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LA DENSIDAD-TIEMPO: OTRA PERSPECTIVA DE ANÁLISIS DE LA ESTRUCTURA METROPOLITANA
Carlos Marmolejo Duarte
Centro
de Política de Suelo y Valoraciones
Departamento de Construcciones Arquitectónicas I – Universidad Politécnica de Cataluña
carlos.marmolejo@upc.edu
Jorge Cerda Troncoso
Centro
de Política de Suelo y Valoraciones
Departamento de Construcciones Arquitectónicas I – Universidad Politécnica de Cataluña
jorge.francisco.cerda@upc.edu
La densidad-tiempo: otra perspectiva de análisis de la estructura metropolitana (Resumen)
Tanto en geografía como en economía urbana la caracterización de las estructuras metropolitanas policéntricas se ha basado fundamentalmente en el análisis de la densidad laboral o demográfica. Sin embargo, ni el empleo ni la población son variables suficientes para analizar la intensidad de uso del espacio urbano; menos incluso en el escenario de las metrópolis postindustriales. Este artículo ofrece una densidad basada en el tiempo efectivo que las personas emplean en la realización de las actividades extra-domésticas. Dicha densidad se construye a partir de la cadena de viajes registrada en las encuestas de movilidad cotidiana y del suelo efectivamente artificializado. Los objetivos de la investigación son: a partir de la densidad-tiempo identificar los subcentros que concentran las diferentes actividades cotidianas y encontrar los factores urbanísticos que explican la intensidad de uso del espacio metropolitano. Los resultados sugieren que la densidad-tiempo prioriza como subcentros a municipios que reúnen mejor las condiciones de nodalidad, especialización en actividades direccionales y diversidad. Los principales factores explicativos de la intensidad de uso del espacio urbanizado son urbanísticos, siendo las ciudades densas, diversas, compactas y bien conectadas, aquellas en dónde se alcanza la máxima eficiencia en el consumo de espacio urbanizado por hora-actividad.
Palabras claves: policentrismo, nueva economía urbana, estructura metropolitana, Barcelona.Time-density: other perspective of analysis of metropolitan structures (Abstract)
In geography and urban economics characterization of polycentric metropolitan areas has been primarily based on the analysis of jobs or population density. However, employment or population are not good variables to take into account the intensity of use of urban space. This paper provides a density based on the real time spent by people in activities outside home. This density is constructed with the chain activities recorded in the Daily Mobility Survey, and the artificialized land. The research objectives are to use the time-density to identify possible sub-centers in various activities, and to look for explanatory factors that lie behind the intensity of the use of the metropolitan area. The results suggest that the time-density prioritizes as subcenters to those municipalities with better nodal conditions, specialized in directional activities, and diverse in their economic structure. The main factors that explain the intensity of use of urban space are mainly urbanistics, where the consumption of urban space per hour activity reaches its maximum efficiency in dense, diverse, compact, and well connected metropolitan places.
Key words: polycentrism, new urban economics, metropolitan structure, Barcelona.
El interés del estudio del policentrismo es evidente, por cuanto un sistema perfectamente policéntrico reuniría a la vez dos grandes ventajas de los sistemas urbanos: por una parte la generación de economías de aglomeración, y por tanto de rendimientos crecientes para las empresas; y por otra, una reducción potencial de los costes de transporte (incluido el tiempo) y por tanto una reducción de los costes salariales y del suelo[4]. De la misma manera generaría beneficios sociales y ambientales originados por una mayor eficiencia en las políticas de transporte[5], y por la reducción del recorrido de los viajes pendulares[6], siempre y cuando la red de transporte se diseñase para conectar a los subcentros[7]. Es decir, las áreas policéntricas, en teoría, podrían combinar simultáneamente cualidades de las ciudades grandes y de las pequeñas[8], al reunir las ventajas de las ciudades centralizadas tradicionales en una configuración espacial descentralizada[9]. En una economía desmaterializada, la principal economía de aglomeración, emerge de la información cualificada transmitida cara a cara[10], no sólo por el coste que el tiempo de viaje significa, sino sobre todo, por las externalidades que se generan en tal interacción[11]. En todo caso, la existencia de estructuras policéntricas es reflejo de un proceso de descentralización concentrada, y por tanto, de la continuada preeminencia de las economías de aglomeración, a pesar de los efectos, de las economías de desaglomeración, a una escala territorial acorde a los avances tecnológicos y económicos del transporte. Si bien desde la perspectiva empírica, como lo pone de relieve el estado del arte realizado por Boix y Trullen[12] pocos estudios han refrendado la presunta mayor eficiencia de los sistemas policéntricos.
El estudio de las estructuras policéntricas que han emergido de la mano del planeamiento territorial (p.ej. París o Singapur) o del más puro proceso de auto-organización espacial (p.ej. Los Ángeles) ha dado nacimiento a un conjunto de técnicas especializadas en la identificación de subcentros. Como se verá más adelante, la inmensa gran parte de dichas técnicas se han basado en el análisis de la densidad de actividad económica y demográfica. Sin embargo, tal forma de cálculo, no da cuenta de la verdadera dimensión con la cual se usa el espacio. Dicha limitación deriva de dos circunstancias: 1) la primera relacionada con el hecho de que a diferencia de lo que ocurría hace unas pocas décadas el empleo ya no es más el único factor que estructura la vida cotidiana en las metrópolis postindustriales. No lo es debido a la caída en picado de los contratos indefinidos que ataban a los individuos a una localización determinada (ahí donde la compañía decide ubicarse), a la aparición de las TIC (que han permitido la emergencia del teletrabajo y el trabajo distribuido), y porque la flexibilización que ha supuesto la construcción de la sociedad postindustrial ha permitido que otras actividades, como el ocio, cobren especial ímpetu en la cotidianeidad de las personas, tal y como lo demuestran las encuestas de uso del tiempo y de las razones que motivan los desplazamientos cotidianos; 2) además, incluso si centramos la atención sólo en la faceta productiva de la sociedad, la densidad de empleados es un indicador imperfecto de la intensidad de uso del territorio, porque un empleado, puede usar efímeramente un espacio (p.e. un comercial) o sustancialmente. Por esas razones en este artículo proponemos una forma de entender el funcionamiento de los sistemas metropolitanos a través de la densidad-tiempo. En el fondo, esta propuesta se afilia a la línea de pensamiento de la geografía-tiempo iniciada por Torsten Hägerstrand.
Con este objetivo en mente la densidad-tiempo se utiliza para detectar subcentros o concentraciones de diferentes tipos de actividad; para a continuación, intentar explicar las razones profundas, de tipo urbanístico, que están detrás de la intensidad de uso-temporal del espacio urbanizado. El ámbito de estudio lo conforma el conjunto de 164 municipios que integran el ámbito de planeamiento territorial parcial conocido como Región Metropolitana de Barcelona (RMB). Según Marmolejo et al.[14] la RMB es el sistema metropolitano con más rasgos de policentrismo de cuantos hay en España, y además, uno de los que refuerza tal carácter con el paso del tiempo.
El resto del artículo se estructura así: 1) primero ofrecemos una breve recensión de los métodos utilizados en la identificación de subcentros, 2) a continuación exponemos nuestra hipótesis sobre la naturaleza que, en el contexto de los sistemas mediterráneos, deberían tener los subcentros metropolitanos, 3) luego explicamos la forma de cálculo de la densidad-tiempo propuesta el marco general de los estudios del uso del tiempo, 4) la cual aplicamos, seguidamente, en la identificación de concentraciones de actividad en la RMB, 5) para finalmente, mediante el concurso de técnicas de análisis econométrico, intentar encontrar qué factores de la matriz urbanística subyacen en la explicación de la distribución espacial de la densidad-tiempo.
El análisis de la densidad, generalmente de tipo económico por vía del número de empleos localizados, o demográfico por vía del número de residentes, es por mucho la familia que más se ha utilizado para detectar subcentros. La densidad tiene por ventajas dar cuenta de la intensidad de uso del espacio, y permitir estandarizar las unidades de análisis, sobre todo cuando estas, como suele ocurrir, tienen superficies diferentes y límites “arbitrarios” (p.ej. secciones censales o límites municipales). Puede decirse que dentro de esta familia existe una cierta claridad en la delimitación de 4 líneas diferenciadas de análisis, a saber:
Los trabajos de Larry Bourne, Gordon & Richardson, Malcolm Burns, Montserrat Moix, Josep Roca, y Marmolejo[33] son algunos referentes en este ámbito. Según estos últimos autores, mediante el análisis de la interacción que se genera entre los diferentes municipios, y en concreto mediante el índice o valor de interacción cuyas raíces se afincan en el trabajo de Mike Coombes y Stan Openshaw[34], es posible encontrar aquellas áreas cohesionadas por relaciones funcionales más potentes (protosistemas), de manera que el municipio con mayor masa crítica y densidad de este conjunto, es asimismo, el que posee las relaciones más intensas con el resto, es decir, un subcentro. Se trata, por tanto, de un proceso de delimitación de abajo hacia arriba, en dónde primero se establece el área de influencia, y en seguida, se detecta el punto que irradia dicha influencia (i.e. que atrae y emite proporcionalmente más flujos residencia-trabajo). Nótese que cuestión distinta es la identificación de las áreas de influencia de los centros o subcentros (i.e. hinterlands) a cuya bibliografía no nos referiremos aquí.
Desde una perspectiva urbanística se esperaría que los subcentros, no sólo sean concentraciones de empleo sino se esperaría que sean verdaderas alternativas, aún cuando modestas o secundarias, al centro metropolitano, tal y como lo ha sugerido McMillen[35] “los subcentros grandes podrían parecerse enormemente al CBD, con miles de empleos en una amplia variedad de sectores”; y McMillen[36] “la diversidad de los tipos de empresas puede ser inferior a la del centro, pero en los subcentros grandes a veces se parece a la diversidad del CBD”. En este sentido, un subcentro metropolitano, además de ser una concentración de empleo, debería reunir ciertas características tales como:
En contraposición, un ámbito que carezca de las características anteriores, tal y como un polígono industrial, o una simple concentración de oficinas, difícilmente podría ser aceptado como un subcentro metropolitano, en el paradigma urbanístico en cuestión, aunque no podría negarse su papel como núcleo de empleo[43]. Por tanto, una simple concentración de empleo estaría más próxima al concepto de lo suburbano que no a lo urbano[44], es decir a la urbanización carente de capacidad para estructurar el territorio. Sería lo que Salvador Rueda[45] ha llamado “un estado de organización simplificado pero con un elevado consumo de recursos”, un estado con un escaso nivel antrópico. En todo caso, el concepto de ciudad en el límite de Joel Garreau[46] podría acercase más a lo que conceptualmente se entiende como subcentro metropolitano emergente[47]; es decir, un ámbito, no central, en dónde a pesar de que existe una mayor concentración de empleo que no de residencia, es diverso, por cuanto combina actividades cualificadas basadas en oficinas, con centros de consumo, incluidos bienes y servicios especializados como los culturales (p.e. galerías de arte), y sobre todo, que tiene el carácter que la hace perceptible como “lugar” en el sentido que lo definen José María Silvestro y Roca[48]. La ciudad en definitiva depende de la existencia de lugares cualificados de simultaneidad y encuentro[49].
En la literatura la densidad de empleo se calcula dividiendo el número de personas ocupadas, o lugares de trabajo localizados (LTL) entre la superficie (generalmente la urbanizada sin distinguir la parte que efectivamente ocupan las empresas). Como se ha dicho, esta forma agregada de calcular la densidad hace que el método pierda información valiosa que, como se verá más adelante, podría permitir distinguir diferentes tipos de subcentros de empleo. En este sentido Los principales avances en el estudio de las estructuras territoriales y de las jerarquías que a su interior se entretejen se basan en el análisis de los flujos más que en los atributos de los lugares, como ha sido señalado seminalmente por Castells (op. cit). Así, en esta investigación se propone una nueva fórmula de cálculo de la densidad basada en el tiempo efectivo que las personas emplean en la realización de las actividades que realizan fuera de casa. En el fondo, dicha densidad-tiempo se deriva del análisis de los flujos de movilidad y no tanto de los atributos localizados como podría ser la densidad edificada. Por tanto las ventajas de la densidad-tiempo propuesta pueden resumirse en:
Como se ve, esta densidad-tiempo, sensible a todo tipo de actividades extra-domésticas, va en la línea del análisis urbano en la era de las sociedades postindustriales, en las cuales, la cuota temporal de las actividades no laborales, va ganando peso de manera progresiva, especialmente aquella destinada a satisfacer la cultura del ocio y del tiempo libre.
El estudio de la forma en cómo la población emplea su tiempo ha estado vinculado, en un inicio, al análisis de las inequidades sociales. Así, a principios del siglo XX en Francia e Inglaterra surgen este tipo de análisis como una aproximación novedosa al estudio de las condiciones de vida de las familias. Mientras tanto, durante la Gran Depresión, se estudia en los EE.UU., la forma en cómo los desempleados utilizan su tiempo en diferentes actividades no remuneradas. De manera posterior en Europa del Este el énfasis se centra en el estudio del tiempo libre, para encontrar las correlaciones existentes con la faceta productiva de las personas. Europa occidental no centrará su interés en el estudio del tiempo libre hasta la década de los años sesenta, en el marco del establecimiento del estado del bienestar y el nacimiento de la sociedad del consumo[50].
Un origen menos reconocido de los análisis de uso del tiempo es el relacionado con los estudios de género, orientados a poner en evidencia la relación entre el tiempo que se emplea en los trabajos domésticos y aquel empleado en las actividades remuneradas, para subrayar la subvaloración del primero[51]. Sólo en la sociedad contemporánea, se ha comenzado a reconocer las inequidades de género en la dimensión temporal. El enfoque principal de estos estudios es el económico, aunque actualmente han emergido estudios de tiempo en historia, sociología, antropología, y otras ciencias sociales.
De manera que, desde la perspectiva de la geografía del tiempo, la existencia de cada individuo puede ser trazada mediante las actividades que realiza en cada lugar y el tiempo que destina a cada una de ellas, sin perder de vista la secuencia de las mismas, toda vez que inextricablemente en las acciones pasadas hincan sus raíces las futuras. A cada unidad territorial en la cual se suceden los eventos, Hägerstrand les denomina “estaciones” o “dominios”, para significar su contraste con los espacios de tránsito.
Desde la perspectiva de la sociología, la geografía del tiempo, ha sido vista como una herramienta para entender la forma en cómo los fenómenos societales ocurren en el espacio, y como determinadas “estaciones” se convierten en el escenario espacial que presencia fuertes interacciones sociales, creando un comportamiento social más allá del individual, para a continuación, desvanecerse a la par que los individuos las abandonan. Lo interesante, además y también desde este enfoque sociológico, es la posibilidad de identificar los diferentes roles que el individuo va desempeñando en el curso de su trayectoria espacio-temporal.
Se ha de reconocer, sin embargo, las limitaciones que la propia metodología plantea. Por una parte, tal y como lo ha señalado María Ángeles Duran[59] la información deriva de las declaratorias de los individuos encuestados, y en este sentido existe el riesgo de que estos limiten la información proporcionada a aquello que no ridiculiza la moral corriente, y por tanto omite cualquier información que, a su juicio, pudiese ser reprensible. Por otra parte, el tratamiento que se hace del tiempo es inminentemente instrumental, asumiendo que las horas fungen como simples divisiones mecánicas del día según la concepción introducida por la Revolución Industrial, sin considerar que la “forma” en cómo las personas viven ese tiempo lo hace único, y por tanto, inoperable en términos aritméticos, al no resultar intercambiable[60]. Finalmente, la forma en cómo está diseñada la encuesta de movilidad obligada, al no ser un instrumento diseñado para conocer los “presupuestos temporales” de las personas, obvia la simultaneidad, es decir, la posibilidad de que en un mismo lapso de tiempo coexistan dos, o incluso más, actividades.
En primera instancia, cabe distinguir las actividades que se han analizado. La figura 1 inferior detalla los “motivos de desplazamiento” (i.e. desplazamientos para realizar actividades) contenidos en la EMQ, así como su duración media (exceptuando, el tiempo de estadía en la vivienda habitual no considerado, en esta investigación, por no contar con suficiente información para ponderarlo en toda su magnitud[61]). Como se ve los resultados de la explotación son bastante coherentes, de manera que las actividades que más tiempo emplean son las obligadas: trabajar y estudiar, a continuación, en términos de duración media, le siguen aquellas relacionadas con las actividades más sociales, como las relaciones personales (visitar amistades), el ocio y la diversión u otras funcionales-sociales como las salidas a comer o cenar. Las actividades que tienden a durar menos son las relacionadas con las compras y las gestiones personales.
Figura 1. Actividades
analizadas y su duración media. |
Naturalmente el total del tiempo empleado por los usuarios del territorio metropolitano no resulta de multiplicar el tiempo medio señalado en el cuadro anterior por la cantidad de población, en tanto, que la distribución del mismo es compleja y responde a la estructura etarea, social, económica, y por supuesto, espacial, en tanto cuanto que a mayor tiempo de transporte, necesariamente hay una constricción en el tiempo destinado al resto de actividades, especialmente las no obligadas. La figura 2 inferior documenta la estructura del uso del tiempo metropolitano referida a las actividades que se hacen fuera de casa. Como se ve, las actividades obligadas como el trabajo y los estudios acaparan más de tres cuartas partes del tiempo total, mientras de las no obligadas destacan el ocio y las actividades sociales.
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El primer análisis espacial ofrecido consiste en la construcción de un manto de densidad, en el cual en el eje de las x se sintetiza la densidad por corona (i.e. todos los municipios ubicados a una distancia entre 0 y 10 km de Barcelona, exceptuando ésta, forman la corona 10, etc.), el eje vertical de las z resume la densidad tiempo, y el último eje de las y la actividad a la cual se destina tal tiempo. Como es previsible, según la teoría de la renta ofertada o bid rent, en la cual se sustenta la actual economía urbana, a medida que aumenta la distancia de cada corona a Barcelona la densidad se reduce (figura 3). Lo significativo es que la estructura de usos de la ciudad difiere de manera importante. Por ejemplo: la densidad-tiempo laboral, si bien se reduce a medida que incrementa la distancia de Barcelona, tiende a repuntar en la corona ubicada entre los 20 y 30 km debido a la presencia de los municipios que actúan como subcentros, mientras que la densidad-tiempo de estudio se reduce de una manera más regular, siendo difícil apreciar el repunte de los subcentros. En cambio, la densidad tiempo de ocio es importante en el centro, y su reducción no es tan clara, puesto que las periferias metropolitanas son también destino de esta actividad, no sólo por la existencia de una franja litoral, muy utilizada en las época estival, a lo largo de la RMB, sino también por la aparición de sendas áreas y parques naturales protegidos que, por su riqueza ambiental y relativa proximidad a las ciudades, resultan enormemente atractivos para emplear tiempo de ocio durante los fines de semana.
Figura 3. Distribución unidimensional (por coronas) de la densidad tiempo según tipo de actividad. |
La desigual distribución de las densidades-tiempo por actividades sugiere que el territorio metropolitano tiene pautas de especialización, la figura 4 inferior detalla el coeficiente de localización[62] por coronas. A efectos de simplificación las 11 actividades han sido agrupadas en 6, mediante un análisis factorial. Como se ve, algunas actividades tienen una presencia, en términos proporcionales, estable a lo largo de la metrópoli, como el trabajo; sin embargo otras tienen importantes variaciones, dentro de éstas últimas destacan las actividades relacionadas con el cuidado de la salud, que especializan el centro (i.e. la presencia de los principales centros hospitalarios en la capital, e incluso en municipios aledaños como Esplugues o L’Hospitalet están detrás de ello). Otras actividades como el ocio tienden a repuntar en la última periferia especializando dicho territorio en ellas, como ya se había comentado anteriormente.
Figura 4. Coeficiente de especialización de las actividades agrupadas según criterios de coexistencia espacial. |
Los análisis unidimensionales presentados hasta ahora sugieren la existencia de concentraciones territoriales de actividad, las cuales quedan ampliamente confirmadas en la figura 5 inferior. En dicha figura destaca con meridiana claridad Barcelona con su continuo urbanizado (si bien se denotan subcentros hacia el propio interior de dicho continuo central), así como los municipios del “Arco Metropolitano” que cualitativamente han sido considerados como subcentros (p.e. Mataró, Sabadell, Terrassa, Granollers, Vilanova, etc.). Asimismo la densidad de las actividades no obligadas permite detectar áreas que, a pesar de estar escasamente urbanizadas o no urbanizadas en absoluto, son destino importante de las actividades relacionadas fundamentalmente con la recreación y el ocio (seguramente afiliadas al senderismo y excursionismo ampliamente arraigado en Catalunya), tales como el Montseny, en menor medida El Collserola y tímidamente El Garraf (debido a la fuerte presencia de urbanizaciones residenciales), todas ellas caracterizadas por la presencia de zonas naturales preservadas de la urbanización.
Fuente: Elaboración propia. |
Sin embargo, para identificar “más formalmente” dichas concentraciones hace falta aplicar alguna de las metodologías discutidas en la sección introductoria. Así, en este apartado, se identifican posibles subcentros a partir de la línea iniciada por Guiliano & Small[63] en la forma en cómo ha sido adaptada para la RMB por García-López[64]. Según este criterio, un posible subcentro es aquel que tiene, al menos, un 1% de la actividad del sistema, y su densidad es superior a la media del sistema. El cuadro 1 inferior contiene a los municipios que cumplen ambos criterios en el análisis de la densidad laboral (o de lugares de trabajo localizados –LTL-) y la densidad-tiempo para las actividades analizadas en esta investigación:
Cuadro 1. |
Fuente: elaboración propia con base en la Encuesta de Movilidad Cotidiana 2001. |
Para realizar una evaluación sobre cuán mejor podría ser la selección de núcleos de actividad económica si se toma como referencia la densidad-tiempo trabajo en vez de la densidad-LTL se han construido una serie de indicadores, a saber:
El cuadro 2 inferior detalla los resultados por municipio y la media ponderada (por la cantidad de LTL) para el conjunto de municipios señalados como núcleos de actividad por cada tipo de densidad. Como se aprecia, el conjunto de municipios señalados como núcleos de actividad a partir del análisis de la densidad-tiempo-laboral, tiene: a) una relación funcional más fuerte con el sistema metropolitano, b) recibe flujos laborales de una mayor cantidad de municipios, c) tiene más capacidad para ofrecer oportunidades laborales a sus residentes ocupados, d) tiene una diversidad superior, e) está más especializado en actividades económicas cualificadas relacionadas con la gestión de la información, en lo que en la literatura se ha llamado advanced service producers, y f) está menos especializado en los servicios personales como el comercio. Por tanto, la densidad-tiempo-laboral permite identificar núcleos de actividad que cumplen mejor con las características que se esperaría tuviesen las centralidades metropolitanas.
Cuadro 2. |
Así, la densidad tiempo permite valorar de una manera más comprehensiva la función que desempeñan las diferentes concentraciones de actividad a lo largo de la metrópoli que, como se ha visto, tienen especializaciones diferentes, detectando, de esta manera, sutilezas que escapan a los métodos de identificación basados únicamente en el análisis de la densidad laboral o demográfica. Asimismo, la densidad-tiempo, en el caso de la actividad económica, permite identificar con mayor nitidez al conjunto de municipios que mejor satisfacen las condiciones que se esperaría tuviesen las centralidades metropolitanas, en cuanto a su capacidad nodal, diversidad y especialización en las actividades direccionales, además de su atractivo para tener población residente en el paradigma de las metrópolis de la Europa meridional.
Factores
explicativos de la densidad tiempo
Habiendo descrito la forma en cómo las personas distribuyen espacialmente el tiempo que pasan fuera de casa en la RMB, y cómo la suma de éste determina la estructura policéntrica y polifuncional metropolitana, procede ahora buscar los motivos, urbanísticos, que subyacen detrás de este proceso. Con este objetivo en mente, en este apartado se ofrece un modelo econométrico, en el que la variable dependiente, es la densidad tiempo, mientras que las independientes son un conjunto de indicadores vinculados con la estructura física (F), de accesibilidad (A), ambiental (E) y social (S)[72] del espacio metropolitano, como se señala en (1)
Nos ha parecido razonable realizar dos estimaciones, en la primera, se intenta explicar la densidad tiempo total, es decir el tiempo que las personas destinan a todas las actividades realizadas fuera de su casa; en la segunda la variable a explicar es la densidad tiempo de las actividades anteriores que se realizan de manera no obligada por el trabajo, los estudios, los servicios sanitarios, se trata, como se ve, del tiempo más vinculado al consumo, al ocio y a las relaciones sociales.
El cuadro 3 inferior detalla los resultados de los modelos log-lin utilizados. En un primer modelo (MOD 1) se ha introducido la densidad edificada, puesto que previsiblemente el tiempo que las personas emplean en el territorio debería tener una íntima relación con la cantidad de techo edilicio por km2 de suelo artificializado. Como se ve en dicho cuadro, este factor es capaz de explicar hasta un 52% de la variabilidad espacial de la densidad-tiempo total, ha de entenderse que este factor mide la “cantidad” de espacio disponible en cada municipio, y los que se mostrarán a continuación la “cualidad” que hace que un espacio sea más usado que otro.
Cuadro 3. |
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Piénsese que la densidad edificada es, en sí misma, una variable que internaliza la accesibilidad del territorio, puesto que cuanto más central es éste, mayor es aquella por un efecto de los costes de transporte y de la urbanización histórica de nuestras ciudades. Sin embargo, la accesibilidad no siempre está relacionada con la nodalidad de los lugares, así, algunos municipios muy accesibles, como aquellos localizados en la periferia del continuo urbano central, a pesar de ser (muy) densos, podrían fungir como ciudades dormitorios y no nodos de estructuración del territorio. Por esta razón, en el MOD 2 se introduce un indicador sintético de la nodalidad, desde la perspectiva laboral, construido mediante la ratio que forman los flujos que entran al municipio por motivos laborales, partidos por aquellos que salen. Así, cuanto mayor es dicho indicador mayor es el número de personas trabajadoras que atrae un municipio en relación a las que deja ir, es por tanto, un indicador, hasta cierto punto de la autosuficiencia y la autocontención. Como era de esperar el modelo mejora, y el efecto del ratio es positivo. En el MOD 3 se introduce la estructura de usos del techo edificado y de la actividad económica, como se ve, la diversidad de los lugares de trabajo localizados (analizada a 2 dígitos de la CNAE 93) tiene un efecto positivo sobre la intensidad de uso del espacio, al igual que el porcentaje de techo destinado a comercio de proximidad (locales a pie de calle, galerías urbanas, mercados, etc.). El porcentaje de locales destinados a las actividades culturales y de espectáculos tiene, igualmente, una influencia positiva, esta oferta cultural puede estar fungiendo de proxy de una accesibilidad cualificada. Mientras que el porcentaje de edificios singulares tiene un impacto negativo, debido a que, bajo este epígrafe el catastro cataloga, entre otras cosas, a las urbanizaciones de baja densidad de las zonas menos accesibles de la metrópoli, por lo que esta variable está haciendo de proxy de la tipología de urbanización y accesibilidad. En el Modelo 4, se ha probado de introducir covariables que den cuenta de la estructura socioeconómica de la metrópoli, de las ofrecidas, ha entrado el porcentaje de personas ocupadas residentes que ocupan puestos profesionales, científicos e intelectuales, se trata de un colectivo de un nivel de ingresos medio alto y un elevado nivel educativo; esto les permite optar, de manera competitiva, por las mejores localizaciones, en términos de calidad urbanística y ambiental, que deberían ser factores explicativos del atractivo del espacio, y por tanto, de la densidad tiempo. En el último modelo MCO (MOD 5) se ha introducido una variable que mide cuán fragmentado está el territorio desde la perspectiva de la continuidad de los tejidos urbanizados. Siguiendo a Marmolejo y Mariana Stallbohm[75] se ha utilizado la entropía de Shannon[76] a partir de los polígonos discontinuos entregados por el Corine Land Cover, sin distinguir el uso predominante de los mismos. Como se ve, esta variable entra con un signo negativo, lo que es significativo que los municipios con una mayor dispersión de su urbanización, son los menos eficientes, desde la perspectiva de la intensidad de uso del espacio artificializado. El coeficiente beta, construido sobre las covariables previamente estandarizadas, permite detectar la importancia de cada factor, siendo ésta en orden descendente: la densidad edificada, la ausencia de urbanizaciones de baja cualidad y densidad, la diversidad de la actividad económica, la compacidad del tejido urbanizado (ausencia de fragmentación), la presencia de comercio de proximidad, y la nodalidad del territorio (fruto de la accesibilidad y preponderancia económica).
Así los modelos hasta ahora ensayados dejan ver que el modelo de ciudad tiene un papel sin equa non en la forma en cómo las personas deciden vivir a lo largo del espacio. De manera que las ciudades densas (y accesibles), diversas en su tejido económico, y compactas (poco fragmentadas) son precisamente aquellas que optimizan el consumo de suelo por cada hora que sus usuarios viven en ellas.
La complejidad de la estructura metropolitana de Barcelona, al ser un sistema policéntrico, como se ha visto antes, creado por agregación de núcleos de actividad y poblacionales con identidad propia sugiere que la influencia de los factores anteriores puede ser de tipo no estacional. Es decir que la importancia relativa de cada covariable, sobre la densidad tiempo, difiera a lo largo del espacio. Para probar esta hipótesis se ha ensayado una regresión geográficamente o localmente ponderada[77] (G o LWR en sus siglas inglesas). Las ventajas de esta técnica espacial de ajuste, es que permite resolver los problemas de autocorrelación espacial, a la par que permite encontrar coeficientes localmente ajustados para cada covariable.
Los resultados de la GWR están contenidos en el cuadro 4 inferior, dejan ver que el poder de ajuste del conjunto de modelos que suponen la aplicación de esta técnica mejora sensiblemente, hasta alcanzar el 87,5%, para cada covariable los coeficientes tienen un margen de variación (significativo de la diferente importancia que cada covariable adopta en diferentes puntos del territorio metropolitana), de manera que el valor central reportado es la mediana. Como se ve, si bien los coeficientes-mediana de la GWR conservan el signo encontrado por los modelos MCO, éstos difieren en su cuantía en relación a los reportados por la regresión MCO. Estas diferencias sugieren que efectivamente no existe una estacionalidad en los valores, sin embargo, el Test de Montecarlo (reportado en el mismo cuadro 4 derecha), deja ver que en términos estadísticos dicha variación no es significativa, incluso, al 90% de confianza.
Cuadro 4. |
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Los resultados anteriores sugieren que las covariables introducidas en los modelos tienen un impacto que, al menos en su signo, es estable, de media a lo largo del territorio.
Finalmente el MOD 6, reportado en el cuadro 5 inferior, intenta encontrar los factores explicativos de la densidad del tiempo que se emplea en propósitos no obligados por el trabajo, los estudios y los servicios sanitarios; por tanto de aquel empleado en las compras, el ocio y el establecimiento de otras actividades sociales. Como se ve, las covariables admitidas por el modelo, en función de su significancia estadística, son parecidas a las anteriores, si bien destaca la desaparición del papel de la diversidad de la actividad económica, y de la urbanización del territorio (% edificios singulares), y de manera especial, la aparición de una variable dummy que internaliza la presencia de playas transitables a lo largo de la costa metropolitana. Así, como es lógico esperar, los motivos que explican la densidad del tiempo destinado a actividades no obligadas, tiene una matriz explicativa diferente, en la cual, aparecen atributos territoriales, como la playa, que computan favorablemente en el atractivo del paisaje metropolitano. Llama la atención, empero, la ausencia de variables relacionadas con la presencia de áreas naturales, en este sentido, quizá la información de satélite utilizada refleja pobremente los atributos cualitativos que distinguen a un parque natural, de una pineda semiurbanizada; y que en definitiva decantan el uso o no de estos territorios como destino espacial del tiempo libre.
Cuadro 5. |
Fuente: elaboración propia. |
Conclusiones
Agradecimientos
Esta investigación se desprende del proyecto financiado por el MICINN CSO 2009 7218 “¿Hacia un sistema de metrópolis españolas policéntricas?: evolución, caracterización e influencia de los subcentros metropolitanos sobre la eficiencia de la urbanización”, del cual el primer autor de este artículo es investigador principal.
Notas
[1] Hall y Pain, 2006, p. 3.[2] Allen Scott, 2001.
[3] Robert Kloosterman y Sako Musterd, 2001.
[4] Daniel McMillen y Stefani Smith, 2003; McMillen 2003, John McDonald, 2009.
[5] McMillen, 2001.
[6] P. Gordon et al. 1986.
[7] McMillen, op. cit.
[8] McMillen y Smith, op. cit.
[9] McMillen, 2003.
[10] Peter Taylor, 1994.
[11] Carlos Marmolejo y Josep Roca, 2006, 2008.
[12] Boix y Trullen, 2012.
[13] Felix Pillet, et al. 2010.
[14] Marmolejo et al., 2012a, 2012b.
[15] McDonald, 1987.
[16] Gordon, H. Richardson y H. Wong, 1986.
[17] McDonald y McMillen, 1990.
[18] Steven Craig y Pin Ng, 2001.
[19] Giuliano y Small, 1991.
[20] McMillen, 2001.
[21] Shunfeng Song, 1994; Robert Cervero & K. Wu, 1997; McMillen & McDonald, 1997; William Bogart & William Ferry, 1999; Nathan Anderson & Bogart, 2001; Richard Shearmur & William Coffey, 2002; y Giuliano & Christian Readfearn, 2007.
[22] McMillen & Smith, 2003.
[23] Muñiz y García-López, 2008; García-López, 2007.
[24] Hall y Pain, 2006.
[25] McDonald & Paul Prather, 1994.
[26] McMillen, 2001; McDonald, 1987; McDonald & McMillen, 1990.
[27] Muñiz, Galindo y García-López, 2003.
[28] McMillen, 2003.
[29] Giuliano y Small, 1991.
[30] McMillen 2001, 2003.
[31] McMillen, 2001 y 2002; Craig & Ng, 2001; Readfearn, 2007.
[32] Manuel Castells, 1996.
[33] Bourne, 1989; Gordon & Richardson, 1996; Burns, Moix, y Roca, 2001; Roca y Moix, 2005; y Roca, Marmolejo y Moix, 2009.
[34] Coombes y Openshaw, 1982.
[35] McMillen, 2003, p. 2.
[36] McMillen, 2001, p. 17.
[37] Salvador Rueda, 1996, y 1998.
[38] Ramón Margalef, 1991.
[39] Oriol Nel·lo, 2001.
[40] Brian Berry, 1958.
[41] Guisseppe Dematteis, 1998.
[42] Muñiz et al. 2003.
[43] Aunque, como McMillen (2003) lo ha documentado para el caso de Chicago (1970-2000), los subcentros de empleo, originalmente monoespecializados tienden, con el paso del tiempo, a diversificar su estructura económica asemejándola a la del conjunto metropolitano.
[44] Larry Keating, 2001; Andrés Duany & Elizabeth Plater-Zyberk, 2001.
[45] Rueda, 1998, p. 83.
[46] Joel Garreau, 1991.
[47] El propio Garreau es consciente de que existen ciudades en el límite con una formación histórica anterior a la era industrial a las que llama “uptowns”.
[48] Un subcentro metropolitano por tanto tendría que ser un lugar en el sentido estricto de su acepción filosófica. Silvestro y Roca (2007) sostienen, basados en los trabajos de Caturelli, que el lugar por antonomasia es el hogar y sólo en un segundo momento lógico lo serían las calles que lo rodean, el barrio en el que se inscribe y la ciudad en su conjunto. Por tanto los espacios que están llamados a ser vividos como extensiones de su corporeidad, y por tanto, como extensiones del hogar. Es precisamente por esta razón por la cual una simple concentración de empleo no puede ni debe considerarse como subcentro metropolitano si no ofrece las suficientes garantías de que no solamente la faceta laboral de las personas puede ser cubierta, sino que trasciende a otras esferas de la propia existencia humana, tanto desde la perspectiva espiritual como la corpórea.
[49] Henri Lefebvre, 1969.
[50] Teresa Torns et al. 2006.
[51] Andrea Delfino, 2009.
[52] Statistical Office of the European Union.
[53] Harvey Miller, 2005.
[54] Allan Pred, 1996.
[55] Chandra Bhat, 1999; Miller, 2005.
[56] Fabián Flores, 2002.
[57] Dicha encuesta consistió en la recopilación de diarios de viaje, en donde las personas participantes anotaban, entre otras cosas, los desplazamientos que hacían indicando el motivo del mismo y la hora de salida y llegada. En concreto la encuesta se realizó en dos periodos: del 1/10 al 15/12 de 2001 y del 15/01 al 15/02 de 2002.
[58] Bahha Alhaddad, et al. 2006.
[59] María Ángeles Duran, 2002.
[60] William Grossin, 1998.
[61] El análisis del tiempo que las personas pasan dentro de casa no es baladí, y requiere más información que la que podemos estudiar con esta fuente de información. Piénsese que dentro de la casa, pueden suceder actividades relacionadas tanto con el ámbito laboral como con el ocio; sin embargo, al no implicar éstas un desplazamiento espacial, no se reflejan en la matriz de movilidad cotidiana.
[62] Ver formulación más adelante.
[63] Guiliano & Small, 1991.
[64] García-López, 2007; y Muñiz et al., 2008.
[65] De manera que este modelo de actividad económica podría propiciar una menor diversidad en la existencia de otras actividades, lo que a la postre significaría una reducción en la densidad tiempo. Sobre esta conjetura volveremos en el último apartado.
[66] Burns et al., 2001.
[67] El valor de interacción
integrado se calcula:
Donde
Sum VIi es la suma del valor de interacción entre un
municipio i y todos los j del sistema; F son los flujos
residencia-trabajo, POR es la población ocupada residente y LTL son los empleos
localizados o lugares de trabajo localizados.
[68] El Índice de diversidad de Shannon es , donde es la probabilidad de que exista un elemento de esa clase en el territorio a estudiar. El signo negativo al principio es para corregir el término, matemáticamente negativo, a positivo.
[69] La autocontención, es la
ratio entre los trabajadores residentes y la población trabajadora del
municipio
[70] Calculado con la misma
fórmula de la diversidad de Shannon anteriormente expuesta.
[71] El coeficiente de localización es
En donde LTL son los lugares de trabajo localizado, x es un sector de actividad económica determinado e i un municipio concreto.
[72] Las fuentes de la información utilizada como variables explicativas son:
a) Población clasificada según su nivel ocupacional, lugares de trabajo localizados clasificados según el CNAE, flujos de entrada y salida (Censo Nacional de Población y Vivienda 2001, INE).
b) Usos del suelo y morfología de los tejidos urbanizados (Corine Land Cover, 2000).
c) Cantidad y usos del techo urbanizado (Catastro, Gerencia Provincial del Catastro, 2008).
[73] Piénsese que el origen de la densidad, basada por una parte en una encuesta en su numerador, y en un sistema semi-automático de teledetección en su denominador, no es infalible a la existencia de posibles errores.
[74] La DM se calcula así:
Donde D es la Distancia de Mahalanobis, X son las variables explicativas, Mx y Σx es la matriz de varianza-covarianza.
[75] Marmolejo y Stallbohm, 2008.
Frag es el índice de fragmentación de un territorio i, y j es cada uno de los polígonos que representan cada área urbanizada no contigua en dicho territorio. Finalmente P es la probabilidad de encontrar j en i. Cuanto mayor sea la ruptura del tejido urbanizado mayor será el valor que adopte Frag. Un territorio con una sola pieza urbanizada tiene un índice igual a cero.
[77] En general la GWR realiza tantas regresiones como observaciones existen. En dichas regresiones la importancia (i.e. ponderación) de las observaciones sobre la estimación de los parámetros B decrece a medida que incrementa la distancia a la cual están ubicadas punto de pivote de la regresión (uno diferente para cada regresión). De manera que la matriz de ponderación se calcula así:
(3) |
[78] García-López, 2007.
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