Menú principal

Índice de Scripta Nova

Scripta Nova
REVISTA ELECTRÓNICA DE GEOGRAFÍA Y CIENCIAS SOCIALES
Universidad de Barcelona. ISSN: 1138-9788. Depósito Legal: B. 21.741-98
Vol. VI, núm. 119 (56), 1 de agosto de 2002

EL TRABAJO

Número extraordinario dedicado al IV Coloquio Internacional de Geocrítica (Actas del Coloquio)
 

TRABAJO, ESPACIOS DE VIDA Y COTIDIANIDAD.  LA PERIFERIA ORIENTAL DE LA CIUDAD DE MÉXICO

Alicia Lindón
Universidad Autónoma Metropolitana, campus Iztapalapa, México


Trabajo, espacios de vida y cotidianidad. La periferia oriental de la ciudad de México (Resumen)

Frente a las difundidas ideas acerca de la pérdida de centralidad del trabajo en las “sociedades avanzadas”, en este documento se postula la construcción de renovadas formas de centralidad del trabajo en el caso de los sectores populares de la periferia pobre del Oriente de la ciudad de México. En este caso, la renovada centralidad del trabajo en la vida cotidiana está asociada con su espacialidad, que se superpone con la espacialidad residencial. Así, el espacio doméstico articula física y orgánicamente la familia y el trabajo, cuestión que se analiza a través de los espacios de vida y espacio vividos. Estos fenómenos complejos cuestionan los opuestos de la modernidad (como “lugar de trabajo/lugar de residencia”, “público/privado”), y manifiestan la imposibilidad de comprenderlos con categorías dicotómicas y “a-espaciales”, como mucho tiempo lo hicieron ciertos estudios del trabajo.

Palabras clave: vida cotidiana, significados del trabajo, espacialidad, familia


Work, life spaces and everyday life. The Mexico City’s Eastern periphery (Abstract)

In regard of the ideas about the loss of centrality of work in “advanced societies”, this paper is considering renewed forms of work’s centrality among popular sectors of Mexico City’s poor. In this particular case, the renewed centrality of work is associated with its spatiality, articulated with its residential spatiality. Therefore, the domestic space being able to articulate physically and organically the family and the work, we will analyze it through the space of life and the lived space. Those complex phenomenon’s are questioning the traditional oppositions that emerged from the modernity: work space versus residence space and public versus private, and clarify the impossibility to understand those processes using dichotomist’s and un-spatial categories, as it was done by some researches.

Keywords: everyday life, meaning of work, spatiality, family


Las reflexiones que presento en este documento se refieren al fenómeno que usualmente en los estudios sobre trabajo se conoce como informalidad o precariedad laboral. El mismo fenómeno suele identificarse como estrategias de supervivencia si se trata de estudiarlo en el contexto de la investigación sobre familia. También se lo podría identificar bajo otros rótulos, por ejemplo se lo suele abordar bajo la perspectiva de la pobreza urbana. Nuestras reflexiones buscan no limitarse ni al campo de los estudios de trabajo, ni a los de familia, ni a los urbanos sino más bien atravesar todos estos campos. Por eso optamos por una visión de la vida cotidiana que integra el trabajo, la familia y la vida urbana a través de una dimensión nodal, como es la espacialidad de todos estos ámbitos.

Asimismo es necesario destacar, desde un inicio, que estas reflexiones también se inscriben dentro de las voces que vienen planteando la necesidad de renovar las perspectivas sobre el trabajo y el mismo concepto de trabajo. En este sentido abogamos por una forma de comprensión del trabajo que incluya la voz y el punto de vista del sujeto que trabaja. En otras palabras, vemos el trabajo dentro del conjunto de la vida del sujeto que trabaja, mientras que lo usual es ubicarlo dentro de otra totalidad: El proceso productivo. El punto de vista del sujeto que trabaja suele quedar más o menos desdibujado en los enfoques que ven el trabajo a través de la esfera de la producción (por ejemplo, los modelos productivos). Algo semejante ocurre con aquellos otros enfoques que se focalizan en el mercado de trabajo: En cierta forma reducen al sujeto que trabaja a un tipo de inserción laboral, o en el mejor de los casos, a las estrategias para entrar, salir o permanecer en ciertos mercados de trabajo. De esta forma, nuestro enfoque más que aislar algunos aspectos del trabajo intenta resituarlo en una visión que parta de la complejidad y en consecuencia, que incorpore el cruce, la articulación y confrontación de distintas dimensiones de la vida social en torno al trabajo. Por eso los enfoques de la vida cotidiana resultan muy pertinentes en esta búsqueda: Ni aíslan dimensiones de la vida social ni olvidan al sujeto. Intentan comprender el punto de vista del sujeto que trabaja a través de su discurso, de la observación próxima de las prácticas, de la observación de lo minúsculo y el microanálisis.

De esta forma, en la primera parte del documento presentamos unas pinceladas básicas del caso concreto que nos permite llegar a estas reflexiones. Luego, especificamos cual es la visión del trabajo que utilizamos y el tipo de trabajo empíricamente observado en el caso de estudio. En el apartado siguiente consideramos la hipótesis central: La peculiar centralidad del trabajo en la vida cotidiana de los habitantes de una zona de la periferia oriental de la ciudad de México, denominada Valle de Chalco. Luego analizamos la centralidad del trabajo en este contexto local (visto como medio y como fin) a través de su espacialidad, tanto en términos de espacio de vida (cotidianidad) como de espacio vivido (subjetividad); por último esbozamos unas reflexiones finales.
 

Algunos rasgos del estudio de caso

Este trabajo es parte de una investigación extensa sobre esta zona de la periferia oriental de la ciudad de México, que se denomina Valle de Chalco (Lindón, 1999; Hiernaux et al, 2000). Se trata de uno de esos territorios de nuestras metrópolis que usualmente han sido considerados como el símbolo de la pobreza urbana. Iniciamos la investigación hace algo más de diez años. En un principio nuestro interés estuvo teñido por la magnitud que alcanzó la urbanización del área (iniciada a mediados de los años setenta) y también por la aceleración de ese proceso, que llevó a reunir en tan solo dos décadas alrededor de medio millón de habitantes en unos 40 kilómetros cuadrados. La ocupación de la zona fue realizada por pobladores de muy escasos recursos, casi siempre jóvenes familias, que llegaban a un territorio despoblado y marcado por las carencias de todo tipo1. En gran parte procedían de la misma ciudad aunque de áreas más céntricas o menos periféricas, y por eso mismo más consolidadas en términos urbanos. Eran sujetos con trayectorias de vida urbana, con experiencia de vida metropolitana, aun cuando fueran de origen rural algunos de ellos. En última instancia estaban movidos por el mito de la “vivienda propia”2 y muchas veces también por otro mito, el del “comercio propio”. No obstante, de manera directa los detonantes de la movilización residencial hacia la zona casi siempre fueron circunstancias familiares concretas, como la constitución del hogar, la expansión de la familia nuclear o los muy usuales conflictos y rupturas con la parentela co-residente, aunque detrás había un proyecto de vivienda y de trabajo.

En este contexto, el trabajo resulta una componente central, ineludible, precisamente por tratarse de sujetos de muy escasos recursos para los cuales el problema de la supervivencia es básico. Por su parte, la realidad también puso de manifiesto que la supervivencia no se resuelve a través de los principios de la ayuda mutua, la reciprocidad y la solidaridad, como se ha visto en otros contextos de pobreza urbana. En este caso, estamos frente a sujetos urbanos, con experiencia de vida en una economía monetaria y por ello el trabajo generador de los ingresos es básico.
 

Un modelo particular de trabajo

Es casi innegable que el trabajo actualmente, en casi cualquier contexto social, toma muy diversas formas. Como tantos otros componentes de la vida moderna, el trabajo no escapa a la multiplicidad y la heterogeneidad, si es que alguna vez lo hizo. Incluso, en un contexto local de pobreza urbana como el que estudiamos, también emerge esta multiplicidad de formas de trabajo. Sin embargo, en nuestro análisis nos referimos exclusivamente a aquellas actividades laborales, generadoras de los ingresos familiares, que tienen la particularidad de realizarse en el lugar de residencia bajo la modalidad de un pequeño comercio en el que casi siempre participan varios miembros del núcleo familiar3. Esto último tiene algunas consecuencias necesarias que habrá que tener en cuenta: Por ejemplo, en estas condiciones, el trabajo muy difícilmente es un atributo de un individuo sino del grupo familiar. En cambio, el trabajo asalariado necesariamente es un atributo individual, aun cuando el individuo sea parte de un grupo familiar y los ingresos generados por su trabajo sirvan para el grupo. En nuestra investigación, esta no fue la única forma de trabajo hallada, también encontramos trabajo asalariado y trabajo no asalariado realizado fuera de la vivienda, aunque es la única forma que consideramos en esta presentación, por todo lo inesperado que lleva consigo y por la capacidad estructuradora que toma dentro de la vida cotidiana.

Nuestra perspectiva para abordar el trabajo busca conocer las prácticas laborales, es decir, qué hacen, en dónde, con quiénes; pero también cómo ven el trabajo estos sujetos, qué significa para ellos el desarrollo de esa actividad.  Posiblemente, sería más pertinente el verbo “trabajar” que el sustantivo “trabajo”, para enfatizar así el hacer en la vida práctica, el movimiento o dicho de otra forma, priorizar al homo faber. Aunque por otra parte, el sustantivo trabajo, por el carácter inmovilizado y cosificado que le es propio, también es adecuado para preguntarnos por los mitos y quimeras que se asocian a él, ya que éstos lo representan como si fuera inmutable a través del tiempo.

Al tomar el punto de vista de quien trabaja, resulta necesario ubicar a este actor en un contexto de sentido que lo modela en cuanto a su forma de ver el mundo, pero al que también él modela desde algún lugar social en el cual actúa. En breve, estudiamos el trabajo en el cruce de dos ámbitos analíticos: La cotidianidad -como el hacer- y la subjetividad colectiva como la referencia al contexto social de sentido. Por tratarse de un tipo de trabajo que se realiza dentro de la vivienda, ha resultado particularmente pertinente considerarlo conjuntamente con la vida familiar; para analizar así el trabajo y la familia a través de la cotidianidad y subjetividad. A su vez, éstas últimas dimensiones se enfocan desde el ángulo de la espacialidad. En síntesis, nuestro modelo analítico para estudiar el trabajo realizado dentro de la vivienda se mueve en torno a la trilogía: cotidianidad, subjetividad y espacialidad.

En cuanto a la cotidianidad es necesario destacar que es el concepto con el cual referimos al conjunto de prácticas diarias que realizan los miembros de estas familias (León y Zemelman, 1997; Lindón, 2000a)  y entre las cuales una gran parte son las prácticas propias de la vida doméstica del núcleo familiar, mientras que otra parte sustancial se orienta al comercio: Son las prácticas de trabajo. Esto implica que el concepto de cotidianidad integra al de trabajo visto como prácticas laborales (como “hacer”). La cotidianidad da cuenta de todas las prácticas desplegadas por los sujetos, aunque en el caso considerado la vida práctica transcurre sobre todo entre la esfera laboral y la esfera doméstica. En algunos casos también se desarrollan prácticas de interacción con el vecindario, pero lo más frecuente es que los ámbitos de la cotidianidad estén sumamente restringidos, ya que estamos frente a sujetos cuya preocupación central es resolver la supervivencia.

Por su parte con el concepto de subjetividad social damos cuenta del conjunto de ideas, esquemas de pensamiento, imágenes, esquemas de sentido y significados con los cuales estos sujetos se orientan en su vida práctica, en su vida cotidiana. Y dado que en su vida práctica el trabajo ocupa un lugar importante, entonces su subjetividad también incluye de manera central los significados del trabajo. No obstante, los significados aparecen entrelazados unos con otros. Por ejemplo, los significados del trabajo suelen resultar muy integrados con los significados de la familia o de la vivienda. Sería bastante simplista pensar que los significados del trabajo resultan directamente de la experiencia laboral del sujeto: o que los significados del barrio se derivan directamente de la experiencia vecinal, por poner otro ejemplo. Puede ser que así sea en algunas circunstancias, pero también es necesario reconocer que los significados del trabajo suelen resultar de experiencias vividas en el ámbito familiar, vecinal, político o muchos otros.

Por último es necesario aclarar a qué nos referimos con la expresión espacialidad: Es una de las dos coordenadas básicas de la vida cotidiana, de toda experiencia de vida, la otra es la temporalidad (Lindón, 2000a). Nuestra aproximación a la espacialidad -siguiendo una visión de geografía “humanista”- se manifiesta bajo dos formas. Una de ellas es en términos de espacios de vida, es decir con referencia a los espacios frecuentados y recorridos por los sujetos, los espacios en los cuales se cristaliza su existencia (Di Meo, 2000). La otra es en términos de los espacios vividos (Frémont, 1976), es decir cómo son representados esos espacios de vida, cómo son pensados, imaginados y qué significados se le otorgan. Al pensar la espacialidad en estas dos formas es posible aprehender tanto la cotidianidad del trabajo y la familia, como su contexto subjetivo. En otras palabras, la espacialidad del trabajo vista en estas dos dimensiones viene a constituir una expresión síntesis de la cotidianidad y la subjetividad: Los espacios de vida son el lugar donde se despliegan las prácticas cotidianas y se constituyen en espacios vividos por el significado que toman dentro de la subjetividad colectiva.
 

La centralidad del trabajo en la vida cotidiana

La centralidad del trabajo en la vida social es una propuesta que surgió originalmente a la luz del análisis del trabajo industrial, asalariado, cronometrado, repetitivo4. De acuerdo a nuestra investigación, en esta zona de la periferia oriental de la ciudad de México el trabajo que se localiza dentro de la vivienda tiene una particular centralidad en la vida cotidiana de sus habitantes. Retomar esta vieja idea de la centralidad del trabajo puede parecer anacrónico, más aun si es con referencia a formas de trabajo no asalariado y no industrial; y más discutible todavía si se tiene en cuenta que la sociología del trabajo la ha olvidado –o tal vez abandonado- y que una línea del pensamiento social la ha negado explícitamente, en parte por la heterogeneidad de formas bajo las cuales se presenta el trabajo hoy en día (Offe, 1992). Y en cierta forma también podría parecer extemporánea frente a las tan difundidas ideas acerca del aumento del tiempo libre (De  Coster y Pinchault, 1994), aunque evidentemente todas estas ideas se pueden matizar. Así, por ejemplo adquieren otro tenor si se considera que las propuestas teóricas sobre el tiempo libre toman como referente empírico a las sociedades avanzadas o si se recuerda que, de acuerdo a numerosos autores, el trabajo (incluso asalariado) sigue siendo central para muchos sujetos: “La recomposición de la clase obrera, e incluso el paso de destacamentos de trabajadores a ser parte de los no asalariados, no implica que para ellos el mundo del trabajo haya desaparecido” (De la Garza, 1997, p. 80), más bien se ha reconstruido. Por todo esto, y a pesar del concierto teórico que descalifica la centralidad del trabajo, al estudiar un caso concreto como el presentado en el inicio, entendimos que era pertinente traer aquella vieja idea al debate actual, al menos para entender algunos fragmentos de la realidad. No obstante, seguramente que la pertinencia actual de esa idea solo es parcial o dicho en otros términos, para que aquella idea de la centralidad nos permita comprender situaciones como la estudiada, es necesario renovarla.

La centralidad del trabajo en la vida social tal como fue postulada en los años cincuenta, estaba muy asociada a la dimensión temporal del trabajo, que a su vez venía dada por los tiempos de la producción. Esto no es casual, las sociedades industriales y si se quiere fordistas, se organizaron en torno a una idea de tiempo rectora (Hiernaux, 1999). La temporalidad del trabajo en ese caso comprendía tanto las prolongadas jornadas de trabajo, como la rigidez de los horarios del trabajo industrial, que en ambos casos terminan fraccionando el tiempo cotidiano del trabajador en segmentos, y al fraccionar su tiempo vivido también fraccionan su propia vida. El resultado último de esto es el fenómeno ampliamente estudiado de la constitución de dos ámbitos de la vida totalmente diferentes y separados: “La familia y el trabajo”. La condición humana como totalidad resulta segmentada y se presenta así la alienación del ser humano ( Frisby, 1992).

Otro eje analítico que incluimos en la reflexión acerca del trabajo y su centralidad es la idea modernista acerca del trastoque de los medios en fines, por cierto muy relacionada con el fenómeno de la alienación producida por el trabajo industrial. Esta idea usualmente ha sido empleada como referencia muy general a la modernidad o bien como idea particularmente asociada a la división del trabajo y la partición del conocimiento que conlleva5. En el modelo de trabajo que analizamos nos parece pertinente incluirla con referencia al punto de vista de quien trabaja y en el plano del significado que tiene el trabajo para este sujeto. Esto permitiría preguntarnos si el trabajo es un medio, por ejemplo para el desarrollo personal del sujeto o para obtener recursos económicos. Así, el trabajo como fin puede ser pensado bajo la perspectiva del movimiento, de lo que siempre se encuentra en proceso de hacerse. La otra opción que se abre es preguntarnos si este modelo de trabajo estudiado acaso no se constituye en un fin en sí mismo, algo que se busca alcanzar, y una vez logrado pierde ese carácter dinámico de constituirse con cada nueva acción, para quedar inmovilizado, fosilizado, bajo la perspectiva de lo que ya se ha logrado.

Por último cabe señalar, que una de las formas con las cuales se ha estudiado la centralidad del trabajo es a partir del concepto de “trabajo como necesidad”. Seguramente, en el caso estudiado se puede aplicar fácilmente esta noción ya que se trata de sujetos marginales y excluidos. Así, podríamos señalar que bajo esta noción la centralidad del trabajo deriva de su capacidad para generar ingresos, propia del moderno concepto de trabajo. En términos de la subjetividad, el trabajo como necesidad, suele ser representado como lo que resuelve la supervivencia del grupo familiar. Estas serían las dos expresiones más evidentes del trabajo visto como necesidad, en el caso estudiado. Sin embargo, nos centramos particularmente en las otras dos formas de concebir el trabajo, como “medio” y como “fin”, considerando que la idea de medio de alguna manera comprende a la de necesidad. Esta decisión se funda en que la relación “medios-fines” surge en el pensamiento sobre la modernidad (dentro del cual el trabajo es central) y nuestros resultados confrontan algunas bases del pensamiento de la modernidad. Con este abanico de elementos analíticos a continuación reconstruimos cuatro formas bajo las cuales se presenta simultáneamente el modelo de trabajo estudiado. Estas cuatro formas resultan de la plasticidad de este modelo de trabajo que al mismo tiempo emerge como medio y como fin, y se despliega en espacios de vida (con toda la componente material que supone este concepto) que también son espacios vividos, por la carga simbólica con la cual son marcados. Estas cuatro formas en las que se presenta el tipo de trabajo analizado definen su centralidad desde ángulos a veces soslayados. Estas formas se sintetizan en el cuadro siguiente:
 

Trabajo como medio (“hacer”, movimiento)
Trabajo como fin (cosificación)
espacios de vida
(Cotidianidad)
I
-Espacio de trabajo constante e ineludible
·Espacio de trabajo motor del progreso familiar
II
-Espacio complejo del “Comercio/vivienda propia”
espacios vividos
(Subjetividad)
IV
-Fragilidad del progreso
-Cooperación familiar estratégica
III

-Progreso-Logro

-Independencia
-Libertad

El trabajo como medio y como espacio de vida

El modelo de trabajo que estructura la vida cotidiana de ciertas familias de la periferia oriental de la ciudad de México, lleva consigo condiciones diametralmente opuestas a las que tiene el trabajo definido dentro de la lógica industrial fragmentadora. No hay horarios de trabajo rígidos, incluso a veces ni siquiera flexibles. El concepto mismo de horario de trabajo, más allá de cómo sea adjetivado, parece desvanecerse. No hay dos ámbitos de la vida separados y regidos por lógicas opuestas. Lo particular es su espacialidad, que refuerza el peso que toma en la vida cotidiana. Se localiza dentro del espacio de la vida familiar, por lo que se constituye en una parte ineludible de la cotidianidad de la familia. El trabajo está alojado dentro del espacio de la vivienda y por ello se superpone con la vida doméstica. Anteriormente recordábamos que para la geografía humanista, el espacio de vida de cada individuo corresponde al área en la cual despliega sus prácticas, pudiendo diferenciarse así la morada, el lugar de trabajo, los espacios del ocio, los espacios de paseo y otros.(Di Meo, 2000). Si observamos la situación concreta que acabamos de describir con este concepto de espacio de vida, se puede concluir que las prácticas laborales y las prácticas de la vida familiar tienen una misma espacialidad. No hay un espacio de la morada y otro del trabajo.

Esto último tiene varias implicaciones: La vida familiar tiene un motor que la dinamiza, es el trabajo. A su vez, éste último se realiza en un contexto familiar, lo que implica un tejido de relaciones sociales en las que está presente la dimensión afectiva. “Se trabaja en familia y se vive en el trabajo”. La vida doméstica del grupo es ajustada y organizada de acuerdo a las necesidades del trabajo, y éste último se realiza en medio de interacciones familiares, teñidas por la idea de cooperación en el interior del grupo. El trabajo ya no corresponde a una franja de la cotidianidad de algunos miembros del grupo familiar, sino que es algo que está presente continuamente, es un constante transcurrir, es el movimiento repetitivo, las prácticas insoslayables que siempre se están realizando. Es el trabajo como “hacer”, pero no en un espacio ad-hoc ni en una franja del tiempo cotidiano. Este eterno fluir toma sentido como el principal medio para asegurar la supervivencia del grupo familiar. De esta manera, trabajo, cotidianidad y espacio de vida parecen sinónimos, o mejor dicho, empíricamente no parece factible diferenciarlos, ni siquiera a los efectos analíticos. El trabajo es el constante fluir de la cotidianidad, es lo que ocupa la cotidianidad con micro-actividades y se localiza en el espacio de vida más fuerte, es decir el “lugar del constante estar” que también es un constante “hacer”.

Esta situación también clausura el concepto de tiempo libre como lo opuesto al trabajo, ya que en estas circunstancias el tiempo libre se presenta como instantes dentro de una temporalidad cotidiana dominada y organizada por el trabajo. Hay paréntesis de tiempo libre dentro del trabajo, es decir dentro del espacio y el tiempo de trabajo. Más aun, el tiempo libre y el trabajo llegan a superponerse por instantes. Se trata del tiempo libre que Lefebvre caracterizó como el ocio articulado en la cotidianidad, aquel que deja una insatisfacción radical, a diferencia del ocio de la ruptura (Lefebvre, 1972). El ejemplo más claro, aunque no el único, es el ocio de “la televisión”, que en estos comercios/hogares suele ser una constante en la temporalidad cotidiana. De esta forma, el tiempo de trabajo no reconoce unos límites claros, más bien es un continuo en la cotidianidad de estos sujetos. Por su parte, el espacio de vida casi constante es el espacio de trabajo, que en principio encuentra sus límites en los del local comercial, aunque se mueven fácilmente a los límites de la vivienda en conjunto, la que no es mucho más extensa que el local.
 

El trabajo como fin y como espacio de vida

Como acabamos de ver, en un sentido este modelo de trabajo hallado en la periferia de la ciudad de México es un constante transcurrir, son las prácticas ineludibles, el hacer continuo y un medio para alcanzar algunos fines. Sin embargo, al mismo tiempo este tipo de trabajo deviene en un fin en sí mismo, se cosifica y queda inmovilizado desde el momento en el que el grupo familiar consigue acceder al comercio propio en la vivienda. El medio se hace fin en sí mismo (el progreso familiar), sin dejar de ser un medio (para la supervivencia o para el progreso). Es verbo y sustantivo al mismo tiempo.

En última instancia, estamos frente a un fenómeno no poco relevante: La constitución de espacios de vida complejos en los que se han superpuesto, y a veces fundido, ámbitos sociales: El trabajo y la vida familiar. Este fenómeno pone en tela de juicio algunos ejes fuertes de la modernidad. El pensamiento de la modernidad nos acostumbró a pensar con categorías dicotómicas, así se han desarrollado amplias interpretaciones sobre ámbitos sociales separados, claramente definidos y regidos por lógicas propias. Esto ha tenido su correlato en la constitución de campos y subcampos disciplinarios: Los estudios del trabajo, los estudios de la familia, los estudios urbanos.....En torno a la espacialidad ha ocurrido algo semejante: Hemos partido de espacios de vida diferenciados por la naturaleza de las prácticas que en ellos se realizan. Esta especialización espacial era insostenible sin otra componente, la movilidad en el espacio, o dicho de otra forma, no era posible la especialización sin espacios para la circulación, espacios destinados solo a ser transitados, o espacios de vida intermedios entre unos y otros. De igual forma, en la escala de la ciudad parece natural demarcar áreas “industriales” y “comerciales” (zonas de trabajo para el habitante de la ciudad) y áreas “residenciales” (zonas habitacionales).

Actualmente, la periferia metropolitana analizada nos pone un desafío importante: Se borran las fronteras entre los espacios de vida y la vivienda llega a constituirse en un “espacio complejo” de la cotidianidad. Es el lugar en el que se desarrolla buena parte de las prácticas cotidianas de la vida familiar y de la vida laboral. El espacio de la vida laboral físicamente es el espacio de la vida doméstica, de manera tal que antes que diferenciar a la familia y el trabajo, el espacio de la vivienda articula física y orgánicamente el mundo del trabajo y el familiar. Esta forma de trabajo lejos de alimentar la idea de la fragmentación de la vida cotidiana en múltiples pequeños mundos de vida como se postuló durante mucho tiempo (Luckmann, 1978), contribuye a constituir un peculiar mundo de vida en el que el trabajo y la familia resultan indisociables.

Así nos encontramos, en un caso concreto, con familias urbanas de escasos recursos para las cuales su cotidianidad gira en torno al trabajo y la familia, y por el hecho de localizarse ambos en el espacio de la vivienda, reducen notoriamente la movilidad espacial cotidiana de estos sujetos. Viven en la periferia del área metropolitana pero es muy reducida su movilidad dentro de la ciudad. En la experiencia cotidiana de estos sujetos no están presentes los espacios de vida que usualmente se conocen como espacios de circulación o de tránsito, o lo están mínimamente. Nuevamente, este modelo de trabajo confronta algunas tendencias e interpretaciones ampliamente legitimadas, no para negarlas sino para evidenciar otras formas que coexisten con estas. Por ejemplo: La separación del mundo laboral y el familiar, la oposición entre el tiempo de trabajo y el tiempo libre, la alta movilidad espacial en la ciudad por la especialización funcional, incluso aquella otra teoría según la cual los sectores populares urbanos realizan grandes desplazamientos diarios entre el lugar de trabajo y el lugar de residencia dentro del tejido metropolitano que contribuyen a la conocida “expoliación” del trabajador en la ciudad.
 

El trabajo como fin y como espacio vivido

Este espacio de vida que integra “familia y trabajo” es complejo por su dinámica interna que superpone prácticas de diferente naturaleza (por ejemplo se atiende al cliente y al mismo tiempo se atiende a un hijo pequeño), pero además de esa complejidad tiene un alto contenido simbólico. Como espacio vivido (es decir, incluyendo los significados que se le atribuyen) representa el “progreso”, la “independencia” y la “libertad”. Este espacio del trabajo y la familia es representado como el “progreso” del grupo familiar porque a través de él accedieron simultáneamente a la condición de propietarios de una vivienda y también de un comercio, lo que parece haber sido un fin o meta durante mucho tiempo. Asimismo, representa el acceso a la independencia con respecto a los mecanismos de control de la parentela, con la cual se cohabitó alguna vez en cotidianidades marcadas por el conflicto. En otras palabras, este espacio fue la clave para la independencia porque permitió dejar de compartir la vivienda con la parentela. Este espacio de vida complejo aun toma otro significado: También es representado como el acceso a la libertad vista con relación a las restricciones que supone la renta de un cuarto en una “vecindad”. En este nivel la noción de libertad se construye como la posibilidad de poder desplazarse en espacios de vida más amplios y que los hijos puedan ampliar su ámbito circulatorio y su radio de acción. Cabe señalar que la idea de progresar por acceder a la propiedad parece un valor social incorporado y apropiado por estos sujetos, mientras que las nociones de independencia y libertad parecen construidas más directamente a la luz de las experiencias biográficas previas.

Un aspecto que se debe subrayar es que por ese carácter permanente que toma el trabajo, los significados atribuidos al trabajo (comercio en la vivienda) y al espacio del trabajo (vivienda/comercio) son indisociables. La vivienda/comercio representa el progreso y a su vez, ese espacio de vida toma el mismo significado.

Revisemos esta construcción subjetiva de progreso: El trabajo –el pequeño comercio domiciliario- es simbolizado como el mecanismo del progreso familiar, como lo que ha permitido construir un proyecto familiar. La presencia de la idea de “progreso” (Nisbet, 1996) puede parecer algo inesperado en un contexto de pobreza urbana, marginación y exclusión social. Sin duda es necesario subrayar que se trata de una versión muy particular de esta idea modernista en varios aspectos (Lindón, 2000-b). Nuevamente es útil introducir la temporalidad, ahora para analizar la idea de progreso. El progreso casi siempre es concebido con relación al futuro, como la búsqueda de progreso; por eso siempre ha sido asociado a la temporalidad lineal de la modernidad, que proyecta el presente en el futuro. En el caso analizado hallamos una idea de progreso que se construye de otra forma: Es un arco entre el pasado y el presente, o entre un pasado de “mayores” carencias6 y un presente de “menores” carencias. El trabajo, y particularmente el comercio localizado en la “vivienda propia”, es representado como el motor de ese movimiento entre el pasado y el presente.

En un texto anterior denominamos “logro” a esta forma de progreso, precisamente para subrayar su temporalidad, extendida entre el pasado y el presente y diferenciarlo así, del concepto de progreso en el sentido más estricto del término (del presente hacia el futuro). En esta subjetividad compartida, el futuro solo se esboza tímidamente como el deseo de mantener lo ya alcanzado, y no como la continuidad del progreso. El logro le da sentido a la vida a través de la comparación constante con un pasado de fuertes restricciones y carencias materiales, también las hay en el presente pero son minimizadas por el peso que toma el sentido del logro. El logro también ocupa la vida presente con prácticas concretas, ya que la tarea que el grupo familiar se da a sí mismo es mantener ese logro, casi como un mandato que ocupa la cotidianidad y se objetiva en el trabajo familiar, ahora entendido como “hacer” o como medio. En síntesis, el logro se define como tal con referencia al pasado –a un pasado rechazado que toma la forma de una trayectoria migratoria- mientras que en el presente es lo que le da sentido a la vida cotidiana y la colma de tareas. El logro no es una noción en movimiento, al construirse con referencia al pasado está inmovilizada. El sentido del logro se adhiere tanto al trabajo como al espacio del trabajo, haciendo a éste último un espacio vivido a través de este significado. Así, cuando el trabajo y su espacio son impregnados por la significación del logro, ambos se constituyen en un fin en sí mismo.
 

El trabajo como medio y como espacio vivido

La subjetividad sobre el trabajo y su espacio –el logro- tiene otro matiz: La fragilidad. El grupo familiar percibe que el logro (el progreso alcanzado), puede perderse fácilmente, posiblemente por esto no se busca su proyección hacia el futuro. Esta percepción de fragilidad se va a constituir en la base de una serie de estrategias familiares (prácticas) para evitar que se pierda lo logrado. De manera tal que el trabajo y su espacio vuelven a tomar el carácter de medio, de actividad práctica por un lado, y por otro se le da el significado de la fragilidad en lo logrado.

Las estrategias para evitar que se pierda lo logrado se despliegan principalmente en dos ámbitos y espacios de vida, uno interno al grupo familiar y otro externo, el vecindario. Las estrategias del ámbito intrafamiliar consisten en la realización de múltiples pequeñas prácticas cotidianas sustentadas en la noción de cooperación entre los miembros del grupo para mantener lo alcanzado. La cooperación familiar resulta ser uno de los primeros recursos estratégicos con los que cuenta el proyecto familiar, el otro recurso básico es el uso intensivo del tiempo cotidiano. La cooperación familiar se objetiva en una serie de prácticas concretas, como por ejemplo la participación de varios miembros del grupo familiar en la atención del comercio, la división del trabajo propio del comercio entre los miembros del grupo, al igual que la división del trabajo doméstico, el escalonamiento de los horarios escolares de los hijos, el escalonamiento de los horarios de las comidas de los miembros del grupo familiar....... En cuanto al tiempo cotidiano, la estrategia consiste en ir prolongando espontáneamente el tiempo de trabajo, lo que se facilita porque no se utiliza tiempo en movilidad espacial cotidiana por trabajo.

En el ámbito externo al hogar el recurso práctico para mantener el logro es la restricción de toda actividad que no sea parte del proyecto, incluso las actividades vecinales en sentido amplio, es decir tanto aquéllas de tipo organizativo y participativo como la socialidad vecinal en sus formas más simples. También se restringe la socialidad con la parentela, lo mismo ocurre con las prácticas de esparcimiento o recreación, todas son vistas como lo que aleja o debilita el proyecto familiar. La restricción de las actividades externas toma el sentido de cooperar para mantener el proyecto familiar. Todo esto termina generando un repliegue del grupo familiar sobre sí mismo. Esta situación puede parecer relativamente inesperada si se considera que se permanece casi todo el tiempo cotidiano en la vivienda/comercio y además se interactúa con los vecinos a través del comercio. Sin embargo, las interacciones se limitan al acto comercial.
 

Reflexiones finales

Esta modalidad de trabajo ha contribuido a la conformación de hogares que se han fijado en el espacio (escasa movilidad cotidiana), que aumentan las interacciones en el interior del grupo doméstico pero que al mismo tiempo reducen la socialidad con el entorno circundante al hogar. Esto tiene dos aspectos paradójicos. Por un lado, la conformación de sujetos casi fijados en un micro espacio –es decir, con escasa movilidad espacial- no implica que sean sujetos arraigados a ese lugar, con apego y sentido de pertenencia. Por el contrario, para que se desarrolle el arraigo a un espacio son muy importantes las interacciones sociales. En el caso estudiado, antes que arraigo encontramos un sentido de no pertenencia respecto al lugar, que viene junto con el distanciamiento respecto al vecindario, es decir, son cercanos físicamente pero no socialmente. En algunas ocasiones se llega a expresar que se “está ahí” solo transitoriamente.

Otro aspecto paradójico de este modelo de trabajo es que para acceder al comercio en la vivienda -que los fijó en un micro-espacio de vida-, estos sujetos recurrieron a reiterados movimientos previos de su lugar de residencia dentro de la metrópolis. Esa vivienda/comercio fue posible (el logro) en virtud de una subjetividad familiar dispuesta a desplazar reiteradamente el lugar de residencia hacia nuevas zonas abiertas a la urbanización (casi un nomadismo residencial) en busca de una idea: Una vivienda propia y un comercio en ella que permitiera el progreso familiar. Para estos actores sociales, esa idea solo podía concretarse en la periferia más externa y reciente, donde el acceso a la vivienda y el comercio era posible por las carencias locales y la ilegalidad del suelo, y donde la rentabilidad del comercio resultaba de las necesidades básicas propias de un territorio en acelerada ocupación pero carente de todo.

Por último también cabe destacar que la conformación de un imaginario en torno a esta quimera de progreso, objetivada en un trabajo, junto con el sentido de no pertenecer al lugar en el cual “se está”, permite que estos actores no cancelen la idea de una nueva movilización de su residencia/trabajo a otro territorio que esté iniciando la urbanización, si es que las condiciones de consolidación urbana (“competencia” por multiplicación de comercios semejantes) del lugar ponen en peligro la rentabilidad del comercio y en consecuencia el proyecto familiar. Emerge nuevamente lo peculiar de esta idea de progreso: Progreso es mantener este modelo de trabajo, aun cuando conlleve el empeoramiento cíclico y reiterado de las condiciones materiales de vida del grupo familiar. Esta quimera de progreso, indisociable de un modelo de trabajo, juega un papel importante en la constitución de estos actores sociales en unos “eternos migrantes” dentro del territorio metropolitano. Eternos migrantes en el sentido en que han aprendido a manejar la espacialidad de su vida y su trabajo para sostener un imaginario, algunos sueños y quimeras.

De todo lo anterior surgen unas reflexiones finales de tipo metodológico: Este modelo de trabajo representa un fuerte desafío para los estudios laborales ya que muestra claramente que las categorías excluyentes y dicotómicas largamente utilizadas, resultan superadas por los fenómenos empíricos. Por ejemplo, se trata de un tipo de trabajo que puede ser vivido por los sujetos como medio y como fin al mismo tiempo. Como medio termina cosificándose e inmovilizándose cuando los sujetos alcanzan la meta buscada, pero apenas pierde la lógica del movimiento en esa cosificación, la vuelve a retomar por su fragilidad que lo torna vulnerable.

También se desprende otra reflexión metodológica: Una aproximación a la realidad social que coloque el concepto de trabajo a la luz de la trilogía cotidianidad/subjetividad/espacialidad, muestra la necesidad de que los estudios del trabajo, al menos en ciertos contextos, se articulen con los de la familia, la ciudad, con los estudios culturales, con los acercamientos al imaginario y la subjetividad social, incursionar en el ámbito del ethos, las cosmovisiones, como también en la espacialidad de la vida social y laboral en particular, así como en las biografías, antes que construir ámbitos de análisis muy cerrados, exclusivamente limitados al trabajo y pensados en términos fuertemente técnicos y desde la racionalidad económica. En otras palabras, el problema del trabajo en la vida social desborda la definición de la actividad realizada, los ingresos obtenidos, el tipo de inserción, la permanencia en la actividad y otras dimensiones de esta naturaleza; es imprescindible la apertura hacia otros ámbitos analíticos.

Desde el punto de vista del actor que trabaja (más allá de cual sea el tipo de trabajo desarrollado) es parte de su trabajo ese mundo de sentido con el cual se enfrenta cotidianamente a su actividad, es decir todas las ideas acerca de lo que esa actividad le representa, toda la aparente irracionalidad con la cual ve su actividad, así como las quimeras que construye en torno a ella. De igual forma, la dimensión espacial del trabajo, ya sea como espacio en el cual se realiza el trabajo o como significados del espacio de trabajo, resulta parte del fenómeno laboral en sí mismo. La renovación del concepto de trabajo y de los enfoques laborales de manera amplia, bien podría ser planteada a partir de la inclusión y problematización de su espacialidad, dimensión muchas veces olvidada en este campo del conocimiento, así como a través del punto de vista del trabajador.
 

Profesora-investigadora del Departamento de Sociología de la Universidad Autónoma Metropolitana, campus Iztapalapa, México. Miembro del Sistema Nacional de Investigadores. Correo electrónico: alindon@attglobal.net. Tel. y fax part. (52-5) 595-3181.

Titulación: Doctora en ciencias sociales con especialidad en sociología (El Colegio de México). Maestría en Desarrollo Urbano (El Colegio de México). Licenciatura en Geografía (Universidad de Buenos Aires)

Institución: Profesora-investigadora titular de tiempo completo de la Universidad Autónoma Metropolitana, campus Iztapalapa, México.

Dirección: La Presa 40, A-13. San Jerónimo Lídice, Distrito Federal, C.P. 10200. México
 

Notas

1 La urbanización de esta zona, anteriormente rural, se inició con una serie de procesos especulativos del mercado del suelo que la dejaron casi despoblada, permitiendo así que luego en ese territorio desierto se asentaran los nuevos pobladores. En su gran mayoría llegaron familias procedentes de otras zonas del área metropolitana, casi siempre aledañas pero incluidas en la mancha metropolitana desde algunas décadas antes, por eso mismo también más valorizadas en términos urbanos. La consolidación urbana y el consecuente encarecimiento de la vivienda en las zonas circundantes a Valle de Chalco y de más antigua urbanización, contribuyó para que las familias de reciente constitución y de menos recursos se viesen obligadas a desplazarse a zonas más baratas, como la estudiada, en donde todo estaba por hacerse.

2 En el caso estudiado, la condición de “vivienda propia” no se fundamenta en la situación legal, sino que es parte de una forma de ver y significar la realidad, ya que en esencia eran fraccionamientos ilegales sobre los cuales los nuevos ocupantes y autoconstructores no disponían de propiedad. Aunque, con el paso de los años se fue otorgando la propiedad legal.

3 Esta forma de trabajo usualmente es estudiada bajo el nombre de informalidad o trabajo por cuenta propia. En nuestro análisis no usamos estas expresiones porque llevan consigo un punto de vista, un ángulo de observación de la realidad, que no es el nuestro. Con estos conceptos se enfatiza el tipo de inserción laboral en los mercados de trabajo, lo que no es nuestro énfasis.

4 Esta idea fue uno de los ejes fuertes de los planteamientos marxistas sobre el trabajo y también de la sociología francesa del trabajo de los primeros años (Friedmann y Naville, 1963) y sigue marcando fuertemente la sociología del trabajo, que se articula con el pensamiento de la Escuela de la Regulación, por cierto muy anclada en la geografía económica.

5 Una expresión de este fenómeno es lo que Simmel denominó “La tragedia de la cultura”.

6 Introducimos la expresión “mayores carencias” (y “menores carencias”) con referencia a la visión de los sujetos y no como resultado de una medición objetiva de niveles de carencias.
 

Bibliografía

AGUILAR, M.A. La cultura urbana como descubrimiento del lugar. Ciudades, nº 27, año 7, julio-septiembre, México, RNIU, 1995, p. 51-55.

AGUILAR, M.A.; CISNEROS, C. La continuidad del presente: una visión desde la psicología social y la psicología política. Sociológica: Subjetividad en lo social, nº 14, año 5, septiembre-diciembre, México: UAM, 1990, p. 66.

AUGÉ, M. Los 'no lugares'. Espacios del anonimato, una antropología de la sobremoderniad, Barcelona: Gedisa Editorial, 1993. 125 p.

BERGER, P.; LUCKMANN, T. La construcción social de la realidad, Buenos Aires: Amorrortu Editores, 1968. 235 p.

BERGER, P.; LUCKMANN, T. Modernidad, pluralismo y crisis de sentido. La orientación del hombre moderno. Barcelona: Paidós, 1997. 125 p.

BERIAIN, J. Modernidad y sistema de creencias, IN VATTIMO, G. y otros. En torno a la posmodernidad, Barcelona: Anthropos, 1994, p. 131-135.

BOURDIN, A. “L’ancrage comme choix”, IN: HIRSCHHORN, M.; BERTHELOT, J.M, Mobilités et ancarges. Vers un nouveau mode de spatialisation, París: L’Harmattan, 1996, p. 37-56.

COSTER, M. De; PINCHAULT, F.(comp.), Traité de sociologie du travail, Bruselas: De Boeck Université, 1994. 551 p.

DE CERTEAU, M. La invención de lo cotidiano. 1. Artes de Hacer, México: UIA-ITESO-CEMCA, 1996. 229 p.

DE LA GARZA, E. Trabajo y mundos de vida.  In LEÓN, E.; ZEMELMAN, H. (coord.), Subjetividad: Umbrales del pensamiento social, Barcelona: Anthropos-CRIM, vol. 14, 1997, p. 75-91.

DE LA GARZA, E. Los retos teóricos de los estudios del trabajo hacia el siglo XXI, Colección Grupos de Trabajo de CLACSO, Buenos Aires: Universidad de Aguascalientes-CLACSO-Agencia Sueca de Desarrollo Internacional, 1999. 254 p.

DI MEO, G. Que voulons-nous dire quand nous parlons d’espace?. In LÉVY, J.; LUSSAULT, M. (dir.).Logiques de l’espace, Esprit des Lieux. Géographies à Cerisy.  París, Berlin: 2000, p. 37-48.

ELIAS, N. La sociedad de los individuos. Barcelona: Península, 1990. 271 p.

FRÉMONT, A. La région, espace vécu. París: P.U.F., 1976. 223 p. 1ª edición.

FRIEDMANN, G.; Pierre Naville. Tratado de Sociología del Trabajo. México: F.C.E., 1963. 446 p. vol.II.

FRISBY, D. Fragmentos de la modernidad. Teorías de la modernidad en la obra de Simmel, Kracauer y Benjamin. Madrid: Visor, 1992. 500 p.

GEHLEN, A. Antropología filosófica. Del encuentro y descubrimiento del hombre por sí mismo. Barcelona: Paidós, 1993. 370 p.

HIERNAUX, D. Los senderos del cambio. Tecnología, sociedad y territorio. México: CIC-Plaza y Valdes, 1999. 228 p.

HIERNAUX, D.; LINDÓN, A. (2002), La configuración del territorio metropolitano, los modos de vida y las utopías urbanas, Ciudades, núm. 53, México, Red Nacional de Investigación Urbana, p. 26-32.

HIERNAUX, D.; LINDÓN, A; NOYOLA, J. (coord.), La construcción social de un territorio emergente: el Valle de Chalco. México: El Colegio Mexiquense-Municipio Valle de Chalco Solidaridad, 2000. 436 p.

JAVEAU, C. Lugares de memoria individuales y estructuración de las interacciones: acerca de los síndromes de Lamartine y de Proust, In LINDÓN, A. (coord). La vida cotidiana y su espacio-temporalidad. Barcelona: Anthropos, 2000, p. 171-186.

JUAN, S. Las tensiones espacio-temporales de la vida cotidiana, In LINDÓN, A. (coord). La vida cotidiana y su espacio-temporalidad. Barcelona: Anthropos, 2000, p. 123-146.

KNORR-CETINA, K. y CICOUREL, A. Advances in social theory and methodology: toward and integration of micro and macro sociologies. Londres: Routledge & Kegan Paul, 1981. 325 p.

LEÓN, E.; ZEMELMAN, H. (coords.). Subjetividad: umbrales del pensamiento social. Barcelona: Anthropos-CRIM-Coordinación de Humanidades,1997, p. 174.

LINDÓN, A. El espacio y el territorio: contexto de significado en las obras de Simmel, Heidegger y Ortega y Gasset. Estudios Sociológicos, vol. XIV, núm. 40, enero-abril, México, CES, El Colegio de México, 1996, p. 129-141.

LINDÓN, A.De la trama de la cotidianidad a los modos de vida urbanos. El Valle de Chalco . México: El Colegio de México-El Colegio Mexiquense, 1999. 488 p.

LINDÓN, A. La vida cotidiana y su espacio-temporalidad. Barcelona: Anthropos-El Colegio Mexiquense-CRIM-UNAM, nº 24, 2000. 232 p.

LINDÓN, A.La espacialidad del trabajo, la socialidad familiar y el ideario del progreso. Hacia nuevos modos de vida urbanos en el Valle de Chalco. In HIERNAUX, D.; LINDÓN, A.; NOYOLA, J (coords). La construcción social de un territorio emergente. México: El Colegio Mexiquense, 2000, p. 289-213.

LINDÓN, A. El significado del espacio urbano en la experiencia del sujeto. Ciudades, nº 49, México, Red Nacional de Investigación Urbana, 2001, p. 15-20.

LUCKMANN, B. The small life-worlds of modern man. In LUCKMANN, T. Phenomenology and Sociology. Harmondsworth: Penguin Books/Peregrine Books, 1978, p. 275-290.

LUCKMANN, T. Teoría de la acción social. Barcelona: Paidós, 1996. 159 p.

MONTULET, B. Les enjeux spatio-temporels du social. Mobilités. París: L’Harmattan, 1998. 220 p.

NISBET, R. Historia de la idea de progreso. Barcelona: Gedisa Editorial, 1996. 494 p.

OFFE, C. La sociedad del trabajo. Problemas estructurales y perspectivas de futuro. Madrid: Alianza Universidad, 1992. 431 p.

PELLEGRINO, P. Le sens de l’espace. París: Economica, 2000. 153 p. Livre 1, L’Epoque et le Lieu.

SIMMEL, G. Las grandes urbes y la vida del espíritu. In SIMMEL, G. El individuo y la libertad. Ensayos de crítica de la cultura. Barcelona: Editorial Península, 1986, p. 247-262.

URDANIBIA, I. Lo narrativo en la posmodernidad,. In VATTIMO, G. et al. En torno a la posmodernidad. Barcelona: Anthropos, 1994, p. 41-75.

ZEMELMAN, H. Sobre la importancia de las realidades que se ocultan. Tramas, Subjetividad y Procesos Sociales, nº 6, Sujeto y Subjetividad, México, UAM-Xochimilco, 1994, p. 9-20.

ZEMELMAN, H. Sujetos y subjetividad en la construcción metodológica. In LEÓN, E.; ZEMELMAN, H. (coords.). Subjetividad: umbrales del pensamiento social.  Barcelona: Anthropos-CRIM-Coordinación de Humanidades, 1997, p. 22-35.
 

© Copyright Alicia Lindon, 2002
© Copyright Scripta Nova, 2002
 

Ficha bibliográfica

 LINDON, A. Trabajo, espacios de vida y cotidianidad. La periferia oriental de la ciudad de México.  Scripta Nova, Revista Electrónica de Geografía y Ciencias Sociales, Universidad de Barcelona, vol. VI, nº 119 (56), 2002. [ISSN: 1138-9788]  http://www.ub.es/geocrit/sn/sn119-56.htm


Menú principal