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GRAN CIUDAD Y TURISMO EN LA TRANSICIÓN POSTINDUSTRIAL: NUEVOS Y VIEJOS PROCESOS, NUEVAS Y VIEJAS TEORÍAS. EL EJEMPLO DEL ÁREA METROPOLITANA DE MADRID
Diego A. Barrado Timón
Departamento de Geografía – Universidad Autónoma de Madrid
diego.barrado@uam.es
Gran ciudad y turismo en la transición postindustrial: nuevos y viejos procesos, nuevas y viejas teorías. El ejemplo del área metropolitana de Madrid (Resumen)
El turismo urbano, y especialmente el turismo de grandes ciudades y áreas metropolitanas ha devenido un importante campo de teorización. De hecho, parece haberse convertido en un factor crucial para explicar algunos de los más importantes procesos socioespaciales en las grandes ciudades de la transición post-industrial, y mucho más allá, en una estrategia esencial de las políticas urbanas. En este contexto la investigación se dirige a analizar la relación entre turismo y procesos urbanos, y cómo las teorías más tradicionales están siendo progresivamente reemplazadas por otras nuevas. Esta perspectiva teórica será aplicada al ejemplo de Madrid, usando diferentes escalas de análisis, desde la metropolitana hasta las más pequeñas, al nivel de distrito o de cluster.
Palabras clave: turismo, ciudad, área metropolitana, ciudad post-industrial, Madrid.Big city and tourism in the post-industrial transition: new and old processes, new and old theories. The case study of metropolitan area of Madrid (Abstract)
Urban tourism, and especially tourism in big cities, has recently been an important theorization field. In fact, tourism has became a crucial factor to explain many of the sociospatial processes in cities at the post-industrial transition, and furthermore, in a strategic activity for the urban policies. In this context, the research has focused on explaining the current relation between tourism and urban processes, and how the traditional theories about urban tourism are being progressively replaced. This theoretic perspective will be applied to the example of Madrid, using different scales of analysis, from metropolitan to the smallest one (district, cluster).
Key words: tourism, city, metropolitan area, post-industrial city, Madrid.Salvo en las ciudades monumentales, el turismo nunca había sido parte importante ni de los análisis ni de las políticas urbanas[1]. Sin embargo, recientemente se ha producido una revalorización analítica y una eclosión de las teorías sobre el turismo urbano, y de manera singular sobre el turismo en las grandes ciudades. El resultado es que, en el momento actual, tanto la actividad en sí misma como el sector económico que la soporta se han convertido en factor básico para explicar muchos de los procesos socioespaciales de las metrópolis, incluyéndose también de manera habitual entre las estrategias políticas y de planificación urbana.
Las razones que explican esta importante presencia del turismo en el discurso urbano, tanto analítico como aplicado, son diversas. Podrían citarse algunos de los efectos ligados a la transición socioeconómica de las ciudades occidentales, la crisis urbana y el paso de una economía esencialmente industrial a otra terciaria; y que tras el discurso de la decadencia urbana trajo otro nuevo sobre la renovación apoyado en la recuperación de centros históricos, la cultura o los nuevos estilos de vida. Y directamente unido a lo anterior, los procesos de globalización que convirtieron a algunas ciudades en los principales nodos de los circuitos internacionales, reforzando su papel como lugares de creación pero también de intercambio, ya sea de personas, capital, ideas o cultura.
De acuerdo con R. Lloyd y T. Nichols este nuevo modelo urbano brevemente descrito, que M. Castells calificó de “ciudad informacional”, lleva implícita la “ciudad del ocio” y su funcionamiento como “una máquina de entretenimiento” (Lloyd y Nichols, 2000). Un modelo urbano en el que la producción como referente fundamental ha sido sustituido por el consumo de bienes elevados, de estilos de vida y también de espacio, pero de un espacio en el que el valor simbólico es al menos tan importante como el valor de uso. En consecuencia, la calidad del territorio y de la experiencia urbana, las oportunidades recreativas y culturales, el ambiente, la creatividad y la innovación, el poder y la capacidad de influencia o la creación de imágenes positivas se han convertido en elementos esenciales para el éxito competitivo en el mercado global de ciudades, con lo que los aspectos ligados al turismo, el ocio y la cultura se engarzan a los procesos urbanos más generales en un continuo de complejas causaciones circulares.
Los gestores[2] de las que han sido calificadas como ciudades emprendedoras (entrepreneurial cities) respondieron a estos nuevos retos poniendo en marcha estrategias más propias de las empresas que de las tradicionales políticas urbanas, en la búsqueda de nuevas ventajas competitivas que sustituyesen a las tradicionales y que ponían el énfasis en las conexiones entre la ciudad y el espacio económico global (González, 2003). De acuerdo con D. Harvey cuatro fueron las opciones básicas que se les presentaron a las grandes ciudades emprendedoras para adecuarse a la nueva situación: la creación y el aprovechamiento de ventajas competitivas en la nueva división internacional del trabajo; la adquisición y control de funciones clave en las altas finanzas, el gobierno, la creación y difusión de información, etc.; la captación de actividades de alto nivel (tecnología, innovación, etc.) redistribuidas por la administración y; la mejora de su posición competitiva no en la distribución espacial de la producción sino en la distribución espacial del consumo, lo que en parte supone hacer afluir capital mediante el turismo (Harvey, 2001, p. 354-7)[3].
Para tener éxito siguiendo la última de las estrategias citadas por D. Harvey la ciudad habría de presentarse como innovadora y excitante, como un lugar atractivo para vivir, visitar y consumir. Y como señalan D. Judd y S. Fanstein (1999) todas las ciudades, o al menos las más importantes, se vieron forzadas a adaptarse a esas nuevas narrativas construyendo símbolos, paisajes y espacios en consonancia con aquéllas, lo que ha supuesto una intensa competencia urbana por producir físicamente esas imágenes mediante la innovación cultural (espectáculos, festivales) y la edificación de equipamientos, infraestructuras y ambientes urbanos (marinas, estadios, centros comerciales y de ocio, museos, etc.) que suelen centrarse en estilos y formas típicamente postmodernas (Harvey, 2001). El efecto Guggenheim en Bilbao; y sobre todo el denominado “modelo Barcelona” que alcanza su culminación con los Juegos Olímpicos de 1992 y que se proyecta en el tiempo con otras intervenciones más recientes (Forum Universal de las Culturas de 2004), con sus diferentes valoraciones de conjunto o expresamente al papel del turismo en el proceso (Capel, 2007), e incluso sus enmiendas a la totalidad al ser calificada de “ciudad mentirosa” (Delgado, 2007), se encuentran sin duda entre los mejores ejemplos.
Se han analizado numerosos casos exitosos, y evidencias de que el aumento del consumo turístico-recreativo ha favorecido la mejora de otras actividades. Pero también se ha apuntado que la fuerte competencia en el turismo y la cultura global, junto con las importantes inversiones necesarias para “poner una ciudad en el mapa”, requiere de un constante flujo económico por parte del sector público que corre con unos riesgos que no asume el privado, lo que acaba dando lugar a una subvención más o menos encubierta al capital que posteriormente sólo es aprovechada por una parte de la sociedad, como demuestra D. Harvey al analizar el ejemplo de Baltimore (Harvey, 2003).
También los intentos de construcción de un espacio físico que se asemeje al vendido por el city marketing y buscado por los turistas han producido resultados contrapuestos según quién los interprete. Así, se critica la conversión de áreas enteras de la ciudad en un mero producto mejor o peor escenificado para que responda adecuadamente a los estereotipos; una tematización que acaba en banalización y en pérdida de identidad[4], lo que reduciría la ciudad a un conjunto de fragmentos y desarrollos aislados típicos del urbanismo postmoderno, un puzzle sin jerarquías cuya mejor ejemplificación sería un mapa turístico (Delgado, 2005; Judd y Fanstein, 1999) que simplifica la ciudad en un archipiélago de enclaves “que merece visitar”, aislados en medio de un mar de anonimato. Otros, por el contrario, valoran la participación positiva del turismo, el ocio y la cultura en lo que ha sido calificado de “smart growth”, el sustituto de la fordista ideología del crecimiento “a toda costa” (Lloyd y Nichols, 2000).
Un autor como Martin Selby (2004, p. 187) ha afirmado que, en este contexto, el discurso sobre el turismo urbano ha sido secuestrado en gran medida por el discurso sobre la regeneración urbana y la ciudad postindustrial y postmoderna. Discurso urbano turístico en el que ahora abundan conceptos como los de globalización, terciarización, regeneración, indiferenciación, fractura urbana, enclave o burbuja, simulación, tematización o consumos simbólicos; que van progresivamente sustituyendo a terminologías y problemas más tradicionales como el análisis desde el lado de la oferta (los recursos y atractivos, la cultura local, el monumento y las infraestructuras) o la demanda (flujos, procedencias, percepción del espacio, etc.).
Método e hipótesis
De acuerdo con el contexto científico arriba referido, la primera de las preocupaciones de esta investigación va a ser plantearse qué teorías y qué conceptos son válidos, y a qué nivel de análisis explican el turismo urbano en una gran ciudad como Madrid. Y en segundo lugar, también centrado en el caso madrileño pero con vocación de generalidad, analizar cómo se relacionan los procesos turísticos con los urbanos (uso del espacio, planificación, gestión, promoción, etc.), tanto desde el punto de vista socioeconómico como desde el territorial.
Para el estudio del turismo urbano el geógrafo D. Pearce (2001) propone una aproximación de doble entrada, diseñando una matriz en la que el eje de coordenadas esté compuesto por las escalas territoriales (ciudad, distrito, área) y el de accisas por los diferentes temas a tratar (demanda, oferta, desarrollo, organización, etc.). Parece oportuno dedicar algo más de atención a esta metodología, en la medida en que será la perspectiva a adoptar en este trabajo.
La percepción más evidente es que una aproximación escalar permite cambiar la profundidad y el detalle con el que percibir y analizar determinados fenómenos. Pero de manera mucho más importante, el cambio de escala supone que cambien también los temas, los problemas, los procesos y las relaciones entre ellos; y que se modifiquen igualmente las estrategias de gestión y/o planificación y las teorías o conceptos que nos permiten enfrentarnos científicamente a esos aspectos. Por lo tanto, el cambio de escala es una forma de entender la realidad en toda su complejidad, en la medida en que permite situar un fenómeno en contextos diferentes y favorece la percepción de un amplio abanico de relaciones (Gutiérrez, 2001).
En este trabajo se va a tratar la escala desde una doble perspectiva, entendida a la vez como tamaño y como nivel. En consecuencia, se trabaja a diferentes escalas para poder percibir y profundizar en los distintos problemas. Pero además se tiene en cuenta que estas escalas son entidades reales (Gutiérrez, 2001) más o menos discretas que interaccionan entre sí, y también con otras de mayor magnitud que aquí no se tratarán específicamente, caso por ejemplo de la relación local-global fundamental para entender determinados procesos tanto urbanos como turísticos.
También es cierto que abordar esta perspectiva escalar implica dificultades, pudiendo llevar a resultados aparentemente contradictorios que en ocasiones parecen permitir afirmar una cosa y su contraria (Gutiérrez, 2001). Pero esto, más que ser visto como un problema parece la actitud científica más adecuada desde la Geografía, en la medida en que permite percibir los procesos espaciales en su totalidad y calibrar la capacidad explicativa de las diferentes teorías. Como señala D. Harvey (2003) no todo está contenido en una sola escala (como la actual preferencia analítica por lo global parece apuntar), por lo que los análisis monoescalares se vuelven simplificadores.
Es posible avanzar que, como se verá en las páginas siguientes, ésta parece ser la realidad del turismo en una gran ciudad, en donde los temas y procesos aparecen y desaparecen en función de la escala, y en donde las teorías que brevemente se apuntaron en el primer punto ganan o pierden potencia explicativa según el nivel al que se apliquen.
Quizá convenga exponer desde ya las hipótesis que se manejan en relación con las cuestiones anteriores. En cuanto a la primera, y como se acaba de decir, el planteamiento de partida es que la capacidad explicativa de las teorías más modernas arriba esbozadas no es total, y se han de combinar con otras más tradicionales en función de la escala a que se analice el fenómeno, desde la metropolitana a la local o micro. En cuanto a la segunda cuestión, se maneja la hipótesis de que el principal factor de atracción de una gran ciudad es su dinamismo y su capacidad de innovación pasada, presente e incluso futura; y que esa atracción influye y es influida por el resto de los procesos urbanos y por la evolución territorial de la ciudad.
Madrid: ¿un turismo metropolitano postindustrial?
No se va a realizar un análisis exhaustivo del turismo madrileño, aspecto en el que se puede profundizar con algunas de las obras recogidas en la bibliografía. Tan sólo se va a incidir en aquello que le caracterizaría de un modo más claro como un modelo que pudiese calificarse de metropolitano, entendiendo por tal aquél cuyas motivaciones, intereses y efectos inciden y apuntan hacia las dinámicas propias de las aglomeraciones más avanzadas en las sociedades capitalistas occidentales, tanto desde el punto de vista socioeconómico como desde el geográfico. Esto es, aquellos modelos en los cuales se combinan e interaccionan las motivaciones turísticas más clásicas (visitas a monumentos y museos, ocio, etc.) con las derivadas de los procesos de globalización y de las lógicas económicas postindustriales (aumento de los flujos de capital, bienes, servicios y personas, terciarización, innovación y comunicación, etc.), las nuevas pautas de localización (calidad ambiental y de vida, accesibilidad y contactabilidad) y las actuales tendencias de consumo culturales y de ocio (tematización, espectáculos, industria cultural, viajes low cost, etc.). A esto habría que añadirle la inserción del turismo en procesos novedosos de fuerte contenido geográfico en las grandes áreas metropolitanas, como la concentración y difusión de actividad económica y científica avanzada, la aparición de nuevas centralidades o la creación de espacios e infraestructuras específicamente creados para la cultura, el ocio y el consumo.
La Comunidad de Madrid es la sexta región turística del país, con una cuota de mercado en 2006 del 6,7 por ciento tanto del turismo nacional como del internacional[5]. Dado el carácter metropolitano de la misma, la práctica totalidad de los visitantes extranjeros y un alto porcentaje de los nacionales se concentran en la ciudad de Madrid, con algunas extensiones a su área metropolitana. El resultado es que el municipio central tuvo durante el año 2006 seis millones setecientos mil turistas[6] repartidos entre un 54,9 por ciento de nacionales y un 45,1 por ciento de extranjeros, y más de trece millones de pernoctaciones repartidas al 50,4 por ciento y 49,6 por ciento respectivamente. Esto la sitúa desde hace tiempo en la cuarta posición del ranking turístico europeo, tan sólo por detrás de dos de las mayores metrópolis del continente (Londres y París) y de la principal ciudad monumental (Roma), aunque en pernoctaciones sea también superada por Dublín y Edimburgo. Como contrapartida negativa al volumen y crecimiento en los últimos años de las visitas y pernoctaciones señalar (como puede concluirse fácilmente de la relación entre ambas) una baja estancia media[7], derivada de las características de la demanda y del aumento de los short breaks urbanos con la generalización de las compañías de bajo coste.
Posiblemente uno de los aspectos que mejor defina el modelo turístico más avanzado en las grandes ciudades sea la mezcla de motivaciones, al mantenerse las clásicas y aparecer otras ligadas a los nuevos procesos culturales, sociales y económicos. Sin duda ésta es la tendencia en las grandes ciudades continentales, caso de Londres o París, que a pesar de su importante patrimonio cultural y monumental son claramente multifuncionales desde el punto de vista turístico. También es la tendencia percibida en Madrid, en donde el turismo cultural y de ocio convive con un dinámico segmento de negocios que alcanzó el 12,3 por ciento de los viajes nacionales y el 28,6 por ciento en los internacionales, frente a un 4,3 por ciento y un 6,3 por ciento respectivamente en el conjunto del país. Este gran peso que tiene el turismo de negocios se apoya sobre todo en la terciarización de la economía madrileña, en gran medida provocado por un efecto capitalidad (Cuadrado, 2003) que favorece la ubicación de grandes sedes y el desarrollo de entidades financieras y de servicios especializados, provocando una gran atracción de visitantes en una relación de ida y vuelta. Es decir, la terciarización, al menos la más avanzada, potencia en el modelo postfordista el desarrollo turístico al requerir una alta contactabilidad, y a su vez el turismo refuerza la terciarización como actividad de servicios que es.
En todo caso, y como puede colegirse de las cifras recogidas en el párrafo anterior, el turismo cultural y de ocio sigue siendo el más importante en Madrid. Pero como se señala en el informe sobre ciudad y turismo cultural en Europa (ETC, 2005), las grandes metrópolis del continente (entre las cuales cita expresamente a Madrid) han ido añadiendo complejidad a este segmento, y a la tradicional atracción de la herencia recibida (heritage) le han añadido la creación contemporánea, que da una imagen de creatividad continua (artes visuales, arquitectura, teatro, etc.) y, finalmente, la industria cultural. Industria cultural que, entendida como un extenso conjunto relacionado con la producción y distribución de cultura para las masas y las elites, se está convirtiendo en el sector económico clave de algunas de las ciudades occidentales más avanzadas (Miles, 2007).
La evolución de la economía y del turismo madrileño hacia los patrones del modelo postindustrial viene también refrendada por el análisis de los dos negocios más importantes de la capital. En primer lugar se sitúa el aeropuerto de Madrid-Barajas, de reciente ampliación, con más de cincuenta y dos millones de viajeros en 2007 y casi medio millón de operaciones[8]; un peso durante el 2005 del 11,9 por ciento en el PIB municipal y del 10,2 por ciento en el regional, y una repercusión del 6,7 por ciento en el empleo[9]. Estos datos manifiestan la favorable repercusión que la accesibilidad tiene para el modelo urbano avanzado, situando a Madrid como un nodo secundario de cierta importancia en la red mundial de ciudades[10]. En cuanto al segundo gran negocio de Madrid se trata de IFEMA, la institución ferial madrileña con más de 146 mil millones de euros de repercusión económica en el 2005 y unos 30.000 empleos entre directos e indirectos[11]. Además, a esta actividad ferial habría que unirle un importante sector de congresos que habitualmente coloca a Madrid entre las diez primeras ciudades del mundo[12].
El ejemplo más evidente de la influencia de estos procesos en el turismo es la oferta de alojamiento, que en 2005 contaba con 210 establecimientos y casi 29.000 plazas con un marcado carácter de calidad, en la medida en que destaca claramente el predominio de los de cuatro estrellas (58%) y la fuerte presencia de los de cinco (16%), representado las de dos y una estrella un porcentaje muy reducido del total (5% y 1% respectivamente). Como señala O. Perelli (2004) estos rasgos se han visto reforzados en los últimos años con importantes aumentos absolutos y el crecimiento de las plazas de mayor calidad frente al resto de modalidades[13], ligado a incentivos económicos y urbanísticos así como a la finalmente fallida apuesta por los Juegos Olímpicos del 2012. Pero además, y como se analizará luego con mayor profundidad, se está produciendo, junto con la densificación de la capacidad hotelera en el centro, la aparición de nuevas localizaciones que “reflejan las modificaciones territoriales de la propia ciudad debido a la intensificación de los procesos de globalización y especialización terciaria” (Alcolea, M. y Gutiérrez, S, 2002, p. 143).
En efecto, la relación entre terciarización y turismo tiene también una repercusión territorial clara, en pleno cruce de la dicotomía que se produce en el modelo postfordista entre concentración y difusión. La tendencia a la concentración económica más avanzada en las grandes ciudades, y dentro de ellas en alguno de sus espacios centrarles heredados, convive con otra de difusión interna que favorece la aparición de nuevas áreas de actividad en los bordes urbanos y en las áreas metropolitanas. Así ha sucedido con las actividades arriba señaladas, pues a las localizaciones tradicionales para el turismo de negocios en los distritos centrales se le han ido sumando otros ámbitos en el borde urbano (especialmente el Campo de las Naciones) y el área metropolitana norte, que a su vez son los que han acogido la mayor parte del terciario avanzado difundido por la ciudad de Madrid (Cuadrado, 2003). Y como se verá en páginas posteriores esta difusión de actividad económica y de servicios turísticos ha venido acompañada de la difusión de equipamientos y servicios turísticos complementarios[14].
En cuanto al resto de atractivos y equipamientos también se está produciendo una evolución cualitativa, cuantitativa y locacional, que sigue pautas ya señaladas para la hotelería o los espacios feriales. Junto a los recursos e infraestructuras tradicionales, generalmente en una posición central (monumentos, museos y equipamientos de ocio en el casco histórico y los primeros ensanches decimonónicos) están apareciendo nuevos atractivos e infraestructuras (espacios congresuales y feriales, áreas y centros comerciales, teatros, parques temáticos, casinos, etc.) y nuevas localizaciones en el borde de la ciudad central, en el área metropolitana norte e incluso fuera de ésta.
Por tanto, puede afirmarse que el madrileño es un turismo que en sus características sectoriales se inclina en parte hacia el modelo postindustrial, como señala O. Perelli: “un destino urbano en ebullición impulsado por la atracción de un turista en plena etapa postfordista que busca los centros de disfrute del ocio basados en la oferta cultural dentro de sus hábitos de viaje privados, pero sobre todo empujado por el escenario de globalización de la actividad económica y su traslación a una multiplicación de sus viajes por motivos profesionales, que encuentra en Madrid uno de los mayores centros de actividad de Europa” (2004, p. 326).
Pero un modelo que, conviene no olvidarlo, sigue conviviendo con una potente oferta, demanda y localizaciones clásicas heredadas del fordismo y la modernidad. Y la combinación de los procesos y tendencias turísticas innovadoras con las tradicionales se produce de manera diferente de acuerdo con la escala a que tratemos el fenómeno. A realizar este análisis se van a dedicar las siguientes páginas.
La escala metropolitana
El citado proceso de dispersión metropolitana de la actividad económica avanzada, y con ella de determinados servicios y equipamientos turísticos, no es nuevo, sino que ya se producía a finales del siglo pasado (Barrado, 2000). Si hasta hacía relativamente poco tiempo los usos más avanzados debían ocupar inexcusablemente posiciones de máxima centralidad (casco histórico, primeros ensanches y eje de la Castellana), en ese momento se estaban comenzado ya a privilegiar algunas localizaciones urbanas pericentrales e incluso metropolitanas. Esta tendencia, como han confirmado otras investigaciones (Gutiérrez Ronco, 2003) y puede observarse en la figura 1, no ha hecho sino potenciarse en los años transcurridos del presente siglo.
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Figura 1. Turismo en Madrid a escala metropolitana. |
Obviamente estas nuevas pautas en la localización de la actividad turística no son aleatorias, sino que se están produciendo en directa relación con otros procesos típicamente postindustriales ya comentados, como es la difusión intrametropolitana de actividades económicas avanzadas. En el caso madrileño, frente a la hiperconcentración de actividad selectiva en el centro, el primer ensanche y en el eje sur-norte de Castellana con centro en Azca, se comenzó a producir una difusión progresiva hacia espacios intermedios que ganaban en centralidad, caso de la prolongación hacia el norte de la Castellana o la zona este de la ciudad hacia la autopista de Barcelona A - 2. Pero también comenzaron a incorporarse a esta dinámica algunos ámbitos metropolitanos con diferentes externalidades positivas, como el área oeste (Boadilla, Pozuelo, Las Rozas) y norte (Alcobendas, San Sebastián de los Reyes y Tres Cantos) (Zárate, 2003). Estos procesos se ven favorecidos a su vez por actuaciones públicas o privadas de gran calado que potencian las tendencias espontáneas a la difusión (figura 1), como los parques empresariales generalistas (Las Rozas, oeste metropolitano) o especializados (Ciudad de la Imagen de Pozuelo, oeste metropolitano), equipamientos congresuales y feriales (Campo de las Naciones, al este del municipio central), parques tecnológicos (Tres Cantos, al norte metropolitano) o campus empresariales (Banco de Santander en Boadilla –oeste metropolitano– y Ciudad de la Telefónica en el norte de Madrid). Como señala J. Cuadrado (2003) la difusión de servicios de la ciudad de Madrid al área metropolitana es selectiva, pero lo es mucho más cuando nos referimos específicamente a los servicios más avanzados, que prácticamente sólo se localizan fuera de la ciudad central en los municipios arriba citados.
Como puede observarse en la figura 1, son estos mismos los espacios hacia los que se está difundiendo actividad turística, tal y como refleja el número de plazas hoteleras[15]. En efecto, la difusión de actividades que por su nivel requieren un elevado grado de contactabilidad supone la atracción de determinados servicios turístico-recreativos (hoteles, restaurante, centros de reuniones, equipamientos deportivos, centros comerciales y de ocio, etc.), que a su vez potencian estas nuevas localizaciones en un continuo circular.
Por lo tanto, a la escala que se está analizando la atracción turística madrileña se liga directamente con la atracción y posterior difusión interna de actividad económica avanzada, lo cual a su vez está más relacionado con la posición de la metrópoli en el sistema global de ciudades que con las motivaciones turísticas tradicionales, centradas generalmente en el patrimonio heredado y el ocio. Esto se pone claramente de manifiesto cuando se observa (figura 1) que cuenta con más plazas hoteleras una ciudad metropolitana como Alcobendas, sin ningún recurso turístico tradicional, que la ciudad de Alcalá de Henares, cuyo centro monumental y su universidad están incluidos en la lista del Patrimonio Mundial de la UNESCO.
Pero además de la localización turística a escala metropolitana en función de la difusión de actividad económica avanzada, parece oportuno analizar su relación de detalle con el resto de actividades con las que comparte esas localizaciones, y con las que se establecen sinergias tanto desde el punto de vista económico como territorial. El ejemplo clásico es la relación evidente entre el aeropuerto y el ámbito ferial y congresual del Campo de las Naciones y las grandes empresas nacionales e internacionales en él instaladas.
Pero existen otras relaciones interesantes. Por ejemplo, encontramos hoteles de gran calidad y con un elevado nivel de prestaciones en muy diferentes espacios, como parques empresariales de alto nivel (La Moraleja en Alcobendas o en Las Rozas), parques tecnológicos (Tres Cantos) y en campus empresariales especializados (Ciudad de la Imagen, en Pozuelo); en polígonos industriales tradicionales (Arganda y Coslada) o en proceso de terciarización (Alcobendas); en centros comerciales y de ocio más o menos puros (Hotel Parquesur, en Leganés y AC en San Sebastián de los Reyes) o mixtos, con la unión de comercio, ocio y actividad económica (Arroyo de la Vega, en Alcobendas); o todas estas actividades junto con un campus universitario (Parque Oeste en Alcorcón, junto a la Universidad Rey Juan Carlos y a un gran conjunto comercial, de ocio y hospitalario). Por lo tanto, la relación entre actividad económica avanzada, innovación (universidades, parques tecnológicos, etc.), comercio, servicios, ocio y turismo es un proceso significativo desde el punto de vista geográfico en el área metropolitana de Madrid, como sucede en otros espacios urbanos occidentales.
Pero además de valorar las pautas de localización y las relaciones sinérgicas, parece oportuno apuntar brevemente también algunos aspectos de las características paisajísticas y arquitectónicas de los espacios e hitos más representativos de esta escala turística. En la medida en que parte del actual turismo deriva de las tendencias de la postindustrialización y la internacionalización, su concreción física ha de asumir unas características simbólicas y unos códigos que tratan de liberarlo de lo local y lo histórico para otorgarle un carácter global y atemporal. El turismo y las actividades más o menos relacionadas (transportes, espacios de tránsito y de uso temporal, centros empresariales, etc.) forman en realidad parte sustancial de la tercera de las capas del espacio de los flujos definido por M. Castells, aquélla que “hace referencia a la organización espacial de las elites gestoras dominantes que ejercen las funciones directrices en torno a las que ese espacio se articula (…), y que se encamina a unificar su entorno simbólico en todo el mundo” (Castells, 1996, p. 448-50). Frente al lugar, que es local y diferenciado, y que como se verá representa un papel esencial a otras escalas urbano-turísticas, el espacio de los flujos es cosmopolita.
La versión madrileña de esta capa netamente simbólica del espacio de los flujos quedaría aceptablemente representada con estructuras con la nueva terminal del aeropuerto de Barajas (T 4) diseñada por Rogers y Lamela, con su cubierta ondulante construida en bambú (global) en la vega del Jarama junto a los páramos madrileños (local); el hotel Silken Puerta de América, con su fachada decorada por Jean Nouvel y cada una de sus doce plantas diseñadas por prestigiosos artistas o arquitectos (el propio Nouvel, Norman Foster, Javier Mariscal, David Chipperfield, etc.); la ampliación del Museo Nacional de Arte Contemporáneo Reina Sofía (de nuevo Nouvel), con su espacio interior a medio camino entre la plaza pública y el centro de arte (figura 2); o el centro Caixaforum, de las arquitectos Herzog & de Meuron[16]. Se trata de procesos que adquieren su máxima expresión en la arquitectura centrada en los nodos de comunicación y relación, (aeropuertos, palacios de congresos), centros de arte y creación, lugares de consumo (malls, centros comerciales) y equipamientos turísticos, y que como demuestra el trabajo de P. Pereira y A. Soplón (2007) sobre la arquitectura hotelera paulista tienen un claro alcance internacional.
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Figura 2. Plaza interior semipública del MNCARS Reina Sofía creada con la ampliación del museo, situada entre el nuevo edificio obra de Jean Novel (izquierda) y el histórico de Sabatini (frente). |
Como conclusión, señalar que a esta escala la atracción general y la localización de la oferta turística se resuelven en el marco más general de las tensiones entre procesos de concentración y difusión propios de la actual fase del capitalismo avanzado. Fuerzas centrífugas que favorecen la concentración de actividad avanzada en grandes áreas metropolitanas en función de su papel en el sistema mundial de ciudades en aspectos como la cultura, el arte, la economía o la innovación, y que como puede verse en el mapa (figura 1) se manifiestan en parte con el gran peso turístico de las áreas urbanas centrales. Pero también una serie de fuerzas centrípetas que posteriormente propician la difusión intrametropolitana de parte de esa actividad en busca de externalidades positivas, como la accesibilidad hacia dentro y hacia fuera, la calidad ambiental y arquitectónica, el precio del suelo o la imagen innovadora y creativa.
La escala urbana: la ciudad central
La segunda de las escalas que se ha elegido ha sido la urbana, concretamente el término municipal de Madrid. Se han seguido considerando los hoteles como una de las referencias fundamentales, dado que son un buen indicador de la actividad turística tanto desde el punto de vista cuantitativo como cualitativo. Pero, además, se han utilizado los siguientes elementos para identificar el uso turístico de la ciudad de Madrid y la potencial caracterización diferencial de algunas áreas: a) los monumentos y museos con conteos que superaban los 75.000 visitantes; b) los parques de ocio y/o temáticos de la ciudad; c) los paseos y rutas por Madrid establecidos oficialmente, ya sea por parte del propio ayuntamiento en su información turística oficial o por empresas concesionarias, caso de los autobuses turísticos de la ciudad; d) las zonas de ocio nocturno (bares, pubs, teatros y cines) y las áreas comerciales recogidas por el ayuntamiento de Madrid en su información turística; y e) los principales espacios feriales y las salas para reuniones públicas y privadas recogidas en la página oficial del Spain Convention Bureau.
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Figura 3. Turismo en Madrid a escala urbana. |
Con esta información (figura 3) se marcan claramente tres áreas de fuerte presencia de equipamientos e infraestructuras turísticas, que además vienen definidas por la existencia de una importante concentración de alojamiento[17]. Frente a ellas, el resto de los recursos, equipamientos e infraestructuras se encuentran dispersos, y en ningún caso se aprecia la unión de los dos elementos fundamentales que caracterizarían un espacio como turístico: el alojamiento y los recursos y servicios que generan atracción y que son la razón de ser del primero.
El interés por definir estas áreas va más allá de una estricta intención delimitadora. Se trata de poner de manifiesto la concentración turística que se produce en algunos ámbitos urbanos con límites más o menos evidentes, pero sobre todo de resaltar los matices diferenciales en función de las características del alojamiento y de la oferta que en cada uno de ellos se encuentra. Lo que importa no es tanto que éstas sean las principales áreas turísticas de la ciudad de Madrid, sino analizar cómo cada una de ellas presenta una cierta especialización derivada de particularidades históricas, funcionales, morfológicas, urbanísticas y de gestión y/o planificación turística.
Vamos a analizar a continuación las razones de esa concentración turística y por qué y cómo se ha generado en cada una de ellas una determinada especialización.
Área 1. El Madrid turístico cultural y de ocio
Esta zona se corresponde casi totalmente con el distrito centro de la capital, ampliado hacia el este hasta incluir las áreas limítrofes del distrito de Retiro. Se trata aproximadamente de la ciudad preindustrial contenida en la última cerca de la ciudad (la construida en 1625 en tiempos de Felipe IV y derribada a mediados del XIX para construir el ensanche) junto con algunas de las primeras ampliaciones de este ámbito, como el neoclásico Salón del Prado (hoy Paseo del Prado), y elementos de gran importancia histórica y urbanística que como el Parque del Retiro estaba fuera de los muros de la ciudad preindustrial.
Evidentemente es el área donde se encuentran la mayor parte de los recursos históricos, como los principales museos y monumentos[18] o los espacios urbanos de mayor importancia simbólica y monumental como el Madrid barroco de los Austrias (Plaza Mayor, Plaza de la Villa), el Madrid barroco y neoclásico de los Borbones (Palacio Real, Paseo y Museo del Prado, Puerta del Sol, Alcalá), jardines históricos (Retiro, Botánico, Campo del Moro) y algunos de los más significativos ámbitos del Madrid de la modernidad (Gran Vía). Además, concentra la mayor parte de los equipamientos y espacios para el ocio diurno y nocturno de la capital (con prácticamente todos los teatros y un alto porcentaje de los cines[19], así como cinco de las siete principales áreas de ocio delimitadas por el Ayuntamiento de Madrid) y algunos de los espacios comerciales más significativos (Sol, Preciados y Carmen, Gran Vía)[20]. Como no podía ser menos dada la concentración de recursos y atractivos, la inmensa mayoría de los paseos y recorridos propuestos en la información turística, así como de las visitas comerciales, se centren en este ámbito[21].
Sin embargo, turísticamente no es sólo un distrito cultural y de ocio, en la medida en que conserva un alto porcentaje de su función administrativa tanto real (Congreso y Senado, sedes de los gobiernos local y autonómico y un importante número de ministerios) como simbólica (Palacio Real). Además, y a pesar de que desde la segunda mitad del siglo XX fue perdiendo atractivo para la localización de grandes empresas y de la actividad económica más avanzada en favor del barrio de Salamanca primero y posteriormente de la prolongación de la Castellana, el distrito centro sigue conservando un papel significativo en este sentido. Destacar el eje de la Gran Vía y la calle de Alcalá hasta la plaza de la Cibeles, en donde se sitúan las sedes representativas de algunas de las principales instituciones financieras (entre ellas el Banco de España) y de otras grandes empresas.
Por lo tanto, y aunque en menor medida que otras zonas, también es un área esencial para el turismo de negocios, como lo demuestra la existencia de nueve salas para congresos y más de 3.000 plazas[22] (el 17% y el 5,5% del total de Madrid). Se trata, eso sí, de espacios de tamaño medio y pequeño como los existentes en algunos de los hoteles de lujo (Ritz, Palace) o las que ofrecen instituciones semipúblicas (Colegio de Médicos) o culturales (Círculo de Bellas Artes), ninguno de los cuales supera las seiscientas plazas en una sola sala. Pero no sólo es que sea un significativo ámbito para el desarrollo directo del turismo de negocios, sino que la riqueza monumental y recreativa supone que en este espacio se concentren también la mayor parte de las actividades complementarias (cultura, ocio, gastronomía, etc.) propuestas para los segmentos centrados en la actividad económica.
Este atractivo turístico (con mucho el más importante de la ciudad), pero también su diversidad que va de lo cultural a lo económico pasando por el ocio o lo comercial, conlleva que el parque hotelero de este ámbito sea no sólo el más amplio, sino también el más variado. En esta área se localizan 68 hoteles de nivel medio y alto que suponen 7.140 habitaciones (el 37% y el 27,2% respectivamente de toda la ciudad), de las cuales el mayor porcentaje corresponde a las de cuatro estrellas (45%) seguidas de los de tres y cinco (30% y 12% respectivamente). Además, no sólo se encuentran aquí cinco de los diecinueve hoteles de cinco estrellas de la ciudad, sino que éstos son los de mayor antigüedad, representatividad y carácter arquitectónico, caso del Ritz y el Palace situados ambos en el entorno de la plaza de Neptuno.
A esta capacidad de alojamiento habría que sumarle un alto número de plazas en otras modalidades de menor calidad (hostales, pensiones, etc.), aunque en claro retroceso en los últimos años ante la mejora del sector. Sin embargo, este segmento aún cuenta con una importante presencia en algunas zonas, como el entorno de la Puerta del Sol y la Gran Vía.
Área 2. El Madrid del turismo de negocios
La segunda de las áreas delimitadas tiene un carácter más impreciso desde el punto de vista administrativo, histórico y morfológico, pero no así desde el funcional: se trata del espacio de los negocios de la ciudad de Madrid (figura 3). La terciarización fuera del distrito central tuvo como ámbito fundamental el barrio de Salamanca, la zona de mayor calidad urbanística y arquitectónica del ensanche decimonónico. Con posterioridad esta difusión de la centralidad económica se prolongó hacia el norte por el eje formado por la prolongación de la Castellana, ocupando las manzanas más cercanas a esta vía. Este proceso de atracción de actividad económica avanzada se vio reforzado con actuaciones como la manzana de Azca[23] y, en la actualidad, con propuestas más o menos consolidadas como la nueva prolongación de la Castellana y el desarrollo en la antigua Ciudad Deportiva del Real Madrid. Este último proyecto, en el extremo norte de la Castellana, es un polo terciario en construcción con cuatro torres de unos 250 metros (una de ellas será un hotel) más un nuevo centro de congresos y convenciones de forma circular y más de 100 metros de altura, cuya imagen posiblemente le acabe convirtiendo en uno de los símbolos de Madrid[24].
El turismo se vio atraído a esta área por las mismas causas que otros sectores económicos, como la calidad urbanística y la accesibilidad, pero también por la propia existencia de una demanda derivada de esa concentración previa de actividad avanzada. Como resultado, a parte de los hoteles que pueden verse en la figura 3, la mayor parte de los equipamientos y recursos turísticos con que cuenta se centran en el segmento de negocios. En conjunto, aquí se sitúan veinte centros de congresos (el 37,8% del total de la ciudad) y más de 17.000 plazas disponibles (el 29% de la ciudad), la mayor parte de ellas de carácter privado en hoteles que incluso pueden llegar a superar en ocasiones las mil plazas de capacidad total (Hotel Meliá Castilla y Villamagna). De todos modos, el espacio congresual actualmente más importante, el Palacio de Congresos de la Castellana, pertenece a la administración central (Turespaña), y con más de 4.000 plazas de capacidad total y casi 2.000 en auditorio fue uno de los primeros grandes hitos para la conversión de Madrid en una ciudad de congresos[25]
Mucho menos peso tienen los recursos culturales y monumentales clásicos, destacando tan sólo el Museo Arqueológico Nacional en el barrio de Salamanca, que en 2004 superó el cuarto de millón de visitantes. No debe menospreciarse el nuevo papel de atractivo turístico de la arquitectura contemporánea, y de forma mucho más concreta de los grandes edificios que bien por sus características o función o bien por su autoría acaban representando un papel simbólico y convirtiéndose en imagen de la ciudad. En este sentido, el efecto que a día de hoy tienen los modestos rascacielos de Azca se verá sin duda reforzado cuando se finalice la ya comentada zona del norte de la Castellana, con cuatro grandes edificios firmados por los alguno de los denominados “arquitectos estrella” (Norman Foster, Pei, Pelli). Efecto simbólico que claramente ya posee el estadio Santiago Bernabeu, que no es sólo un enorme foco turístico-recreativo durante los espectáculos deportivos, sino que se ha convertido en uno de los museos más visitados de la ciudad como un claro ejemplo de los nuevos atractivos propios de la postmodernidad.
En cuanto al ocio nocturno, aunque uno de los ámbitos delimitados por el Ayuntamiento de Madrid se encuentra enclavado en esta zona (Azca-Castellana), no aparece regularmente en las guías turísticas de la ciudad como puedan hacerlo otros de los del distrito centro. No sucede así, sin embargo, con las áreas de compras, dado que el barrio de Salamanca, y de forma significativa la calle de Serrano y su cruce con José Ortega y Gasset, concentra gran parte del comercio de lujo madrileño (moda, joyería, etc.) y ha sido incluso objeto de estrategias de comercialización turística específica[26].
Pero a pesar de ofertas complementarias como el comercio, la función turística de esta área está menos diversificada que en la central, por lo que también hay menor diversidad cuantitativa y cualitativa de la oferta hotelera. Existen menos de la mitad de hoteles que en el área 1 (32 frente a 68) pero más plazas (7.352 frente a 7.140), lo que supone el 17,7 por ciento y el 28 por ciento respectivamente del total de la ciudad. Esta relación hoteles/plazas no sólo ofrece información sobre el gran tamaño de aquéllos, sino también sobre sus características. De hecho, no hay hoteles de dos o una estrella, correspondiendo el 60 por ciento de las plazas a la cuarta categoría y el 32 por ciento a la máxima, lo que es indicador de establecimientos de alto nivel o lujo que, por su gran tamaño, están en gran medida especializados en grupos y reuniones más que en los visitantes individuales característicos del turismo vacacional. De hecho, diecisiete de los cuarenta y cuatro hoteles que según el Spain Convention Bureau cuenta con salas para congresos se localizan en esta área.
Área 3. El Madrid turístico de la accesibilidad
La tercera de las grandes áreas turísticas que se están analizando se sitúa claramente en una situación urbana pericentral, ligada las principales infraestructuras de transporte y grandes equipamientos para el turismo de negocios, como el aeropuerto y los recintos feriales del Campo de la Naciones (figura 3). Por tanto, es la conectividad hacia fuera y la interna con el resto del área metropolitana lo que explica su aparición y posterior evolución, a medida que se hacía más complejo tanto el turismo en particular como la economía madrileña en general.
Frente a la simplicidad inicial, la oferta e infraestructuras turísticas se han hecho notablemente más complejas en los últimos años, fundamentalmente a partir de la construcción del área congresual, expositiva y de negocios del Campo de las Naciones, a tres kilómetros del aeropuerto y conectado con él y con el centro de la ciudad mediante la red del metropolitano. Como resultado, lo que hasta los años noventa era simplemente un modesto conjunto hotelero en torno al aeropuerto (Barajas y Barrio del Aeropuerto) compuesto por hoteles de cuatro estrellas de tamaño medio-pequeño más algunos de menor categoría, se vio complementado por otras dos áreas de desarrollo. La primera es la ya citada del Campo de las Naciones, con el Palacio de Congresos, los Recintos Feriales y dos hoteles de cuatro estrellas con más de 400 plazas. Finalmente, y mucho más reciente, el eje de la A-2 ha contemplado en los últimos años el desarrollo de un conjunto hotelero que, además de otros de menor categoría, cuenta actualmente con tres grandes hoteles de cuatro estrellas y una importantísima oferta de salas para reuniones. Sin duda, debe destacarse el hotel Auditorium, con casi 900 habitaciones y un centro de convenciones con un auditorio para 2.400 congresistas, el más grande de la ciudad de propiedad privada.
Se trata, por tanto, de una zona que partía en origen de la presencia del aeropuerto, pero que en la última década ha aprovechado las posibilidades de la concurrencia en el segmento de los negocios y las convenciones en función de la fácil accesibilidad. Como resultado, en esta área se sitúa casi el 10 por ciento de los hoteles de la ciudad y más de un 11 por ciento de las plazas, concentradas en la categoría de cuatro estrellas. Pero, además, cuenta con diez centros de convenciones (el 18,9% del total de Madrid) con más de 18.000 plazas (aproximadamente el 30,4% de la ciudad), lo que pone claramente de manifiesto la existencia de una infraestructura especializada en grandes congresos y reuniones con vocación internacional Es en esta área donde están los centros de convenciones públicos (Palacio Municipal de Congresos y Centros de Convenciones Sur y Norte de Iferma Feria de Madrid) (figura 4) y privados (Hotel Auditorium) de mayor tamaño; así como los recintos feriales del Campo de las Naciones con más de 150.000 m2 para exposiciones y una ampliación en curso (figura 4).
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Figura 4. Avenida central del Campo de las Naciones, con los recintos feriales (al fondo), el Palacio Municipal de Congresos (izquierda) y edificios hoteleros y empresariales (derecha). |
Como se puede apreciar en el mapa correspondiente (figura 3), no existen en la ciudad otras zonas donde se concentren tanto alojamiento como equipamientos, infraestructuras y servicios turísticos. Quizá deba destacarse el área sur de la Casa de Campo, con un recinto ferial en el que se localizan otros dos grandes edificios de la empresa municipal Espacios y Congresos (Palacio de Cristal y Madrid Arena), el denominado paseo de la gastronomía (un conjunto de varios restaurantes regionales en un espacio ajardinado sobre una antigua zona de exposición para productos agroalimentarios), y dos grandes centros de ocio (parque de atracciones y zoo-aquarium) con más de un millón de visitantes al año cada uno, pero de carácter esencialmente local. Sin embargo, no ha atraído en ningún momento al alojamiento, dependiendo del situado en el centro de la ciudad.
Principales tendencias turísticas a escala urbana
El análisis realizado en Madrid parece demostrar que a esta escala los factores más destacados para explicar el turismo urbano son la especialización funcional y zonal de la ciudad, junto con la segmentación de la oferta en cuanto a intereses y motivaciones. Esta conclusión puede corroborarse con otros ejemplos seguramente más evidentes, caso de una gran metrópolis turística como Londres en la que áreas con una marcada diferencia física y funcional presentan formas de uso turístico claramente contrastadas en lo espacial y lo temporal, como las ligadas a los negocios (City of London, Docklands), la cultura (Trafalgar Square, Bloomsbury, Southwark, etc.), el ocio y los espectáculos (West End – Soho, Convent Garden) o las compras (Chelsea, Knightsbridge, Oxford Street).
Como resultado, parece posible distinguir una ciudad y un turismo urbano de ocio (cultura, compras, descanso) frente a otro de negocios (actividad económica, ferias, congresos); lo que a su vez permite diferenciar entre la ciudad de verano frente a la de invierno, y la de diario frente a la de festivos; y finalmente también una ciudad diurna frente a una ciudad nocturna. Y esta especialización zonal y esta segmentación urbano-turística tienen su origen en la evolución urbana, por lo que a la exposición sincrónica realizada se le podría añadir igualmente un análisis diacrónico apenas esbozado.
Las decisiones de localización turística (por ejemplo, de hoteles) se apoyan en gran medida en aspectos como la calidad del espacio construido, la accesibilidad externa, la búsqueda de sinergias territoriales o la movilidad interior que favorezca el acceso a equipamientos culturales o a zonas de negocios. Pero al mismo tiempo, y una vez que ha adquirido una cierta importancia cuantitativa, el propio uso turístico potencia esas tendencias ya existentes o incluso las crea. Así, por ejemplo, puede ser punta de lanza para reforzar cambios de centralidad, para favorecer decisiones de localización de otros sectores, caso de la imagen positiva que generan ciertos equipamientos como los museos o los hoteles de calidad, o para aprovechar y potenciar cambios funcionales. Por lo tanto, no todas las lógicas del uso turístico de la ciudad son heredadas y ajenas al sector, dado que gran parte de ellas se apoyan en decisiones expresamente tomadas para favorecer procesos de competencia o concurrencia, bien sea por parte de la administración o por el sector privado.
Distritos turísticos
Frente a lo que sucede a escala metropolitana o local, no existen tantos análisis sobre lo que podríamos denominar distritos urbanos; es decir, zonas a gran escala aunque de tamaño variable en donde se produce una asociación funcional y espacial de diversos componentes turístico-recreativos. Generalmente han sido interpretados al amparo de la teoría de los clusters, como concentraciones geográficas de empresas interconectadas junto con sus proveedores y otras instituciones asociadas, en las cuales el medio y sus características (físicas, funcionales) representan un papel esencial para el éxito competitivo de las empresas que en él se asientan.
Pero un cluster turístico no puede ser explicado tan sólo por la simple concentración de empresas. Como señala D. Pearce (1998), las aglomeraciones económicas en el caso del turismo urbano no se desarrollan necesariamente con el fin de rebajar los costes o incrementar la eficiencia de las transacciones, sino porque es necesario un completo abanico de bienes y servicios para construir productos turísticos y hacer una determinada área atractiva a los consumidores (Pearce, 1998, p. 50). Y esta complementariedad en lo productivo y en lo territorial se debe dar a su vez en función de los diferentes segmentos turísticos (negocios, ocio, cultura) y de los niveles de calidad a que estén funcionando, con el fin de permitir rutas de consumo adecuadas a los intereses de los demandantes.
De acuerdo con la teoría de los cluster el espacio no es una variable dependiente, sino que tiene un papel básico en el éxito competitivo al ser el ambiente en el que se produce la concurrencia y se difunden las innovaciones. Pues bien, en el caso de los clusters turísticos el papel del espacio y el ambiente parece ser mucho más importante que en otros sectores, pues se trata en cierta medida del producto que venden las empresas que en él se asientan. De hecho, es el espacio el que define en gran medida el carácter del cluster turístico, encontrándose agrupaciones especializadas en turismo cultural, recreativo o de negocios de acuerdo esencialmente con las características territoriales previas o creadas para tal fin (acceso, localización, relación con otras áreas, calidad urbana, monumentalidad, recursos, dotaciones, etc.)
Por analogía con los distritos centrales de negocios (CBD en las siglas inglesas) se han conceptualizado y analizado en la literatura turística tanto distritos centrales turísticos (CTD) o distritos de entretenimiento (RBD) como distritos de turismo de negocios (TBD). Los elementos definidores de un distrito de entretenimiento serían, de acuerdo con Pearce (1998) y Jansen-Verberke (1986), una orientación estacional, imágenes culturales y/o naturales y un predominio de las actividades recreativas y asociadas (entretenimiento, restaurantes, hoteles, etc.). Este concepto ha sido tradicionalmente aplicado a los resort vacacionales generalmente de litoral, dado que el termino recreational parece implicar el predominio de los negocios orientados a los turistas (Getz, 1993). En todo caso, y si bien ésta ha sido la tendencia tradicional, nada impide trasladarlo a los centros urbanos que, como demuestra el propio D. Pearce (1998) para el caso de París, han experimentado un profundo proceso de terciarización turística.
En cuanto al distrito turístico de negocios (TBD), definido como una “concentración de atracciones orientadas a los visitantes y localización de servicios en conexión con las funciones del distrito central de negocios urbano” (Getz, 1993, p. 583), sí es claramente un concepto de aplicación no sólo urbana, sino mucho más allá, posiblemente específico de la gran ciudad y difícilmente trasladable a las de tamaño medio o pequeño. Sus elementos definitorios serían, además de la concentración de oficinas para actividades económicas avanzadas, la inexistencia de estacionalidad, la presencia de centros para conferencias y exhibiciones, museos, galerías y monumentos, servicios de entretenimiento, restaurantes, conexiones adecuadas, etc.
A la escala intraurbana del distrito el uso turístico de la ciudad viene definido por la calidad del espacio, los servicios y equipamientos con que cuente y, de acuerdo con ellos, su función a escala micro. Se trata, como se ha podido ver, del predominio de lo local, de lo diferencial y lo particular. Frente a las fuerzas globales de la escala metropolitana al hablar del distrito turístico nos referimos claramente a la alteridad y lo específico. Sería, por tanto, un turismo de lugares en la medida en que sus “cualidades físicas/simbólicas los hacen diferentes” (Castelles, 1996, p. 458), y son esas cualidades las que generan la atracción. Se opone esta escala, por tanto, al espacio de los flujos ya visto, que es homogéneo y sin diferenciación. Sin embargo, esto no implica que quede al margen de procesos de tematización y museificación que suponen habitualmente simplificación y banalización.
También debe destacarse el papel esencial de procesos como la sustitución de actividades desde el punto de vista funcional, y la reforma y/o rehabilitación desde el físico. Los procesos micro-urbanos, ya sean planificados o espontáneos, determinan cambios funcionales que rápidamente tienen su reflejo en cambios turísticos, como por ejemplo la degradación o recuperación de una zona, la segregación social o la gentrificación.
Pero en la actualidad el verdadero atractivo de estos lugares va más allá de la herencia recibida o de los servicios con que cuenten, y se centraría de manera esencial en el propio espectáculo urbano, en “el tumulto apresurado de impresiones inesperadas y en la aglomeración de imágenes cambiantes” que en palabras ya clásicas de G. Simmel caracterizarían la experiencia de la metrópolis[27], percibidas como los lugares de la hiperestimulación. Estos nuevos atractivos cambian el modo de consumir la ciudad, yendo más allá de la mera observación para pasar a la participación del turista en un espectáculo urbano del cual él también forma parte. El resultado es que estos nuevos espacios turísticos se convierten en lo que podría definirse como lugares experimentables; no en vano, como señala U. Hannerz (1998), frente a la experiencia de lo global, que puede ser virtual, la experiencia de lo local es esencialmente sensual, lo cual no implica necesariamente que sea más real pero sí que sea necesario participar de ella para disfrutarla, que no sea fotografiable.
En consecuencia, en estos ámbitos han ido surgiendo y conviven usos turístico-recreativos del espacio claramente novedosos, y que pueden ser utilizados como paradigma de esa indiferenciación que es una de las características de la postmodernidad (Harvey, 1989): los turistas accidentales y los turistas como sí[28]. Los primeros son aquellos que mantienen en la ciudad visitada comportamientos indiferenciables de los que desarrollan en la propia durante el tiempo de ocio, que no buscan lo diferente o el descubrimiento sino tan sólo disfrutar de una intensa experiencia urbana. Turistas accidentales que se han multiplicado rápidamente en las grandes ciudades europeas al amparo de las nuevas necesidades de conectividad, los viajes obligados o semi-obligados propios de la globalización y por la generalización del bajo coste, que permiten disfrutar de un corto tiempo de ocio en otra ciudad en búsqueda de experiencias no necesariamente diferenciales.
Por el contrario, los turistas como sí son aquellos que desarrollan en su ciudad comportamientos recreativos similares a los de los turistas, definidos por los consumos culturales y estéticos de alto nivel. Incluyen el desplazamiento a los centros históricos y monumentales, la visita a museos o exposiciones y el uso de la oferta de restauración y ocio con una intención de descubrimiento de nuevas posibilidades, frente al tradicional uso repetitivo del espacio propio del residente. Turistas como sí que a partir de procesos de gentrificación pueden cambiar el carácter de un área y, por ende, su uso turístico, como el parisino barrio del Marais o el madrileño de Latina pueden ejemplificar.
A partir de estas nuevas formas de consumo turístico y recreativo de la ciudad están desarrollándose áreas especializadas, productos y formas de promoción ligadas a nuevas formas de segmentación, como por ejemplo las preferencias sexuales. En este sentido, las dirigidas a los turistas homosexuales tienen en San Francisco sin duda el principal referente, pero también suponen un aspecto importante en algunas áreas de ciudades como Londres (Soho), París (Marais) o Madrid, en donde en los últimos años se ha consolidado como referente el barrio de Chueca[29].
Como resultado de estas diferentes formas de uso, los turistas o los residentes se pueden mover por la ciudad con direcciones claramente definidas por sus intereses, ya sean éstos laborales, turísticos o de cualquier otro tipo. Pero en otras ocasiones sus movimientos se asemejan más a los del flâneur de W. Benjamín, divagando en busca de verse sorprendidos y construyendo un uso de la ciudad que, lejos de seguir las direcciones fijas de los mapas o de la señalización, se asemeja más bien a la circulación por un laberinto sin direcciones claras.
Esta diferenciación y multiplicidad en el uso turístico-recreativo del espacio urbano, que va desde lo que pretenden descubrir lo diferente en el espacio habitual y lo igual en lo desconocido, convierten a estos distritos en complejos espacios de vida. Lugares en donde se produce un uso compartido, y no en pocas ocasiones conflictivo, entre turistas y residentes en cada una de las múltiples modalidades que ambos pueden adoptar. Este uso múltiple del espacio conlleva a su vez la segmentación del mismo entre las múltiples miradas posibles que confluyen sobre el espacio urbano. De este modo se acaba construyendo un uso social, económico y temporal de la ciudad en función de una multitud de microsegmentaciones de la demanda, que pueden llegar hasta el nivel individual.
A continuación se van a presentar muy brevemente dos clusters turístico culturales del centro de la ciudad de Madrid, elegidos en base a la conexión de los aspectos funcionales, morfológicos y cronológicos con el uso turístico que en la actualidad presentan. Como señala D. Pearce (1998), una gran ciudad de carácter policéntrico con un muy alto número de visitantes (él analiza París) es un magnífico ejemplo para explorar la conexión entre determinados elementos clave de la estructura espacial, la funcional y las demandas y el uso que sobre ese mismo espacio realizan sus visitantes.
El cluster turístico de la Gran Vía
La Gran Vía (figura 5), que corta aproximadamente de este a oeste la ciudad preindustrial, fue abierta en las tres primeras décadas del siglo XX sobre el trazado preexistente. El resultado es una gran arteria que no modificó la estructura urbana salvo en su propio eje, y que cuenta en sus dos aceras con una arquitectura marcadamente monumental parte de la cual fue expresamente construida para acoger empresas, hoteles, salas de espectáculos, cines y teatros.
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Figura 5. Cluster turístico de la Gran Vía. |
La originaria función hotelera se ha venido reforzando desde la apertura de la vía, y se ha visto notablemente incrementada en los últimos años con la aparición de pequeños hoteles funcionales de cadenas como Vincci o High Tech, que están transformando antiguos edificios residenciales en establecimientos de categoría y precio medio, sin duda el segmento más necesario en el centro de la ciudad tanto para el turismo de negocios como para el cultural. El resultado final es la existencia de un total de 25 hoteles en la Gran Vía o en la primera manzana de las calles que en ella desembocan, con aproximadamente 5.700 plazas repartidas en su totalidad entre las cuatro y las tres estrellas (el 57% y 43% respectivamente).
En cuanto a otra de las funciones originarias de la vía, la cultural y recreativa, también se ha potenciado recientemente. Puede destacarse la emergencia del teatro musical, hasta hace poco inexistente en Madrid pero que en la actualidad se está configurando no sólo como una actividad de ocio urbano, sino mucho más allá, como un auténtico producto turístico estrella para una ciudad que en su página web se promociona “como la tercera ciudad del mundo en número de estrenos musicales”, comprándose la Gran Vía, el “Broadway madrileño”[30], con ese barrio neoyorkino o con el West End londinense. Al margen de la más que evidente exageración, la realidad es que esta nueva actividad ha venido a reforzar el carácter de la Gran Vía como lugar para los grandes espectáculos culturales de masas, entre los cuales los cines y los grandes carteles anunciadores han marcado su función, su carácter y también su paisaje (figura 6).
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Figura 6. Dos grandes cines de la Gran Vía con sus carteles anunciadores: Palacio de la Música y Avenida. |
Esta oferta se ve complementada, además de con una gran diversidad de posibilidades de restauración (bares, cafeterías, restaurantes, etc.), con un sector comercial centrado en la cultura y el ocio (libros y discos), en la moda prêt-á-porter (en la zona centro-oeste de la vía, que se prolonga hacia el sur hasta la Puerta del Sol por las calles peatonales de Preciados y Carmen) y en la moda y el comercio de lujo (zona este). Finalmente, señalar que en los últimos tiempos incluso ha llegado a incorporarse un sector comercial eminentemente turístico, como son las oficinas de cambio de moneda y las tiendas de recuerdos, comercio este último inexistente en Madrid hasta hace relativamente poco y que ahora está empezando a aparecer, además de en la Gran Vía, en el entorno de la Plaza Mayor y del Paseo del Prado.
El resultado es un conjunto de ocio y turismo urbano en el que el comercio y el entretenimiento cultural cobran una presencia esencial, y en donde el alojamiento muestra un amplio abanico de posibilidades, desde el lujo hasta las pensiones u hostales, pasando por los nuevos hoteles funcionales. Por lo tanto, un área central claramente recreativa y turística pero escasamente especializada, en donde coinciden no sólo multitud de motivaciones, sino de forma más importante, tanto los intereses de los madrileños como de la mayor parte de los turistas que visitan la ciudad, se alojen o no en este ámbito.
El cluster turístico de El Paseo del Prado
Los paseos encadenados de Prado y Recoletos (figura 7) son un conjunto de bulevares que conforman el flanco este del casco histórico, y que junto con el Paseo de la Castellana arman el principal eje norte sur de la ciudad. Se trata de un ámbito de gran calidad urbanística y arquitectónica incorporado a la ciudad a partir del siglo XVIII (Salón del Prado, actual Paseo del Prado), y que cuenta con algunos de los edificios, museos, jardines históricos y estatuaria pública más importante de Madrid.
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Figura 5. Cluster turístico del Paseo del Arte. |
La calidad del escenario urbano y de los recursos con que cuenta le han convertido en uno de los principales ámbitos turísticos de la ciudad, lo que se intentó reforzar en los años noventa con la creación específica de un producto de turismo cultural denominado Paseo del Arte, que incluía en un mismo sistema de tarificación y promoción turística a los tres principales museos que se sitúan en ese entorno: Museo del Prado, MNCARS Reina Sofía y Fundación Thyssen. A pesar del relativo fracaso de esta iniciativa, el atractivo potencial de este cluster turístico cultural se sigue reforzando con iniciativas ya comentadas como la ampliación del MNCARS por parte de Jean Nouvel y la incorporación de nuevos centros culturales de elite, como el CaixaForum o la sede central del Instituto Cervantes.
Su otro atractivo turístico es sin duda la alta calidad urbanística del conjunto, lo que le convierte en un espacio estancial y paseable de gran atractivo que permite unir, sin necesidad de transporte, varios de los principales hitos culturales y turísticos de la ciudad. Sobre este conjunto hay actualmente aprobado un proyecto de renovación urbana que se analizará en el siguiente epígrafe, pero que entre otras cosas pretende crear un espacio urbano museístico en un proyecto que a mucha menor escala podría compararse con el que actualmente se desarrolla en la Isla de los Museos (Museumsinsel) de Berlín[31].
Se trata, por tanto, de un ámbito turístico de alto nivel y especializado frente al carácter más popular e incluso cercano a lo que podría considerarse industria cultural que predominaba en la Gran Vía. Sin embargo, presenta como principal debilidad un sector comercial y de restauración hasta el momento poco acorde con sus características.
Sí se sitúa a un mejor nivel el sector hotelero (al menos en lo cualitativo, aunque quizá no en lo cuantitativo), atraído fundamentalmente por el carácter de gran escenario urbano de este conjunto de bulevares. Así, si bien tan sólo existen siete hoteles en los bordes del paseo, éstos son de gran tamaño, superando las 2.700 plazas que se reparten fundamentalmente entre las categorías de cinco estrellas y gran lujo (45%) y cuatro estrellas (41%). Función hotelera que alcanza en este espacio su máximo potencial simbólico con los hoteles Ritz y Palace, construidos uno frente al otro en las primeras décadas del siglo XX.
Planificación y gestión del espacio urbano para el turismo
El análisis de la planificación y la gestión del espacio urbano para el turismo es notablemente complejo, en la medida en que no hay una clara separación de esta actividad frente al resto de usos del territorio, como sí puede suceder por ejemplo en un resort litoral. La ciudad turística, la gran ciudad turística es, ante todo, una ciudad, y por mucho que el turismo haya entrado merecidamente en las preocupaciones de los gestores urbanos no es posible separar ni el espacio, ni las políticas, ni la mayoría de las infraestructuras turísticas de las que utilizan el conjunto de los residentes.
En todo caso, sí existen actuaciones y proyectos de claro contenido e incidencia territorial dirigidos a promover o favorecer de manera más o menos directa el desarrollo turístico. Y estas actuaciones cobran también una perspectiva escalar en función de sus intereses y los objetivos que pretenden conseguir, pero también del modelo de planificación utilizada y de la capacidad normativa desarrollada.
A las escalas mayores, ya sea la metropolitana o urbana, la planificación turística es estratégica, y se dirige fundamentalmente a vender la ciudad o a mejorar su posicionamiento competitivo a través del city marketing. Estos son claramente los objetivos y presupuestos del Plan de Impulso a la Competitividad e Innovación Turística 2004-2007 de la Comunidad de Madrid, dirigido a “favorecer la promoción de la imagen de Madrid como destino conjunto, fomentando sinergias (…) que enriquezcan el posicionamiento actual liderado por la capital en los mercados de negocios, congresos, cultural, ocio, diversión y compras”[32].
Similar carácter estratégico presenta la planificación y el desarrollo del turismo a escala urbana, integrado dentro de los denominados “proyectos de ciudad” que intentan potenciar su papel en el mercado global del consumo, una de las estrategias de las ciudades emprendedoras que señala D. Havery (2001). El fracasado intento de conseguir los Juegos Olímpicos del 2012, y el posterior acuerdo municipal (julio de 2006) para optar a los del 2016, es el mejor ejemplo de los intentos de Ayuntamiento de Madrid por “poner (o resituar) la ciudad en el mapa” mundial del ciudades de cara a aumentar los consumos turísticos, con el ejemplo de Barcelona como principal referente internacional.
En todo caso, y con ser los arriba citados proyectos o planes que claramente entrarían en la categoría de estratégicos, no por ello dejan de tener una evidente repercusión territorial que la mayor parte de las veces se concreta en grandes intervenciones puntuales, ajenas a la continuidad espacial del tradicional planeamiento urbanístico y potenciando un tratamiento fragmentado de la ciudad. Los grandes desarrollos previstos para el deseado proyecto olímpico son sin duda el mejor ejemplo en este sentido; y si bien la mayoría de ellos quedaron paralizados con la definitiva elección de Londres, otros, como el centro de tenis diseñado por el francés D. Perrault, la denominada Caja Mágica, se siguen construyendo actualmente.
También los negocios y los congresos dan lugar a intervenciones estratégicas públicas de fuerte contenido territorial. El desarrollo del área de negocios del Campo de las Naciones, la recientemente finalizada ampliación de los recintos feriales en esta misma zona, o la prevista construcción de un nuevo polo terciario y congresual en la antigua ciudad deportiva del Real Madrid al norte de la Castellana, no sólo tendrán evidentes efectos sectoriales, sino que influirán de manera clara en los aspectos urbanístico-territoriales de la ciudad, redefiniendo hechos esenciales como las centralidades urbanas o la movilidad.
Pero además de estos proyectos de claro carácter estratégico, multitud de aspectos derivados de la planificación urbanística, desde los espacios libres a las densidades, el paisaje urbano, la protección de elementos de calidad, la movilidad, la relación entre transporte público y privado, etc., tienen una directa repercusión en la calidad del espacio y, por ende, en el uso turístico y su relación con el resto de las funciones urbanas. Y en este caso se trata de una planificación totalmente distinta, de carácter normativo y que en el caso español se concreta fundamentalmente en el Plan General de Ordenación Urbana.
No es este el lugar adecuado para realizar un análisis de la planificación urbanística madrileña y sus repercusiones en el turismo, que por otra parte tampoco ofrecería datos excesivamente relevantes para el entendimiento de esta actividad. Pero sí se quiere dejar constancia de algunos aspectos de cierta trascendencia para el alojamiento, que ponen de manifiesto un determinado modo de entender el desarrollo urbano-turístico. Señalar en primer lugar que la normativa del actual PGOU de Madrid permite la implantación de hoteles en cualquier tipo de suelo, siempre y cuando se trate de edificios enteros con acceso independiente. Además, y con posterioridad (2004), se aprobó un Plan Especial que pretendía favorecer la apertura de hoteles en la ciudad, con la posibilidad de que si no eran viables se permitiría la reconversión a vivienda. Se trata de dos decisiones de claro carácter territorial y turístico cuya pretensión era aumentar la oferta hotelera de calidad cara a la consecución de los Juegos Olímpicos. Pues bien, a partir de estas dos disposiciones, junto con otras de carácter sectorial y unas ciertas deficiencias previas en la hotelería madrileña, en los últimos años se ha producido un explosivo crecimiento del número de plazas hoteleras, especialmente en el nivel de tres estrellas.
Pero junto con estos cambios cuantitativos y cualitativos se están produciendo fenómenos puntuales interesantes desde el punto de vista geográfico y arquitectónico. Por ejemplo, esta normativa ha sido sin duda un impulso para la implantación de cadenas de hoteles urbanos como Hihg Tech o Vincci, que se están especializando en la conversión de edificios del centro urbano en pequeños hoteles de precio medio dirigidos tanto a visitantes de ocio como de negocios. El resultado más evidente está siendo la ya citada recuperación de algunos edificios, y la extensión de algunos ámbitos turísticos como el de la Gran Vía hacia calles de su entorno de menor entidad urbana.
Finalmente, a escalas menores que coincidirían con los cluster, las intervenciones más significativas para el turismo se están produciendo a la hora de la recuperación del espacio urbano con políticas de tratamiento de los espacios públicos, la adecuación del mobiliario urbano turístico (señalización) y general (bancos, papeleras, etc.), la mejora estética de la edificación y del espacio, procesos de peatonalización, etc. En Madrid, como en cualquier otra ciudad, existen multitud de intervenciones de este tipo, por lo que no se va a hacer aquí un repaso general de las mismas sino tan sólo a señalar algunas que se consideran ejemplos de casos más generales, tanto por sus características como por los resultados obtenidos.
El Ayuntamiento de Madrid ha constituido la denominada Oficina del Centro dirigida a planificar, coordinar e impulsar actuaciones estratégicas para la revitalización territorial y socioeconómica de cinco distritos del centro de la ciudad. Dentro de esta revitalización se incluyen multitud de proyectos que de modo directo tienen como objetivo impulsar o mejorar el sector turístico, tanto desde el punto de vista de la oferta como de la demanda. Se pueden señalar multitud de iniciativas que parten, en palabras del director de la Oficina, de la conciencia de la “influencia indiscutible de las operaciones de revitalización urbanística en el incremento del incentivo turístico”, como los programas para transformar los ejes comerciales espontáneos en “centros comerciales abiertos”, la creación de centros de información turística (en la Plaza Mayor y en Colón) y de subcentros permanentes.
Pueden destacarse como proyectos que integran los aspectos sectoriales con los urbanísticos las intervenciones en el Barrio de las Letras[33], también conocido como Huertas. Se trata de un barrio del distrito centro situado enfrente del Museo del Prado, y caracterizado por una gran concentración de establecimientos de ocio nocturno. Se ha desarrollado una intervención temática sobre el espacio con pavimentación y grabado de frases de los principales autores que residieron en este entorno, incluidas en la estrategia de peatonalización de un eje este-oeste que atravesando todo el casco histórico conectará el Paseo y Museo del Prado con el Palacio Real y de la Opera.
El otro gran proyecto que parece interesante reseñar, en este caso mucho más polémico, es el ya citado Plan Especial Prado-Recoletos dirigido por el arquitecto portugués Alvaro Siza, que interviene sobre el referido eje urbano. Si este sector ya había sido objeto de una gestión conjunta desde el punto de vista turístico con el denominado Paseo del Arte, ahora se trata de intervenir sobre el territorio creando “una superficie habilitada para el paseo cómodo, que invita a andar, a sentarse, a estar, a ir de un museo a otro, de una exposición en un centro cultural a un concierto al aire libre[34]”.
Este proyecto, que ya había sido aprobado, se encuentra actualmente paralizado ante la intensa oposición al mismo, en la medida en que plantea una intervención sobre el bulevar y su arbolado rechazada por un alto porcentaje de la población. No se trata de atender aquí a los aspectos más formales y físicos de oposición a la intervención, sino de plantear la difícil compatibilidad entre el uso residencial y turístico que subyace al problema, entre la memoria ciudadana del espacio y la habilitación de ese mismo entorno para acoger turistas. En efecto, además de por defender al arbolado el proyecto Prado-Recoletos parece ser contestado también por su intento (real o aparente) de crear un espacio para turistas al margen del uso de los propios ciudadanos y de sus referentes espaciales, lo que demuestra una vez más el ya señalado conflicto por el uso del espacio y por la idea de ciudad. Por su tratamiento preferencial como lugar para vivir o como espacio para producir, oposición en la cual el turismo cada vez está teniendo una mayor presencia. Y la planificación del espacio turístico-urbano tiene un papel esencial que representar en la superación de esta oposición.
Conclusiones
La importancia turística de Madrid no es ni mucho menos reciente, pero no puede esconderse que tradicionalmente su peso en el turismo internacional estaba más basado en el efecto de arrastre provocado por ser capital y una de las puertas de entrada a un gran país turístico, que en su propio atractivo. Sin embargo, en los últimos años se ha convertido no sólo en un gran destino claramente autónomo e individualizado, sino de forma más general pero en parte también por el turismo, en un nodo de cierta importancia en el sistema mundial de ciudades, como una de las aproximadamente diez “ciudades beta” situadas inmediatamente tras el grupo principal de las ciudades mundiales[35] (Sánchez Moral, 2008).
La conjunción de ambos fenómenos ha supuesto que, aun cuando no sea de forma tan exacerbada como en otras ciudades, Madrid está empezando a experimentar algunos de los procesos analizados en el punto introductorio. Desde el punto de vista positivo puede señalarse que el turismo ha sido sin duda un sector importante en el crecimiento económico de los últimos años; y en cierta medida también ha impulsado una relativa renovación cultural y urbana, que podría ejemplificarse con la expectación y vitalidad que se ha puesto de manifiesto recientemente con la apertura de CaixaForum y de la ampliación del Museo del Prado.
En cuanto a los aspectos negativos, no parecen ser tan evidentes los correlatos de urBANALización (Muñoz, 200) y producción de no-lugares (Augé, 2000) que suelen acompañar a los procesos arriba referidos, y que tantos autores han puesto de manifiesto para otras ciudades. Lo cierto es que si bien la valoración de las diferentes intervenciones arquitectónicas y urbanísticas que se han ido citando puede ser muy dispar, no resulta fácil igualarlas con alguno de los más extremos procesos de simplificación urbana ligada al turismo (Cáceres, 2005). Otra cosa es la crítica a la ya completa inmersión de Madrid en los flujos del capitalismo financiero internacional, cuyos efectos geográficos tan brillantemente analiza D. Havery para otras ciudades (2001 y 2003); por más que en el caso que nos ocupa este fenómeno no esté tan ligado al turismo o a la producción simbólica como por ejemplo sucede en Barcelona (Delgado, 2007).
En cuanto a las hipótesis particulares, parece confirmarse al menos en parte el planteamiento inicial de la diferente capacidad explicativa de las teorías sobre el turismo urbano en función de las escalas a que se analice el fenómeno. Así, si bien a escala metropolitana y urbana tienen gran importancia los aspectos ligados a la mundialización y a la posición de la ciudad en el sistema global, una vez que los turistas consumen la ciudad lo hacen a escala meso y micro, y aquí los aspectos diferenciales y globales y la búsqueda de la alteridad (más o menos real o más o menos construida) tienen un peso esencial.
En efecto, a escala metropolitana destacan los procesos generados por la globalización sobre las grandes metrópolis, como la posición en que cada una se sitúe en el sistema de ciudades en relación con las grandes tendencias económicas y culturales. Por su parte, a escala urbana cobra más peso la especialización funcional de la ciudad y de cada una de sus partes, así como su relación con la segmentación del mercado turístico y con la pervivencia de viejas motivaciones o la aparición y consolidación de otras nuevas. Finalmente, el cluster turístico marcaría la recuperación de lo local, la búsqueda de lo específico en confrontación con las tendencias territoriales más avanzadas de la postmodernidad (no lugares, burbujas de inmanencia, etc.), configurando un escenario segmentado y segregado en donde se mantiene la ciudad como espacio de vida y de relación pero también de conflicto, y en donde el paisaje y los aspectos simbólicos se convierten en las principales referencias turísticas.
En todo caso, aun faltarían por explorar algunos aspectos de gran importancia. Desde el punto de vista escalar habría que descender en el análisis hasta los microespacios, como los enclaves o tourist bubbles, en donde se volverían a poner de manifiesto las tendencias de la postmodernidad que ya se perciben en parte a nivel de cluster. En cuanto a los aspectos de ordenación y gestión, habría que profundizar en la relación entre la planificación sectorial-estratégica y la territorial urbana, así como en el papel que cada una de ellas representa de nuevo en las diferentes escalas geográficas. Mientras que a las escalas amplias, como la metropolitana o la urbana, presenta mayor peso la planificación estratégica o el papel de los imaginees o creadores de imágenes, a escala micro destaca la influencia del proyecto urbano.
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Figura 5. Principales referencias geográficas. |
En resumen, la complejidad de la gran ciudad se traslada al uso turístico que de ella se hace, lo que implica que no sea posible reducir su explicación a respuestas simples y unívocas. De hecho, el resultado final del turismo en una gran ciudad parece ser el cruce de la tensión entre diferentes pares de opuestos como los de global/local, cambios/persistencia, innovación/tradición o difusión/concentración. Tensiones entre términos contradictorios de cuya resolución se construye un determinado modelo turístico y un espacio que en ningún caso puede ser visto como variable dependiente del mismo.
Notas
[1] Una primera versión de este trabajo fue presentada como una subponencia en el X Congreso de Geografía del Turismo, Ocio y Recreación de la Asociación de Geógrafos Españoles, celebrado en Cuenca en septiembre de 2006. Dicha versión reducida está en proceso de edición. Está desarrollado en el marco del proyecto La puesta en valor sostenible de las estructuras territoriales para el turismo y el ocio de las sociedades urbanas. Un nuevo modo de articulación urbano-rural patrocinado por el Ministerio de Educación y Ciencia en el marco del Programa I+D+i (SEJ 2005-05586).
[2] Calificar de gestores a los responsables de las políticas urbanas no es casual, en la medida en que la argumentación que se sostiene a continuación es que cumplen cada vez más el papel de gestores empresariales que de políticos en el ámbito municipal.
[3] D. Harvey (2001) señala que no se trata de estrategias excluyentes, sino complementarias en gran medida.
[4] El geógrafo Francesc Muñoz ha acuñado el neologismo de urBANALización. Ver bibliografía.
[5] El turismo procedente del extranjero en el 2006 se situó casi en los cuatro millones, mientras que el nacional superó los once. En todo caso, debe señalarse que de todas las comunidades autónomas es la que presenta unos flujos internacionales más diversificados. Los datos citados proceden del Balance del turismo en España en 2006, http://www.iet.tourspain.es/Informes/Documentacion/frontur/Movimientosturisticosenfronteras2006.pdf y de la Encuesta de los movimientos turísticos de los españoles en 2006 http://www.iet.tourspain.es/informes/documentacion/familitur/Anuales/Familitur.%20Nota%20de%20Coyuntura%202006.pdf
[6] Ante la imposibilidad de utilizar las mismas fuentes para la escala autonómica y la local, debe dejarse claro que en este último caso a que ahora nos referimos los datos son exclusivamente de viajeros que utilizaron alojamientos comerciales, mientras que los referidos once millones de turistas nacionales en la Comunidad procedían de la encuesta de Familitur, por lo que en teoría se cuentan todos los turistas y no sólo aquéllos que pernoctan en hoteles. El avance de datos del INE para 2007 sube la cifra de turistas en alojamientos hoteleros en Madrid a más de siete millones.
[7] De 1,98 días en alojamientos hoteleros, según la Encuesta de Ocupación Hotelera del INE. La de los turistas nacionales se sitúa en 1,8 días, mientras que la de los extranjeros sube hasta el 2,16.
[8] Datos de Aeropuertos Españoles y Navegación Aérea, www.aena.es.
[9] El nuevo Madrid-Barajas. Impacto económico. http://www.esmadrid.com/monograficos/economia/barometro/8/barometro.html?url=/monograficos/economia/barometro/8/monografico_8.pdf
[10] Según datos de Airports Council International (http://www.airports.org) Madrid – Barajas era ya en 2006 el cuarto aeropuerto europeo tras Londres – Heatrow, París Charles de Gaulle y Frankfurt Main, habiendo superado recientemente a Ámsterdam Schiphol y acercándose en el 2007 y principios del 2008 al principal aeropuerto alemán.
[11] Datos del Departamento de Gestión de la Información Turística del Ayuntamiento de Madrid y de F. Lucas (2003).
[12] Según datos del International Congress & Convention Association Madrid se ha situado durante el 2003 y 2004 entre las diez principales ciudades de congresos del mundo. Sin embargo, no ocupó esa posición privilegiada en el 2006. En todo caso, ese mismo año Madrid acogió más de 4.000 congresos nacionales e internacionales, que supusieron más de 500 millones de euros en ingresos directos (www.munimadrid.es)
[13] El resto de la modalidades de alojamiento tienen una importancia muy inferior al de los hoteles, aun cuando debe señalarse la existencia de algo más de ocho mil plazas en hostales y pensiones en el 2005 que, sin embargo, están experimentando en los últimos años una rápida reducción como resultado del aumento de la calidad y la especialización del turismo madrileño.
[14] Al final del texto se inserta un mapa de la ciudad de Madrid con algunas de las principales referencias geográficas que se irán citando (figura 8).
[15] Se han representado sólo las plazas de cuatro y cinco estrellas junto con aquellas de tres que ofrecían una serie de servicios avanzados ligados al turismo de negocios, caso de las salas de reunión y de congresos, la traducción, los equipamientos audiovisuales, etc. Evidentemente, junto a éstas hay en el área metropolitana otras de menor calidad, cuya razón de ser nada tiene que ver con los procesos de difusión de actividad económica avanzada. En todo caso, su inclusión en el mapa no hubiese cambiado de manera significativa el resultado final.
[16] Estos arquitectos suizos son los autores de la Tate Modern de Londres, que al igual que el CaixaForum supone la reutilización de una antigua central eléctrica en desuso en una situación urbana privilegiada: la orilla derecha del Támesis frente a la City y San Pablo en el caso de Londres, y el Paseo del Prado, enfrente del Jardín Botánico y prácticamente enfrente del Museo del Prado en el caso de Madrid.
[17] Dada la capacidad de representación disponible a esta escala la mayoría de los elementos se han retirado del mapa, dejando sólo los hoteles (sin referencia a su nivel) y aquéllos equipamientos de importancia que por estar dispersos por la ciudad no quedan incluidos en ninguna de las zonas turísticas delimitadas.
[18] En el espacio delimitado en la zona uno se encuentran todos los museos y monumentos con más de 75.000 vistitas al año, excepto el Museo Arqueológico, el Templo de Debod y el Museo de Ciencias. Destacan sin duda el Museo del Prado, el Museo Nacional de Arte Contemporáneo Reina Sofía, el Thyssen-Bornemisza o el Palacio Real, todos ellos por encima del medio millón de visitantes y los dos primeros por encima del millón. A este conjunto se le ha sumado a principios de 2008 el ya citado CaixaForum.
[19] Nos referimos a los cines tradicionales. Como en otras ciudades los cambios en los hábitos de consumo y ocio están desplazando gran parte de las salas de cine a los centros comerciales, la mayor parte de ellos situados de la periferia urbana y en el área metropolitana (Gámir, 2001).
[20] Puerta del Sol y Preciados son las zonas comerciales con el alquiler más caro de Madrid, de acuerdo con el Boletín de locales comerciales de junio de 2006 de CB Richard Ellis.
[21] Se han analizado las rutas propuestas en la información turística del Ayuntamiento de Madrid para el año 2006 ¡MADRID! Información para el viajero y en la página www.esmadrid.com, en la cual se recogen doce rutas guiadas de pago en español e inglés, once de las cuales se desarrollan total o casi totalmente en el área 1. En cuanto a las rutas privadas, se han analizado las ofrecidas por Madrid a tu aire (www.madridatuarie.com), empresa formada por guías oficiales de la Comunidad y Madrid Visión, la concesionaria de los autobuses turísticos de la ciudad. Mientras que la primera de las empresas citadas ofrece fundamentalmente visitas a monumentos y museos del área delimitada, junto con el paseo por el Madrid de los Austrias; la segunda incluye dos itinerarios, Madrid Histórico, que sólo sale de la zona que tratamos para visitar el Templo de Debod, y el Madrid Moderno, que recorre fundamentalmente el eje norte-sur de Prado-Recoletos-Castellana y que se integraría casi totalmente en el área 2 que será analizada a continuación.
[22] Los datos sobre plazas para congresos que se ofrecen tanto en esta área como en las dos siguientes son aproximados, ante la disparidad de las fuentes.
[23] La supermanzana de Azca es un zona de planeamiento especial entre el Paseo de la Castellana y la calle de Orense, que concentra la sede de algunas de las principales multinacionales radicadas en Madrid y, hasta el momento, los mayores rascacielos de la ciudad. Fue aprobada en 1962.
[24] Según recientes informaciones, el palacio de congresos que se construirá, propiedad de la empresa municipal Espacios y Congresos, será el doble que el actual Palacio Municipal de Congresos, con tres grandes auditorios para 3.000, 1.500 y 800 personas respectivamente, más zona expositiva y salas para reuniones. Este auditorio, aún no comenzado, es un proyecto de los arquitectos F. Tuñón, L. Mansilla y M. Peralta.
[25] Fue inaugurado a principios de los setenta, y cuenta como elemento simbólico con un gran mural de Joan Miró en su fachada.
[26] Shopping Vip-Pack es un paquete turístico de compras ofertado para turistas alojados en hoteles de 4 y 5 estrellas de la ciudad (www.esmadrid.es), que permite beneficiarse de descuentos y atenciones preferentes en más de cien comercios, junto con otros servicios como circuitos guiados o recogida de las compras. La principal de las áreas ofrecidas es la comentada en el barrio de Salamanca.
[27] La obra de G. Simmel a que se hace referencia es “La metrópolis y la vida mental”, publicada en 1903.
[28] Traducción de “accidental tourist”, término creado por la escritora A. Tyler y popularizado por una película del mismo nombre, y de “as if tourist”.
[29] El barrio de Chueca, en el distrito centro al norte de la Gran Vía, ha experimentado un proceso de gentrificación en gran medida por parte de población homosexual, lo que favoreció además la aparición de un sector comercial y de ocio especializado. A día de hoy es objeto de una promoción turística específica por parte del ayuntamiento de Madrid centrada en la orientación sexual (www.esmadrid.es), de un modo similar a como lo hacen otras ciudades europeas, caso de Londres o París. Este barrio está directamente conectado con la zona comercial alternativa de las calles Hortaleza y Fuencarral.
[31] Es evidente que el proyecto de la Isla de los Museos, a cargo del arquitecto D. Chipperfiel, tiene mucha más envergadura, y entre otras cosas construye un paseo arqueológico subterráneo dirigido a unir cuatro de los museos existentes y dotarlos de una única gran entrada.
[33] Por haber residido en él algunos de los más importantes escritos del Siglo de Oro, caso de Cervantes, Quevedo o Lope de Vega
[34] Plan Especial Prado-Recoletos. Memoria. http://www.munimadrid.es/Principal/Ciudad/RecoletosPrado/pdf/Memoria/CapituloI.pdf.
[35] Grupo encabezado por Nueva York, Londres, Tokio y París, y en el que también se suele incluir otras como Chicago, Milán, etc.
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© Copyright Scripta Nova, 2010.
[Edición electrónica del texto realizada por Gerard Jori]
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