Menú principal

Índice de Scripta Nova

Scripta Nova
REVISTA ELECTRÓNICA DE GEOGRAFÍA Y CIENCIAS SOCIALES
Universidad de Barcelona. ISSN: 1138-9788. Depósito Legal: B. 21.741-98
Vol. XVI, núm. 418 (19), 1 de noviembre de 2012
[Nueva serie de Geo Crítica. Cuadernos Críticos de Geografía Humana]

 

CONTROL, ESPACIO URBANO E IDENTIDAD EN LA FILIPINAS COLONIAL ESPAÑOLA: EL CASO DE INTRAMUROS, MANILA (SIGLOS XVI-XVII)

Daniel Gomà
Universidad de Barcelona

Control, espacio urbano e identidad en la Filipinas colonial española: El caso de Intramuros, Manila (siglos XVI-XVII) (Resumen)

Intramuros, núcleo original sobre el que se fundó la ciudad de Manila en 1571, se convirtió desde el primer momento en la punta de lanza de la conquista española de Filipinas. Centro de gobierno, educación y comercio de las Filipinas española durante los siguientes trescientos años, se convirtió en una ciudad fortificada siguiendo los principios del desarrollo urbano español en las colonias y su diseño como área destinada a garantizar la seguridad de los gobernantes coloniales y de la población española. Mientras en el exterior, en la zona llamada Extramuros, surgía una urbe multirracial cuyo desarrollo fue también objeto de control por parte de las autoridades coloniales con el fin de asegurar que no se convirtiera en una amenaza.

Palabras clave: Manila, Intramuros, control del espacio, fortificación, urbanismo, segregación racial.

Control, urban space and identity in the Spanish Colonial Philippines: The Case of Intramuros, Manila (XVI-XVII centuries) (Abstract)

Intramuros, the original town on which the Spaniards founded the city of Manila in 1571, became since its foundations the forefront of the Spanish conquest of the Philippines. It was the government, education and trade center of the Spanish Philippines over the next three hundred years. Intramuros became a fortified city following the Spanish urban development principles in the colonies. It was planned as an area designed to ensure the safety of the colonial rulers and the Spanish population. Meanwhile, outside the fortified enclosure, in an area called Extramuros, rose a multiracial city whose development was also monitored to ensure it do not become a threat to the colonial authorities.

Key words: Manila, Intramuros, space control, fortification, town planning, racial segregation.


Ocupando una superficie total de 0,62 km2, Intramuros es el origen de la moderna Manila, la cuál más tarde se extendió fuera de sus murallas[1]. De recinto casi vació y fortificado, pasó a ser un emplazamiento que se fue adensando poco a poco con edificios hasta erigirse en el núcleo militar y de gobierno, centro administrativo, mercantil y burocrático, sede de congregaciones y colegios (universidades) de la colonia española de Filipinas a lo largo de más de tres siglos.


Los orígenes de Manila e Intramuros

Descubiertas por Magallanes en su viaje alrededor del mundo en 1521, el archipiélago filipino no fue objetivo serio de colonización por parte de los españoles hasta medio siglo más tarde. El conjunto de islas, llamadas Filipinas en honor al príncipe heredero (el futuro Felipe II) cobró importancia con la rivalidad entre españoles y portugueses por el control del comercio de las especias y como puerta de entrada a Asia por el Pacífico. No menos importante, la conquista del archipiélago serviría de plataforma para la misión evangelizadora en el continente asiático. El 21 de noviembre de 1564 una flota partía de Puerto Navidad, en la costa occidental de Méjico, en dirección oeste con el fin de colonizar el archipiélago filipino. La expedición, encabezada por el conquistador Miguel López de Legazpi, apodado el Adelantado, y el fraile agustino Andrés de Urbaneta, alcanzó las islas filipinas, concretamente la isla de Cebú, el 27 de abril de 1565, fundándose allí unos días más tarde el primer emplazamiento español de Filipinas, llamado San Miguel por ser aquél día el de la aparición del Arcángel[2].

Tras más de cinco años en Cebú y extendiendo el control español a los territorios vecinos, Legazpi se dirigió al norte, hacia la isla de Luzón, donde un año antes una expedición española había advertido el potencial político y económico de una zona situada estratégicamente en la desembocadura del río Pásig, concretamente en su orilla izquierda, con la bahía marítima, desde entonces conocida como bahía de Manila. El río entra oblicuamente en el mar, dejando en su margen izquierdo una planicie que era casi una isla, estando en el margen inferior la bahía, a la derecha el río y los restantes lados rodeados por ciénagas. Dicha planicie formaba un triángulo casi perfecto. De hecho, los españoles se encontraron con dos pequeñas fortificaciones musulmanas en las dos orillas del río, Maynila en el margen izquierdo (o lado sur), gobernado por el rajá Solimán (sobrino del sultán de Borneo), y Tondo en el margen derecho (lado norte). Mediante pacto, las autoridades musulmanas aceptaron la ocupación española, ocupando Legazpi el territorio cercano a la bocana del río el 19 de mayo de 1571. Además, la bahía era un lugar seguro y bien protegido, en el que un asentamiento estable podía defenderse de ataques exteriores (por mar) y al mismo tiempo serviría de base del futuro comercio con las naciones vecinas (China, Japón, Siam, etc.) que ya se empezaba a vislumbrar en esta época.

Legazpi, quien ya había sido designado para entonces gobernador y capitán general del archipiélago filipino, lo que dotaba de la capacidad de fundar ciudades y conceder encomiendas a sus capitanes, advirtió claramente desde su llegada la necesidad de asegurar el control sobre el territorio y ordenó cercar el perímetro e incluir en su interior una gran iglesia (que sería el origen de la catedral de Manila), la casa del representante del rey Felipe II (esto es, el propio Legazpi) y viviendas para los religiosos y los soldados, así como la presencia de algunos pobladores del lugar. Así  nacería oficialmente Manila el 24 de junio de 1571[3], que recibió el estatus de ciudad[4] y se convirtió a partir de entonces en capital de la colonia española de Filipinas durante los siguientes tres siglos, y que gobernaría sobre el conjunto de islas del archipiélago en nombre de la monarquía española.

 

Figura 1. Bahía de Manila.

 

La ciudad de Manila se organiza según el formato de una ciudad española de la época. Legazpi la dotó de un Consejo compuesto por doce concejales, un alguacil mayor, un notario y dos alcaldes que dirigían el gobierno municipal, todos ellos designados entre los residentes españoles más prestigiosos[5]. En 1574 el entonces rey Felipe II, de quien procede el nombre del archipiélago, la proclamó por Real Decreto Insigne y Siempre Leal Ciudad de Manila[6] y en 1596 la dotó de un Escudo de Armas[7]. Un año antes, una bula papal había convertido a Manila en arzobispado, mientras que se creaban las diócesis de Cebú, Nueva Cáceres y Nueva Segovia.

 

Figura 2. Escudo de Armas de Manila (1596).
Biblioteca Nacional.

 

Otra institución legada por Legazpi fue la encomienda, que tenía por finalidad promover el desarrollo agrícola del territorio y recompensar al mismo tiempo a sus compañeros de expedición. Herencia del sistema colonial implantado en América, Legazpi asignó a dichos agraciados un trozo de terreno, generalmente deshabitado y sin cultivar, con la obligación de destinarlo a cultivo y al mismo tiempo reunir en él a los indígenas (nativos) dispersos en la vecindad formando de esta forma comunidades o poblaciones. Aparte del aspecto económico, la encomienda buscaba asegurar que los indígenas, ya cristianizados y emancipados de su culto pagano, quedaran unidos en forma de comunidad y bajo control[8]. A cambio, el encomendero se hacía responsable de las gentes a su cargo, con la obligación de defenderlas y educarlas. A cambio, estas gentes debían entregarle una parte de la cosecha de los territorios cultivados[9].

Un aspecto fundamental de la dominación española sería el desarrollo de un sistema de colonial basado en la ocupación y la evangelización caracterizado, en primer lugar por una administración colonial mínima e integrada básicamente por militares, funcionarios y órdenes religiosas (misioneros). La razón era la delegación de funciones en encomenderos, religiosos y autoridades indígenas. Ello explica el peso significativo y, hasta cierto punto exagerado, de los religiosos en Filipinas. Los frailes fueron los que más penetraron en el archipiélago y las autoridades coloniales no tardaron en percatarse de que la continuidad de la dominación española fuera de Manila y las pocas ciudades dependía en gran medida de la autoridad y el prestigio de los religiosos[10].

Por otro lado, la colaboración entre dirigentes locales, convertidos al catolicismo, y autoridades coloniales permitió a los primeros integrarse en el sistema colonial. Consecuencia de ello es el número escaso de colonias de asentamiento de personas procedentes de la península ibérica en el archipiélago filipino (a diferencia de América) y que la mayoría de funcionarios y militares se concentraran en Manila y en los pocos núcleos urbanos del país, dejando el control del resto de territorios a encomenderos y sobre todo a religiosos[11].


Una ciudad fortificada

En su primera etapa Manila se centraría en lo que llamamos Intramuros y que con el paso del tiempo se extendería más allá de este núcleo original, amurallado y que concentraba las principales edificaciones de la capital de la colonia española de Filipinas. La primera institución creada por los españoles fue el municipio y en el caso de Manila su Cabildo nació por incitativa de su fundador, quien designó los cargos concejiles y estableció las Ordenanzas por las que debía gobernarse[12]. El nacimiento de Manila vino acompañado de nuevas actividades que hicieron posible la emergencia de una vida urbana, desconocida hasta entonces en Filipinas.

Para los españoles, la ciudad era un elemento fundamental de organización de los territorios bajo su autoridad. Aunque en el momento de la fundación de Manila todavía no habían aparecido las Ordenanzas Generales de Descubrimiento y Nueva Población, otorgadas por Felipe II en 1573, los españoles contaban con una larga experiencia urbanística en América. Las primeras ciudades coloniales, en las que ya existía el embrión del nuevo orden urbano, se realizaron primero en el entorno de las islas del mar Caribe, empezando por Santo Domingo en la isla de La Española. Esta manera de edificar una ciudad se consolidó, de acuerdo con un modelo más concreto, a partir de la fundación de Lima en 1535, extendiéndose rápidamente por el resto del continente americano bajo influencia española y llegando hasta Filipinas. Dicho modelo se basa en la cuadrícula, formada por un conjunto de calles y manzanas trazadas regularmente, y se desarrolló a través de una tipología diversa, jerarquizada por la presencia de la plaza mayor, centro simbólico de la ciudad. La eficacia organizadora del espacio que tuvo la cuadrícula fue tan importante que este modelo de ciudad se aplicó de igual manera en localizaciones y en épocas diversas, desde California a Chile, desde Cuba a Filipinas, y desde las primeras décadas del siglo XVI hasta el siglo XIX.

Siguiendo el modelo urbanístico ya empleado en América, el  plano de Manila era similar al de otras ciudades fundadas por los españoles como era el caso, por ejemplo, de Lima, Bogotá y Buenos Aires. El trazado de la ciudad es en damero o cuadrícula, con calles rectas paralelas y perpendiculares que se cruzan delimitando manzanas cuadradas o rectangulares, proyectando así un aspecto ordenado a pesar del perímetro irregular en el que se incluye[13]. Las construcciones de esta primera Manila (o Intramuros) estaban hechas principalmente de madera y poco después pasaron a estar hechas ya en piedra y ladrillo. Aunque la ciudad fue escenario a lo largo de sus tres siglos de dominio hispano de incendios y terremotos que la asolaron en mayor o menor medida, el plano en damero de Intramuros (característico de las ciudades coloniales españolas en América) se mantuvo más o menos inalterable durante este periodo. La configuración de la ciudad se tuvo que adaptar a la topografía natural, lo que conllevó que su perímetro (de cerca de cuatro kilómetros de largo) fuera forzosamente irregular y no pudiera ajustarse a la traza geométrica de las ciudades coloniales de América[14]. Así, adoptó la forma de trapecio irregular, con un frente rectilíneo que daba al mar y otro que seguía el cauce del río Pásig, cerrando la figura dos frentes de tierra, en su mayoría terrenos pantanosos. Sin embargo, en el interior del recinto sí se adoptó el modelo americano de cuadrícula de calles, con sus edificios cuadrados o rectangulares, y una plaza mayor alrededor de la cual estaban algunos de los edificios públicos más importantes. No obstante, al igual que en determinados casos en América, no se pudieron cumplir todas las normas establecidas y que fueron recogidas en las Ordenanzas de 1573. Por ejemplo, estas últimas señalan que la plaza mayor debía ser rectangular y en la medida de lo posible ocupar una posición central en la ciudad. Sin embargo, Legazpi trazó la plaza mayor de Manila de planta cuadrada y en una posición no central[15].

Desde sus inicios Manila se consolidó como plaza fuerte y sede fundamental de una comunidad española. De hecho, la mayoría de población hispana se concentró en Manila y el área circundante y tuvo que convivir permanentemente con tres graves problemas: el ser una comunidad exótica desde el punto de vista étnico, el ser una comunidad escasa e inestable y el ser una comunidad con graves problemas de adaptación al medio natural. En otras palabras, la población española de Manila, que constituyó siempre un grupo racial minoritario en probablemente la ciudad más multiétnica del imperio español[16], estuvo amenazada desde sus inicios por los elementos naturales y humanos del entorno y ello demandó una constante presencia de pobladores originarios de la península ibérica para asegurar su continuidad y la necesidad de asegurar su supervivencia[17].

La escasa presencia de pobladores originarios de la península y el aislamiento de la colonia filipina explican también porqué la monarquía hispana destinó grandes recursos hacia la protección de su emplazamiento más importante. En este sentido, los recursos destinados a la administración de Filipinas se llevaron acabo en tres direcciones: protección, evangelización y sostenimiento del aparato administrativo[18]. La financiación de los gastos de defensa y protección del territorio fueron los más importantes con el fin de hacer frente a enemigos exteriores e interiores. Aparte de los posibles ataques de la población indígena filipina, la piratería fue un factor a tener en cuenta. Así, a finales de 1574 el pirata chino Li Mahong se presentó al frente de una numerosa flota en la bahía de Manila, incendiando buena parte de la ciudad hasta ser expulsados los invasores[19].

Estas circunstancias explican porqué desde el inicio de su edificación por los españoles, Manila fue objeto de una política de defensa y se diseñó un sistema de muros, fosos y fortificaciones. Así, la ciudad, y más en concreto su núcleo original de Intramuros, nació como un recinto fortificado casi vacío para pasar a convertirse a partir de finales del siglo XVI en una gran área amurallada que se fue llenando de edificios con el fin de convertirse en el núcleo del poder colonial español en Filipinas. La configuración de Intramuros, por su ubicación geográfica, permitió que uno de sus frentes quedara protegido por un foso natural, el río Pásig, mientras que un segundo frente, mucho más extenso, sólo pudiera ser atacado por mar. Restaba un tercer frente, de tierra, cuya fortificación siempre constituyó la principal preocupación de los gobernadores de Filipinas, aunque el carácter pantanoso del terreno creó la posibilidad de diseñar un sistema de fosos que dificultaría un ataque enemigo por ese lado[20].

 

Figura 3. Plano de Manila, de fray Ignacio Muñoz (1671).
Archivo General de Indias, Filipinas, 86[21].

 

En madera al principio, con el paso del tiempo se procedió al uso de la piedra y del ladrillo, materiales más resistentes y duraderos, como elementos de construcción. El primer arquitecto verdadero de Manila-Intramuros fue el jesuita Antonio Sedeño, asignado a la ciudad en 1581. Tras los grandes fuegos que habían asolado a la ciudad en 1577, 1579 y 1583, pero sobre todo debido a la creciente presencia de piratas en el archipiélago filipino y la hostilidad de parte de la población local se procedió a un refuerzo de las defensas del archipiélago, empezando por Manila.

Ello es especialmente importante a partir del sexto gobernador, Santiago de Vera (1584-1589). Con su apoyo y el del obispo Domingo Salazar, Sedeño diseñó el primer fuerte de piedra, Nuestra Señora de Guía (en honor a la Virgen), y ordenó la construcción de edificios en piedra. Esta labor fue continuada durante el gobierno de Gómez Pérez Dasmariñas (1590-1593), quien no tardó en percibir la ausencia de fortificaciones relevantes y ordenó inmediatamente la construcción de una muralla en piedra que cercara la ciudad, finalizando la fortificación de toda la urbe en torno a 1592[22]. Según parece, Sedeño se inspiró siguiendo los dibujos de Leonardo Turriano, ingeniero militar que ideó la fortificación de Canarias[23]. Nacía así el recinto fortificado de Intramuros, el corazón de la Manila colonial. Se trataba de una muralla impresionante, con garitas, parapetos y demás características defensivas de su época, entre ellas puentes levadizos que se alzaban sobre fosos que aislaban todavía más el recinto amurallado del territorio circundante.

Fue durante el mandato de este gobernador cuando tuvo lugar una masiva fortificación y bajo sus órdenes se llevó a cabo la más compleja y costosa obra pública vista hasta entonces en Filipinas. Así, aparte de cercarse con piedra y ladrillo toda la ciudad, cuyo acceso se realizaba a través de imponente puertas, se edificó también la fortaleza de Santiago, situada en el extremo sur de la desembocadura del río Pásig. La fortificación de Manila debe ser considerada un elemento pionero en lo que a las colonias se refiere. Aparte de los enormes desafíos que planteaba su construcción, se adelantó en casi siglo a la gran fortificación de centros coloniales americanos como Veracruz y Cartagena de Indias[24]. También se crea en esta época la primera iglesia de piedra, la de San Agustín.

Durante las décadas siguientes los sucesivos gobernadores generales de Filipinas modificaron y reforzaron las defensas de Manila de acuerdo con las diferentes teorías militares que iban surgiendo. Tras el fuerte de Santiago, se construyeron otros fortines y baluartes, se elevó la altura de las murallas y se extendieron y agrandaron los fosos, se reforzaron los diversos puntos débiles. Sin embargo, pese a todas las modificaciones, la forma esencial de Intramuros no cambió y hasta el final del dominio colonial sus murallas continuaron delimitando el perímetro de la ciudad antigua.


El desarrollo de la ciudad

La llegada de los españoles a Manila en 1571 marcó el inicio de un periodo de profundos cambios también en el exterior del núcleo original de la ciudad. El desarrollo económico, con el puerto como principal, conllevó un aumento de la presencia de población indígena y de otros grupos étnicos en el interior y también el exterior de Intramuros. Así, según los estudios de Xavier Huetz de Lemps la ciudad pasó de tener 2000 habitantes en 1571 a 28.000 en 1601 y unos 40.000 dos décadas más tarde[25]. A partir de finales del siglo XVI, la ciudad pasó a extenderse fuera de los límites de Intramuros. En realidad, lo reducido de Intramuros conllevó que finalmente no se pudiese contener el crecimiento poblacional y ello acabó por desbordar el recinto original, extendiéndose la ciudad en arrabales situados en ambas orillas del río Pásig. Así, Manila se había convertido hacia 1620 en una ciudad multirracial de 40.000 habitantes con un floreciente comercio con China, el sudeste asiático y América Latina (México principalmente). En otras palabras, era uno de los principales puertos asiáticos del comercio transpacífico.

 Conocido como Extramuros, el territorio más allá de las murallas de Intramuros creció de forma semicircular alrededor del núcleo original. En la práctica, la construcción de edificios, incluidos algunos en piedra, había empezado pocos años después de la fundación española de la ciudad, afectando a ambas orillas. En la mayoría de casos se trataba de conventos e iglesias y su edificación fue objeto de numerosas protestas por parte de los gobernadores debido a que perjudicaban la defensa de Intramuros y favorecían de este modo al enemigo, especialmente tras la llegada a comienzos del siglo XVII de las primeras flotas holandesas a Filipinas deseosas de hacerse con la estratégica Manila[26].

A lo largo del siglo XVII el hábitat fuera de Intramuros fue en aumento, concentrándose en muchos casos en los márgenes de las murallas y fosos. La comunidad más numerosa, los chinos, y los japoneses (en este último caso un número considerablemente inferior), habían obtenido en las primeras décadas de dominio español la posibilidad de residir en Intramuros, aunque en los márgenes del mismo. Sin embargo, su crecimiento poblacional, al igual que el de otros grupos no hispanos, acabó despertando los temores de las autoridades coloniales y las diversas revueltas de los chinos no hicieron sino acelerar la formulación e implementación de una serie de políticas destinada a limitar el asentamiento de los grupos no europeos. Por ello, con el fin de resguardar la seguridad de los residentes españoles, desde comienzos del siglo XVII se intensificaron las restricciones a la presencia de asiáticos (incluidos filipinos) en el recinto amurallado.

 

Figura 4. Primera imagen conocida de Manila (vista desde el lado opuesto al mar) Procedente de un arcón de madera del siglo XVII que reproduce en su cara interna el mapa de la ciudad de Manila.
Museo Julio Bello y González, Puebla, México.

 

La edificación fuera de Intramuros estuvo marcada en el caso de chinos y japoneses por la segregación de sus barrios, ya que dichas poblaciones eran consideradas potencialmente peligrosas por los gobernantes coloniales. En cambio, parece claro que los otros barrios que rodearon Intramuros, conocidos como arrabales, surgieron de manera relativamente espontánea y sin duda sin planificación y sin mucha supervisión de las autoridades españolas[27]. En ellos residían la población de origen filipino y algunos de estos barrios surgieron de antiguos pueblos, donde residían también algunos españoles y otras personas de origen foráneo.

 

Figura 5. Manila y sus arrabales, 1720.
Archivo General Militar, Madrid.

 

En el desarrollo de los arrabales jugaron un papel muy importante las diferentes órdenes religiosas y aquellos tomaron algunas características en lo que al trazado se refiere. En realidad, el desarrollo del orden espacial de Extramuros se realizó mediante la construcción de iglesias. Así, religiosos de las diferentes órdenes ocuparon desde poco después de la fundación de Manila áreas no habitadas en los alrededores de la ciudad para establecerse. Para ello, ordenaron construir iglesias, conventos o capillas cerca de pueblos o aldeas. Ello obedecía también al objetivo de la Iglesia de convertir a la población de la zona al catolicismo. Así, mientras que Intramuros crecía demográficamente, lo mismo sucedía en los alrededores hasta diez kilómetros más allá de las murallas y al otro lado del río Pásig[28].

El modelo en cuadrículas se impuso algunos casos y la mayoría de arrabales contaba con su propia plaza mayor o central, con una imponente iglesia católica, además de un convento, un mercado y diversas casas residenciales donde habitaba las familias acomodadas. El desarrollo de Extramuros explica que entre 1600 y 1640 la población nativa pasara de 10.000 personas a 80.000[29].


Segregación y control en la Manila colonial: el distrito japonés y el Parián de los chinos

Antes incluso de la llegada de Legazpi, el emplazamiento de Manila era ya un centro comercial con vínculos con el sudeste asiático, India, el imperio chino y las islas japonesas. La presencia de ciudadanos procedentes de estos lugares no hizo sino aumentar después de la fundación de Manila. Filipinas se convirtió desde el principio de la dominación española en un centro comercial de primer orden en Asia oriental, adonde acudían mercaderes de toda la región. Una parte de ellos acabaron instalándose de forma permanente, alcanzando en el caso chino la cifra de 20.000 residentes a comienzos del siglo XVII, mientras que los japoneses llegaron a ser varios miles. En la primera década su bajo número había permitido que estas comunidades disfrutaran de una libertad de movimiento y residencia, tanto en el interior como en el exterior de Intramuros[30]. Sin embargo, al ir en aumento el número de chinos y japoneses y hacerse más visibles, las autoridades españolas empezaron a reconsiderar su posición, temiendo la posibilidad de una revuelta por parte de los asiáticos. Como consecuencia de ello, empezaron a formular e implementar diversas políticas designadas a limitar el asentamiento y el control de las actividades de estas comunidades.

Con este fin, las autoridades coloniales promulgaron una serie de decretos con el fin de restringir la presencia de no europeos en el recinto de Intramuros. Así, salvo aquellas personas imprescindibles (sirvientes, empleados públicos, etc.), todos los asiáticos, incluidos los filipinos, fueron obligados a abandonar Intramuros y aquellos que trabajaban en ella durante el día debían salir de la ciudad al caer la noche, momento en que se cerraban las puertas del recinto urbano[31]. Otra forma para controlar a las crecientes comunidades asiáticas fue desarrollar un sistema de estricta segregación y de control de sus actividades económicas con la finalidad de confinar a chinos y japoneses (tanto residentes como visitantes) en lugares concretos de la zona de Extramuros. Ello incluía delimitar sus lugares de actividades económicas y supervisar sus relaciones con españoles y filipinos. Esta política se puso en marcha con el gobierno de Gonzalo Ronquillo de Peñalosa (1580-1583) una década después de la fundación de la ciudad y sentó las bases de Intramuros como recinto reservado a la élite colonial[32].

Escasa en número al principio, a partir de la década de 1580 la comunidad nipona creció de tal manera que despertó las sospechas de los españoles ante los verdaderos motivos de su llegada, especialmente tras los ataques de piratas procedentes del archipiélago japonés en aquellos años y la hostilidad en Japón hacia los misioneros cristianos[33]. La actitud arrogante de los asiáticos tampoco contribuyó al entendimiento entre españoles y japoneses. De hecho, su número no hizo sino crecer durante las décadas siguientes debido a la persecución de los cristianos de Japón (iniciada en 1585), en su mayoría católicos, que buscaron refugio en Filipinas.

La amenaza de la piratería, acompañada del temor a una invasión, llevó al gobernador Pérez Dasmariñas a tomar la decisión de ubicarlos en un área especial donde pudieran ser vigilados y controlados y, no menos importante, fuera de Intramuros. Es así como en 1592 nació el suburbio de Dilao, al este de Manila-Intramuros, donde estarían bajo la tutela espiritual de franciscanos, alcanzándose la cifra de un millar de residentes en torno a 1585[34]. Allí, los nipones conservarían sus tradiciones durante el siguiente medio siglo aunque con el cierre de Japón a mediados del siglo XVII su número prácticamente cesó[35].

Si la presencia de japoneses supuso una preocupación para las autoridades coloniales españoles de Manila, en el caso de los chinos la inquietud ante su creciente número fue la tónica general. Españoles y chinos convivieron en Manila durante más de dos siglos pero la relación siempre estuvo llena de recelos y suspicacias, conflictividad y la ausencia permanente de entendimiento entre las autoridades coloniales y la comunidad china, todo ello a pesar de los beneficios comerciales mutuos. Así, tras la llegada de los españoles a Filipinas, los chinos empezaron a acudir con sus barcos al puerto de Manila con el fin de vender sus mercancías.

La consecuencia de este comercio entre la colonia de Filipinas y el mundo chino, surgido casi desde la fundación misma de Manila, fue el establecimiento de una colonia permanente de ciudadanos procedentes del Imperio del Centro (China). El número fue ascendiendo con el paso de los años y su actividad pasó a ser imprescindible para las autoridades españolas. Suponían una mano de obra hábil y barata y sus trabajos de carpintería, herrería, construcción, comercio, etc. eran muy apreciados por los residentes de Manila y abastecían a la comunidad española de aquello que esta última necesitaba[36]. Sin embargo, pese a reconocerse los beneficios económicos de la presencia china, los españoles abominaban de los chinos, ya fuera por temor o desprecio, y se les aisló finalmente en un ghetto cerrado y se siguió con ellos una política de cristianización y de occidentalización[37].

La presencia china llegó a ser tan importante y numerosa que el cuarto gobernador general de Filipinas Gonzalo Ronquillo de Peñalosa ordenó construir en 1580-1581 una Alcaicería (también conocido Parián) para concentrar en ella a todos los chinos, que los españoles denominaban en esta época con el nombre de sangleyes[38], y así poder tenerlos vigilados. La Alcaicería era un barrio donde los chinos residían y comerciaban y debido a su importancia económica y social estaban bajo la jurisdicción de un alcalde mayor[39]. Estaba situado en un lugar periférico de la ciudad, concretamente en un área reservada vecina a la iglesia de Santo Domingo, recientemente erigida por frailes dominicos, en las cercanías de la muralla que daba al río Pásig, de manera que el recinto acotado a los chinos estaba a tiro de arcabuz de la muralla. Además, la proximidad con la iglesia de Santo Domingo tenía un objetivo político-religioso: la conversión de los chinos al catolicismo, tarea que se encargó a los dominicos[40].

El primer Parián estaba en el interior de Intramuros y ello le dotaba de unos privilegios considerables. Los chinos no tardaron en hacerse con el control del entramado económico (oficios artesanos, intermediarios comerciales, etc.) de la ciudad y se hicieron indispensables a ojos de las autoridades. La idea de crear un parián tenía como objetivo no sólo tener agrupados a los chinos en un lugar, sino también que desarrollaran allí sus actividades económicas. Con las crecientes prohibiciones a los asiáticos de moverse por Intramuros, el Parián se convirtió en el centro económico y el lugar de visita obligatorio de todo comerciante que viviera o llegase a Manila. Asimismo, se buscó restringir la llegada de chinos y se limitó a 6000 la cifra de residentes chinos en el Parián, número que fue rápidamente superado[41].

El primer Parián estaba situado en el interior de la ciudad original pero los dos siguientes, aunque situados en el recinto de Intramuros, estaban de hecho dentro del área de murallas pero fuera de la ciudad en sí. Tras su destrucción por el fuego, se designó en 1595 como lugar preferente un terreno situado Extramuros, frente al baluarte de San Gabriel, de manera que estuviera a tiro de artillería en caso de estallar una revuelta. Así se mantuvo durante todo el siglo XVII como pueblo de Parián. Aunque se limitó el espacio en un primer momento, sin duda, también se esperaba que dicho suburbio creciera con el tiempo, lo que permitiría recaudar más impuestos. Tras la revuelta chinas de 1603 se procedió a ejercer un mayor control sobre el Parián aunque curiosamente la rebelión había empezado en el pueblo de Quiapo, río arriba de Manila. Sin embargo, los chinos de Parián se unieron a la revuelta y amenazaron con conquistar Intramuros. Finalmente, la unidad entre españoles y filipinos puso fin a la rebelión[42].

Pese a la revuelta, las necesidades económicas y comerciales conllevaron una nueva migración china. En 1629 se construyó un puente sobre el río Pásig que conectaba el área del Parián con tres pueblos poblados por chinos cristianos, situados en la otra orilla: Binondo, Bay-Bay y Tondo. En la entrada del puente se construyó un fortín que dominaba el Parián y sus inmediaciones y que permitía cortar la comunicación entre los dos lados del río en caso de revuelta. Destruido el Parián en varias ocasiones (incendios, rebeliones, terremotos) a lo largo del siglo XVII, con la reconstrucción de 1645-1646, tras una gran revuelta china, se decidió tomar mayores medidas defensivas, estableciéndose que las calles fueran rectas, las cuadras iguales, y el ancho de las calles fuera suficiente como para poder ser barridas por artillería o arcabuces en caso de revuelta[43].

El Parián no fue el único lugar donde los españoles permitieron asentarse a los chinos. Al otro lado del río Pásig los españoles permitieron que se fundara los suburbios de Binondo y Tondo, poblados mayoritariamente por chinos aunque muchos de ellos fruto del mestizaje con filipinos y de fe católica, lo que les permitió gozar de ciertos privilegios no acordados en el caso de los chinos del Parían, en su mayoría no católicos. Sin embargo, pese a una mayor tolerancia, lo cierto es que los españoles siempre desconfiaron de los chinos y ya en el siglo XVII decretaron que los chinos no podían poseer o residir en una casa fuera de Binondo y Parián, ni se permitía construir cerca de ellos. Asimismo, se prohibía a todo chino no alejarse más de diez kilómetros de Manila-Intramuros[44]. No menos grave, si un chino era encontrado en el interior de Intramuros después del cierre de sus puertas cada noche, la condena era la pena de muerte. A partir de mediados del siglo XVII la población chino no hizo sino descender y su importancia decreció.


Conclusión

Como enclave español más distante de la península ibérica, Filipinas dependió desde sus inicios del virreinato de Nueva España y estaba conectado con este último (desde el puerto de Acapulco) mediante el famoso galeón de Manila. Manila, fundada oficialmente en 1571, se convirtió por su privilegiada posición en un centro comercial y de las relaciones con China, Japón, el sudeste asiático y el mundo indio. Sería también el punto de partida de la colonización hispana de Micronesia y de la evangelización en Asia. En este sentido, la tarea colonizadora en Filipinas se fundamentó en tres ejes: gobernar, administrar y evangelizar.

Manila fue entre los siglos XVI y XIX una ciudad española por su trazo, la construcción de sus edificios, sus costumbres y su organización política, aunque la población española fue siempre minoritaria. Intramuros es el núcleo original sobre el que se fundó la ciudad de Manila en 1571 y se convirtió desde el primer momento en la punta de lanza de la conquista española de Filipinas. Desde sus orígenes como recinto casi vacío pasó a ser a partir de finales del siglo XVI una gran área amurallada que se fue llenando de edificios con el fin de convertirse en el núcleo del poder colonial español en Filipinas. Así, fue el centro original de gobierno, educación y comercio en las Filipinas españolas durante los siguientes trescientos años, mientras que en el exterior, la zona llamada Extramuros, se desarrollaba una urbe multirracial que daría lugar con el tiempo a la gran capital de Manila que conocemos hoy día. Intramuros se convirtió con el paso del tiempo en una ciudad fortificada siguiendo los principios del desarrollo urbano español en las colonias americanas y su diseño como área destinada a garantizar la seguridad de los gobernantes coloniales y de la población española en la ciudad de Manila.

Por otro lado, Intramuros se erigió en el emblema del poder español en Filipinas y en el símbolo de la sociedad colonial. Así, los grandes muros y altas torres, protegidos por cañones, y la presencia de un gran fuerte buscaban dejar clara a ojos de la población local la fuerza del poder colonial y la determinación de los gobernantes españoles de usar la fuerza si fuera necesario con el fin de asegurar la autoridad colonial. Por su parte, los magníficos edificios interiores (catedral e iglesias, plazas, hospitales, universidad, etc.) buscaban ante todo impresionar a los filipinos y otras comunidades que vivían en el exterior del recinto y mostrarles el poder político y también religioso de los gobernantes españoles. Otra forma de control empleada por los españoles fue el diseño de una política de segregación racial, especialmente destinada a chinos y japoneses y en menor medida a los filipinos, consistente en agrupar a cada una de estas comunidades en espacios determinados con el fin de asegurar así su vigilancia y supervisar sus actividades.

La edificación de Intramuros vino acompañada de una serie de acciones destinadas a controlar el conjunto de Filipinas. Como núcleo del poder colonial, Intramuros fue concebida como centro político-religioso del archipiélago y el símbolo material de la autoridad española. Aunque el desarrollo del comercio y de otras actividades económicas fuera del recinto amurallado y el proselitismo religioso de los misioneros españoles a lo largo del archipiélago entre los siglos XVI y XIX tendieron a disimular el papel de Intramuros, este último fue durante los tres siglos de colonialismo el símbolo de la dominación española de Filipinas.

 

Notas

[1] El presente trabajo fue realizado en el marco del proyecto I+D+i “El control del espacio y los espacios de control: Territorio, ciudad y arquitectura en el diseño y las prácticas de regulación social en la España de los siglos XVII al XIX” (Referencia CSO2010-21076-C02-01, periodo 2011-2013) financiado por el Ministerio de Economía y Competitividad.

[2] Díaz-Trechuelo, 2001, p. 64. San Miguel tomó poco después el nombre de Ciudad del Santísimo Nombre de Jesús.

[3] De Maynila, “tierra de nilas” en tagalo, el idioma local. El nila (o nílad) es un arbusto silvestre endémico de la zona. Legazpi respetó el nombre original del emplazamiento original, castellanizándolo.

[4] Con el nombre de “Siempre Leal y Distinguida Ciudad de España en el Oriente”.

[5] Molina, 1984, p. 66.

[6] Con anterioridad, mediante Cédula Real del 5 de mayo de 1583, Felipe II estableció la Real Audiencia de Manila, que colocaba a Filipinas en pie de igualdad jurídica con los demás territorios del imperio.

[7] El diseño del Escudo de Armas de Manila es el siguiente: un castillo dorado con puerta y ventanas azules y una corona en su cimera, sobre un campo colorado, en la parte superior; mientras que en la parte inferior y sobre un campo azul hay un delfín con cabeza de león argentado con uñas y lenguas coloradas y una espada en una garra. Se impuso ene su época una multa de diez mil maravedíes a todo aquél que causase agravio u ofensa a dicho escudo.

[8] Molina, 1984, p. 68.

[9] Para un estudio en profundidad del sistema de la encomienda en Filipinas véase Alonso Álvarez, 2009a.

[10] García Abásolo, 2002, p. 28.

[11] Elizalde Pérez-Grueso, 2009, p. 54-55. Ello explica, entre otras cosas, porqué la lengua castellana no se extendió entre la población nativa y, a diferencia de América Latina, no sea un idioma de uso corriente en Filipinas actualmente.

[12] Dichas Ordenanzas se encuentran publicadas en Alva Rodríguez, 1997, p. 371-375, y se encuentran en el Archivo General de Indias (A.G.I. Filipinas 27).

[13] Filipinas, puerta de Oriente, 2003, p. 188; Díaz-Trechuelo, 1998, p. 183-185.

[14] Elizalde Pérez-Grueso, 2009, p. 50.

[15] Díaz-Trechuelo, 1959, p. 5-6.

[16] En la Manila de los siglos XVI y SVII hubo filipinos, españoles europeos y americanos, europeos no españoles (muy pocos), chinos, japoneses, indígenas americanos y negros (esclavos).

[17] García Abásolo, 2002, p. 29-30.

[18] Alonso Álvarez, 2009b, p. 79-80.

[19] Díaz-Trechuelo, 2001, p. 120-123.

[20] Díaz-Trechuelo, 1959, p. 39.

[21] Es el más antiguo plano de Manila que se conserva en el Archivo General de Indias.

[22] Díaz-Trechuelo, 1959, p. 46.

[23] Galván, 2002, p. 322.

[24] En el sistema defensivo de Manila jugaba un papel fundamental Cavite, el puerto más importante de la bahía de Manila, al impedir las aguas del río Pásig la presencia de grandes buques en el puerto de Manila.

[25] Elizalde Pérez-Grueso, 2009, p. 51; Reed, 1978, p. 15.

[26] Véase las cartas de la Ciudad de Manila al Rey del 30 de julio de 1578 y del procurador general de Manila Don Lope de Vallejo al Rey del 17 de julio de 1609 sobre esta cuestión (A.G.I., Filipinas, 27).

[27] Reed, 1978, p. 59.

[28] Reed, 1978, p. 60.

[29] Bernad, 1972, p. 285.

[30] Reed, 1978, p. 52.

[31] Luis Pérez Dasmariñas, “Carta  al Rey Felipe II”, 28 de junio de 1597, A.G.I., Filipinas 27.

[32] Reed, 1978, p. 52.

[33] Borao, 2005, p. 28.

[34] Borao, 2005, p. 31.

[35] Saniel, 1962, p. 34-35. Hacia 1623 el número de japoneses en Manila alcanzó los 3000.

[36] Díaz-Trechuelo, 2003, p. 51.

[37] Ollé, 2007, p. 28.

[38] Dicho nombre puede proceder del término chino shanglai, ‘los venidos a comerciar’ o tal vez de la expresión sengli, que significa ‘comercio’ en el dialecto de Fujian, provincia costera del sur de China de la que procedían la mayoría de chinos llegados a Manila.

[39] Alva Rodríguez, 1997, p 55. Los chinos se rebelaron en dos ocasiones, en 1603 y 1609, siendo masacrados por las autoridades coloniales, aunque en ambos casos se recuperaron económicamente.

[40] Díaz-Trechuelo, 1959, p. 24.

[41] Ollé, 2007, p. 42.

[42] Díaz-Trechuelo, 1959, p. 14-15.

[43] Alva Rodríguez, 1997, p. 63-64.

[44] Reed, 1978, p. 58-59.

 

Bibliografía

ALONSO ÁLVAREZ, Luis. El costo del imperio asiático: La formación colonial de las islas Filipinas bajo dominio español, 1565-1800. San Juan de Michoacán y La Coruña: Instituto Mora y Universidade da Coruña, 2009a.

ALONSO ÁLVAREZ, Luis. La Administración española en las islas Filipinas, 1565-1816: Algunas notas explicativas acerca de su prolongada duración. In ELIZALDE PÉREZ-GRUESO, María Dolores (eds.). Repensar Filipinas: Política, identidad y religión en la construcción de la nación filipina. Barcelona: Edicions Bellaterra, 2009b, p. 79-117.

ALVA RODRÍGUEZ, Inmaculada. Vida municipal en Manila: siglos XVI-XVII, Córdoba: Servicio de Publicaciones de la Universidad de Córdoba, 1997.

BERNARD, A. The Christianization of the Philippines: Problems and Perspectives. Manila: The Filipiniana Book Guild, 1972.

BORAO, José Eugenio. La colonia de japoneses en Manila en el marco de las relaciones de Filipinas y Japón en los siglos XVI y XVII. Cuadernos CANELA, nº 17, 2005, p. 25-53.

CAPEL, Horacio. La morfología de las ciudades. Volumen I: Sociedad, cultura y paisaje urbano. Barcelona: Ediciones del Serbal, 2002.

DÍAZ-TRECHUELO, Lourdes. Arquitectura española en Filipinas (1565-1800), Sevilla: Escuela de Estudios Hispano-Americanos, 1959.

DÍAZ-TRECHUELO, Lourdes. Las construcciones de Manila de Legazpi hasta el siglo XVIII. In Manila, 1571-1898: Occidente en Oriente. Madrid: Ministerio de Fomento, 1998, p. 183-193.

DÍAZ-TRECHUELO, Lourdes. Filipinas: la gran desconocida (1565-1898), Pamplona: Ediciones Universidad de Navarra, 2001.

DÍAZ-TRECHUELO, Lourdes. Legazpi y la integración de Filipinas en el imperio español de ultramar. In Filipinas, puerta de Oriente: de Legazpi a Malaspina. Madrid: Sociedad Estatal para la Acción Cultural Exterior: SEACEX / Barcelona: Lunwerg, 2003, p. 49-65.

ELIZALDE PÉREZ-GRUESO, María Dolores. Sentido y rentabilidad: Filipinas en el marco del Imperio español. In ELIZALDE PÉREZ-GRUESO, María Dolores (eds.). Repensar Filipinas: Política, identidad y religión en la construcción de la nación filipina. Barcelona: Edicions Bellaterra, 2009, p. 45-78.

GALVÁN, Javier. El legado español: Arquitectura y patrimonio en Filipinas. In ELIZALDE PÉREZ-GRUESO, María Dolores (eds.). Las relaciones entre España y Filipinas, siglos XVI-XIX. Madrid y Barcelona: CSIC y Casa Asia, 2002, p. 319-335.

GARCÍA ABÁSOLO, Antonio. La primera exploración del Pacífico y el asentamiento español en Filipinas. In ELIZALDE PÉREZ-GRUESO, María Dolores (eds.). Las relaciones entre España y Filipinas, siglos XVI-XIX. Madrid y Barcelona: CSIC y Casa Asia, 2002, p. 21-35.

OLLÉ, Manel. La formación del parián de Manila: La construcción de un equilibrio inestable. In SAN GINÉS AGUILAR, Pedro (eds.). La investigación sobre Asia-Pacífico en España. Granada: Universidad de Granada, 2007, p. 27-49.

ORTIZ ARMENGOL, Pedro. Intramuros de Manila, de 1571 hasta su destrucción en 1945, Madrid: Ediciones de Cultura Hispánica, 1958.

MOLINA, Antonio. Historia de Filipinas. Tomo I. Madrid: Ediciones Cultura Hispánica del Instituto de Cooperación Iberoamericana, 1984a.

PLANOS de ciudades iberoamericanas y filipinas existentes en el Archivo de Indias, Madrid: Instituto de Estudios de Administración Local, 1951.

PRIETO LUCENA, Ana María. Filipinas durante el Gobierno de Manrique de Lara, 1653-1663. Sevilla: Escuela de Estudios Hispano-Americanos, 1984.

PUERTOS y fortificaciones en América y Filipinas. Madrid: CEHOPU, 1985.

REED, Robert R. Colonial Manila: The Context of the Hispanic Urbanism and Process of Morphogenesis, Berkeley, University of California Press, 1978.

SANIEL, Josefa M. Japan and the Philippines. Quezon City: University of the Philippines, 1962.

ZARAGOZA, Ramon Ma. Old Manila. Kuala Lumpur: Oxford University Press, 1990.

 

© Copyright Daniel Gomà, 2012.
© Copyright Scripta Nova, 2012.

 

Ficha bibliográfica:

GOMÀ, Daniel. Control, espacio urbano e identidad en la Filipinas colonial española: El caso de Intramuros, Manila. Scripta Nova. Revista Electrónica de Geografía y Ciencias Sociales. [En línea]. Barcelona: Universidad de Barcelona, 1 de noviembre de 2012, vol. XVI, nº 418 (19). <http://www.ub.es/geocrit/sn/sn-418/sn-418-19.htm>. [ISSN: 1138-9788].

Índice del nº 418
Índice de Scripta Nova