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RETROCESO DE LA LÍNEA DE COSTA EN PLAYAS DEL SUR DE LA REGIÓN DE MURCIA
Francisco
Belmonte Serrato
Depto.
de Geografía – Universidad de Murcia
franbel@um.es
Asunción
Romero Díaz
Depto.
de Geografía – Universidad de Murcia
arodi@um.es
José
Damián Ruíz Sinoga
Depto.
de Geografía – Universidad de Málaga
sinoga@uma.es
Retroceso de la línea de costa en playas del sur de la Región de Murcia (Resumen)
La intensificación de la actividad agrícola en el área de Marina de Cope (Murcia), desde los años ochenta del siglo pasado, manifestada en el paso de una agricultura de secano tradicional a una moderna agricultura de mercado, de producción intensiva, ha provocado la ocupación de espacios tradicionalmente improductivos como los piedemontes y los cauces de las numerosas ramblas vertientes a este sistema litoral, de amplio fondo plano y fácil transformación al uso agrícola.
Estos cambios se han traducido en una disminución de los sedimentos que las ramblas aportaban al sistema litoral, ocasionando un desequilibrio sedimentario que ha derivado en un importante retroceso de la línea de costa en las siete playas analizadas (prácticamente la totalidad de la costa arenosa), que se ha sumado al efecto de la subida del nivel del mar desde los años 90. Las mediciones realizadas mediante la comparación de ortoimágenes de los años 1956 y 2007 muestran retrocesos totales de las playas comprendidos entre 16 y 68 m. Los valores medios se estiman entre 0,5 y 1,5 m por año, con una pérdida de superficie de playa seca que oscila entre el 30% y el 80%.
Palabras clave: erosión de playas, actividad agrícola, ramblas, Sureste de España.Back to the beaches coastline in the south of Murcia Region (Abstract)
The increasing of the agricultural activity on Marina de Cope’s (Murcia) area, since the eighties of last century, manifested with the transition from a traditional rainfed agriculture to a modern market-intensive production agriculture, has led the ocupation of traditionally unproducted spaces, like foothills and channels of numerous “ramblas” that flow to this coastal system, of broad flat bottoms and easy conversion to agricultural use.
These changes have resulted in a decrease of the sediments that the “ramblas” provided to the coastal system, causing a sediment disequilibrium wich has resulted in an important “regression” ot the coastline in the seven analyzed beaches (almost all of the sandy coast), that has been added to the effect of sea level rise since the 90's. Measurements made by the comparison of orthoimages of years 1956 and 2007 show total regression of the beaches between 16 and 68 m. The mean values are estimated between 0.5 and 1.5 m per year, with a loss of dry beach area ranging between 30% and 80%.
Key words: beach erosion, agricultural activity, “ramblas”, southeast of Spain.
Un sistema litoral es un fragmento de
costa o unidad fisiográfica, en el que el transporte longitudinal de sedimentos
tiene un comportamiento independiente del resto del litoral, no existiendo paso
significativo de sedimentos, o viéndose este muy dificultado, entre una unidad
y otra. Es decir, es una unidad de costa relativamente independiente respecto
a la dinámica litoral.
Sus límites quedan muy bien definidos. Longitudinalmente, por accidentes topográficos (cabos), con entidad suficiente como para interrumpir la dinámica de transporte litoral. Hacia el mar, por la profundidad en la que el oleaje mantiene su capacidad de movimiento de sedimentos (profundidad de cierre máxima) y hacia tierra, se extiende a aquellas zonas que sin estar dentro de la acción dinámica de los agentes marinos, actúa directamente aportando sedimentos al sistema, como son las cuencas de ríos y ramblas (De la Peña Olivas y Sánchez Palomar, 2008).
No es fácil determinar si un sistema litoral está afectado por procesos de erosión o no. En primer lugar hay que conocer y entender los parámetros que condicionan el funcionamiento en cada sector y su evolución en el pasado reciente, respecto a la dinámica litoral (Bardají et al, 2009), la cual está condicionada por los vientos dominantes, el oleaje, las corrientes litorales y las mareas. Los vientos dominantes desempeñan el papel más importante, ya que son los que condicionan la dirección del oleaje y las corrientes litorales y, por tanto, el transporte de sedimentos. Por su parte, las mareas astronómicas actúan provocando una alternancia de playa emergida y sumergida que repercute, a su vez, en la acción del oleaje.
Puede decirse, por tanto, que la línea de costa está en continuo movimiento cambiando de posición y de forma a cada instante, con avances y retrocesos, con traslado de sedimentos desde la zona seca a la sumergida y de la sumergida a la seca, que puede interpretarse con un proceso de erosión o de sedimentación, si se toma desde una perspectiva temporal inadecuada.
Para valorar si un sistema litoral está afectado por un proceso erosivo o sedimentario, es necesario conocer si su balance sedimentario se encuentra en equilibrio o en desequilibrio. Un sistema litoral estará en equilibrio dinámico cuando, permaneciendo en condiciones naturales, la cantidad de material que entre en el mismo sea similar a la que sale (Bayo Martínez, 2005). Por tanto, solamente se puede afirmar que existe erosión cierta de una costa cuando el sistema litoral en su conjunto ha perdido sedimento (De la Peña Olivas y Sánchez Palomar, 2008)
Las playas muestran el grado de estabilidad del sistema al ser acumulaciones de sedimento (arena, gravilla, grava y bolos), a lo largo de la línea de orilla del mar (DGC, 2008). El aporte de sedimentos a las playas procede básicamente de las siguientes fuentes: organismos marinos (conchas, corales, etc.), erosión de la costa rocosa, sedimentos procedentes del intercambio duna-playa por acción del viento, aportes procedentes de la erosión de la playa ocasionada por temporales y sedimentos transportados por ríos y ramblas, que constituyen la fuente de alimentación más importante. Estas últimas, debido a la importante remoción del suelo que registran en sus cuencas y, en consecuencia, la gran cantidad de sedimentos que aportan en periodos de avenida, constituyen en el Mediterráneo uno de los factores más importantes en la regulación del litoral (López Bermúdez y Gomaríz Castillo, 2006). Una alteración significativa en una de estas fuentes de alimentación o de los procesos de la dinámica litoral, se traducirá en el inicio de un proceso de avance o retroceso de la línea de costa.
En términos generales, todo el litoral mediterráneo español se encuentra en situación erosiva, siendo una de las causas principales la interrupción del transporte de sedimentos que ocasionan las instalaciones portuarias, en la mayor parte de los casos ganadas al mar (Lechuga Álvaro, 2002). Pero no hay que olvidar la disminución drástica de los aportes sedimentarios de ríos y ramblas españolas debido al gran número de embalses que no sólo han retenido los sedimentos, si no que, también han provocado un cambio radical en el flujo hidráulico, haciendo imposible el transporte de áridos aguas abajo del embalse en cuestión (Lechuga Álvaro, 2002). No es fácil establecer la relación entre caudal líquido y caudal sólido, pero si se tiene en cuenta que las fracciones que más contribuyen al sostenimiento de las playas, arena y superiores, transportadas como carga de fondo (Jiménez y Sánchez-Arcilla, 1997), son las que quedan retenidas en los embalses y que estos regulan entren el 70% y el 95% del caudal de los ríos mediterráneos, es fácil comprender la situación actual. Viciana Martínez-Lage (1997), calcula para el litoral de la provincia de Almería, que las aportaciones del río Adra, pasaron de valores del orden de los 100.000 m3 de sedimentos al año a 5.000-10.000 m3, tras la construcción del embalse de Benímar y las del río Almanzora se redujeron desde los 140.000 m3 anuales a unos 10.000 m3, tras las construcción del embalse de Cuevas de Almazora y lo preocupante, es que no parece probable que el futuro depare un cambio en la tendencia deficitaria asociada a la regulación de los sistema fluviales, habida cuenta que el diseño político camina hacia una mayor regulación de los flujos de agua y sedimentos al mar (Pardo Pascual y Sanjaume Saumell, 2001).
Solo en la cuenca del Segura, en la que se inscribe la práctica totalidad de la Región de Murcia, hay construidos 31 embalses; 10 de regulación general de la cuenca, 4 para regadíos, 2 para abastecimiento, 2 de aprovechamiento hidroeléctrico y 13 de laminación de avenidas (Belmonte Serrato 2007), que tienen una capacidad total de 1.256 Hm3 y que la convierten, en la cuenca más regulada de España, afectando esa regulación al 85% de los 725 Hm3 de caudal anual (Cendrero et al, 2005).
A esto, se suma la reducción de las tasas de erosión a consecuencia de las reforestaciones de las cuencas, necesarias para alargar la vida útil del embalse y que acompañan siempre a su construcción en zonas áridas y semiáridas, junto con la construcción de varios miles de diques de retención de sedimentos en los barrancos (Romero Díaz, 2007), y las prácticas de extracción de áridos en los cauces fluviales, afortunadamente hoy prohibidas.
Por otro lado, muchos de los acantilados blandos, generadores de sedimentos, están siendo estabilizados para proteger los terrenos por encima de ellos (Bardají et al, 2009) y buena parte de las zonas altas de las playas y cordones dunares han sido eliminados por la construcción de paseos marítimos.
Es importante resaltar también que desde la década de los 90 del siglo pasado, el Mediterráneo español ha sufrido un ascenso del nivel del mar, cifrado, según un reciente informe del Instituto Español de Oceanografía, entre 2,5 y 10 mm/año, que supone un aumento en la actualidad de entre 5 y 20 cm (Vargas-Yañez, et al, 2010), que ha ocasionado un proceso de erosión costera que se suma al déficit de sedimentos.
Hasta la década de los ochenta del pasado siglo, las ramblas constituían la fuente de alimentación de sedimentos más importante de los sistemas litorales del sur de la Región de Murcia, ya que los sedimentos aportados por el río Segura, difícilmente sobrepasan la barrera litoral que supone Cabo de Palos. Pero a partir de esta fecha, la intensificación de la actividad agrícola en todas estas pequeñas cuencas litorales, que ha llegado, incluso, a la ocupación física de los propios cauces, ha mermado de forma significativa el aporte de sedimentos, desequilibrando el sistema litoral y provocando un retroceso muy importante en todas sus playas que se ha sumado al retroceso debido a la subida del nivel marino.
El objetivo de esta investigación es establecer la relación entre la intensificación de la actividad agrícola en Marina de Cope, manifestada en la ocupación efectiva de los cauces de avenida de las ramblas, la roturación y puesta en cultivo de interfluvios y piedemontes y la reforestación de algunas áreas de cabecera, con la erosión de la línea de costa en las playas de este sistema litoral, medida como el retroceso o retranqueo sufrido por la línea de costa entre el momento actual y el periodo anterior a la intensificación de la actividad agrícola.
Área de estudio
El área de Marina de Cope ocupa parte de los municipios de Lorca y Águilas, al sur de la Región de Murcia. En la costa está limitada por Cabo Cope, al Sur y Puntas de Calnegre, al Norte. En el interior sus límites se ajustan a la divisoria de aguas que forman los relieves de Lomo Bas, Sierra de Bas, Sierra de la Cuesta de Gos, Cerro de la Peña Rubia, Barranco de los Lobos, Loma de los Peñones, Barranco del Carvajal y el Cocón de Cabo Cope, que delimitan un área de 68,5 Km2 (Figura 1).
Geomorfológicamente, constituye una pequeña cuenca drenada por una decena de ramblas y barrancos que, prácticamente desde los piedemonte, han formado una sucesión de conos aluviales, de edad miocena, que se superponen unos con otros y que dan lugar a una red anastomosada, de amplios cauces de fondo plano entrelazados, en el que se hace difícil distinguir los que corresponden a cada rambla. Las redes de drenaje de las ramblas se instalan sobre un glacis elevado sobre el nivel marino actual, dando lugar, en algunas áreas, a una costa acantilada de entre 1 y 5 m (Figura 2), salpicada por un rosario de entrantes y pequeñas calas formadas por la desembocadura de los cauces que han excavado los depósitos miocenos.
Figura
1. Localización de la Marina de Cope (Murcia). |
Figura
3. Vista general de Marina de Cope (izquierda) donde puede apreciarse la
superficie de glacis. A la derecha y abajo, tres de las pequeñas calas
encajadas en la desembocadura de ramblas. |
Con el término rambla puede hacerse referencia a varios tipos de cauces (Gómez Cerezo, et al, 2002): a) cauces anchos y de sustrato pedregoso, que sólo transportan agua durante unos pocos días del año como resultado de intensas precipitaciones (Mateu 1989); b) que transportan agua permanentemente, pero sometida a acusadas fluctuaciones de nivel, espaciales o temporales; c) que transportan agua de forma temporal, quedándose secos durante los meses de estiaje; d) que transportan agua de forma espacialmente intermitente, con tramos que pueden ser permanentes y tramos temporales (Suárez y Vidal-Abarca, 1993). Las ramblas de Marina de Cope pertenecen al primer grupo. Son ramblas de cauces muy anchos (Figura 3) en las que se alternan, como en todas las ramblas de la franja litoral de la Región de Murcia, los materiales metamórficos y los sedimentarios (Moreno, 1994) y en las que el flujo hídrico está asociado exclusivamente a los periodos de lluvias torrenciales, que en esta zona pueden tardar años en aparecer.
Figura
3. Secciones transversales en el cauce del tramo bajo de la rambla de El
Garrobillo en 1956. |
Gran parte de este territorio, fue declarado Parque Natural por la legislación de la Comunidad Autónoma de Murcia (Ley de Ordenación y Protección del Territorio de la Región de Murcia de 1992). Se encuentra incluido dentro de la ZEPA Sierra de la Almenara, Moreras y Cabo Cope y está declarado también como LIC (Lugar de Importancia Comunitaria): LIC Calnegre y LIC-Cabo Cope.
Próximas a la costa se dan áreas salinas y subsalinas en las que aguas del manto freático cargadas de sales influyen notablemente sobre las características de los suelos. En ellas destaca la vegetación halófila y comunidades vegetales de gran biomasa como el bosque de taray (Tamarix canariensis) que hay junto a la playa del Sombrerico (Alcaraz Ariza, 2001).
El clima es de tipo mediterráneo subdesértico (Capel Molina, 2000), con temperaturas medias anuales en torno a 18 ºC, con medias máximas en torno a 34 ºC y medias mínimas en torno a 2ºC. La precipitación anual está ligeramente por encima de los 200 mm en los rebordes de la sierras y por debajo de ese valor en la zona más próxima al litoral. Estas escasas precipitaciones medias anuales, encierran una gran variabilidad interanual y episódica, que lleva a intensidades de 50 mm en 24 horas, para un periodo de retorno de 20 años (Alonso Sarría, 2007), aunque pueden alcanzarse intensidades mucho mayores como la tormenta que descargó sobre esta zona el 17 de agosto de 2010 y que dejó más de 80 mm en dos horas, ocasionando la crecida de varias ramblas que cortaron carreteras e inundaron el centro de la ciudad de Águilas.
Metodología
Para el estudio de la evolución de la costa a medio-largo plazo, es necesario disponer de documentos de referencia susceptibles de poder ser comparados, como mapas y cartas náuticas, con frecuencia de fiabilidad limitada (Fenster et al., 1993) o fotografías aéreas, mucho más resolutivas, pero limitadas el estudio de unas pocas décadas (Domínguez, et al., 2004). Aún así, para algunos autores (Ojeda y Vallejo, 1995; Jiménez et al., 1997; Viciana, A. 1998; Ojeda, 2000), la comparación entre fotografías aéreas de diferentes fechas es el método más utilizado para el cálculo del avance o retroceso de la línea de costa y constituye la técnica más eficaz en los estudios de dinámica litoral.
El uso de fotografías aéreas e imágenes de satélite para el análisis de la evolución de la línea de costa, es un procedimiento ampliamente utilizado para los estudios de dinámica litoral (Pardo Pascual, y López García, 1998; Brocal et al, 2001; Ojeda, et al., 2002; Alonso et al, 2007; Del Río Rodríguez y García Prieto, 2008;), por la facilidad con la que permite comparar imágenes de distintas procedencias y fechas, siempre que se puedan georeferenciar con precisión.
En este trabajo, se han comparado las ortoimágenes de 1956 y 2007, disponibles en Cartomur.com (CARM, 2009). Así mismo, se han utilizado los mapas topográficos a escala 1:25.000 (hoja 997B1, Calabardina). Con ellas se ha realizado un Modelo Digital del terreno (MDT) del área de estudio y se ha dibujado la red hidrográfica en 1956, a la que consideramos en estado “natural” y la correspondiente a 2007. Con posterioridad, mediante el programa GRASS, se han obtenido capas vectoriales, delimitando las superficies ocupadas por los cauces de crecida de las ramblas en 1956 y en 2007, mediante digitalización, para conocer la superficie perdida por ocupación agrícola. Con el mismo procedimiento, se han medido las superficies ocupadas por los cultivos en 1956 y en 2007 y aquellas que en esta última fecha están ocupadas por invernaderos, balsas de riego y reforestaciones, que no existían en 1956.
Así mismo, se ha delimitado la línea de costa en ambas fechas, para medir sus variaciones (retranqueo hacia tierra o hacia el mar y superficie de playa seca perdida). Como evidentemente delimitar la línea de costa no es fácil, generalmente se hace necesario emplear un indicador de la posición de la línea de costa, (Del Río, 2007), que puede ser la línea de pleamares, el pie de duna o, como en nuestro caso, en costas acantiladas, el borde superior del acantilado.
Resultados
Cambios en la red hidrográfica
Como resultado de la ocupación agrícola de los amplios cauces de crecida, desde los piedemonte hasta las proximidades de la línea de costa (Figura 4), la red hidrográfica, ha sufrido sustanciales modificaciones.
Figura
4. Situación de los cauces en 1956 (arriba) y 2007 (abajo). Puede observarse
la profunda transformación agrícola de los mismos. |
De la comparación de las imágenes de 1956 y 2007 es posible observar como, por un lado, ha desaparecido la configuración anastomosada de la red de drenaje que, desde los piedemonte hasta la desembocadura, en ocasiones, impedía distinguir con claridad entre unas ramblas y otras (Belmonte Serrato et al., 2011). En su lugar han quedado, perfectamente definidos, 6 cauces, correspondientes a sendas ramblas y otros cauces que se corresponden con pequeños barrancos en el sector noreste de la cuenca que permanecen sin alterar (Figura 5).
Figura
5. Cambios en la red de drenaje tras la ocupación de los cauces de crecida
(arriba 1956, abajo 2007). |
Las ramblas han sido convertidas en canales artificiales en gran parte de su recorrido y, en muchos casos, han sido desviados a los límites de fincas y usados como caminos agrícolas (Figura 6). En la mayor parte de los casos, los canales secundarios de la red inicial, han sido convertidos en campos agrícolas, anulando por completo su función hídrica.
Figura 6. Cauce de la rambla del Cantal
canalizado en su tramo medio. Arriba:
situación en 1956 (izquierda) y 2007 (derecha); Abajo: el cauce actual, de
unos 4 m de anchura, se ha profundizado artificialmente 1.50 m, para evitar
la inundación de los cultivos, la flecha indica su situación y dirección. Se
utiliza como camino agrícola. |
Por otro lado, esta ocupación agrícola, ha disminuido sustancialmente la superficie de los cauces, quedando, en muchos casos reducidos a pequeños canales por donde discurre el agua solo en caso de lluvias torrenciales de especial intensidad, ya que el uso agrícola ha llevado aparejado un aumento de las superficies niveladas y aradas de forma ininterrumpida lo largo del año, que aumentan considerablemente la infiltración (Figura 7).
Figura 7. Antiguo cauce la Rambla de
El Garrobillo ocupado por cultivos y nivelado. A la derecha pequeño canal
excavado que actúa de cauce actual. |
Cambios en los usos del suelo
En 1956 la superficie cultivada, en su mayor parte por cereal y almendros, con algunos pequeños retazos de cultivos hortícolas regados con aguas de pozo, no superaba las 900 has, el 13% de la cuenca. El resto, eran matorrales y eriales a pastos, explotados para la ganadería y, en menor medida, para la industria (esparto). No había superficies forestales, salvo pequeños grupos de pinos con tipología adehesada.
En 2007 la superficie cultivada, en su mayor parte, por cultivos intensivos de regadío (en invernadero o a la intemperie), aunque también de secano (básicamente almendros) se ha estimado en unas 2.350 has (más del 34% de la cuenca), en base a las imágenes mencionadas con anterioridad[1]. Es decir, se ha producido un aumento de superficies cultivadas de casi un 300%.
De estas 2.350 has cultivadas en la actualidad, casi 533 has, el 23%, corresponden a fondos de cauces no cultivados en 1956 (tabla 1) y otras 1.000 has (42.5%) son roturaciones en laderas e interfluvios, que en 1956 estaban ocupados por matorrales y eriales (Figura 8), fundamentalmente albaidales en las laderas metamórficas de los montes circundantes y espartales y albardinales en los interfluvios y en zonas carbonatadas.
Figura 8. Roturaciones recientes en
los piedemonte de la cabecera de la rambla de Los Pinares. |
El porcentaje de superficie de cauces de rambla ocupada por los cultivos en la actualidad, supera el 85 % de la superficie que esos cauces tenían en 1956, en 5 de las siete ramblas y llega casi al 93%, en la rambla de Los Pinares (Cuadro 1).
Cuadro 1.
Superficie de cauce ocupada por los cultivos y porcentaje de pérdida
Rambla |
Cauce ocupado (Has) |
Pérdida de superficie (%) |
El Cantal |
28 |
85.2 |
El Garrobillo |
123.6 |
86.3 |
La Galera |
30.9 |
88.6 |
La Cuesta de Gos |
109.1 |
76.5 |
Elena |
89.4 |
88.3 |
Los Pinares |
151.8 |
92.4 |
TOTAL |
532.8 |
86 |
Fuente: Elaboración propia. |
Unas 65 hectáreas corresponden a invernaderos, la mayor parte de ellas en los fondos de los antiguos cauces (Figura 9. Véase también la figura 4) y algo más de 35 Has son balsas de riego. En ambos casos, constituyen superficies, en mayor o menor grado, “desconectadas” de la escorrentía superficial, es decir pueden catalogarse como superficies con suelos “sellados”, no suministradores de sedimentos. Además, se han llevado a cabo reforestaciones en las cabeceras de las ramblas de El Garrobillo, 110 has (Figura 10) y la Cuesta de Gos (65,7 has).
Figura 9. Invernaderos situados en los
fondos de las ramblas de Los pinares (izquierda) y la Cuesta de Gos
(derecha). En la rambla de los pinares el cauce actual es el espacio que
queda entre los dos invernaderos. |
Figura 10. Reforestaciones en la
cabecera de la rambla de El Garrobillo. |
Cambios en la granulometría y en la química de los sedimentos transportados
Se ha comprobado que en los suelos de los fondos de las ramblas puestos en cultivo, se ha producido un cambio en la textura. En estas ramblas las fracciones predominantes son las gravas y las arenas que llegan a suponer más del 80% del suelo. Son suelos, por lo general de textura gruesa. En la zona cultivada, la fracción de gravas de mayor tamaño, aumenta respecto a las zonas de rambla no cultivada, disminuyendo las fracciones de gravas medias y pequeñas y en cuanto a las arenas, son las de menor tamaño las que aumentan en las zonas cultivadas así, como los limos (Marín Sanleandro, et al, 2011a)
Estos cambios están motivados, además de por las modificaciones hidráulicas, que supone la nivelación, arado y ocupación por cultivos de los fondos de las ramblas, a la incorporación en unos casos, de abonos orgánicos, (basura y lodos de depuradora) y en otros casos, de suelo de textura más franca y franco-arcillosa y más carbonatados, que modifican por completo el suelo en cuestión.
Esto suponen que a partir de la zona cultivada, los sedimentos transportados hacia el sistema litoral, además de haber disminuido, son diferentes en cuanto a su textura, a los que llegaban antes de la puesta en cultivo, llegando ahora materiales menos gruesos y, por tanto, más fáciles de movilizar o erosionar, por la dinámica litoral.
También se han producido cambios en propiedades químicas, fundamentalmente en el pH y en el contenido en Fósforo. En cuanto al pH, aguas arriba de la zona cultivada, estos suelos tienen un pH entre 8.7 y 8.8, pero en la desembocadura está entre de 8.9 y 9. Los cambios en el contenido en Fósforo son más apreciables, ya que de una media de entre 5 y 10 mg/kg aguas arriba de los cultivos, pasa a valores de entre 20 y 35 mg/kg, en las desembocaduras (Marín Sanleandro, et al, 2011b)
Erosión en las playas
Del análisis de las imágenes de Marina de Cope entre 1956 y 2007, se desprende que sus playas han sufrido un importante retranqueo hacia tierra (Figura. 11), aunque menores que los observados en zonas próximas del litoral almeriense que en algunos casos alcanza los 200 m (Viciana Martínez-Lage, 1997), si bien estas eran playas alimentadas por el río Almanzora, con una cuenca de 2.650 Km2, frente a las pequeñas cuencas de las ramblas litorales de Marina de Cope.
Se aprecia que las playas del sector norte, alimentadas por las ramblas con cuencas más pequeñas, son las que menos retroceso han sufrido, frente a las tres ramblas del sur con cuencas de alimentación más grandes. Este hecho puede resultar contradictorio, si se tiene en cuenta que en este sector las corrientes litorales tienen dirección N-S, lo que, en principio, debería ocasionar que parte de los sedimentos erosionados en las playas del norte fuese a parar a las del sur, en un transporte longitudinal N-S, reduciendo con ello su erosión, hecho que no parece ajustarse a estos datos. Es más probable que el transporte del material erosionado haya sido llevado hacia zonas más profundas, sin paso significativo entre unas calas y otras (Belmonte Serrato et al., 2011).
En cualquier caso, puede asociarse esta diferencia a la mayor intensidad de uso agrícola, no tanto de los cauces e interfluvios, como del conjunto de la cuenca, incluidos piedemontes, que se da en mayor proporción en las ramblas de la zona sur y que debe haber causado una disminución más acusada de los aportes sedimentarios.
Figura 11. Retranqueo hacia tierra de
la línea de costa en cada una de las playas estudiadas, ordenadas de N a S. |
En 1956, 4 de las siete playas estudiadas, tenían anchura suficiente para ser catalogadas como “playas anchas” (aquellas con una anchura superior a 50 m) (MOP, 1970) y otras dos estaban muy próximas a ese valor. En 2007, ninguna de las playas, entra dentro de esta categoría (Cuadro 2) y una (La Galera), no alcanza los 10 metros (Figura 12).
Cuadro 2.
Anchura media de las playas en 1956 y 2007
Playas |
Anchura media en 1956 |
Anchura media en 2007 |
El Rafal |
90.3 |
22 |
Elena |
91.4 |
40.5 |
Las Huertas |
75.1 |
25 |
La Galera |
27.2 |
9 |
Playa Larga |
50.2 |
16.5 |
Cala Blanca |
47.8 |
32 |
Los Hierros |
43.3 |
15 |
Total |
60.7 |
21.4 |
Fuente: Elaboración propia. |
Figura 12. Playa de La Galera. En 1956, la línea de orilla alcanzaba la mitad del islote, ahora su anchura media es de 9 m. |
Con estos datos, la tasa de erosión, obtenida de dividir el retroceso medio en el conjunto de las playas por el número de años transcurridos entre las dos fechas (Rodríguez, 1999), se sitúa en 0.78 m/año. Si bien, hay que considerar, que a tenor de que la intensificación de la actividad agrícola en esta cuenca, se inicia en la década de los ochenta y que el retroceso de la línea de costa está vinculado a este hecho, las tasas de erosión media considerando el periodo 1980-2007, doblarían ese valor, alcanzando los 1.5 m/año[2]. Tasa más en consonancia con las proporcionadas por otros autores en playas afectadas por disminución de aportes procedentes de ríos y ramblas, en idéntico periodo de tiempo (Manzano Agugliano, et al, 2004; Espinosa Montero y Rodriguez Santalla, 2009).
Por otro lado, las playas de La Llana y Barraca Quemada, situadas en el interior del Parque Regional Salinas y Arenales de San Pedro del Pinatar, en la costa norte de la Región de Murcia, han experimentado también un retroceso desde mediados del siglo XX, que diferentes estudios calculan en unos 80 metros [4], es decir, en torno a 1.6 m/año. Aunque las causas aquí son diversas: falta de aporte de materiales procedentes de la desembocadura del río Segura, retirada de arenas para creación de playas artificiales en la orilla norte del Mar Menor, subida del nivel del mar, manejo inadecuado de los arribazones de posidonia (“limpieza” con maquinaria pesada), y construcción del puerto de San Pedro del Pinatar, que ha modificado las corrientes marinas en la costa.
Esta erosión ha supuesto una considerable pérdida de superficie de playa seca (Cuadro 3). El sistema tenía en 1956 más de 14 hectáreas de playas aéreas, pero en 2007, apenas superaba las 7 hectáreas, habiendo perdido más del 46% de su superficie; siendo la playa del Rafal, con más del 80% de superficie perdida la más afectada. Esta playa está alimentada por la rambla de los Pinares, a su vez, la de mayor superficie de cauce ocupado (92,4%). En la Figura 13 se muestran las playas analizadas y el espacio perdido en cada una de ellas.
La tasa media de superficie perdida contabilizando el periodo 1956-2007, supone 0.1 Ha/año, pero contabilizando el periodo 1980-2007 alcanza 0,22 Ha/año (2.200 m2/año).
Cuadro 3.
Disminución de las superficies de playa
Playa |
1956 (has) |
2007 (has) |
Pérdida (has) |
Pérdida (%) |
El Rafal |
1,78 |
0,35 |
1,43 |
80.3 |
Elena |
2,78 |
1,51 |
1,27 |
45,7 |
Las Huertas |
1,68 |
0,75 |
0,93 |
55,2 |
La Galera |
0,42 |
0,10 |
0,32 |
76.2 |
Playa Larga |
2,47 |
1,41 |
1,06 |
42.9 |
Cala Blanca |
0.33 |
0,22 |
0,11 |
31.0 |
Los Hierros |
1,78 |
1,20 |
0,58 |
32.6 |
TOTAL |
11,24 |
5.54 |
5.7 |
50.71 |
Fuente: Belmonte Serrato et al., 2011a. |
Aunque el número de playas estudiadas no permite un análisis estadístico suficientemente significativo, es de destacar, no obstante que se aprecia una relación directa entre la superficie de cauce ocupado por los cultivos y la superficie de playa pérdida, con un coeficiente de determinación R2 de 0,78 (Figura 14). Esto permite considerar, como ya se ha comentado anteriormente, que la causa principal de la erosión detectada en estas playas está relacionada con la ocupación de los cauces para el uso agrícola, que debe haber reducido considerablemente la llegada de sedimentos a la costa, alterando el equilibrio sedimentario del sistema litoral.
Por otro lado, se ha comprobado también una relación bastante significativa (Figura 15), entre el retranqueo de la línea de costa en las playas y la superficie total erosionada. Esto significa que el retranqueo, y la pérdida de superficie consiguiente, está condicionado por un desequilibrio sedimentario en el sistema litoral y no por una interferencia (obras costeras, o cambios en la deriva litoral), que hubiera podido ocasionar erosión y, por tanto, retranqueo, de la línea de costa en un extremo de la playa y sedimentación en el otro, sin haber supuesto pérdida de superficie total y, por consiguiente, erosión neta en el sistema.
Figura
13. Playas analizadas con indicación de la superficie perdida. |
Figura 14. Relación entre la
superficie de cauce ocupado y la de playa erosionada. |
Figura 15. Relación entre el
retranqueo de la línea de costa y la superficie total de playa perdida. |
Otras posibles causas no relacionadas con la disminución del aporte sedimentario
Hasta ahora se han expuesto los resultados obtenidos de la comparación entre el estado de las playas en 1956 y en 2007, sin tener en cuenta otras posibles causas que expliquen las variaciones encontradas. Pero antes de atribuir estos retranqueos exclusivamente a los efectos de la ocupación de los cauces, hay que considerar otros aspectos que pueden afectar a la variabilidad en la vertical del nivel del mar, como son variaciones ligadas a las mareas astronómicas; variaciones no periódicas ligadas a las mareas meteorológicas y los cambios relativos del nivel del mar (Cendrero et al, 2005).
Las
mareas astronómicas
Unos de los posibles errores con los que se debe contar en un análisis de erosión costera, comparando imágenes de distintas fechas, es que en una de ellas el mar se encuentra con marea alta y en otra con marea baja. Esto ocasiona unas variaciones de retranqueo hacia el mar o hacia la costa (falsa erosión o sedimentación) cuya magnitud depende de la altura de la marea y de la pendiente de la costa.
Es sabido que la costa mediterránea presenta un rango de mareas astronómicas muy débil, de tipo “micromareal” (Bardají, et al, 2009). Los valores de estas micromareas estimados por Dabrio y Polo (1987) oscilan entre 8 y 10 centímetros.
Por otro lado, las mareras meteorológicas, que son el resultado de la suma de dos componentes, el barométrico y el efecto de los vientos tangenciales (Bardají, et al, 2009), pueden alcanzar valores de 1 m, con periodo de retorno de unos 10 años, y hasta 1.5 m con periodos de retorno en torno a 100 años (Sánchez Arcilla y Jiménez, 1994).
Las medidas de pendientes que hemos realizado en este trabajo en las playas de Marina de Cope, indican que se trata de playas con elevada pendiente, entre 5º y 10º. Esto significa que las subidas o bajadas mareales, provocan avances o retrocesos en la línea de playa seca del orden de 8 a 11 cm por cada cm de subida, muy alejados de los 200 o 300 cm por cm de subida al que hacen referencia la mayoría de investigadores (Lechuga Álvaro, 2002), que se referirán a playas con pendientes bastante menos acusadas.
Con estos datos, y suponiendo que en la imagen de 1956 el mar se encontraba en bajamar y que el nivel máximo de marea en la zona puede estar en 10 cm, el retranqueo ocasionado por este efecto estaría entre los 0,8 m y los 1,6 m. En el caso más extremo en torno a la décima parte del retranqueo más bajo medido en Cala Blanca, de 15,8 m. Aún así, las sombras proyectadas por el frente acantilado suroeste de las calas sobre las playas en ambas imágenes, indican que estas se tomaron en las horas centrales del día, por lo que la diferencia de marea entre ambas, debe ser mínima. De igual modo sucede con la situación meteorológica, en ambas imágenes se aprecia un mar en calma, por lo que el posible efecto de la “marea meteorológica”, no ha tenido ninguna incidencia.
Cambios
del nivel relativo tierra-mar
Estos cambios se refieren tanto a los cambios del nivel del mar propiamente dichos (movimientos eustáticos), como a los movimientos verticales de la tierra, tanto tectoeustásicos (debidos a la tectónica) como isostáticos (debidos a los reajustes por diferencia de carga, como el traslado del peso del hielo continental al océano) (Bardají, et al, 2009). Los cambios eustáticos pueden derivar tanto de las variaciones en el volumen de agua como consecuencia de la fusión o acumulación del hielo en casquetes polares o glaciares de montaña (glacioeustasia), que se traduce en subidas o bajadas del nivel marino, como de las deformaciones del geoide (superficie equipotencial de las fuerzas de la gravedad y centrífuga), que ocasiona deformaciones en la superficie de los océanos (Mörner, 1976).
Teniendo en cuenta lo anterior, los valores de ascenso del nivel de los océanos recogidos en el informe IPCC 2007 (IPCC, 2008), se cifran en 2.8 mm/año en la década de 1993-2003, con un margen de error de ± 0.7 mm/año. Por su parte, los resultados aportados en el último informe del Instituto Español de Oceanografía (Vargas-Yañez, et al, 2010), indican un aumento del nivel marino desde la década de los 90, para la zona sur del Mediterráneo, de unos 2.5 mm/año. Es decir un rango similar al aportado por el IPCC 2007.
Dando por válidos estos valores, en la zona de estudio se habría producido un aumento del nivel del mar de unos 5 cm, de modo que teniendo en cuenta los datos de pendiente de playas, antes comentados, puede estimarse que como consecuencia de ese aumento del nivel marino, estas playas han experimentado un retranqueo hacia tierra de unos 4 m. En este caso, un 25% del retranqueo medido en Cala Blanca y sólo el 6% del retranqueo medido en la playa de El Rafal.
En definitiva, aún en el caso de haberse sumado las subidas del nivel del mar y las máximas deferencias de marea, como mucho, el retranqueo hacia tierra de estas playas supondría entre 5 y 6 m, por lo que aún queda un porcentaje muy importante del retranqueo medido que atribuimos al desequilibrio sedimentario provocado por la ocupación agrícola y canalización de los cauces. Estos resultados coinciden con las conclusiones del trabajo de Espinosa Montero y Rodríguez Santalla (2009), sobre la evolución costera del tramo entre San Juan de Terreros y Playas de Vera, con retrocesos que en algún punto superan los 200 m, debidos a la canalización del río Almanzora y la construcción de la presa de Cuevas, que redujo la aportación de material sedimentario hasta el 36% del aportado en condiciones normales.
Conclusiones
En 1956 la superficie cultivada, en su mayor parte por cereal y almendros, con algunos pequeños retazos de cultivos hortícolas regados con aguas de pozo, no superaba las 900 has, el 13% de la cuenca. El resto, eran matorrales y eriales a pastos, explotados para la ganadería y, en menor medida, para la industria (esparto). No había superficies forestales, salvo pequeños grupos de pinos con tipología adehesada.
En 2007 la superficie cultivada (cultivos intensivos de regadío en invernadero o a la intemperie, aunque también de secano) se ha estimado en unas 2.350 has (más del 34% de la cuenca). Es decir, se ha producido un aumento de superficies cultivadas de casi un 300%.
De estas 2.350 has cultivadas en la actualidad, casi 533 has, el 23%, corresponden a fondos de cauces no cultivados en 1956 y otras 1.000 has (42.5%) son roturaciones en laderas e interfluvios, que en 1956 estaban ocupados por matorrales y eriales.
Se estima que entre el 76% y el 92% de la superficie de cauces de crecida de las ramblas que alimentan el sistema litoral de Marina de Cope ha sido ocupado por la agricultura desde los años 80 del pasado siglo.
Esta ocupación, sin duda, debe haber ocasionado una disminución de los aportes sólidos al sistema litoral, desencadenando un proceso de erosión en todas sus playas, que han retranqueado entre 16 y 68 m su línea de costa.
Los retranqueos estimados por el aumento del nivel del mar desde los años 90, se estiman en unos 4 m y el posible retranqueo derivado de diferencias mareales entre ambas imágenes se estima entre 1.6 y 2.2 m.
El efecto sumado de ambos retranqueos (entre 5 y 6 m) puede explicar un tercio del retranqueo en dos de las playas, Cala Blanca y La Galera, con retrocesos de 15.8 m y 18.2 m. Las playas de Los Hierros y Playa Larga, han quintuplicado los retrocesos esperados por este motivo (28.3 m y 33.7 m respectivamente) y las otras tres playas, Las Huertas, Rambla Elena y El Rafal, han experimentado retranqueos hacia tierra de 50,1, 50,9 y 68,3 m, multiplicando por 10 el retranqueo atribuible al ascenso del nivel del mar.
Esto permite concluir que a la subida del nivel del mar, que esta efectivamente constatada, se ha sumado el desequilibrio sedimentario provocado por la ocupación de cauces para uso agrícola. Conclusión que se apoya, además, en la relación que se ha encontrado entre la superficie de playa perdida y la de cauce ocupado, con R2 de 0.78.
Se ha detectado una relación entre el retroceso de las playas en metros y la superficie perdida, que indica que el retranqueo está motivado por una erosión efectiva y no un movimiento del sedimento de un lugar a otro de la playa.
La superficie de playas erosionada, alcanza en su conjunto 6,5 hectáreas, lo que supone una importantísima pérdida de más del 46% de la superficie anterior a 1956. Sin la llegada de sedimentos, o reducida a escasos episodios de lluvias torrenciales, y el constatado aumento del nivel del mar, con tendencia a incrementarse en los próximos años, estas playas pueden haber desaparecido por completo en 2030, ya que en la actualidad, ninguna de ellas, supera los 15 o 20 m de anchura.
Notas
[1] La obtención de la superficie agrícola actual utilizando las estadísticas agrarias es muy complicada, en primer lugar, porque los datos proporcionadas por el Instituto Regional de Estadística, están por municipios y en segundo lugar porque se han hecho y se siguen haciendo roturaciones no autorizadas, o de dudosa autorización que no están contabilizadas. De modo que la digitalización mediante imágenes de satélite o fotografía aérea, proporciona mayor exactitud.
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Copyright Francisco Belmonte Serrato, Asunción Romero Díaz, José Damián Ruíz
Sinoga, 2013.
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Ficha bibliográfica: