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Índice de Scripta Nova

Scripta Nova
REVISTA ELECTRÓNICA DE GEOGRAFÍA Y CIENCIAS SOCIALES
Universidad de Barcelona. ISSN: 1138-9788. Depósito Legal: B. 21.741-98
Vol. XII, núm. 270 (133), 1 de agosto de 2008
[Nueva serie de Geo Crítica. Cuadernos Críticos de Geografía Humana]

EL IMPACTO DEL GÉNERO EN LAS MIGRACIONES DE LA GLOBALIZACIÓN: MUJERES, TRABAJOS Y RELACIONES INTERCULTURALES

Emma Martín Díaz
Universidad de Sevilla
emma@us.es

El impacto del género en las migraciones de la globalización: mujeres, trabajos y relaciones interculturales (Resumen)

Las migraciones de la globalización deben afrontar una  paradoja: mientras que el capital financiero no encuentra obstáculos, ni tecnológicos ni legales, para su expansión, las legislaciones de los países desarrollados intentan controlar los desplazamientos de las personas. Esta realidad condiciona la circulación de las mujeres migrantes, quienes ven como sus intentos son presentados desde una perspectiva que niega toda capacidad de agencia social a sus estrategias migratorias. Pese a todo, la realidad actual presenta una serie de claroscuros donde las situaciones de explotación conviven con la capacidad de las inmigrantes para invertir su posición en el proceso de toma de decisiones en el seno del grupo doméstico y en los ámbitos del parentesco y las relaciones de género. Al mismo tiempo se consolida la hegemonía de los países receptores en una situación de "nuevo colonialismo" basado en la transnacionalización de la fuerza de trabajo y de las tareas reproductivas.

Palabras Clave: Globalización, migraciones, género, redes sociales, transnacionalismo. 

Gender impact in the globalisation migrations: women work and intercultural migrations (Abstract)

The migrations that take place in the context of globalization have to cope with a paradoxical issue: on one hand, the financial capital does not find any obstacles in its expansion, on the other, migratory flows are restricted as never before. These facts determine the circulation of immigrant women by denying the capacity of social agency of their migratory strategies. Despite of it, the current situation presents a chiaroscuro panorama where the situations of exploitation are mixed with the empowerment of immigrants women, inverting their position into the making-decisions process inside the domestic group, the kinship, and the gender relationships. At the same time, the hegemony of receiving countries is consolidated, provoking a "new colonialism" that is based on the trasnationalisation of labour and the reproductive tasks. 

Keywords: Globalization, migrations, gender, social networks, transnationalism. 

El presente artículo está basado en los resultados de la investigación "El papel de las mujeres inmigrantes en el desarrollo de sus localidades de origen" financiado por el Instituto de

la Mujer y con el apoyo complementario de la Fundación CENTRA y la Dirección General de Coordinación de Políticas Migratorias de la Junta de Andalucía.

a) Hipótesis y objetivos

La cuestión de base que determinó la selección del objeto de estudio arranca de la constatación obtenida a lo largo de nuestras investigaciones anteriores acerca de las diferentes motivaciones y resultados de los procesos migratorios para las mujeres y para los hombres. Las políticas migratorias juegan un papel central en estas diferencias, pero no son los únicos factores, junto a ellos, la economía política de los hogares determina distintas estrategias que, a su vez, son reformuladas como consecuencia de las políticas de los Estados emisores y receptores, por la iniciativa individual y por la fuerza de las comunidades sociales de pertenencia. La experiencia migratoria, como “hecho social total” involucra diferentes niveles y planos de la realidad social, y está sujeta a las modificaciones en los modelos económicos y culturales tanto en el ámbito de las prácticas como en el de las representaciones sociales sobre la migración. Sin embargo, estas prácticas y estas representaciones tienen diferentes repercusiones para el sujeto según su género, su etnia y su clase social de procedencia y de inserción.

Sobre esta hipótesis nos propusimos los siguientes objetivos:

  • Validar, refutar o matizar la hipótesis de que los procesos migratorios constituyen una oportunidad para el empoderamiento de las mujeres, propiciando cambios significativos en el papel de las mujeres en los procesos de toma de decisiones en el seno de los grupos domésticos de referencia, y, consiguientemente, en la sociedad local de origen.
  • Analizar las estrategias implementadas por las mujeres inmigrantes para alcanzar los objetivos de su proyecto migratorio en tres niveles: en el seno del propio grupo doméstico, en la sociedad de destino y en la sociedad de origen, a través del estudio de su participación en la toma de decisiones en la unidad familiar, su posición en la red social, su inserción laboral y residencial en la sociedad de destino, el uso y conocimiento de los recursos existentes en esta última para las mujeres inmigrantes y las formas específicas que adquiere su vinculación con la sociedad de origen.

Para ello, seleccionamos a los dos colectivos más representativos de la actual inmigración en España y en Andalucía: los marroquíes y los ecuatorianos, con el objeto de establecer una comparación entre ambos que nos permitiera responder a las cuestiones planteadas con mayor grado de eficacia y validez.

b) Metodología:

La metodología a emplear se ajustó a la hipótesis inicial de que los procesos migratorios tienen diferentes repercusiones para los hombres y para las mujeres. Pretendíamos obtener un conocimiento de los mecanismos y formas que adquieren las trayectorias migratorias de las mujeres en el interior de los colectivos a estudiar y su vinculación con las localidades de origen. Para ello, se realizó un seguimiento de los grupos domésticos, las redes sociales y las modalidades asociativas en origen y en destino, y su articulación con las estrategias migratorias, los procesos de inserción social en la sociedad de destino, la inversión de los ahorros, la participación social de las inmigrantes en los lugares de origen, y su rol en el proceso de retorno. Se utilizaron los métodos y técnicas de la antropología social, siendo el trabajo de campo y la observación participante su base fundamental. En este sentido, nos beneficiamos del conocimiento previo de estas redes y del movimiento asociativo de estos colectivos, de sus mecanismos de inserción laboral y social, y del conocimiento de las políticas migratorias y de integración implementadas desde la administración, así como de la participación de las inmigrantes en las Ongs, sindicatos y otras organizaciones civiles tanto en la sociedad de destino como la de origen.

La observación participante tuvo un carácter transnacional, realizando un seguimiento de los procesos migratorios teniendo en cuenta  la doble participación en las sociedades de origen y destino. Esta observación nos  permitió tanto la descripción como la explicación de las estrategias y modelos de participación social, y las readaptaciones de éstos en relación con los cambios experimentados en el proceso migratorio. Se analizó tanto el ámbito de las prácticas como el de los discursos, en la medida en que éstos representan, organizan, justifican y legitiman los procesos de toma de decisiones y las transformaciones sociales que tienen lugar como consecuencia de estos procesos.

En todos estos campos se priorizó la variable de género y se realizó un análisis de red en la línea de las investigaciones antropológicas sobre el tema, que cuentan con una sólida y rica trayectoria iniciada por los estudios de Bott (1956), y que, adaptada al estudio de los procesos migratorios, ha probado su eficacia en la descripción y explicación del funcionamiento de las estrategias y la circulación de los recursos entre los miembros del colectivo. En el campo del asociacionismo, formal e informal, tanto en origen como en destino, se prestó una especial atención a aquellas mujeres clave en los nodos de la red  y a los mecanismos mediante los que construyen y afianzan su influencia en el colectivo mediante el uso de los canales de información y gestión de los recursos.

Las unidades de observación seleccionadas fueron la ciudad de Sevilla, en España, Las poblaciones de Sangolquí (Pichincha)  y Guasmo Sur (Guayaquil), en Ecuador y las ciudades de Tetuán, Larache y la Yebala rural en Marruecos. En el caso de Ecuador se hizo un seguimiento de las familias de las migrantes seleccionadas, en el caso de Marruecos se realizó un acompañamiento de las mujeres seleccionadas en su retorno vacacional.

c) Técnicas de investigación

  • Análisis y explotación de los datos estadísticos disponibles sobre la emigración en las sociedades de origen.
  • Análisis y explotación de los datos estadísticos sobre la inmigración en España, prestando una atención especial a las variables de género y de inserción sociolaboral
  • Análisis y explotación de los datos estadísticos sobre la inmigración en Sevilla
  • Análisis de los datos sobre remesas de los migrantes ecuatorianos y marroquíes
  • Revisión bibliográfica de la literatura sobre migraciones, centrada en los estudios referentes al género, las remesas y el codesarrollo
  • Realización de catas etnográficas en la ciudad de Sevilla con el objetivo de conocer las redes sociales existentes: diversidad de modelos y grado de articulación con el endogrupo y con la sociedad local. Estas catas se basaron en un trabajo de campo intensivo de tres meses de duración en las que se entrevistaron a los miembros de las asociaciones de inmigrantes, al personal de las ONGs de apoyo a la inmigración, y a los responsables de las políticas migratorias en los niveles autonómico y local. Se realizó un seguimiento de las actividades desarrolladas por los colectivos inmigrantes, tanto formales como informales, y se comenzó la observación-participación basada en la presentación del proyecto y sus objetivos a los miembros de los colectivos seleccionados.

Una vez adquirido un conocimiento básico sobre el funcionamiento de las redes sociales y sus relaciones con las diversas asociaciones e instituciones públicas y privadas se procedió al diseño de las entrevistas. Para probar su eficacia se seleccionaron una serie de informantes clave, nodos centrales de sus respectivas redes sociales, y se les realizaron 10 entrevistas en profundidad que nos permitieron efectuar las modificaciones pertinentes al cuestionario.

  • Antigüedad del proceso migratorio
  • Tamaño y composición de los grupos domésticos reagrupados
  • Tipo de inserción sociolaboral: servicio doméstico, trabajo en ONGs , sindicatos y administraciones como mediadoras interculturales y otras funciones ligadas a la prestación de servicios para inmigrantes, prostitución

A partir de estas informantes clave se utilizó la técnica sociológica de la "bola de nieve" para acceder a otras personas de la red de la informante. A las contactadas por esta vía se les pedía que nos proporcionaran el contacto con otras dos inmigrantes: una de su propia red y otra perteneciente a una red social distinta. Estaba prevista la realización de entre 100 y 120 entrevistas, sin embargo, el punto de saturación se alcanzó en torno a las 40 mujeres entrevistadas. A partir de ese número volvimos a encontrarnos con las mismas redes que ya habíamos detectado y analizado.

La diversidad de los modelos de redes de los colectivos marroquíes y ecuatorianos obligó a elaborar diferentes estrategias de investigación de los grupos domésticos de las mujeres inmigrantes radicados en la localidad de origen. En este campo se seleccionaron mujeres pertenecientes a las distintas redes detectadas. El criterio de selección fue que el grupo doméstico en origen fuera dependiente o no de las remesas de estas mujeres. Para el caso de las mujeres marroquíes se optó por el seguimiento del retorno vacacional mediante el acompañamiento y la observación-participación de la cotidianidad de estas mujeres, en el caso de las ecuatorianas se optó por convivir unos días con sus familias. En ambos casos la observación-participación se complementó con la realización de entrevistas, con un cuestionario diseñado al efecto que, en el caso de Marruecos, requirió del apoyo de una licenciada de la Universidad Abdelmalek Essaadi para la traducción/transcripción.

Transnacionalismo y género: el papel de las mujeres en los flujos migratorios de la globalización

El estudio de los procesos migratorios experimenta una importante transformación en una doble dirección: en relación con la expansión sin precedentes de los intercambios y flujos de la producción y las mercancías, de las finanzas y la comunicación, y de las personas y las ideas que caracteriza el momento actual del capitalismo global, y, unido a estos fenómenos, la aparición de nuevos planteamientos teóricos en el conjunto de las ciencias sociales que intentan dar explicaciones de diverso alcance a estas realidades, que si bien no son nuevas en su conjunto, si adquieren nuevas formas que obligan a los investigadores a repensar el mundo en el que vivimos. (Appadurai, 1996, Castells, 1997) Esto implica revisar conceptos claves como sociedad y cultura, en la medida en que han cambiado los soportes básicos para su análisis: básicamente el territorio y la forma político-administrativa que caracterizó la entrada de las sociedades en la “primera modernidad” a escala global, el Estado-nación. (Featherstone, 1990) Contrariamente a lo que preconizaban las teorías herederas de la Ilustración y del Evolucionismo Científico, en cualquiera de sus variantes liberales o comunitaristas, la interconexión creciente entre las distintas sociedades del planeta no ha ido acompañada ni de mayores cotas de riqueza y bienestar para todos los individuos, ni de una  mayor solidaridad entre los productores de las distintas naciones. Pese a esta realidad, la creación de riqueza ha experimentado un ascenso vertiginoso a medida que ha ido desvinculándose de su dependencia de la producción y aprovechando las ventajas de la contracción del espacio y del tiempo que permiten las nuevas tecnologías para la ampliación del capital financiero. Al mismo tiempo, estos procesos han facilitado la transterritorialización y la re-territorialización de la producción aprovechando las oportunidades que presentan para el dumping laboral la diferencia salarial y de las condiciones de trabajo y de protección social entre las distintas zonas del planeta, generando importantes conflictos de intereses entre los trabajadores de los distintos países. Pero también es cierto que la expansión de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación permiten que los trabajadores se beneficien de esa contracción de las categorías espacio-tiempo, dando lugar a la aparición de desplazamientos masivos a escala planetaria que intentan aprovechar esta nueva realidad en su propio beneficio. Del mismo modo, hoy es posible implementar acciones globales de respuesta a las violaciones de los Derechos Humanos, a las catástrofes naturales, y a la violencia política  en cualquier lugar del planeta prácticamente en tiempo real, favoreciendo el fortalecimiento de las redes internacionales de solidaridad. (Friedman, 1990)  En resumen, podemos señalar que si bien es cierto que las desigualdades en términos de renta experimentan un ascenso como consecuencia de los nuevos modelos económicos, también las respuestas, adaptativas o impugnadoras, a esta situación se han multiplicado. El resultado es el incremento constante del flujo de personas que se trasladan  buscando un lugar que ofrezca las oportunidades que se les niegan en sus lugares de origen para poder desarrollar sus proyectos, pero también un aumento significativo del número de profesionales y técnicos que desarrollan sus actividades en la dirección inversa: de las zonas ricas del planeta a las menos favorecidas, ejerciendo la solidaridad, o buscando un lugar donde invertir. (Inda y Rosaldo, (2002) En su conjunto, todos estos procesos ponen el énfasis en dos tendencias claves que caracterizan el modelo de globalización actual: el incremento de todos los flujos, (Appadurai, 1990) y, consecuentemente, la creciente interconexión entre las personas y las sociedades. (Martín, 2003)

Las migraciones masivas han seguido unas pautas diferenciadas en relación a la pertenencia del sujeto a los sistemas de sexo/género, los cuales, a su vez, están en relación con las distintas culturas étnicas y nacionales presentes en los distintos Estados-nación. (Balibar y Wallerstein, 1991) Como hemos venido afirmando a lo largo de nuestras publicaciones, (Martín, 2006a, Martín y Sabuco, 2005) hombres y mujeres desarrollan diferentes estrategias tanto para la emigración como para la inserción social en los países de inmigración. Esta diferencia es claramente perceptible tanto en las políticas de inmigración como en las representaciones sociales que se originan sobre los procesos migratorios. Como señala Sassen, (2003: 46) “las dinámicas de género han sido invisibilizadas en términos de su articulación concreta con la economía global. Este conjunto de dinámicas puede encontrarse en los circuitos alternativos transfronterizos…, en los cuales el rol de las mujeres, y especialmente la condición de mujer migrante, es crucial.” Y es que las migraciones transnacionales aparecen como un lugar privilegiado para estudiar la transformación de los patrones de género. En este sentido, el estudio de la formación de las unidades domésticas transnacionales arroja datos esclarecedores sobre el empoderamiento de las mujeres, permitiendo la validación de determinadas hipótesis formuladas por el feminismo de la globalización al respecto. Permiten observar la creación de nuevas formas de solidaridad transfronterizas, pero también de nuevas formas de explotación, y las experiencias de pertenencia y de elaboración de identidad que representan las nuevas subjetividades femeninas. Volviendo a Sassen (2003: 50) “mujeres e inmigrantes emergen como el equivalente sistemático del proletariado, un proletariado que se desarrolla fuera de los países de origen. Además, y por otra parte, las demandas de la fuerza de trabajo del máximo nivel profesional y gerencial, en las ciudades globales, son tales, que los modos corrientes de manejar las tareas y los estilos de vida domésticos se vuelven inadecuados. Como consecuencia estamos observando el retorno de las llamadas “clases de servidumbre” compuestas en su mayoría por inmigrantes y mujeres inmigrantes”. Una contribución empírica a este enfoque puede encontrarse en  Martín y Sabuco (2006). Para una visión que combina las aportaciones teóricas con los datos empíricos el trabajo de Martínez Veiga (2004) constituye un referente imprescindible.

Es ya un lugar común que la globalización económica ha supuesto una feminización de la pobreza  y, consiguientemente, un incremento de las migraciones femeninas. (UNFPA, 2002, 2004) Sin embargo, son menos conocidos los efectos de esta situación sobre las sociedades en general y sobre las mujeres en particular. (Floro, 2001) Debemos recordar que el género, como construcción social que organiza las relaciones entre los hombres y las mujeres, configura patrones diferentes que es necesario tener presente en las investigaciones sobre las migraciones. (Balbuena, 2004) Metodológicamente, el género no sería una variable más a tener en cuenta, sino la unidad de análisis central para comprender en toda su dimensión las repercusiones de las migraciones en el mundo actual y la génesis y el funcionamiento de las comunidades transnacionales.

Las migraciones femeninas no son un fenómeno nuevo, lo que ha tenido lugar es un incremento de las mismas y, sobre todo, un mayor interés por su estudio. En la actualidad, en Europa y en América del Norte, las mujeres representan más del 50% del total de la inmigración a estos países. Pero esta no es ni la única ni la principal novedad. El hecho más significativo es el incremento del número de mujeres que emigran siguiendo un proyecto autónomo que las convierte en las principales proveedoras y cabezas de hogar. (Oso, 1998, Gregorio, 1998) Conviene detenerse en esta cuestión para comprender la magnitud de la transformación.

El papel de los Estados-nación en la conformación de los sistemas de sexo-género ha sido crucial en la definición de las identidades y los roles que hombres y mujeres deben desempeñar como miembros de la comunidad nacional. Como plasmación política del proyecto hegemónico de una clase social, la burguesía, que consagraba la subordinación económica, social y política de las mujeres a los varones, esta dependencia femenina estaba legitimada sobre el conjunto de unas representaciones sociales que atribuían la toma de decisiones en el seno de los grupos domésticos al cabeza de familia, otorgando a las mujeres en exclusiva el rol de cuidadoras. En las obras citadas mas arriba hemos denunciado la falta de correspondencia entre este modelo ideal y la práctica social, aunque también hemos reconocido que la fuerza de estas representaciones sociales ha sido determinante en la conformación y reproducción de las identidades de sexo/género. En el ámbito de las migraciones, estas representaciones se traducen en varios hechos concretos: en primer lugar, en la sobrerrepresentación de los varones en los procesos migratorios, con la consiguiente equiparación entre las estrategias masculinas de migración y la creación de tipologías de modelos migratorios de alcance universal. No es ajena a esta confusión la diferenciación existente entre los sectores económicos de inserción de los hombres y las mujeres migrantes, que facilitan la invisibilidad de estas últimas.  El segundo hecho a destacar es la distinta consideración que reciben los proyectos migratorios de hombres y mujeres sobre la base de la construcción del género en los Estados-nación. Así, los varones, cuando emigran, van a buscar el pan que sus familias necesitan, o, si son solteros, a desarrollar sus proyectos vitales buscando oportunidades que se les niegan en los países de origen. Sin embargo, esta capacidad de agencia social es negada a las mujeres. Mientras que la libertad de circulación es un derecho universalmente reconocido para los varones (lo que implica libertad de emigrar, es decir, de salir de un Estado, pero no de inmigrar, de establecerse en otro distinto) la emigración de las mujeres es colocada bajo la sospecha en un doble sentido: por una parte, se les niega esa misma libertad de circulación, por otra, se les niega también esa capacidad para la agencia social.

Si el varón se desplaza buscando trabajo, está haciendo lo correcto para garantizar el sustento familiar. Por el contrario, si es la mujer la que busca trabajo fuera de su entorno familiar está abandonando a la familia, y, por tanto, haciendo dejación de su deber fundamental: el de cuidadora. (Herrera y Martínez, 2002, Herrera, 2003) No es casualidad que allí donde la emigración femenina es muy significativa, los poderes públicos y los agentes sociales enfaticen las repercusiones sobre las estructuras domésticas, siempre en sentido negativo. La ausencia de la mujer supone, desde esta perspectiva, un factor desestabilizador que no está presente en el proyecto migratorio masculino. Por otra parte, tampoco es casual que conforme las migraciones se feminizan aumente la preocupación por el tráfico de personas. (Casal y Mestre, 2002) Es indudable que las políticas restrictivas y de control de las fronteras de los estados receptores han provocado un incremento espectacular de las redes delictivas de tráfico de personas (que también es consecuencia del incremento de la economía delictiva en el conjunto de la actividad económica global, que en 1997 Castells cifraba en torno al 20%, aunque este dato pocas veces es tenido en cuenta), pero debemos ser muy cuidadosos con el sesgo que supone enfatizar la dimensión trafiquista de las migraciones actuales, ya que, como hemos denunciado en otro lugar, (Martín, Sabuco y Bredy, 2006)  demasiado a menudo el peso de este enfoque vela la capacidad de las mujeres en el diseño y ejecución de su proyecto migratorio.

El trabajo doméstico: nicho laboral y lastre para la integración social

En la ciudad de Sevilla, como en otras ciudades del Estado español, se están produciendo una serie de transformaciones en el seno de las unidades familiares que suponen un incremento muy significativo del trabajo doméstico asalariado. Aunque no son los únicos, destacaremos tres factores significativos: 1) la incorporación de las mujeres a los mercados de trabajo, 2) la recomposición de los hogares mediante el incremento del número de hogares monoparentales y de las “familias reconstituidas”, y 3) el aumento de la esperanza, y no siempre de la calidad, de vida, y consiguientemente, del número de  ancianos dependientes. Estos factores, aunque inciden en el incremento de la demanda en el servicio doméstico, no contribuyen a una mejora de las condiciones laborales ni a un mayor reconocimiento social de esta actividad. La situación de precariedad económica y de no reconocimiento social determina que las mujeres autóctonas abandonen el sector, particularmente en su ejercicio por cuenta propia, prefiriendo la contratación en empresas dedicadas a la externalización de estos servicios. Por otra parte, la cada vez más significativa feminización de las migraciones ha propiciado una serie de cambios en el servicio doméstico, (Herranz, 1998, Martínez Veiga, 2000) destacándose una ampliación de la actividad, que de ayuda complementaria pasa a desempeñarse a tiempo completo. La progresiva importancia del servicio doméstico como “yacimiento de empleo” incide en la transformación de las estrategias migratorias, propiciando la prioridad de las mujeres sobre los varones, ya que para éstas resulta mucho más fácil encontrar un empleo estable. (Martín, 2006 a) A su vez, la llegada masiva de mujeres inmigrantes permite ampliar el campo de los servicios domésticos y del cuidado a un mayor número de hogares, que se hubieran visto obligados a prescindir de estos servicios si la demanda hubiera tenido que ajustarse a la legalidad laboral, ya de por si precaria, del sector. La doble exclusión de la migrante: como inmigrante, y, por tanto, extranjera, y como doméstica, y, por tanto, como “no productiva” conlleva una mayor disponibilidad a trabajar duro por menos dinero, y convierte sus servicios en asequibles para personas con recursos escasos. Sin embargo, el colectivo mayoritario, el marroquí, presenta una serie de inconvenientes en relación a la disponibilidad laboral requerida por el “empresariado doméstico”. En la medida en que estamos hablando de una “comunidad diaspórica” con unas redes sociales sólidamente asentadas en destino, muchas de ellas han llegado a constituir un hogar propio en el que trabajar y tienen familiares dependientes a los que cuidar. Por otra parte, las recién llegadas, con una red débil y con acuciantes necesidades de trabajar para reagrupar a sus familias o para mantenerlas en su lugar de origen, tienen que afrontar el importante inconveniente de la barrera lingüística. Este factor dificulta de manera significativa la relación entre la empleadora y la empleada, y se superpone a la existencia de diferentes prácticas y representaciones sobre las tareas domésticas y el cuidado de los hijos. Por último, aunque no en menor grado, las mujeres marroquíes deben enfrentar los desencuentros que tienen lugar en relación al uso del pañuelo como marcador corporal de la práctica de la religión musulmana, que se erige como una frontera cultural entre la empleadora y la trabajadora.

La llegada de las migrantes latinoamericanas viene a resolver dos de las barreras culturales citadas: por un parte la religión, pero, sobre todo, elimina la frontera lingüística. Sin embargo no son desdeñables otros factores que pocas veces se encuentran presentes en los discursos: la mayor lejanía geográfica –que no cultural, en el imaginario de la sociedad receptora- de los lugares de procedencia, unido a la mayor debilidad de las redes en un primer momento de llegada, presenta una serie de ventajas para las empleadoras al ampliar la disponibilidad de las trabajadoras, quienes, además, deben afrontar en los primeros momentos el pago de una deuda mucho más importante debido al mayor coste del viaje.

De esta forma, las latinoamericanas pasan a ocupar los primeros lugares en el ranking de preferencias de las empleadoras, aunque no por ello se ven libres de prejuicios. Así, dentro de este colectivo tienen preferencia las más blancas sobre las indígenas o las negras. E incluso dentro del grupo de las mujeres blancas la forma de vestir se convierte en un factor para la selección de las trabajadoras. No deja de ser curioso que, mientras el uso del pañuelo se convierte en un estigma para las mujeres musulmanas, llevar ropa demasiado ceñida o escotada sea también un marcador estigmatizado si quien viste de esta manera es una mujer inmigrante.

La situación de vulnerabilidad y de estigmatización de la mujer inmigrante es una realidad constatable empíricamente, como se desprende de los numerosos testimonios recogidos a lo largo de nuestras investigaciones. Sin embargo, las situaciones de sobreexplotación y de minorización coexisten y se superponen con los procesos de empoderamiento social de estas mujeres y la agencia social desplegada para implementar estrategias dirigidas a alcanzar los objetivos del proyecto migratorio. Incluso en el ámbito de las relaciones laborales es fácil percibir los mecanismos de resistencia desplegados para contrarrestar las actitudes y comportamientos que suponen un abuso de poder o que tienen a rebajar la dignidad de la trabajadora. Así, las mujeres inmigrantes reivindican su papel de madres, esposas e hijas, es decir, de integrantes de sus propios grupos domésticos y, por tanto, iguales a las dueñas de las casas en las que trabajan. De esta forma, contestan simbólicamente lo que perciben como una imposición arbitraria de modelos culturales de limpieza y cuidado que niegan el valor de sus propios modelos de referencia.

Las mujeres ecuatorianas y su posición en el debate Agencia/Estructura

Si la crisis de 1999 en Ecuador es un factor estructural en la emigración ecuatoriana hacia España, (Ramírez y Ramírez, 2005) la inserción laboral en el ámbito doméstico determina las opciones de la migrante en la sociedad de destino al limitar su visibilidad como sujeto social.  Ambos elementos se articulan para imponer una serie de condiciones que, por una parte, dificultan el empoderamiento de las mujeres, y, por otra, velan los logros alcanzados. En origen, la crisis económica desestructuró la economía política de los hogares de las migrantes.  Muchas veces esta economía estaba basada en delicados equilibrios en los que la suma de esfuerzos y de voluntades de las redes de mujeres, tanto familiares como amigas y vecinas, proporcionaban los recursos, materiales y simbólicos, para la subsistencia. (Herrera, 2003) La combinación de una inflación galopante con una creciente inestabilidad política inició el derrumbe de esta forma de vida, sobre la que se habían articulado los proyectos de futuro de las capas medias y bajas de la sociedad ecuatoriana. Sin embargo, hemos podido comprobar que la flexibilidad de estas redes, y su dinamismo, fueron capaces de amortiguar las que, de otro modo, hubieran sido catastróficas consecuencias. Y lo hicieron sobre la base de readaptarse a la nueva situación mediante la transnacionalización de las relaciones sociales. (Gurac y Caces, 1998, Herrera, 2004),  De esta forma, la red proporcionó los elementos necesarios para la reproducción social, construyendo puentes y abriendo caminos por los que circula el dinero, la información, el cuidado y todos los demás recursos necesarios para la vida. Es precisamente la capacidad de las mujeres para reconstruir y reafirmar estas redes (Camacho, 2004) y su posición en ellas lo que otorga sentido a la experiencia migratoria, y demuestra los agujeros existentes en las teorías que olvidan a los sujetos para centrarse en los hechos. (Goicoechea y Ramírez, 2002, Pedone, 2005)

Son estas redes las que sostienen los proyectos de las mujeres y las que permiten su empoderamiento, limitando el impacto que el evidente y consciente descenso de clase supone para las mismas, particularmente en los primeros momentos de su experiencia migratoria. La frustración que podría derivarse de su inserción en el servicio doméstico, muchas veces en condiciones de servidumbre, es contrarrestada con una percepción fundamentalmente instrumental de su actividad. La representación social que se desarrolla no incluye al trabajo como ámbito de sociabilidad, sino como la herramienta que permite conseguir los objetivos de reproducción social. La mayoría de las migrantes opta, pues, por elaborar un discurso pragmático, dibujando una balanza donde la resignación se contrapesa con los objetivos alcanzados. Frases como: “esto es lo que hay”, o “ya sabíamos a lo que veníamos” constituyen una parte de la argumentación, la otra parte la constituyen razonamientos que enfatizan la ganancia económica en términos de diferencia salarial en origen y en destino. Esta realidad parece reforzar la percepción de que en las sociedades de la globalización el trabajo pierde centralidad simbólica en la misma medida en que la gana el salario. (Alonso, 2000) Sin embargo,  para muchas de estas mujeres, más importante que el beneficio monetario son otras cuestiones que a veces no aparecen en este discurso, pero si en otros momentos, o que son fáciles de observar en el estudio detallado de las entrevistas. Estas cuestiones hacen referencia a los procesos de empoderamiento experimentados por muchas, aunque no todas, de las mujeres entrevistadas. Nos referimos a la autoridad alcanzada en el manejo de los mecanismos de reagrupación familiar y de la reconstitución de las redes sociales, que pueden acabar con situaciones de dependencia, abuso y subordinación en origen, o al menos minimizar su impacto. Esta autoridad, unida al prestigio que conlleva, les permite a su vez generar nuevas cadenas migratorias y de cuidado en origen y en destino destinadas a afianzar la nueva situación de poder de la mujer. En este sentido, es interesante destacar que la situación de “jefas de hogar” (Gregorio, 1998) las coloca en una posición de mayor agencia social y de superioridad simbólica sobre muchas de las mujeres autóctonas para las que trabajan, invirtiendo la relación de subordinación existente en el ámbito laboral.

Resulta interesante comprobar cómo a medida que la experiencia migratoria se dilata en el tiempo y se va accediendo a una situación de mayor estabilidad laboral y de regularización de la estancia en el país el colectivo ecuatoriano comienzan a cambiar los objetivos de su proyecto migratorio. (Atienza y Acosta, 2004) Si en un primer momento su meta era maximizar el ahorro e invertirlo en origen, básicamente en la compra o reforma de la casa familiar, conforme se produce la reagrupación familiar el esfuerzo se concentra en la compra de una vivienda en destino. Varios factores contribuyen a este cambio, conectados con la situación en la sociedad de origen y en la de destino.

Una de las razones tiene que ver con la profunda desconfianza hacia el gobierno y sus instituciones. (Bretón y García, 2003) Los migrantes ecuatorianos, tanto los hombres como las mujeres, manifiestan un fuerte pesimismo acerca del futuro del país ya que consideran que la clase política es la responsable del colapso económico que les llevó a emprender el proyecto migratorio. La dinámica de corrupción que ha marcado a los gobiernos  actúa en una doble dirección: por una parte, desincentiva el retorno, y por otra  afianza el acierto de la decisión emprendida por los y las migrantes.

Un aspecto significativo de esta cuestión es que la responsabilidad del incremento de las desigualdades en el país de origen se mantiene en los límites del Estado-nación. Ninguna de las mujeres entrevistadas hizo alusión a la globalización como factor condicionante de la actual situación de Ecuador. Para ellas, la crisis es un asunto interno con unos responsables nacionales. La inscripción de esta situación en un contexto internacional que impone severas medidas de ajuste como forma de garantizar el crecimiento de la macroeconomía no es contemplada en modo alguno. En gran medida, este hecho se encuentra relacionado con la percepción antes citada de una situación de crisis y corrupción en términos de acontecimientos vividos en los contextos personales y domésticos, y no como el resultado de modelos económicos de alcance internacional. Así, la visión negativa sobre los políticos se encuentra fuertemente personalizada, como hemos podido comprobar en los testimonios aportados.

Sin embargo, aunque la desconfianza en el futuro del país es un elemento desactivador del retorno como estrategia a corto o a medio plazo, prácticamente ninguna de las mujeres entrevistadas descartaron el retorno definitivo, aunque fueron muchas las que lo ligaron con el cese de su actividad laboral. Se produce así una dicotomía entre “país de trabajo” y “país de vida”, particularmente relevante entre quienes mantienen a sus familiares en Ecuador. Para quienes han reagrupado a sus familias, o la han creado en Sevilla, Ecuador se convierte en el paraíso en el que disfrutar, en un futuro muchas veces impreciso, de los beneficios del duro trabajo desempeñado en las sociedades de destino.

En la medida en que España se va consolidando como “país de trabajo” y la estrategia migratoria se modifica hacia la reagrupación familiar y la consolidación de la red social, resulta coherente que la inversión presente también un cambio en la tendencia: del país de origen al país de destino. En este sentido, la principal inversión es la vivienda en propiedad. De esta forma, el país receptor se beneficia del trabajo de los y las migrantes en una doble vía. Por una parte, la inmigración cubre los sectores deficitarios en mano de obra y contribuye al crecimiento de la demografía y de la productividad de la economía nacional. Por otra, los salarios de los inmigrantes son reinvertidos en el país de destino en forma de pequeños negocios o de propiedades inmobiliarias. Esta realidad genera un circuito de doble extracción de beneficio: como trabajadores y como inversores, que se complementa con las ganancias que obtiene el estado emisor en forma de remesas y de inversiones, también en el sector inmobiliario y en el pequeño negocio básicamente. Desde este punto de vista, es innegable que el inmigrante constituye un importante agente económico tanto en la sociedad de origen como en la destino.

Sin embargo, esta afirmación debe ser matizada. Aunque la corriente general se manifieste claramente favorable a estas tesis, no podemos negar que de ellas se desprende un tono triunfalista que no se corresponde exactamente con la realidad. En primer lugar, porque los inmigrantes se integran en sectores de muy baja productividad, que son precisamente los que más crecen en términos de empleo. En esta dinámica, la inversión de los migrantes se encuentra limitada también a estos sectores, de manera que los negocios emprendidos suelen generar poco margen para la ganancia y el empleo. Por otra parte, la inversión en la vivienda se encuentra mediatizada por el alto precio del alquiler y favorecida por la práctica del realquiler, generando situaciones de hacinamiento y de mantenimiento de la precariedad habitacional. Además, la inserción de los inmigrantes en el tejido económico y social del país de destino les lleva a adoptar los mismos patrones de comportamiento que los nacionales sobre la base de asimilar las pautas de endeudamiento de la sociedad receptora. En la práctica, se contrae una deuda importante que obliga a grandes esfuerzos y sacrificios que añadir a los inherentes a la propia experiencia migratoria y que tiene importantes repercusiones sobre la red transnacional.   

El cambio de estrategia detectado está suponiendo un descenso, que todavía no es muy pronunciado, pero sí significativo, de las remesas que envían los inmigrantes a Ecuador, haciendo saltar las alarmas en el país de origen de los migrantes. Ante esta situación, la estrategia del Estado ecuatoriano ha sido reforzar los vínculos de ciudadanía en el seno  de las comunidades  transnacionales. Sin embargo, los ecuatorianos residentes en España, tanto hombres como mujeres, han sido en general muy críticos con esta medida, que contemplan como un intento de instrumentalización de su voto inspirado por el deseo de las redes políticas de carácter clientelar de extender sus ramificaciones hasta los países de inmigración. No es de  extrañar esta percepción si tenemos en cuenta el rechazo general que suscitan los políticos dentro de este colectivo.

En el ámbito de las políticas públicas y del asociacionismo formal encontramos también diferencias significativas en los comportamientos y en las representaciones sociales de hombres y mujeres. Estas diferencias están en relación con las discrepancias observadas en la narración sobre las causas de la crisis en Ecuador. La mayoría de los varones tienden a desarrollar modelos asociativos dirigidos a reforzar su posición como migrantes, y, por tanto, ciudadanos del país de origen y miembros de un colectivo desfavorecido en el país de destino. Coherentemente con esta percepción, su auto-representación, así como sus acciones, están encaminadas a lograr un reconocimiento político por parte del Estado de origen y el de destino. La constitución de asociaciones y de federaciones de asociaciones tiene como fin el conseguir  estos objetivos de participación en los procesos de toma de decisiones, aprovechando el carácter transnacional de su experiencia para la negociación con ambos Estados. Sin embargo, esto no quiere decir que no haya mujeres que participen de forma muy activa en estas asociaciones, sino que la mayoría de ellas prefieren diseñar otras estrategias de inserción en destino y de vinculación con el país de origen  que pasan por la creación, reforzamiento y modificación de redes de solidaridad femenina. A lo largo del trabajo de campo hemos comprobado cómo las mujeres ecuatorianas presentan un mayor grado de conocimiento y de uso de la red de recursos sociales en destino que los varones, así como que tienden a hacer un uso “feminizado” de las mismas. También hemos comprobado que muchas de ellas se muestran defraudadas cuando, buscando activar una solidaridad intragénero que facilite su empoderamiento, se encuentran con que estas mujeres autóctonas con las que contactan, muchas de ellas miembros de ONGs y de los Servicios Sociales de las administraciones, han optado por anteponer su identidad nacional a la identidad de género, llegando incluso a usurpar la voz de las inmigrantes en la negociación de las condiciones laborales. Como hemos escrito en otra ocasión (Martín, 2006 a) habrá que preguntarse hasta qué punto la “liberación” de las mujeres occidentales no va a depender cada vez más de la asunción de su rol de cuidadoras por otras mujeres provenientes de los países pobres del planeta, dificultando, e incluso impidiendo, la lucha feminista global por los derechos de todas las mujeres.

Las mujeres marroquíes: redes diaspóricas, religión y género 

Hemos optado por definir a la migración marroquí como un proceso diásporico. Aunque en la práctica resulta complicado diferenciar los términos de migración y diáspora, creemos que está distinción puede ser operativa para la comparación que nos ocupa. De esta forma, la realidad nacional marroquí cuenta, desde su conformación, con una “ciudadanía ausente”, que, si bien no ha sido tenida en cuenta en el proceso de toma de decisiones, si que ha sido convocada por los poderes del Estado como parte de la comunidad nacional, en la medida en que sus remesas son muy importantes para la economía de Marruecos. Además, los migrantes mantienen vivos los lazos con su país básicamente mediante dos estrategias diferenciadas pero articuladas entre sí: el retorno vacacional y la activación de redes multinacionales de carácter diaspórico que ponen en circulación información, personas y bienes, como hemos tenido ocasión de comprobar.

Por otra parte, y aunque nuestro planteamiento se encuentra muy alejado de posiciones esencialistas sobre la “mediterraneidad”, es evidente que la realidad histórica de contactos y desencuentros entre ambas orillas del “Mare Nostrum” forma parte de nuestro acervo cultural. En nuestro trabajo de campo en el Rif conocimos a familias orgullosas de sus parientes que habían servido en el ejército español, que habían trabajado como domésticas en casas de militares y funcionarios del Gobierno en la época del Protectorado, e incluso que habían formado parte de la “Guardia Mora” del general Franco, y que estaban felices de volver a hablar español con nosotras. Muchas más familias nos hablaban con orgullo de sus ascendientes, que lucharon contra el ejército español. La huella de la presencia española en la zona es una realidad tan evidente como delicada, como suelen serlo todos los vínculos coloniales.

La sensación de compartir con estos migrantes y sus familias una herencia común no estaba ausente, muy al contrario, de nuestra experiencia, intelectual y sensual, en Ecuador. Sin embargo, al mismo tiempo éramos conscientes, más que nunca, del axioma de Renan (1882) acerca de que la nación se compone mucho más de olvidos, que de memorias, compartidos. Ecuador se nos presenta en los textos y discursos oficiales mucho más cercana, en la medida en que conecta con el “glorioso” pasado colonial. Sin embargo, Marruecos, y en concreto el Protectorado, refieren directamente a una fractura política entre la ciudadanía que acompañó la entrada del Estado-nación español en la modernidad, y cuyas consecuencias se mantienen todavía vivas en la actualidad.

A este factor hay que añadir otro de carácter más general. El colonialismo del siglo XIX fue legitimado ideológicamente sobre las bases de un “racismo científico” que proporcionó la coartada de legitimidad que las potencias occidentales esgrimieron para lanzarse a la empresa de esquilmar los recursos de los territorios conquistados, en un contexto muy alejado de la tradición humanista del siglo XVI de rechazo de la explotación y genocidio de las poblaciones indígenas. En este sentido, debemos recordar que sólo muy recientemente los científicos sociales de las antiguas colonias del Siglo XIX han conseguido hacer oír su voz en los circuitos científicos internacionales para denunciar la colonización del pensamiento sobre y en sus países, que ha demostrado tener mayor capacidad de supervivencia que la colonización política. Esta perspectiva colonial condiciona nuestra mirada y, también, nuestra aproximación científica a la realidad social de Marruecos, (Ramírez, 1998, Aixelá, 2000) y, en particular, extiende un velo a través del cual observamos la situación de las mujeres, la mayoría de las veces sin tomar en consideración sus propios puntos de vista sobre el tema.

Este velo ha acompañado a las mujeres en sus migraciones, si bien es en los últimos años, y particularmente a raíz del 11 de septiembre de 2001, (Álvarez, 2002) cuando ha llegado a constituirse en el símbolo de una sinécdoque que elimina el sujeto-mujer mediante un proceso de reificación consistente en la construcción de una entidad –la mujer musulmana- a la que se dota de una existencia superorgánica. Así, las mujeres musulmanas son una parte indistinguible de la Umma, la comunidad de creyentes. En esta concepción no hay lugar para el individuo, sea hombre o mujer. El creyente pertenece a una categoría diferente e incluso opuesta al ciudadano. Adoptando de manera exclusiva la perspectiva Emic de la Religión musulmana, se acepta que la sumisión a la divinidad que conforma la doctrina coránica es la regla que rige toda la vida de las personas. Este planteamiento, certeramente criticado por Rodinson (1981) y por otros intelectuales como Said,  (1990) es particularmente grave para el caso de las mujeres, que son contempladas desde una perspectiva que aúna la misoginia de las religiones del Libro, la desigualdad de género presente en tantas sociedades, y no sólo las del Tercer Mundo, y las consecuencias del subdesarrollo y de la pobreza sobre la subordinación de las mujeres para construir un ser dependiente y alienado que debe ser liberado, incluso, sin contar con su opinión.

Con esta afirmación pretendemos llamar la atención sobre los riesgos de adoptar posiciones absolutistas, en las que, bajo la pretensión de liberar a las mujeres musulmanas, se les niega su condición de sujeto, ignorando los numerosos e interesantes ejemplos de agencia social desplegados por estas mujeres a lo largo de su vida. (Salahdine, 1991, Nair, 1997, Mernissi, 1998)  Queremos traer aquí el razonamiento de Salua, una de nuestras informantes, cuando al comparar las relaciones de género en Marruecos y en España enfatizaba que la principal diferencia estribaba en que en Maruecos había unas reglas muy rígidas…que pocas mujeres, especialmente las mas jóvenes, seguían, mientras que en España el control social no se basaba en la norma, sino en mecanismos más sutiles de alienación de las mujeres, lo que dificulta y esconde el sexismo existente.

Sin embargo, no podemos ignorar que la religión sigue siendo en las sociedades musulmanas la principal fuente de legitimación del control de las mujeres por parte de sus grupos domésticos y de la sociedad en general. Aunque realizar esta afirmación nos obliga a precisar las diferentes posturas religiosas existentes y romper la visión reificada y monolítica del Islam que predomina en Occidente. Las miradas, el control de los vecinos del que nos hablan las mujeres del Norte y que les obliga a adoptar en sus viajes de retorno la vestimenta tradicional son un mecanismo diferente al referenciado por las mujeres de las ciudades del Sur, como Casablanca o Rabat, cuando señalan que “los de las barbas” les impiden ponerse la minifalda o un escote pronunciado, como estaban acostumbradas a hacer hasta hace sólo unos pocos años. En este sentido, asumimos la diferenciación que establece la socióloga iraní Nayereh Tohidi (2006) entre 1) el Islam tradicional/conservador, 2) el Islam reformista liberal/moderno y 3) el Islamismo revolucionario o Islam radical.

Como sucedía en el caso de las mujeres ecuatorianas, las mujeres marroquíes se muestran muy críticas con la situación económica y política de su país. Sin embargo, estas críticas no están tan personalizadas en la clase política, salvo en algunos casos de mujeres que participan o han participado en movimientos sociales, tanto en Marruecos como en España. Una parte de ellas adopta un discurso que es muy similar al de las mujeres andaluzas que emigraron en los años sesenta del pasado siglo. Este discurso enfatiza el contraste entre la riqueza natural y potencial de su país y la situación de pobreza, que no de miseria, de sus habitantes. Sin embargo, las causas de esta contradicción aparecen algo difuminadas: oscilando entre los gobernantes y el monarca, sin apuntar directamente hacia este último. Resulta interesante destacar el contraste entre la libertad de expresión de las mujeres ecuatorianas y la ambigüedad y discreción de las marroquíes, fruto evidente de culturas políticas muy diferentes.

El fracaso del Estado-nación marroquí para integrar a su población en el mercado de trabajo nacional es sin duda el factor que impide que el retorno definitivo pueda plantearse como una opción estratégica por los emigrantes, y también constituye el principal factor desencadenante de la emigración. Así, la idea de que en Marruecos no hay trabajo se corresponde con la realidad de unas elevadas tasas de paro en el ámbito urbano, que afecta en mayor medida a las personas con estudios universitarios. Pero también el medio rural se ve afectado por la globalización: por una parte, desestructurando la economía política de los linajes y propiciando la migración campo-ciudad, y por otra, la ruptura del aislamiento de las comunidades tradicionales propicia el conocimiento de recursos que permiten suavizar las duras condiciones de vida de estas aldeas. Este hecho es especialmente significativo en el caso de las mujeres, quienes han tenido que desempeñar las tareas más duras tanto en el ámbito productivo como en el reproductivo. Muy pocas mujeres del medio rural del Norte de Marruecos se muestran dispuestas a ir al río a lavar la ropa, a caminar kilómetros para conseguir leña, a parir a sus hijos sin atención sanitaria, y, en fin, a vivir la vida de sus abuelas y madres. En gran medida, la afirmación común de que emigran para mejorar su vida tiene distintas connotaciones según el medio del que se provenga. Aquellas mujeres que vienen de las capas medias del entorno urbano pueden sentir que su inserción laboral en el servicio doméstico supone un descenso de clase y una pérdida de status, pero quienes provienen del medio rural y tienen acceso a la electricidad, el agua corriente y los electrodomésticos, en ocasiones por primera vez, experimentan una evidente mejora en sus condiciones de vida que, en términos comparativos, puede ser muy superior a la de andar por la calle sola o vestirse a la occidental. Como puede comprenderse, estas mujeres no contemplan la posibilidad de volver al medio en que salieron, y si invierten en la compra de una casa en Marruecos lo hacen en un entorno urbano en el que puedan garantizarse el acceso a estos bienes.

Aunque el acceso al trabajo y a mejores condiciones de vida son las motivaciones principales, no debemos olvidar que fueron muchas las mujeres que manifestaron que su estrategia migratoria pasaba por alcanzar la autonomía personal. Varias cuestiones convergen en esta afirmación, que, para ser contextualizada, requiere de un esfuerzo de precisión. En primer lugar, debemos afirmar que el proyecto migratorio, particularmente cuando es emprendido como una iniciativa propia, implica cierta dosis de agencia. No estamos hablando aquí del riesgo para la vida que supone el cruce del Estrecho en frágiles embarcaciones. Son muy pocas las mujeres entrevistadas que han llegado por esta vía,  ya que la mayor parte de ellas han aprovechado las redes previamente existentes en el lugar de destino.  Pero aunque se cuente con este soporte, es indudable que abandonar el universo social de referencia nunca es fácil. Un lugar desconocido, un idioma extraño y costumbres diferentes son realidades que requieren un esfuerzo personal de adaptación, particularmente en las presentes condiciones bajo las que se desarrollan los procesos migratorios. Por otra parte, somos conscientes de que las mujeres que accedieron a ser entrevistadas tienden a presentar un mayor nivel de integración social y un cierto grado de vinculación con las asociaciones pro y de inmigrantes, lo que imprime un condicionamiento de partida a la muestra seleccionada. Resulta lógico que en este contexto la mayor parte de las informantes esgriman como una de las causas principales de su decisión de emigrar el deseo de romper con los roles tradicionales de madres y esposas, tal y como son aplicados en Marruecos. En este sentido, es evidente que la religión, al sancionar los roles de género, puede suponer un lastre para el desarrollo de proyectos vitales que se aparten de los papeles tradicionales. Pero esta realidad afecta no sólo a las mujeres. A lo largo de nuestras investigaciones hemos conocido a muchos hombres para los que la inmigración ha  supuesto un descenso en sus posiciones de clase, pero que sin embargo manifiestan haber ganado en autonomía personal. (Martín, Castaño y Rodríguez, 1999) Conviene recordar aquí que el sistema patriarcal supone la dominación no sólo de los hombres sobre las mujeres, sino también de la generación de más edad con respecto a la más joven, aunque es evidente que esta dominación afecta más a las mujeres que a los hombres al imponer normas muy estrictas al comportamiento de estas últimas que pueden entrar en contradicción con los deseos de las mujeres de tomar el control de sus propias vidas.  Sin embargo, esta situación de rechazo del patriarcalismo imperante no presupone forzosamente una ruptura con las creencias religiosas, sino un cuestionamiento de la forma en que estas creencias son aplicadas en la vida cotidiana, fundamentalmente por los varones y, sobre todo, por los padres y, también, las madres del país de origen.

Conclusiones

El estudio de las comunidades transnacionales (Kearney, 1995, Portes, 1997) nos ofrece nuevas vías de exploración de los movimientos migratorios y de análisis de la participación de los migrantes en la vida social, política y cultural en la “era de la información”. (Castells, 1997) Este enfoque incide en que los cambios en los modelos económicos y culturales deben traducirse en una revisión del marco teórico y conceptual que ha caracterizado el estudio de los procesos migratorios. (Martín, 2006 b) Particularmente relevante resulta la reconsideración de los sujetos sociales. Si en el enfoque tradicional las unidades de análisis centrales eran el individuo, por una parte, y la clase social por otra, la inclusión de las comunidades transnacionales como unidad de análisis permite dibujar la complejidad de los procesos y la pluralidad de agentes sociales involucrados. Así, los estudios sobre los procesos migratorios realizados desde el enfoque neoclásico enfatizaban el nivel individual de la toma de decisiones planteando el proceso como el resultado de un análisis racional articulado sobre la evaluación de los costos y los beneficios. Por otra parte, los estudios centrados en la clase social como el nivel de análisis central (Wallerstein, 1974, Eades, 1987) dibujan un mundo de estructuras que determinan la acción de los sujetos. Ambas unidades de análisis son imprescindibles pero insuficientes para entender la acción de los sujetos sociales en el marco de las sociedades de la globalización. En este marco, la dimensión transnacional de las migraciones pone en cuestión las definiciones impuestas por los estados, emisor (emigrante) y receptor, (inmigrante). La condición del sujeto se ajusta a esta realidad transnacional, y lo que le caracteriza es una suerte de ubicuidad que señala hacia la idoneidad del término migrante como forma de describir un modelo de circulación de los sujetos en el que están presentes las personas y sus redes.

El diseño y desarrollo de la estrategia migratoria transnacional y la capacidad de enviar remesas han sido decisivos para posibilitar el empoderamiento de las mujeres migrantes. (INSTRAW, 2005) En este ámbito concreto la percepción que tienen las mujeres de su experiencia migratoria es por lo general muy positiva. Sin embargo, es importante señalar que para lograr sus objetivos han debido enfrentar obstáculos y realizar importantes sacrificios personales en mayor proporción que los hombres. Esta realidad coloca en el primer plano del debate la importancia del diseño e implantación de políticas de igualdad, tanto en origen como en destino, como forma de superar el significativo sesgo de género presente en los procesos migratorios, y sus negativas consecuencias para las mujeres migrantes.

En este sentido, resulta necesario realizar un toque de atención a las políticas de igualdad que se implementan en los países occidentales. (Young, 2000, de Lucas, 2003) Su énfasis en la incorporación de las mujeres a la toma de decisiones se basa en una concepción de la ciudadanía que abre una brecha insalvable entre las personas del mismo género, pero de distinto origen étnico-nacional. Por otra parte, las políticas de inserción sociolaboral para las mujeres inmigrantes se diseñan sin cuestionar en absoluto este modelo de ciudadanía excluyente, lo que sólo puede redundar en el mantenimiento de las desigualdades intragénero pero también intergénero, al reproducir, con pautas relativamente nuevas, el modelo hegemónico de dominación. Por otra parte, la reproducción de los roles de género no es la única consecuencia remarcable de estos modelos de inserción de la inmigración femenina. Una de las hipótesis con las que estamos trabajando en la actualidad, y que ha demostrado su validez en nuestras últimas investigaciones, es la de que la circulación de trabajadoras inmigrantes articula nuevas realidades transnacionales en las que se consolida la superioridad de los países de llegada mediante la desestabilización estructural de los países de origen, al provocar una crisis en los modelos de género, y en concreto en la masculinidad, y una alteración en los patrones de parentesco. (Martín y Sabuco, 2006)

 

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