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EL URBANISMO DE VOLUBILIS (MARRUECOS). CONSTRUCCIÓN DE LA IMAGEN DE UNA CIUDAD ROMANA
Lluís Pons Pujol
Investigador
contratado “Ramón y Cajal”, CEIPAC (HAR2011-24593)
Depto. de Prehistòria, Història Antiga i Arqueologia – Universitat de Barcelona
pons@ceipac.ub.edu
La visión actual del urbanismo de la ciudad antigua de Volubilis (Marruecos) depende en gran medida de actuaciones arqueológicas realizadas a inicios del siglo XX por las autoridades del Protectorado Francés. Por lo que, tanto las reflexiones científicas de todo orden derivadas de esta visión, como la propia percepción de los miles de turistas que visitan la ciudad cada año, están condicionadas por las necesidades e intereses de los políticos coloniales franceses de hace un siglo. Analizaremos las causas de las intervenciones arqueológicas realizadas entonces, así como las razones que motivaron el estudio de unas zonas concretas de la ciudad antigua, desatendiendo a otras.
Palabras clave: Volubilis, arqueología, Protectorado Francés de Marruecos, historiografía.The urbanism of
Volubilis (Marocco). The building of the image of an
ancient city (Abstract)
The current views of the urbanism of the Ancient city of Volubilis (Morocco) depend to a large extent on the archaeological work carried out at the beginning of the twentieth century by the authorities of the French protectorate. Hence any scientific theory that arises from this view as well as the perception of the thousands of tourists that visit the city every year are determined by the needs and interests of the French colonial politicians of a century ago. We will analyse the aims of the archaeological excavations done at the time, as well as the reasons why some of the areas of the ancient city were studied while others were neglected.
Key words: Volubilis, archaeology, French Protectorate in Morocco, historiography.
Formales
excavaciones podrían motivar en Volúbilis el descubrimiento de preciosos materiales
para la historia de la Mauritania Tingitana
Saturnino
Giménez, Diciembre 1873.
C’est à
Volubilis qu’on peut le mieux, dès aujourd’hui, se rendre compte de ce qu’était
une ville Romaine au Maroc
Louis Chatelain,
Octubre de 1918.
Los restos de la ciudad antigua de Volubilis se encuentran en el enclave de Ksar Faraoun, a unos 100 km. al Este de Rabat, en Marruecos. Fue considerada la capital de la parte occidental del Reino de Mauritania, siendo Iol (la actual Cherchell en Argelia) la capital de su parte oriental, antes de la conquista por parte del Imperio Romano (40-42 d.C.). Posteriormente, una vez convertido este reino en las provincias Mauretania Tingitana, con capital en Tingi (Tánger) y Mauretania Caesariensis, con capital en Caesarea (Cherchell), continuó siendo una importante ciudad del sur de la Tingitana. Durante el periodo de dominación árabe, la ciudad se convirtió en una cantera a cielo abierto para los habitantes de Mequinez y su nombre e historia fue olvidado.
La confirmación de la identificación de Ksar Faraoun con la ciudad de Volubilis se debió a Charles Tissot, a finales del siglo XIX. Posteriormente, a inicios del siglo XX, el establecimiento del Protectorado Francés sobre parte del Reino de Marruecos, hizo que historiadores y geógrafos se sintieran atraídos por los restos de esta ciudad. Estos estudios fueron utilizados de modo burdo por el gobierno del protectorado, como sucedió igualmente en Argelia y Túnez, para justificar la conquista del Norte de África por parte del Imperio Colonial Francés. De este modo, como veremos, se procedió a excavar, sin método estratigráfico, las partes de la ciudad de Volubilis que pudieran ser más representativas del modus vivendi romano, sin ocuparse del barrio prerromano. A pesar de haber transcurrido casi un siglo, podemos constatar que los principales elementos del urbanismo de la ciudad visibles hoy en día son deudores de esa actuación, convirtiéndose desde entonces en la ciudad romana por excelencia de Marruecos. Esto es, la más estudiada y la que ha centrado más investigaciones desde inicios del siglo XX, así como la más visitada por marroquíes y turistas.
No es nuestra intención realizar una crítica de los primeros excavadores, que en realidad vaciaron de tierra, a pico y pala, los edificios y calles que les interesaban, dado que era como se hacía en la época cuando el método estratigráfico no estaba desarrollado ni difundido. Tampoco queremos sobredimensionar el uso de la arqueología para justificar la dominación francesa de Marruecos, dado que otros imperios coloniales actuaron igual. Quisiéramos poner de relevancia el hecho de que el urbanismo visible hoy en Volubilis es consecuencia de una motivación política, generada en una coyuntura determinada, hace casi un siglo, construyéndose una imagen determinada de esa ciudad.
Volubilis como escaparate
colonial (1912-1956)
Precedentes
En época medieval todos los grandes geógrafos árabes visitaron los reinos de Fez, en el Norte del país, y de Marruecos, en el Sur del país, escribiendo sus impresiones sobre el mismo. El historiador marroquí Ahmed Siraj ha explorado estas fuentes, llegando a alguna conclusión relevante. En primer lugar, uno de los obstáculos de la historiografía árabe-musulmana era su propia concepción de la historia preislámica, dado que no podían liberarse de ciertos prejuicios religiosos debido al medio socio-cultural en el que estos autores vivieron. Esto no significa que realmente no estuvieran interesados en la historia antigua, dado que sí se escribieron libros sobre la historia de grandes naciones antiguas como China, India, el Imperio Romano, Bizancio, etc. Pero el Norte de África y Marruecos solamente les interesaban como parte de estos imperios, por lo que, por ignorancia o desinterés, los historiadores medievales conocían mal la historia antigua de Marruecos[1]. En segundo lugar, los textos árabes medievales, como en opinión de Siraj todos los textos que trataron sobre Marruecos desde el Periplo de Hannón (s. V a.C.) hasta la historiografía francesa colonial, no describieron la realidad del país sino que dieron una imagen de él. Esto es debido a que todos estos autores pertenecían a pueblos conquistadores. Solamente a partir de estas “imágenes” el historiador actual puede llegar a formarse una idea de conjunto[2].
De entre los diversos autores medievales, destacar la obra de Juan León Africano, nombre castellanizado del historiador de Fez Hasan bin Muhammed al-Wazzan, dado que a su sólida formación de tradición árabe-islámica, debemos añadir su formación latina. El punto de inflexión que ofrece a la historiografía árabe consiste en que no se contenta con dar una descripción somera de las ciudades antiguas, sino que sus descripciones son especialmente precisas y, además, clasifica las ciudades y yacimientos antiguos según su fundación: ciudades fundadas por africanos prerromanos, fundadas por romanos o por los godos[3].
Durante los siglos XVII y XVIII los viajeros europeos fueron autores de las descripciones de los restos arqueológicos marroquíes. En el caso de Tánger tuvieron ya un papel importante los diplomáticos y militares debido a haber sido una plaza ocupada primero por los portugueses y después por los ingleses[4]. Conviene destacar en esta época el viaje del historiador inglés John Windus, en 1725, las investigaciones del diplomático británico Drummond Hay, los trabajos del geógrafo franco-danés Conrad Malte Brun, del geógrafo francés Vivien de Saint Martin, los comentarios eruditos del filólogo alemán Carl Müller sobre la Geografia de Ptolomeo o los trabajos del cartógrafo militar Pierre Lapie[5].
Paralelamente, en Europa, se iniciaron las excavaciones de Pompeya (1748) y Herculano (1738), potenciadas enormemente por el monarca Carlos III, Rey de Nápoles y Sicilia (1734-1754) y de España (1759-1788)[6]. Fruto de estos años de trabajo intenso fueron la difusión por la Europa ilustrada de cómo era la vida cotidiana en una ciudad romana de provincias, con profusión de dibujos y grabados de los materiales descubiertos (pinturas, estatuaria, mosaicos, etc.). Además se crea el Museo Ercolanese (en Portici), considerado el primer museo monográfico dedicado a la Arqueología y el primero que se organiza en función de unas excavaciones y de sus necesidades[7]. Cuando Carlos III se traslada a Madrid, en 1759, deja en Nápoles al Regente Bernardo Tanucci, que prosigue las excavaciones[8]. Carlos III impulsará también los estudios arqueológicos en España, destacando los llevados a cabo en Italica (Santiponce, Sevilla) entre los años 1788 - 1791[9]. Pero, paradójicamente, la difusión de los hallazgos en las ciudades vesubianas hace que otras excavaciones más modestas, en extensión y en recursos invertidos, aunque se realicen en ciudades romanas potencialmente muy interesantes, sean consideradas como carentes de sentido. Es el caso de Ampurias, que siendo bien conocida su existencia durante todo el siglo XVIII, no será hasta 1846 cuando empiece a excavarse, además de modo muy discreto[10].
Otro aspecto a considerar de las excavaciones de Pompeya y Herculano es su valoración como primer intento de excavación organizada y metódica, aunque parece ser que la arqueología, como disciplina dotada de un método científico (estratigrafía), nace en 1798 a partir de los trabajos arqueológicos realizados por el tercer presidente de los Estados Unidos de América, Thomas Jefferson, en un túmulo en Virginia[11]. Por otra parte, la arqueología en tanto que nueva disciplina dotada de un marco institucional, nació a finales del siglo XVIII, bien bajo el reinado de Carlos IV en España[12], bien con la Expedición a Egipto (1798-1801) dirigida por Napoleón Bonaparte[13]. La evolución posterior de esta disciplina generará enfoques y trayectorias distintas según el marco cultural en el que ésta se desarrolle. Por un lado, Europa, dónde nacerá la arqueología clásica que perdura en nuestros días en las Facultades de Historia y de Humanidades. Por otro lado, la arqueología americana que estará dotada de un fuerte perfil antropológico[14]. Y en el caso que nos ocupa ahora, la arqueología norteafricana, será hasta la II Guerra Mundial una arqueología al servicio del colonizador europeo, como veremos.
Durante el s. XIX, en Marruecos, como en el resto del Norte de África, fueron los diplomáticos y los militares los autores de las descripciones[15]. Badia sintetiza los puntos comunes a todos ellos: las descripciones privilegian los edificios que se mantenían todavía en pie, aunque fueran de construcción relativamente reciente (murallas, fortines, etc.); se describen pocos restos antiguos; se atribuyen los edificios construidos en aparato regular a romanos o portugueses, atribuyendo a técnicas constructivas marroquíes solamente los edificios humildes o las cabañas y tiendas; las distancias ofrecidas y las localizaciones son inexactas; la mayoría de las descripciones se centran en la zona Norte, especialmente en Tánger; y finalmente, las descripciones están plagadas de errores históricos, concluyendo Badia que estas fuentes de información eran poco fiables[16].
En Marruecos destaca en este periodo la figura de Charles Tissot, diplomático erudito, que fue ministro plenipotenciario de Francia en Tánger (1871-1876). Su labor, desde el punto de vista arqueológico, fue clave para el conocimiento de la provincia romana ya que combinó las prospecciones sobre el terreno con un perfecto conocimiento de las fuentes clásicas sobre la Tingitana. Publicó en 1878 el trabajo titulado Recherches sur la géographie comparée de la Maurétanie Tingitane y a pesar de haber transcurrido casi un siglo y medio desde su aparición, continua siendo de obligada consulta. Tissot identificó exactamente y acertadamente las ciudades y yacimientos antiguos de Tingi, Tabernis, Lixus, Frigidis, Banasa, Thamusida, Sala, Oppidum Novum, Volubilis y Tocolosida, equivocándose en la localización de Ad Mercurios, Zilil, Ad Novas, Tremulis, Vopiscianis, Gilda, y Aquis Dacicis[17].
Después de que Tissot pusiera de relieve el valor de la riqueza arqueológica de Marruecos, solamente Francia tuvo el permiso de las autoridades marroquíes, en concreto del monarca Al Hasan I, para excavar en sus yacimientos. El Ministère de l’Instruction Publique francés encargó a J. M. de La Martinière que llevara a cabo las excavaciones de Lixus y Volubilis, cuyos informes fueron publicados en el Bulletin du Comité des Travaux Historiques et Scientifiques[18]. Posteriormente, Cagnat, utilizando la información proporcionada por La Martinière y en el marco de un estudio sobre el ejército romano en el Norte de África, ofreció la visión de una Tingitana militarizada y convirtió erróneamente en militares muchos yacimientos que no lo eran[19].
En 1881 se tomaron varias decisiones políticas que intensificaron la ocupación del Norte de África: la Conferencia de Madrid puso Marruecos bajo el control de las potencias occidentales; Argelia se puso bajo el control de París y Francia ocupó militarmente Túnez.
Otra fecha importante en la historia del Marruecos del siglo XX fue el año 1904. Se produjo la firma de los acuerdos de la Entente Cordiale por los que Francia renunciaba a sus pretensiones sobre Egipto, mientras Gran Bretaña, a cambio, toleraba que ésta ocupase Marruecos. Como consecuencia de estos acuerdos el General Lyautey ocupó la localidad de Aïn Beni Mathar, en Marruecos Oriental, iniciando la conquista del país. En la conferencia de Algeciras de 1906, España y Francia fueron nombradas mandatarias del Banco de Estado de Marruecos. La ocupación militar española empezó en 1909. En 1912, finalmente, se dividió el país en dos protectorados: la mayor parte de Marruecos cayó bajo dominación francesa[20], mientras que en el Norte se creó un área de influencia española[21].
Así mismo, también en 1904, se publicó el primer número de la colección Archives Marocaines; se trataba de la obra del historiador francés Maurice Besnier, Géographie ancienne du Maroc (Maurétanie Tingitane). Esta coincidencia no ha pasado desapercibida a los historiadores y arqueólogos. En efecto, como en el resto del Norte de África ocupada por el Imperio Francés, la arqueología fue uno de los principales intereses de los encargados de la ocupación. Desde la Résidence Générale de Rabat se creó el Service des Antiquités en 1918, con sede en Volubilis hasta 1928, cuando fue transferido a Rabat. Y se confió a militares la labor de excavar y documentar los yacimientos, existiendo todavía hoy en día numerosos informes de excavación que permanecen inéditos[22].
Haremos también una breve referencia a los estudios consagrados a la zona del Protectorado español para no ser tachados de falta de objetividad. Puede afirmarse que el inicio del interés de la historiografía española por Marruecos está en la obra del militar Luis del Mármol Carjaval, Descripción general de África, de la segunda mitad del siglo XVI. Del Mármol utilizó como fuente recurrente la obra de Juan León, aunque también tenía conocimiento directo del terreno por haber sido destinado varios años en plazas africanas y por haber estado cautivo dos años en Marruecos[23]. Asimismo, también cabría destacar otras obras, como la crónica de fray Juan Bautista sobre un rey de Marruecos[24], el libro de Diego Torres sobre la historia de Marruecos[25], la relación de Juan de Rojas sobre la ocupación de la plaza de Larache[26] y la relación de Agustín de Horozco sobre la conquista de La Mamora.
Quisiéramos incidir también en la figura del cónsul español en Larache, desde 1863, Teodoro de Cuevas y Espinach. Describió, con más vocación que acierto, el túmulo-crómlech de Mezora (en los alrededores de Arcila). En cambio, fueron muy acertadas y útiles sus comunicaciones a la Real Academia de la Historia (Madrid) y a otros investigadores extranjeros, sobre la ciudad de colonia romana de Banasa, facilitando su identificación en la aldea de Sidi-Ali-Bou-Djenoun[27]. Así como también es de interés y no carente de utilidad, su descripción de las ruinas romanas de Lixus[28] y una visión general de las ciudades romanas de Marruecos[29].
Una mención especial, por haber visitado Volubilis en 1873, merece el trabajo del helenista Saturnino Giménez. Debe ser considerado como el primer español que visitó las ruinas de Volubilis dónde describió la basílica judicial y el arco de triunfo:
dos monumentos subsisten en parte, un templo y una puerta abovedada que parece ser arco de triunfo (…) Los restos hoy patentes acusan un edificio, construido todo en piedra de sillería y sin ninguna clase de argamasa, elegante, bien proporcionado y de un estilo greco-romano de la buena época. Las columnas son de orden corintio, y la parte superior de la construcción presenta un doble friso de orden jónico.[30]
Documentó también dos fragmentos de la inscripción que decoraba el arco de triunfo (CIL VIII, 9993 = I.A.M.lat., 390-391) y también la inscripción funeraria de un joven de la élite volubilitana (CIL VIII, 9994 = I.A.M.lat., 437). También constató la reutilización de parte de los elementos constructivos de Volubilis (especialmente sillares) en Mequinez y en el santuario de Moulay Idriss:
Sólo para cerciorarme de ello, me arriesgué a penetrar en la Sauia vestido de moro, mas no vi allí sino varios fragmentos sin importancia extraídos de Volubilis, los cuales no tienen el menor rastro de inscripción. Vi algunas columnas de granito por los alrededores del templo y la ladera de la colina.[31]
Y concluye con la frase profética que hemos utilizado para encabezar este artículo:
Formales excavaciones podrían motivar en Volúbilis el descubrimiento de preciosos materiales para la historia de la Mauritania Tingitana.[32]
Con la creación del Protectorado español en el año 1912, se iniciaron algunos trabajos científicos de gran interés. Por un lado, las excavaciones de la necrópolis púnica del Cerro de San Lorenzo de Melilla entre los años 1913 y1916[33], conservándose en la Real Academia de la Historia (Madrid) numerosa documentación (expedientes y fotografías) perteneciente a dichas excavaciones y a los materiales sacados a la luz[34].
En 1921 se encargó a César Luis de Montalbán y Mazas la exploración del valle de Tetuán, en el que identificó correctamente, a pocos Kilómetros al oeste de Tetuán, la ciudad prerromana y romana de Tamuda. Emprendió por primera vez unas excavaciones arqueológicas en esta ciudad en 1921-1922 y en Lixus en 1923-1924. Es de lamentar que iniciara también su particular “estilo” de trabajo con la redacción de unas “memorias” científicas que no publicaba normalmente y que han permanecido inéditas hasta hace poco, con títulos tan sugerentes como Estudios sobre la situación de Tamuda y exploraciones realizadas (1929), Estudios sobre las estelas funerarias encontradas en la Alcazaba de Tetuán (1923), Estudios y excavaciones realizados sobre la ciudad de Lixus (1927)[35]. Tanto sus excavaciones en Tamuda, como las realizadas en Lixus, deben considerarse fundamentales para el avance del conocimiento de la historia del Marruecos antiguo. Parte de los materiales hallados en Lixus fueron trasladados al Museo Arqueológico de Tetuán, inaugurado en 1931 y que generó las memorias tituladas Catálogo de los objetos que existen en el Museo Arqueológico de Tetuán (1932) y Gráficos de epigrafía del Museo Arqueológico de Tetuán (1931).
Se creó una incipiente estructura administrativa para la conservación del patrimonio, reflejo de la que existía en la península[36]: en 1916 se creó un Junta Superior de Historia y de Geografía de Marruecos y en 1919 una Junta Superior de Monumentos Históricos y Artísticos del protectorado[37]. Pero también se produjeron actos de destrucción parcial de yacimientos arqueológicos. Es el caso de Lixus, dónde, por desidia de las autoridades del protectorado, se perdió buena parte de una necrópolis, dado que la empresa alemana que construía, por encargo español, el puerto de Larache extrajo las piedras del pié de la colina dónde se encuentra esta antiquísima ciudad. El diplomático francés La Martinière se quejaba en 1919, no sin razón:
Las ruinas han sido devastadas. Lixus ha servido como cantera para los trabajos que el gobierno español ha encargado a una empresa alemana para que construya un puerto en Larache. Sin excusas, pues toda la región dispone de una excelente piedra, se ha venido a extraer los materiales y explotar esta pobres ruinas (…) No podemos más que lamentar la ignorancia de las autoridades españolas.[38] (traducción propia)
No pierde, además, la ocasión de realizar la siguiente comparación, que vista con perspectiva histórica, somos de la opinión que era injusta:
Despues de haber visto Volubilis puesta en valor por una administración bien informada, la devastación de Lixus me ha parecido tristemente instructiva.[39] (traducción propia)
Las
primeras excavaciones. La arqueología como justificación de la conquista
Naturalmente, siguiendo las pautas mencionadas antes, todo lo que era anterior o posterior al periodo del Imperio Romano era menospreciado. En el caso de lo posterior, al encontrarse en niveles estratigráficamente superiores, en muchos casos especialmente relevantes como Lixus, Banasa o Volubilis, fue destruido sin ser casi documentado[40].
Volubilis es sin duda el yacimiento que ha generado más interés entre todos los viajeros y arqueólogos, ya desde los inicios de la arqueología en Marruecos. Tissot identificó la ciudad con las ruinas de Ksar Faraoun y realizó el primer alzado topográfico de las mismas. Las primeras excavaciones, muy modestas, fueron conducidas por La Martinière entre 1884 y 1891.
A partir del establecimiento del protectorado, en 1912, las excavaciones se realizaron bajo las órdenes expresas de la más alta autoridad francesa en Marruecos, el Residente General o Alto Comisionado, el General Lyautey[41]. Las excavaciones –en realidad el vaciado a pico y pala de los edificios y calles- se iniciaron en 1915, con prisioneros alemanes bajo la vigilancia de soldados franceses y dirección del entonces comandante Bouin del régiment de marche du 4e Tiralleurs indigènes, con base en Mequinez[42]. El General Lyautey visitó las excavaciones el 23 de abril de 1916 (Figura 1). En opinión de Gran-Aymerich, el concepto de Lyautey del patrimonio arqueológico no era colonialista, dado que decidió excavar Volubilis, como ejemplo de la civilización romana, pero también la mezquita de Hasán en Rabat (1916), como ejemplo de la civilización musulmana[43].
Figura 1. Visita del General
Lyautey, 23 de abril de 1916. |
Louis Chatelain, teniente de ese mismo regimiento, continuó las excavaciones en Volubilis (1917-1919) con mano de obra exclusivamente marroquí y fue el primer jefe del Service des Antiquités du Maroc. En cuatro años se excavaron algunos de los principales edificios públicos como la basílica, el Arco de Triunfo, el foro, también diversas casas (las llamadas “du Pressoir”, “du Chien”, y “des Colonnes”) y fueron sacadas a la luz diversas inscripciones y obras de arte. Es indudable que bajo su dirección el Service des Antiquités completó y perfeccionó el mapa de las ciudades tingitanas de Charles Tissot, aprovechando el trabajo de las brigades topographiques[44].
Se trataba de excavaciones realizadas por militares para poder transmitir el mismo mensaje que en el resto del Norte de África: Roma “civilizó” a los indígenas del mismo modo que los franceses “civilizaban” a los marroquíes. En realidad, en nuestra opinión, los estudios sobre el Norte de África en la Antigüedad están plagados de apriorismos que provienen del hecho que la mayoría de las recopilaciones de datos históricos, arqueológicos, epigráficos, etc. realizados en el Norte de África durante el siglo XIX fueron llevadas a cabo gracias a la expansión colonial francesa[45]. Resumiendo y -lo reconocemos, siendo reduccionistas- se trataba de intentar justificar el Imperio colonial francés en el Norte de África por medio de la arqueología y el mensaje a transmitir consistía en considerar a Francia como heredera de Roma en esa zona[46]. Las consecuencias a nivel práctico fueron, entre otras, que se excavaron solamente las ciudades romanas, es decir, las que podían mostrar más evidentemente el “modus vivendi” romano, descuidando las de tradición indígena[47]; y que se excavaron y estudiaron con ahínco los campamentos militares y el limes para demostrar la belicosidad de los antiguos habitantes africanos enfrentados a Roma, ergo la de los marroquíes del siglo XIX[48]. Como expresa diáfanamente Brend D. Shaw, la ciudad romana irradiaba el tipo de “imagen” del pasado que resultaba más útil al colonialismo europeo:
El contexto colonial de la arqueología que tendía a enfatizar las tendencias europeas modernas debe ser entendido como parte de la explicación. Al tratarse de un monopolio tecnológico ejercido por los europeos, la importación de la arqueología en el norte de África y en otros contextos coloniales no fue un proceso inocuo. Esto se debe al hecho del gran valor que tenía la arqueología en el proceso de recuperación de un capítulo perdido de la historia europea. Esta tendencia se refleja en el hecho de que la mayor parte del trabajo de campo efectuado en el norte de África durante el primer siglo de dominación colonial no fue llevado a cabo por técnicos profesionales o académicos sino por los militares de las fuerzas de ocupación (...) o por miembros de la administración colonial. La lectura distorsionada del pasado africano como variante de la experiencia actual, con énfasis en los vehículos de dominación y aculturación condujo de forma natural a la ciudad. La ciudad clásica reflejaba en la planificación de sus calles, en la planta de sus edificios, en su iconografía y lenguaje oficial, lo que el colonialista dada su indirecta identificación con los logros romanos, quería ver en el pasado.[49] (traducción propia)
Raymond Thouvenot se hizo cargo en la década de los 40 del Service des Antiquités y de las excavaciones de Volubilis. Se encargó de publicar y difundir (Figura 2) las excavaciones llevadas a cabo hasta el momento, así como diversos catálogos de material, realizando los primeros intentos de ofrecer cronologías relativas de los monumentos y yacimientos[50]. En el libro que dedica a esta ciudad, de 1949, y en el que sintetiza lo que ya había publicado durante aquella década en las Publications du Service des Antiquités du Maroc, expone sus hipótesis sobre la anexión de la Mauretania al Imperio Romano, centrándose en los conflictos bélicos de la zona de Volubilis[51].
Figura 2. Tarjetas postales. |
Raymond Thouvenot fue remplazado en 1954 por Maurice Euzennat, quién enseguida inició las excavaciones de las ciudades de Sala y Thamusida, así como las de otros yacimientos de menor envergadura, prosiguiendo también con otras que se encontraban ya en curso, como las de Volubilis y sus alrededores:
La región de Volubilis, dónde las investigaciones fueron sin duda llevadas más lejos, representa a este respecto un caso excepcional, dado que permite apreciar los resultados obtenidos para época romana. En una superficie de 1000 km2, dónde se conocían una treintena de sitios, se pudieron localizar finalmente 155.[52] (traducción propia)
Su gestión tuvo diversos aciertos: en primer lugar, fue bajo su dirección cuando se introdujo en Marruecos el método estratigráfico[53]; en segundo lugar, formó a todos los arqueólogos franceses que trabajaron posteriormente en Marruecos[54]; reorganizó, a partir de 1958, los museos arqueológicos de Rabat y Tánger, siendo catalogados y publicados sus fondos[55]. Estas líneas de trabajo se basaban en dos puntos: en primer lugar, se pretendía llevar a cabo un
esfuerzo de ordenación, que yo consideraba como el balance indispensable de medio siglo de arqueología francesa antes del previsible traspaso de autoridad.[56] (traducción propia)
en segundo lugar, se privilegiaba
durante todo mi mandato marroquí, el estudio de los yacimientos militares, así como el estudio de la ocupación del suelo.[57] (traducción propia)
En su opinión -sin duda parcial y subjetiva-, los resultados de sus años de trabajo al frente de la arqueología marroquí son positivos pues se llevaron a cabo con éxito los objetivos fijados y por tanto
el conocimiento que tenemos hoy del Marruecos romano es ciertamente incompleto, pero satisfactorio, sin duda el mejor de todos los países del Magreb.[58] (traducción propia)
Marruecos obtuvo la independencia en 1956. Ese mismo año se iniciaron excavaciones en Volubilis y Mogador con la intención de encontrar restos arqueológicos correspondientes a la civilización prerromana[59].
Reconsiderando
el papel de la arqueología colonial
A partir de lo expuesto hasta ahora, somos de la opinión de que el papel de la arqueología colonial en Marruecos, como en general en el Norte de África, debe ser reconsiderado[60]. Como hemos visto, el papel del Imperio colonial francés fue destacable, muy especialmente debido a la gran extensión de este Imperio.
Varios son los motivos que pueden ser aducidos. En primer lugar, el Imperio Francés no fue el único estado en explotar la herencia romana: la utilización del mito de Roma con propósitos políticos nace en el contexto de la Revolución Francesa y se concretiza durante el siglo XIX[61]. Otros, como el Imperio Británico, los Estados Unidos de América, así como diversas naciones que deseaban independizarse del Imperio Español, lo utilizaron para justificar su existencia[62].
En segundo lugar, sería lógico admitir que otra potencia colonial se comportó de este modo en el Norte de África: Italia en Libia (1912-1942), reproduciendo el mismo modus operandi antes expuesto para el caso francés, es decir, por un lado, la utilización de la presencia colonial romana en el Norte de África para justificar la presencia colonial italiana[63] y, por otro, un interés desproporcionado por los niveles altoimperiales de las ciudades antiguas, excavando sin método estratigráfico los niveles islámicos y tardoantiguos[64]. En 1942, el Imperio Británico sustituyó a Italia en el control de Libia hasta su independencia en 1951, conservando la estructura administrativa italiana pero modernizando la metodología arqueológica empleada[65].
En cuanto al uso de la arqueología en la zona del Protectorado español, quisiéramos tan solo apuntar que, en nuestra opinión, en el periodo que nos ocupa aquí (finales del siglo XIX – inicios del siglo XX) no se usó la arqueología de época romana para justificar su presencia allí del modo grosero y burdo como se hizo en la zona francesa de Marruecos. Los vínculos que se quisieron establecer fueron de otro tipo, aunque obviamente debemos reconocer que también eran razonamientos forzados y acientíficos. Éstos se basaban en, por un lado, el uso interesado de la incipiente arqueología prehistórica[66]; por otro lado, en las similitudes geológicas y climáticas de las dos orillas del Estrecho de Gibraltar; y finalmente en unas supuestas afinidades de carácter y personalidad entre el pueblo español y el marroquí que tenían su fundamento en los siglos de vida en común bajo dominio árabe[67].
Y en tercer lugar, debe ser puesto en valor y tenido en cuenta el ingente trabajo que supuso recopilar, ordenar, estudiar y publicar la gran cantidad de datos hallados. Aquí radica el valor principal de la tarea científica realizada por Francia en el Norte de África, porque, gracias a estos datos, en un siglo se pudieron ampliar más los conocimientos sobre el Imperio Romano que en los diez siglos anteriores[68].
De manera que, en nuestra opinión, es razonable admitir que el dominio europeo, especialmente francés, permitió recopilar una enorme cantidad de datos de todo tipo sobre el Imperio Romano posibilitando a la investigación un avance espectacular.
Visión
actual del urbanismo de Volubilis
Como dijo Chatelain, palabras que hemos resaltado en el encabezamiento de este artículo, “Es en Volubilis donde podemos mejor darnos cuenta de lo que era una ciudad romana en Marruecos” (traducción propia)[69]. Quisiéramos, en este apartado, describir el urbanismo visible en la actualidad en el yacimiento de Volubilis[70]; y paralelamente, responder al porqué sigue siendo, un siglo después de las excavaciones de Chatelain, la ciudad antigua de Marruecos que muestra mejor el modus vivendi romano. No trataremos aquí sobre las bases teóricas del urbanismo romano en general[71] ni del profuso desarrollo de las ciudades en algunas provincias norteafricanas, densamente urbanizadas[72]. Tampoco creemos necesario tratar ahora la problemática sobre la municipalización –es decir, la transformación en municipio romano- de Volubilis en el siglo I d.C. porque ya nos hemos ocupado de ella en trabajos anteriores[73].
Volubilis fue indudablemente una importante ciudad del Sur de la Tingitana tanto en época púnica como púnico-mauritana y romana, reflejándose esto en su urbanismo (Figura 3, Figura 4). Desconocemos su nombre exacto antes de la anexión (40 d.C.) y de su transformación en municipio romano (44 d.C.)[74].
Figura 3. Plano de Volubilis. |
Figura 4. Plano de Volubilis con indicación de sus restos visibles. |
Dos periodos cronológicos, así como la estructura urbana que los caracterizaba, fueron menospreciados por los primeros excavadores: el urbanismo de la Volubilis anterior a la llegada de Roma y el urbanismo tardorromano.
La ciudad nació en el siglo III a.C., alrededor de un túmulo principesco (Figura 6, nº. 32), con una evidente función económica y comercial[75]. La ciudad prerromana (Figura 5), con una superficie de aproximadamente 15 Ha., y situada en el barrio Sur, disponía de una estructura constituida por calles estrechas e irregulares. Debe constatarse que se conoce mal debido al hecho que se ha excavado poco en ella. La causa radica en el interés que sentían sus excavadores en la parte romana de la ciudad y no en su parte autóctona.
Con la conquista (40-42 d.C.), la ciudad se dotó de todas las características propias de una ciudad romana, sin modificar los barrios preexistentes, de manera que se construyeron barrios ex novo según la tradición romana. Esto significa que la Volubilis altoimperial no dispuso del típico entramado ortogonal que podía establecerse en la ciudades creadas ex novo: un cardo maximus orientado de Norte a Sur, un decumanus maximus orientado de Este a Oeste, que se cruzan en el centro de la ciudad dando lugar a una plaza pública, el foro, y a un mercado. Esta estructura reticular solamente existe aquí de modo irregular, condicionada por el terreno.
El quartier sud presentaba muchas construcciones en adobe o tapial, que habían sido consideradas de época mauritana, al pensarse entonces que era una técnica típicamente indígena y menos “civilizada” que la construcción mediante aparejo de piedra; estas construcciones en tierra habrían, por tanto, pervivido hasta época romana sin ulteriores refacciones[76]. Posteriormente se ha comprobado como sí sufrieron modificaciones en época romana, pues esta técnica fue ampliamente utilizada en Volubilis durante el Alto Imperio en este barrio y también en el barrio del Nordeste[77], considerado modelo y escaparate de romanidad.
Figura 5. La Volubilis anterior a la anexión romana (en gris). |
En cuanto a la Volubilis tardorromana (Figura 9), la reorganización de los efectivos militares llevada a cabo a finales del siglo III d.C. conllevó una profunda crisis económica y demográfica en Volubilis, pero no fue abandonada –como se había propuesto- ni desapareció como ciudad. La superficie habitada se redujo de las aproximadamente 40 Ha. de la época altoimperial a unas 15-20 Ha.[78]: la ciudad tardorromana se define urbanísticamente por los tramos Norte, Oeste y Sur de la muralla altoimperial, construyéndose ex novo (siglos IV-V d.C.)[79] un nuevo tramo de muralla que la delimita y cierra por el Este (Figura 6, nº 14). Se conoce poco de la Volubilis bizantina, pero la presencia poblacional en ella está plenamente atestiguada por la necrópolis situada extramuros (siglos VI–VII d.C.), al Norte del Arco de Triunfo[80]. La ocupación de la ciudad en época medieval no se interrumpe (Figura 10).
Pasemos a analizar los diferentes aspectos urbanísticos de la Volubilis de época altoimperial, que se extendía por unas 40 Ha. (Figura 6).
Figura 6. Plano de Volubilis con indicación de sus restos visibles. Fuente: Es-Sadra, 2012, planche I. |
La muralla romana (figura 6, nº 73), que sustituyó a una muralla anterior[81], parece haber sido construida bajo Marco Aurelio (161 - 180 d.C.), lo que implicaría que la ciudad había carecido de defensas hasta ese momento[82]. Se ha propuesto como causa de la construcción a las continuas incursiones de mauri; y quizás la necesidad de dotarse de ella hizo que su construcción fuera rápida y descuidada, siendo una muralla de proporciones irregulares (5 - 6 m. de altura por 1,5 - 1,8 m. de anchura)[83]. Entre ésta y las construcciones más próximas se dejó un espacio de unos 100 m. con finalidades diversas como la organización de la defensa de la ciudad, el cobijo de los animales de los campesinos de los alrededores, para prever el crecimiento futuro de la ciudad, etc. Tiene una extensión de 2.6 Km. y engloba tanto el barrio prerromano, como el nuevo quartier nord-est (es decir, como hemos dicho, una superficie de aproximadamente 40 Ha)[84].
El foro típicamente romano era la plaza cívica por excelencia. Se hallaba, en la medida de lo posible, en el centro de la ciudad y en ella se encontraban todos los elementos de la vida cívica: la basílica, para la impartición de justicia, los principales templos de la ciudad, la curia para las reuniones del senado local, mercados para el abastecimiento de alimentos y, ocasionalmente, termas para la higiene personal[85]. Las plazas públicas se hallan en el centro de la ciudad y son tres: la que separa las termas de Galieno del Capitolio, el foro (Figura 6, nº 25) y la plaza donde se encuentra el Arco de Triunfo[86]. Esta interpretación nace de la problemática que existe en relación a la zona del foro de Volubilis. Lo que llamaremos foro se presenta como un conjunto de tres áreas situadas entre el barrio mauritano y el romano, de manera que funciona como bisagra entre los dos urbanismos diferenciados[87]. Veamos su evolución: las etapas A y B pertenecen a la época mauritana (finales del siglo II a.C. - principios del siglo I a.C.) y destaca la presencia de dos templos gemelos (en la etapa A) y un santuario (en la etapa B). La etapa C (finales del siglo I d.C. - principios del siglo II d.C.) corresponde a un primer momento de la ocupación romana y ocupa un espacio (de 850 m.2) al lado del anterior; es decir, no se superpone a él, a pesar que el templo que se construye en este periodo destruye parte del santuario. El templo limita al sur con el bâtiment oest que ha sido identificado como un macellum y al oeste con un templo consagrado al culto imperial. Está dotado de dos pórticos al este y al sur. La etapa D (finales del siglo II d.C. - principios del siglo III d.C.) consiste en la destrucción de los pórticos y el engrandecimiento de la plaza al sudoeste con el fin de construir allí la basílica[88]
La basílica era un edificio público para la impartición de justicia, normalmente dotado de tres naves y con una exedra o ábside en uno de sus extremos dónde se colocaba el juez. La basílica (Figura 6, nº 26) es el edificio público más destacable de esta zona[89]: mide 42 m. de longitud por 22 de anchura, con una superficie aproximada de 1000 m2, datándose su construcción por excavaciones recientes a finales del siglo I d.C. Fue reconstruida en la década de 1960 por Luquet, cuya anastilosis[90] es criticada hoy en día[91].
Al Sur de la basílica encontramos el edificio que Thouvenot interpreta como un Capitolio (Figura 6, nº 19). El capitolio era el templo dedicado a las tres divinidades más importantes del panteón romano: Júpiter, Juno y Minerva, siendo imprescindible su presencia en toda ciudad del Imperio Romano. El templo volubilitano tiene las características propias del capitolio altoimperial y se rodea de un temenos rectangular con pórtico y tabernae en sus lados este y oeste; unas letrinas y unas termas de pequeñas dimensiones cierran el conjunto por el ángulo noroeste. En el ángulo sudeste se halla una sala cerrada por un ábside que ha sido interpretada como un templo de Venus[92]. Se data por una inscripción en el 217 d. C.[93]
Respecto a los demás templos, según Ponsich, habría uno de tradición africana, dedicado quizás a Saturno (Figura 6, nº 72), que existía desde principios del siglo I d.C. y fue frecuentado hasta el siglo IV d.C.[94]. Las excavaciones posteriores de Morestin sacaron a la luz un gran santuario africano, el llamado templo B[95]: es un cuadrilátero de aproximadamente 50 m. de lado, con patio y peristilo[96]. Y además también se conoce el llamado Templo C: a unos 100 m. al Norte de la basílica, este santuario está compuesto por un área de 28 x 21 m., con un pequeño templo (6 x 3 m.) y un tripórtico. Euzennat lo data, como mínimo, en el periodo 216 - 217 d.C. por una inscripción de Caracalla[97]; pero un sondeo posterior ha precisado que podría haber sido construido en la segunda mitad del siglo I d.C.[98].
El arco de triunfo nació en época republicana como conmemoración de un victoria militar, aunque derivó enseguida hacia la autorepresentación y homenaje de los emperadores. El Arco de Triunfo en Volubilis (Figura 6, nº 35) es, juntamente con la basílica, su monumento más destacable: por su posición en una colina que le convierte en visible desde varios puntos y por su magnificencia (un arco de 8 m. de altura por 5,8 m. de anchura). Se data a fines del principado de Caracalla por la inscripción que sustenta (10 diciembre 216 – 8 abril 217 d.C.)[99].
El llamado barrio del Nordeste fue construido siguiendo los criterios del urbanismo romano altoimperiales, es decir, una red ortogonal, casas con atrio y peristilo, con exedras y ninfeos; y con calles de dimensiones considerables, pues su anchura media es de 5 m. pero el decumanus maximus mide 12 m. Este barrio presenta dos peculiaridades. La primera es que las viviendas están en su mayoría dotadas de instalaciones para la fabricación de aceite o pan. Y la segunda es que su cronología presenta problemas, no siendo ésta una cuestión baladí ya que de ella dependen muchos de los razonamientos respecto a la romanización de la ciudad[100]. Veamos las hipótesis formuladas sobre su cronología. Según Etienne, se habría construido en primer lugar la muralla, que englobaría un espacio en el que solamente existiría el llamado Palais de Gordien (Figura 6, nº 51) y posteriormente, entre el 215 - 249 d.C. se habrían edificado de manera unitaria las domus[101]. Según Rebuffat, el barrio no se construyó uniformemente sino siguiendo varios ejes: el primero, de fines del siglo I d.C., sigue la orientación del acueducto y el grupo de casas denominadas de l’Ephèbe (Figura 6, nº 41) - Aux colonnes (Figura 6, nº 42) - du Cavalier (Figura 6, nº 43); el segundo, de época trajanea o adrianea, engloba la insula de la maison de Vénus (Figura 6, nº 67) y las termas del Norte (Figura 6, nº 34); y el tercero, del siglo II d.C., corresponde a la orientación general del nuevo plan pentagonal que engloba grosso modo las casas de los dos lados del decumanus maximus (Figura 7). Y la mayoría de las casas se encuentran siguiendo el tercer eje, que se data paralelamente a la construcción de la muralla, cuya cronología se conoce bien por una inscripción de los años 168-169 d.C.[102]. Según Lenoir, la construcción de las Termas del Norte se data entre los años 60 - 80 d.C. Lo que comporta la modificación de las dataciones de Rebuffat: El primer eje debe situarse a mediados del siglo I d.C. y el segundo sería flavio[103]. Según Akerraz, el esquema del barrio había sido formado desde la segunda mitad del siglo I d.C.[104]. Según Makdoun, que ha realizado varios sondeos arqueológicos en este barrio, la construcción del acueducto y de diez de sus casas puede datarse durante la segunda mitad del siglo I d.C.[105], opinando, por otro lado, que el debate no está cerrado[106].
Figura 7. Quartier
Nord-est. Decumanus maximus. |
No entraremos a tratar con detalle el estudio de las termas volubilitanas ya que siguen los esquemas tradicionales para este tipo de construcciones. Solamente decir que hay dos de tipo monumental: las Termas de Galieno (900 m2)[107] (Figura 6, nº 9), al Sur del foro y las Termas del Norte[108], de extensión parecida al anterior conjunto termal. Y existen también siete termas públicas más pequeñas[109] y, como mínimo, tres de privadas[110]. No debe extrañarnos la abundancia de instalaciones termales en una ciudad que es considerada la gran capital del Sur de la Tingitana.
Para alimentar este enorme consumo de agua realizado en el ámbito público y privado, un acueducto (Figura 6, nº 33; Figura 8) abastece la ciudad desde una fuente que se halla a 1 Km. en dirección este-sudeste. Como acabamos de ver, determinar la cronología del acueducto ha resultado complejo debido al hecho que cruzaba de noreste a suroeste el llamado quartier nord-est[111].
Figura 8. Acueducto de Volubilis,
al fondo Basilica. Detalle del specus. |
Figura
9. Sector de Volubilis habitado en época tardorromana. |
Figura 10. Volubilis medieval. |
Reflexiones finales
En 2015 se cumplirá un siglo de las primeras excavaciones en Volubilis. Creemos que es un buen momento para revisar lo que éstas supusieron para el yacimiento y para el conocimiento de su rica historia.
El estudio del contexto histórico y político en el que se produjeron estas intervenciones arqueológicas puede y debe ser encuadrado, como hemos visto, en el marco, más amplio, de los estudios relativos a la presencia romana en el Norte de África. Cualquier trabajo en Ciencias Sociales sobre el Norte de África romano debe tener necesariamente en cuenta que la arqueología, la epigrafía latina y también el urbanismo son campos de estudio que no quedaron libres de apriorismos. Esto se debe al hecho que la exploración científica y geográfica del Norte de África se llevo a cabo como preparación de la conquista. Gran parte de la recopilación de estos datos fue llevada a cabo por militares (Brigades topografiques) que los interpretaron según sus criterios, sobrevalorando los problemas defensivos y la belicosidad de los indígenas.
Además, la arqueología y la presencia colonial romana en el pasado fueron utilizadas de modo burdo para justificar la conquista francesa del Norte de África en época contemporánea. Para ello se sacaba a la luz solamente aquellos monumentos o barrios (quartier Nord-Est) que eran reflejo de la Roma clásica, menospreciando las etapas anteriores (mundo preromano) y posteriores (mundo tardorromano, bizantino y árabe medieval). El mensaje implícito era que el Norte de África había sido romano (europeo) y que la presencia árabe, por más que hubiera durado diez siglos, fue coyuntural. A pesar de todo ello, como hemos reconocido explícitamente, el acopio de datos de todo tipo (arqueológicos, epigráficos, etc.) en el Norte de África durante la dominación francesa permitió hacer avanzar enormemente el conocimiento sobre la historia y la sociedad de todo el Imperio Romano.
En Volubilis, esto se concretó en el desinterés por la parte púnico-mauritana de la ciudad, su barrio Sur, hasta la llegada de la independencia del país. Se iniciaron las excavaciones –a pico y pala- precisamente en aquellas zonas de la ciudad que pudieran resaltar su “romanidad” y por ende su vínculo con Europa. La basílica, el Arco de Triunfo, parte del quartier Nord-Est, entre otros edificios, fueron sacados a la luz con una evidente finalidad política y propagandística. Para llegar a las cronologías altoimperiales de estos edificios, en algunos casos, se destruyeron las estratigrafías de época tardorromana o medieval. Otra consecuencia, no necesariamente negativa, de esta primera intervención, es que permitió poner el foco de atención sobre Volubilis, pero desviándolo de otros yacimientos.
De todo ello deducimos que los miles de visitantes marroquíes y turistas del yacimiento realizan en la actualidad un recorrido basado solamente en la monumentalidad de algunos de sus edificios de época altoimperial. Sin duda la Conservation de Volubilis y el Institut National des Sciences de l’Archéologie et du Patrimoine (Rabat) trabajan de modo muy loable y meritorio para equilibrar las líneas de investigación prioritarias en el yacimiento, así como los materiales didácticos destinados a los visitantes. Quizás la reciente construcción del nuevo Centro de Interpretación (o Visitor Center) sea una oportunidad de renovar el enfoque del Proyecto científico y Cultural del yacimiento.
Parafraseando a Croce, “todo patrimonio es patrimonio contemporáneo”. Hace un siglo se construyó una imagen parcial y subjetiva del urbanismo de Volubilis, que ha influido en el mundo científico y también en los visitantes ocasionales de la ciudad. Ser conscientes de ello es el primer paso para poder valorar el urbanismo y la historia de Volubilis desde una perspectiva más objetiva.
Notas
[1] Siraj, 1995, p. 618; idem, 2000, p. 817-821. Contra la utilización de Siraj de las fuentes árabes medievales, Ghazi-Ben Maïssa, 2002.
[2] Siraj, 1995, p. 618-619.
[3] Cf. Siraj, 1991; idem, 1995, p. 55-56; idem, 2000, p. 821.
[4] Gozalbes, 2000.
[5] Cf. Rebuffat, 2000, p. 866-867.
[6] Almagro-Gorbea, 2012; Alonso, 2012.
[7] Alcina, 1995, p. 63-68.
[8] Alcina, 1995, p. 68-70; Calle, 1997.
[9] Rodríguez Hidalgo, 2012.
[10] Buscató, Pons, 2012.
[11] Wheeler, 1961, p. 54. Otras excavaciones pueden ser consideradas también la primera en utilizar el método estratigráfico: Alcina Franch, 1995, p. 16; idem, 2008, p. 15.
[12] Maier, 2012.
[13] Gran-Aymerich, 2001, p. 21, 96-107.
[14] Alcina, 1995, p. 20.
[15] Rebuffat, 2000; Lenoir, 2000.
[16] Badia, 2000, p. 857.
[17] Siraj, 2000, p. 822; Badia, 2000, p. 857; Rebuffat, 2000, p. 865-871. Sobre la identificación de Banasa, realizada por Tissot, y la colaboración en ésta del español Teodoro de Cuevas, cf. Pons, 1998, p. 249-250; Rebuffat, 2000, p. 870, nota 14.
[18] Rebuffat, 2000, p. 871-872.
[19] Cagnat, 1892 [1975]; Rebuffat, 2000, p. 871-873.
[20] Morales, 2006, p. 245-270.
[21] Morales, 2006, p. 271-292.
[22] Siraj, 2000, p. 822-823.
[23] Del Mármol, 1573-1599; idem, 1667 (trad. francesa de Nicolas Perrot d’Ablancourt); idem, 1953 (facsímil); García Figueras, 1949; Diccionario Biográfico Español, sv. “Mármol Carvajal, Luis de” (vol. XXXII).
[24] Acevedo, 1577.
[25] Torres, 1586.
[26] Rojas, 1613.
[27] Pons, 1998, p. 249-250.
[28] Cuevas, 1883b; idem, 1884.
[29] Cuevas, 1883a.
[30] Giménez, 1884, p. 350. Es común hallar dos errores en la bibliografía reciente que cita este artículo: en primer lugar, la grafía del apellido de su autor puede aparecer también como Ximénez o Jiménez; en segundo lugar, se indica erróneamente que el trabajo fue publicado en el Boletín de la Real Sociedad Geográfica, cuando en realidad se publicó en el Boletín de la Real Academia de la Historia.
[31] Giménez, 1884, p. 351.
[32] Giménez, 1884, p. 352.
[33] Fernández de Castro, 1916; idem, 1950.
[34] Jiménez, Mederos, 2001.
[35] Gozalbes, 2008, p. 80-87; idem, 2012, p. 226-233.
[36] Beltrán, 2008.
[37] Díaz-Andreu, 2002, 42 y ss.
[38] “Les ruines ont été dévastées. Lixus a servi de carrière pour les travaux que le gouvernement espagnol avais confiés à une compagnie allemande en vue de créer un port à Larache. Sans excuses, puisque toute la contrée renferme une excelente pierre, on est venu extraire les matériaux et on a exploité ces pauvres ruines (…) On ne peut assez regretter l’ignorance des autorités espagnoles”, La Martinière, 1919, p. 324.
[39] “Après avoir revu Volubilis mis en valeur par une administration éclairée, la dévastation de Lixus m’a semblé tristement instructive”, La Martinière, 1919, p. 324.
[40] Siraj, 2000, p. 823.
[41] Chatelain, 1916, p. 70; En-Nachioui, 1995, p. 166.
[42] Tissot, 1877, p. 284. cf. Chatelain, 1918, p. 3-4.
[43] Gran-Aymerich, 2001, p. 521.
[44] Rebuffat, 2000, p. 875-878; Brouquier-Reddé, Rebuffat, 2004. Sobre las brigades topographiques, cf. Brouquier-Reddé, 2000.
[45] Février, 1989, p. 23-65, 84-85; Desanges, 1999.
[46] Para Argelia, cf. Février, 1989, p. 30; Gran-Aymerich, 2001, p. 197-202, 316-317, 433-439, 518-529. Para Túnez cf. Trousset, 2000, p. 579; Gran-Aymerich, 2001, p. 202-203, 317-321, 518-529. Para Marruecos, cf. En-Nachioui, 1995; idem, 1996-1997; Gran-Aymerich, 2001, p. 436-437, 518-529. Según el editor Firmin Didot (en 1844), “Nul parmi nous, c’est notre opinion, ne peut désormais rester indifferent en lisant les faits qui rappellent l’antique splendeur de cette Algérie, où nous avons recommencé, au profit de la civilisation et de l’humanité, et avec d’héroïques efforts, l’œuvre des Romans”, apud Février, 1989, p. 23. Discurso de Gaston Boissier en el Congrès des Sociétés Savantes de 1891: “Les indigènes nous appellent des roumis; ils nous regardent comme des descendants et les héritiers de ceux qui ont si longtemps gouverné et donc ils gardent confusément le souvenir. Acceptons l’héritage, Messieurs; nous y trouverons notre profit (...) Nous venons continuer une grande ouvre de civilisation interrompue pendant des siècles. Nous reprenons possession d’un ancien domaine et ces vieux monuments devant lesquels l’Arabe ne passe pas sans un sentiment de respect et de frayeur, sont précisément nos titres de propiété”, apud Février, 1989, p. 89.
[47] Vismara, 1990.
[48] “Deux causes primordiales ont condamné l’Afrique à une éternelle infériorité vis-à-vis de l’Asie méridionale et l’Europe: sa configuration même et la nature de ses populations”, Vivien de Saint-Martin (1863), apud Février, 1989, p. 24; “L’histoire de la Numidie et de la Maurétanie avant la conquête romaine fut, en somme très semblable à celle de l’Afrique berbère au moyen âge. C’est la même confusion, la même suite, monotone et rebutante, de complots, de meurtres, de révoltes, de guerres, d’effondrements; le même mélange de boue et de sang, la même incapacité, de la part des maîtres, d’organiser les rouages de la machine gouvernamentale…”, Gsell, 1913-1928, v. 5, p. 167; “Dans la Maurétanie même il y avait des colonies, qui souhaitaient certainement faire enfin partie d’une province (…) Il convenait qu’un gouvernement plus fort se fit mieux respecter par des barbares turbulents”, idem, vol. 8, p. 286; “Cette race à une vitalité irréductible (...), n’a aucune individualité positive”, Émile Félix Gauthier (1937), apud Février, 1989, p. 24; “Abd-el-Kader, c’est Jugurtha, c’est Tacfarinas, c’est Firmus; car en Afrique les hommes sont toujours les mêmes, les noms ne font que changer”, apud Février, 1989, p. 24.
[49] “The colonial context of archaeology wich tended to overemphasize current european trends must be seen as part of the explanation. As a monopoly technology wielded by the Europeans, the importation of archaeology was not as innocuous a process in North Africa as in other colonial contexts. The reason for the greater value attached to archaeology was at hand to recover that lost chapter of European history. The tendency is reflected in the fact that the better part of archaeological field work in North Africa during the first century of colonial domination was carried out not by professional technicians or trained academics, but either by military officers of the occupation forces (…) or by members of the colonial administration (…) This distorted reading of the african past as a variant of present experience, with its emphasis on the instruments of domination and acculturation, led quite naturally to the city. In the patterns of its streets, the plans of its buildings, its iconography, and its official language, the Classical city reflected what the colonialist, given his vicarious identification with the roman achievement, wished to see in the past”, Shaw, 1980, p. 34.
[50] Rebuffat, 2000, p. 878-880; Blázquez, 2000, p. 1100-1104.
[51] Cf. En-Nachioui, 1995, p. 168; idem, 1996, p. 263-286, 352.
[52] “La région de Volubilis, où les recherches furent sans doute poussées le plus loin, représente à cet égard un cas exceptionnel, mais elle permet d’apprécier les résultats obtenus pour l’époque romaine. Sur une superficie d’environ 1000 km2, où l’on connaissait une trentaine de sites, on en dénombra finalement 155”, Euzennat, 1989, p. 15.
[53] Según sus propias palabras: “C’est au printemps de 1955 que furent commencées, sous ma surveillance directe et quasi permanente, à Banasa par Armand Luquet, puis à Volubilis par Michel Ponsich, les premières fouilles stratigraphiques”, Euzennat, 1989, p. 11.
[54] “Elles [las normas del método estratigráfico] furent ensuite appliquées, avec plus ou moins rigueur et de sagacité par les nouveaux collaborateurs que je pus successivement recruter et former: André Jodin pour la protohistoire et la colonisation punique, Jean Boube pour l’époque romaine et, à la fin de 1961, René rebuffat, entourés d’une équipe de techniciens de premier ordre (...) le Maroc disposait en 1962 d’un service archéologique de grande qualité”, Euzennat, 1989, p. 11.
[55] Euzennat, 1989, p. 12.
[56] “effort de mise en ordre, que je considérais comme le bilan indispensable d’une demi-siècle d’archéologie française avant un transfert d’autorité prévisible”, Euzennat, 1989, p. 12.
[57] “durant tout mon mandat marocain, l’étude des établissements militaires et celle de l’occupation du sol”, Euzennat, 1989, p. 18.
[58] “la connaissance que l’on a aujourd’hui du Maroc romain est certes incomplète mais satisfaisante, la meilleure sans doute de tous les pays du Maghreb”, Euzennat, 1989, p. 15.
[59] La primeras prospecciones en los yacimientos púnicos de la costa atlántica se iniciaron pocos años antes de la independencia; En-Nachioui, 1996-1997, p. 789.
[60] Como esbozamos en Pons, 2006 [2008]: 61-64; idem, 2012.
[61] Giardina, Vauchez, 2000.
[62] Webster, 1996; Freeman, 1996; Butler, 2012.
[63] Barbanera, Terrenato, 1998, p. 97-103; Munzi, 2001, p. 17-30; idem, 2006, p. 73-77; Altekamp, 2006, p. 55-64.
[64] Munzi, 2001, p. 52-57; idem, 2006, p. 80. Existen, pero, dos diferencias: una evidente, pues la presencia italiana en el Norte de África fue muy limitada en el tiempo (1912 - 1942) y en el espacio (Tripolitania y Cirenaica). Y otra concerniente al papel del ejército, ya que en el caso italiano los militares colaboraron menos activamente con los arqueólogos, aunque es cierto que éstos resultaron útiles al gobierno italiano en el conocimiento del terreno para la preparación de la conquista.
[65] Munzi, 2006, p. 96-97.
[66] Ramos, 2008.
[67] “¿Será que nos separa el Estrecho? No porque el Estrecho no nos separa, como si fuera una cordillera; el estrecho nos une, como si fuese un río (…) los estratos del suelo africano se continúan en nuestro suelo peninsular (…) Iberia es una provincia botánica de África (…) la meteorología marroquí, y la meteorología española forman una misma y sola meteorología (…) España y Marruecos son como las dos mitades de una unidad geográfica”, Costa, 1906, p. 6. Cf. Fernández, 1989: 217-287.
[68] Février, 1989 y Gran-Aymerich, 2001 ofrecen diversos datos que recopilamos sin pretensiones de exhaustividad. En 1839 se creó una Comisión para la Exploración Científica de Argelia, constituidas por académicos y militares; exploraron Tlemcén, Constantina y las Puertas de Hierro, proporcionando gran cantidad de datos epigráficos que fueron publicados por el capitán Delamare y cuyas piezas ingresaron en el Museo del Louvre. La creación de esta institución fue fundamental para el desarrollo de la investigación en Argelia, recibiendo en 1880 un Servicio de Monumentos Históricos, que teóricamente asumió la protección del patrimonio arqueológico. En 1832 el Capitan Rozet publicó Relation de la Guerre d’Afrique pendant les années 1830 et 1831 y en el año siguiente Voyage dans la Régence d’Alger, tratando ambos de la región de Rusguniae. En 1838 B. de Xivrey publicó Traces de l’histoire en Algérie, que publica inscripciones de Tlemcen, Arzeu, Alger, Bougie y la región de Constantina. En 1837 se había fundado una sociedad para la exploración de Cartago, pero no fue hasta 1878 cuando el padre Delattre empezó los primeros sondeos en la colina de Juno. Entre 1840 y 1844, Adolphe Delamare y Amable Ravoisié recorren la región de Constantina, recopilando más de 1000 inscripciones. En 1850 se sumó a la Expedición de Argelia Louis Renier, un verdadero epigrafista, explorando entre 1850 y 1852 las provincias de Argel, Constantina y Philippeville. Las Inscriptions romaines d’Algérie (1855) reúnen más de 4400 objetos, resultando este corpus fundamental para la consolidación de la epigrafía como ciencia en el Magreb y en Europa. En Argelia las sociedades eruditas se multiplican y se dotan de revistas para la difusión de sus trabajos: la Sociedad Arqueológica, Histórica y Geográfica de Constantina se crea en 1852 y al año siguiente aparece su Annuaire; en 1856 la Sociedad Histórica Argelina publica la Revue Africaine; en 1865 se crea en Bona una academia que publica el Bulletin de l’Académie d’Hippone. Los vestigios tunecinos se documentaron en el Voyage archéologique dans la Régence de Tunis de Victor-Louis Guérin, publicado en 1862. Una vez que se funda la École Française à Rome (1873-1874), Argelia y Túnez se convertirán en la tierra prometida para sus miembros. Entre 1880-1883 se excavan, a cargo del Ministère de l’Instruction Publique, Thamugadi, Lambaesis y Diana Veteranorum. La cantidad y la velocidad de la recopilación de los datos, hace que se cree en 1883 una sección de arqueología en el Comité des Travaux Historiques y al año siguiente otra sección especial para Túnez. Se dan dos diferencias entre Argelia y Túnez: por un lado, en Argelia fueron los arquitectos, desde Albert Ballu, los que controlaron el Service des Monuments Historiques, mientras que en Túnez fueron profesores de l’École Supérieure d’Alger; por otro lado, las colecciones arqueológicas estaban en Argelia muy dispersas en museos locales (Oran, Constantina, Cherchel, Lambèse, Tébessa), mientras que en Túnez se centralizaron en un único museo creado en 1882: el Bardo. La lista de publicaciones no se detiene: el Voyage en Tunisie de René Cagnat aparece en 1894, el Atlas archéologique de l’Algérie de Stéphane Gsell en 1911, etc.
[69] Chatelain, 1918, p. 7.
[70] Sobre el origen y número de la población volubilitana, cf. Marion, 1960. Sobre las inscripciones que recogen este topónimo latino, cf. Rebuffat, 2000, p. 912-914. El nombre actual de Ksar Pharaoun, es decir Palacio del Faraón, no se documenta hasta el siglo XV, cuando León el Africano indica que en la zona del Monte Zerhoun hay dos ciudades: Gualili y Palacio del Faraón, distando una de la otra unas ocho millas. En realidad se trata solamente de una ciudad: los restos de la antigua Volubilis, dado que entonces el nombre de Walîlî solamente hacia referencia a las ruinas romanas. Además León el Africano se confundió al escribir su Descripción de África más de diez años después de su viaje a esas tierras. Cf. León el Africano, t. I, p. 246 apud Siraj, 1995, p. 528-531.
[71] Levi, 1989, p. 405-458; Morris, 1992; Gros, Torelli, 1994; González Román, 1997; Capel, 2002, p. 166-178; Capel, 2005, p. 70-74, 261-263, 445-447.
[72] Broughton, 1968; Baratte, 2012; Le Bohec, 2013, p. 109-131 (con bibliografía).
[73] Pons, 1997; idem, 2008.
[74] Jodin, 1987, p. 32; Coltelloni-Trannoy, 1997, p. 55; idem, 2001.
[75] Euzennat, 1957, p. 52-53; contra Bouzidi, 2004: 1938-1941 para quien nace a finales del s. II a.C.
[76] Boube, 1967, p. 306; Lenoir, 1985, p. 52-56.
[77] Lenoir, 1985, p. 52-56.
[78] Cf. Villaverde, 2001, p. 160-174; Es-Sadra, 2012. Para la ciudad en época medieval, cf. Siraj, 1995, p. 125-128, 509-531; contra Ghazi-Ben Maïssa, 2002, p. 2258-2262; Fentress, Limane, 2010.
[79] Euzennat, 1989, p. 239.
[80] Villaverde, 2001, p. 174.
[81] Euzennat, 1989, p. 201-210; Panetier, 2002, p. 30 (fotografía). Esta muralla se conoce mal dado que es difícil rastrear su trazado entre las ruinas de la ciudad romana. Se data su construcción en un momento indeterminado del s. I a.C. y su destrucción entre los años 81 a.C. o 38 a.C., momentos de conflictos en el reino mauritano y el 25 a.C., año del advenimiento de Juba II.
[82] Euzennat, 1989, p. 210.
[83] Thouvenot, 1949, p. 34-36; Euzennat, 1989, p. 210-239. Contra esta hipótesis, Rebuffat, 1974, p. 510-512.
[84] Thouvenot, 1949, p. 35.
[85] García y Bellido, 1966; p. 145-199; Levi, 1989, p. 405-458.
[86] Thouvenot, 1949, p. 33.
[87] Lenoir et alii, 1987, p. 205; Panetier, 2002, p. 72 (planta y fotografía).
[88] Lenoir et alii, 1987, p. 209.
[89] Luquet, 1967, p. 409; Panetier, 2002, p. 76-77 (fotografías).
[90] Palabra no contemplada en el Diccionario de la Real Academia Española. La anastilosis es un término arqueológico que designa la técnica de reconstrucción de un monumento en ruinas gracias al estudio metódico del ajuste de los diferentes elementos que componen su arquitectura.
[91] http://www.sitedevolubilis.org. (Recherches en Cours. Mission Maroco – Anglaise).
[92] I.A.M.lat., 367 (= Euzennat et alii, 1982); Brouquier, Rebuffat, 1998.
[93] Thouvenot, 1949, p. 37-39; Panetier, 2002, p. 78 (planta y fotografía).
[94] Ponsich, 1976.
[95] Morestin, 1980, p. 49. Cf. también Brouquier-Reddé, El Khayari, Ichkhakh, 1998 e idem, 1999 que modifican las cronologías dadas por Morestin.
[96] Morestin, 1980, p. 15-40, 53; este autor no ofrece datos claros sobre su cronología. Thouvenot, 1949, p. 90, lo data en época postseveriana.
[97] Euzennat, 1957, p. 47.
[98] Majdoub, 1994, p. 283.
[99] Thouvenot, 1949, p. 39-41; I.A.M.lat, 390-391 y Suppl., 390 y 391 (=Labory, 2003); Panetier, 2002, p. 66-71 (plantas y fotografías).
[100] Cf. En-Nachioui, 1995, p. 165-169.
[101] Etienne, 1960, p. 145-155. Contra Ouahidi, 1994, p. 289-291. Cf. tambien Pons, 2007 [2011].
[102] Rebuffat, 1965-1966; Makdoun, 1994, p. 264-265.
[103] Lenoir, 1986, p. 284-289; Makdoun, 1994, p. 266.
[104] Akerraz, 1987, p. 457; Makdoun, 1994, p. 266; Es-Sadra, 2008; idem, 2012.
[105] Makdoun, 1994, p. 280; idem, 1999; idem, 2000.
[106] Makdoun, 1994, p. 280.
[107] Thébert, 2003, p. 278-279.
[108] Thébert, 2003, p. 273-275.
[109] Thouvenot, 1945a; Zehnacker, 1965; Thouvenot, 1968-1972; Lenoir, 1986; idem, 1991; idem, 1995; Thébert, 2003, p. 271-280. Las llamadas Termas extra muros se datan a fines del s. VIII d.C., El Khayari, 1994.
[110] Cf. sobre las casas y sus termas privadas: Thouvenot, 1941a; idem, 1941b; idem, 1941c; idem, 1945a; idem, 1945b; idem, 1945c; idem, 1945d; idem, 1945e; idem, 1958, Étienne, 1960; Zehnacker, Hallier, 1965; Rebuffat, 1969; idem, 1973-1975; idem, 1974; Bouzidi, 2000; Panetier, 2002, p. 83-90 sobre las termas (plantas y fotografías); idem, p. 91-114 (plantas y fotografías); Thébert, 2003, p. 280-284. Cf. sobre los mosaicos: Qninba, 1998; Limane et alii, 1998. Cf. sobre las prensas de aceite volubilitanas a nuestra síntesis en Pons, 2009, p. 57-61.
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