Scripta Nova |
EL EJIDO ELEGIDO: LA CONVIVENCIA COMO DESAFÍO
Juan Carlos Checa
Universidad de Almería
jcheca@ual.es
Ángeles Arjona Garrido
Universidad de Almería
arjona@ual.es
Francisco Checa y Olmos
Universidad de Almería
fcheca@ual.es
El Ejido elegido: la convivencia como desafío (Resumen)
El incremento de los flujos migratorios supone un gran reto en los contextos de recepción, especialmente en los ámbitos locales. Por eso, en este artículo examinamos la evolución del sentimiento hacia la inmigración en la ciudad de El Ejido (Almería) desde el año 2000 hasta la actualidad (2008). Con la intención de conocer si se están repitiendo los elementos que ocasionaron uno de los conflictos raciales más importantes de Europa hemos construido el índice de percepción anti-extranjero. Los datos se obtienen a través de un estudio longitudinal a partir de la administración de una encuesta en esos dos años. Los resultados muestran que se ha producido un incremento de la hostilidad hacia los inmigrantes, volviéndose a repetir los indicadores, aunque de manera más acentuada, que provocaron el conflicto: así, se mantiene la percepción de que son una competencia y amenaza tanto en la esfera individual (salarios, empleos o recursos del bienestar) como colectiva (identidad nacional).
Palabras clave: El Ejido, xenofobia, competición, amenaza, inseguridad.El Ejido chosen: the coexistence like challenge (Abstract)
The increase of the migratory flows supposes a great challenge in the reception contexts, especially in the local environments. For that reason, in this article we examine the evolution of the feeling toward the immigration in the city of El Ejido (Almería) from the year 2000 until the present time (2008). With the intention of knowing if are repeating the elements that caused one of the most important racial conflicts in Europe we have built the anti-foreign index of perception. The data are obtained through a longitudinal study with the administration of a survey in those two years. The results show that an increment of the hostility has taken place toward the immigrants, repeating the indicators again, although in accented way that caused the conflict: this way, it stays the perception that they are so much a competition and threat in the individual sphere (wages, employments or resources of the well-being) as collective (national identity).
Key words: El Ejido, xenophobia, competition, threat, insecurity.El desarrollo de la provincia de Almería se caracteriza, entre otras razones, por su relación con las migraciones económicas. En un primer momento como expulsora de mano de obra a lugares tan diferentes y distantes como América (Argentina y Brasil, especialmente), Argelia (Orán), Europa Central (Francia, Alemania, Bélgica y Suiza) o Cataluña y Madrid. Y en la actualidad como receptora de inmigrantes, con población procedente tanto del resto de España como de infinidad de países, que llegan para emplearse en la agricultura intensiva -y su industria auxiliar-, construcción y sector servicios, amén de los turistas que vienen temporal o definitivamente en busca del sol y la playa.
Más concretamente y centrados en el flujo de llegada, si en Almería los extranjeros suponían a mediados de los ochenta menos del 0,5 % de la población, el porcentaje ascendía al 3% a finales de los noventa y en la actualidad se sitúa en el 18%. Ahora bien, la llegada de las nuevas comunidades no sólo ha modificado la diversidad poblacional ya existente, sino que ha acarreado un incremento de la tensión entre los miembros de la “mayoría” –entendida como población nacional- y la “minoría” –equiparada a la inmigrada extranjera-. Por ello, en muchas ciudades de España y Europa se ve a los foráneos como un serio problema social, además de plantearse cómo abordar su integración (véase, Baldwin-Edwards y Schain, 1994; Soysal, 1994, Carrera, 2006). Por ello, delimitar la definición de población foránea no ha sido un proceso simple, puesto que ésta no es homogénea en cuanto a la nacionalidad, estatus legal, género, edad, cualificación, etc. Diversidad que ha llevado, por un lado, a considerar a unos extranjeros outsiders e indeseables y a otros insiders, determinación que se sustenta, sobre todo, por las propias políticas de inmigración (integración). Por otro, el crisol poblacional ha generado una visión parcializada (estereotipada) del fenómeno, que se traduce en discriminación, prejuicio, hostilidad e incluso violencia. En efecto, tal y como muestra la literatura precedente, uno de los motivos que explican gran parte de los hechos racistas ocurridos en España[1], Europa[2] o resto de lugares[3] es el sentimiento de miedo, amenaza e invasión.
Entre los ataques más violentos sucedidos en España y posiblemente de Europa, a la luz de lo acontecido, nos encontramos con los de la ciudad de El Ejido[4] (Almería) en febrero de 2000. Durante los días 6, 7 y 8 de dicho mes los inmigrados llegados desde el norte de África fueron perseguidos, golpeados, así como quemadas sus casas, negocios, etc., por parte de la población española. Es más, entre los agresores no sólo se identificaron a ejidenses sino también a personas procedentes de ciudades y pueblos próximos, e incluso algunos vinieron de diferentes lugares de España. El desencadenante de este acto violento fue la muerte de tres personas a manos de dos marroquíes, en escaso periodo de tiempo[5].
No obstante, siguiendo la literatura que analizó dicho fenómeno[6] (véanse, entre otros, Calvo, 2000; Foro Cívico, 2000; Checa Olmos, 2001; Martínez, 2001; SOS Racismo, 2001) se observa que el conflicto escondía más elementos que impulsaron esos actos. Sin pretender ser exhaustivos destacamos: en primer lugar, aspectos económicos, actuando desde varias perspectivas: primera, se atravesaba un periodo de crisis agrícola que duraba ya varios años; los agricultores responsabilizaban de la situación a la entrada masiva y sin control de productos hortofrutícolas procedentes del norte de África. Y, segunda, se acusaba a los asalariados, en base a un elenco importante de prejuicios y estereotipos de poco productivos y vagos, aunque muy exigentes, reivindicativos, etc. En consecuencia, en El Ejido existía una importante maurofobia que, en ocasiones, se convertía en islamofobia.
El segundo elemento desencadenante fue el residencial[7]; los inmigrados en un primer momento se ubicaban, casi en su totalidad, en diseminados disgregados por todo el campo agrícola. Sin embargo, la saturación poblacional de este tipo de alojamiento llevó a la incorporación de los inmigrados a las zonas urbanas, ocupando espacios de interacción cotidiana que generó la sensación de invasión y amenaza. O lo que es igual, al principio los inmigrantes eran “invisibles” excepto para sus empleadores, pero posteriormente quedaron visibles para toda la sociedad.
El tercer elemento adquiere un cariz político y de opinión pública. En este año los diferentes medios de comunicación tomaron mayor conciencia del fenómeno migratorio; su tratamiento, en muchos casos, se produjo en términos de avalancha, problemas de integración, pateras, amenaza, etc. (De la Fuente García, 2006). Todo ello alimentado desde el discurso político que veía a los inmigrantes como causantes de problemas (García y Pedreño, 2002; Rocha, 2005; Río, 2005) e impulsores de choque cultural (o de civilizaciones) cuya solución era la integración en forma de asimilación o, en caso contrario, la expulsión. Basta con releer las noticias anteriores a aquellos días para darnos cuenta que la migración se percibía como un problema grave estatal, puesto que en el ámbito nacional el discurso se centraba en el control de flujos y en la expulsión de irregulares; y en el local los medios casi diariamente resaltaban en sus primeras páginas actos vandálicos y problemas de convivencia ocasionados por los inmigrados.
No obstante, de los diferentes trabajos publicados sobre el conflicto étnico/racial ejidense únicamente la monografía de Azurmendi (2001) criminaliza a los inmigrados y les hace responsables únicos de su situación, fundamentándose en estereotipos y afirmaciones poco o nada científicas que desmerecen sus propios argumentos. Así, por ejemplo, Azurmendi justifica la baja rentabilidad de las explotaciones en aquel momento por que los africanos llegan desde sociedades que no tienen una cultura del trabajo, o lo que es igual, su quehacer diario está relacionado más con el ocio, puesto que afirma que parte del éxito social –individual y familiar- de éstos viene determinado por el desempeño de trabajos que no requieran grandes esfuerzos físicos. También se puede leer en dicho libro que los inmigrantes roban y mienten debido a la vulnerabilidad del sistema jurídico y penitenciario español, contrario a lo que ocurre en sus países de origen. O que su situación vital en Almería es fruto de una disposición a la autodegradación amén que en la esencia de su carácter étnico está la propensión a supeditarse a mafias de extorsión.
Por tanto, el objetivo final del texto era restar importancia a uno de los conflictos más importantes sucedidos contra los inmigrados, tomando como referencia el esfuerzo, que nadie discute, que hicieron los inmigrantes españoles para asentar las bases de la economía almeriense, en contra de los asalariados extranjeros que hoy la sostienen. Tras la lectura del texto se entiende que en El Ejido no hubo un acontecimiento racista sino un conflicto exclusivamente laboral y que el mejor modelo de convivencia es el segregacionista, con inmigrados asentados en cortijos o barrios de la periferia y españoles en enclaves fortificados[8]. Argumentos, a la postre, defendidos por muchos políticos de la comarca.
Si volvemos a los razonamientos expuestos en primer lugar y esgrimidos por el resto de los investigadores, y debido a que en la actualidad se están repitiendo algunos desencadenantes del conflicto, léase: situación económica en declive, discurso negativo hacia los inmigrados en la agenda político-mediática (véase Carrera, 2006) y de la población en general[9] (véase, Herranz, 2008), junto al mantenimiento del modelo de exclusión residencial, optamos, de nuevo, por estudiar la percepción que tiene la población nacional de El Ejido sobre los inmigrantes, para evaluar la situación pasados casi diez años del conflicto étnico/racial.
Además, la elección de la zona de estudio se fundamenta también en que esta ciudad se erige como el lugar más representativo de la agricultura intensiva almeriense. Por supuesto, esto no quiere decir que las conclusiones extraídas deban ser fielmente aplicadas al resto de ciudades y municipios agrícolas de la provincia (léase Roquetas de Mar, Vícar, Níjar, La Mojonera, etc.), aunque sin temor a equivocarnos arrojarían resultados parecidos, puesto que las características que las definen son muy similares.
Explicaciones teóricas sobre las actitudes hacia los inmigrantes
A lo largo de los años, varias han sido las alternativas teóricas que pretenden definir el sentimiento antiminoritario y discriminatorio. Encontramos razonamientos que van desde el racismo biológico o simbólico hasta la personalidad autoritaria pasando por la amenaza competitiva (véase Wimmer, 1997). Éstas se justifican por su resistencia al cambio, basada en unos casos en la propia naturaleza humana, en otros en un sentimiento moral que evite violar los valores individuales y colectivos (trabajo, obediencia, disciplina, etc.) o de inseguridad económica. En este texto nos vamos a centrar en esta última explicación (competencia y amenaza), a la postre, la más utilizada en la literatura actual a la hora de explicar la xenofobia.
El elemento central del modelo de competición sostiene que las actitudes hacia el exogrupo ocurren cuando existe una lucha entre grupos por el poder, recursos e identidad colectiva, lo que deriva en un sentimiento de amenaza e inseguridad. Emociones que actúan en términos de frustración y/o agresión que terminan afectando a los derechos de la minoría, puesto que se produce el argumento que la cesión de derechos para los extranjeros va en detrimento de los autóctonos. Esto es, la percepción de amenaza determina un modelo instrumental de conflicto que diseña estrategias de discriminación para aumentar las oportunidades de los nacionales, o de la mayoría, para acceder a unos recursos desiguales y limitados.
No obstante, estas inquietudes (amenaza e inseguridad) no siempre son constantes sino que varían atendiendo a diferentes escalas y variables.
La primera actúa en la esfera individual, en la que la competición y amenaza se refleja en los propios intereses, tales como trabajo, casa, servicios sociales y beneficios económicos. De modo que la población con una posición más vulnerable en el sistema social (nivel educativo bajo, indignos salarios, desempleado, etc.) presenta una actitud más negativa y discriminatoria hacia el exogrupo (véanse, entre otros, Quillian, 1995; Raijman y Semyonov, 2004; Semyonov, Raijman, Tov y Schmidt, 2004). Evidentemente, para este nivel de análisis, también las personas con un marcado carácter político (extrema derecha) y religioso (muy practicante) manifiestan actitudes más reacias a la convivencia intergrupal (Raijman y Semyonov, 2004).
La segunda, de características colectivas, sostiene que la discriminación y el prejuicio exogrupal se fundamentan en la amenaza de la identidad colectiva, o lo que es igual, la presencia de población de otros colectivos pone en peligro la homogeneidad cultural nacional e identitaria; incluso, para algunos, hasta el sistema político democrático. Por ello, la similitud/diferencia cultural y de estilos de vida entre la mayoría (más “correctos” e “importantes”) y minoría son los argumentos que explican, en parte, la actitud polarizada. Así, en contextos de inmigración donde los distintos grupos coinciden en idioma, tienen la misma religión (por ejemplo, latinoamericanos en España o Ucranianos en Rusia) y presentan estatus socioeconómicos similares se expresa una mayor simpatía, que por aquellos con los que apenas comparten contenido étnico.
Incluso, para ciertos casos, “el residuo de la historia” también define la actitud de los extranjeros. Es decir, el tipo de relaciones que se hayan establecido a lo largo de los años entre origen y destino puede condicionar las relaciones presentes y futuras entre los sujetos.
Ambos niveles –individual y grupal- se ven afectados por diferentes variables, a saber: tamaño de la población, condiciones económicas y políticas.
El tamaño de la población ha sido la variable más estudiada como elemento de amenaza e inseguridad en la competencia intergrupal. De modo que cuantas más personas tenga el exogrupo mayor es el sentimiento de amenaza y competencia, lo que se traduce en disconformidad étnica y discriminación. Así se ha demostrado tanto en investigaciones norteamericanas (véanse Quillian, 1996; Semyonov, Haberfeld, Cohen, y Lewin-Epstein, 2000; Taylor, 1998) como europeas[10] (véanse, Herranz, 2008; Kunovich, 2004; Lahav, 2004; Quillian, 1995). Incluso en los resultados de Semyonov et al. (2004), a la hora de definir la amenaza e inseguridad, se resalta más el tamaño poblacional percibido que el real, es decir, en algunas ocasiones se puede producir xenofobia sin extranjeros.
Las condiciones económicas también influyen notablemente en la percepción de la amenaza. De modo que cuanto mejores son las condiciones económicas el sentimiento negativo hacia los otros grupos se reduce, puesto que las oportunidades son mayores y la competencia en el mercado laboral es menor (véanse Kunovich, 2004; Quillian, 1995). Dicho de otro modo, cuando las expectativas económicas son preocupantes se intensifica la competencia y la impresión de peligro termina aflorando, traducida en prejuicios y sentimientos discriminatorios que se sustentan en un antagonismo étnico y en el declive de oportunidades. No obstante, en ciertas ocasiones, como sostiene la Teoría de Dominación Social, los grupos sociales identificados con la clase social alta también ven las relaciones intergrupales en calidad de competencia, percibiendo al exogrupo con un mayor grado de prejuicio y discriminación si cabe, puesto que con el sentimiento de amenaza aumentan los beneficios de su grupo (Pratto et al., 2000; Sidanius, Devereux y Pratto, 1992).
Por supuesto, las condiciones económicas por sí solas no influyen en la hostilidad, éstas deben estar acompañadas por el tamaño del grupo, así, un lugar o país en recesión económica no manifiesta opiniones contrarias a los extranjeros si su número no es importante o significativo.
El incremento de la xenofobia está también relacionado con las posiciones políticas y/o ideológicas y sentimiento nacionalista (ciudadanía). La llegada prolongada y significativa de inmigrantes provoca a los agentes políticos un dilema para definir la política migratoria. De un lado se podría optar por promover la igualdad de derechos para todos; de otro, limitar las oportunidades socioeconómicas para los inmigrantes, especialmente para aquellos que su presencia no aumenta, supuestamente, el bienestar social de destino (irregulares o familiares reagrupados en edad no laboral). Entre los políticos, recientemente, no han faltado voces que afirman que el uso que hacen los inmigrantes de los servicios sociales públicos (por ejemplo, sanidad) va en detrimento del disfrute y/o uso de los nacionales.
Es bien sabido que entre la ideología de los partidos políticos neofascistas está el rechazo a la inmigración, generando un clima de violencia y antagonismo hacia aquello que no sea nacional, fundamentándose en la competencia individual (nos quitan el trabajo y reducen los salarios) y colectiva (se pierde la identidad nacional) (véanse Pain, 2007; Skenderovic, 2007). Discurso que, aunque más suavizado, se está imponiendo en otros partidos políticos y gobiernos de tendencias más moderadas (véanse Brodkin, 2005; Carrera, 2006; Simon y Sikich, 2007).
Por otro lado, tal y como sostiene Florence y Martiniello (2005), la concepción (naturaleza) de la identidad nacional ha sido importante a la hora de definir la integración y los derechos de la ciudadanía extranjera basada, sobre todo, en el ius solis fundamentado en el Estado nación o nación cívica (Staatsnation) y ius sanguinis cimentado en la visión romántica de la nación cultural y ancestral (Kulturnation), casos de Alemania y Francia, por ejemplo[11]. La autopercepción de “nación” explica las definiciones de las relaciones entre las mayorías y minorías. Por eso, es muy importante conocer la definición que la sociedad tiene del país, entendido analíticamente entre “cívico” (o universalista) y “étnico” (particularista)[12]. De modo que un sentimiento exacerbado de particularismo acarrea mayores dosis de xenofobia. A todo ello se le puede añadir, en algunos casos, los acontecimientos históricos particulares y las relaciones bilaterales entre los países de destino y de origen, así por ejemplo, Rocha (2005) muestra como a partir de los atentados del 11 de marzo en Madrid la integración de los inmigrantes musulmanes es más difícil, a la vez que las medidas de control de los flujos son más duras.
Por último, la actitud hacia los extranjeros está determinada por la fase migratoria que está atravesando el lugar. Tal y como muestra parte de la literatura internacional la visión de la migración como un problema social es más pronunciada en contextos de reciente migración que en aquellos que los flujos están más consolidados.
Evidentemente, y como se deduce, el eje transversal que explica gran parte de los anteriores fenómenos es el prejuicio, entendido para esta ocasión como antipatía de características generalizadoras. O lo que es igual, el prejuicio es definido por la irracionalidad (generalización) y una evaluación emotiva (antipatía) (véase Allport, 1954). De modo que éste también se muestra tanto a nivel individual, sobre todo, por la percepción de verse afectados los propios intereses (salarios, empleos, etc.) o a nivel grupal, referido a cuestiones identitarias y de poder. Que, en cualquier caso, define la dirección del contacto intergrupal y el sentimiento concreto de amenaza.
De forma paralela actúan los estereotipos, no como ideas aisladas de los individuos, sino que surgen y se desarrollan en el seno de grupos (véase Bar-Tal, 1990), cuyo origen es diverso: primero, derivado de las relaciones que existen entre el endogrupo y exogrupo; segundo, por las propias condiciones o características del estereotipado; y tercero, por la propia experiencia. Ahora bien, éstos no son un problema en sí mismo, pero sí cuando guían todas nuestras percepciones, memoria y, en último término, conducta.
En conclusión, las investigaciones han asumido la siguiente cadena de reacciones: la visibilización estereotipada de la minoría, en muchas ocasiones, provoca actitudes negativas en la mayoría; esas actitudes desembocan en discriminación y ésta agrava las relaciones intergrupales hasta derivar, en ciertos casos, en hostilidad y violencia.
Métodos y datos
La falta de estadísticas globales donde se recojan todas las variables que puedan explicar un modelo a seguir hizo que llevásemos a cabo un trabajo de campo propio a través de dos encuestas –de contenidos idénticos- administradas en dos momentos diferentes (2000 y 2008)[13]. También consultamos, en la junta electoral, los resultados de las tres últimas elecciones municipales.
La construcción de los indicadores está fundamentada en los elementos que la estructura teórica y las investigaciones precedentes muestran, de manera que las variables quedan operacionalizadas del siguiente modo:
En primer lugar, tomamos como variable dependiente el índice de sentimiento anti-extranjero[14] que oscila entre 0 y 4, de modo que el 4 significa una actitud anti-extranjera.
En cuanto a las variables independientes quedan agrupadas del siguiente modo: inseguridad, amenaza, diferencia y distancia social.
La inseguridad se expresa a partir de dos elementos: uno, la inseguridad material, cuantificada por la experiencia económica personal durante los cinco años anteriores y la opinión sobre los cinco venideros[15]. Dos, la inseguridad política[16] y el porcentaje de voto a la derecha. Más concretamente, para nuestro caso hemos anotado el voto al PP (elecciones de 1999) y el voto al PAL[17] (Partido de Almería) en las últimas elecciones municipales (2007). Aunque, en ninguno de los dos casos, se presentan como partidos de extrema derecha, las afirmaciones racistas, recogidas en los diferentes medios de comunicación, de su líder y alcalde Juan Enciso (en 1999 en las filas del PP y en 2007 en el PAL), sus propuestas de actuación en materia inmigratoria, recogidas en los programas electorales de ambas elecciones, donde se prevén y diseñan políticas para los inmigrados encaminadas a la segregación espacial y asimilación cultural, así como la propia gestión que se hizo del conflicto en 2000 se puede considerar, para este caso, como partidos políticos liderados por una persona de extrema derecha.
La amenaza se mide a partir del tamaño real de la población inmigrada, sobre todo, la llegada desde África, Latinoamérica y Europa del Este (porcentaje con respecto a la población oriunda en cada sección de análisis) puesto que estos grupos son quienes provocan dichos sentimientos[18]. Igualmente la amenaza queda determinada no sólo por el tamaño real sino por el percibido; por eso damos el valor (1) a quienes contestaron en la encuesta que los inmigrados que provienen de estas latitudes son demasiados. Pero también la amenaza afecta a lo colectivo, especialmente relacionado con la identidad que ensalza lo étnico o lo cívico[19].
Además, a título individual, preguntamos por el valor que le otorgaba a la identidad nacional. Para ello, se mostraba al encuestado un listado de posiciones para conocer con cuáles de ellas se sentía más identificado: ocupación, clase social, lugar de residencia, ideología o identidad nacional[20].
La diferencia social entre los distintos grupos se construye en base a elementos culturales y estructurales. Los primeros se miden teniendo en cuenta el dominio del idioma y el cambio de religión[21]. Por su lado, en los elementos estructurales se interrogaba sobre el nivel educativo (años escolarizados).
La distancia social, entendida como falta de interacción, está operacionalizada por dos medidas. Primera, por la predisposición personal de establecer matrimonios mixtos, en este caso, con magrebíes por ser la población mayoritaria (Si=1); segunda, la preferencia por la composición poblacional del vecindario (todos españoles=1).
Por último, entre las variables de nivel individual que tienen que ver con otros aspectos sociodemográficos tenemos en cuenta: sexo (hombre=1), edad (en años), orientación política (extrema derecha=1), actividad (desempleado=1), estado civil (casado=1), ubicación de la residencia (urbano=1).
También en relación con ciclo o experiencia migratoria las secciones poblacionales han sido divididas en dos grupos: para el año 2000, el primero lo conforman las secciones donde la población extranjera es igual o mayor del 10% (=1). En el 2008 el valor (1) se adjudica a las áreas en las que la población extranjera supera el 15% después del año 2005.
El Ejido y su conflicto ¿un hecho irrepetible?
Incremento del sentimiento anti-extranjero
Los estadísticos descriptivos de las variables utilizadas en el análisis (véase cuadro 1) arrojan datos muy significativos que muestran claramente la actitud de la población ejidense hacia los inmigrados.
En primer lugar, destaca el incremento del sentimiento anti-extranjero, ya que si en 2000, después del conflicto la cifra alcanzaba de media 2,7 ahora la cifra asciende al 3,1[22], o lo que es igual, se identifica, entre otras cosas, al extranjero como generador de desempleo, delincuencia y explotador del sistema de bienestar español.
No obstante, este sentimiento negativo no es del todo novedoso puesto que Herranz (2008) cuando aplica el índice de xenofobia[23] en municipios de alta densidad de inmigración de la provincia de Almería obtiene datos muy altos, que superan con creces los obtenidos para España (véase Díez, 2005); de modo que si la media más alta para España en el periodo 1991-2003 ha sido 2,9 en 1992, en Almería en 2005 el índice alcanza 5,3. Más aún, cuando aplicamos este índice en nuestro trabajo (sólo El Ejido) la cifra llega hasta el 6,3.
En consecuencia, los autóctonos muestran, desde siempre, altos niveles de rechazo hacia el otro, lo que significa, de entrada, que lo ocurrido en febrero de 2000 no sólo se debió a determinados acontecimientos coyunturales sino que escondía grandes dosis de prejuicios étnicos.
También la tabla 1 refleja que la población ejidense exhibe gran sentimiento de inseguridad económica, tanto en 2000 como en 2008, de manera que las expectativas futuras son siempre malas a todos los niveles (familiar y estatal) y se piensa que el pasado fue mejor. No debemos olvidar que, a pesar de estar actualmente inmersos en una de las peores crisis internacionales de las últimas décadas que ha terminado afectando a todos los sectores, la economía de El Ejido en particular y la almeriense en general, basada en la agricultura intensiva, construcción y turismo, siempre ha sido muy sensible a modificaciones, tanto ascendentes como descendentes, de ahí que exista, casi siempre, una gran incertidumbre económica.
De igual modo, la inseguridad política que muestra la población autóctona es importante para ambas fechas, la inmigración se ve más como un problema que como un beneficio, existiendo entre la población nacional un discurso restrictivo en la adquisición de derechos de los extranjeros. Eso se muestra también cuando comprobamos que el PAL obtuvo prácticamente el 52% de los votos en las elecciones municipales de 2007[24], que sumado al 16% del PP supone que la derecha ejidense ha acaparado el 68% de los votos.
En cuanto al sentimiento de amenaza individual determinada por el tamaño y percepción de población extranjera, observamos que la tasa de inmigración en El Ejido se ha multiplicado por casi tres en el periodo analizado, esto es, si en 2000 los extranjeros eran el 12,7% en la actualidad alcanzan el 31,7%[25]. Incluso más allá de la población real, la mayoría de los ejidenses han pensado siempre que los inmigrados asentados en su ciudad eran demasiados (amenaza percibida). Más concretamente, tras febrero de 2000 el 88% pensaba que eran demasiados; en la actualidad la cifra sólo se ha reducido en tres puntos porcentuales.
El sentimiento de amenaza se ve refrendado por el tipo de identidad exigida para los extranjeros, puesto que se les “reclama” más identidad étnica que cívica, es decir, haber nacido en España, tener antepasados españoles, practicar las costumbres españolas e incluso ser católico, frente a sentirse español, vivir en España, hablar bien español u ostentar la ciudadanía. De manera que si para el año 2000 la media de la identidad cívica era de 2,9 ahora es de 3,1. Sin embargo, la tendencia en cuanto a la identidad étnica ha variado: si para el año 2000 el valor era de 3,5 en la actualidad es de 3,4, así pues, aunque la diferencia es mínima antes se valoraba más lo étnico.
Incluso, la autoadscripción identitaria para ambos momentos es muy alta, puesto que suma el 80% en 2000 y 87% en 2008, de los ejidenses resalta la “españolidad” como elemento más importante frente a otros atributos como son la ideología, clase social o lugar de origen.
Respecto a la diferencia social entendida, por un lado, como cuestiones culturales, sólo el 27% en 2000 y 25% en 2008 opina que los extranjeros dominan bien el español, así como el 46% en 2000 y 43% en 2008 que deberían cambiar de confesión religiosa. Por tanto, en ambas fechas se esconde una tendencia a la asimilación como modelo de integración social. Por otro, se fundamenta en la renta media, que no aumenta ni doscientos euros y la escolaridad que se incrementa en año y medio de una fecha a otra, lo que supone abandonar mayoritariamente tras la educación secundaria.
Los indicadores que revelan la posibilidad de interacción intergrupal son los matrimonios mixtos[26] y la preferencia para residir en barrios con una composición poblacional heterogénea. Para el primer caso y momento dicha inclinación matrimonial con los magrebíes sólo era aceptada por el 3,1%, cifra que se reduce al 2,7% actual. Lo mismo que tras el conflicto racial el 72% hubiera elegido vivir en un barrio formado exclusivamente por españoles, inclinación que se reduce al 65% en 2008. Por último, en la actualidad en El Ejido el 37% de los nacionales viven en un área residencial donde habitan más del 15% de población inmigrante asentada después de 2005, esto es, nuevos barrios de inmigrantes. En el 2000 sólo el 25% vivía en dichos barrios.
2000 |
2008 |
||||||
Variables |
Min. |
Máx. |
Media |
(%) |
Media |
(%) |
|
Sentimiento anti-extranjero |
0 |
4 |
2,7 |
- |
3,1 |
- |
|
Inseguridad |
Económica |
0 |
4 |
3,1 |
- |
3,5 |
- |
Política |
0 |
4 |
2 |
- |
2,8 |
- |
|
Voto PP/PAL (*) |
- |
- |
- |
53,1 |
- |
51,9 |
|
Amenaza |
Población real |
- |
- |
12,7 |
- |
31,7 |
|
Población percibida |
- |
- |
- |
88 |
- |
85 |
|
Ciudadanía cívica |
0 |
5 |
2,9 |
- |
3,1 |
- |
|
Ciudadanía étnica |
0 |
4 |
3,5 |
- |
3,4 |
- |
|
Autoidentificación (nacional) |
- |
- |
- |
80 |
- |
87 |
|
Diferencia Social (cultural y estructural) |
Idioma (dominio correcto) |
- |
- |
- |
27 |
- |
25 |
Religión (debe cambiar) |
- |
- |
- |
46 |
- |
43 |
|
Renta |
- |
- |
1.278 |
- |
1.469 |
- |
|
Años escolaridad |
- |
- |
9,5 |
- |
11 |
- |
|
Distancia Social |
Predisposición a matrimonios mixtos con magrebíes |
- |
- |
- |
3,1 |
- |
2,7 |
Preferencia de vecindario todos españoles |
- |
- |
- |
72 |
- |
65 |
|
Sociodemográficas |
Sexo (hombre) |
- |
- |
- |
48 |
- |
49 |
Edad |
- |
- |
42,9 |
- |
41,7 |
- |
|
Orientación política (extr. derecha) |
- |
- |
- |
6,2 |
- |
7,1 |
|
Estado civil (casado) |
- |
- |
- |
52 |
- |
53 |
|
Desempleado |
- |
- |
- |
8 |
- |
10 |
|
Residencia (urbana) |
- |
- |
- |
87 |
- |
90 |
|
Ciclo Migratorio |
Nueva zona migratoria |
- |
- |
- |
25 |
- |
37 |
(*) Para el año 2000 el dato de las elecciones municipales procede de las celebradas en Junio 1999; para el año 2008 las celebradas en Mayo de 2007. Fuente: Elaboración propia. |
Evidentemente, el sentimiento anti-extranjero se manifiesta de manera diferente atendiendo al lugar de procedencia. Como muestra el cuadro 2 las peores percepciones se las llevan los africanos -primero los magrebíes y segundo los subsaharianos-, seguidos por los Europeos del Este y, en último lugar, los latinoamericanos. Además, la tabla muestra también una tendencia alcista en todos los colectivos, especialmente entre los Europeos del Este y latinoamericanos, que en estos años han aumentado considerablemente su población. Para los primeros, las noticias de mafias, prostitución, robos con violencia, etc., ha provocado un aumento en la hostilidad.
Procedencia |
Índice anti-extranjero |
|
2000 |
2008 |
|
Magrebíes |
3,6 |
3,8 |
Subsharianos |
3,3 |
3,3 |
Europeos del Este |
2,6 |
3,4 |
Latinoamericanos |
1,4 |
1,9 |
Fuente: Elaboración propia. |
Los latinoamericanos, por su lado, son el colectivo que más aceptación tiene para ambas fechas. Tal y como muestran Izquierdo y otros (2003) son los “elegidos” por parte de la sociedad española: primero, desde el punto de vista político, son muchos los que se amparan en el Régimen comunitario, por supuesto, más que los africanos; segundo, desde el punto de vista empresarial, ya que existe la imagen de que es una inmigración de personal cualificado y profesional, que no necesita tanto un proceso formación y recualificación, y tercero, en los índices de preferencia gozan, desde un principio, de mayor simpatía que otros colectivos. Así, lo reflejan tanto las primeras investigaciones (véanse, por ejemplo, Vallés y otros, 1999; Pérez Díaz y otros, 1998) como las más recientes (Díez Nicolás, 2005; Pérez y Desrues, 2006). Más aún, aunque se les relaciona mucho con la delincuencia, no se les rechaza ni por el color de la piel, costumbres o religión, a la postre los tres rasgos que más animadversiones levantan.
Hacia un modelo explicativo del racismo ejidense
Usando los datos de las distintas variables de la encuesta hemos estimado, en función de las variables individuales y contextuales, cuatro modelos de regresión que predicen el sentimiento anti-extranjero. En el modelo 1 examinamos el papel que juegan la mayor parte de las variables sociodemográficas de manera aislada. En el modelo 2 añadimos las variables relativas a la inseguridad. En el tercer modelo introducimos los elementos relativos a la amenaza y ciclo migratorio. En el último modelo se suma la diferencia y distancia social (véase cuadro 3).
La primera cuestión que hay que tener en cuenta es que todos los coeficientes de correlación obtenidos para los distintos modelos extraídos son significativos y válidos, incluso cuando sólo tenemos en cuenta las características sociodemográficas (modelo 1) se alcanza un valor de 0.22 para 2000 y 0.28 para 2008; o lo que es igual, el valor explicativo del conjunto de variables elegidas sobre el sentimiento anti-extranjero es muy importante. Si bien es cierto que, de manera general, para el año 2000 los coeficientes son algo inferiores a los del 2008, lo que nos indica que la definición del fenómeno para la primera fecha es más compleja que en la actualidad, especialmente por variables no tenidas en cuenta y que fueron importantes a la hora de explicar los acontecimientos racistas como, por ejemplo, los tres asesinatos a manos de inmigrantes.
Los resultados muestran, para el primer modelo, que todas las variables correlacionan con el sentimiento anti-extranjero de manera positiva, aunque el grado varía considerablemente de unos casos a otros y de una fecha a otra: así, en el año 2000 las variables que mejor lo explican, por este orden, son: estar en situación de desempleo, posicionarse ideológicamente en extrema derecha, edad (avanzada), ser hombre y vivir en un ámbito urbano. Por su lado, en el 2008 estar desempleado e identificarse con la extrema derecha, sobre todo, aumenta el sentimiento negativo hacia los extranjeros. Con menos peso aparecen la edad (a mayor edad más sentimiento negativo) la residencia en hábitat urbano, el sexo masculino y estar casado.
Por tanto, las diferencias entre los dos momentos del estudio son casi inexistentes, sólo que el peso de las variables en el año 2000 es mayor que en el 2008, exceptuando el caso de estar desempleado, que es mayor en 2008. Dicho de otro modo, en la actualidad estar desempleado es un factor de mayor sentimiento anti-extranjero que en el pasado. Situación que se debe, fundamentalmente, al amplio desánimo que están causando las continuas y numerosas pérdidas de empleo en España, “señalando” a los inmigrados como potenciales causantes del problema o como amenaza competitiva para conseguir uno nuevo, como veremos seguidamente.
En el segundo modelo la capacidad explicativa de las variables individuales sociodemográficas se mantiene prácticamente constante para ambas fechas; sin embargo, las que ahora despuntan son las de inseguridad, especialmente económica y política, así como el voto a la derecha. A diferencia del caso anterior la inseguridad se manifiesta más acentuada en el 2008, respondiendo a la situación de crisis que padece el país y la provincia almeriense. En consecuencia, la situación económica actual frente a la pasada, así como las expectativas futuras pesimistas intervienen para fomentar una actitud negativa más aguda sobre los extranjeros; el marco político definido por unas directrices anti-inmigratorias y de control de flujos repiten el proceso; a lo que se suma el porcentaje de voto al PAL y PP, partidos que promueven (promovieron) la expulsión de inmigrantes y los incluye en epígrafes como la delincuencia en su programa electoral. Por tanto, cuanto más profunda sea la crisis económica existe un mayor sentimiento anti-inmigrante. Más aún, y paralelo a las dificultades laborales, en la opinión de los españoles (ejidenses para este caso) y en las estrategias de los políticos (locales) circula un chivo expiatorio que revela la raíz del problema: los inmigrantes. De ahí que también exista una inseguridad política: miedo a regularizaciones masivas, ausencia de control de flujos, políticas de igualdad, etc. O lo que es igual, en Almería en las etapas de bonanza económica no existía el discurso tan acentuado y generalizado de la sociedad en exigir control de los flujos; al contrario, la lógica interna del mercado laboral agrícola se aprovechaba de la irregularidad, flexibilidad y del ejército de mano de obra en reserva inmigrante. Sin embargo, las altas dosis de paro en otros sectores –por ejemplo, construcción- ha favorecido el regreso de los nacionales al trabajo agrícola, lo que deriva, ahora, en la exigencia de un mayor control y regulación de la mano de obra empleada. Es más, según cuentan las asociaciones agrícolas, en los últimos años las inspecciones de trabajo se han multiplicado y no hacen ninguna concesión; al contrario de lo que ocurría en años anteriores, donde el número de inspecciones era mucho menor.
En cualquier caso la inseguridad, y para ambos momentos, se muestra más patente a la hora de explicar el sentimiento anti-extranjero que casi todas las variables sociodemográficas, excepto estar desempleado que es más aclaratorio que el voto a la derecha.
En el tercer modelo, las variables sociodemográficas y de inseguridad vuelven a mostrarse prácticamente invariables en cuanto a sus valores. Entre el sentimiento de amenaza que provoca la inmigración, la variable más importante a la hora de predecir la xenofobia es el tamaño percibido (demasiados) muy por encima del tamaño real. O lo que es igual, si en el año 2000 el que los inmigrantes fueran demasiados equivalía en la regresión a un valor de 0.68, el tamaño real suponía 0.28; en 2008 la población percibida desciende escasamente hasta el 0.65 y la real es de 0.40, superior, para este último caso, que en el año 2000. Más concretamente, si el tamaño percibido ocupa el primer lugar a la hora de entender el sentimiento anti-extranjero, el real, teniendo en cuenta sólo las variables que componen la amenaza es cuarto en 2000 y 2008; y con todas las variables que dibujan el modelo 3 el tamaño real es noveno en 2000 y quinto en 2008.
Seguidamente en el indicador de amenaza aparece la variable ciudadanía étnica, esto es, aquellos que opinan que la presencia de inmigrantes va en perjuicio de la identidad nacional, con una mayor predicción en 2008. Situación que lo ratifica también el peso de la autoidentificación con la españolidad. Por eso, la identidad cívica correlaciona negativamente con dicho sentimiento, de manera que cuanto más se tiene una concepción universalista menos actitud negativa se vierte hacia el exogrupo. Por último, los ejidenses que residen, o residieron en su momento (2000), en “nuevos barrios de inmigrantes” son más anti-extranjeros que aquellos con similares o iguales tasas pero con mayor tradición migratoria, correlación que se hace más patente en 2008.
En el último modelo, al que se le añade la diferencia social (cultural y estructural) y distancia social, resalta la correlación negativa con la renta, es decir, cuanto más renta tiene la población ejidense menor xenofobia muestra (más acentuado en 2008); de igual modo se comporta la predisposición a establecer matrimonios mixtos con magrebíes y años de escolaridad, ya que cuanto más se rechaza la interacción con el magrebí más xenofobia (más patente en 2008) y a mayor nivel educativo menos actitud negativa ante la inmigración. Sin embargo, cuanto más se prefiere vivir sólo con población española o se entiende la integración de los inmigrados en forma de asimilación (cambiar de religión y dominio correcto del idioma) más anti-extranjero se es. En suma, el modelo 4, que agrupa todas las variables, muestra, en primer lugar, que presenta un alto coeficiente de correlación, esto es, 0.57 y 0.62 para los años 2000 y 2008, respectivamente, lo que indica la elevada capacidad explicativa de las variables elegidas, propias de los modelos teóricos, como también se puede observar en la recta de regresión de residuos tipificados en la figura 1.
Figura 1. P-P normal de regresión residuo tipificado. Índice de xenobobia. |
En segundo lugar, para ambas fechas se mantienen casi invariables los valores de las variables sociodemográficas y ciclo migratorio de manera que el sentimiento de amenaza y la inseguridad son los indicadores que más explican el sentimiento anti-extranjero. Concretamente, en 2000, la amenaza viene dada por el tamaño percibido y la integración social de los inmigrantes a través de una ciudadanía étnica. De forma que, como refleja la figura 2, cuanto más se piensa que los inmigrados son demasiados, mayor grado de sentimiento anti-extranjero se produce.
Figura 2. Regresión parcial de sentimiento anti-extranjero y amenaza en 2000. |
En la inseguridad sobresalen todas sus variables por este orden: inseguridad económica, política y voto a la derecha. También en 2000 el dominio correcto del idioma y el cambiar de religión de los inmigrantes se manifiesta como un elemento de integración, al igual que cuanto más años escolarizados tenga el entrevistado menor sentimiento anti-extranjero muestra. Por último, en el indicador de distancia social se comprueba que los ejidenses que no pondrían freno a matrimonios mixtos son menos xenófobos. Sin embargo, aquellos ciudadanos que prefieren vivir exclusivamente en un barrio de españoles presentan más rechazo a la alteridad.
En el año 2008 los resultados se vuelven a repetir de manera muy parecida, a saber: la inseguridad económica y el sentimiento de amenaza percibida se convierten en las dos variables más explicativas sobre la percepción de rechazo hacia la inmigración. Así, por ejemplo, tal y como se refleja en la figura 3, se puede comprobar que aunque la xenofobia se muestra presente en los diferentes grados de inseguridad económica, aquella se hace más patenten cuanto más grande es ésta.
Figura 3. Regresión parcial de sentimiento anti-extranjero e inseguridad económica en 2008. |
Tras esas dos variables, en 2008, aparecen la renta, la inseguridad política y la amenaza a la identidad étnica. Por tanto, las diferencias de una fecha con respecto a otra son muy reducidas, por ejemplo, para 2008 se incrementa la capacidad explicativa del sentimiento antiextranjero la amenaza, inseguridad económica y política, renta, predisposición a matrimonios mixtos, ciclo migratorio, desempleo y orientación ideológica de extrema derecha. En el resto de variables su influencia en el modelo era mayor en 2000.
Variables |
2000 |
2008 |
|||||||
Modelo 1 |
Modelo 2 |
Modelo3 |
Modelo 4 |
Modelo 1 |
Modelo 2 |
Modelo3 |
Modelo 4 |
||
Sociodemográficas |
Sexo (hombre) |
0.16** |
0.16** |
0.15** |
0.16** |
0.05* |
0.04* |
0.05* |
0.04* |
Edad |
0.21** |
0.21** |
0.20** |
0.20** |
0.15** |
0.13* |
0.12** |
0.12** |
|
Orientación (extr. derecha) |
0.33** |
0.34** |
0.32* |
0.32** |
0.39** |
0.38* |
0.37** |
0.37** |
|
Estado civil (casado) |
0.05** |
0.05** |
0.05** |
0.05** |
0.03* |
0.03* |
0.02* |
0.01* |
|
Desempleado |
0.48** |
0.46** |
0.46* |
0.45* |
0.53** |
0.52** |
0.50** |
0.50** |
|
Residencia (urbana) |
0.12** |
0.10** |
0.11** |
0.10* |
0.09* |
0.09* |
0.07* |
0.07* |
|
Inseguridad |
Económica |
- |
0.58* |
0.58* |
0.58* |
- |
0.63* |
0.63* |
0.63** |
Política |
- |
0.44** |
0.43** |
0.44** |
- |
0.50** |
0.51** |
0.51** |
|
Voto PP/PAL |
- |
0.42* |
0.41* |
0.41** |
- |
0.41* |
0.39* |
0.39* |
|
Amenaza |
Población real |
- |
- |
0.28** |
0.29** |
- |
- |
0.40** |
0.40** |
Población percibida |
- |
- |
0.68** |
0.70** |
- |
- |
0.65** |
0.67** |
|
Ciudadanía cívica |
- |
- |
-0.13** |
-0.13** |
- |
- |
-0.17* |
-0.17* |
|
Ciudadanía étnica |
- |
- |
0.50** |
0.52** |
- |
- |
0.59** |
0.61** |
|
Autoidentificación (nacional) |
- |
- |
0.33** |
0.33** |
- |
- |
0.42* |
0.42* |
|
Ciclo Migratorio |
Nueva zona migratoria |
- |
- |
0.13** |
0.14** |
- |
- |
0.21* |
0.21* |
Diferencia Social (cultural y estructural) |
Idioma (dominio correcto) |
- |
- |
- |
0.22* |
- |
- |
- |
0.18* |
Religión (debe cambiar) |
- |
- |
- |
0.21* |
- |
- |
- |
0.17* |
|
Renta |
- |
- |
- |
-0.60* |
- |
- |
- |
-0.65** |
|
Años escolaridad |
- |
- |
- |
-0.18** |
- |
- |
- |
-0.13* |
|
Distancia Social |
Predisposición a matrimonios mixtos con magrebíes |
- |
- |
- |
-0.26* |
- |
- |
- |
-0.33* |
Preferencia de vecindario (todos españoles) |
- |
- |
- |
0.35** |
- |
- |
- |
0.27* |
|
Coeficiente de Correlación R |
0.22 |
0.49 |
0.52 |
0.57 |
0.28 |
0.48 |
0.58 |
0.62 |
|
*P < 0.05; **P < 0.01 Fuente: Elaboración propia. |
En definitiva, y atendiendo a la similitud de los datos para ambos momentos, estamos ante una situación muy vulnerable y con posibilidades de repetir acontecimientos parecidos a los sufridos en Febrero de 2000. Puesto que si la amenaza percibida y el sentimiento de inseguridad fueron variables definitivas en 2000, en la actualidad se mantienen y se acentúan más si cabe, o lo que es igual, si se produjera un acto violento por parte de algún inmigrado podría ser un aliciente para volver a producirse los actos violentos y racistas contra los inmigrados.
Discusión y conclusiones
El principal objetivo de este trabajo es conocer las actitudes de la población española residente en El Ejido hacia la inmigración en dos momentos diferentes: uno, tras el conflicto racial de 2000 y otro en la actualidad. La elección de esta ciudad responde a que en ella sucedieron los acontecimientos racistas más importantes de España y quizás de la Unión Europea. Por tanto, una vez pasado casi un lustro y tras analizar, con la literatura precedente, los motivos de tal acontecimiento, existe la necesidad de valorar y conocer cómo ha evolucionado ese sentimiento hasta la actualidad y si existe o se están produciendo situaciones parecidas a aquellas que facilitaron el inicio del conflicto.
Más específicamente, y siguiendo las premisas teóricas, el artículo examina la siguiente proposición: la visión negativa hacia los inmigrantes es más pronunciada entre los individuos que tienen una situación socioeconómica vulnerable, así como una ideología política conservadora (inseguridad). Además, esta visión se acentúa con el aumento de la población extrajera (sentimiento de amenaza), así como con la diferencia (cultural y estructural) entre los oriundos y extranjeros y su distancia social.
Lo primero que los datos han demostrado es que se ha producido, aunque no muy pronunciado, un incremento del sentimiento anti-extranjero, puesto que si en 2000 el índice era de 2,7 en 2008 asciende hasta el 3,1. Además, cuando se comparan estos resultados con los obtenidos en otros estudios de ámbito nacional, regional o provincial (véanse, Díez Nicolás, 2005; Rinken y Pérez Yruela, 2007; Herranz, 2008) se comprueba que la hostilidad mostrada hacia los inmigrados es mayor en El Ejido. De manera que parece ratificarse que cuanta mayor densidad de inmigrantes existe más rechazo genera el exogrupo.
Por tanto, la existencia de un número cada vez mayor de inmigrantes se traduce en prácticas discursivas y cotidianas. La construcción de la inmigración a través de su número como una invasión no es per se, sino que responde a una construcción simbólica producto de alocuciones provenientes de diversos actores y escenarios sociales, en los que destacan, especialmente, los discursos políticos y medios de comunicación. Para referirse al número de inmigrantes, normalmente, se hace referencia a metáforas –acuosas, militares, etc.- que poco tienen que ver con la cuantificación de los flujos. De este modo se define a la llegada de inmigrados como: oleadas, riadas, avalanchas, invasión, ilegales, etc., denominaciones que promueven la idea de que son muchos –demasiados- y que provocan hostilidad y miedo. No hay que olvidar que el inmigrante es el otro y esto lleva a pensarlo como diferente, que en unos casos se traduce en miedo por hiperextranjerización y en otros en imaginarlos como inferiores (véase Todorov, 1982). O lo que es igual, la inmigración es vista como un problema antes que como un fenómeno propio de la sociedad internacional actual, que, a lo sumo, acarrea grandes retos.
También las cifras muestran que lo ocurrido en febrero de 2000 puede que no fuera un hecho pasajero sino que existe un importante caldo de cultivo para que pueda volver a repetirse en cualquier momento. Recordando que si en aquel momento fueron unas muertes el desencadenante, ahora puede ser por una cuestión menos grave. Tal y como nos recuerda Worchel (1998) en su texto, de título esclarecedor –Written in Blood-, cualquier tipo de identidad grupal sirve de base para el conflicto, que se inicia en el momento que se adscribe un “contenido étnico” en base a estereotipos y, a veces, no es reconocido por el propio exogrupo. Este es el caso concreto de los norteafricanos, puesto que la población muestra altas dosis de maurofobia y/o islamofobia (no debemos olvidar que El Ejido concentra la mayor parte de los magrebíes de la provincia). Así, lo ponen de manifiesto otras investigaciones como las de Navas y otros (2000) cuando comprueban, para este mismo contexto y con población infantil y adolescente, que los autóctonos han desarrollado estereotipos ambivalentes atendiendo a los diferentes exogrupos. De modo que el colectivo peor valorado es el magrebí, seguido del gitano y subsahariano. Evaluación que no sólo se produce en las características asignadas, sino también en las emociones que suscitan. Por ejemplo, a los primeros se les considera: religiosos, desconfiados, traicioneros, sucios o poco amigables.
Por ello, antes y después de aquella fatídica fecha los inmigrantes, especialmente los magrebíes, son chivos expiatorios de casi todos los males ocurridos en el municipio: robos, agresiones, disturbios, etc.; puesto que, tomando a modo de ejemplo el estereotipo de agresivo, se explica su conducta: “se pelean y agreden porque son marroquíes”. Lo que, en definitiva, ayuda a justificar nuestro propio comportamiento con ellos; de ahí que en la actualidad los inmigrados estén recibiendo permanentemente agresiones físicas aisladas o son objeto de otras manifestaciones racistas.
De otro lado, los datos reflejan, para ambas fechas, que los efectos de las variables individuales sobre las actitudes hacia los extranjeros son consistentes con las expectativas teóricas y con los resultados obtenidos en investigaciones previas. Así, éstos sugieren, sobre todo, que el desempleo, la renta, la inseguridad económica y política y la amenaza en forma de tamaño de población (percibido y real) y a la identidad colectiva son las variables que más explican el sentimiento anti-extranjero. Conclusiones que se muestran casi idénticas al grueso de los estudios precedentes, puesto que éstos reflejan que la clave de las opiniones y actitudes hacia el exogrupo son su tamaño y las condiciones económicas, de manera que en lugares con mejores condiciones económicas o con una inmigración reducida la opinión negativa no es tan manifiesta.
La situación de inseguridad económica tiene diferentes efectos sobre los grupos. Los que parten con ventajas socioeconómicas ofrecen niveles más bajos de prejuicio debido, a que su estatus (nivel educativo, profesión, salario, etc.) es su protección ante la competencia. Más concretamente, los inmigrados magrebíes se insertan casi en exclusividad en la agricultura intensiva y construcción[27], lo que permite promocionar a la población nacional. Seguirá así siempre y cuando no manifieste una ideología extremista de derechas y entienda, además, a la inmigración como un peligro sobre la identidad nacional.
Aunque, los grupos autóctonos con peores condiciones sociolaborales (desventaja) y con menor o igual nivel formativo que el de los inmigrados, en una situación de expansión económica se benefician de la presencia de inmigrantes, puesto que la discriminación les permite acceder a empleos para los cuales inicialmente no tienen la cualificación. Este proceso se invierte cuando la situación económica está en regresión, puesto que la complementariedad en ciertos casos se convierte en competencia. No hace falta recordar que, de entrada, el estudio se realiza en el marco de una crisis económica mundial que afecta sobre todo a productos básicos de uso diario (alimentos y combustible) así como a la construcción (provisión de viviendas y posibilidad económica de acceso), hecho que favorece, por ende, buscar culpables ajenos para responsabilizar el retroceso o cuando menos de empeorarlo.
Esto tiene su referente claro en la segmentación del mercado laboral ejidense y en su proceso de etnodiscriminación. Dicho de otro modo, el trabajo en invernadero no supera el nivel de aceptabilidad y deseabilidad de los autóctonos, de manera que la siembra, cuidado y recogida del fruto del invernadero es, como se dice en Almería, trabajo de negros y moros. Incluso los llegados posteriormente de Europa del Este y Latinoamérica se han incorporado a otros mercados laborales diferentes al agrícola; los cuales, además de reportar más ingresos, en el proceso de selección se repara menos en su capital humano y más en el origen.
Por su lado la amenaza definida, principalmente, a partir del tamaño real y percibido de la población, junto a la identidad colectiva actúan sobre los prejuicios hacia los inmigrantes. Aunque en el año 2000 los inmigrantes suponían poco más del diez por ciento de la población, la sensación y opinión de que eran demasiados ya era manifiesta, de ahí que en el conflicto incluso se atacaran a aquellos que estaban integrados (asimilados). Por tanto, pasados unos años y mantenido el flujo y ampliado el stock de población foránea la amenaza es percibida de manera más intensa: los inmigrantes instalan cada vez más sus propios negocios, mezquitas oratorios, ocupan los espacios públicos que son reterritorializados y jerarquizados –donde viven los inmigrantes y donde no lo hacen- lo que les otorga una visibilidad que en otros ámbitos no tienen (por ejemplo, política, participación ciudadana, etc.). Además, y en opinión de los nacionales, cuantos más inmigrados el disfrute y la calidad de los recursos y servicios públicos es menor. Y es aquí donde se desata uno de los grandes conflictos éticos de nuestros días, que oscila entre el derecho a la emigración y a los beneficios del Estado de Bienestar y los frenos que imponen a la movilidad de la población con el fin de defender el bienestar, la estabilidad, la identidad o la cohesión de los ciudadanos en las sociedades de llegada (Capel, 2001)[28].
Por supuesto, todo esto alentado con una conciencia nacionalista basada especialmente en lo étnico, cuando “nadie” realmente es de El Ejido, puesto que su crecimiento poblacional se ha debido a la inmigración y no a la natalidad. Dicho de otro modo, se exige para otros lo que incluso no tiene ni el propio nacional, esto es, que no es autóctono (nacido en otro lugar) ya que sólo es nacional. Hasta el punto que algunos inmigrantes nacionales que llegaron hace unos meses, a lo sumo varios años, identifican a inmigrantes de segunda generación, ejidenses de nacimiento, como “otros”. Por tanto, la identidad ejidense se ha configurado en oposición al “otro” -entendido como el inmigrante o, para algunos casos, extranjero- y está definida a partir de dimensiones de naturaleza abstracta y simbólica. Identidad que, por supuesto, ha estado dormida hasta la llegada de los inmigrados africanos y que nunca se manifestó con la inmigración nacional procedente de otros municipios o provincias españolas. O lo que es igual, el concepto de inmigrante se reduce a los extranjeros. Como bien define Delgado (1997) es un “personaje conceptual imaginario” con una dimensión de atributo más que de cualidad, puesto que esa condición de viajante temporal está obligada a conservarla en perpetuidad. De ahí, que los inmigrados pierdan su derecho a la indeferencia (Delgado, 1998), requisito que la población autóctona exige para sí, es decir, los patrones culturales que les autóctonos le atribuyen se convierten en sus identificadores y, en la mayoría de los casos, en su hándicap.
No obstante, incluso en un contexto económico estable y próspero o con unos flujos y stocks moderados, la xenofobia se muestra más aguda en lugares de reciente tradición migratoria que en aquellos que gozan de una mayor tradición. Esto es, los españoles que residen junto a las casas rosas de Santa María del Águila o en San Agustín (zonas de gran concentración de inmigración magrebí) no muestran mayores índices de rechazo de aquellos que conviven recientemente.
Por último, las actitudes discriminatorias hacia la inmigración son mayores entre aquellos que remarcan la distancia social con los inmigrados o muestran una diferencia social tanto cultural como estructural. Apenas hay ejidenses españoles que apuestan por la interacción intergrupal, ya que no está entre sus planes casarse con un extranjero ni vivir junto a ellos. Incluso, para evitar esta última situación, la movilidad residencial de los autóctonos está siendo muy importante. Éstos se desplazan a nuevos barrios de reciente construcción en los cuales el precio de la vivienda es más cara y de difícil acceso para los inmigrados.
Esta huida, que se produce en muchos barrios (edificios) del Poniente Almeriense, es fruto de la instrumentalización del inmigrante como agente que degrada (Aramburu, 2001). Independientemente de la calidad habitacional del edificio o de las infraestructuras y equipamientos del barrio, el tipo de régimen de ocupación o la composición y relación entre los habitantes del alojamiento (familia nuclear, amigos solteros, etc.) cuando los inmigrantes africanos se insertan en dichas zonas los autóctonos terminan marchándose (o entre sus planes futuros está la movilidad residencial hacia otros lugares donde su presencia sea más reducida o nula). Si bien es verdad que en otros casos, especialmente cuando el entorno está muy deteriorado –caso de los diseminados o barrios (edificios) periféricos o del centro-, el inmigrado actúa como chivo expiatorio y la movilidad residencial autóctona esconde fines especulativos, también se da como respuesta a la ausencia de equipamientos y servicios básicos, tanto en los edificios como en los barrios[29]. En cualquier caso, la presencia de inmigrantes ha modificado, incluso, la forma de construcción, hasta finales del siglo pasado los bloques de pisos eran abiertos hacia la calle; sin embargo, en el actualidad muchos de los edificios construidos o en construcción son pequeños enclaves fortificados (gated communities).
En consecuencia, su comportamiento es fruto de una elección racional, independientemente si los motivos que la empujan son irracionales. Lo que los autóctonos quieren es mantener un orden social que, en teoría, existía antes de la llegada de los inmigrados ya que éste le proporcionaba beneficio.
Por supuesto, la mayoría de los ejidenses españoles apuestan por un cambio cultural de los inmigrados, éstos deben aprender correctamente el idioma de destino, pero también cambiar de religión. Las creencias de los otros son, casi siempre, vistas como elementos de fundamentalismo, lo que equivale a focos de conflicto o de choque. De ahí que la cultura se convierte en el eje vertebrador. Esto es, en El Ejido desde todos los ámbitos la integración social sólo se entiende en términos culturales, de manera que cuando se refieren a la inclusión que deberían experimentar los inmigrados lo hacen en clave de asimilación, puesto que el encuentro cultural irremediablemente lleva conflicto, sobre todo, si se trata de marroquíes que se toman como el arquetipo a través del cual se piensa en la inmigración musulmana[30]. Por esto entre las políticas del ayuntamiento, además de cursos de español, se ponen trabas a la instalación de mezquitas oratorios o cualquier otro lugar de reunión o asociación.
A propósito de esta situación Navas y otros (2004) realizaron un estudio específico sobre las estrategias y actitudes de aculturación desde la perspectiva de los autóctonos y de los inmigrados (africanos). Desde la posición del autóctono el estudio resalta que la cultura magrebí tiene una influencia negativa sobre la española, prefiriendo la exclusión y segregación para este grupo. Actitud que se vuelve a repetir con los subsaharianos. Por su lado, y como consecuencia de esto, a los africanos, independientemente de su elección, sólo les queda optar por unas estrategias de aculturación basada en la marginación, esto es, reidentificación endogrupal.
En suma, el sentimiento anti-extranjero de los nacionales de El Ejido presenta dos vectores; por un lado, aquel que percibe a los inmigrantes como una amenaza socioeconómica; por otro, el que pone el énfasis en lo cultural.
Ahora bien, tras estudiar las variables que predicen el sentimiento anti-extranjero ¿se repetirá lo acaecido en febrero de 2000? Evidentemente, en ese ejercicio de prognosis social es difícil de responder con exactitud; pero pensamos que no, por lo menos tal y como sucedió en su día, puesto que la imágenes dieron la vuelta al mundo y trascendió lo ocurrido internacionalmente afectando no sólo la visión de la ciudad y la provincia, sino también a la comercialización de los productos. Ahora bien, el caldo de cultivo inicial es más xenófobo que el vivido en aquellos momentos, por eso, las manifestaciones discriminatorias (e incluso agresiones) se producen a nivel individual y de manera soterrada: cobrándoles más por los mismos productos o servicios, impidiendo la entrada en determinados locales, poniendo en venta o alquilando su vivienda cuando entra un vecino africano, e incluso, algunos inmigrados denuncian que por la noche y entre invernaderos, al pasear con sus bicis, son empujados desde los coches para provocarles accidentes.
De igual manera, nos preocupa el repunte de hostilidad que están padeciendo los Europeos del Este, que se traduce en peleas nocturnas en bares de copas y lugares de ocio. Con lo que cabe suponer que el conflicto no sólo se establece con los africanos, sino que también con otros colectivos.
En conclusión, con este análisis hemos respondido a algunas cuestiones sobre el prejuicio anti-inmigrante, pero quedan, a nuestro juicio, algunas limitaciones que no se aclaran por las propias características del estudio. Primera, se hace necesario una futura investigación en un periodo de no crisis económica para ver cómo varía el sentimiento anti-inmigrante[31] en El Ejido, más concretamente, qué peso explicativo tendría el indicador inseguridad frente al de amenaza. Segunda, realizar investigaciones que enfaticen o se centren en el papel de las políticas sobre inmigración, tanto desde su diseño nacional y regional como la puesta en marcha local, puesto que, más que nunca, la inmigración está politizada. Tercera y última, teniendo en cuenta los puntos anteriores, ampliar la investigación, no sólo a ciudades de la provincia de características similares sino, y sobre todo, a otros lugares de diferente composición étnica, económica o social.
Notas
[1] Entre los estudios que abordan la xenofobia en España, sin ser exhaustivos, puede verse a Díez, 2005; Cea d'Ancona, 2004; 2007, Ibarra, 2003; Chofré, 2005; Pérez y Desrues, 2006.
[2] Entre los estudios más recientes sobre xenofobia y racismo en Europa véanse, por ejemplo, Observatorio Europeo del Racismo y la Xenofobia, 2006; Bratt, 2005; Coenders y Scheepers, 2008; Bunar, 2007; Roemer y Van der Straeten 2005, 2006; Roux, 2006; Skenderovic, 2007.
[3] Véanse entre los últimos a Hitlan y otros 2007; Alba, Rumbaut y Marotz 2005; Jenny, 2006; Ward y Masgoret, 2008; Kim-Goh y Baello 2008; Berry, 2006; Pain, 2007; McDonald y Jacobs, 2005; Campbell, 2003.
[4] Por supuesto, en España han existido antes y después otros “El Ejidos”; significativos han sido los casos de Aravaca (véase Calvo, 1993) los conflictos de Tarrasa o Elche (véase Cachón, 2005), etc.
[5] Las dos primeras muertes –agricultores- se produjeron el 22 de enero de 2000. La tercera –una mujer joven- aconteció el 5 de febrero.
[6] De igual modo, el hecho racista ejidense generó, a su vez, investigaciones paralelas bien para explicar situaciones que se derivaron, bien para comparar el fenómeno con lo acontecido en otros lugares. Véanse, entre otros, Barbolla, 2000; García y Pedreño, 2002; Río, 2005.
[7] El modelo de crecimiento residencial en las comarcas de agricultura intensiva almeriense, al igual que en el resto de la Andalucía agrícola, se ha producido en un doble proceso: de un lado, encontramos viviendas insertadas en hábitat dispersos, que toman el nombre de cortijos; de otro, viviendas construidas en los núcleos urbanos. En ambos casos podemos encontrar tanto población nacional como inmigrada, aunque éstos destacan por su ocupación en disperso (véase Checa, 2007).
[8] En definitiva, el ideario de este texto ha sido muy criticado entre los antropólogos y sociólogos del país.
[9] En un estudio sobre actitudes y opiniones hacia la inmigración en Andalucía (Rinken y Pérez Yruela, 2007) encuentran que las posiciones más negativas se dan en Almería.
[10] Aunque en ambos contextos encontramos literatura que no encuentra o no resalta dicha correlación, así para Estados Unidos puede verse a Alba et al. (2005) y en Europa a Evans y Need (2002).
[11] Para conocer la configuración del nacionalismo español pueden verse, entre otros, De Blas (1989), Riquer (1994) o Álvarez (2001).
[12] Díez Medrano (2005) partiendo de concepciones weberianas prefiere hablar de credencialista y postnacionalista. En la primera se exigen importantes barreras para la consecución de los derechos de ciudadanía; sin embargo, en la segunda existe una actitud más liberal en garantizarla.
[13] La primera se administró a finales del año 2000 (diciembre), pasado casi un año del estallido racista (véase Laboratorio de Antropología, 2001). El universo del que se partió fue la población empadronada en 2000 en el municipio de El Ejido mayor de 18 años. La muestra quedó estratificada con afijación proporcional teniendo en cuenta la sección poblacional y el sexo. Con un nivel de confianza de un 95,5% y con un error muestral de ± 5.1 se realizaron 384 encuestas. En el trabajo de campo del año 2008 la muestra también fue tomada a partir de los datos poblacionales del padrón de 2007. La muestra es polietápica, con una última por rutas aleatorias, y estratificada con afijación proporcional teniendo en cuenta la sección de asentamiento. Con igual nivel de confianza y un error muestral de ± 4.8, se realizaron 412 encuestas.
[14] Se elabora a partir de los cuatro siguientes ítems: “Los inmigrantes no contribuyen al progreso económico y cultural del país”; “Los extranjeros explotan los servicios de nuestro sistema de bienestar”; “La presencia de extranjeros incrementa el desempleo”; “La presencia de extranjeros es una de las causas de delincuencia”. De manera que quienes respondieron muy de acuerdo o de acuerdo se le asignó un punto, para los casos contarios el valor cero.
[15] Ésta se construye a través de las respuestas a varias cuestiones del ámbito privado (familiar) y público (país), que se combinan para formar una escala: “Si compara su situación económica actual con la de hace cinco años diría que es mejor, igual o peor”; la misma pregunta se formula para el ámbito nacional, y “Pensando en los próximos cinco años su situación económica será mejor, igual o peor que la actual”, al igual que en el caso anterior la cuestión también se plantea para el país. Ahora se asigna el valor 0 a los que responden mejor y 1 a los que opinan igual o peor. El índice vuelve a oscilar entre 0 y 4. De manera que cuanto más nos acercamos al valor cuatro mayor inseguridad económica existe.
[16]Se crea a partir del grado de acuerdo que se tiene con los siguientes ítems: “El gobierno debería regularizar a los irregulares”; “El gobierno debería ofrecer asistencia gratuita en materia sanitaria y educativa a todos los inmigrantes”, “El gobierno debería permitir preservar las costumbres y tradiciones de origen”; y “El gobierno debería conceder la nacionalidad española a los hijos de inmigrantes nacidos aquí”. Se asigna el valor 0 a los que están muy de acuerdo o de acuerdo y 1 a los que se muestran en desacuerdo o muy en desacuerdo. El índice oscila entre 0 y 4. Igual que en ocasiones anteriores el 4 refleja una actitud anti-extranjera.
[17] Este partido es fruto de una escisión del Partido Popular, a partir de un conflicto interno por la presidencia de la Diputación Provincial de Almería.
[18] Son excluidos del análisis los extranjeros procedentes de la Unión Europea de los 15 y del mundo desarrollado.
[19] La medición de la identidad nacional como étnica o cívica se realiza a partir de la siguiente pregunta: Según su criterio, ¿es muy importante, bastante importante, poco importante o nada importante las siguientes cuestiones para ser un verdadero español?: “Tener ciudadanía española”; “Hablar bien español”; “Sentirse español”; “Vivir en España”; “Respetar las leyes e instituciones españolas”; “Haber nacido en España”; “Ser cristiano católico”; “Practicar las costumbres típicas españolas”; y “Tener antepasados españoles”. Las cinco situaciones primeras son propias de una ciudadanía cívica y las cuatro siguientes de una étnica. Para el supuesto de la perspectiva cívica cuando las respuestas que se ofrecen oscilan entre poco importante o nada importante se asigna el valor 0 y 1 en el resto de casos. Por tanto, el índice oscila entre 0 y 5, de manera que cuanto más se acerque el dato a 5 más identidad cívica se exige al inmigrante. Por su lado, la ciudadanía étnica se construye e interpreta de la misma manera sólo que en esta ocasión el índice varía entre 0 y 4.
[20] Los entrevistados tenían que resaltar dos de ellas. Si entre su elección estaba la identidad nacional se daba el valor 1, y si no estaba el 0.
[21] Para el primer caso se cuestionaba si, según su criterio, los inmigrantes usaban el español de manera correcta (1= correcto) o incorrecta y para el segundo si debían cambiar de religión (1= si deben cambiar) ajustándose más a “nuestras” creencias.
[22] Dato que supera, con el mismo índice, a los mostrados por Semyonov y otros (2006) en doce países de la Unión Europea.
[23] El índice se construye a partir de una escala de acuerdo/desacuerdo en cinco ítems (véase Díez, 2005): a) Solo se debería admitir a trabajadores de otros países cuando no haya españoles para cubrir esos puestos de trabajo. b) Bastante difícil es la situación económica de los españoles como para además tener que destinar dinero a ayudar a los inmigrantes. c) Se diga lo que se diga, a todos nos molestaría que nuestros hijos tuvieran compañeros de otras razas en sus escuelas. d) La inmigración extranjera acabará provocando que España pierda su identidad. e) Los ciudadanos de cualquier país deberían tener derecho a establecerse en cualquier otro país, sin ningún tipo de limitaciones. Así, a quienes respondieron estar "muy de acuerdo" o "de acuerdo" con las frases a), b), c) y d), o "muy en desacuerdo" o "en desacuerdo" con la frase e), se las asignó un punto. Del mismo modo, se asignó un punto a los entrevistados que prohibirían a su hija tener relaciones con un hombre de cada uno de los siguientes grupos sociales: gitanos, norteafricanos, africanos de raza negra, sudamericanos y europeos del este. De manera que el índice oscila entre 0 (nada xenófobo) y 14 (muy xenófobo).
[24] Los resultados electorales de las penúltimas elecciones (2003) del actual alcalde bajo las siglas del Partido Popular ascendió hasta el 66,9% de los votos.
[25] Teniendo en cuenta municipios o ciudades con un número considerable de población extranjera, la tasa de inmigración de El Ejido sólo es superada por Mojácar con un 54,7% (con la particularidad que en este pueblo la casi totalidad de la población extranjera proviene de países ricos de la Unión) y Níjar (33%). Otros municipios con migración alcanzan también cifras considerables: Pulpí (28,8%), La Mojonera (27,4%), Vera (26,5%), Vícar (26%) o Roquetas de Mar (25,1%).
[26]Según las estadísticas oficiales, los matrimonios mixtos van en aumento. Así, en la provincia de Almería en el año 1992 suponían el 3%; sin embargo, en el año 2006 eran el 19%.
[27] En escasas ocasiones se emplean en el sector servicios y cuando lo hacen bajo la fórmula del autoempleo (véase Arjona, 2006).
[28] El contenido de este texto suscitó un interesante debate entre diversos autores, pertenecientes a distintas disciplinas y el autor (véase el nº 83 de la revista Scripta Nova).
[29] Aramburu (2001) explica como la marcha de la población española de Ciutat Vella (Barcelona) se debe más a procesos sociohistóricos (abandono institucional, malas condiciones residenciales, especulación, etc.) que a la propia llegada de inmigrantes.
[30] Lewis (1990) fue el primero que trató de demostrar el conflicto irresoluble entre dos formas de entender el mundo: el occidental y el musulmán. Según este autor occidente es el icono del progreso social, económico y político, mientras que los países musulmanes son todo lo contrario, rechazando estos avances. Posteriormente S. P. Huntington (1997) ahondó más en esta idea sustituyendo el esquema dual de la guerra fría por otro: el de civilizaciones. Huntington al contrario que F. Fukuyama (1992) no piensa que estemos ante el final de la historia, puesto que son ahora las culturas –civilizaciones- las que ocupan el lugar de las naciones, adquiriendo su propia personalidad: diálogo, enfrentamiento, choques, etc., y en este caso su argumento gira entorno el conflicto irresoluble entre Islam y Occidente. Más recientemente, Sartori (2001) sostiene también que el mundo musulmán es inintegrable en Occidente, debido a su totalitarismo y rechazo de la democracia, considerándolo como un contraciudadano y un bárbaro.
Esta percepción de incompatibilidad de civilizaciones -occidente e Islam- en base a patrones culturales no ha quedado exenta de importantes críticas. La primera gran limitación se encuentra en la imprecisión conceptual: el Islam y Occidente no son elementos equiparables. El Islam solamente es una religión, mientras que Occidente describe una situación geográfica que coincide con una abstracción política y económica de organización democrática. De forma similar, en el discurso se cometen varios errores graves. En primer lugar, este planteamiento se constituye como una ideología –y no ciencia- fruto de prejuicios y estereotipos, utilizándose como arma política y de control social. Puesto que se presupone que la modernización, propia de la civilización occidental, es el camino único que posibilita el desarrollo y los derechos y libertades individuales. Sin embargo, el rechazo al proceso de cambio que se produce en los países musulmanes no reside en la modernización sino en la occidentalización que niega su propia cultura. En segundo lugar, la religión pasa a ocupar el único indicador indentitario de los habitantes de los países musulmanes. Hasta el punto que parece migrar la religión y no los sujetos.
[31] Perez y Desrues (2005) muestran para España que el sentimiento de amenaza económica persiste en un periodo de expansión.
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[Edición electrónica del texto realizada por Gerard Jori ]
© Copyright Checa, Arjona, Checa Olmos. 2010.
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Ficha bibliográfica:
CHECA, Juan Carlos; Ángeles ARJONA GARRIDO y Francisco CHECA OLMOS. El Ejido elegido: la convivencia como desafío. Scripta Nova. Revista Electrónica de Geografía y Ciencias Sociales. [En línea]. Barcelona: Universidad de Barcelona, 20 de febrer de 2010, vol. XIV, nº 315. <http://www.ub.es/geocrit/sn/sn-315.htm>. [ISSN: 1138-9788].