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Scripta Nova
REVISTA ELECTRÓNICA DE GEOGRAFÍA Y CIENCIAS SOCIALES
Universidad de Barcelona. ISSN: 1138-9788. Depósito Legal: B. 21.741-98
Vol. XIV, núm. 331 (88), 1 de agosto de 2010
[Nueva serie de Geo Crítica. Cuadernos Críticos de Geografía Humana]

 

ESPACIOS PÚBLICOS EN SANTA CRUZ DE TENERIFE (CANARIAS): USOS Y PLANEAMIENTO

Mª del Carmen Díaz Rodríguez
Universidad de La Laguna
cdiazrod@ull.es

Luz Marina García Herrera
Universidad de La Laguna
lmgarcia@ull.es

Espacios públicos en santa cruz de Tenerife (Canarias): Usos y planeamiento (Resumen)

En el cambio de siglo los espacios públicos urbanos han sido objeto de controversia y de reflexión. Se ha señalado que las reformas urbanas recientes han conducido a una pérdida de calidad, o una crisis, de los espacios públicos en su condición de lugares de libre acceso y concurrencia. La comunicación estudia tres espacios públicos abiertos en Santa Cruz de Tenerife (Islas Canarias, España). Su elección se realizó bajo el supuesto de que sus formas de uso y apropiación, así como su calidad y adecuación como ámbitos de relación ciudadana, varían en función de su distinta localización urbana y de la calidad urbanística y evolución reciente del barrio o entorno próximo. Mediante una metodología cualitativa, basada en la observación directa, se analiza su idoneidad como lugares para la sociabilidad y sus cualidades formales como elementos urbanísticos estructurantes. Finalmente, desde las carencias detectadas se realizan recomendaciones para su planeamiento y gestión.

Palabras clave: espacio público, usos, apropiaciones, planeamiento, Tenerife, Canarias.

Public spaces in Santa Cruz de Tenerife (Canary Islands, Spain): uses and planning (Abstract)

At the turn of the century public spaces has been a matter of issues and thinking. It has been pointed out that recent turban changes have led to a loss of quality, or a crisis, of public spaces as places accessible to everyone and for people gathering. This paper studies three different open public spaces in Santa Cruz de Tenerife (Canary Islands, Spain). Their choice responds to the hypothesis that the use and appropriation, as well as the quality and fitting for citizen conviviality, vary according to their urban location and the urbanistic quality and recent changes in their surroundings. Through a qualitative methodology of direct observation we analyze their fitting as social places and their formal qualities as structural urban elements. As a result several recommendations for planning and management are made.

Key words: public space, uses, appropriations, planning, Tenerife, Canary Islands.

El espacio público constituye un elemento esencial de las ciudades al actuar simultáneamente como lugar de encuentro e intercambio socio-cultural y como organizador y articulador de la estructura urbana[1]. No es extraño, por tanto, que los espacios públicos urbanos hayan sido objeto de controversia y de reflexión en el cambio de siglo, y ello con razón si atendemos a las tendencias que se manifiestan en la ciudad contemporánea hacia la creación de “fronteras” internas.

La conceptualización de los espacios públicos que se maneja responde a su consideración como espacios exteriores y abiertos, de acceso libre, que se encuentran fuera de la influencia del consumo, la vigilancia y el control que caracteriza a los espacios semipúblicos; son lugares de interrelación, encuentro social e intercambio, donde una gran diversidad de personas puede acudir para una amplia variedad de actividades (García Ramón et al. 2004). Por tanto, una condición ineludible es su libre accesibilidad y la participación de todos, la diversidad de usuarios (Martínez, 2003; Segovia y Jordán, 2005). En definitiva, el espacio público es una pieza esencial de lo urbano, no sólo como un “hecho meramente urbanístico, sino como un hecho urbano en su complejidad” (García, 2008:56); aunando la doble dimensión que supone su concepción como elemento material y, a la vez, como proceso de construcción de la ciudad.

Para un buen número de autores los procesos de transformación urbana que se impulsan y emprenden desde la década de 1990, e incluso antes, relacionados con las políticas dirigidas a la expansión del consumo, la privatización, la vigilancia y la “seguridad” —basada en la erradicación de la delincuencia y de la inseguridad—, han derivado en una crisis del espacio público. La seguridad se ha convertido en un factor que favorece la tendencia a la exclusividad en el uso de tales  espacios, y propicia su gestión privada por motivos presupuestarios (Díaz Orueta y Lourés, 2003; Delgado, 2007). La confluencia de estos factores está transformando los espacios públicos en colectivos semipúblicos (Borja, 2001); es decir, en espacios privados de uso colectivo (centros comerciales, bares, cafeterías, parques recreativos…), con funciones comerciales, culturales, de ocio y entretenimiento que expresan la sociedad de consumo y estilos de vida que conllevan rasgos excluyentes. En esta línea, muchos señalan que con las reformas experimentadas por las ciudades en las últimas décadas, como la recuperación de áreas previamente degradadas —centros históricos o antiguas zonas industriales y portuarias—, y la creación de nuevas infraestructuras ligadas al consumo y al ocio cultural, se ha producido la pérdida de calidad de los espacios públicos e, incluso, se llega a apuntar, la existencia de una cierta situación crítica de los mismos en tanto que se origina un debilitamiento progresivo de su condición de lugares de libre acceso y concurrencia.

El estudio sobre la situación actual de los espacios públicos abiertos en Santa Cruz de Tenerife (Islas Canarias, España) se enmarca en el contexto de los intensos cambios que vienen experimentando las ciudades y sus lugares colectivos, a los que no es ajena esta  ciudad. La investigación realizada hasta el presente sobre las transformaciones urbanas experimentadas en ella, junto a la información obtenida de algunos sondeos preliminares en varios de sus espacios públicos, aportan indicios que cuestionan la idoneidad de aquéllos como ámbitos de encuentro ciudadano.

El análisis se centra en dos de las múltiples dimensiones de los espacios públicos: su naturaleza de lugar para la sociabilidad, como espacio de encuentro e interacción ciudadana, y su carácter de elemento urbanístico estructurante. Se pretende determinar el uso y las actividades que las personas realizan en ellos, así como las posibles carencias en sus condiciones formales que pueden estar limitando su auténtica función.

Para ello se han seleccionado tres espacios públicos abiertos en Santa Cruz de Tenerife que, situados en diferentes sectores de la ciudad, cumplen, al menos en teoría, un papel desigual como esferas de relación a distintas escalas urbanas. En la elección de los lugares de estudio se han establecido como criterios de referencia básicos: su distinta localización en la trama urbana; junto a la calidad urbanística y evolución reciente del barrio o zonas inmediatas a aquellos. Esa combinatoria de elementos tiene como corolario la existencia de residentes que, entre unos y otros espacios, ofrecerán heterogéneos rasgos demográficos y socioeconómicos. Por tanto, los lugares objeto de análisis se escogen partiendo de la idea de que las formas predominantes de uso y apropiación de los espacios públicos, así como la calidad y adecuación que éstos presentan como ámbitos de relación ciudadana, variarán en función de tales factores, lo que a su vez condicionará su alcance espacial de atracción que, irá desde la escala de barrio, o de varios espacios residenciales más o menos próximos, hasta la urbana e, incluso, metropolitana.

Dos objetivos guían este estudio, por un lado, se pretende alcanzar una primera valoración sobre las posibles deficiencias tanto en términos cuantitativos como cualitativos de los espacios públicos y, por otro, apuntar recomendaciones para mejorar su planeamiento, diseño y gestión en los diferentes sectores y barrios de la ciudad. Esta dimensión aplicada permitirá aportar propuestas encaminadas a su mejora, pues se parte de la idea de que estos espacios deben cumplir unos principios básicos, entre los que se encuentra el propiciar una mayor cohesión social y una elevación de la calidad de vida de los residentes en todos y cada uno de los ámbitos que integran la ciudad.

Los espacios de estudio y la metodología empleada

En este punto se presentan, por un lado, los rasgos de las áreas urbanas en las que se insertan los espacios públicos elegidos para su análisis de acuerdo con los criterios señalados, esto es, el contexto urbano del que forman parte y, por otro, el método seguido para recabar la información sobre sus características y su dinámica ciudadana.

La singularidad de los espacios seleccionados

El estudio se centra en dos plazas y un parque localizados en tres ámbitos de la ciudad de Santa Cruz de Tenerife[2]diferenciados por su origen, localización en la trama urbana, trazado y morfología de sus espacios residenciales; la calidad de las viviendas y la dotación de equipamientos y servicios, así como por ofrecer contrastes en los rasgos demográficos y socioeconómicos de sus habitantes.

De las dos plazas analizadas, la de José Carlos Schwartz se inserta en la “primera periferia de barrios obreros” de la ciudad, que se caracteriza hoy por el predominio de familias en las últimas fases de su ciclo vital y por un notable proceso de envejecimiento (díaz et al, 2002. 42). Desde una perspectiva relacional, son espacios definidos, esencialmente, por una movilidad de vecindario tradicional de grupos sociales de reducido nivel económico. La plaza se encuentra en un barrio de autoconstrucción (La Salud Bajo), que surge en la década de 1940 a partir de la parcelación de las fincas rústicas preexistentes situadas, por un lado, en las proximidades de uno de los mayores barrancos que atraviesan la ciudad (barranco de Santos) —lo que supuso en sus inicios una barrera importante con respecto a su conexión con el núcleo urbano central— y, por otro, cercanas a la carretera general que enlaza la ciudad de Santa Cruz con la de La Laguna (García, 1981). En las décadas centrales del pasado siglo, al núcleo original se añade un conjunto de viviendas públicas de 3 a 5 plantas, que lo convierte en uno de los barrios más densamente poblados de la ciudad, entre otras razones, por su escasez de espacios de uso colectivo. En 2001, el sector de Salud Bajo al que sirve la plaza en estudio, reunía a algo más de 5.700 residentes. En cuanto a sus características se trata de un recinto triangular exento de pequeña dimensión (cuadro 1), que está delimitado por jardineras con vegetación arbustiva y arbórea que proporcionan sombra a la mayoría de este espacio, a la vez que logran amortiguar el clamor del tráfico rodado que transita por la vías que la circundan y del trasiego de coches que tiene lugar en los aparcamientos en batería existentes en dos de sus tres lados. Sus dotaciones son escasas, pues dispone en uno de sus extremos de un pequeño kiosco (golosinas, pan, prensa) y en el otro, de una pérgola que abriga a un conjunto de siete mesas con sus correspondientes sillas ancladas al suelo. En sus inmediaciones se localizan un centro escolar, una iglesia con un discreto parque infantil y algunos servicios de proximidad junto a dos equipamientos deportivos de construcción posterior.

 

Cuadro 1.
Características básicas de los espacios estudiados

Denominación /Localización

Superficie m2

Firme

Vegetación

Plaza José Carlos Schwartz. Salud Bajo

1.189

Loseta

Arbustiva. Arbórea

Parque Don Quijote. La Salle

8.250

Hormigón

Herbácea: césped. Arbustiva. Arbórea

Plaza del Príncipe. Centro urbano

4.475

Loseta y tierra

Herbácea: césped. Arbustiva. Arbórea

Fuente: elaboración propia.

 

El parque Don Quijote, el de mayores dimensiones de los tres espacios considerados, se sitúa a caballo entre la primera periferia obrera y la ciudad histórica, en un amplio sector urbano que denominamos “ciudad de transición” por su importante heterogeneidad morfológica y social (Díaz et al, 2002. 42). El plural contenido de este ámbito se advierte, por un lado, en la presencia de barrios de carácter popular o de iniciativa pública que surgieron a mediados del siglo XX (García, 1981) y, por otro, en la existencia de promociones privadas relativamente recientes que colmatan las áreas libres de edificación a partir de la década de 1980. Una superficie creciente de este sector de la ciudad conoce, desde esa fecha, procesos de revalorización y renovación, favorecidos por su cercanía y fácil comunicación con el centro urbano, lo que refuerza su ocupación por la clase media y alta. En ese contexto urbano, el parque Don Quijote, inaugurado en 1981, sirve a un extenso y variado conjunto de la ciudad (La Salle-Tomé Cano) que se caracteriza, además, por su variedad de usos, pues junto a los residenciales dominantes, se intercalan otros destinados a servicios que ocupan espacios de dimensiones considerables (educativos, deportivos, sanitarios, comerciales-administrativos) y que cuentan con un alcance intermedio pues su radio de acción abarca desde el ámbito vecinal hasta el urbano. En cierto modo, el parque actúa a modo de bisagra entre promociones públicas y privadas, esto es, entre áreas residenciales contrastadas de distinta antigüedad y tipología, ocupando una manzana rectangular de algo más de 8.000 m2 de superficie, rodeada en tres de sus lados por edificios elevados. Su vegetación arbustiva y arbolada lo convierte en uno de los mayores espacios verdes situados al sur de las ramblas que circunvalan la ciudad de norte a sur, al tiempo que está dotado con usos recreativos diversos, pues dispone de un área de juego infantil; un espacio deportivo con una cancha de baloncesto, a los que se añade un pequeño bar-cafetería y un mobiliario suficiente para la estancia y la reunión. Dadas sus dimensiones y restantes características desempeñaría, a priori, un papel intermedio desde el punto de vista relacional entre la escala vecinal y la municipal, tanto en lo que se refiere a la procedencia de sus usuarios, como a las formas de apropiación.

El tercer y último espacio de estudio, la plaza del Príncipe de Asturias, se localiza en el mismo centro urbano, en un espacio de intensa renovación favorecida por la renta potencial del suelo que le imprime su localización en el corazón de la ciudad. En concreto, se encuentra situada en el límite sur del histórico barrio de El Toscal, reedificado en parte desde la década de 1970 como consecuencia de la expansión sobre él de los usos característicos del área central lindante (García y Díaz, 2000:232). La plaza, que presenta el diseño característico de las plazas decimonónicas —muro de sillería con enverjado de hierro—, ha sido, desde su creación en la segunda mitad del siglo XIX, un espacio clave en la estructura del centro urbano (González, 2007:121 y 220). Este lugar ha sido también un claro referente ciudadano, espacio de reunión y relación, de celebración de fiestas populares, de actos culturales y solidarios. En su larga historia ha conocido remodelaciones diversas, presentando hoy, tras su última reapertura en 1984, un aspecto que recupera los aires románticos de sus inicios, conservando un kiosco destinado a bar-restaurante;  un templete central para la música y un paseo circular con mobiliario que permite la estancia. El conjunto se remata con una cuidada vegetación, en su gran parte arbórea, que le proporciona, a pesar de su situación en pleno corazón del centro comercial y de negocios de la ciudad, un carácter singular y recoleto. La novedad que introduce esta plaza, con respecto a los recintos hasta ahora descritos, es que su centralidad le confiere un alcance municipal o, incluso, metropolitano y, en consecuencia, sus usuarios y sus formas de apropiación podrían, al menos en teoría, mostrar mayor heterogeneidad. 

La metodología de análisis

La metodología aplicada es una adaptación de la empleada por la Dra. Anna Ortiz en sus investigaciones referidas a distintos espacios públicos de Barcelona (Ortiz, 2004). En este trabajo el conocimiento de las características de cada uno de los espacios considerados y de sus usuarios se ha obtenido, en lo fundamental, mediante la observación directa. El procedimiento ha consistido en registrar con detalle en cada uno de los lugares estudiados, a través de cuatro reconocimientos “in situ” —efectuados en un día laboral y en un festivo (domingo), en diferentes momentos del día—, sus condiciones para el uso ciudadano (forma, accesibilidad, tipo de firme, mobiliario, vegetación, áreas en sombra, iluminación, conservación, mantenimiento…), así como cuántos y cómo eran sus usuarios (sexo, grupo de edad y otros rasgos apreciables mediante la observación) y cuándo y de qué forma disfrutaban de tales espacios, es decir, qué actividades desarrollaban en ellos. La distinción establecida entre días laborales y festivos y entre mañanas y tardes tuvo por finalidad determinar la existencia o no de ritmos cambiantes en el uso, y en función de ello, de la presencia de usuarios potencialmente diferentes. 

El trabajo de campo se efectuó a lo largo del mes de enero de 2010, mediante bandas horarias de observación sistemática. El número total de registros que se obtuvo en los diferentes espacios fue el siguiente: plaza J.C. Schwartz: 154 personas; parque Don Quijote: 151 y plaza del Príncipe: 238 personas. Teniendo en cuenta que el tiempo dedicado fue equivalente en los tres casos, la plaza que ocupa una posición central refleja un número mayor de usuarios; el parque que tiene una superficie casi siete veces superior a la plaza del barrio de la Salud registra, sin embargo, un número similar a aquélla. Estos datos absolutos, apuntan ya una primera diferencia en la intensidad de uso de cada espacio.

En cada observación se cumplimentó una ficha en la que se registraban las características de las personas que acudían al lugar, los grupos que conformaban (individuos solos, parejas, grupos familiares o de amigos…) la actividad que realizaban, así como aquellos que no permanecían en él, pero que lo transitaban en cualquier dirección, para averiguar la intensidad de los flujos que tenían lugar en tales espacios.

En cada registro, a la vez que se cumplimentaba la ficha de los usuarios, se representaba su posición en un croquis del espacio examinado, con la intención de conocer su distribución y los posibles subespacios o ambientes con mayor o menor uso. Cuando fue factible, y la situación era propicia y sin interferir en las actividades que se desarrollaban, se obtuvieron fotografías que ilustraran los diversos aspectos contemplados. Por último, se llevó a cabo, también en cada turno, una descripción del ambiente del lugar, para reflejar de ese modo aquellos atributos no tangibles pero que formaban parte integral del espacio bajo estudio y que podrían propiciar desde el aumento hasta la disminución de su intensidad de uso.

La información obtenida a través de la técnica descrita se trasladó a un sistema de información geográfica para elaborar con cada una de las observaciones practicadas en cada espacio, una base de datos con la finalidad de extraer similitudes y diferencias entre los casos estudiados, así como, simultáneamente, mapas de uso y de apropiación. En definitiva, el procedimiento metodológico aplicado, a la vez que posibilita la caracterización de cada uno de los ámbitos de estudio y su mayor o menor adecuación para el uso ciudadano, permite establecer los principales rasgos de quiénes los disfrutan y cómo lo hacen.

Resultados: usos y apropiación de los espacios públicos

Se describen a continuación los resultados obtenidos atendiendo al uso y a la apropiación, con la pretensión de extraer conclusiones, aunque sean provisionales, sobre la adecuación de cada uno de los espacios a su condición de “espacio público” en el sentido apuntado al inicio.

 

Cuadro 2.
Porcentaje de usuarios según días laborales y  festivos y jornadas de mañana y tarde

Espacio

Laboral

Festivos

Total

 

Mañanas

Tardes

Total

Plaza José Carlos Schwartz

48

52

100

64

36

100

Parque Don Quijote

42

58

100

36

64

100

Plaza del Príncipe de Asturias

64

36

100

68

32

100

Fuente: elaboración propia.

 

Una de las primeras consideraciones que se derivan al contemplar la afluencia de personas en días laborales o festivos y entre jornadas de mañana o de tarde, es que no existe una pauta común a los tres espacios considerados. Se aprecia (cuadro 2) una significativa diferencia entre La Plaza del Príncipe y los otros recintos, a favor de una mayoritaria ocupación durante los laborales y las mañanas. Su posición en el centro urbano es, sin duda, decisiva a la hora de su uso por parte, no sólo de residentes, sino también de aquellos que trabajan en las inmediaciones y que acuden para descansar en su tiempo libre, y de foráneos que la recorren y la disfrutan, al ser un lugar de obligada visita en el circuito del centro urbano. Esta cualidad es un elemento que establece una clara diferencia con los otros dos espacios en estudio, pues la visita turística es inexistente en ellos. Además, en este caso, la existencia de una cafetería-restaurante, es un elemento a tener en cuenta, pues constituye un poderoso factor de atracción que dinamiza a la plaza y propicia también la captación de personas que pueden llevar a cabo otras actividades diferentes. Los rasgos descritos favorecen también que la mayor proporción de usuarios tienda a concentrarse durante la mañana, es decir, en las horas de mayor actividad del centro urbano. A media tarde del domingo el cierre del local destinado a cafetería-restaurante y la inactividad laboral del centro urbano, incide en una reducción importante en la frecuentación de la plaza.

En el Parque Don Quijote, localizado en el área del ensanche urbano de los años ochenta del pasado siglo, sucede a la inversa. Domina ligeramente el uso en los festivos, lo que sugiere su empleo fuera del horario laboral y escolar, lo que parece que se confirma con la concentración de los usuarios en el horario de tarde. En cambio, la Plaza del barrio de la Salud, muestra un mayor equilibrio en la afluencia entre los días laborales y los festivos, y una preferencia evidente por las mañanas. El tipo de usuarios preponderante (varones jubilados) explica ésta y otras características de este punto de reunión  De la comparación del volumen de usuarios de estos dos últimos espacios, se desprende una primera e importante diferencia. La plaza, de pequeña extensión, está, de forma habitual, muy ocupada, aunque, como veremos, con un claro sesgo masculino y de elevada edad. Lo contrario se puede afirmar del parque, que dadas su extensión y dotaciones sería apropiado para proporcionar esparcimiento a un número mayor de personas, de las que parecen usarlo. No obstante, tiende a contar con una importante ocupación los domingos por la tarde, lo que tiene que ver, como se pondrá de manifiesto más adelante, con usuarios de “fin de semana” que no acuden o lo usan escasamente el resto de los días.

Género y edad: ¿dos atributos de discriminación?

Entre los entornos o ámbitos urbanos donde se pueden establecer procesos discriminatorios en su uso, se encuentran los espacios públicos. En tales espacios se ha llegado a comprobar la existencia de discriminación por razón de género, pero también la que se despliega sobre los que tienen diferente raza, etnia, orientación sexual…, incluso, otros rasgos como la edad, pueden ser objeto de este trato diferencial, ya que los muy viejos o los muy jóvenes, son sujetos vulnerables, en particular, ante las conductas delictivas. En esta cuestión de la discriminación, o incluso de la autodiscriminación, entra en juego la percepción de inseguridad que puede estar muy relacionada con el diseño de los espacios públicos (iluminación, vegetación, accesos…etc.), pero también, como han señalado muchos, puede constituir un efecto del escaso número y diversidad de usuarios.

El análisis llevado a cabo con respecto al género y la edad permite reconocer (figura 1) la existencia de diferencias sensibles entre los que acuden a los tres lugares de estudio. Todos los espacios analizados evidencian, aunque con desigual intensidad, una naturaleza sexuada al registrar, en el conjunto de las observaciones realizadas, una presencia de mujeres inferior a la de los varones. Este rasgo es extremo, en el caso de la plaza de José Carlos Schwartz del barrio de la Salud, pues su masculinización es tal, que bordea la exclusión femenina. Menos diferencias entre ambos sexos presentan las personas que hacen uso del Parque Don Quijote, aunque casi 7 de cada 10 son varones. Por último, es la céntrica plaza del Príncipe la que ofrece una situación de equilibrio sobre este particular, lo que apunta al hecho de que su gran diversidad de usuarios, la convierte en un entorno seguro que propicia que la proporción de mujeres sea en ella elevada.

 

 

Figura 1. Usuarios por sexo y grupos de edad.  
Fuente: elaboración propia.

 

Las diferencias observadas en los otros espacios a favor de los varones atienden a factores distintos. En el caso de la plaza de J.C. Schwartz, su abrumadora masculinización responde, sobre todo, a su diseño. Su emplazamiento en pendiente obliga a salvar el desnivel, entre el tramo superior e inferior de la plaza, mediante escalones, que en ausencia de rampas y de pasamanos, imposibilitan el tránsito a personas con movilidad mermada (mayores) y dificulta la presencia de niños de corta edad. Aunque, en el último año, se ha mejorado la entrada al recinto —rebaje de los bordes de las aceras a ambos lados de los pasos de peatones situados en las calles que la rodean—, no se ha ejecutado, en cambio, ninguna mejora interna que suavice el efecto barrera que introduce su escalonamiento interior. A este rasgo, se suma la inexistencia de dotación para el entretenimiento infantil, lo que explica la presencia residual de los niños. Carece, también, de mobiliario para la estancia pues, a excepción de un banco permanentemente ocupado por varones de elevada edad, los asientos son inapropiados para un empleo prolongado porque consisten en “muretes” de cemento, sin respaldo, que bordean las jardineras, lo que contribuye a reforzar la práctica ausencia de usuarios diversificados y distintos a los que se sitúan en las mesas de juego bajo la protección de la pérgola. La pérgola y las siete mesas con sus respectivas sillas, son la principal dotación de la plaza. La vida de este pequeño espacio público durante las mañanas, las tardes y primeras horas nocturnas, se organiza en torno al sector de juego que protagonizan los varones de edad, lo que deriva en las acusadas diferencias de género que se han puesto de relieve y también justifica el uso marginal por parte de otros grupos diferentes al indicado.

En el parque Don Quijote, la mayoría masculina se mantiene tanto por las mañanas como por las tardes; a pesar de la existencia de un área para el juego infantil. La limitada proporción de mujeres puede deberse a la percepción de aislamiento y, es posible que también de inseguridad, que genera su perímetro ajardinado con respecto a las calles circundantes. No obstante, se feminiza algo más por las tardes, al finalizar la jornada escolar de los centros educativos cercanos al parque, de tal forma que la recreación parece estar, en especial en el caso de las mujeres más jóvenes, pero también en el de las abuelas, vinculada con su papel de cuidadoras.

Si a las diferencias de género sumamos las correspondientes a la edad  (figura 1 y cuadro 2), se advierte cómo el absoluto dominio de los mayores de 65 años en la plaza del barrio de la Salud, se diversifica en los otros dos espacios. En el parque Don Quijote es el grupo adulto (entre 30 y 64 años) el más destacado seguido en importancia por los jóvenes (entre 15 y 29 años), también mayoritariamente varones, que disponen de un área de esparcimiento, a la vez que son poco importantes (1 de cada 10) los de elevada edad. La plaza del Príncipe, vuelve a destacar por la distribución más igualitaria de los diferentes tramos de edad, donde lo más relevante es que la afluencia de los mayores es superior por las mañanas que por las tardes, llegando a ser en esa franja horaria el grupo dominante. Las condiciones de mayor insolación e iluminación matutinas, al menos en el mes de enero en el que se efectuaron las observaciones, son condiciones de carácter ambiental que pueden condicionar la reducción de su número durante las tardes, a lo que habría que sumar un dato cualitativo de sumo interés y es que muchos de los que visitan y pasean por la plaza durante las mañanas, son “turistas” que, procedentes o no del extranjero, tienen en común el haber superado, en su mayoría, la edad de jubilación.

 

Cuadro 3.
Porcentaje de usuarios según tramos de edad en los diferentes turnos de observación

Turno de observación

Plaza José Carlos Schwartz

Parque Don Quijote

Plaza del Príncipe

Niños

Jóvenes

Adultos

Ancianos

T

Niños

Jóvenes

Adultos

Ancianos

T

Niños

Jóvenes

Adultos

Ancianos

T

Mañana laboral

0

0

0

28

28

2

0

9

4

15

3

9

7

23

41

Mañana festivo

1

1

5

29

36

6

2

11

3

22

7

8

10

3

28

Tarde laboral

0

1

1

19

20

5

14

11

1

31

5

5

6

2

19

Tarde festivo

0

0

1

15

16

9

7

15

3

32

2

5

5

0

13

Total

1

1

6

91

100

22

23

46

10

100

17

28

27

28

100

Fuente: elaboración propia.

 

Las diferencias observadas en la edad de los usuarios no sólo responden a las condiciones ambientales o de diseño del espacio público, también interviene en ello el alcance de su ámbito de influencia y, por supuesto, los rasgos que ofrecen los habitantes de las áreas residenciales que se encuentran en sus proximidades. Un lugar de más reciente urbanización y densificación en términos comparativos, como ocurre en parte del sector de La Salle-Tome Cano, dispone de un número superior de hogares en los que sus ocupantes están aún en un ciclo vital intermedio (parejas con hijos jóvenes o pequeños) lo que justificaría la mayor presencia de adultos, jóvenes y niños y la baja afluencia de ancianos que registra el parque Don Quijote. La situación opuesta es la de la pequeña plaza de la Salud que se inscribe en un entorno vecinal, alejado de la zona centro, con un elevado grado de envejecimiento. En cambio, la posición de la plaza del Príncipe en un enclave céntrico, propicia una diversificación de las edades de los residentes y de sus usuarios pues las características que éstos ofrecen se hacen eco, en cierto modo, del proceso de renovación morfológica y social que ha conocido gran parte del núcleo histórico. Aquí, además, el ámbito de influencia es no sólo vecinal o municipal, como se ha puesto de manifiesto, sino que se amplía de manera considerable el número y se diversifica la procedencia de aquellos que acuden y la disfrutan al formar parte de la oferta turística y de ocio del conjunto de la ciudad. 

En suma, las principales diferencias observadas en los usuarios según el género y edad en los espacios estudiados, están muy vinculadas con la escala del vecindario que atienden. La plaza de barrio, es un espacio vecinal por excelencia, donde los residentes, con predominio de las personas de mayor edad, encuentran en un entorno cercano a sus viviendas un lugar en el que pueden permanecer durante sus tiempos de ocio. Sin embargo, el caso concreto de la plaza José Carlos Schwartz, en la Salud, no cumple esa función de espacio público a escala de barrio por su uso casi exclusivo por varones de elevada edad y la escasa presencia de los otros colectivos. Sólo a la caída de la tarde, cuando los mayores abandonan definitivamente la plaza, acuden a ella pequeños grupos de jóvenes o alguna pareja de esas mismas edades. El envejecimiento de la población del barrio de la Salud es un factor, sin duda, a considerar, pero desde luego no es el factor que explica la asimetría de género ni la reducida presencia de otros grupos diferentes, como se ha intentando demostrar.

El parque Don Quijote parece, en cambio, cumplir mejor la función relacional, al registrar  una diversidad mayor de usuarios (jóvenes y niños) y una mayor presencia femenina. A ello contribuye un entorno residencial diverso, con familias en las fases intermedias de su ciclo vital, con presencia todavía en sus hogares de jóvenes y niños. Aún así los adultos y jóvenes del sexo masculino son mayoría, y la presencia de mujeres se vincula de forma importante al juego infantil al término de la jornada escolar. Aquí, no es la estructura de los residentes, más equilibrada en relación a la edad y al sexo, lo que condiciona la afluencia y estancia en el parque; tampoco, lo es, a priori, su diseño y dotaciones. Otros factores vinculados a una posible percepción de inseguridad sí parecen estar incidiendo en su débil uso por parte, en particular, de las mujeres, cuando éstas no ejercen un papel de madres o abuelas.

Por último, la plaza del Príncipe, cuya área de atracción abarca una escala que desborda el marco vecinal y urbano, ofrece una afluencia más equilibrada de los distintos grupos, tanto de edad como de género, pues su centralidad permite la afluencia de grupos familiares y de más modalidades de usuarios que encuentran en este espacio la  posibilidad de desarrollar formas de apropiación diferentes, como se mostrará a continuación.

Las modalidades de apropiación

El análisis de las formas de apropiación, o lo que es igual de las actividades desarrolladas por los usuarios de los espacios públicos, tiene por finalidad dar cuenta del carácter o no multifuncional de los mismos, y de las posibles limitaciones que, por razones diversas,  pueden presentar sobre este particular.

En la figura 2, se muestra una síntesis de las formas habituales de apropiación (descansar-conversar; jugar; hacer deporte; pasear y otros) que resultan del conjunto de observaciones efectuadas en los tres espacios públicos. Las cinco modalidades contempladas sólo aparecen en la plaza del Príncipe, donde el paseo es la modalidad que realiza la mitad de los que fueron registrados en los diversos turnos de observación. El pasillo con losetas que de forma perimetral bordea la zona central del templete, propicia ese pequeño recorrido que realizan tantos los visitantes como los residentes, deteniéndose en los grupos escultóricos, en la fuente, o en los extremos más elevados de la plaza.  El descanso (30%) que incluye la conversación cuando hablamos de 2 o más personas, y hasta el juego esporádico con los hijos o nietos le sigue en importancia. La presencia de niños justifica la modalidad de juego, mientras que la categoría de hacer deporte, en principio no previsible en un espacio con las características de esta plaza, responde a que un centro escolar sin infraestructura deportiva la utilice para desarrollar con los alumnos esa práctica. Por último, la categoría de otros, aunque minoritaria, tiene interés porque demuestra la compatibilidad de usos que, en principio, parecerían excluyentes. Nos referimos a la presencia de una indigente que se ha instalado, desde hace tiempo, en uno de los bancos de la plaza y que en días de lluvia traslada sus enseres (colchón, mantas y bolsas) al interior del templete. Su presencia no interfiere con el resto de las prácticas que en la plaza se realizan, sólo cuando ésta se ocupa por algún acontecimiento festivo o se instalan mercadillos “solidarios” o similares, es cuando, suponemos, se la “invita” a abandonar sus rincones habituales de estancia. En las tardes del  domingo el ritmo habitual de la plaza experimenta un cambio que se deja sentir, no sólo en su menor frecuentación, sino también en el tipo de usuarios. Es el momento más propicio para las parejas más jóvenes que cuentan con un clima de cierta intimidad favorecido por el cierre del bar-restaurante y la ausencia del ajetreo que introducen las actividades habituales de comercio y otros servicios que se desarrollan en las inmediaciones durante los días laborales.

 

Figura 2. Porcentajes de las formas más extendidas de apropiación.
Fuente: elaboración propia.

 

Las modalidades observadas en el parque Don Quijote, se reducen a cuatro. El juego es la actividad mayoritaria y aquí se incluyen, por un lado, desde los niños que recorren con patines o bicicletas el parque hasta los que ocupan el área infantil con la que está dotado y donde es frecuente que los adultos participen o acompañen en su juego a los más pequeños, en particular madres y abuelas, aunque también lo hacen los padres. Por otro, en la zona con aros de baloncesto es habitual la presencia de adolescentes —casi exclusivamente varones— y esporádicamente jóvenes adultos, que usan este espacio para el juego más que para la práctica deportiva propiamente dicha. El descanso ocupa, de nuevo, la segunda posición y el paseo, muchas veces con el perro, es algo menor quizá porque se prefiera realizar esta actividad en los bordes, dada la ocupación central por niños que, en cierto modo, dificultan con sus juegos, la posibilidad de realizar esta acción, en particular a las personas de más edad. Por último, el capítulo de otros, merece también atención, dado que dos tipos de usos se han revelado de interés. El primero es la aparición de un número variable de indigentes (3 ó 4 varones de elevada y media edad), que ocupan ciertos bancos durante las mañanas y las tardes de los días laborales, no así en las horas nocturnas. A este colectivo se suma, la presencia de un grupo relativamente amplio de latinoamericanos (mujeres y varones), que se reúnen para comer y charlar en el pequeño bar que se encuentra a mitad de camino entre el área de juego y la zona de los aros. Su presencia coincide con el horario de apertura de este recinto que abre los viernes por la tarde y que funciona durante toda la jornada del sábado y del domingo. No se ha podido investigar la residencia de este grupo integrado por parejas y en algunos casos por familias, dada la presencia junto a los adultos de niños de corta edad, pero es el colectivo más numeroso durante el fin de semana y el que, en cierto modo, dota de una cierta vida o dinamismo al parque en tales días. A diferencia del registro efectuado en la plaza del Príncipe, en el caso del parque Don Quijote, la cafetería es el punto de reunión de las familias latinoamericanas y mientras los adultos comen o charlan, los más pequeños juegan en sus proximidades y algunas parejas jóvenes, sin niños o con ellos, ocupan varios de los bancos que se distribuyen en los laterales del recinto. Es decir, ese pequeño local actúa como lugar de reunión principal, pero el resto de los rincones del parque, desde el área de juego infantil hasta la que contiene los aros de baloncesto, son también frecuentados por parte de este colectivo.

Por último, los usos en la plaza del barrio de la Salud, son tres, aunque en realidad se reducen a dos. Descanso y juego, en similar proporción, ocupan a las tres cuartas partes de los que se adueñan de ella. Aquí el único juego posible, dada la casi exclusiva presencia de varones de elevada edad, es el que éstos practican. En las mesas, en grupos de cuatro, entablan partidas de cartas y dominó. La modalidad de “otros” es aquí la de los que contemplan el juego y se desplazan de unas mesas a otras mirando la evolución de las partidas. El descanso combinado con la conversación domina en las inmediaciones del sector de juego, a veces, en el propio murete del jardín y, con suerte, en el único banco de la plaza que puede dar asiento, simultáneamente, hasta a 6 ó 7 varones.

El análisis de las formas de uso atendiendo a su importancia relativa por las mañanas y por las tardes (cuadro 3), revela que en aquellos espacios donde existe diversidad de usuarios atendiendo al sexo y a la edad, esto es, en el parque Don Quijote y sobre todo en la plaza del Príncipe, las actividades de descanso y las lúdicas tienen mayor relevancia en las tardes de los días laborales, lo que se vincula con la finalización de la jornada escolar y de trabajo para algunas de las parejas o padres y madres que acuden con los niños a tales espacios. En la plaza del barrio de la Salud, la relación se invierte, porque el juego de mesa de los mayores parece aglutinar por las mañanas a un mayor número de personas, en cambio por las tardes, el descanso, la conversación y el contemplar a los que desarrollan las partidas de cartas o dominó son las modalidades más extendidas de apropiación.

 

Cuadro 4.
Porcentajes de las formas más extendidas de apropiación en mañanas y tardes
   

Descanso

Juego

Deporte

Paseo

Otros

Total

Plaza J.C.Schwartz

Mañanas

30

41

0

0

29

100

Tardes

43

22

0

0

35

100

Parque D.Quijote

Mañanas

24

44

0

16

16

100

Tardes

32

50

0

9

10

100

Plaza del Príncipe

Mañanas

25

7

9

59

1

100

Tardes

41

25

2

32

1

100

Fuente: elaboración propia.

 

En conjunto, los espacios públicos observados se definen mayoritariamente como ámbitos de reposo, de paseo y de juego (infantil y adulto), aunque con diferencias sensibles que obedecen a las características de aquellos que realizan estas actividades.

En general, en ninguno de ellos, el tránsito o flujo de peatones es un aspecto destacable o especialmente significativo que altere, de algún modo, los rasgos hasta aquí apuntados. Así pues, a diferencia, de otras plazas o parques de la ciudad, los que han sido observados en este trabajo, no destacan precisamente por su carácter de espacios empleados por los ciudadanos para moverse en la trama urbana.

Reflexiones finales: espacios públicos y planificación urbana

La metodología de observación directa aplicada consideramos que aporta información necesaria, a la vez que relevante, sobre la situación real del espacio público. Aún admitiendo que un análisis en profundidad de los espacios públicos bajo examen, y de otros posibles, requeriría periodos de observación más dilatados y la inclusión de registros en bandas horarias distintas a las tenidas en cuenta en este trabajo, consideramos que los resultados hasta aquí obtenidos, mediante el estudio de tres casos de espacios públicos abiertos en la ciudad de Santa Cruz de Tenerife, proporcionan una adecuada idea de los usos y formas de apropiación que aquéllos presentan según el sector urbano en el que se inscriben. Este diagnóstico inicial sirve, en primer lugar, para valorar la idoneidad de cada uno de los espacios analizados como lugares de relación y, en segundo lugar, para responder a dos preguntas clave: ¿qué limitaciones presentan para desempeñar de forma adecuada su función? y ¿cuáles podrían ser las posibles soluciones desde el planeamiento urbano?

Para dar respuesta a tales cuestiones habría que establecer, previamente, las condiciones que estimamos favorecen el funcionamiento de los espacios públicos como lugares social y culturalmente heterogéneos, de libre acceso y con una multiplicidad de actividades. Para ello es preciso que, al menos, reúnan una serie de cualidades formales entre las que cabe destacar las siguientes:

El estudio muestra cómo estas propiedades formales que garantizarían la calidad de los espacios públicos como lugares multifuncionales y plurales, son diferentes en los tres casos considerados, de tal forma que se comprueba la existencia, desde espacios públicos inadecuados para ejercer dicha función, hasta los que muestran una aceptable cualidad en tal sentido. Aunque el presente análisis de casos no es extrapolable a la situación que pueden registrar otros espacios públicos situados en los tres grandes sectores urbanos que se han diferenciado en la ciudad de Santa Cruz, sí que parece, al menos, indicativo de un planeamiento que actúa o atiende de manera desigual a cada uno de esos ámbitos.

Se ha afirmado y con razón, que un espacio público que es deficitario, tanto en términos cuantitativos como cualitativos, es excluyente de la vida ciudadana (Ceballos, 2005: 26). Ambas características, serían aplicables, de acuerdo con la información obtenida, a la plaza de José Carlos Schwartz en el barrio de la Salud. De los cinco atributos arriba indicados, sólo cuenta con una vegetación que responde a los rasgos expresados. De tal modo que: su tamaño reducido; la exigua dotación de mobiliario; los numerosos escalones que, sin pasamanos, salvan los desniveles internos del recinto; un servicio de mantenimiento y limpieza que se sitúan en la escala de mínimos (presencia de basura en suelo, jardineras, bajo los bancos, etc.,  pavimento agrietado, falta de adoquines, y los muretes que sirven de banco parcialmente rotos), parecen suficientes para considerarla inapropiada para otros usos potenciales diferentes al juego en el que participan los varones mayores en las mesas situadas bajo la pérgola. Se trata, por tanto, de un claro ejemplo de un espacio público residual que expresa, en sus aspectos formales, su carácter excluyente.

Dotar a la población del barrio de la Salud de un espacio público en unas condiciones aceptables para tal función, sería posible con un proyecto de enlace entre esta plaza y la zona que ocupa, a escasa distancia, la parroquia y el pequeño parque infantil aledaño a la misma. Una obra en la línea apuntada precisaría la supresión de un área de aparcamientos en superficie y el rediseño de la circulación del entorno de la plaza; así se ampliaría de forma considerable el espacio público disponible y sería posible la incorporación de otros usuarios y apropiaciones. Es una propuesta que, en principio, puede parecer ambiciosa, pero también es verdad que obras de mayor calibre y coste se han ejecutado y siguen realizándose en múltiples sectores del centro urbano. Es evidente, que llevar a cabo un proyecto de esta naturaleza, requeriría previamente conocer la demanda recreativa de los vecinos, para averiguar el grado de convergencia entre aquél y sus  gustos, preferencias y necesidades.

La situación del parque Don Quijote sería, por definición, el caso opuesto al anterior si atendemos a los rasgos indicados, pues dispone de buenos accesos y de un diseño interno que permite su frecuentación a todo tipo de personas; tiene unas dimensiones suficientes y está dotado con áreas diferenciadas para el desarrollo de actividades diversas; cuenta con un mobiliario que permite el descanso y áreas ajardinadas con zonas de sol y sombra que cubren las posibles necesidades en tal sentido. Podría considerarse un “buen espacio público”, pero para que ese calificativo pueda aplicársele, se debería gestionar mejor su limpieza (en general su mantenimiento), y alentar su uso por parte de otros ciudadanos, en particular por las mujeres, más allá de su papel de cuidadoras. En esta ocasión, no es tanto un tema de déficits cuantitativos como cualitativos. Durante la observación se advirtió que la conservación era a todas luces manifiestamente mejorable. Los signos de descuido, el mal olor, la falta de limpieza, aparecían a lo largo y ancho del recinto, desde los jardines, pasando por los bancos, hasta los paseos de hormigón, rampas y escaleras de acceso. Sólo la zona de juego infantil ofrecía unas mejores condiciones en este aspecto. Para generar un ambiente que transmita una mayor seguridad, se observó, in situ, que sería suficiente con limpiar y aclarar aquellas zonas ajardinadas que sirven de linde con las calles próximas pero que cuentan con una vegetación más tupida o densa. Es decir, bastaría con hacer más visible el interior del parque desde las aceras que lo bordean. Tarea que, se ha comprobado, que se ha iniciado en el momento en que se redacta este trabajo. Por tanto, con medidas a veces no complejas ni costosas, se podría conseguir un aumento de la comodidad y de la afluencia de los usuarios cotidianos. Asimismo habría que impulsar el solapamiento de usos y funciones, en este sentido la apertura diaria del bar-cafetería permitiría que el propio uso del espacio público ejerciera una vigilancia natural o control colectivo, mediante la posibilidad de ver y ser visto por otros (Ortiz 2004; García 2008).

Por último, el estudio demuestra que los espacios públicos en los que se ha favorecido el acceso a diversos grupos de personas y se han cuidado y mejorado sus cualidades formales, se convierten en espacios públicos incluyentes. Esto ocurre con la céntrica plaza del Príncipe, donde coexisten usuarios y formas de apropiación heterogéneas. Aunque carece de dotaciones específicas para los niños o el deporte, su diseño hace posible esas actividades (áreas de losetas y de tierra permiten el uso de patines y bicicletas y propicia otras formas de juego), al tiempo que los bancos, los cuidados jardines, una vegetación arbórea destacada y el mimo con el que se lleva su mantenimiento, favorecen la intensidad y diversidad de los usuarios registrados. Este lugar, muestra, pues, una aceptable calidad como espacio público, pues es un recinto atractivo que acoge desde vecinos de todas las edades, hasta turistas e indigentes; el descanso, la charla, el juego, el deporte, el paseo, la comida o la siesta pueden desarrollarse de forma simultánea y sin que por eso pierda su encanto que en gran parte depende, precisamente, de que todo ello sea posible.

En resumen, tomando como base el análisis realizado, e incorporando aportaciones procedentes de otros estudios, se desprenden las siguientes recomendaciones para la planificación y gestión de los espacios públicos:

  1. En la literatura sobre el tema, la participación vecinal en la planificación, diseño y gestión de los espacios públicos constituye, de manera unánime, una premisa, aunque no sea una práctica generalizada. (Project for Public Spaces 2005; García Ramón et al. 2004). 
  2. La perspectiva de la ciudad como un sistema de espacios públicos complementarios implica reorientar la planificación hacia el reconocimiento del valor fundamental de los vacíos; de su inclusión en el sistema no sólo para el ocio o el deporte sino también como espacios para “estar”; y de subordinar el “proyecto” como razón para la intervención, a la de la construcción de “lugares” (García 2008; Lambertini 2008:83; Sancho Royo 2008:116; Project for Public Spaces 2005).
  3. Asimismo el énfasis en la creación de espacios públicos centrales, vinculados a las políticas de revitalización, debe equilibrarse con la mejora y ampliación de los espacios públicos de ámbito local por el papel inclusivo que desempeñan.
  4. La necesidad de que estos últimos cuenten con unas dimensiones mínimas, convierte en ineludible el análisis de su ubicación en el sentido de que se contemplen  no sólo los intersticios del espacio edificable (especialmente en los ámbitos periféricos de clases populares).
  5. El diseño y la gestión tienen un papel clave en la construcción del espacio público como lugar. Desde la perspectiva del diseño es imprescindible considerar la potenciación de la vigilancia natural pues, según ponen de relieve algunos estudios, frente al discurso de la inseguridad los vecinos perciben y por tanto manifiestan una realidad distinta, valorando su influencia positiva y expresando un sentido afectivo hacia sus lugares públicos (Segovia y Jordán 2005:23; García Ramón et al. 2004).
  6. Desde esta misma perspectiva y tomando en cuenta la función ambiental de la vegetación arbórea como “burbuja térmica”, por su papel reductor sobre los efectos de la contaminación atmosférica (Sancho Royo 2008) y por su dimensión estética, se cuestiona la práctica generalizada de la creación de  plazas vinculadas a la existencia de aparcamientos subterráneos, donde esa finalidad condiciona de forma negativa el diseño en superficie para el uso ciudadano.  
  7. El papel inclusivo que deben desempeñar los mencionados espacios públicos de ámbito local, especialmente en las periferias empobrecidas, requiere una mayor atención y una mejor gestión municipal. Aspectos básicos como su limpieza, mejoras en la línea de las sugeridas para los espacios analizados o la importancia de contar con iluminación adecuada para su uso nocturno que incentive la presencia de mujeres o minorías son muestras de intervenciones no onerosas y posibles.
  8. Por último, la actuación en tales espacios debe incluir, además de las dotaciones de mobiliario y equipamiento, acciones orientadas a propiciar las dimensiones afectivas, identitarias y simbólicas, entendidas como una identificación, no exclusiva ni excluyente, del espacio público como lugar, donde, por tanto, es posible la diversidad de usuarios y la multifuncionalidad.

 

Notas

[1] Con la colaboración de Alejandro Armas Díaz, doctorando de Geografía de la Universidad de La Laguna, en la elaboración del Sistema de Información Geográfica y en su explotación cartográfica.

[2] Trabajos previos de carácter exploratorio se realizaron para estos espacios en la asignatura “Trabajos dirigidos de Geografía Humana” de la licenciatura de Geografía de la ULL. Los resultados obtenidos en tales análisis con relación a las características aquí investigadas, se corroboran con el trabajo de campo efectuado por las autoras. La plaza de José Carlos Schwartz, en la Salud, fue estudiada en abril de 2008 por Tania Rivero y Héctor de los Ríos. En 2009, en los meses de marzo y abril, Rosmén Tarife, Víctor Bello y Gladis B. Pláceres hicieron las observaciones en el parque Don Quijote y Antonio Acuyo, Idaira Travieso y Víctor Valerio las correspondientes a la plaza del Príncipe.

 

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Ficha bibliográfica:

DÍAZ RODRÍGUEZ, Mª del Carmen y Luz Marina GARCÍA HERRERA. Espacios públicos en santa cruz de Tenerife (Canarias): Usos y planeamiento. Scripta Nova. Revista Electrónica de Geografía y Ciencias Sociales. [En línea]. Barcelona: Universidad de Barcelona, 1 de agosto de 2010, vol. XIV, nº 331 (88). <http://www.ub.es/geocrit/sn/sn-331/sn-331-88.htm>. [ISSN: 1138-9788].

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