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Índice de Scripta Nova

Scripta Nova
REVISTA ELECTRÓNICA DE GEOGRAFÍA Y CIENCIAS SOCIALES
Universidad de Barcelona. ISSN: 1138-9788. Depósito Legal: B. 21.741-98
Vol. XVI, núm. 404, 10 de junio de 2012
[Nueva serie de Geo Crítica. Cuadernos Críticos de Geografía Humana]

 

LA FORMACIÓN DEL ESPACIO EMPRESARIAL ANDALUZ: 1857-1959

Josean Garrués Irurzun
Dpto. de Teoría e Historia Económica – Universidad de Granada
jgarrues@ugr.es

Juan Antonio Rubio Mondéjar
Dpto. de Teoría e Historia Económica – Universidad de Granada
jarubio@ugr.es

Recibido: 11 de abril de 2011. Devuelto para revisión: 17 de mayo de 2012. Aceptado: 24 de mayo de 2012.

La formación del espacio empresarial andaluz: 1857-1959 (Resumen)

El nivel de integración económica es considerado un buen indicador de la formación de un espacio económico regional. Sin embargo, las variables clásicas empleadas para su estudio, como movilidad de capital y trabajo, convergencia de precios o articulación de los sistemas de transporte, no han tenido en cuenta el comportamiento del factor empresarial.

La aplicación de la metodología de Análisis de Redes Sociales al estudio de la creación de empresas andaluzas en el largo plazo (1857-1959) ha permitido mostrar cómo se estructura un espacio empresarial propio en una economía periférica de los grandes centros industriales españoles, e influida por compañías extranjeras en algunos de sus sectores claves, como el minero. Y, a la vez, constatar que el espacio empresarial andaluz se anticipó en el tiempo a la integración económica de otras variables regionales hasta ahora consideradas para medir esta importante cuestión.

Palabras clave: estudios regionales, empresarialidad y redes sociales, historia empresarial, Andalucía.

The Territorial Organization of Entrepreneurial Relationships in Andalusia: 1857-1959 (Abstract)

The level of economic integration is considered a good indicator of the formation of a regional economic space. However, the classical variables usually employed (like capital and labor mobility, prices convergence, or the articulation of transportation systems) have not taken into account the behavior of the entrepreneurial factor.

The application of the Social Networks Analysis methodology to the study of business incorporation in Andalusia in the long term (1857-1959) has allowed the authors to show how to structure a business space unto itself in an economy peripheral to the large Spanish industrial centers, and influenced by foreign companies in key sectors, such as mining. At the same time, this methodological indicator establishes that the Andalusian business space existed as such prior to the economic integration of other regional variables hitherto considered to measure this important question.

Key words: regional studies, entrepreneurship and social networking, Business History, Andalusia.


Hasta fechas recientes, la economía no ha prestado demasiada atención ni a los factores de naturaleza geográfica, ni a la figura del empresario. Finalmente, cuando se han incorporado a la teoría económica, apenas se ha establecido la conexión entre ellos, como si se tratara de elementos que no guardan ninguna relación.

El objetivo de este trabajo es comprobar cómo al tiempo que surge un espacio económico diferenciado se produce también la aparición de un espacio empresarial propio, configurado a partir de la circulación de flujos de información y jerarquizado geográficamente.  Con esta finalidad, se ha analizado la evolución del factor empresarial en Andalucía, durante los cien años previos a 1959, una etapa que se corresponde con la segunda revolución tecnológica y que es considerada clave para explicar el desarrollo de la región.

Se ha recurrido a los libros del Registro Mercantil, institución pública en la que se inscriben los actos que afectan a la vida de las sociedades, para obtener los datos relativos a los individuos que, en el periodo considerado, se dedicaron a la creación de empresas con actividad en la región. Posteriormente, a esta información se ha aplicado la metodología propia del análisis de redes sociales (SNA), y se han estudiado los resultados obtenidos.

El texto está estructurado en cuatro apartados: en el primero, se hace un repaso de la relación entre geografía, economía e historia económica. El segundo apartado analiza el proceso de integración económica de Andalucía, medido a partir de algunas variables significativas, como el sistema de transportes, la movilidad de los factores productivos o la disparidad de precios. El tercer apartado explica el concepto de empresario, la fuente y la metodología empleada, así como los resultados obtenidos, la evolución de las relaciones de creación de sociedades mercantiles y de su distribución territorial, y ofrece una tipología de redes empresariales basada en su componente geográfico. El cuarto apartado recoge las principales conclusiones del trabajo y plantea las líneas de investigación futuras.


Geografía, economía e historia

A pesar de que Adam Smith considerara las ventajas competitivas de determinadas localizaciones, y de que Marshall teorizara sobre las externalidades derivadas de la acumulación de factores productivos, hasta mediados del siglo XX la teoría económica no se esforzó demasiado por introducir elementos de carácter geográfico en sus formulaciones. Sin embargo, geógrafos como Ratzel o Huntington defendieron tempranamente la influencia de factores medioambientales en la evolución económica de las sociedades, llegando a posiciones deterministas. Junto a ellos, otros autores como Vidal de la Blache, de gran influencia sobre la historiografía de los Annales, apostaron por una relación de carácter recíproco entre la naturaleza y el hombre: la primera ofrece múltiples posibilidades al segundo, que se decanta por unas u otras, al tiempo que su acción transforma el medio.

Tras la II Guerra Mundial, el espacio ganó peso en la teoría económica. Dentro de la corriente neoclásica se desarrolló la economía espacial, que incluía entre sus variables los costes de transporte derivados de la distancia. Asumiendo la tradición germánica[1]  y con Walter Isard[2] como máximo exponente, la economía espacial estudió la relación entre la localización de la actividad económica y el espacio entendido como la distancia entre el mercado y los factores productivos, elaborando modelos matemáticos que aumentaron en complejidad y que han servido de inspiración a la Nueva Geografía Económica consolidada en la última década del siglo XX.

Al mismo tiempo pero desde un planteamiento más heterodoxo y combinando elementos keynesianos y marxistas, surgieron las teorías del desarrollo para explicar la desigual distribución de la riqueza entre un primer mundo que, en el contexto postbélico y descolonizador, iniciaba una etapa de crecimiento económico sostenido y un tercer mundo que se sumía en el subdesarrollo. Mientras que la teoría neoclásica defendía que la desigualdad provocada por las primeras fases de la industrialización se solventaría cuando entraran en liza las fuerzas del mercado, autores como Myrdal, Kaldor o Hirschman cuestionaron que la convergencia económica fuera una consecuencia necesaria de la aplicación del sistema capitalista y plantearon la existencia de dos tipos de efectos enfrentados por difundir o absorber los beneficios del crecimiento económico. En la misma línea, y con clara influencia de la geografía francesa, Perroux introdujo el concepto de “polos de crecimiento”, producto del desarrollo desigual de la actividad económica y definidos como enclaves en expansión localizados en áreas deprimidas[3].

En los años setenta se produjo una revitalización de las teorías de localización y de la influencia del espacio en el pensamiento económico. Los economistas italianos capitanearon la recuperación de los planteamientos de Marshall y se centraron en los distritos industriales, en los que empresas de diferente tamaño interactúan, compitiendo o colaborando, y generando efectos positivos para la actividad económica[4]. Becattini, Bagnasco o Garofoli, asociaron factores económicos y elementos culturales e institucionales en sus explicaciones, remarcando el peso del espacio[5].

Este mayor protagonismo de la geografía y la historia ha sido compartido por otros autores, como Aydalot y los miembros de la escuela francesa de proximidad, que señalan la importancia del espacio, los grupos sociales y la transmisión de información en la generación de externalidades[6].

La renovación del pensamiento neoclásico ha dado lugar, a partir de los años noventa, a la Nueva Geografía Económica que, con autores como Krugman, Fujita o Venables, ha reformulado la economía espacial de los cincuenta, y ha introducido los supuestos de competencia imperfecta y de los rendimientos crecientes[7]. Esto ha implicado, frente a los modelos neoclásicos tradicionales, considerar que las disparidades territoriales tienden a aumentar, coincidiendo así con la idea de Myrdal y Kaldor. Además, la Nueva Geografía Económica asume el concepto marshalliano de economías de aglomeración, desencadenante de fuerzas centrípetas y centrífugas, y esta tensión conforma el espacio económico[8].

En definitiva, en los últimos sesenta años, se ha introducido el espacio en el análisis económico, si bien salvo excepciones, como la escuela francesa de proximidad o la italiana de los distritos industriales, ha sido entendido simplemente como el escenario en el que suceden los hechos económicos, y esta es hoy una de las principales críticas a la Nueva Geografía Económica.

La relación entre geografía e historia parece ser, sin embargo, más estrecha. A pesar de que Marc Bloch en su definición de la historia –la ciencia de los hombres en el tiempo– no añadía la vertiente espacial, el elemento geográfico fue fundamental para la escuela de Annales, especialmente en Braudel. Desde posiciones diferentes, geógrafos como Ratzel o Sauer estudiaron la incidencia del medio en la evolución de las sociedades y la cultura. Por su parte, la historia económica se ha centrado en los últimos años en dos cuestiones vinculadas a la geografía: 1) su influencia en el desarrollo económico en el largo plazo, y 2)  su papel en la formación de los espacios económicos.

Por lo que se refiere a la conexión entre geografía y crecimiento económico, tanto los modelos neoclásicos, como los neokeynesianos o los más recientes de crecimiento endógeno, apenas han contemplado variables geográficas, salvo la dotación de recursos naturales. Sin embargo, los estudios de larga duración cada vez son más proclives a introducir elementos como la cultura, la historia, las instituciones o la geografía, cuya incidencia resulta evidente, si bien difícil de medir y ponderar más allá de los análisis de casos concretos[9].

En el seno de la Nueva Geografía Económica la influencia de los factores espaciales ha llevado a una amplia discusión, entre los partidarios de Sachs, que defienden que la geografía condiciona el desarrollo, y los de Krugman, que aseguran que son “accidentes históricos” los que determinan que la actividad económica se concentre en unas áreas y el resto jueguen el papel de periferia[10]

Otro debate trata de responder si los efectos de la geografía sobre la economía son directos o indirectos[11]. La visión “geográfica” defiende la primera postura, con base en las limitaciones impuestas por el medio[12]. Mientras que los llamados modelos de gravedad, que relacionan la apertura comercial de un país con su densidad de población, la distancia y la condición de interioridad, apuntan a la lejanía de los mercados como uno de los determinantes del desarrollo, al impedir los beneficios del comercio[13].

La visión “institucional” apuesta por los efectos indirectos, considerando que la geografía conforma las instituciones que, a su vez, inciden en el crecimiento económico[14]. Mientras, otros autores han advertido de los efectos negativos sobre las instituciones que pueden derivarse de una rica dotación de recursos naturales[15].

La geografía influye, en mayor o menor medida dependiendo de los casos, en el desarrollo económico. Pero, del mismo modo, factores de naturaleza económica intervienen en la configuración del espacio. Así, al igual que puede hablarse de regiones naturales, delimitadas por la orografía y la climatología; regiones culturales, habitadas por una sociedad que comparte unas señas de identidad; o regiones políticas, cuyas divisiones responden a criterios administrativos; también puede hablarse de regiones económicas, configuradas a partir de la presencia de actividades complementarias y flujos comerciales recíprocos. En este sentido, algunos modelos explicativos, como la teoría de los lugares centrales[16], la de la base exportadora[17], o el modelo de región polarizada[18] han sido aplicados por la historia económica.

Desde esta última perspectiva, la yuxtaposición de diferentes concepciones del espacio hace que no sea fácil encontrar regiones económicas que coincidan con los límites administrativos. Un ejemplo significativo de esto sería la macrorregión transalpina, que incluye territorios meridionales de Suiza y Alemania, junto con el norte de Italia y parte del sureste francés[19]. La no coincidencia de las regiones económicas con las políticas supone un obstáculo a la tarea del historiador, que ve condicionada la reconstrucción estadística por las rigideces que imponen los límites administrativos.

Por esta razón, la unidad de análisis más empleada ha sido el Estado, que cuenta con la ventaja de fronteras bien definidas e instituciones aparentemente homogéneas. Sin embargo, en las últimas décadas se ha optado por otros enfoques. Pollard advirtió que la industrialización fue un fenómeno regional, que no se dio de manera homogénea en ningún país. Ringrose aplicó el concepto de sistema urbano, definido por la lógica económica de las actividades comerciales y administrativas, para distinguir cuatro economías regionales en la España peninsular de los siglos XVII-XIX[20].

Pero dentro de la historia económica, las perspectivas estatal o regional no son las únicas válidas. Siguiendo a la escuela italiana de los distritos industriales, comarcas, sistemas productivos locales o ciudades también pueden contribuir a la comprensión de los procesos de desarrollo económico. Sin duda, los análisis más ajustados a la realidad son los que combinan la interacción de todos los espacios considerados, de importancia desigual dependiendo del momento histórico que se estudie.

La historiografía económica española ha aplicado indistintamente los diferentes enfoques alternativos: modelos de vertebración económica basados en nodos, regiones administrativas, distritos u otras opciones[21].


La región económica andaluza

La influencia de la geografía en el desarrollo económico de Andalucía ha sido clara: su ubicación, en el sur de la Península Ibérica, ofreció las dos caras de la moneda, una posición preferente para el control del tráfico colonial pero alejada de los principales centros europeos en los que se inició la revolución industrial. Del mismo modo, han sido determinantes la dotación de recursos naturales –la ausencia de carbón frustró las primeras experiencias fabriles modernas, mientras que la abundancia de plomo y cobre fue aprovechada por compañías extranjeras– y las posibilidades agrarias de su medio –que permitieron una estrecha vinculación con los mercados internacionales–.

Las diferentes concepciones espaciales también están bien representadas en el caso andaluz. Desde el punto de vista político, la unidad de la región es relativamente reciente[22]. Como espacio físico la homogeneidad andaluza es mayor[23]. ¿Pero cuál ha sido la evolución histórica de Andalucía como unidad económica?

Si se atiende al citado trabajo de Ringrose, en la España de los siglos XVIII y XIX existieron cuatro economías regionales: la central, en la Meseta; la cantábrica; la mediterránea; y la del valle del Guadalquivir. De ellas, el actual territorio andaluz se repartiría entre las dos últimas[24]. Analizando un periodo más reciente, Carmen Lizárraga[25] aplicó los presupuestos de Aydalot y Richardson para explicar la formación del espacio económico andaluz, tomando como indicador el grado de integración. Esta autora consideró los incrementos de flujos comerciales, la movilidad de los factores de producción, la convergencia en los niveles de precios, salarios y niveles de renta y la disminución de los costes de producción como consecuencia de las economías de escala. La naturaleza de los datos hizo que sus estimaciones más valiosas comenzaran en 1955, cuando la integración económica de la región está muy avanzada, pero se puede apreciar cómo en las últimas décadas del ochocientos, con la mejora de las comunicaciones y la red de transporte, comienza a acelerarse la construcción del espacio económico andaluz, acabando con la separación establecida por Ringrose[26].

Sánchez Picón y Cuéllar[27], en un reciente estudio –que exculpa a la red de transporte de la responsabilidad del atraso económico de Andalucía– ponen de manifiesto que en 1880 todas las capitales provinciales de la región, salvo Almería estaban unidas por carretera y ferrocarril, a pesar de que sólo estaba finalizado el 20% de la red de carreteras y el 50% de la ferroviaria, que se completaron en torno a 1920[28]. Las primeras etapas de la integración económica de Andalucía estarían ligadas a esas fechas, que marcan la evolución de su red de transporte[29]. Coincide con la consolidación de ésta la convergencia de precios agrícolas que muestra el indicador de dispersión de Lizárraga, convergencia que se inicia tras la crisis finisecular[30].

El resto de variables que para los economistas determinan la integración económica no ha sido objeto de estudios concretos para el caso andaluz en el periodo anterior a 1950, por lo que hay que recurrir a trabajos de carácter nacional. Rosés y Sánchez muestran que los salarios agrícolas y urbanos en las provincias andaluzas tendieron a la convergencia entre 1850 y 1930, salvo una breve etapa entre el inicio de la I Guerra Mundial y 1920[31]. En cuanto a la movilidad del factor trabajo, Silvestre (2001) ha constatado la importancia de Sevilla como centro receptor de inmigrantes procedentes de las provincias limítrofes entre 1870 y 1930, así como el saldo positivo de Córdoba o Jaén[32], y los desplazamientos temporales de mano de obra agraria entre distintas zonas andaluzas han sido una constante, al menos desde principios del siglo XIX, como han resaltado Florencio y López[33].

La formación del espacio económico andaluz se completó después de la Guerra Civil española pero, como demuestran los trabajos citados, el proceso de integración se aceleró a partir de 1880, cuando se articuló el sistema de transporte y comunicaciones, y se produjo la convergencia de los precios de las mercancías y de los salarios intrarregionales[34]. Sin embargo, no hay ningún tipo de medida que muestre el comportamiento del factor empresarial, aunque se produce movimiento de capital en forma de inversión y no sólo se desplaza mano de obra, también lo hacen los empresarios para explotar las oportunidades de negocio. La pregunta hasta ahora no formulada, y de indudable importancia para profundizar acerca del desarrollo económico regional, es si existió un espacio empresarial andaluz.


El espacio empresarial andaluz

Como ha sucedido con la geografía, la teoría económica no ha prestado demasiada atención al empresario. Existieron precedentes significativos en la escuela clásica –de nuevo Marshall– pero las principales aportaciones, de autores como Knigth o Schumpeter, tuvieron que esperar hasta los años ochenta del siglo XX para tener aceptación[35].

El empresario ha estado ausente en las explicaciones del éxito económico pero cuando un país no ha sido capaz de industrializarse se le ha señalado como principal responsable. Bernal, Florencio y Martínez ironizan sobre esta cuestión aplicada al caso andaluz, dado que uno de los argumentos tradicionales para explicar el atraso relativo de la región ha sido la ausencia de empresarios, su incapacidad para distinguir las oportunidades de negocio o su preferencia por las inversiones suntuarias o rentistas[36].

Este planteamiento, como reconocen los autores citados, ha sido plenamente asumido en el ideario popular andaluz e incluso se introdujo en el ámbito académico, remarcando la posición subordinada de Andalucía con respecto a intereses económicos ajenos a la región durante la mayor parte de los siglos XIX y XX. El peso de la empresa extranjera en la economía regional andaluza es innegable, centrado, especialmente, en la minería, cuya explotación necesitaba unos niveles de capital y transferencia tecnológica que no satisfizo el empresariado local y que, al mismo tiempo, generaba una elevada oferta de puestos de trabajo. Estas características otorgaron una posición dominante a las compañías extranjeras. Sin embargo, a pesar del atraso relativo del resto de la economía regional y de su situación periférica con respecto a España y a Europa, el empresario autóctono no debe considerarse un mero apéndice del foráneo, como puede corroborar la existencia de un espacio empresarial andaluz propio.


El Registro Mercantil, los empresarios y el análisis de redes sociales

Para determinar la existencia de un espacio empresarial específico se propone analizar las relaciones formales que se establecen entre los empresarios a partir de la creación de sociedades[37]. No en vano, esta actuación representa la institucionalización jurídica más elemental y comprometida de colaboración duradera entre varios emprendedores para la realización de una tarea o actividad económica. Resulta evidente que la constitución de una empresa se sustenta en, y consolida unos flujos de información mínimos entre los socios referidos a la existencia de una oportunidad de negocio, así como a la manera de llevarla técnica y económicamente a cabo[38]. El acto jurídico de constitución, sin embargo, no permite conocer el origen, la dirección, ni la intensidad de la información, pero esta es una restricción difícilmente soslayable en cualquier tipo de análisis macroeconómico.

En España, y para el periodo estudiado, la fuente más completa sobre los procesos de fundación de las sociedades y sus promotores es el Registro Mercantil[39]. Los ocho registros provinciales andaluces fueron vaciados y sistematizados en un proyecto dirigido por Martín, Garrués y Hernández, de la Universidad de Granada, que construyó una completa base de datos sobre los socios y las empresas registradas en la región entre 1886 y 1959[40]. Sobre esta base de datos, y partiendo de un concepto de empresario que no coincide estrictamente con el schumpeteriano –empresario como agente de la innovación– sino con la del sujeto que intenta descubrir y explotar las oportunidades de negocio que se dan en una sociedad, más próxima a Kirzner o Shane[41], se ha considerado a los individuos que constituyeron sociedades registradas y con actividad en alguna de las ocho provincias andaluzas. En el momento histórico estudiado la mayoría de los socios que participaban en la creación de una empresa también intervenían en la toma de sus decisiones, por lo que no se corresponden con simples capitalistas. Las limitaciones de la fuente hacen que no se contemplen otros elementos que formaron parte de este espacio, los promotores de las compañías extranjeras o españolas que actuaron en Andalucía pero se registraron fuera de la región[42].

Los datos han sido tratados con la metodología propia del análisis de redes sociales (SNA), que se aplica con éxito en disciplinas como sociología, antropología, lingüística o epidemiología[43]. También cuenta con una amplia tradición en el estudio de las relaciones de poder económico, a partir de los vínculos entre miembros de los consejos de administración[44]. Pero ha sido poco utilizado por los historiadores económicos, probablemente porque estos análisis ofrecen una información poco precisa sobre la gestión empresarial. En el caso español, a pesar de que en los últimos años se han multiplicado los estudios de carácter histórico sobre redes empresariales, los historiadores económicos apenas han recurrido al SNA[45].

Este trabajo se ha realizado a partir de todo el censo mercantil de la región, lo que supone un elevado número de empresas y sociedades. Pero más allá de la magnitud de los datos considerados, la principal aportación radica en la incorporación del factor temporal, que permite ofrecer una visión dinámica de las relaciones empresariales a lo largo de todo un siglo.


La red empresarial en su dinámica temporal: definición, temporalidad e indicadores

Aplicar las herramientas del SNA implica construir una matriz en la que queden explicitadas las relaciones entre los actores[46]. Se ha establecido que los actores son las personas –físicas o jurídicas– que participan como socios en la creación de una compañía mercantil, mientras que las relaciones son el número de veces en las que dos socios coinciden en la constitución de una misma sociedad. El resultado ha sido una red en la que se relacionan 1762 socios y 1867 sociedades, es decir un 6,5% de los socios y un 20% de las empresas constituidas y con actividad en la región. A pesar de que, especialmente en el caso de los primeros, el porcentaje no parece demasiado representativo, se trata de los empresarios y las compañías más importantes, tanto por el capital invertido (el 44% de la inversión societaria en la región) como por los sectores en los que se desempeñaron.

Para constatar la evolución de la formación del espacio empresarial en un periodo tan amplio se han construido dos series de matrices. La primera muestra una “foto fija” del conjunto, que comprende todo el marco cronológico considerado (1857-1959), y las siguientes permiten apreciar el comportamiento dinámico de la red empresarial en cuatro cortes temporales y comparar las diferentes medidas de centralidad obtenidas para cada uno de ellos.

La primera etapa (1857-1885) recoge a los socios de las empresas que, aunque fundadas con anterioridad, continuaban en activo en 1886, año en que entra en funcionamiento el Registro Mercantil, y por lo tanto se inscribieron en él. Aunque esto suponga una discontinuidad con el periodo posterior, porque no incluye las sociedades disueltas, se ha considerado que, dada la entidad de las compañías sobrevivientes, así como los personajes que las fundaron, su estudio  puede servir como un primer elemento de referencia, más metodológico que conclusivo. La segunda etapa (1886-1913) va desde la entrada en vigor las disposiciones del nuevo Código de Comercio hasta las vísperas de la I Guerra Mundial. La tercera etapa (1914-1935), incluye el periodo de entreguerras. La cuarta etapa (1936-1959) hace lo propio con la Guerra Civil Española y la utopía autárquica. De manera intencionada se han separado los dos conflictos bélicos con el propósito de tener en cuenta, de un lado, las expectativas empresariales nacidas con la neutralidad durante la I Guerra Mundial y, de otro, las consecuencias económicas de la Guerra Civil Española.

El SNA proporciona múltiples medidas para analizar una red social. Aquí sólo van a ser empleadas las que mejor se adecúan al tipo de relaciones empresariales observadas. Las dos medidas más sencillas son el tamaño y la densidad (density). El tamaño viene definido por la suma de los actores que participan en la red. La densidad es un indicador simple, que puede calcularse como el número de relaciones existentes dividido por el número de las relaciones potenciales. En este caso, hace referencia al número de coincidencias recíprocas de los socios partido por el máximo de coincidencias posibles, e indica el grado de conectividad de la red.

El grado de centralidad (degree) es el número de actores con los que se relaciona un actor. Se ha empleado una medida algo más compleja, conocida como grado de centralidad de Freeman[47] (Freeman´s degree centrality measures) que, en lugar de referirse al número de actores, tiene en cuenta el número de relaciones, esto es, el número de empresas que crean en común.

El índice de centralización (centralization index) indica si la estructura de la red es centralizada o descentralizada, en función de si existen elementos que conectan a todos los demás o si, por el contrario, no son necesarios ya que los socios se relacionan con todos los demás sin la mediación de este tipo de figuras.

El grado de intermediación (betweenness) recoge el número de caminos geodésicos –el número de nodos por los que un actor tiene que pasar para acceder a un segundo actor– en los que interviene un nodo. Viene a mostrar, en este caso, el grado de dependencia de la red con respecto a un socio para permitir las relaciones entre los demás. A mayor grado de intermediación, mayor control de este socio sobre la información que circula por la red.

Otro indicador es el grado de cercanía (closeness), que mide la capacidad de un actor de alcanzar a todos los demás de la red o, dicho de otro modo, su centralidad física. 

Al analizar las relaciones entre los promotores se han obtenido dos niveles de red. La diferencia entre ellos es que, mientras que en el primer nivel la relación entre los socios es continua y no se rompe, dando lugar a una gran red empresarial, en el segundo se encuentran grupos de promotores, ligados entre sí, pero no con la red principal. La superposición de ambos niveles da lugar a un entramado de socios y compañías que se ha denominado red empresarial de Andalucía, y que define el espacio empresarial propio de la región. El cuadro 1 recoge los resultados obtenidos para cada uno de los periodos estudiados:

 

Cuadro 1.
Medidas de centralidad de la red empresarial andaluza

1857-1959

1857-1885

1886-1913

1914-1935

1936-1959

SOCIOS

 

1.762

71

782

602

754

DENSIDAD

 

0,52

3,50

1,15

0,83

1,12

CENTRALIDAD

(media)

0,08

1,75

0,23

0,21

0,14

 

(σ)

0,08

1,31

0,30

0,19

0,13

INDICE DE CENTRALIZACIÓN

 

0,63

4,08

2,00

1,25

0,94

INTERMEDIACIÓN

(media)

0,20

0,01

0,15

0,12

0,21

 

(σ)

0,71

0,01

0,78

0,49

0,59

CERCANIA

(media)

0,23

1,45

0,18

0,21

0,28

 

(σ)

0,09

0,02

0,05

0,05

0,11

Fuente: Elaboración propia (véase texto).

 

La primera de las filas muestra el tamaño de la red, el número de socios que participan en cada periodo. Puede apreciarse el carácter anecdótico de la muestra entre 1857 y 1885, con el consiguiente efecto sobre las medidas de centralidad. Pero los datos más relevantes son los que afectan a las etapas posteriores[48]. Las tres siguientes líneas recogen la densidad, el grado de centralidad y el índice de centralización, y de ellas se deduce que la red fue más densa y estuvo más integrada entre 1886 y 1913. Esto significa que los socios que actuaban en ese momento tuvieron, de media, mayor número de relaciones que en las etapas posteriores. La explicación se encuentra en el tipo de empresas que se crearon entonces. Entre ellas, encontramos un alto porcentaje de compañías dedicadas a la producción y distribución de energía eléctrica y al abastecimiento de otros servicios ligados a la urbanización y casi la totalidad de las azucareras (más del 80%) instaladas en Andalucía, empresas que, por su necesidad de capital, movilizaron un elevado número de socios y que, además, sirvieron de conexión entre individuos que actuaban en otros sectores de actividad.

Dado que se está partiendo de la constitución de sociedades, es lógico que, una vez que se ha iniciado el proceso de urbanización y electrificación de la región, la reducción de las oportunidades de negocio en los sectores relacionados, sumado a la no aparición de nuevas expectativas, pierda representatividad en el periodo posterior. Lo mismo puede decirse del ciclo azucarero, que implicó elevadas inversiones iniciales. Estas razones, explicarían la menor centralidad de la red entre 1914 y 1935.

En cuanto al periodo autárquico, aunque la densidad fue similar a la de 1886-1913, la centralidad fue inferior, dado que el número de relaciones que cada socio mantenía se redujo con respecto a las dos etapas previas. Este hecho se debe a que más de una tercera parte de las compañías creadas estaban relacionadas con la agroindustria –pero con poca presencia de azucareras– y que, en general, no exigían tanto capital y, por lo tanto, se formaban con un número de socios más reducido. Así, en comparación con las etapas anteriores, entre 1936 y 1959 en la estructura de la red los grupos aislados alcanzaron una mayor representación. Las empresas que, en este periodo sirvieron como puente y facilitaron la conectividad fueron las del sector inmobiliario.


Análisis individual

Las medidas de centralidad del conjunto ocultan, sin embargo, la complejidad de las relaciones entre los socios que componen la red, y que se descubren observando las medidas individuales de cada uno de ellos. Así puede apreciarse que, entre los diez individuos con mayor número de relaciones entre 1857 y 1959 hay nueve que actuaron mayoritariamente en el periodo 1886-1913, todos vinculados a la industria azucarera y a la urbanización granadina, mientras que sólo uno, el jerezano González Gordon, desempeñó su actividad después de la Guerra Civil.

El ránking de los socios, en función del grado de intermediación, no muestra el predominio de ninguna etapa. Entre los diez primeros hay empresarios representativos de los tres periodos principales (1886-1959), lo que indica la relevancia de ciertos personajes para controlar la información y comunicar al resto de individuos, sea cual sea el momento estudiado.

En cuanto al grado de cercanía, los socios con mayor índice se sitúan en 1886-1913 y 1936-1959, y no destaca ningún elemento del periodo intermedio, de menor intensidad en la promoción empresarial.

La referencia a las medidas individuales no es gratuita, ya que se pretende obtener el nivel de interrelación que existió entre los empresarios de la región. En este sentido, el indicador que más luz puede arrojar es el grado de intermediación. En la figura 1 se ha representado la evolución de la red entre 1886 y 1959. La información disponible para la etapa anterior indica la falta de conexión entre los grupos de promoción empresarial, aunque ha de insistirse de nuevo en la debilidad de los datos para ese periodo. Los tres gráficos presentan una trama más compleja, con múltiples grupos de actores que en ocasiones pierden la conexión con el resto del conjunto.

Una serie de nodos destacaron por su papel como conectores de las redes más importantes. En la primera imagen, que hace referencia a la etapa 1886-1913, se encuentran los personajes más destacados de toda la red, los que vincularon a los principales grupos de promoción de Andalucía Occidental y Andalucía Oriental, resultando fundamentales dos sujetos vinculados a Granada: Alfredo Velasco Sotillos y el motrileño Ricardo Rojas Herrera[49]. Entre 1914-1935 los grupos estuvieron menos relacionados, aunque existió una continuidad con respecto al periodo anterior en los principales actores de la red y entre los actores que hacían de nexo entre los principales grupos volvieron a ser determinantes nombres granadinos, como Rodríguez Acosta, aunque también sobresalieron sevillanos como Marañón Lavín. Entre 1936-1959 la estructura de la red ganó en complejidad, surgió una nueva generación de empresarios y los principales actores se situaron en la zona occidental, por lo que no es de extrañar que fueran sevillanos y jerezanos los socios con mayor grado de intermediación, como González Gordon o Bedoya Amusategui.

 

Figura1. Red empresarial, 1886-1859.
Fuente: Elaboración propia (véase texto). La secuencia muestra, en azul, la red empresarial en 1886-1913; en rojo, el periodo 1914-1935; y en morado, los años 1936-1959.

 

Distribución geográfica de la actividad empresarial

Hasta ahora se ha constatado la existencia de grupos de individuos que se dedicaron a la constitución de sociedades en Andalucía, pero apenas se ha abordado el tema de su distribución geográfica. Aquí se va a hacer estudiando la relación entre la localidad de residencia de los socios que formaron parte de la red y el lugar de actividad de las empresas creadas.

En esta ocasión se ha construido una serie de matrices que plasman la relación entre las dos variables comentadas. A partir de estas matrices, se han representado las localidades mediante nodos, de diferente tamaño, en proporción al número de sociedades que desempeñan su actividad en ellas y que fueron creadas por socios miembros de la red. Las flechas que unen dos localidades indican la dirección de una inversión, cómo un socio de una localidad invierte en otro municipio. Posteriormente, estas matrices se han convertido en la figura 2.

 

Figura 2. Distribución espacial de la red empresarial, 1886-1959.
Fuente: Elaboración propia (véase texto).  Los nodos representan las localidades de residencia de los socios y de lugar de actividad de las empresas; la dirección de la flecha señala el sentido de la inversión. El tamaño de los nodos viene dado por el número de iniciativas empresariales que reciben de los socios de la red.

 

Entre 1857 y 1885 se dispone de información sobre una veintena de localidades en las que actuaron los grupos empresariales. El número de relaciones fue reducido, y sólo en cinco municipios aparecieron socios que no residían en ellos. El área de mayor conectividad estuvo en torno a Sevilla, y se aprecia la configuración de un espacio, aún sin conectar, en la bahía gaditana. Se encontraron redes empresariales en todas las capitales andaluzas, salvo en Jaén, donde destacó Linares, y Córdoba. En cuanto a los inversores residentes fuera de Andalucía, tan sólo se identifican varios madrileños y barceloneses.

En el periodo 1886-1913 (primera imagen, figura 2) se observan cuatro núcleos principales –Sevilla, Cádiz, Granada y Málaga– y cómo apenas hubo relación entre el este y el oeste. Si se trazara una línea que separase en dos espacios la imagen, se apreciaría cómo la división resultante no es la tradicional de Andalucía Oriental frente a Andalucía Occidental, ni la del valle del Guadalquivir como oposición a la serranía. Córdoba se alineó con las provincias orientales y su vinculación con Sevilla fue casi inexistente, y este es uno de los hechos que más sorprende, dado que, tanto desde el punto de vista geográfico como histórico, es una provincia occidental y cuenta con buenas comunicaciones hacia el oeste.

La zona occidental dispuso de los dos núcleos más importantes de la región. El primero, entorno a Sevilla, que articuló su propio hinterland y en el que destacaron empresas vinculadas a la urbanización, a la agroindustria y a la minería. El segundo, el triángulo Cádiz-Jerez-Puerto de Santa María, tomó la forma de distrito vinatero y exportador.  Las relaciones entre los dos núcleos principales fueron elevadas y de doble dirección, y existió un tercer centro de menor entidad, Huelva, también muy conectado, en el que dominaron las sociedades relacionadas con la fabricación y comercialización de productos agropecuarios y conservas.

En el espacio oriental se aprecia el carácter de economía de aglomeración de Granada, que interactuó con las localidades de la vega compartiendo inversiones en los sectores relacionados con la urbanización pero, sobre todo, en el auge de la industria azucarera. Las relaciones de Granada iban, sin embargo, más allá de los municipios contiguos, y se extendían hasta los núcleos secundarios de Motril, en la costa, y Guadix, en el interior.

Málaga fue el segundo nodo de esta zona. Además de relacionarse con su entorno inmediato, la capital malagueña participó en inversiones en las provincias de Córdoba, Jaén y Granada, derivadas de su carácter de gran puerto mediterráneo, por el que se exportaba buena parte de la producción agrícola de esas tierras. La importancia de Málaga radicó en que era el principal punto de contacto entre el espacio occidental y el oriental, ya que mantenía relaciones directas con Sevilla y Jerez.

Otros tres centros secundarios se aprecian en la zona oriental: Almería, prácticamente desconectada del interior[50]; Córdoba, sorprendentemente más volcada hacia el este y el sur que hacia Sevilla; y el distrito minero de Linares, casi aislado en el norte de la provincia de Jaén.

Si se atiende a las relaciones entre las provincias orientales –más Córdoba– y las occidentales, se aprecia cómo fueron escasas entre Sevilla y Granada y Málaga, y de esta última con Jerez, además de una única relación Jerez-Sevilla y de la confluencia de inversores en la zona malagueña de las Buitreras, vinculados al desarrollo hidroeléctrico.

En cuanto a los socios ajenos a la región, aparece una quincena de localidades españolas o extranjeras, destacando la conexión barcelonesa en Málaga (la región mediterránea de Ringrose), ciudad en la que también confluyeron intereses belgas; la relación gaditano-gibraltareña; la presencia de socios bilbaínos en Sevilla y Cádiz; o la red madrileño-parisina ligada a la minería del plomo linarense.

En la etapa 1914-1935 (segunda imagen, figura 2) no se observan excesivas variaciones con respecto al periodo anterior, y se repite la clara dicotomía este-oeste. En la zona occidental, Sevilla continuó consolidando su hinterland, estrechando los vínculos con los municipios vecinos y con el distrito gaditano que, aunque vio disminuir notablemente su número de iniciativas empresariales, aumentó las relaciones internas y la unión con Sevilla y Huelva.

La principal diferencia con respecto al periodo interior es que Córdoba pareció alinearse más en la zona occidental. Bien es cierto que la conexión continuó siendo menor que la que se esperaría, pero aparecen socios cordobeses que invirtieron en Sevilla, así como sevillanos que lo hicieron en Córdoba, al tiempo que se debilitó la relación con las provincias orientales.

En el este se mantuvieron los dos núcleos principales en la vega granadina y Málaga. La red de Granada, que en el periodo anterior había construido las fábricas azucareras, centró ahora su actividad en otras industrias agroalimentarias y químicas, así como en la minería y al sector eléctrico, afianzando la relación con las comarcas montañosas de la provincia, y con el núcleo costero de Motril.

Almería se mostró menos aislada y aparecieron débiles vínculos con Granada y Málaga, mientras que su actividad dominante estuvo vinculada a los servicios comerciales.

El distrito minero de Linares prácticamente desapareció de la red, y sólo destacó por la presencia de los inversores madrileños y parisinos que se han mencionado antes.

Hablando de los socios foráneos, disminuyó el número de localidades no andaluzas que actuaron en la región, pero se mantuvieron las actividades bilbaínas en la costa atlántica, la relación gaditano-gibraltareña y la inversión madrileña.

La historiografía económica más reciente apuesta por los años comprendidos entre 1930 y 1960 como escenario en el que se fragua atraso andaluz (Parejo, 2009). El periodo autárquico supuso la pérdida de los mercados exteriores y un retroceso en la modernización de la industria agroalimentaria andaluza. Cuando se inicia la apertura económica, al tiempo que otras regiones inician un desarrollo moderno, Andalucía se sitúa en el vagón de cola de la economía española. En esta etapa (tercera imagen, figura 2) se aprecia cómo, al tiempo que las fuerzas de aglomeración se consolidaban en el espacio occidental, en torno a Sevilla especialmente, pero también a los núcleos gaditano y onubense, las fuerzas de integración actuaron sobre el conjunto de la región, ganando en capacidad de mediación Málaga y Córdoba, convirtiendo en uno el espacio empresarial andaluz.

En Andalucía Occidental junto con la indiscutible preponderancia de la capital sevillana, se produjo una recuperación del distrito gaditano, que ahora trasladó su centro de gravedad a Jerez, y se articuló un núcleo de importancia creciente en torno al polo de Huelva. En cualquier caso, las relaciones empresariales entre las tres provincias atlánticas asemejaron una tela de araña, compactas, fluidas y de doble sentido. Córdoba se incorporó plenamente al occidente, aunque repartió sus vínculos más que con Sevilla entre localidades de su hinterland y del área gaditana.

En el este, Granada perdió peso a favor de Málaga, que se presentó ahora como el principal núcleo empresarial de Andalucía Oriental. La pérdida de importancia relativa de los centros orientales, con la excepción de Málaga, fue notoria. Almería volvió al aislamiento, el distrito linarense no figura ya –la tímida aparición de Jaén no llenó el vacío creado en la provincia–  y, como se ha comentado, el espacio granadino no conservó el vigor del primer tercio del siglo XX, y no se renovó la conexión con Motril. En cambio, las relaciones con Andalucía Occidental, fundamentalmente con Sevilla, pero también con los principales centros gaditanos, a los que se suma Algeciras, fueron numerosas, destacando como centro conector Málaga, muy volcada tanto a la zona oriental como a la occidental.

En cuanto a los socios residentes fuera de Andalucía, actuaron casi exclusivamente en Sevilla, la economía que más oportunidades ofrece en este momento y, de acuerdo con el modelo impuesto por el ideal autárquico, fueron  fundamentalmente españoles.

¿Cuál fue la distribución geográfica de la red, desde una óptica sectorial? Para responder a esta cuestión se han agrupado las iniciativas empresariales en cuatro sectores: agropecuario, industrial, comercial, y de la construcción. Su estudio muestra la poca representación del primerio en la fuente estudiada, dado que en esta actividad priman las empresas unipersonales. La construcción adolece también de poca representación, salvo en el último de los cortes, en la postguerra. Más interesante es observar la evolución de los sectores industriales y comerciales. Entre 1886 y 1913 las redes industriales y comerciales estaban definidas. Durante la siguiente etapa, se produjo una desaceleración en la creación de empresas industriales, que afectó a todos los núcleos de Andalucía Oriental, y en menor medida a los centros secundarios occidentales, mientras que el ritmo de la capital sevillana apenas se alteró y continuó en niveles similares a los anteriores. Tras la Guerra Civil, la red industrial siguió avanzando en la integración de la región, siendo especialmente activa en la zona occidental, donde se consolidó la preeminencia de Sevilla, Jerez desbancó a Cádiz como centro principal del área gaditana y Huelva se consolidó como centro secundario. En Andalucía Occidental, tan sólo la red de Málaga mostró un crecimiento con respecto al periodo anterior, mientras que desaparecieron núcleos que en el pasado habían tenido cierta importancia, como Linares o Almería.

En lo que respecta a la red comercial, la intensidad de las relaciones fue inferior a la de la red industrial. Esto puede deberse a que buena parte de las empresas industriales habían integrado sus actividades, y se dedicaban también a la comercialización. En todo caso, es significativa la constitución de la red comercial entre 1886 y 1913, cuando los núcleos principales adquieren unas proporciones que, con la excepción de Sevilla, irán disminuyendo en las etapas siguientes.


Hacia una tipología “geográfica” de los grupos empresariales andaluces

El apartado anterior ha mostrado la disposición geográfica de los grupos empresariales que actuaron en Andalucía. No es preciso insistir en que elementos de naturaleza espacial, como la distancia entre los socios, incidieron en las relaciones que establecieron entre ellos, en las formas de agruparse. Las áreas que rodean a las capitales sevillana o granadina en las diferentes etapas muestran la importancia de las fuerzas de aglomeración. La proximidad entre las poblaciones del distrito Cádiz-Jerez, con la misma especialización productiva, fue uno de los factores que generaron externalidades económicas y dieron lugar a la “atmósfera marshalliana”.

Del mismo modo, la localización influye en la conformación de las alianzas. Las redes malagueñas, con un claro predominio de las exportadoras, se explican por la situación estratégica de su puerto como salida natural de los productos de Andalucía Oriental, por su cercanía al mercado.

La dotación de recursos naturales moldea los grupos empresariales en las cuencas mineras y las zonas aceiteras, como ocurre en el norte de Jaén, así como en la costa onubense destacaron los socios dedicados a la producción y comercialización de conservas de pescado, ayudándose de la experiencia que transmite la path dependence.

Refiriéndose a las redes empresariales, Mark Casson distinguió distintos tres tipos: redes de distrito que satisfacen las necesidades del mercado local; redes nacionales, de mayor entidad; y redes internacionales relacionadas con los grandes mercados mundiales, y todas ellas superpuestas para minimizar los costes de información y de transacción[51]. Un criterio similar, con un claro componente geográfico, puede utilizarse para clasificar a  las redes que conformaron el espacio empresarial andaluz, en función de su relación con la red principal y de la vinculación con el exterior de la región (cuadro 2).

En primer lugar, se constata la presencia de grupos que actuaron autónomamente, con predominio de socios autóctonos, que no estuvieron vinculados formalmente con la red principal y que se centraron en su ámbito más inmediato. Un ejemplo de este tipo de grupos sería el que se ha denominado Bretones-Collado, formado por ocho individuos que, entre 1911 y 1942 constituyeron diez sociedades dedicadas a la comercialización de productos agrarios en Almería.

Un segundo tipo de red sería el que, a pesar de llevar a cabo sus actividades principalmente en un espacio focalizado, compartió proyectos empresariales con otros grupos de la red principal. Este fue el caso del grupo Poderón, cinco socios que crearon seis empresas químicas en la Sevilla de las dos primeras décadas del siglo XX.

El tercer tipo de grupo formaría parte de la red principal, pero además tendría relación con socios residentes fuera de Andalucía, bien en el resto de España o bien en otros países. Con este modelo se identifica la red malagueña creada en torno a Giménez Lombardo, que agrupó a veintitrés socios y dio lugar a casi una treintena de empresas entre 1887 y 1913, dedicadas a actividades variadas que fueron desde la producción y exportación de aceites y vinos al sector energético o los ferrocarriles, y que contó con participación de capital y socios belgas.

La última categoría engloba a los grupos que, sin tener relación con la red principal, sí cuenta con socios que, siendo determinantes en su estructura, residen en otras ciudades españolas o europeas. Entre estas, la red más significativa es a la que da nombre Conejero Sánchez, principal actor local de un grupo en el que aparecen importantes personalidades de la vida política y económica española, como Torres Figueroa, conde de Romanones[52], o los parisinos hermanos Neufville. Este tipo de red, que trasciende el espacio empresarial andaluz, sería a su vez la ramificación en el distrito Linares-La Carolina de un grupo internacional que, con la ayuda de otras fuentes documentales, ya está siendo analizado.

Efectivamente, junto con las redes susceptibles de ser detectadas en los libros del Registro Mercantil de las provincias andaluzas, es lógico pensar que tendrían actividad en la región redes de promoción empresarial totalmente foráneas, sobre todo en el sector minero, tan destacado en el primer tercio del siglo pasado, pero que la fuente utilizada no permite conocer.

Las dos categorías que cuentan con participación de socios exógenos, especialmente cuando se trata de extranjeros, parecen responder a lógicas de actuación distintas. Los grupos vinculados a la red principal –como el malagueño de Giménez Lombardo– serían contactados por inversores extranjeros que deseaban explotar nuevas actividades en zonas con las que no tenían una relación previa, haciendo partícipes de sus proyectos a los individuos mejor ubicados. En el extremo opuesto, grupos ajenos a una comarca buscarían socios que actuaran sobre el terreno, que ejercerían funciones de coordinación y de supervisión de la actividad, junto con la representación de sus empresas de cara al entorno institucional inmediato, sin importar que no tuvieran relaciones con la red principal.

 

Cuadro 2.
Tipos de redes

 

Red Principal    

No red principal

Sólo socios residentes

Incluyendo socios foráneos

Fuente: Elaboración propia (véase texto).

 

La diferencia entre los cuatro tipos de redes radicaría, sobre todo, en la fluidez y la relevancia de la información. Así, los grupos que formaron parte de redes internacionales explotaron actividades con gran exigencia de capital y de tecnología, y contaban con la posibilidad de dar salida a sus productos a los grandes mercados, mientras que las redes aisladas aprovecharían las modestas oportunidades de los mercados más inmediatos, satisfaciendo necesidades locales o comarcales.

Por último, como ocurre con todos los factores que hay que tener en cuenta en cualquier análisis económico, tan importante o más que la cantidad suele ser la calidad, en este caso de la información. Aunque las fuentes y la metodología empleada no alcanzan a desentrañar esta incógnita, se postulan como un interesante punto de partida, y sugieren nuevas preguntas que orientan la agenda investigadora hacia un estudio de carácter cualitativo.


Conclusiones

La localización de la actividad empresarial está estrechamente vinculada a factores espaciales, como son la distancia a los mercados, la ubicación, la orografía o la disponibilidad de recursos naturales. Pero también a decisiones administrativas, como la capitalidad regional o provincial, a elementos de larga duración, como la experiencia en el comercio internacional de los empresarios de una zona, y a la extensión de las redes de carreteras y ferrocarriles.

En estas páginas se ha tratado de mostrar cómo, incluso en regiones periféricas que se han incorporado con retraso al crecimiento económico moderno, como Andalucía, la formación del espacio económico ha estado ligada a la articulación de un espacio empresarial.

Con este objetivo, se ha aplicado la metodología del análisis de redes sociales, utilizada en otras disciplinas, al estudio de los promotores de empresas que actuaron en la región, lo que supone una aportación frente a los trabajos que, desde otra perspectiva, han analizado las relaciones entre miembros de consejos de administración y han contemplando sólo el ámbito de la gran empresa. En este caso, han sido analizadas todas las iniciativas constituidas legalmente y con actividad en las ocho provincias andaluzas, en un amplio periodo de tiempo (1886-1959). Además, se ha incorporado el factor temporal, que ha permitido observar la dinámica empresarial y realizar comparaciones entre diferentes etapas.

Los resultados del análisis han mostrado la existencia de una red de creación de sociedades, que define un espacio empresarial propio en Andalucía. Así queda cuestionada la hipótesis que defiende que sólo existió un empres que jugó un papel secundario frente al foráneo. Del mismo modo, los resultados parecen corroborar la opinión de la historiografía actual al mostrar comportamientos empresariales racionales, al menos en lo que respecta a la búsqueda de alianzas para explotar las oportunidades de negocio.

También se ha puesto de manifiesto la evolución del espacio empresarial desde el punto de vista geográfico, y los distintos ritmos seguidos por las redes comerciales y las redes de naturaleza industrial. Y, finalmente, se ha elaborado una tipología de redes que responde a criterios geográficos, distinguiéndose cuatro modelos ideales, determinados por las relaciones de los grupos empresariales con la red principal y la presencia/ausencia en ellos de socios ajenos a la región.

Como balance de la investigación puede decirse que con anterioridad a 1886, el espacio empresarial estaba poco integrado, limitándose a la actividad en núcleos de población próximos. En la etapa comprendida entre 1886 y 1913 se desarrolló un tejido societario de gran densidad, con el propósito de dotar de servicios urbanos a las principales poblaciones. La actividad empresarial se concentró siguiendo un patrón de aglomeración, en torno a los grandes núcleos urbanos, y se dio una clara dicotomía entre dos zonas, el extremo occidental (Sevilla, Huelva y Cádiz) y el resto de provincias.

En el periodo de entreguerras, el tejido empresarial andaluz perdió intensidad con relación a la etapa previa, debido a la incidencia de las fluctuaciones económicas internacionales y a la propia inestabilidad política de los últimos años del periodo, pero también a que las inversiones iniciales en sectores que demandaban un elevado capital fijo ya se habían realizado y no parecieron surgir nuevas oportunidades de negocio. La concentración en torno a los grandes núcleos urbanos se mantuvo, y aumentaron ligeramente las conexiones entre la zona occidental y el resto de Andalucía.

Entre 1936 y 1959, a pesar de las precarias condiciones económicas en las que quedó sumido el país tras el conflicto bélico y la política autárquica impuesta por el nuevo régimen, la red empresarial recuperó vigor. Esta recuperación no debe ocultar que la naturaleza de las relaciones entre los grupos empresariales no fue la misma que en los periodos anteriores, como demuestran las medidas de centralidad obtenidas. Las actividades económicas fueron diferentes y las empresas que actuaron como conexión, entre los distintos grupos para vertebrar la red, se concentraron en el sector de la construcción. Con respecto a su distribución geográfica, los núcleos de Andalucía Oriental, salvo Málaga, perdieron fuerza. En Andalucía Occidental, sin embargo, aumentaron su importancia las ciudades secundarias, y se consolidó la red en torno a la capital sevillana. Pero sobre todo cabe destacar que en esta etapa las conexiones entre las dos zonas son tan intensas que se puede hablar de un único espacio empresarial andaluz[53].

Este trabajo ha pretendido iluminar la vertiente empresarial del desempeño económico en Andalucía. Los próximos pasos de la investigación tratarán de profundizar en la localización comarcal de la actividad societaria, caracterizando los enclaves más activos, y ponderando el peso de las redes sobre la inversión societaria local.

Además, se pretende realizar una tipología de redes de emprendedores, atendiendo a criterios sectoriales y estratégicos de las empresas que crearon, así como a las vinculaciones funcionales, sociales y políticas de sus miembros.

 

Notas

[1] Von Thünen, 1826; Alfred Weber, 1929; Christaller, 1933; Lösch, 1940.

[2] Isard, 1956; Isard, 1960.

[3] Myrdal, 1957; Kaldor, 1956; Hirschman, 1958; Perroux, 1955.

[4] Junto con la escuela italiana de los distritos industriales, otra interpretación exitosa de las economías externas marshallianas es el concepto de cluster, desarrollado por Porter (1980, 1991).

[5] Becattini, 1975; Becattini,  1979; Bagnasco, 1977; Garofoli, 1993. La literatura sobre distritos es muy extensa. Una revisión reciente en Catalán, Miranda y Ramón, (2011).

[6] Aydalot, 1976; Aydalot, 1985.

[7] La aportación seminal de la Nueva Geografía Económica es obra de Krugman, (1991). Una buena síntesis de esta corriente en Fujita, Krugman y Venables, (2000). Las principales aportaciones de esta a la historia económica española se deben a Betrán, (1999); Paluzie, Pons y Tirado (2001); Tirado, Paluzie y Pons, (2002); y Rosés, (2003).

[8] Fujita y Krugman, 2003.

[9] Domínguez (2002) y Dobado (2004 y 2006) han estudiado la relación entre geografía y crecimiento económico en el caso español.

[10] Krugman, 1999, p.142-143.

[11] Con anterioridad a esta literatura, Jones (1990), en su intento de explicar por qué el crecimiento económico moderno se inició en Europa y no en Asia, planteó que las estrategias demográficas y las formas de organización política y social estuvieron influidas por elementos medioambientales, actuando así, por lo tanto, sobre la evolución económica.

[12] Diamond, 1997; Bloom y Sachs, 1998; Gallup y Sachs, 2000.

[13] Frankel y Romer, 1999.

[14] Hall y Jones, 1999; Acemoglu, Johnson y Robinson, 2001; Acemoglu, Johnson y Robinson, 2002; Engerman y Solokoff, 1997; Engerman y Solokoff,  2000;  Easterly y Levine, 2003.

[15] Collier, 2008; Sala i Martin y Subramanian, 2003.

[16] Christaller, 1933.

[17] North, 1955.

[18] Williamson, 1972.

[19] El caso italiano es uno de los ejemplos más estudiados de la superposición de los diferentes tipos de espacio. Véase Bagnasco (1988).

[20] Pollard, 1991; Ringrose, 1996.

[21] Germán, 1993; Germán, Llopis, Maluquer y Zapata, 2001; Parejo, 2006; Catalán, Miranda y Ramón, 2011. Reflexiones originales sobre la idoneidad de los enfoques regionales en Parejo (2001) y Moreno (2004).

[22] En la baja edad media estuvo dividida en cuatro reinos, Jaén, Córdoba y Sevilla, conquistados y repoblados con cristianos en el siglo XIII, y el reino de Granada, último vestigio de la España musulmana hasta 1492. En 1833, la nueva organización territorial dividió los antiguos reinos en las ocho provincias actuales, que se constituyeron en comunidad autónoma en 1981.

[23] Los límites con el exterior están bien marcados, por el río Guadiana en el oeste, el océano Atlántico y el mar Mediterráneo al sur, y Sierra Morena al norte. Tan sólo en el este, entre las provincias de Almería y Murcia, parece no haber ningún tipo de ruptura. El interior de la región muestra dos realidades: el valle del Guadalquivir, abierto hacia el Atlántico, y las cordilleras béticas, paralelas al Mediterráneo. Tradicionalmente se ha hablado de Baja Andalucía, para referirse a la primera, y Alta Andalucía, para referirse a la segunda, combinando elementos geográficos con históricos. Así, la Baja Andalucía se corresponde también con los territorios que antes fueron conquistados por los castellanos, mientras que en la Alta Andalucía se mantuvo por más tiempo la impronta cultural islámica En la actualidad, es habitual hablar de Andalucía Occidental y Andalucía Oriental, perteneciendo las provincias de Córdoba, Sevilla, Huelva y Cádiz a la primera, y Almería, Jaén, Granada y Málaga a la segunda.

[24] La región mediterránea, con núcleo principal en Barcelona, se extendería por la franja litoral desde más arriba de los Pirineos hasta el estrecho de Gibraltar, englobando, por lo tanto, a las provincias de Almería, buena parte de Granada y Málaga, cuya capital sería un centro de segundo orden. La región del valle del Guadalquivir comprendería el espacio entre Jaén hasta la costa onubense, contando con un núcleo principal, Sevilla, en torno al cual se organizaba la región, y con un centro muy importante, Cádiz, en el que, por su importancia en el comercio colonial, confluirían los flujos económicos de los núcleos principales de las cuatro regiones. Una redistribución del espacio, distinguiendo dos regiones, Andalucía del valle del Guadalquivir y Andalucía del sureste, en Parejo (2011) y Sánchez Picón (2011). 

[25] Lizárraga, 2003.

[26] Este autor ya advirtió que, desde principios del siglo XIX, la zona mediterránea de Andalucía comenzaba a desligarse de la región económica levantina y aproximarse a la del valle del Guadalquivir.

[27] Sánchez Picón y Cuéllar, 2010.

[28] La evolución de las infraestructuras de transporte es bien conocida en España, especialmente en lo que respecta al ferrocarril. Sobre la evolución del gasto en infraestructuras, Herranz (2004 y 2008). Sobre los ferrocarriles, para España, Gómez Mendoza (1982 y 1989); para el caso andaluz, Tedde de Lorca (1978 y 1980). Los transportes en Andalucía Oriental, en Cuéllar (2003).

[29] Sin embargo, como característica distintiva de la red ferroviaria hay que mencionar la dicotomía entre la densidad de la red en torno a Sevilla y la desembocadura del Guadalquivir frente a su menor desarrollo en las provincias orientales, y el marcado peso de los intereses mineros en el diseño de los trazados.

[30] En cambio, la convergencia de los precios al por menor no se produce hasta después de la Guerra Civil (Lizárraga, 2003).

[31] Según las estimaciones de estos autores, el comportamiento es similar al del resto de España. Ofrecen los datos sobre salarios, ordenados por provincias, en el apéndice A (Rosés y Sánchez, 2004: 419-423).

[32] Silvestre, 2001. A pesar de que los casos cordobés y jiennense no se suelen explicar como el sevillano, en el que la atracción es debida a la modernización económica y a la urbanización, el argumento debe ser el mismo. El problema radica en que los datos empleados están agregados por provincias, y que tanto Córdoba como Jaén son consideradas provincias agrarias, sin tener en cuenta la importancia de los centros mineros que se desarrollaron en este periodo.

[33] Florencio y López, 2000.

[34] Además de las variables empleadas, en 1885 el tipo de interés interregional se equiparó en todo el país,

al constituirse la red bancaria estatal y generalizarse las transferencias corrientes (Castañeda y Tafunell, 1993). Titos (2003) ha estudiado la evolución del sistema financiero en la región, señalando a las dos primeras décadas del siglo XX como el momento en el que se crea la red de sucursales de la banca privada.

[35] Knight, 1921; Schumpeter, 1934. La obra de este último ya había sido publicada en alemán en 1911.

[36] Bernal, Florencio y Martínez, 2010. Como ellos, las últimas investigaciones están negando que esta visión sea acertada y apuntan a que el empresario actuó de forma racional en función de sus intereses (Bernal y Parejo, 2001; Parejo, 2009).

[37] El tejido productivo de cualquier economía no sólo está conformado por firmas constituidas como sociedades, dado que existen también un conjunto numeroso de pequeñas actividades desarrolladas por empresarios individuales que no alcanzaron esta forma jurídica-organizativa. Se ha discutido sobre la preeminencia de la pequeña y mediana empresa, la hegemonía de las corporaciones chandlerianas o la combinación de ambas en diferentes contextos económicos, pero en lo que casi todos parecen estar de acuerdo es la incuestionable importancia en el desarrollo económico moderno, más allá de su tamaño, del asociacionismo mercantil.

[38] La teoría de los costes de transacción sostiene que la empresa surge para reducirlos, eliminando intermediadores e internalizando los contratos que, sin su presencia, se realizan en el mercado con un coste mayor. En este sentido, la constitución jurídica de una empresa supone el principal contrato, necesario para que se produzcan todos los posteriores.

[39] El Código de Comercio de 1885 ordenó la creación de un Registro Mercantil en cada capital de provincia, en los que deberían inscribirse los actos jurídicos que afectaban a la vida de las empresas, además de información sobre sus socios, para dar publicidad de su actuación y fomentar así el desarrollo económico. Las posibilidades de la fuente, Martín, Garrués y Hernández (2003).

[40] Martín, Hernández y Garrués, 1997.

[41] Kirzner, 1973; Shane, 2000.

[42] Tampoco se han considerado las empresas individuales (sobre todo las agrarias), que no tenían obligación de inscribirse en el registro, ni las que, estando registradas en la región actuaron exclusivamente fuera de la misma. Para probar la representatividad de la fuente se han comparado las empresas registradas en Andalucía con las sociedades que tenían actividad en la región según los Anuarios Financieros de 1925 y 1936. De ellas, tan sólo el 11 y el 9%, respectivamente, no están recogidas en los registros andaluces, porque estaban domiciliadas fuera de Andalucía.

[43] Un repaso reciente a la historia de SNA en España en Molina (2006).

[44] Allen, 1974; Burt, 1978; Rodríguez, 2000 y 2003.

[45] Las excepciones son Badía, Blasco, Lozano y Soler (2010), Garrués, Rubio y Hernández (2010) y Rubio y Garrués (2012).

[46] Para el tratamiento de los datos se ha utilizado UCINET. Los gráficos se han elaborado mediante NetDraw y Pajek.

[47] Freeman, 1978.

[48] Pese a que los tres periodos entre 1886 y 1959 no cuentan con el mismo número de años, el promedio anual de socios es prácticamente el mismo, con una leve diferencia a favor de la última etapa.

[49] Sobre el papel de Velasco en la economía andaluza, Núñez Romero-Balmas (2005).

[50] Hay que insistir en que la fuente no recoge la totalidad de las iniciativas extranjeras en el sector minero, por registrarse fuera de la región y por constituirse, principalmente, antes de 1880, como puso de manifiesto Sánchez Picón (1992).

[51] Casson, 1998.

[52] La vinculación original de la familia Figueroa al comercio minero y sus relaciones internacionales, en Chastagneret (1992 y 1993).

[53] Por el momento, la ausencia de trabajos semejantes a este impide realizar un estudio comparativo regional que permitiera distinguir si la formación de la red empresarial andaluza acusó algún retraso con respecto al desarrollo obtenido por otras zonas del país.

 

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© Copyright Josean Garrués Irurzun y Juan Antonio Rubio Mondéjar, 2012.
© Copyright Scripta Nova, 2012.

 

Edición electrónica del texto realizada por Jenniffer Thiers.

 

Ficha bibliográfica:

GARRUÉS IRURZUN, Josean y Juan Antonio RUBIO MONDÉJAR. La formación del espacio empresarial andaluz: 1857-1959. Scripta Nova. Revista Electrónica de Geografía y Ciencias Sociales. [En línea]. Barcelona: Universidad de Barcelona, 10 de junio de 2012, vol. XVI, nº 404. <http://www.ub.es/geocrit/sn/sn-404.htm>. [ISSN: 1138-9788].

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