000 años antes del presente (existen muchos ejemplos bíblicos al respecto), a partir de la revolución agrícola. Crisis del modo de producción esclavista y surgimiento, por defecto, del modo de producción feudal, el cual implica una nueva forma de esclavitud de la fuerza de trabajo.
  2. Transición hacia un desarrollo capitalista mercantil en Bizancio entre los siglos VI y XII, basado en campesinos libres que comercian con los “empresarios” mercantiles del sistema de ciudades del imperio y que pagan tributos al Estado. Desarrollo paralelo de un incipiente capital industrial basado en industrias de la seda y del papel, principalmente. El centro del sistema está constituido por Asia Menor, Grecia, Siria, Palestina y Egipto. La periferia la constituyen Rusia, Balcanes, Cáucaso, Península Arábica, Ceilán, Sicilia, centro y sur de Italia, Este y Norte de África.
  3. Transferencia de la figura de la mercancía, que supone la reproducción sistemática de bienes, desde Bizancio-Turquía hacia el Norte de Europa, a partir del desarrollo de la industria textil principalmente. Consolidación del capital industrial desde el siglo XIII al siglo XVII en el centro del sistema creado en torno a Flandes, Brabante y Holanda (dos provincias). La periferia del sistema la constituye Inglaterra, Irlanda, Francia, Italia, Alemania, Escandinavia, Norte de Polonia, Novgorod y principado de Moscú.
  4. Sobre la base del desarrollo del capital industrialmente diferenciado en las regiones señaladas en 3, surge la revolución industrial que tiene como centro a Inglaterra, Francia, los Países Bajos, Italia, Alemania y EEUU. La periferia del sistema quedó constituida por el resto del mundo.
  5. La decadencia de la primacía económica y política del los países que fueron el centro de la revolución industrial, parece alumbrar un cambio en el sistema capitalista (desarrollo del capital industrial diferenciado tecnológicamente) y, eventualmente, un cambio de sistema (alternativa posible según el método de planificación que se aplique y el nivel correspondiente de equidad política). El centro del sistema ya se ha trasladado, en cuanto al sistema productivo y a su capacidad financiera asociada, desde el Atlántico Norte hacia Asia del Este y América Latina.


La actual mirada científica eurocéntrica

Ante todo, es necesario aclarar que los cambios a que alude el título del presente documento afectaron la modalidad de funcionamiento y el peso relativo de diferentes regiones en el mundo, lo cual no excluye que esos cambios tuvieron como origen transformaciones estructurales de y en los modos de producción y que los mismos afectaron de una u otra manera a todas las regiones del mundo.

La historiografía europea, de neto corte imperial, nos acostumbró a pensar que de un olmo podían salir peras. Así como que también del modo de producción feudal, que había surgido del esclavismo decadente, revolución cristiana de por medio, podía surgir la industria y, posteriormente, la revolución industrial que impulsó la dinámica de la base material burguesa, caso único ya que el resto de las numerosas regiones en el mundo que se caracterizaron por diversas formas de feudalismo no desencadenaron revoluciones industriales. Al respecto de esta supuesta originalidad europea occidental, E. Hobsbawn dice:

… solo sucedió tal en una región muy concreta del globo, en Europa occidental y parte del área mediterránea. […] El capitalismo triunfó plenamente en una [de las regiones del mundo en que hubo feudalismo], y sólo una parte del mundo, y esta región transformó luego el resto del planeta.[1]

Los europeos de cultura occidental contaron con la ventaja de que, por mucho tiempo, las regiones sometidas a las interpretaciones históricas de los poderes mundiales, aceptaron acríticamente esa versión, así como que la expansión del capitalismo mercantil en el mundo la instalaron ellos como hazaña propia (sobre todo en América y en el extremo oriente). Tan fuerte inculcaron esa versión que hasta algunos aceptaron como verdad que la riqueza que robaron en América fue el fruto del intercambio mercantil.

Queda claro que no previeron que ellos mismos se convencerían de la justicia de sus argumentos, hecho que los llevó a pensar que no era importante entender las contradicciones vigentes en el modo de producción a los efectos de prever futuros cambios que sobrevendrían inexorablemente. España y Portugal pagaron caro que sus economías quedaran atrapadas en esa modalidad de apropiación de las riquezas de América, particularmente cuando el desarrollo del capitalismo industrial en el norte de Europa los dejó de lado en la construcción de esa nueva modalidad de apropiación de excedentes. La generación de riqueza siguió caminos muy diferentes al de la mera apropiación de las riquezas americanas de oro y plata (principalmente).


Verdades y mitos en el tránsito del feudalismo al capitalismo industrial

Desde la consolidación del origen de la producción industrial (figura industrial de la mercancía[2]) en Corinto, Sicilia y Asia Menor en el siglo VII, acompañado por el comercio de productos de base agrícola generado por campesinos libres en Asia Menor, Siria y Egipto, ambos constituyentes de la base material del imperio Bizantino, no se había dado un cambio tan tremendo en el modo de producción capitalista. Todas las crisis anteriores, las que incluyen la recesión de 1930, resultan juegos de niños frente a los hechos del presente. En ninguna otra estaba comprometida la estructura del sistema ya que siempre se dieron alternativas para superarlas. Ahora la crisis es estructural.

Pasó el tiempo, y el embrión industrial bizantino dio lugar siete siglos después (XVIII) al surgimiento del “en ese entonces” nuevo capitalismo que fue “oficialmente” diferenciado como industrial en Flandes (primera mitad del siglo XVII), Inglaterra (segunda mitad del siglo XVII) y Francia (siglo XVIII). En ese sentido, los siglos XVI y XVII constituyen la manifestación evidente de la transición y transmisión en el desarrollo de la capacidad de apropiar excedentes, a escala mundial, desde el cercano oriente hacia el norte de Europa.

Luego, ese capital diferenciado como industrial, con el apoyo de la innovación que introdujeron los procesos mecánicos de producción en los siglos XVIII y XIX y, con el aporte de un uso más eficiente de la energía, la producción industrial tecnológica y científicamente sostenida devino en lo que se ha dado en llamar “la revolución industrial”. Esa potenciación productiva, encuadrada en la ya mencionada figura industrial de la mercancía, implicó la organización del poder y de las distintas regiones del mundo en torno a la apropiación de las materias primas (organización colonial del mundo) que debían abastecer a esa máquina productiva en expansión, a la vez que estimulaba el control de las áreas de influencia mercantil para la colocación de la producción industrial. Ambas áreas (de apropiación de materias primas y de mercados) se tendían a superponer bajo el control y el poder hegemónico que fueron consolidando las potencias del Atlántico Norte. En los siglos XVII, XVIII y XIX se consolidó el traspaso del poder mundial desde el Este de Europa (los Balcanes, Asia Menor y las adyacencias de las regiones así nominadas), hacia el Atlántico Norte (Europa Occidental y América del Norte).

Desde esos siglos XV y el XVI, donde se verificaron los cambios comentados, no se han iniciado hasta el presente otros similares a escala mundial de una magnitud similar a la que actualmente se encuentra en curso. La transición hacia un nuevo modo de reproducción de excedentes ya ha comenzado. La fecha del consenso de Washington es el punto de partida, por defecto, de una transición que tomará buena parte del siglo XXI, como mínimo. El poder a escala mundial comenzó a ser transferido territorialmente a las sociedades avanzadas de Asia del Oeste y hacia América Latina en segundo término, el que se consolidará durante el transcurso de ese siglo. Las acciones militares por parte de los socios del Atlántico Norte en los Balcanes, Irak, Afganistán y Libia son fruto de la desesperación.

Hacia el segundo siglo del Imperio Romano se instaló progresivamente, en el antiguo modo de producción clásico esclavista, la crisis estructural que devendría en su colapso. No fue posible aumentar la producción, esto es, la riqueza, una vez que el comercio llegó a un cierto límite en su capacidad de generar excedentes, al cual concurrió un conjunto de situaciones derivadas de la participación de los romanos libres en el ejército durante la época de la república y las guerras del primer siglo del Imperio.

El orden instituido por Roma en el mundo conocido pareció eterno a sus contemporáneos, tanto como aún ahora nos puede parecer eterno el mundo emergente de la revolución industrial, con sus relaciones de poder. El feudalismo fue, todo lo indica, la derivación no planificada que produjo la inercia del esclavismo decadente. Obviamente que, en este contexto, no podía surgir la producción del tipo de conocimiento regional requerido para una transformación hacia una nueva modalidad industrial de generar mercancías, esto es, aquella que tropezaría con una estructura que la sociedad degradaba hacia un modo de producción, también de base agrícola, tan inequitativo como el esclavista: el feudal.

El feudalismo de Europa occidental surgió de la desintegración de un imperio, desintegración que jamás fue total, ni siquiera ‘de jure’. El mito del imperio romano suministraba una cierta coherencia cultural e incluso legal al área. La cristiandad servía como un conjunto de parámetros en el seno de los cuales tenía lugar la actividad social. Europa feudal era [a la sazón] una ‘civilización’, pero no un sistema mundial.[3]

Dentro de esa tradición, los problemas se comenzaron a resolver por la improvisación que imponían los hechos. Más aún, luego de mil años de feudalismo, una nueva crisis terminal del modo de producción hacia el que derivó el colapso de la base material de la sociedad romana esclavista, se perfiló hacia el siglo XIV, momento en que surgirían cambios estructurales en el norte de Europa.


Bizancio: estructura agraria, capital mercantil y prolegómenos de la industria

Es necesario remarcar que, paralelamente al proceso relatado en forma muy sucinta que había sucedido en Europa Occidental, el ámbito griego del Imperio Bizantino mantuvo una conexión con los orígenes clásicos que no sufrió discontinuidades y que, de alguna manera, trasmitió su mirada sabia, filosófica y no tan pragmática, al entorno inmediato de las sociedades que integraron el imperio.

Es necesario recordar que el imperio romano de oriente resultó como consecuencia de conflictos políticos, que estaban fuertemente influenciados por los procesos relatados en el punto anterior, el cual había encontrado la forma de mantener una dinámica económica que siguió generando riqueza.

El emperador Constantino fundó la “nueva Roma” en el año 330, a partir de la ya existente pequeña ciudad de Bizancio, mientras que los hijos del emperador Teodosio dividieron definitivamente el Imperio Romano en el año 395, el de Oriente con capital en Constatinopla (Arcadio) y el de Occidente con capital en Roma (Honorio). No obstante, el segundo desapareció prontamente a manos de Odoacro, mientras que el primero se consolidó y se prolongó durante mil años (que en realidad fueron ochocientos en lo que a su base material se refiere).

Las condiciones históricas que expandieron la acumulación mercantil y que dieron lugar al origen de la industria entre los siglos VI y VIII en ciertas regiones bizantinas (Oeste de Asia y Balcanes), tuvieron un papel trascendental, junto con la producción agraria y la artesanal, en la generación de importantes volúmenes de excedentes. La primera tuvo mucha importancia material e ideológica y, las segundas, constituyeron la base de los grandes flujos comerciales, internos preferentemente. Artesanías e industria producían bienes de mayor valor y menor volumen por unidad. El conjunto, con las particulares relaciones sociales de la producción agrícola en manos de campesinos libres que manejaban su propia tierra, fueron la base de los excedentes extraordinarios que caracterizaron a la economía del imperio hasta 1204, aunque por razones que se mencionarán los terratenientes fueron aumentando su presencia y su poder, a la vez que los campesinos nunca desaparecieron ya que para el Estado eran vitales. Hacia los últimos 200 años imperiales,

El campesinado libre debió su larga supervivencia exclusivamente al interés del Estado, […], a pesar de su precaria situación y al continuo peligro que se veía expuesta su independencia por el endeudamiento producido por las malas cosechas o las cargas fiscales.” […] La existencia de este estamento social tuvo gran importancia, tanto para la estabilidad económica como para la capacidad de resistencia política del Estado.[4]

Las condiciones políticas, económicas, culturales y sociales que produjeron la consolidación de Imperio de Oriente, como tal, fueron muchas. Entre ellas es necesario remarcar la enorme importancia de las tres patas de la organización política e ideológica. Contra lo que dice una parte importante de la bibliografía occidental, el sistema de sucesión imperial distaba mucho de la concepción hereditaria de la sucesión del gobernante propia de occidente, más autoritaria y elitista. En ese sentido, supieron aprovechar la efímera experiencia romana iniciada con la tetrarquía, por la que el emperador designaba al heredero que concebía como el más apto para desempeñar el cargo. Si algo salía mal, todavía existía la opción de intentar el derrocamiento. Si el postulante tenía éxito, éste no le pertenecía, sino que lo había logrado por designio divino, religión cristiana de por medio. Obviamente todo el proceso estaba preñado de subjetividad y favoritismo.

Aquí es donde esta concepción superestructural se manifiesta emparentada con la ideológica. La unidad de las creencias cristianas eliminó la existencia de un dios o cosmovisión adecuada para cada gusto u objetivo propio de las religiones monoteístas: el cristianismo se transformó en el código ideológico imperial. Esto, obviamente, sería muy largo de desarrollar aquí y excedería los alcances de este trabajo, pero es interesante como esta concepción cristiana teñía al conjunto imperial, aún en regiones relativamente periféricas. Así, un historiador rumano dice:

Desde el punto de vista religioso, los rumanos permanecieron unidos a Bizancio y tuvieron la estructura organizacional de la Iglesia al sur del Danubio, aún después del gran cisma de 1054 [separación de la iglesia primitiva, que permaneció Ortodoxa, por parte de la Iglesia Católica].[5]

En el ámbito cultural también se consolidó una tercera pata que retroalimentaba a las otras dos: la capacidad de analizar y conocer el todo del “oikumene” en general y del imperio en particular. Un hecho trascendental fue la creación de la primera universidad del mundo: en 340 Constancio II creó la primera[6] cuando fundó la de Constantinopla como centro destinado a propagar y mantener la cultura griega, a la vez que formar a los integrantes del estrato social de dirigentes y administradores imperiales. Fue reformada por Teodosio II en 425 y su nombre correcto fue Pandidakterion (didáctica de la totalidad). En ella se enseñaba filosofía, matemáticas, astronomía, gramática, retórica, derecho y medicina. La universidad constaba de grandes salones de conferencias (aulas), donde enseñaban sus 31 profesores. A ello se sumaba la biblioteca que fue tan importante como la de Alejandría. Fundamentalmente, la sólida base material encontró un correlato en el esfuerzo por conocer, el que sostuvo desde ese ángulo la generación de la riqueza que caracterizó al imperio (más allá de sus muchas crisis políticas), muy diferente a la del decadente modo de producción esclavista de occidente.

Mientras en la parte romana del imperio, a partir del siglo III, los terratenientes volvían a sus tierras ante el colapso de la vida urbana y sometían a sus ex-esclavos a servidumbre (porque ya no se podían hacer cargo de ellos), en la parte helénica del imperio los campesinos libres, para producir y comerciar, aseguraban con sus tributos una base material al estado creado por Constantino. El campesinado, poseedor de sus tierras en forma consuetudinaria, pudo generar excedentes que hicieron posible el mantenimiento de la sociedad urbana de la época.

Sin embargo, un estudio más profundo de los códigos de Teodosio V, de las Novelas (+) (Novellae Leges) de Justiniano y, muy recientemente, de los papiros de la vida de los santos, ha probado de manera bastante clara que hubo en el imperio aldeas habitadas por campesinos libres, tenedores de tierras, y en una época antigua, bienes rurales comunales. En el imperio bizantino existió, al lado de la servidumbre, una pequeña propiedad campesina y comunidades libres.

(+) refiere a los decretos escritos en griego de Justiniano posteriores a 534 –última parte de su obra legislativa-, en particular aquellos que abordan las cuestiones rurales relativas al campesinado libre.[7]

Posiblemente, pese a su fraccionamiento, la gran propiedad no llegó a desaparecer del todo durante los siglos VII y VIII, dada su importancia antes de la invasiones [de los árabes]. A finales de la dinastía Heracliana, se promulgó una ley agraria (o ‘nomos georgikós’), tendiente a favorecer al pequeño campesino (‘georgos’), ya que de él dependía la supervivencia del Estado a través de los impuestos directos [los impuestos regresivos están instalados desde los orígenes del capitalismo].

En el otro extremo de la escala, estaban los poderosos latifundistas, cuyos recursos e influencias, no solo les permitían soportar sequías y plagas, sino enfrentarse además, a los agentes del Fisco.

Pese a una legislación desfavorable, Romano I y, posteriormente Basilio II, hicieron enormes esfuerzos a favor del pequeño propietario, dando a los habitantes de los pueblos el derecho de prioridad en la adquisición de tierras.[8]

Como el lector puede apreciar, el interés económico de los terratenientes estaba por encima de los intereses del Estado y, por tanto, de aquellos de la sociedad en general. No obstante la realidad bizantina era muy distinta a lo que sucedía con la tenencia de la tierra (que incluía a la fuerza de trabajo en la forma social del servilismo) en los países europeos occidentales. En Bizancio, aún con dificultades, el excedente generado por la tierra estaba asegurado, cosa que no sucedía en el área feudal.

Cabe advertir que, justamente, las áreas del norte de Europa (con distinto grado de marginalidad) estaban pobladas por campesinos libres cuando se comenzaron a producir, embrionariamente, los cambios que tendrían a los siglos XIII y XIV como inicio de la transformación de la economía europea occidental.[9]

Fueron, justamente, los excedentes de la economía bizantina los que hicieron posible un Estado fuerte y duradero, que se caracterizó por tener la capacidad de sostener un conjunto de ciudades pujantes, un sistema urbano, que no desmerecían a la gran capital, Constantinopla[10], célebre por sus riquezas. Nicea, Esmirna, Pérgamo, Trebisonda, Antioquia, Tesalónica, Adrianópolis, Aleppo, Damasco, Jerusalén y Alejandría son ejemplos de ese mundo urbano que retornaba artesanías hacia las áreas rurales (armas, instrumentos de labranza, papel –cuya producción comenzó en el siglo VI, en forma artesanal primero y luego mediante procesos que pueden recibir el nombre de industriales-, etc.). Otras ciudades de menor jerarquía completaban un sistema que tampoco desmerecía a los sistemas urbanos actuales. Hacia los siglos VII y VIII cayeron, ante las invasiones árabes, las tres últimas ciudades mencionadas, pero la influencia territorial, económica y política de Bizancio siguió asegurando el funcionamiento del conjunto urbano. Largas rutas comerciales unían a ese conjunto con Ceilán, India, Persia, Samarcanda, Eritrea, Zanzíbar, Egipto, Quersoneso (Crimea), Kiev, Novgorod, Gotland y los asentamientos urbanos menores ubicados sobre el mar Báltico. Las rutas hacia Europa occidental eran marginales en ese esquema, siempre que se exceptúen las posesiones bizantinas del sur de Italia, la isla de Sicilia y los Balcanes. La eficiencia militar y el control del arma secreta del “fuego griego” (arma poderosa que todavía no se ha logrado develar), cerraron el esquema de poder.

Constantinopla era el mercado más importante de Europa y el cercano oriente en la época, pero las ciudades ya mencionadas no le iban en zaga. Al respecto F. G. Maier (2004) consigna:

Su papel principal [de los mercaderes bizantinos] era servir de intermediarios en el transporte de los productos del Norte y del Este hacia [las distintas regiones del imperio y] hacia Occidente y a la inversa. Las rutas comerciales con Rusia y Escandinavia servían para transportar ámbar, pieles, esclavos y trigo a Quersoneso [península de Crimea], donde los bizantinos los recogían. Igualmente, la seda [de Corinto], las especias y los perfumes de la India y del Lejano Oriente, llegaban a Trebisonda, puerto del mar Negro, pasando por Persia y el kanato Jázaro [nación multiétnica ubicada al norte del Cáucaso, entre los mares Negro y Caspio]. La navegación bizantina del mar Negro se intensificó cuando los piratas árabes hicieron peligroso el comercio en el Mediterráneo oriental [aislando aún más a las regiones del ex-Imperio Romano de Occidente] e incluso en el Egeo. Constantinopla era un polo de atracción para los mercaderes de todas las nacionalidades y, en conjunto, los bizantinos se contentaban con dejarles desembarcar y comprar. Por el contrario, la distribución interna de los productos estaba organizada por los propios bizantinos, que se servían de su estado vasallo como enclave del imperio en Occidente. A través de Venecia pasaban a Europa Occidental las sedas bizantinas y demás productos de lujo.[11]

Tal como se desprende del párrafo anterior, el comercio no se mantuvo o consolidó sólo en base a los productos agropecuarios, a cuya generación contribuían Tracia, Asia Menor, los valles fértiles de los ríos Eufrates y Tigris, Palestina y Siria, así como también el valle del río Nilo, poderoso proveedor de trigo. Una actividad artesanal acorde con el desarrollo urbano, según se mencionó, concurrió hacia el aludido intercambio.

Un papel fundamental en ese sentido lo tuvo el conocimiento y desarrollo de la tecnología de la seda a partir del siglo VI, que dio lugar a la pujante producción de telas basadas en el hilado de esa fibra. Completaba el panorama de intercambio la tecnología naviera que dio lugar a un eficiente sistema de transporte y al control militar total del Mediterráneo, el “mare nostrum” de los bizantinos, hasta el siglo VII, y parcial a partir del siglo VIII. El dominio de las rutas hacia Zanzíbar, Ceilán e India por el océano Indico, a partir del mar Rojo, fue posible también en base a esta tecnología. Para cerrar este párrafo referido a la base económica bizantina, cabe mencionar que, hacia los siglos IX y X, la fabricación de tejidos de seda había adquirido un franco perfil industrial: la reproducción de estos tejidos podía encuadrarse perfectamente en la forma industrial de la mercancía[12], es decir, en el intercambio mercantil basado en bienes reproducidos sistemáticamente. Atenas, Tesalia, Sicilia y las ciudades costeras de Asia Menor se habían constituido en centros de esa actividad, la que se desarrollaba en talleres estatales que empleaban grandes cantidades de operarios (obreros) que concurrían todos los días a los talleres (fábricas) a desempeñar la tarea, dentro de los alcances de una cierta división técnica del trabajo. Había nacido la industria, en una época anterior y en un lugar distinto a Flandes (siglo XVII). La seda, como mercancía reproducible, tuvo especial significación para la consolidación de las rutas comerciales bizantinas. Probablemente no fue la única mercancía reproducible que estimuló el intercambio mercantil, pero fue sin duda la manifestación tecnológica más acabada de la complejidad de la base material que consolidaba a Bizancio.

El período de Justiniano [emperador entre 527 y 565] marcó con una huella muy rotunda la historia del comercio bizantino. En el período cristiano, como en los tiempos del imperio romano pagano, el comercio se mantenía sobre todo con oriente. Los objetos de comercio más raros y preciosos llegaban de los remotos países chinos e hindúes. La Europa occidental, entonces en el estadio de la formación de nuevos Estados germánicos [en el origen del feudalismo] –algunos de los cuales fueron conquistados por los generales de Justiniano-, vivía en condiciones muy desfavorables para el desarrollo de una vida económica propia. El Imperio Romano de Oriente, con su capital tan ventajosamente situada, se convirtió por fuerza de las cosas, en intermediario entre oriente y occidente, papel que conservó hasta las cruzadas. Pero el imperio bizantino mismo no estaba en relación comercial directa [por tierra] con los países de extremo oriente, sino que el Imperio Persa de los Sasánidas le servía de intermediario, hallando enormes beneficios en las transacciones que practicaba con los mercaderes bizantinos.[13]

Existía, además, una dificultosa ruta marítima que ha sido descripta por el marino bizantino Cosmas Indicopleustes, exterior al dominio del Imperio Persa (que implicaba intermediación) por la que se navegaba el mar Rojo y el océano Índico hasta Ceilán.[14] Ese ordenamiento de la circulación y del intercambio de mercancías se mantuvo hasta el comienzo del siglo XIII, momento en que se produce la caída de Constantinopla en manos de fuerzas de los países europeos occidentales, en ese entonces en un estadio de desarrollo muy inferior. La pobre estructura productiva feudal, que supuso la degradación del modo de producción esclavista en el occidente europeo, no fue tal en el área bizantina, la que evolucionó tempranamente hacia la industria.

Unos monjes [s. VI], o según otras fuentes, un persa, lograron, burlando la vigilancia de los aduaneros chinos, pasar algunos capullos de gusanos de seda desde Serinda al imperio bizantino, donde enseñaron a los griegos el secreto de la cría de dicho gusano. La nueva industria progresó rápidamente y, en breve, aparecieron grandes plantaciones de moreras. Se crearon y desarrollaron con rapidez fábricas de sedería. La más importante fue la de Constantinopla, pero hubo otras en las ciudades sirias de Beirut, Tiro y Antioquia, y más tarde en Grecia, sobre todo en Tebas [luego en Corinto]. Existió una fábrica de seda en Alejandría y, las llamadas sedas ‘egipcias’ se vendían en Constantinopla. La industria de la seda pasó a ser monopolio del Estado, suministrando al gobierno un importante manantial de ingresos. Las sedas bizantinas se exportaban a toda Europa y ornaban los palacios de los reyes occidentales y las casas particulares de los mercaderes ricos.[15]

La industria de la seda fue un monopolio del Estado, por lo que le suministraba un importantísimo flujo de ingresos. La importancia de la complejidad de las actividades económicas del imperio puede verificarse en el hecho que hacia el siglo X existían gremios y corporaciones de artesanos en la capital. Sobre ellas tenía jurisdicción un prefecto (Eparca) que tenía la responsabilidad de garantizar la seguridad y el orden[16]. Estaba prohibido ocuparse de dos rubros simultáneamente y, en caso de suceder, los mercaderes eran punibles con penas muy severas por violación de la norma. La vida interna de las corporaciones, su organización y su actividad, así como la exportación e importación y la concesión de mercados, precios y beneficios estaban estrictamente vigiladas y controladas por el Estado. Estas disposiciones antimonopólicas aseguraban un desarrollo equitativo de las fuerzas productivas.[17] El comienzo de las medidas de regulación precede al capitalismo de la revolución industrial y fue variando con el tiempo.


Cambios estructurales hacia la caída del imperio bizantino

Pero la estructura productiva del imperio griego bizantino no duró, como se sabe, eternamente. El escenario de las transformaciones fue el siglo XII, período en el que ciertos errores trascendentales en algunas decisiones que tomó inicialmente el emperador Alejo I Comneno, degradaron la producción de excedentes mercantiles a favor de los mercaderes de la República de Venecia y, con ello, se degradó la industria de la seda, la del papel y la naviera. El estado veneciano negoció con ese emperador ciertas ventajas para operar rutas comerciales bizantinas a los efectos de cooperar con Bizancio en la lucha contra los normandos que amenazaban por el Oeste (Italia, Sicilia, el Adriático) al imperio.

…Venecia, a cambio del apoyo de su flota, obtuvo excepcionales privilegios mercantiles. Los venecianos acudían en tropel al imperio y especialmente a Constatinopla. Sus asuntos, prosperando por grados, les hicieron conformar en la capital una colonia numerosa y rica que pronto se caracterizó por su excepcional influencia.[18]

Las regulaciones de la actividad económica que hemos visto en el punto anterior dejaron de existir o fueron compartidas con los mercaderes venecianos. La destrucción final de la economía imperial estuvo a cargo de los príncipes occidentales que, junto con la toma y saqueo de Constantinopla en 1204, cambiaron la estructura de la tenencia de la tierra, descalabraron la administración y redujeron notablemente los excedentes agrícolas. El desconocimiento de las variables que hacían posible la reproducción de los excedentes, por unos y por otros, así como el beneficio político de corto plazo, jugaron un rol muy relevante en los sucesos acaecidos.

Sintéticamente, ese cambio vino de la mano de dos conjuntos de hechos que se conjugarían para ello. El primero tiene que ver con la entrega de las rutas comerciales ya mencionada, mientras que el segundo tuvo que ver con decisiones tomadas por los emperadores bizantinos a partir del siglo XI que iban en contra de las tradiciones de manejo de la actividad económica en cuanto a lograr una mayor distribución del ingreso entre quienes debían impulsar las actividades industriales, mercantiles y la producción agrícola. Fue así que se cambió radicalmente una vieja política de Estado (como se dice ahora), la que consistía en defender la propiedad de los campesinos libres. Desde el origen del imperio, a veces con mayor u otras con menor convicción, se había tratado de evitar que los campesinos se transformaran en colonos dentro de sus antiguas tierras. La regulación seguía un criterio de justicia y de preservación de la capacidad productiva. Sobre todo cuando los ingresos de los terratenientes dependían de sus servicios en el ejército y tenían carácter de extraordinarios, es decir, no provenían de la producción de la tierra. En ciertas ocasiones, el Estado había entregado tierras a cambio de ese tipo de servicios. A partir del siglo XI, dio comienzo una nueva política. El emperador de la dinastía macedónica, Romano III, necesitaba sustento político y, no tuvo mejor idea, para reconciliarse con el clero ortodoxo y la aristocracia terrateniente, que introducir un cambio en la aludida política, cuyo sentido fue exactamente el opuesto. Desde su reinado, los emperadores comenzaron a favorecer la constitución de latifundios.

favorecer abiertamente la gran propiedad territorial, apresurando el desenvolvimiento y avance de la servidumbre. Pero no ha de creerse que la pequeña propiedad rural libre y la comunidad campesina desaparecieron del todo en el imperio. Tales instituciones siguieron existiendo y se las halla en los períodos sucesivos.[19]

En esas circunstancias, el Dogo de Venecia estableció los acuerdos necesarios para que la cuarta cruzada tomase Constantinopla en 1204. Todas las cruzadas (1088-1291) tuvieron fines que estaban muy distantes de los religiosos. En una parte importante, el problema era económico, relacionado con los límites que registraba en su pobre crecimiento el modo de producción feudal, lo cual requería de conquistas para llenar las arcas de los nobles europeos, a la vez que obtener algunos esclavos adicionales. En otra parte el problema era religioso, en tanto el papa como jefe de la iglesia católica, la cual se había definido con respecto a la iglesia oriental por su vocación por el poder temporal, quería asegurar su primacía en Europa y también en oriente. Hay que recordar que el cisma entre las dos versiones cristianas se había producido recientemente, el 16 de julio de 1054. Si era posible, el objetivo era imponerle la “pax romana” a la iglesia ortodoxa. El tercer motivo, distante en tanto sólo potenciaba la mística de las tropas, tenía que ver con el control cristiano de los lugares que había frecuentado Jesús Cristo durante su vida de predicador revolucionario. La única cruzada que se acercó un poco a ese objetivo fue la segunda. Para eso, en consonancia con prácticas europeas usuales en todos los tiempos, pasaron a degüello a judíos y mahometanos. El éxito político, desde ese momento, estuvo asegurado: unos y otros nunca más quisieron saber nada con esa religión de bárbaros, muy alejada del ejemplo más cercano: el cristianismo ortodoxo que todavía despertaba muchas adhesiones en esas regiones.

La cuarta cruzada fue financiada por el Estado veneciano, siendo condición de ese financiamiento la toma de Constantinopla. El papa intento otras fuentes de financiación, a la vez que ponerle límites a las apetencias venecianas, pero no lo logró. La disponibilidad del capital obtenido, en una parte importante, en base a la explotación comercial de las rutas bizantinas era un argumento fuerte. Después de algunas acciones emprendidas en el Adriático, la flota llegó a Constantinopla. Una vez que los cruzados estuvieron allí, como en otras ocasiones, aprovecharon el descuido de los locales para tomar Constantinopla, cuyas murallas no habrían podido superar si hubiesen llegado en son de guerra. Después de esta acción, el Dogo cortó las remesas para continuar con la cruzada, con lo cual Jerusalén quedó para una ocasión más propicia.

En el contexto relatado, cabe mencionar que otro hecho remarcable para esta caída económica y política de Bizancio en 1204 fue el absoluto control del comercio que exigió el Dogo como pago de la participación de su flota y ejército en la toma de la ciudad más desarrollada del mundo contemporáneo, hecho que debían ejecutar los nobles occidentales una vez tomada la ciudad y que, además, acentuó el rol ya desempeñado por los venecianos a partir del siglo XII. Cabría investigar si estos mercaderes exploraron o utilizaron las rutas hacia el Norte (Rusia, mar Báltico), ya consolidadas por el imperio.

Los príncipes occidentales establecieron un orden territorial de tipo feudal para repartir las tierras entre quienes habían participado en la toma del botín. Los campesinos se transformaron en siervos y la producción agrícola quedó casi paralizada. Los 62 años en que existió una unidad política que pomposamente llamaron “Imperio Latino de Constantinopla” fueron de decadencia y de robo de diversas riquezas.


Una base material distinta a la feudal en el norte de Europa: se consolida la diferenciación industrial del capital

Impulsados por estos acontecimientos y, sobre todo, por la crisis de la economía feudal en los soglos XIV y XV, los estados europeos occidentales se preocuparon por inventar alguna otra forma mercantil, o símil de la misma, para lograr concretar el desarrollo al que aspiraban. Mientras las ciudades estado italianas sufrían las consecuencias del corte de las relaciones mercantiles que habían heredado de Bizancio, los empobrecidos reyes españoles y portugueses buscaban su salida del conflicto coyuntural mediante la navegación: hacia el oeste, los españoles; en dirección a Asia (hasta la línea del tratado de Tordesillas) y, circunnavegando África, los portugueses.

Y así, estos países decían que “comerciaban” con América. Es un tipo de comercio muy particular que no se ejercía en los términos de la figura mercantil de la mercancía, ya que no se puede hablar de valores equivalentes, de bienes con distintos niveles de disponibilidad, cuando uno de los términos de la relación tiene un arma apuntando al pecho del otro. La exacción abarcó materias originales de América y Asia[20], alimentos, germoplasma y, sobre todo, oro y plata; todo ello a cambio de chucherías, espejitos, vidrios de colores, armas y tejidos que algunos europeos occidentales habían comenzado a fabricar en imitación de las industrias del cercano oriente a partir del siglo XIII. A estos hechos, la historiografía europea occidental los ha llamado “expansión del capitalismo mercantil europeo hacia el resto del mundo”; dicho de otra manera, la mundialización o primera globalización del modo de producción capitalista, lo cual revela, por lo menos, una gran ingenuidad. Wallerstein, refiriéndose al período 1450-1640, lo llama el sistema mundial moderno “tan solo europeo”, refiriéndose obviamente a la Europa del Norte y mediterránea.[21] Para él, el “sistema mundo” bizantino que había abarcado un área tan grande como el Atlántico que los europeos controlaban desde 1500 y sobre bases materiales más sólidas que las que podían exhibir ellos en esos momentos, no existió ni le parece necesario hacerse preguntas al respecto. El mercantilismo del área bizantina y sus regiones periféricas respondía con plenitud a la teoría del valor, esto es, la figura mercantil de la mercancía.[22]

La decadencia del imperio bizantino no había pasado desapercibida para los capitales, hasta entonces de origen mercantil, del norte de Europa. Los contactos del Báltico y del Mar del Norte con el mundo desarrollado de la Edad Media eran antiguos: la historiografía relata contactos comerciales entre Rusia (Kiev y Novgorod) desde el siglo X, lo cual hace suponer que con una casa reinante de príncipes varegos en la Primera Rusia, el contacto con Gotland (Escandinavia) y con áreas de del Mar del Norte eran muy antiguos. Desde el punto de vista de presencias político-militares, cabe mencionar que en 1096 llegó a Constantinopla, junto a otros dirigentes, el conde Roberto de Flandes[23], también conocido como Roberto de Jerusalén, uno de los grandes señores que conducían la cruzada desde el occidente europeo en su movimiento hacia la llamada Tierra Santa. Este notable era hijo de un noble que había sido peregrino (¡!) a los mencionados lugares santos.

Con seguridad, desde el siglo XIII (el de la creación del la liga –hansa- de ciudades del Mar del Norte y el Báltico) debido a la navegación de los mares por parte de los comerciantes de la mencionada liga (flamencos, holandeses, sajones, polacos, suecos y rusos) y desde el momento de la cuarta cruzada (fines del XII) hasta los primeros siglos del dominio turco de Constantinopla, existieron estrechas relaciones comerciales entre el Norte de Europa y el cercano oriente, sea por la ruta de los Balcanes o por la ruta que, a través del Mar del Norte, de la isla de Gotland (Visby, la ciudad hanseática fundada en el siglo X), de Novgorod, de Kiev y del principado de Moscú, unía las ciudades hanseáticas con Persia, Trebisonda y Constantinopla, la gran ciudad griega (luego turca).

Fue así que durante la baja Edad Media, Flandes y Holanda fueron las regiones más urbanizadas de Europa. Progresivamente, ciudades de comerciantes como las flamencas Brujas, Gante e Yprés (Ieper) desarrollaron una industria textil (incluida la tapicería) de fibra de lana, la que recibían sólo de las regiones vecinas. Los tejidos eran fabricados para uso doméstico en un principio y, más tarde para la exportación. Como dato ilustrativo, cabe mencionar que hacia fines del siglo XIV la ciudad de Brujas, con una economía textil muy exitosa en esos momentos, entró en crisis por un problema de sedimentación del río por el cual tenía acceso al Mar del Norte. Este hecho y la crisis de una industria en marcha, induce a pensar en la relación temprana que existió entre el ducado de Flandes (Vlanderen) con las regiones altamente desarrolladas del Este ya que no existía industria en los países que circundaban a ese ducado y a Holanda en esa época, solo producción artesanal. Al respecto de las aludidas relaciones, investigadores búlgaros han descubierto que:

El conde Floris III de Holanda [por las provincias vecinas a Flandes] fue uno de los lideres de la expedición punitiva de los cruzados contra Plovdiv. El conde arribo a las tierras búlgaras como participante de la cruzada de Federico Barbarossa en 1189.

Los mismos investigadores agregan más adelante:

Otra colección de mapas (que se encuentra en el Algemeen Rijksarchief en La Haya) atrae la atención de los estudiosos también. Contiene un mapa del mar Negro, dibujado por Nicolaas Witsen (1641-1717). Está considerado como una de las piezas maestras de la cartografía temprana holandesa del mar Negro. [...] Nicolaas Witsen fue burgomaestre de Amsterdam y una de las más poderosas personas de la política holandesa. Fue un gran viajero y un coleccionista también, con intereses muy variados. Fue amigo personal del zar Pedro I, por lo que viajó a través de Rusia y dejó un interesante libro de viajes acerca de ese país, el cual contiene el mapa previamente mencionado del mar Negro y sus costas [24]

La presencia de mercaderes del norte de Europa fue usual en Constantinopla, llamada Estambul por los turcos, lo cual implicaba un flujo de información que no pudo ser desatendido por los noreuropeos en cuanto hace al aprovechamiento del mismo y de la riqueza de experiencia que caracterizaba a estas regiones, antes con el imperio Bizantino y luego con la constitución del imperio Otomano, el que dominó espacios similares al anterior. Al respecto de esa presencia, S. Faroqhi ha escrito un libro, fruto de sus muy documentados estudios, en el cual demuestra que no hubo un bloqueo en los contactos entre la vieja y desarrollada sociedad del viejo Imperio Bizantino (concepto agregado por quien esto escribe) y del nuevo Imperio Otomano con el resto del mundo de esa época durante los primeros tiempos de la Edad Moderna. En este enfoque, que destruye las bases, ideológicamente estructuradas, de la historia moderna, se muestra como existió una gran red de conexiones mercantiles, financieras, culturales, religiosas y diplomáticas con los imperios de Asia y los nuevos estados de Europa y, particularmente, Inglaterra, Francia, Flandes-Holanda y Venecia. En línea con estas afirmaciones, dicho autor expresa, entre otros argumentos, lo siguiente:

Al menos hasta un cierto grado, el Imperio [Otomano] permitió y dejó correr una forma de interferencia de materias no otomanas en asuntos otomanos. Visto a la distancia, es remarcable que todas las fronteras eran relativamente permeables; hacia la mitad del siglo XVI, embajadores de Venecia, de los Habsburgs y de Francia estaban residiendo en Gálata, hoy día parte del centro de Estambul o en los barrios de la misma capital. Mercaderes de Venecia, Francia y, más tarde de Inglaterra y Holanda no estaban restringidos a uno u otro barrio de la ciudad portuaria. Podían viajar hacia la capital o hacia los centros de comercio provinciales, con la tolerancia de la administración otomana.[25]

Faroqhi agrega más adelante:

Cuando los holandeses solicitaron tratados particulares [al Imperio Otomano] a principios del siglo XVII, ellos no estaban preocupados por tener soporte político otomano (en ese momento]. Como sucedió a menudo en tiempos modernos tempranos, las necesidades del desarrollo de la industria textil parecen haber sido decisivas. Para algunos de los ‘tejidos de lana’ que estaban siendo manufacturados con considerable éxito en la ciudad de Leiden, se podían encontrar compradores en el Levante. Asimismo, una muy considerable porción de esta producción, conocida en holandés como ‘greinen,’ no estaba totalmente hecha con lana y contenía pelo de cabras de angora. El mohair original venía exclusivamente de los territorios otomanos, principalmente del área de Ankara [anteriormente llamada Angora] y, en una menor proporción, desde la región de Aleppo. Esta manufactura de ‘greinen’ hecha en Leiden continuó floreciendo durante el siglo XVII, pero declinó luego de 1700.[26]

Por lo tanto, no se puede ignorar la fuente de conocimientos sobre el mundo más desarrollado de la época (aunque en decadencia a partir de la toma de Constantinopla por los ejércitos occidentales en 1204), la que suponía (más allá de la importancia del intercambio mercantil) aportes sustanciales para los sucesos que acaecieron en cuanto a los cambios sociales y regionales, basados en una nueva forma de producir que condujo más tarde al surgimiento de la revolución industrial moderna (forma histórica perfecta del capital industrialmente diferenciado) y que sobrevinieron en el mundo europeo-noratlántico durante los siglos XVIII a XIX. Es decir, que el mundo subdesarrollado de la época encontró, en el conocimiento y en la práctica de una innovación tecnológica, pero sobre todo de relaciones sociales de producción conducentes, la forma de potenciar la reproducción sistemática de bienes que había nacido en el siglo VI en Bizancio, diez siglos antes. Para ello, territorialmente se consolida el proceso migratorio hacia las ciudades y socialmente el trabajo industrial estableció una nueva forma de manifestación de la inequidad social mediante una esclavitud (sin cadenas visibles) que obliga al poseedor de la fuerza a vender esa capacidad al empresario industrial. Condición necesaria de esta forma de producir es la innovación tecnológica consistente en el uso eficiente de la energía y la física aplicada y, con ello, el nacimiento de un nuevo paradigma científico. Esa estructura es la que ahora se encuentra en decadencia.

La capacidad de generar y acumular excedentes que es propia de la industria, que ha legado al resto del mundo la consolidación de la diferenciación industrial del capital, se consolidó en Flandes y Holanda en la primera mitad del siglo XVII y se trasladó a Inglaterra en la segunda mitad del mismo, desde donde se extendió (revolución productiva de por medio) a las colonias de América septentrional durante el siglo XVIII. Esta claro, entonces, que esos cambios no fueron ajenos a la construcción social desarrollada en Bizancio entre los siglos VI y XII. El conocimiento y los intercambios que la Liga Hanseática mantuvo con los Balcanes y con Bizancio primeramente, y con los turcos luego, no fue fruto de la casualidad. No se hacen mapas detallados de esas regiones para nada, sobre todo cuando los mapas eran reveladores de geografía, más que de topografía y planimetría.

Los cambios regionales a partir de los aludidos procesos dialécticos, hacia la más notoria y significativa transformación del modo de producción mercantil (que dio sus primeros pasos con la naciente industria del oriente del mediterráneo) hacia un capitalismo industrial que habría de mundializar las relaciones sociales de producción (a partir del renacimiento de la industria en el norte de Europa), en la medida en que los cambios en el uso y manejo de los recursos naturales y la energía (en torno a los nuevos procesos industriales), obligó a bastas áreas del planeta a proveer insumos para esa industria energéticamente potenciada.

En ese desarrollo de la industria en Flandes, que no por casualidad comenzó con la innovación tecnológica que acompañó el desarrollo de la industria textil, dado el lugar del que se tomó el conocimiento de la ideología industrial, se dio conjuntamente con el mantenimiento y consolidación de las únicas rutas entre Europa y Asia que se mantuvieron activas luego de la toma de Constantinopla por los turcos. La ruta unía la liga hanseática del norte de Europa (1242) con Gotland en el Báltico, a ésta con Novgorod en Rusia y el Principado de Moscú; seguía luego por el río Volga hasta Nizni-Novgorod y Astracan ya en el siglo XVI, aquél que los eficientes varegos navegaban sin dificultad desde el primer milenio, y a través del mar Caspio y el mar Negro hacia Persia y Samarcanda (actual Uzbekistán) y, desde allí, a la India, Ceylán y China. Esta importante ruta tenía otra tal vez más importante que, a través de la península balcánica, el Cáucaso y, sobre todo, por el mar Negro, llegaba a Trebisonda Nicea y Constantinopla.

En la etapa de la guerra de los ochenta años (1568 a 1648), el proceso de liberación de Flandes, Brabante y Holanda de la dominación española requería de un sustento económico que la economía agrícola del sur del actual Nederland no podía sostener. Fue así que mediante la utilización de las viejas rutas comerciales hacia otras ciudades del mar del norte y del golfo de Botnia (hacia Novgorod), particularmente la isla de Gotland, en las que reestructuraron el funcionamiento contemporáneo de las históricas rutas del comercio Bizantino que unía esas regiones con los Balcanes, Rusia y Asia Menor. Hacia los tiempos del recientemente creado Imperio Otomano (aunque existen contactos verificados desde el siglo XIV) comenzaron a comerciar con el cercano oriente. Ya hacia fines del siglo XV y comienzos del siglo XVI se habían ocupado de confeccionar mapas detallados de las rutas, tarea en la que también se desempeñó el amigo de Pedro I de Rusia (el emperador que fue a aprender la industria de astilleros en Holanda), el ya citado N. Witsen.

Todo lo que hasta aquí se ha escrito, hace pensar que entre el esplendor real y el imaginado por los relatos de los viajeros sobre un mundo que lucía como maravilloso y pleno de riquezas, surgió la transmisión de la idea de la conveniencia de producir sistemáticamente determinados bienes (producción industrial), es decir, poner en marcha ciertos aspectos “prácticos” que facilitaban la disponibilidad de bienes para el consumo y generaban un excedente comerciable. Dicho de otra manera y como ejemplo imaginario, en vez de un telar para cada artesano, muchos telares en los cuales se podían poner a trabajar una buena cantidad de miembros de la comunidad, a los que se podía retribuir con una alícuota de lo que era el ingreso que de la venta de los productos tejidos obtenía el dueño de los telares (figura industrial de la mercancía). El cambio material e ideológico estaba instalado. Esos cambios fueron estimulados con más fuerza por la guerra de los ochenta años, período al que se puede tomar como el de la simiente de la revolución industrial. En Harlem y Leiden se establecieron industrias que tejían las famosas telas de Holanda, entre ellas el “greinen”, de calidad muy fina, para la cual se utilizaba el mencionado pelo de caprinos proveniente de las regiones de Angora (la actual Ankara en Turquía) y Aleppo, fibra que se combinaba con la lana ovina.

Sucede que, paralelamente a estos cambios, el desarrollo agroganadero fue impulsado en el contexto del surgimiento de las transformaciones que traía aparejada la transformación que mostró la diferenciación industrial del capital por parte de la naciente burguesía, hechos que conjuntamente con el aumento de la demanda agrícola empujaron hacia una transformación en la agricultura y en las técnicas necesarias para la misma. Se trata de aquella parte del continente europeo en la que se produjeron cambios en las técnicas agrícolas que implicaban un crecimiento significativo de los rendimientos, en contraste con la larga decadencia que caracterizaba a la producción de los latifundios feudales.

Las condiciones de carácter social, sobre todo en materia de tenencia de la tierra en los países bajos (pequeños propietarios y terratenientes, libres), favorecieron el desarrollo de nuevas técnicas para la obtención de excedentes agrícolas. Allí hubo una ventaja adicional: las comunicaciones eran y son sencillas por la ausencia de fuertes pendientes y por la presencia de muchos puertos y ríos navegables que favorecen también la circulación.

Asimismo, en los Países Bajos surge el único modelo de agricultura científica de la época de transición medieval-moderna, que NO es una transición del feudalismo al capitalismo, sino que es una transición del capitalismo mercantil al capitalismo industrial. Los neerlandeses desecaron las tierras pantanosas ganadas al mar (polders) y utilizaron canales y diques con esclusas que evacuaban el agua por gravedad durante las mareas bajas, a la vez que emplearon los molinos de viento para bombear el agua desde los terrenos más bajos.

A partir del siglo XVI los holandeses tenían marina, elemento fundamental para el desarrollo autónomo, en tanto lograron que el Mar del Norte y el Báltico se transformasen en una especie de “mare nostrum” a los efectos del comercio, a la vez que se transformaban en la cabeza de la hansa. Así, las ciudades del sur de la sociedad hanseática, por medio de sus barcos, hacían casi todo el comercio de Europa. Se los denominó los “caminantes de los mares”. El país, enriquecido por el comercio que impulsaba su eficiente burguesía mercantil, tuvo una abundancia de excedentes desconocida para todos los demás países en aquella época. Ya en la segunda mitad del siglo XVII y durante el siglo XVIII estos prolegómenos habían fructificado en un proceso que significó la plena inserción de los países bajos en la revolución industrial y en la correspondiente expansión del comercio.

Esa situación, relativamente embarazosa para las monarquías absolutistas que recién asomaban a la sociedad burguesa de la época, se expresaba políticamente en un estado republicano que estaba gobernado por una burguesía con ínfulas aristocráticas de comerciantes urbanos, que designaban a los jefes del estado, los “estatuder” de las provincias (en general eran integrantes de familias nobles). Este era el encuadre político, celoso de las libertades de los estados integrantes, que consolidó estos cimientos de la burguesía europea, hecho que solo fue posible en función del desarrollo de una base material sólida que no tenía parangón en Europa.

Ese cambio social y territorial se había despegado del Imperio Turco que ya no existía en los términos materiales que caracterizaron en el pasado a Bizancio. Los turcos no comprendieron cómo funcionó la economía del país que dominaron en 1453, así como su complejidad material y social, antes de 1204. Solo aprovecharon la potencialidad del comercio de productos exóticos heredados, en particular, la seda.


Proyección conceptual hacia el presente, ofrecida por los hechos relatados

Se verá ahora como el estado de decadencia del capital industrial en el Atlántico Norte tiene su correlato dinámico en ciertas economías emergentes (BRICS) que no parecen estar en riesgo de colapso y, más aún, han introducido cambios en el modo de producción que merecen ser estudiados, comprendidos y confrontados con los macro-procesos de cambios de y en los modos de producción en el pasado con el propósito de percibir ciertas constantes comparables con el presente, a la vez que establecer algunos marcos predictivos. Sucede que los cambios regionales a escala mundial que se dieron en torno a la industria en el pasado, han devenido en el presente, según se fueron resolviendo las contradicciones del sistema capitalista, en una nueva diferenciación del capital que no es otra cosa que el fruto de nuevas modalidades en las relaciones sociales de producción. Ese cambio, y sus efectos regionales, se expondrá brevemente ahora.

Aquellas sociedades que entendieron (conocieron) los aspectos positivos sobre los que descansó el poder económico bizantino, en torno a un modo de producción renovado tal como se vio más arriba, fueron las que generaron los conocimientos y las ideas que impulsaron realidades materiales orientadas hacia la construcción de las relaciones sociales de producción que hicieron posible el origen de la revolución industrial. Entender (conocer), ahora, las razones de la decadencia de las sociedades del Atlántico Norte, así como los aspectos que en su momento las llevaron a desempeñar un lugar privilegiado en sus economías y en sus territorios durante los siglos XIX y XX, admite la posibilidad de verificar, analizar y procesar las razones del surgimiento de las sociedades emergentes en la actual crisis de los sistemas económico y financiero del caduco centro del poder mundial.

Paralelamente, para América Latina y el Caribe, ese tipo de esfuerzo intelectual puede tener como residuo la obtención del conocimiento necesario acerca de procesos en marcha como para identificar la inserción posible de nuestras sociedades en el contexto económico y político internacional actual. Los paralelos entre el pasado y el presente ofrecen ciertas pistas como para jerarquizar las vías de acceso a la comprensión de los aludidos procesos que se encuentran en marcha en el presente. En ese sentido, la primera pista tiene que ver con la generación y la gestión del excedente. Para dar comienzo a la identificación de pistas, es posible afirmar categóricamente que la gestión de los excedentes es política mientras que la generación de los mismos es estructural: no hay gestión sin excedentes.

El análisis prospectivo es difícil en ciencias sociales, pero los caminos dialécticos están trazados para el entendimiento. Las sociedades que acierten en los pasos a dar serán beneficiadas con la posibilidad de construir un mundo mejor para sí mismas y para el conjunto. Por lo pronto, los prolegómenos de un nuevo cambio, con las correspondientes transformaciones en la base material están en marcha hacia transformaciones notables del peso específico de las distintas regiones del mundo.

En el presente, las sociedades poderosas, sus pueblos dominados, sus regiones de pobres o de ricos, son la expresión de aquellos cambios acaecidos hace unos 600 años, el punto de arranque de un mundo que fue distinto. A esos poderosos decadentes actuales sólo les queda el uso del monopolio de la fuerza, el único que controlan, el cual ejercen apropiándose de recursos naturales y matando personas en forma indiscriminada en todo el globo.[27]

Pareciera que, a la luz de los cambios aludidos más arriba, es necesario indagar, para entender las transformaciones actuales, las que se mencionaron al principio, a la vez que en las decisiones ideológicas y políticas relacionadas con el comportamiento de la base material de la sociedad mundializada del presente y, justamente, en los cambios del modo de producción capitalista que han alumbrado las contradicciones del presente y sus consecuentes cambios regionales. Ese tipo de reflexiones son necesarias para entender que la modalidad de operación del capital industrial, tecnológicamente potenciado (del cual diremos sus rasgos dominantes más adelante), es por oposición en torno a las estrategias adoptadas en el “centro”, la razón de ser de la decadencia de ese “centro” de poder político y económico y de aquellas regiones privilegiadas en sus relaciones con el Atlántico Norte. Ahora bien, la estrategia fue diferente en otras partes del sistema mundializado, las que no pasan por las angustias de Europa y Norteamérica. Efectivamente, surgieron nuevas potencias económicas (Brasil, Rusia, India, China, Sudáfrica).

Si de mira hacia atrás, en la historia, ninguna potencia económica logró sostener indefinidamente a grandes grupos de población al margen de un determinado modelo productivo, situación a la que han arribando EEUU y Europa. Ninguna potencia pudo sostener, tampoco, la ineficiencia productiva a ultranza. Las decisiones de hoy, tanto en el caso de las viejas potencias decadentes como en las nuevas potencias emergentes, alimentadas por las transformaciones surgidas en el modo de producción, pueden ahogar o estimular a sociedades enteras en este maravilloso período de cambio. El acierto en las decisiones condiciona ineludiblemente el futuro de los procesos de desarrollo. Tal vez a ciertas sociedades no les suceda que “entreguen sus rutas comerciales” o “subvaloren sus ventajas comparativas”, por desconocimiento acerca de lo que ello implica. Depende de la dinámica del sistema social y, sobre todo de su conocimiento, la identificación de una posible vía de resolución de las contradicciones del presente.


El modo de producción capitalista tecnológicamente potenciado

En cualquier parte del mundo, la realidad regional es una expresión histórica en la que sus rasgos físicos y las modificaciones construidas a través de la historia por una determinada sociedad-cultura (sistema social – cambios regionales en el mundo – degradación natural) es definida, dialécticamente, por ese proceso histórico. (de Jong, 2009)[28] Es importante tener en cuenta que el análisis fragmentado de las relaciones sociales sólo contribuye a la enajenación de la posibilidad de entender, y por lo tanto transformar, a la sociedad y su espacio (territorios), aquel que pertenece a la cotidianeidad de los integrantes de la sociedad. En esto es notoriamente destacable el hecho de que no es posible confundir las relaciones del corto o mediano plazo con la construcción histórica en el largo plazo. Por lo tanto, lo que importa a los efectos de la planificación de los intentos orientados a transformaciones sociales determinadas ó, como mínimo, la comprensión de los acontecimientos contemporáneos, es que ese conjunto de relaciones y las fuerzas sociales que actúan en un momento determinado sean analizadas exhaustivamente a los efectos de obtener cierto éxito en la resolución de las contradicciones vigentes. El relato descriptivo de los fenómenos sociales, tan usual en ciencias en la actualidad, solo conduce al fracaso. Es necesario, en consecuencia, verificar los procesos que acompañan a cambios producidos recientemente en el comportamiento regional a escala mundial: eso intenta el siguiente apartado en consonancia con la línea analítica de los puntos anteriores.

Las regiones que impulsaron y se beneficiaron con la revolución industria (Europa Occidental y América del Norte) tuvieron diversas crisis de sobreproducción que fueron abordando a través del tiempo con mayor o menor eficacia pero, en el largo plazo, fueron tomado decisiones para resolver las contradicciones sociales y de la estructura productiva que condujeron a la actual crisis estructural del sistema, la que pareciera lucir un desborde definitivo, visto éste desde la lógica del modo de producción industrial y el bloqueo, por defecto, de la lógica capitalista.

Véanse ahora los cambios, siempre como proceso, ya que sería imposible encontrar un corte abrupto entre las etapas diferenciadas y no diferenciadas del K tecnológico. El proceso fue continuo y la innovación en todos los órdenes en que opera el capital ocupó una importancia cada vez mayor, hasta el punto que, ya en la etapa pos-fordista, se ha logrado hacer consumibles bienes que sólo responden a necesidades ficticias de uso mediante innovaciones en la percepción de los productos mediante la aplicación de los avances de la psicología. Ya en el presente, la planificación de las plantas de las multinacionales que tienen capacidad de financiar la innovación, se ha ocupado tanto de los procesos más eficientes de producir (con independencia del lugar en que se lo hace) y de lograr determinados nuevos productos, tanto como de generar la necesidad del consumo de lo producido. Empaque, mercadeo y códigos de comunicación están orientados por este principio. Asimismo, la planificación de la empresa atiende a la planificación de sus plantas involucradas hacia un manejo tan eficiente como sea posible de todos los componentes superestructurales (gobierno y gestión), administración (procesos contables y programación) e informacionales involucrados. El archipiélago de plantas y redes de gestión de las corporaciones pueden tener más poder que muchos gobiernos de países soberanos.

La innovación tecnológica, que ahora abarca todo ese conjunto, se transformó así en la forma más eficiente de obtención de tasas de ganancia extraordinarias, por lo que de la velocidad de la innovación depende el logro de tasas altas razonablemente constantes, habida cuenta de que el período de vigencia de la innovación es siempre corto. Dura mientras el producto de la innovación no es superado por otro de la competencia o hasta que las bondades del mismo pierden vigencia, tal el caso de bienes impuestos en base a la divulgación de ventajas ficticias acerca de su consumo.

Hasta aquí se habla de bienes porque es más fácil dirigir la información si subyace la imagen de un bien físico de consumo directo. Pero las innovaciones, según se ha expresado, pueden tener lugar en materia de procesos, de mecanismos de divulgación y propaganda (comunicación), de conocimiento de las decisiones de la competencia, de espionaje de innovaciones, procedimientos y superestructuras administrativas, o del conocimiento avanzado de la forma en que opera el mercado financiero, o de presión sobre las superestructuras gubernamentales, etc.

Todas las innovaciones mencionadas tienen lugar en el ámbito del gran capital tecnológico monopólico, especialmente en las grandes corporaciones internacionales, las que acompañan un poder político y económico que supera el poder de los Estados nacionales. Esas grandes corporaciones o empresas de capital tecnológicamente potenciado por la innovación disponen tanto del capital como de la capacidad de endeudamiento, de la capacidad de gerenciamiento y del equipamiento necesario para implementar todos los tipos de innovaciones que hacen posible la obtención de ganancias extraordinarias. La constante innovación en todos los frentes posibles asegura la obtención de las altas tasas apetecidas, basadas en productos que registran precios relativos cada vez más altos y mercados cada vez más reducidos pero que se muestran ávidos por la posibilidad de consumir los nuevos productos (para lo que han desarrollado, ideológicamente, una especie de reflejo condicionado).

La tecnología que ya no logra las tasas de ganancia esperadas tiene la posibilidad de ser transferida a empresas cuyas dimensiones de capital no permiten procesos propios de innovación o los admiten a una escala reducida. Así se da la posibilidad de que, mediante el pago de un arancel (precio de la tecnología transferida), ciertas empresas puedan usar licencias de la tecnología ya desarrollada, la cual logra en las empresas licenciatarias, tasas de ganancia acordes con la dimensión del capital de las mismas. Ese fenómeno supone, además, la posibilidad de que las empresas monopólicas innovadoras puedan condicionar y definir, usualmente, la tasa de ganancia de las empresas licenciatarias. Escapan a esto aquellas empresas que copian tecnología, las que obviamente son perseguidas internacionalmente por las grandes corporaciones, las que hacen gala de defensa de la “libertad en los mercados” y de acuerdos internacionales al respecto.

En ese mundo de las empresas relacionadas de una u otra manera al capital tecnológico, subsisten las empresas industriales de capital indiferenciado, las antiguas empresas familiares que perfeccionan en términos prácticos sus productos y que parecen encontrarse en progresivo proceso de desaparición, ya que están empobrecidas y dedicadas a la fabricación de productos de tecnología difundida universalmente.

La relación de las corporaciones con la superestructura de poder a escala mundial, asegura el control monopólico de las comunicaciones, del uso de las tecnologías críticas (como la energía nuclear) y el control de los recursos naturales (hidrocarburos, agua dulce), aún mediante la fuerza de las armas en el caso de las viejas potencias del Atlántico N y mediante “inocentes inversiones” en el caso de las potencias emergentes.

En los países del tipo de los que se mencionaron más arriba (BRICS), en particular China, la innovación tecnológica en los tipos de empresas industriales tradicionales, en las empresas licenciatarias de tecnología y en las empresas basadas en la permanente innovación, no constituyó una restricción para la obtención de altas tasas de crecimiento de la economía. El éxito estuvo vinculado a una mano de obra barata pero con alto nivel educativo y con sus necesidades básicas cubiertas, la que estuvo disponible para:

Todo ello en el marco de un tipo de cambio razonablemente favorable y un respaldo total del poder político a establecer límites a las apetencias de las empresas que licencian tecnología o a las presiones ejercidas por las corporaciones monopólicas multinacionales en torno a productos copiados por empresas locales. Complementariamente, la organización del comercio y el acceso a los mercados que consumen productos chinos se organiza en torno a un eficiente desarrollo de los eslabones de empresas que:

Es decir que se organizan verdaderos subsistemas de capital con la plasticidad necesaria como para adecuarse rápidamente a los cambios del mercado en las distintas regiones del mundo.


Los cambios regionales en curso

Tal como se desprende de los puntos desarrollados con anterioridad, no es posible entender al fenómeno regional como un mero diagrama de flujos, sea cual fuere la región que preocupa al investigador: un continente, un país, una parte de un país o regiones de espacios discontinuos. Sólo es posible entender la inserción de un tramo sociedad-problema en el contexto de su inserción global, ya que lo que sucede en una parte del sistema afecta a todo el sistema (incluidos, obviamente, los aspectos derivados de la relación de la sociedad con la naturaleza agredida). No es posible seguir analizando la realidad económica y política de América Latina con categorías propias de un mundo polarizado en torno a la cultura, la historia, la economía y, por ende, la geografía Nor-atlántica. Es que, decididamente, el centro del poder político y económico del mundo no pasa, en la historia y mucho menos ahora, exclusivamente por Europa Occidental-América del Norte, tal como antes no pasaba para las sociedades del subdesarrollado norte de Europa Central (Mar del Norte, Mar Báltico) con respecto a Grecia y el Cercano Oriente.

Es necesario, entonces, verificar según los parámetros conceptuales expuestos en el apartado anterior, los cambios sociales y territoriales acaecidos recientemente y, para ello, entender las pautas de comportamiento reciente del sistema capitalista. Por lo tanto, hablar del sistema capitalista actual y de la crisis evidenciada en el mundo capitalista tradicional es, también, hablar de la capacidad demostrada por las naciones realmente emergentes (Brasil, Rusia, India, China y, eventualmente, otras) para enfrentar los cambios del sistema a escala global, aún cuando su éxito sea todavía aleatorio. Pero las variables a considerar en la actual forma en que opera la reproducción del capital en escala creciente son las mismas; lo que cambia es la enorme variedad de situaciones que involucra cada región, históricas y de recursos naturales, en torno a la capacidad de generar, acumular, distribuir y gestionar los excedentes y, por ende, de planificar en términos de la historia y de las contradicciones actuales a las sociedades regionales o nacionales.

Ahora, apuntando a una tercera figura[29] de la mercancía, la velocidad de la innovación conduce a la maximización de las tasas de ganancia y, ese hecho, se refleja en la construcción de las nuevas bases materiales y, consecuentemente, en las relaciones de poder. Para ello es necesario tener en cuenta, como ya se ha afirmado, que en cualquier parte del mundo la realidad regional es una expresión histórica en la que sus rasgos físicos y las modificaciones construidas a través del tiempo por una determinada cultura, las que son definidas, justamente, por ese proceso histórico, proyectado en las actuales contradicciones entre todos sus componentes.[30] En esto, es notoriamente destacable el hecho de que no es posible confundir las relaciones del corto o mediano plazo con la construcción histórica en el largo plazo. La unidad del conocimiento de la historia de la resolución de contradicciones sociales diversas apunta a evitar la enajenación de la capacidad social (símil de la capacidad individual otorgada por la naturaleza) de transformar las contradicciones de la presente realidad, incluidas aquellas que alteran la dinámica del medio natural.

Los contenidos de este trabajo dejan un conjunto de preguntas sin respuesta en tanto la preocupación ha estado centrada en la lectura comprensiva del entramado de la estructura social en la historia, la que resulta necesaria para entender los macro procesos, aquellos que normalmente le crean dificultades al paradigma científico actual.

No obstante, creo necesario destacar que los grandes cambios en la humanidad han sido construcciones de los pueblos lo cual no quiere decir que eso supone avances en cuanto a la construcción de una sociedad más justa, más equitativa. Los cambios en la estructura del sistema social y, en su correspondiente superestructura, supusieron siempre un sector que los llevó adelante en tanto implicaban un beneficio para sus gestores, a la vez que otro sector más sometido aunque inicialmente con algún grado de satisfacción de sus necesidades, lo apoyó. Un tercer sector de excluidos observaba sin participar. Pero la historia de esos procesos y sus proyecciones en el ordenamiento de las relaciones sociales, del territorio así como del grado de afectación del ambiente, fue siempre escrita por quienes detentaron el poder para ejercer los cambios. Con ello, la versión impuesta para la interpretación de las realidades regionales y sociales han sido actuadas por los poderosos.[31]

 

Notas

[1] HOBSBAWN, E.: “Del feudalismo al capitalismo”, Capítulo de ese autor que integra el libro de R. Hilton (editor y autor), La transición del feudalismo al capitalismo, p225, Editorial Crítica, Grijalbo, Barcelona, 1982.

[2] Cfr. MARX, C.: El capital, Libro Primero, El desarrollo de la producción capitalista, “Sección primera: mercancía y dinero”, “Capítulo I: la mercancía”, pp55 a 96, Editorial Ciencias del Hombre, Buenos Aires, 1973.

[3] WALLERSTEIN, Immanuel: El moderno sistema mundial: la agricultura capitalista y los orígenes de la economía – mundo europea en el siglo XVI, Siglo XXI, México, 1979, pp. 24-25.

[4] MAIER, F. G.: Bizancio, “Introducción”, p 22, Siglo XXI editores S. A., México, 2004.

[5] BULEI, Ion: A history of Romania, IV - Feudal structures, p36, Meronia Publishers Ltd., Bucharest, 2007. (Traducción propia, G. M. de J.)

[6] La Universidad de Bolonia, primera universidad de Europa occidental, inició sus actividades en el año 1088.

[7] VASILIEV, A. A.: Historia del Imperio Bizantino, Tomo I, “De Constantino a las cruzadas, punto El comercio bajo Justiniano”, p183, 2007. http:// www.holytrinitymission.org/books.

[8] WALKER, J. M.: Historia de Bizancio, Cap. XXIX, “La actividad económica”, pp298 y 299, EDIMAT Libros S. A., Madrid, 2005.

[9] En 1247 se había creado la Hansa, una asociación de mercaderes que se unió para fomentar el libre comercio, terminar con la piratería y defenderse de los príncipes de las ciudades que querían poner impuestos de paso. La Hansa perduraría hasta 1669, y llegó a contar con 200 ciudades asociadas, del entorno del Báltico y el mar del Norte. (Web Enciclopedia Libre en Español, licencia de Creative Commons, GFDL, http://www.pastranec.net/historia/media/feudeco.htm)

[10] Para dar idea del desarrollo urbano y de la calidad de vida en las ciudades vale la mención de que Constantinopla tuvo alumbrado nocturno desde el año 415.

[11] MAIER, F. G.: Op. cit., Cap. 2, “La crisis de la iconoclastia”, p 107, 2004.

[12] LEVÍN, P.: El capital tecnológico, Parte 3, pp315 a 334, Editorial Catálogos, Buenos Aires, 1998.

[13] VASILIEV, A. A.: Op. cit., p122, 2007. Destacados en negrita propios.

[14] COSMAS INDICOPLEUSTES: Topografía Cristiana, libro XX, p333, Ed. Winstedt, Cambridge, 1909.

[15] VASILIEV, A. A.: Op. cit., p125, 2007. Destacados en negrita propios.

[16] El listado de corporaciones habla de la complejidad de la economía: notarios, joyeros, productores de seda, tejedores de seda, fabricantes de seda, comerciantes de seda, fabricantes de jabón, fabricantes de cera, procesadores de cuero, tahoneros, cambistas de moneda (la moneda de oro bizantina era en el siglo IX de uso universal), traficantes de seda en bruto, comerciantes de perfumes, tenderos de comestibles, carniceros, expendedores de cerdos, panaderos, expendedores de pescados, vendedores de caballos. Cfr. VASILIEV, A. A.: Op. cit., 2007.

[17] Ibidem, p254, 2007.

[18] Ibidem, Tomo II, p33, 2007.

[19] Ibidem, p257, 2007.

[20] El crédito tomado por los europeos a los países americanos por las exportaciones americanas de los siglos XVI a XVIII todavía está pendiente de pago.

[21] WALLERSTEIN, I. “Introducción: el estudio del cambio social”, p17, Op. Cit., 1979.

[22] MARX, C.: El capital, Libro Primero, op. cit., Buenos Aires, 1973.

[23] MAIER, F. G.: Op. cit., Cap. 5, “La época de los Comneno”, p 236, 2004.

[24] SLOT, J., GEORGIEVA, C. y RIMPOVA, A.: The Netherlands – Bulgaria: Traces of relations through the centuries, Cap. I, “Medieval Bulgaria in Dutch archieves”, State publishing house, “Septembri”, Sofía, 1981, pp 10 y 11. (Traducción propia, G. M. de J.)

[25] FAROQHI, Suraiya: The Ottoman Empire and the world around it, chapter “On sobereignty and subjects: expanding and safeguarding the Empire”, p29, I. B. Tauris & Company Ltd., London, 2007. El autor es profesor de Estudios Otomanos en la Ludwig Maximilians University de Munich y autor de varios estudios sobre el Imperio Otomano. (Traducción propia, G. M. de J.)

[26] Ibidem, Cap.6, “Trade and foreigners”, punto denominado Links to the capital of the seventeenth-century world economy: the Dutch case, p150, 2007. (Traducción propia, G. M. de J.)

[27] AMIN, Samir: “El futuro de la polarización global” publicado en Realidad Económica (IADE), N° 130, Marzo de 1995. De los cinco monopolios que caracterizó este autor y que hacen posible el control del que, en su momento, llamó el sistema polarizado mundial, el Atlántico Norte solo controla aquel de las armas de destrucción masiva.

[28] Cfr, de JONG, G. M.: Geografía, método regional y planificación, Capítulo 3, pp. 273 a 406, Editorial Catálogos, Buenos Aires, 2009.

[29] LEVÍN, P.: Op. Cit. 1998. No se trata ya del valor relativo de productos reproducibles sistemáticamente, sino que los productos reproducibles tienen un aditamento: la innovación. En la medida que una empresa tiene el capital necesario para lograr un proceso de innovación permanente, sus tasas de ganancia extraordinarias se aproximarán a una constante, con la correspondiente capacidad, también extraordinaria, de acumular excedentes. Ya no se trata de ganar más porque se cuenta con una determinada capacidad de reproducir un bien, sino que se trata de innovar permanentemente en todas aquellas variables de las cuales depende el uso del producto, incluso bienes físicos, para lograr la maximización de las apetecidas tasas.

[30] Cfr, de JONG, G. M., Introducción al método regional, Capítulo 2, pp47 a 80, Laboratorio patagónico de investigación para el ordenamiento ambiental y territorial (LIPAT), Facultad de Humanidades, UNCo, Neuquén, 2001.

[31] DEBORD, G.: La sociedad del espectáculo, Ediciones La Flor, Buenos Aires, 1970.

 

Bibliografía

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Copyright Gerardo Mario de Jong, 2011.
Copyright
Realidad Económica, 2011.

 

Ficha bibliográfica:

JONG, Gerardo Mario de. Capital industrial y cambios regionales a escala mundial. Realidad Económica, 2011, nº 262, p. 81-106. Reproducido en Scripta Vetera. Edición Electrónica de Trabajos Publicados sobre Geografía y Ciencias Sociales. [En línea]. Barcelona: Universidad de Barcelona, nº 127. <http://www.ub.es/geocrit/sv-127.htm>. [ISSN: 1578-0015].

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