Scripta Nova |
Ferran Izquierdo Brichs
Facultat de CC.
Polítiques i Sociologia. Universitat Autònoma de Barcelona
ferran.izquierdo@uab.es
Las raíces del apartheid en Palestina: La judaización del territorio durante el Mandato británico ( Resumen)
La colonización sionista de Palestina fue desde el inicio un proyecto nacionalista de base étnica que buscó la separación de la población palestina y su expulsión. La creación de un Estado para el pueblo judío exigía un territorio “limpio” para asentar a los inmigrantes judíos. La tierra se consiguió con las conquistas de 1947-1948 y la expulsión de alrededor de 800.000 palestinos. Sin embargo, las bases del futuro Estado se establecieron antes de la fundación de Israel, principalmente durante el Mandato. La dinámica de limpieza étnica, al igual que la de apartheid, se inició con la colonización a finales de siglo XIX, y sobre todo creció con el Mandato británico. En un artículo anterior ya analizamos la dimensión de la defensa del trabajo judío, en éste trataremos el proceso de judaización del territorio.
The Roots of the Apartheid in Palestine: The Jewification of the Territory during the British Mandate ( Abstract)
The Zionist colonization of Palestine was, from the beginning, an ethnically-based nationalist project that sought to separate and expel the Palestinian population. The creation of a state for the Jewish people demanded a “cleansed” territory in which Jewish immigrants could settle. The land was obtained with the conquests of 1947-8 and the expulsion of 800,000 Palestinians. However, the foundations of the future state were laid before, mainly during the Mandate. The dynamics of ethnic cleansing, as with apartheid, began with the colonization at the end of the 19th century and increased under the British Mandate. In a previous article I analyzed the dimension of the defence of Jewish labour, and in this one I shall deal with the process of the Jewification of the territory.
La Palestina otomana de fines del siglo XIX y principios del XX no era una entidad política diferenciada y tampoco tenía fronteras precisas[1]. El vilayet (provincia) de Siria estaba dividido en sanjaks (distritos), entre ellos los tres occidentales de Acre, Nablús y Jerusalén. El de Acre agrupaba el norte, desde Haifa al valle del Jordán superior y el lago Tiberias. El de Nablús reunía el valle del Jordán al sur del lago Tiberias, con Beisan y las principales ciudades del norte de la actual Cisjordania. El de Jerusalén controlaba el sur, desde Jericó y Jaffa hasta Gaza. A finales del siglo XIX, el sanjak de Jerusalén se separó del vilayet sirio, y los de Acre y Nablús se colocaron bajo la tutela del vilayet de Beirut.
Tampoco por parte sionista había una conciencia clara de Palestina. Muchos de los mapas iniciales sionistas no incluían el Neguev y reducían el espacio palestino. En cambio, las demandas presentadas por Weizmann tras la Primera Guerra Mundial en una carta a Lord Curzon, entonces secretario del Foreign Office, dejaban claro que las aspiraciones de los sionistas, además de los tres sanjaks, se extendían hasta los ríos Litani, al sur del actual Líbano, los Altos del Golán, toda la cuenca del río Jordán con su afluente Yarmuk y Aqaba (figura 1)[2].
Figura 1. Las demandas sionistas en 1918. |
Los distritos palestinos eran una región subdesarrollada, sin gran peso dentro del imperio otomano, con una economía básicamente agraria basada todavía en buena parte en la explotación de los fellahin, los campesinos que dependían de los grandes propietarios, de los funcionarios del imperio, de los jeques tribales y de los usureros. Sin embargo, como veremos más adelante, a finales del siglo XIX y principios del XX, esta estructura social de patrones y clientes ligados a ellos estaba sometida a grandes presiones. La región palestina y su población estaban sufriendo transformaciones importantes, sobre todo en el régimen de propiedad del suelo y en la penetración capitalista en las explotaciones agrícolas.
La agricultura y la economía palestinas se estaban insertando en las redes globales. La creciente demanda europea llegaba a Palestina principalmente a través de los cónsules, que a su vez eran también comerciantes, terratenientes o empresarios, y de las casas comerciales europeas afincadas en los puertos, sus representantes y sus intermediarios. Jaffa, Haifa y Acre eran puertas de entrada y salida comercial cada vez más importantes, con exportaciones de trigo, cebada, sésamo, aceite de oliva, jabón, naranjas, y otras frutas y vegetales. Francia, Egipto y Gran Bretaña eran los principales destinos de los barcos mercantes, así como el norte de Siria, Asia Menor, Grecia, Italia y Malta. El contacto cada vez más cercano al mercado global se dejaba sentir también en las fluctuaciones económicas. Por ejemplo, la Guerra Civil norteamericana revivió el cultivo del algodón, y al aumentar la demanda algunos productores y mercaderes tuvieron que mejorar sus aperos y maquinaria. Sin embargo, al entrar en la dinámica global como una economía no industrializada, la relación de Palestina con el exterior adquirió las características de una economía periférica vulnerable y dependiente del centro desarrollado. Cuando los precios del algodón volvieron a bajar la crisis fue inevitable. Los grandes beneficiarios de la penetración del mercado global en la economía palestina fueron los mercaderes, intermediarios y latifundistas, y sobre todo el Tesoro público que aumentó la fiscalidad para recaudar nuevos y mayores impuestos con los que hacer frente a la crisis financiera y a los gastos militares, sin ofrecer a la sociedad palestina prácticamente nada a cambio. Así, lejos del mito de la tierra yerma y deshabitada difundido por los sionistas, Palestina era una tierra exportadora de productos agrícolas y una importante fuente financiera para el endeudado Imperio otomano.[3]
Otro cambio importante en la misma época fue la penetración de la economía capitalista europea en el imperio otomano, provocando un resquebrajamiento de las bases del sistema de patrón-cliente en las relaciones de producción y de propiedad del suelo[4]. Los ámbitos que sintieron primero y más duramente esta transformación fueron la propiedad del suelo y el trabajo agrario. Siguiendo un mecanismo muy similar a otras regiones mediterráneas, durante el siglo XIX y principios del XX, bajo los otomanos y los británicos, se impuso un proceso de impulso de la agricultura capitalista, de desmembración de las tierras comunales y de concentración de la propiedad, al tiempo que se sometía al campesinado a una explotación cada vez más dura.
Uno de los principales instrumentos en este proceso fue la introducción de un sistema impositivo ruinoso para los fellahin, con lo que aumentaron las deudas del campesinado y la dependencia de los usureros. Las necesidades de recaudación del Imperio le condujeron a introducir cambios en los impuestos. El Código de la Tierra de 1858 y la Ley de la Tierra de 1876 aumentaban las cantidades que se extraían de los productores y, para ello, también atacaban las formas de propiedad y de cultivo comunales. Cada productor tenía que ser responsable de su propia tierra, y la tierra no cultivada tenía que pasar a manos del Estado[5]. Además, la falta de capital obligaba al campesino a vender su producción inmediatamente después de la cosecha, cuando los precios estaban más bajos y a comprar las semillas cuando los precios estaban más altos, aumentando la deuda. La deuda media de una familia campesina superaba su renta media. Las deudas se heredaban y se traspasaban con la tierra, con lo que el campesino endeudado estaba sometido al señor desde su nacimiento, hasta que se veía obligado a ceder la propiedad para convertirse en aparcero o en jornalero.
El crédito oficial o de ayuda a los campesinos era prácticamente inexistente y muy difícil de conseguir. Tanto los otomanos como los británicos hicieron muy poco por apoyar al campesinado. Bajo el imperio de la Sublime Puerta, legalmente los intereses estaban limitados al 9 por ciento, pero los prestamistas no respetaron nunca esta ley. El crédito oficial a través del Banco Otomano de Agricultura era muy difícil de conseguir pues se exigían unos títulos de propiedad y unos avales que pocos fellahin tenían, y por otra parte el presupuesto del banco era limitado. De la misma forma, los británicos eran muy conscientes de las necesidades de los campesinos, pues todos los informes lo recalcaban, pero esto se traducía en una planificación que nunca se llevaba a cabo. Así, los más de 7 millones de libras que se tenían que destinar al crédito para los campesinos, se vieron reducidos a 50.000 libras. Por estas causas, los fellahin terminaban teniendo que recurrir a los terratenientes, comerciantes de grano o notables urbanos, quienes practicaban la usurería con intereses que podían oscilar en el 30 y el 60 por ciento en préstamos de tres meses hasta un año[6]. Como es evidente, en estas condiciones el campesino sólo se endeudaba ante situaciones de extrema necesidad, y casi nunca como inversión, por lo que su capacidad de adaptar sus cultivos para el mercado era muy pequeña.
Otro instrumento para la concentración de la tierra fue la obligación de registrar la propiedad, lo que permitía aumentar los impuestos y acelerar el proceso de endeudamiento. Tanto bajo el Imperio otomano como bajo el Mandato, se daba el caso de que muchos campesinos no podían registrar sus tierras por su coste o por la dificultad de las gestiones, y las perdían. También ocurrió que muchos campesinos querían evitar el registro pues temían que los reclutaran en el ejército y pedían a los notables que registraran las tierras a su nombre, lo que dio más poder a las elites y facilitó la concentración de la propiedad en el futuro. En 1858, el nuevo código de la propiedad del suelo avanzó en este proceso al confiscar de forma masiva la propiedad colectiva y tribal, con especial incidencia en la de los nómadas beduinos. En la mayoría de casos estas tierras confiscadas por el Estado terminaron en manos de los altos funcionarios y de los efendis, los grandes propietarios absentistas. La mayor presión se ejerció en la llanura de la costa y en Marj Ibn Amir (valle que comunica Haifa con la ribera del río Jordán), que eran las zonas más valiosas tanto por razones estratégicas como productivas (ver figura 2)[7]. Posteriormente, por las mismas razones, las compras sionistas se focalizaron en las mismas áreas, con lo que el campesinado que vivía allí sufrió con enorme dureza los dos procesos.
Figura 2. Topografía de Palestina. |
Muchos campesinos, para protegerse de esta presión, acababan donando sus tierras a fundaciones religiosas protegidas por el régimen de los bienes religiosos (waqf). De esta forma evitaban que las propiedades cayeran en manos del Estado o de los latifundistas y les aplicaran unas condiciones de aparcería todavía más duras. Los aparceros no tenían prácticamente ningún derecho ante el propietario, dependían de arrendamientos de un año y estaban siempre amenazados por la posibilidad de que les echaran de las tierras que cultivaban. Por otra parte, los campesinos también debían enfrentarse a la amenaza de las incursiones y saqueos de las tribus beduinas, que se convertían en un factor añadido de empobrecimiento. La mayoría de estas dinámicas siguieron durante el mandato británico, con lo que la concentración de la propiedad se agudizó y el campesinado continuó tanto o más desprotegido que bajo el imperio de la Sublime Puerta.
Así, durante la segunda mitad del siglo XIX y la primera del siglo XX se podían encontrar diferentes tipos de propiedad del suelo y de trabajo agrario. En primer lugar estaba la gran propiedad: los latifundios de los efendis, que compraban el suelo como inversión y explotaban el trabajo de los campesinos recogiendo las rentas que éstos generaban; las tierras del Estado, que el imperio arrebataba a los fellahin y a los beduinos; los bienes religiosos (waqf), la mayoría de los cuales databan del siglo XVI y estaban protegidos por un régimen especial; y las tierras de las iglesias cristianas, principalmente de la Iglesia ortodoxa, que en muchos casos adoptaban también el régimen de bienes religiosos para escapar a la voracidad del Estado.
El Estado controlaba grandes extensiones de suelo que podía poner a disposición de particulares, los cuales tenían el usufructo de estas tierras mientras las cultivaran. Las tierras del Estado (miri) se convertirían bajo el Mandato en una importante reserva de suelo para los asentamientos sionistas.
Los campesinos vivían principalmente de las pequeñas propiedades y del uso del suelo bajo propiedad colectiva (musha’a). Hasta 1863 buena parte de la tierra cultivada en Palestina era comunal, de forma que no se podía vender y quienes la explotaban lo hacían de forma temporal. El régimen de propiedad colectiva daba seguridad a las familias campesinas, pero era un obstáculo para la adaptación a la agricultura capitalista. Las tierras bajo el sistema de musha’a dificultaban la inversión en mejorar los cultivos. Las rotaciones en la adjudicación de la tierra a cada familia eran muy cortas, por lo que el incentivo para mejorarlas desaparecía. En añadidura, para equilibrar lo que recibía cada familia se dividían mucho las parcelas en zonas separadas de calidades distintas, lo que entorpecía el cultivo y hacía disminuir la productividad. Por otra parte, el sistema de musha’a tampoco fue una garantía para impedir la pérdida de los derechos sobre las tierras para el campesino porque en muchos casos el endeudamiento les obligaba a cederlos al usurero. Así, en 1923 más del 75 por ciento de los derechos sobre las tierras musha’a estaban en manos de individuos que vivían en las ciudades, aunque los fellahin continuaran cultivándolas como aparceros. El imperio otomano inició el proceso de división de la propiedad colectiva, obligando a registrarla individualmente y los británicos continuaron aplicando la misma política de una forma mucho más dura, hasta el punto que la propiedad musha’a pasó de un 70 por ciento en 1917 a un 25 por ciento en 1940. Para sionistas y británicos la propiedad comunal era un gran obstáculo pues impedía la privatización y venta del suelo. Sólo la propiedad privada se podía vender a los colonos.[8]
La propiedad comunal tenía desventajas para el progreso de la agricultura, pero era un importante factor de cohesión para las comunidades campesinas. La rápida desintegración de estas instituciones colectivas, como la musha’a, a consecuencia de las presiones económicas y legislativas, se convirtió en un elemento añadido de desestructuración social que debilitó aún más a los fellahin. Además, la propiedad comunal era también una forma de retrasar la pérdida de la tierra, por lo que la mayoría se oponía al registro individual de la propiedad, y cuanto más fuerte era la cohesión de la colectividad, mayor su capacidad de resistir. La política gubernamental, primero del Imperio otomano y después del Imperio británico, en vez de ayudar a los campesinos a afrontar los cambios, los aceleró e impidió que las comunidades se adaptaran a ellos de forma paulatina, reduciendo así su impacto. Es más, la descomposición social era un objetivo buscado por muchos oficiales británicos y por los sionistas, pues sabían que haría más fácil el desplazamiento de la población palestina.[9]
La introducción de la economía capitalista y de la agricultura intensiva para el mercado, sobre todo de cítricos y vid, también impulsó este proceso. Los campesinos necesitaban capital para invertir en los nuevos cultivos y para mejorar su explotación, pero el Ottoman Agricultural Bank sólo prestaba a propietarios individuales, lo que obligaba al registro individual y al reparto de la tierra, o a quedar en manos de los usureros. La parcelación, la llegada de capital colonial europeo y la mayor rentabilidad de los cultivos provocaron una gran inflación en el precio del suelo, ante la cual los campesinos no podían competir y se vieron arrinconados a la aparcería y al jornal. El proceso inflacionario, que aumentó de forma exponencial con las compras sionistas, es una muestra más de que el mito de la Palestina yerma y deshabitada no es más que esto: un mito. Si la realidad hubiera sido la que difunden los propagandistas sionistas no se hubiera producido la escalada del precio del suelo.
Las zonas no cultivadas y alejadas de los pueblos (mawat) constituían una reserva de tierra que los campesinos ocupaban cuando se agotaban las reservas de suelo más productivo y cercano. Estas tierras pertenecían al Estado, pero desde la época otomana podían ser reclamadas por aquellos que las cultivaran pagando una tasa sobre el valor de la tierra. Las autoridades británicas modificaron esta norma para dificultar el acceso a las tierras mawat limitando la capacidad de crecimiento de las explotaciones agrarias.
“In order to conserve the State Domain, the "Mewat" Lands Ordinance was passed, prohibiting unauthorized encroachment, and requiring persons who had already cultivated or developed waste land to lodge within a limited time applications for titles. ("Mewat" means waste land.)”[10]
De esta forma, en muchos casos cuando una familia crecía ya no podía ampliar su explotación y su capacidad de sobrevivir con la agricultura disminuía. Una vez más, el objetivo de la modificación de la norma fue facilitar la apropiación de estas tierras por parte de los colonos sionistas.
Otra forma de propiedad estatal era la tierra mahlul que, bajo el imperio otomano, también podía ser reclamada por el usufructuario previo pago de una tasa. Si la tierra mahlul estaba tres años sin ser cultivada el usufructuario perdía sus derechos. La interpretación británica de la norma restringió la capacidad de reclamación de los usufructuarios y, al contrario, el Alto Comisario podía declarar pública la tierra mahlul de forma que pasaba a disposición del Estado para ser distribuida como creyera oportuno.
Otras tierras (matruka) que sufrieron una enorme presión por parte de los sionistas y de los británicos fueron las zonas comunales ligadas a caminos o pastos que sólo podían ser explotados por los pueblos a los que pertenecían. Al igual que ocurrió con las tierras musha’a el Estado hizo lo posible por declararlas públicas, de modo que la autoridad mandataria pudiera asignarlas a los sionistas.
Los cambios normativos del Mandato aceleraron el proceso de privatización y de enajenación de las tierras del campesinado. Además debilitaron el acceso a las tierras comunales y marginales mawat, mahlul y matruka, que eran una de las vías de supervivencia de los fellahin, al contar con ellas para los períodos difíciles[11]. La mayor eficiencia en la administración colonial mandataria, comparada con la otomana, y también su mayor uso de la fuerza, provocaron que las transformaciones en el sistema impositivo y en la propiedad fueran mucho más duras y que los campesinos las padecieran incluso más que bajo el Imperio otomano[12]. Bajo los otomanos, los fellahin fueron capaces de continuar ligados al cultivo de las tierras ancestrales como fuente primaria de subsistencia. Sin embargo, bajo los británicos, muchos se vieron expulsados definitivamente de ellas.
Y en último lugar, estaban los aparceros y los jornaleros. Los propietarios se adueñaban del excedente con contratos que podían suponer hasta un tercio de la cosecha, y así impedían que el campesino pudiera prosperar. La presión inflacionaria provocada por las compras judías de suelo hizo aumentar todavía más los arrendamientos, en ocasiones hasta la inviabilidad económica, ante lo cual el campesino no tenía más solución que endeudarse.
“The pressure on the soil is so great that, as will be shown later, rents are rising to a height which threatens to preclude the tenant from producing sufficient from a holding to pay the charges thereon and at the same time to maintain a standard of life that is even tolerable. (...) Rise in rents.—Rents are rising; those who wish to rent land find it difficult to obtain it, and offer rents which frequently cannot be paid and yet leave a surplus for the maintenance of the family in a standard of reasonable comfort. Cases were reported in which fellahin who desired to obtain land offered 50 per cent, of the produce, the landlord paying the Tithe. The Committee reports that the commonest rent is 30 per cent, of the produce, the tenant paying the Tithe, or 40 per cent., the Tithe falling on the landlord. (...) One case reported has reference to land owned, but not yet settled, by Jews, of which Arab tenants in an adjoining village rent 5,600 dunams. Up to the year 1926-27 the cultivators paid 20 per cent, of the produce in kind. Since then, the lease has been put up to public auction and in 1927-28 produced £260, 1928-29 £400, and in 1929-30 £525. It is not suggested that the rent is even now excessive, but the rise of more than 100 per cent, in the past three years demonstrates the amount of competition that exists for land”. [13]
Por otra parte, la presión demográfica sobre las pocas tierras cultivables de secano o con acceso al regadío dividía las parcelas, disminuyendo la productividad y empobreciendo aún más al fellah. Se creaban así unas condiciones que en muchas ocasiones eran más beneficiosas para quien trabajaba por un jornal que en régimen de aparcería.
Lo cierto era que una mayoría del campesinado palestino vivía en condiciones de subsistencia o poco más. Las causas eran variadas: mala calidad de la tierra, sequías, lluvias esporádicas y torrenciales, siroco, métodos de cultivo poco intensivos por falta de conocimiento, de tecnología, de medios para regadío y de medios mecánicos, pocas y malas carreteras que comunicaran los pueblos con las ciudades para transportar las cosechas, dumping del trigo egipcio y sirio en el mercado palestino[14], acuerdos temporales muy cortos de arrendamiento o sobre el suelo colectivo, inseguridad en la aparcería, abusos de los usureros y de los recolectores de impuestos, etc. Y todas estas dificultades se daban en unas parcelas insuficientes, que en algunos distritos eran de la mitad del tamaño necesario para la subsistencia de una familia. Como vemos, el entorno era extremadamente hostil para el fellah, que no tenía ningún incentivo para mejorar sus cultivos porque al final de todo el trabajo le quedaba poco más del 20 por ciento de la producción después de que todos los demás se hubieran llevado sus partes.[15]
La pobreza campesina estaba ligada pues principalmente a la falta de capital, de tecnología y de conocimientos para desarrollar una agricultura intensiva capaz de competir en el mercado. Sin embargo, con esto tampoco habría sido suficiente sin una reforma de la propiedad agraria al servicio del fellah y no de los latifundistas y efendi, y sin un gobierno que facilitara todo lo anterior. Y los fellahin eran conscientes de ello, pues un congreso campesino, en 1929, presentó demandas como la creación de un banco agrícola, mejores comunicaciones entre pueblos y mercados, y más inversiones en sanidad y educación. Pero los británicos no hicieron ningún esfuerzo más allá de lo simbólico para ayudar al campesinado palestino.
La agricultura sionista tuvo distintas dinámicas en su progreso. Al inicio, las colonias de la primera oleada de finales del siglo XIX no hubieran sobrevivido sin la ayuda del barón Edmond de Rothschild. La ingente inversión del potentado francés se dirigió desde el inicio a una agricultura capitalista, intensiva. Introdujo cultivos comerciales e industrias transformadoras como el tejido de seda, la fabricación de mermeladas y de perfumes, y sobre todo la plantación de viñedos y la construcción de una de las mayores y más modernas prensas de uvas del mundo. Además, el barón contrató a expertos franceses que experimentaron con nuevos cultivos y especies, e instruyeron a los inmigrantes sionistas.[16]
Estos primeros asentamientos de colonos fueron la simiente de la futura colonización sionista de Palestina. En 1900, Rothschild cedió sus colonias a la Jewish Colonization Association (ICA), fundada por otro potentado, el barón de Hirsch para fomentar la emigración judía. Entre 1908 y 1910 se fundaron las primeras colonias colectivistas, los moshav, que eran pueblos con sistema de cooperativa, y los kibbutz, que basaban su funcionamiento interno en principios comunistas. Sin embargo, hasta 1914 la colonización judía aún era básicamente privada y solamente el 3,9 % del suelo de propiedad judía pertenecía al Fondo Nacional Judío (Keren-Kayemet). Así, entre 1900 y 1914 se podían encontrar tres tipos básicos de explotaciones agrarias coloniales judías en Palestina: las colonias de la ICA, la colonización planificada por la Organización Sionista y las explotaciones de cítricos de capitalistas judíos.
La colonización posterior fomentada por el Fondo Nacional Judío y otras fuentes de financiación sionista, se desarrolló en unidades cooperativas con varias decenas de familias, lo que permitía canalizar mejor la inversión que las explotaciones individuales, e incentivaba la agricultura tecnificada e intensiva. La producción inicial de estas colonias se dirigió a la subsistencia, con problemas graves para hacer frente a las exigencias del suelo, el clima y la geografía de Palestina. Sin embargo, la llegada de capital a fondo perdido hizo posible traer de Europa a técnicos, desecar pantanos, utilizar tractores y química, e introducir variedades nuevas para la siembra y razas mejores para la ganadería. Por otra parte, la creciente demanda urbana generada por la inmigración y el aumento de la demanda europea en los años 1930 incentivaron todavía más la agricultura moderna, destinada al mercado tanto doméstico como exterior.
Las primeras grandes compras de tierra se hicieron aprovechando la Ley de la Tierra de 1876. Con esta norma, el Imperio Otomano se apropiaba de las tierras de los notables que no podían pagar los impuestos o suministrar al Sultán los servicios militares que solicitaba. Necesitado de fondos, el gobierno otomano vendía rápidamente estas tierras sin desdeñar el capital exterior. De esta forma, tanto el barón Rothschild como la Palestine Jewish Colonization Association (PICA) adquirieron grandes extensiones de tierra en la llanura de la costa. Ésta era la zona más fértil de Palestina, especializada en la producción de cítricos, lo que les permitió introducir la agricultura tecnificada, capitalista y destinada al mercado exterior. Con este proceso, los campesinos, arrendatarios y aparceros, que vivían de estas tierras se vieron expulsados de sus campos. Algunos continuaron en los mismos cultivos como jornaleros, pero la mayoría tuvo que buscar otros medios de subsistencia[17]. Posteriormente, las campañas de defensa del trabajo judío llevadas a cabo por los socialsionistas[18], completaron el proceso de expulsión del campesinado palestino.
Petakh-Tikva, la primera colonia sionista, es un buen ejemplo del proceso de alienación del campesinado. Los terrenos originales de esta colonia cercana a la ciudad de Jaffa, pertenecían a campesinos de los pueblos de Yahudiya y Um Labes. Cuando el imperio aumentó los impuestos éstos no pudieron pagar y las tierras acabaron en manos de las autoridades otomanas, las cuales las vendieron a efendis de Jaffa, quienes a su vez las revendieron a colonos sionistas de Jerusalén en 1878. Durante todo este proceso los campesinos continuaron cultivando las tierras, incluso cuando se estableció la primera colonia, que fracasó. Sin embargo, en 1882 llegaron nuevos colonos con la primera gran oleada inmigratoria desde Europa del este, y cuatro años más tarde éstos expulsaron a los campesinos que cultivaban sus tierras, siguiendo ya una política incipiente de trabajo judío, lo que provocó las primeras tensiones entre la población palestina y los colonos sionistas[19].
Otra muestra de este proceso es el caso de Abu Susha, entre Jerusalén y Jaffa. En 1872, Melville Peter Bergheim, un banquero protestante de origen alemán asentado en Jerusalén desde los años 1840, adquirió los títulos de propiedad de 52 familias que no podían pagar las tasas atrasadas. Estos campesinos se convirtieron en arrendatarios de las que habían sido sus tierras. La compañía de Bergheim se reservó una parte de las tierras para trabajarlas directamente importando tecnología moderna europea, como el primer molino a vapor, convirtiéndose así en una de las primeras explotaciones agrarias industriales capitalistas. En 1892, la bancarrota de la Banca Bergheim dejó la explotación agraria en manos de un delegado del consulado alemán, y en 1910 las tierras fueron compradas por la Jewish Colonization Association, incluidas parte de las parcelas de los arrendatarios. Posteriormente, pasarían a ser propiedad de la compañía sionista británica Maccabean Land Company y finalmente terminarían en manos del Fondo Nacional Judío con la expulsión de los campesinos palestinos. En cada uno de estos pasos hubo tensiones con los campesinos, quienes trataron de retener las tierras tanto a través de los tribunales como con protestas cuando éstos se pronunciaban a favor de lo propietarios. Por esta razón, antes de la venta a la Jewish Colonization Association, los alemanes vendieron parte de las tierras a los campesinos palestinos y la compañía judía les cedió algunas más para evitar conflictos[20]. Sin embargo, esta salida negociada no impidió las expulsiones de arrendatarios y, de todas formas, al final los sionistas consiguieron todas las tierras pues el pueblo de Abu Susha fue destruido el 10 de abril de 1948 por la Hagana convirtiéndose sus tierras en botín de guerra, aún antes de que ésta estallara de forma oficial.
Procesos muy similares se repitieron en otros asentamientos, siguiendo un modelo de colonización por sustitución de la población y de limpieza étnica territorial ya con el objetivo sionista de creación de un Estado para la población judía. Se puede concluir, pues, que la dimensión política del conflicto entre sionistas y palestinos tuvo unos fundamentos sociales que enraizaban con los conflictos generados por las transformaciones sociales, económicas y de la propiedad inherentes al paso al capitalismo de la economía en Palestina. De hecho, muchos de los latifundistas que vendían sus tierras a precios inflados por la demanda sionistas, después invertían los beneficios en la expansión y modernización de los cultivos de cítricos para la exportación.[21]
La especulación que generó la compra sionista de tierras infló los precios hasta el punto que los muchos campesinos palestinos se vieron expulsados del mercado. El propietario latifundista, ante la expectativa de lucro que generaba la inflación, imponía unas condiciones más duras a un campesinado que cada vez tenía más dificultades para sobrevivir, para competir en un mercado tecnificado y para pagar los tributos a la propiedad y al gobierno. Pero, sobre todo, el gran capital, básicamente especulador y poco productivo se alió con los sionistas y se benefició de la inflación de precios provocada por la entrada de capital judío europeo. Esto se puede ver fácilmente en las ventas de suelo a los compradores sionistas y judíos (ver cuadro 1).
Latifundistas absentistas |
Latifundistas residentes |
Diversa* |
Fellahin |
|
1878-1890 |
--- |
28,0 |
72,0 |
--- |
1891-1900** |
39,7 |
6,1 |
11,5 |
42,7 |
1901-1914 |
31,6 |
33,8 |
30,3 |
4,3 |
Procedencia de la propiedad hasta 1936[23] |
52,6 |
24,6 |
13,4 |
9,4 |
* Diversa: gobierno, iglesias, grandes compañías
extranjeras, especuladores. |
Además del impacto de la compra de suelo y de la inflación, el campesinado palestino también sintió de forma muy dura la entrada de capital sionista. Las explotaciones sionistas se iniciaron en un contexto de incipiente transformación de la economía de la región hacia el capitalismo, con especial incidencia en la agricultura, que ya estaba desplazando a parte de los fellahin que no podían competir con las explotaciones más grandes y con mayor capital para aumentar la productividad. La llegada de los colonos europeos, en primer lugar los alemanes de la secta de los Templarios y más tarde los sionistas, se vio acompañada por una mayor capacidad de inversión que revolucionó la agricultura. El nuevo capital permitió modernizar el sector agrario y conseguir una mayor productividad, sobre todo merced a las mejoras tecnológicas y a costa de una mayor intensidad en el uso del regadío.
“(3) Arab agriculture is based to a considerable extent on cereal production, and tends to be subsistence farming. Only about 20 to 25 per cent of Arab agricultural production (excluding citrus) is marketed; Jewish agriculture, on the other hand, is largely intensive and cash-crop farming. About 75 per cent of Jewish agricultural production is sold on the market. It is marketed mainly through Jewish marketing organizations to Jewish retailers.”[24]
La mayoría de campesinos palestinos se vieron obligados a intentar mejorar sus explotaciones, con el concurso inevitable del capital prestado por los usureros que, en muchos casos, eran también los efendis que terminarían apropiándose de las tierras al entrar en la espiral del endeudamiento. Aquellos que no tenían ni tan siquiera la capacidad para pedir prestado se vieron desplazados del mercado y muchos terminaron perdiendo también sus mejores tierras en manos de los efendis y de los grandes propietarios, quienes, a su vez, en ocasiones las vendieron a los sionistas aprovechando los beneficios generados por la inflación de precios del suelo.
En un período en el cual la agricultura de Palestina experimentaba las transformaciones más importantes, la autoridad mandataria no asumió sus responsabilidades de innovación, experimentación y educación de los campesinos. El importante progreso de la agricultura en Palestina fue en verdad una realización sionista, con la ayuda británica, que dejó a los campesinos palestinos en una posición extremadamente indefensa para competir con la producción de las explotaciones judías. Las instituciones dedicadas a la mejora y modernización agraria eran básicamente sionistas, y la autoridad mandataria entendía que no debía doblar esfuerzos en Palestina por lo que su inversión fue mínima. El problema de fondo era el olvido de la población palestina y que, para los intereses británicos y sionistas, los progresos de la sociedad judía se divulgaban como si fueran progresos de toda Palestina, sin tener en cuenta que la sociedad judía se había impuesto un régimen de apartheid que marginaba a los árabes de la mayor parte de los avances[25].
El campesinado palestino tuvo que enfrentarse primero a los latifundistas y después a las colonias sionistas, sin tener capacidad para hacerlo y en unas condiciones absolutamente desiguales. En el ámbito político, los grandes propietarios tuvieron durante el Imperio Otomano el apoyo de las autoridades imperiales, y los sionistas el del Mandato. En el primer caso, el Imperio Otomano favoreció la apropiación del suelo en manos de los grandes terratenientes. En el segundo caso, el Mandato favoreció la apropiación del suelo y del agua por parte de los sionistas, la creación de un mercado judío protegido y la entrada de capital sionista en unas condiciones de competencia que arruinaron a buena parte de la economía palestina. La situación del campesinado era tal que Sir John Hope Simpson, en su informe de 1930, llegaba a la conclusión de que “It is no exaggeration to state that the fellah population as a class is hopelessly bankrupt”[26].
En el ámbito económico, la necesidad de acceso al capital para invertir en la agricultura colocó a los fellahin en una situación de dependencia total respecto a los terratenientes y los efendis. Además, las condiciones de los préstamos en términos de usurería, con intereses del 30 y el 50 %, hacían inviable su rentabilidad en un sector que generaba pocos beneficios y que necesitaba tiempo, como demuestran las dificultades encontradas por las explotaciones sionistas en su inicio. El capital conseguido por los fellahin no estaba en condiciones de competir con la entrada de capital judío a fondo perdido y sin necesidad de generar amortizaciones a corto plazo.
“Much of the Jewish capital imported into Palestine is in the nature of a free gift, and consequently involves neither interest-nor amortization charges. To the extent that gift capital is part of the capital imports in the structure of the balance of payments, it will not require an increase of exports in the future to meet debt charges.”[27]
“Meanwhile, there are few if any, of the settlements [del Fondo Nacional Judío] which are truly self-supporting, and there appear to be none in which any payment has been made in respect of the outlay by the Jewish National Fund or the Keren-Hayesod. (...)
Zionist Settlements not self-supporting.—Of the agricultural settlements it may be said that none of the Zionist settlements are self-supporting in the sense that they would be able to maintain themselves without further assistance and pay back to the Keren-Hayesod a reasonable amount towards satisfaction of their debts, and to the Keren-Kayemeth an economic rent. It is indeed admitted that no such consummation is anticipated. Many Zionist settlements would cease to exist if further support were not forthcoming.”[28]
Dicho de otro modo, la rentabilidad del capital sionista no se medía en términos económicos sino políticos, mientras que el palestino debía devolver unos créditos que terminaron arruinando a muchos campesinos y concentrando aún más la propiedad.
La agricultura sionista era deficitaria y estuvo subvencionada desde el inicio de la colonización. La supervivencia de las primeras colonias dependió durante mucho tiempo del capital de los Rothschild, y no fueron un caso único, pues la enorme inversión que exigían las explotaciones las hacían poco rentables. En 1914, el 58 por ciento de las tierras de propiedad judía habían sido adquiridas por Rothschild, y sus ayudas a las colonias, a la construcción y a la industria subían a más de 10 millones de libras. La subvención del barón Rothschild se dirigió también a garantizar unos ingresos mínimos a los colonos y a contratar a expertos agrícolas franceses.[29] La inversión del barón no se limitó a la agricultura, sino que se extendía a los servicios comunitarios como la educación y la sanidad, y a la construcción de edificios públicos e infraestructuras. La relación de Edmond de Rothschild con el proyecto sionista era filantrópica, lo que daba un especial valor a su inversión pues era a fondo perdido. Rothschild invirtió más en Palestina a finales del siglo XIX que todos demás judíos juntos, e incluso cuando en 1900 cedió sus propiedades a la Jewish Colonization Association (ICA), lo hizo con una subvención adicional de 15 millones de francos.[30]
La inflación del precio del suelo y la inversión para aumentar la productividad convertían a las colonias en empresas difícilmente amortizables. Para aumentar su rentabilidad, los cultivos debían crecer en intensidad y en productividad, pero esto significaba incrementar también los inputs de capital y físicos como tierra, agua, química y maquinaria. El sector con mayor proyección exterior eran los cítricos, pero tardaban alrededor de seis años de espera antes de empezar a producir, por lo que necesitaban una gran capacidad de inversión a largo plazo.
El desarrollo agrario judío en estas condiciones sólo se explica por la gran atracción de un capital exterior que no tenía sólo una función económica sino colonial, política e ideológica.
La colonia agraria era el mejor instrumento para homogeneizar grandes espacios en los cuales se podría construir el naciente Estado para los judíos. Además, para los jóvenes pioneros de la tercera aliya, la agricultura era el símbolo de la construcción física de este proyecto nacional y formaba parte del mismo ideal nacionalista. Los principios ideológicos estaban unidos a la necesidad que tenían los inmigrantes de inversión pública en la agricultura para asegurarse el trabajo. Aunque, seguramente el elemento decisivo, fue que la colonia agraria, y la ideología que las sustentaba, eran unos instrumentos esenciales en el proceso de acumulación de poder de las elites socialsionistas y en el proyecto de creación del Estado étnicamente limpio.
Con todo, no se debe magnificar el papel de las experiencias colectivistas. En 1944, las colonias capitalistas eran menos, sólo el 17 %, pero poseían el 41 % de la propiedad judía y el 54 % de la producción. La productividad de la agricultura judía era mucho mayor a la de las vecinas. En 1935, con Siria de referencia en un valor 100, la productividad judía era de 642 y la palestina de 183. El papel del capital para aumentar los inputs, mejorar las infraestructuras y conseguir las mejores tierras fue fundamental, pero sobre todo porque iba unido al apoyo político de la potencia mandataria que le permitía el acceso a los dos factores de producción fundamentales en la agricultura: la tierra y el agua. El aumento de la productividad de las explotaciones judías estaba directamente ligada al agua: 20 dunams[31] de regadío generaban un 171 % más de beneficios que 100 dunams sin riego, incluso teniendo en cuenta las diferencias salariales entre un campesino judío y uno palestino[32]. Y el agua dependía sobre todo de las concesiones británicas sobre los ríos y de la inversión tanto en tecnología como en know how para la detección y el aprovechamiento de las aguas subterráneas con pozos cada vez más profundos[33].
La política de colonización se dirigió hacia las mejores tierras y con más agua, y el capital permitió su explotación en unas condiciones y con una tecnología que estaban vedadas al fellah palestino[34]. La inflación y el control judío de buena parte de las tierras más adecuadas para el regadío dificultó la transición de la agricultura palestina de secano a la agricultura intensiva de regadío destinada al mercado. Los campesinos no tenían capacidad de compra de suelo ni de tecnología. Un ejemplo evidente de la importancia del capital fue la necesidad de infraestructuras y de sistemas motorizados de bombeo de agua para el regadío intensivo y para la desecación de pantanos, que estaban muy lejos de las posibilidades del campesinado. Mientras, la mayor parte del capital palestino se concentraba en las manos de los latifundistas, muchos de ellos efendis absentistas, que lo destinaban principalmente a la especulación y a la usurería. Esto provocó que las explotaciones sionistas fueran ocupando la agricultura de mayor rendimiento, con la ayuda de los efendi, y que sólo en el campo de los cítricos se mantuviera una cierta competencia entre palestinos y judíos.
“It is a mistake to assume that the Vale of Esdraelon [Marj Ibn Amir] was a wilderness before the arrival of the Jewish settlers and that it is now a paradise. A very large amount of money has been spent by the various Jewish agencies, and great improvements have been made. The work that has been done, especially in the direction of drainage and the introduction of new and improved methods of agriculture is highly valuable. There can be little doubt that in time, the application of capital, science, and labour will result in general success. It is, however, unjust to the poverty-stricken fellah' who has been removed from these lands that the suggestion should continually be made that he was a useless cumberer of the ground and produced nothing from it. It should be quite obvious that this is not the fact.” [35]
Aunque los campesinos palestinos afectados por las colonias sionistas no fueran la mayoría, simbolizaron la presión social, económica y política que sentían todos, por lo que la apropiación sionista del suelo tuvo una repercusión mucho mayor de lo que el número de fellahin expulsados haría suponer. De hecho, en 1947 cuando la Asamblea General de Naciones Unidas decidió la partición de Palestina, la propiedad judía del suelo tan solo se extendía a menos del 6 % del territorio.
La competencia en la agricultura, que afectaba a la mayoría de la población palestina, también se vio influida por esta dinámica. A medida que se iba implantando la agricultura destinada al mercado, la capacidad de competir estaba ligada a la productividad, y ésta a la inversión y a la creación de economías de escala que dependían del tamaño de la propiedad y de la organización comunitaria. De esta forma, el campesino tradicional perdía ante los grandes latifundistas palestinos, europeos y judíos, y ante las organizaciones sionistas. La creación de infraestructuras de transporte apoyó y aceleró la transición al mercado que iba dejando en la cuneta a cada vez más campesinos[36].
Las compras sionistas de tierra fueron seguramente el factor más importante de tensión entre los árabes palestinos y los inmigrantes judíos. Esta tensión también sirvió de acicate al nacionalismo árabe que estaba ganando fuerza desde mediados del siglo XIX. A principios del XX, los choques y las protestas por la colonización sionista ya eran lo bastante importantes como para que los colonos crearan el grupo Bar-Giora, una fuerza para proteger los asentamientos judíos. Y esto sucedía cuando el trabajo judío en las explotaciones judías todavía era de poco más del 10 % y la campaña de extensión del boicot al trabajo árabe estaba en sus inicios. Poco más tarde, la segunda aliya y la política del Fondo Nacional Judío de exclusividad del trabajo judío y de separación de la comunidad árabe agravaría mucho más la tensión.
El Fondo Nacional Judío fue creado en 1901 por decisión del quinto Congreso Sionista con el objetivo de comprar tierra en Palestina para su colonización. Su actividad fue limitada mientras las organizaciones sionistas tuvieron poca capacidad de conseguir capital. En 1920, en la Conferencia Sionista celebrada en Londres, se creó el Keren Hayesod, un fondo para la inmigración y la colonización en Palestina, que debía ser la institución central de recaudación para el movimiento sionista. La intención del Keren Hayesod era establecer una tasa anual para la población judía, aunque no fueran sionistas. De esta forma, los dirigentes que controlaban la Organización Sionista Mundial adquirían un nuevo instrumento de acumulación de capital en sus manos, de una enorme importancia en el futuro.
Esto ocurría cuando los socialsionistas se estaban convirtiendo en la fuerza principal del sionismo y cuando el control del movimiento se estaba desplazando a Palestina, con lo que las elites de los grupos de la izquierda sionista era cada vez más poderosas. Además, la propiedad “nacional” de la tierra proporcionaba a los dirigentes socialsionistas una importante palanca de poder, con influencia en todas las actividades económicas, tanto públicas como privadas, del Yishuv[37].
La instauración del Keren Hayesod dio un gran impulso al Fondo Nacional Judío, pues el 20 por ciento del capital recaudado se destinaba a la compra de tierras. No obstante, todavía más importante fue el cambio de la administración militar británica en Palestina a la administración civil. Su primer jefe fue Sir Herbert Samuel, un judío y sionista convencido que hizo todo lo posible para facilitar la adquisición de suelo para el Fondo, declarándolo de utilidad pública. Así, las propiedades del Fondo pasaron de 22.363 dunams en 1920 a 278.627 en 1930, 515.950 en 1940, y 936.000 en mayo de 1948. En la fecha de la creación del Estado, el Fondo poseía el 54 por ciento del suelo de propiedad judía, y en sus tierras se asentaban el 85 por ciento de las colonias[38].
Antes de que el Fondo Nacional Judío iniciara el proceso de compra el Agricultural Settlement Department de la Agencia Judía hacía un estudio geográfico, topográfico e hidrográfico del territorio y del capital necesario para su explotación y colonización[39], con lo que se aseguraban que las tierras que compraban eran excelentes.
La función básica del Fondo Nacional Judío no era sólo la compra de tierra, sino también su colonización por población judía y asegurar que la población árabe no la trabajaría. Se estableció la etnización de los recursos adquiridos y la obligatoriedad del trabajo judío en estas explotaciones:
“Keren-Kayemeth draft lease: Employment of Jewish labour only. —I have been favoured with copies of the draft of the lease which it is proposed to execute in respect of all holdings granted by the Keren-Kayemeth (Jewish National Fund). The following is Article 23 of this lease :
"The lessee undertakes to execute all works connected with the cultivation of the holding only with Jewish labour. Failure to comply with this duty by the employment of non-Jewish labour shall render the lessee liable to the payment of a compensation of ten Palestinian pounds for each default. The fact of the employment of non-Jewish labour shall constitute adequate proof as to the damages and the amount thereof, and the right of the Fund to be paid the compensation referred to, and it shall not be necessary to serve on the lessee any notarial or other notice. Where the lessee has contravened the provisions of this Article three times the Fund may apply the right of restitution of the holding, without paying any compensation whatever."
The lease also provides that the holding shall never be held by any but a Jew. If the holder, being a Jew, dies, leaving as his heir a non-Jew, the Fund shall obtain the right of restitution. Prior to the enforcement of the right of restitution, the Fund must give the heir three months' notice, within which period the heir shall transfer his rights to a Jew, otherwise the Fund may enforce the right of restitution and the heir may not oppose such enforcement.
(...) In the similar agreement for the Emek colonies there is a provision as follows : — " Article 11.—The settler undertakes to work the said holding personally, or with the aid of his family, and not to hire any outside labour except Jewish labourers".” [40]
Como comentábamos en el artículo anterior sobre la defensa del trabajo judío[41] ¿Qué impacto tendría este mismo contrato si en vez de judío utilizáramos la palabra blanco o ario? La población judía europea estaba sufriendo las políticas de discriminación impuestas por el antisemitismo, y al mismo tiempo las organizaciones sionistas reproducían en Palestina algunos de los modelos de los que huían.
El proceso de adquisición de las tierras acostumbraba a ser largo, con sobornos y cooperación de las autoridades y, para evitar problemas con los campesinos, los sionistas acostumbraban a exigir que la tierra se les entregara vacía de población. Al principio se pagaba a notables, intermediarios, autoridades y a todos aquellos que pudieran facilitar la venta. Los pagos al propietario se hacían en distintos plazos, que se procuraba que fueran largos, para asegurar que los fellahin habrían desocupado la tierra[42]. De esta forma, eran los propios latifundistas y notables palestinos los que se responsabilizaban de expulsar a los campesinos y de evitar su regreso. Los británicos establecieron dos órdenes para limitar la expulsión de los campesinos, pero una y otra se mostraron inefectivas debido a la facilidad con que se podían sortear y a la poca voluntad para aplicarlas.
Transfer of Land Ordinance, 1920-21: “This Ordinance in fact remained a dead letter. It was circumvented in one of two ways; either the landlord, who desired to dispose of his land, ejected his tenants as a preliminary operation, and so sold the land with vacant possession to the purchaser, or the landlord or the purchaser induced the tenant to withdraw on payment of compensation. In both of these cases there was no tenant in occupation, and the conditions of the Ordinance consequently failed to operate.”;
Protection of Cultivators Ordinance, 1929: “This Ordinance is of little value in pre-venting the displacement of tenants from the soil. There is no record of tenancies in Palestine, as there is, for instance, of agricultural tenancies in India. It would be extremely difficult for any tenant to establish a tenancy of five years on the same holding. In any case, at its best, the ordinance would only provide money compensation, while what is eminently required is, not compensation for disturbance, but a provision against disturbance.” [43]
Las instituciones sionistas compraban mucho más terreno del que necesitaban para la colonización inmediata. La mayor parte de las tierras se reservaban para futuros inmigrantes. Así, en 1944 había un millón de dunams en espera y 730.000 dunams cultivados[44]. Esto añadía un motivo más de desesperación para los fellahin expulsados de sus tierras, ya que en muchos casos veían que aquellas parcelas permanecían vacías o que los compradores tenían ya mucho terreno sin cultivar. También veían como, antes de la llegada de capital para modernizar la explotación de las tierras, la producción de los colonos judíos era inferior al suyo.
“The results of Jewish colonisation of the Vale of Esdraelon [Marj Ibn Amir] are varied. In some villages there are clear signs of success; in others, the opposite is the case. The village of Afuleh, which the American Zionist Commonwealth boomed as the Chicago of Palestine, is a sea of thistles through which one travels for long distances. A plague of field mice, which has done extensive damage to both Jewish and Arab cultivation in the Vale during the present year was officially stated to be due to the fact that 30,000 dunams of the land held by the Jews are derelict and covered with weeds. It is also a fact that in a number of villages the tithes [diezmo pagado como impuesto] paid by the Jews are considerably below those paid by the Arabs who formerly cultivated those villages. [lo que demostraría que la producción era menor al ser el diezmo proporcional a la cosecha]”[45]
Por otra parte, las instituciones sionistas procuraban simplificar las compras abarcando el máximo territorio posible. Las adquisiciones tenían repercusiones en un gran número de familias y eran muy visibles, lo que aumentaba el malestar palestino. Ejemplos problemáticos los podemos encontrar en la compra sionista de grandes extensiones de tierra de la familia Sursuk en Marj Ibn Amir (Emeq Jezrell –Valle de Israel- para los israelíes) entre 1910 y 1920, o en los 30.000 dunams adquiridos a la familia Tayan en Wadi Hawarith en 1929.
Marj Ibn Amir o Emeq es una buena muestra del proceso de desposesión del campesinado palestino. Aprovechando las facilidades que ofrecían las nuevas normas otomanas, la ignorancia de los campesinos sobre sus derechos y la corrupción generalizada, el usurero Sursuk, afincado en Beirut, compró la región norte del valle: 20 pueblos habitados por 4.000 campesinos en una extensión de 18.000 hectáreas. En 1872, Sursuk pagó alrededor de 18.000 libras, de las cuales sólo 6.000 llegaron a las arcas imperiales, perdiéndose las demás en el mar de corrupción que era la administración otomana de la época. Con el tiempo, Sursuk llegó a poseer 230.000 dunams, alrededor de 23.000 hectáreas, en Marj Ibn Amir. La gran mayoría de los fellahin habían cultivado aquellas tierras durante generaciones, y se habían sentido propietarios de las mismas, ya sea de forma directa o comunal. Los cambios en las leyes para facilitar la concentración de la propiedad y el cobro de impuestos a mediados del siglo XIX, dejaron a buena parte del campesinado indefenso ante la codicia de los funcionarios y de la burguesía especuladora que, como Sursuk, aprovechó la oportunidad para hacerse con enormes latifundios. Sursuk pasó a cobrar los arrendamientos al campesinado, lo que le generó unas rentas de entre 12.000 y 40.000 libras anuales. Sin embargo, el gran beneficio llegó con la inflación de precios provocada por las compras sionistas de tierra, hasta el punto que Sursuk fue prescindiendo de las rentas y vendió Marj Ibn Amir a los sionistas por un precio decenas de veces superior al de la compra[46].
“Thus there have been acquired, since 1910, approximately 225,000 dunams in the Emek Jezreel and about 65,000 dunams in the Plain of Acco -- a total of 290,000 dunams, purchased at the price of £970,000.”[47]
Evidentemente, las tierras fueron entregadas libres de campesinos palestinos para que los sionistas las pudieran explotar con trabajo judío. Estas tierras, junto con las de la llanura de la costa, fueron grandes objetivos en la política de compras sionistas.
Contradiciendo el mito del florecimiento del desierto, los sionistas dirigieron su interés hacia las tierras más productivas, mejor situadas estratégicamente y más fáciles de colonizar.
“In ancient times Esdraelon was the granary, and by the Arabs is still regarded as the most fertile tract of Palestine. The soreness felt owing to the sale of large areas by the absentee Sursock family to the Jews and the displacement of the Arab tenants is still acute. It was evident on every occasion of discussion with the Arabs, both effendi and fellahin.”[48]
Además, las compras a los Sursuk en Marj Ibn Amir y a los Tayan en Wadi Hawarith permitían controlar las comunicaciones con Haifa desde el sur y desde el centro y dividir Palestina en dos partes.
Con toda lógica, al ser estas tierras las más ricas también habían despertado el interés de los efendis, con lo que los campesinos se enfrentaron a un doble proceso de desposesión en muy poco tiempo. Primero a manos de los latifundistas árabes y otomanos, después a manos del capital sionista.
“It is, of course, true that in the first few years after the world war the Zionist Organization concentrated its colonization efforts upon the Emek; for only here could it hope to acquire, in a short time, extensive stretches of land for colonization on a large scale. Transactions corresponding to those which were completed in the Emek within a few months required many years where the coastal plain was concerned. But at that time it was absolutely necessary, in the interests of the entire Zionist movement, to begin colonization immediately, and not to postpone it for years. (...)
When we look back upon the history of our acquisition of Palestinian land, we see clearly that the purchase of land in the Emek has been a deciding factor in the Jewish work in Palestine. This has been the first time that Jews have come to constitute the majority of the agricultural population of a considerable area, and that they have been able to establish themselves in the manner best adapted to their special requirements.”[49]
El valor de estas tierras y la importancia que tenían se refleja en los mismos textos de los protagonistas de las compras:
“(...) going from Haifa to Nazareth, I had viewed the broad expanse of the Emek Jezreel, that, because of its proximity to Haifa, its excellent railroad and highway connections, and the ease with which its soil could be cultivated, this land would be preeminently suited for Jewish colonization.”
“The construction of the Port of Haifa and the growth of the city will bring out the significance of the Emek even more clearly. Next to the industrial development due to Nesher, Shemen and Grands Moulins, it is Jewish colonization in the Emek to which we must credit the increase of the Jewish population of Haifa from three thousand to fifteen thousand since the war, and the fact that the strong Jewish influence upon the city itself is evident to even the most casual observer.” [50]
Otras razones para la compra, la agricultura y el agua, las encontramos en un texto publicitario actual:
“The Jezreel Valley is home to some of the most fertile farmland in Israel and it is a place with wonderful vistas. The agricultural heartland of the country; it is an area rich in natural springs.”[51]
Las grandes adquisiciones no se realizaron sólo en Marj Ibn Amir, aunque ninguna otra fuera comparable a aquella. La otra región que centró el mayor interés sionista fue la llanura de la costa, de la cual ya en 1929 se controlaban más de 250.000 dunams:
“In addition to the above purchases on the part of the Palestine Land Development Company in the coastal plain we must also mention the 60,000 or 70,000 dunams near Benjamina which were partly bought by the ICA, and partly leased by it from the government on long-term leases. A few small parcels of land in the coastal plain have also been purchased by some private individuals and companies. When we consider also about 50,000 dunams for the purchase of which negotiations were begun several years ago by the Palestine Land Development Company, acting on behalf of the Jewish National Fund, and other companies, we see that approximately 250,000 dunams of land in the coastal plain (Including the Plain of Acco) have become Jewish property -- i.e., even more than in the Emek Jezreel.” [52]
El caso de Wadi Hawarith es ejemplar en el proceso de compras sionistas de tierra y de las tensiones que creaban[53]. Esta zona, situada entre Haifa y Tel Aviv, fue la primera compra del Fondo Nacional Judío en la llanura de la costa. Hasta aquel momento la principal inversión judía en la costa había sido de capital privado debido a la mayor rentabilidad de los cultivos de cítricos. La compra de Wadi Hawarith ponía en evidencia la creciente capacidad del capital “nacional” controlado por el FNJ. Estos terrenos tenían importancia también porque daban continuidad territorial a las compras sionistas, estaban muy bien situados en el centro de la llanura de la costa y tenían un suelo fértil y agua abundante.
El proceso de pérdida siguió un camino similar a muchas otras parcelas con las nuevas leyes otomanas y británicas. La obligación de registrar las tierras comunales de la tribu fue el primer paso. Se hizo a nombre de los jefes tribales, a lo que siguió la incapacidad de pagar las tasas de registro y otros impuestos. Algunas de estas tierras pasaron a manos del gobierno, que más tarde fueron compradas por la familia Tayan junto con el resto de Wadi Hawarith[54]. No obstante, los campesinos y beduinos no se movieron de aquellas tierras. Tan solo pasaron a pagar el arrendamiento o la aparcería, y en ocasiones ni tan siquiera esto. El lazo de los pobladores con la tierra se mantenía intacto y en general no eran conscientes de que no les pertenecía.
La compra sionista se hizo a la familia Tayan, maronitas de Beirut, con la mediación de Awni Abd al-Hadi, uno de los líderes políticos palestinos, jefe del partido Istiqlal. Esta compra puso de manifiesto el doble juego de algunos grandes propietarios palestinos y de algunas elites, que se aprovecharon de las compras sionistas de tierra y al mismo tiempo tenían que criticarlas para responder a la presión de los fellahin y de la cada vez mayor movilización de la calle contra la inmigración judía. La pérdida de credibilidad de las elites palestinas por esta cuestión fue importante y se reflejó más adelante en la falta de capacidad de liderazgo.
La particularidad de Wadi Hawarith, además de su extensión, fue la negativa de los habitantes a abandonar las tierras en las que habían vivido y trabajado durante generaciones. La costumbre y el tiempo hacían que los aparceros consideraran aquellas tierras como propiedad de la tribu, por lo que rechazaron incluso su traslado a otras tierras, en Beisan, pues los lazos que les ataban a Wadi Hawarith no eran económicos sino orgánicos, ligados a su tradición tribal y a su identidad.
“The most general reason for the reluctance to accept the Government's offer was to be found in the Arab's deep attachment to his own locality. A settlement in Baisan had first been offered to the Wadi Hawareth Arabs, who had refused it as being too distant from their habitat.”[55]
“Even if some suitable place could be found for the graziers and some other available land for the cultivators, it seems likely that the tribe will lose its identity as a tribe and become a scattered community”[56]
Esto no lo comprendían ni las autoridades británicas ni los inmigrantes sionistas, que hablaban de transferencias de población como si se tratara de objetos o animales, o incluso peor, pues como decía un periódico árabe:
“Ordinances consider uprooting of plants and the breaking of trees a crime, but they do not consider the uprooting of the people who are connected with the land for a longer time as such”[57]
La propuesta de traslado a Beisan, cerca del valle del río Jordán, fue presentada por los británicos como permanencia en el territorio palestino. Sin embargo, chocaba con unos lazos que no eran a un territorio nacional sino a la tierra directamente. Las propuestas sionistas de transferencia de la población palestina a Transjordania no comprendían tampoco que el lazo no era ni con el territorio palestino ni con el territorio árabe, sino con la tierra a la que pertenecían desde generaciones.
Esta incomprensión es todavía evidente hoy con el trato a los refugiados palestinos de 1948 y 1967. Las propuestas de asentamiento de algunos refugiados en un futuro Estado palestino no tienen en cuenta que casi 5 millones de personas son refugiados porque no pueden regresar a sus casas y a sus tierras, no a un territorio nacional abstracto. Una vez más, nos encontramos ante el sometimiento de los derechos humanos inherentes a las personas a los derechos “nacionales” sionistas. Estos derechos de la abstracción Nación judía, no son otra cosa que una forma de esconder que millones de palestinos han perdido el derecho a permanecer en su casa y a cultivar su tierra.
Los aparceros de Wadi Hawarith iniciaron su protesta para evitar ser expulsados de sus tierras y sus casas. Alejados de la vida política de las ciudades y de las autoridades británicas, sintieron la presión sionista directamente con la compra de la tierra, pero su respuesta fue para mantener sus condiciones de vida. Sin embargo, los cuatro años de resistencia al desalojo y de protesta les hicieron tomar conciencia del problema político general. Lo que había empezado como una protesta campesina se transformó en resistencia política con participación en manifestaciones contra el proyecto sionista y contra el control colonial británico. Y también se convirtió en un factor de tensión que se prolongó durante varios años, acrecentando el malestar que condujo a la Rebelión Árabe en 1936.
Otra de las dinámicas puesta en evidencia por la compra de Wadi Hawarith fue la pérdida del trabajo de los fellahin tras las compras sionistas y la desintegración social que ello implicaba. Como hemos comentado, las ventas de tierra a los sionistas iban acompañadas de la expulsión de los aparceros y jornaleros. Los campesinos se veían obligados a abandonar el trabajo en la unidad familiar y tribal para convertirse en jornaleros, en muchos casos de explotaciones judías privadas de la misma zona, a emigrar a otras zonas o a trabajar en obra pública para el gobierno británico. En Wadi Hawarith, de entre 1000 y 1500 personas, sólo permanecieron en el área alrededor de 300, con lo que esto supone de ruptura social[58].
Las compras de suelo por parte de las organizaciones sionistas desmienten el mito de la tierra yerma y del florecimiento del desierto. La importancia agrícola, la riqueza en agua y la posición estratégica de las mismas era diáfana a los ojos de todo el mundo. La ayuda británica durante el Mandato permitió a los sionistas situarse en algunas de las mejores regiones de Palestina. Las facilidades de la potencia mandataria para la compra o el arrendamiento de tierras, y para el control del agua con las concesiones sobre los ríos Awja[59], Muqatta[60] y Yarmuk[61], y la región de Hulah, permitieron a los sionistas colonizar buena parte de la llanura de la costa, la llanura entre Acre y Haifa, Marj Ibn Amir, el ghor Beisan, el valle de Hulah y parte del lago Tiberiades. Todas ellas regiones ricas en agua y con grandes posibilidades para la explotación agrícola intensiva (ver figuras 2 y 3)[62]. Todas ellas habían sido objeto de tensiones por su control desde mediados del siglo XIX y la introducción de la agricultura capitalista y destinada a la exportación.
Figura 3. La propiedad de la tierra
en Palestina y el Plan de Partición de Naciones Unidas, 1947. |
La explotación de la llanura de la costa y la expansión de los cultivos de cítricos ponían en evidencia este proceso de apropiación de las mejores tierras (ver cuadro 2).
Año |
Área total de plantaciones de cítricos (dunums) |
Propiedad europea (judía) |
Propiedad europea (judía) |
1922 |
32.000 |
10.000 |
31.3 |
1926 |
42.000 |
17.000 |
40.1 |
1930 |
110.000 |
60.000 |
55.0 |
inicio 1932 |
150.000 |
95.000 |
63.3 |
final 1932 |
150.000 |
100.000 |
66.7 |
1934 |
181.000 |
145.000 |
80.0 |
1936 |
298.000 |
263.000 |
88.0 |
La expansión de los cítricos, un sector principalmente judío, se debió no sólo a la aportación de capital europeo (judío) sino también a las ayudas británicas para la importación de semillas y fertilizantes, y a la exención de impuestos.
La política británica durante el Mandato se dirigió a potenciar la adquisición judía de tierra, la concentración de la propiedad y las explotaciones capitalistas. No podía ser de otra forma, pues la tierra cultivable estaba toda ocupada y bajo enormes presiones, a las que se sumó la colonización sionista.
“6. The question of the availability of State Domain for Jewish settlement requires some explanation. It cannot be maintained that the Palestine Government has the free disposal of such lands, cultivable as well as waste, or that the Arab inhabitants have no claims in their apportionment. (...)
Most of the cultivable State lands had been in occupation and under cultivation by Arabs for generations. They had owned the lands before the Ottoman Land Code was enacted, and, although, comparatively recently the Sultan acquired the titular ownership, the original possessors were not ousted and their position became that of tenants in perpetuity. They were allowed to sell their tenancy rights, and those rights were transmitted by inheritance to their descendants. Their position vis-à-vis the Sultan and, on his deposition, vis-à-vis the Turkish Government, was in some degree analogous to that of owners of ordinary Miri land.
Waste lands belonging to Government are the coastal sand dunes, the desert area south-east of Beersheba, the arid waterless area between the Jerusalem-Hebron Road and the Dead Sea, some marshes, and forest reserves in the hills. In some of these areas, too, Arabs have grazing rights. It is, however, the intention of His Majesty's Government to institute an enquiry as soon as possible to ascertain, inter alia, what State and other lands are, or properly can be made, available for close settlement by Jews under reference to the obligation imposed by the Mandatory by Article 6 of the Mandate (see paragraph 10 of the Prime Minister's letter to Dr. Weizmann).”[64]
El proceso de colonización sionista fue extremadamente rápido, hasta el punto de que en 1930 el gobierno británico se veía forzado a reconocer que se había llegado al límite, aunque las compras y expropiaciones seguirían con un impacto cada vez mayor en el campesinado palestino:
“(1) Land. It can now be definitely stated that at the present time and with the present methods of Arab cultivation there remains no margin of land available for agricultural settlement by new immigrants, with the exception of such undeveloped land as the various Jewish agencies hold in reserve.”[65]
Además de los intereses estratégicos en Oriente Medio y de las presiones sionistas en la política británica, el gobierno tenía un claro incentivo económico en potenciar la entrada de capital sionista y la colonización, pues los impuestos que aumentaban con el desarrollo económico del Yishuv eran una importante fuente de ingresos para mantener el control sobre Palestina. Además, este proceso también era apoyado por las elites terratenientes palestinas que se estaban enriqueciendo con las ventas. El gobierno de Su Majestad difícilmente hubiera iniciado una política de ayuda a los campesinos contra los poderosos sectores sionistas y contra los notables palestinos. No haría algo impensable incluso para beneficiar al campesinado en la misma Gran Bretaña, y mucho menos en Palestina donde los fellahin ni votaban ni tenían capacidad de hacer oír su voz, al menos hasta que la tensión estallaba en protestas como las de 1929 y sobre todo la Rebelión Árabe de 1936-1939 en la que el campesinado tuvo un papel muy destacado:
“(...) the gangs changed their tactics and formed into small parties of from ten to twenty man, who hid their arms during the daytime, resumed a normal life as villagers and cultivators, and met again at night at some pre-arranged point to indulge in sniping, the ambushing of police-patrols and sabotage--in fact, any form of outrage or disorder which circumstances permitted. They disappeared before daylight and, when the police and armed columns arrived on the scene, they found only a number of apparently peaceful villagers.
As a result of this change in tactics, the mobile columns of police and troops could find no objective at which to strike, particularly as the Arab inhabitants of the country, either from sympathy with the gangs or fear of reprisals, refused to give information even when offered large sums of money.”[66]
La autoridad mandataria, siguiendo la política de cooperación con las organizaciones sionistas, estableció una serie de normas que atacaban a la pequeña propiedad en el mismo sentido que lo habían hecho las leyes otomanas desde mediados del siglo anterior. Así, la Land Transfer Ordinance y la Survey Ordinance de 1920, facilitaban las transacciones de suelo; la Mahlul Land Ordinance de 1920, prohibía a los fellahin aumentar sus dominios según la costumbre otomana; y la Mawet Land Ordinance de 1921 abrogó la legislación otomana que permitía que los fellahin se anexionaran las tierras no cultivadas[67]. La actualización del catastro se realizó principalmente en las zonas que interesaban a los sionistas para facilitar las compras (ver figura 4)[68].
Figura 4.
Mapa de la autoridad mandataria “Palestine. Survey. Progress to Dec. 31st 1936”. |
El objetivo era poner al día los registros y la apropiación por parte del gobierno de las tierras no registradas, muchas de las cuales pasaban después a manos de los sionistas mediante arrendamientos. La legislación estaba al servicio de la colonización y ello no era inocente pues, como señaló uno de los altos funcionarios encargados de las tierras, el establecimiento de los derechos a la tierra era “the only way to made lands available for the Jews without political complications”[69].
La mayoría de estas normas eran contrarias a la costumbre y a los intereses de los fellahin, que tenían poca capacidad para la acción legal y para hacer valer sus derechos, y estaban demasiado endeudados para hacer frente a nuevas subidas de impuestos. La realidad era que los campesinos palestinos, a través de los impuestos y la pérdida de control sobre la tierra y el agua, estaban ayudando a financiar la construcción del “Hogar Nacional Judío” y el colonialismo británico.
La costumbre desde tiempos inmemoriales era que el aparcero permanecía en su tierra a pesar de los cambios de propiedad de la misma. En muchos casos no había ni contrato y ni tan siquiera un acuerdo verbal, pues la costumbre lo hacía innecesario. Sin embargo, las compras sionistas no podían respetar la costumbre ya que una de las funciones principales era la substitución de la población sobre el territorio. Por esta razón, inevitablemente habían de crear tensiones con la población autóctona expulsada de sus tierras después de siglos de cultivarlas.
Las nuevas normas del Mandato situaron el principio de propiedad por encima del principio de uso de la tierra, y fueron una de las cuñas para anular la costumbre como fundamento legal y facilitar la expulsión de los aparceros de sus tierras.
La colaboración entre el gobierno colonial y los sionistas dificultó también que los palestinos se pudieran asentar en las regiones de interés para la colonización judía, que eran principalmente los valles y las tierras mejores para la agricultura.
“- Lord LUGARD asked whether the Jews possessed an equitable proportion of cultivable land. Complaints had been made that they had received marshy or sterile land.
- Lt.-Colonel Sir Stewart SYMES [representante del gobierno británico ante la Comisión Permanente sobre los Mandatos] said that this was the usual criticism against the State grants. Much of the land that the Jews bought themselves was among the best in Palestine.”[70]
De hecho, la autoridad mandataria hizo un trabajo ingente para delimitar las tierras no cultivadas y determinar la capacidad de absorción de inmigrantes judíos en Palestina. El resultado fue que los asentamientos de colonos judíos y el control británico de estas tierras limitó en gran medida el crecimiento natural de la agricultura palestina y la ocupación de las mejores tierras para el regadío y la agricultura destinada al mercado.
El catastro y las normas británicas fueron una intervención en zonas sometidas a viejas tensiones. Campesinos, nómadas, bandidos, grandes propietarios y la administración luchaban desde siempre por el control de las llanuras y los valles. Estas eran tierras hacia las que se dirigía la expansión del cultivo y del pastoreo a medida que la presión sobre el suelo hacía insuficientes las tierras altas. La autoridad mandataria puso barreras a este crecimiento natural con el catastro y el registro, y favoreció que buena parte de las tierras bajas cayeran en manos de las explotaciones judías, impidiendo el progreso de muchos cultivos de los fellahin[71]. Por esta razón, se puede afirmar que la colonización sionista era una amenaza para los campesinos incluso cuando se dirigió a tierras no cultivadas, pues éstas eran el marco natural de crecimiento de las explotaciones palestinas y eran las mejores para el tipo de cultivos adecuados a la agricultura capitalista de regadío que se estaba imponiendo en la región.
Informes de la misma potencia mandataria muestran que a principios de los 1940 las tierras palestinas estaban sometidas a un presión insostenible. Los cultivos árabes, que tenían capacidad para soportar a 342,979 personas estaban sosteniendo a 676,150, el doble de su capacidad. En contraste, las poco más de 85,000 personas que dependían de las tierras de propiedad judía estaban perfectamente ajustadas a las capacidades de los cultivos.[72]
El objetivo sionista no era sólo de adquisición de suelo de calidad para la explotación agraria, sino que también buscaba la continuidad territorial entre las colonias para crear grandes espacios limpios de población palestina. Esta política sionista y gubernamental llegó a provocar las quejas de líderes palestinos que denunciaron que la llanura de la costa se estaba convirtiendo en una reserva judía[73].
La percepción de peligro en el campesinado palestino y la resistencia a la apropiación sionista de la tierra se reveló acertada, pues la adquisición del territorio por parte de los colonos sionistas no tenía solamente una función económica. El objetivo político de creación de un Estado para la población judía implicaba que la población originaria de este territorio debía ser desarraigada. El territorio debía quedar limpio de otras comunidades. La relación entre palestinos y judíos seguía de una forma muy clara las pautas de la colonización blanca, con una sociedad indígena desplazada por una sociedad de colonos mucho más poderosos en todos los ámbitos.
Esta dinámica guió la colonización sionista desde principios de siglo XX y tuvo su máxima expresión con la guerra fundacional de Israel. Más de 800.000 desalojados fueron una de las expresiones más duras de la fundación del Estado sionista[74]. Y en la actualidad, ellos y sus descendientes ya son más de cinco millones de palestinos que reclaman su derecho al retorno a sus casas y tierras.
La destrucción acompañó al ejército sionista, y nunca se permitió que regresaran a sus casas los palestinos que habían sido expulsados o se habían refugiado de la violencia (ver figura 5)[75].
Figura 5. Pueblos destruidos y
despoblados por Israel en 1948 y 1967. |
Todavía hoy continúa el debate sobre si la población palestina fue expulsada o huyó, y sobre si había un plan prefijado por parte sionista[76]. Sin embargo este debate es falso por dos razones: en primer lugar, el retorno a sus casas y a sus tierras es un derecho inherente al refugiado, independientemente de si fue expulsado o huyó; en segundo lugar, como hemos visto en las páginas anteriores, la consecución del proyecto sionista implicaba la limpieza étnica de forma inevitable, por lo que el plan existía desde el mismo momento en que se empezó a llevar a cabo la colonización sionista de Palestina.
Las conquistas y la limpieza étnica de 1947 y 1948 dieron una oportunidad todavía mayor para la expulsión de la población palestina y la apropiación de sus bienes. Por ejemplo, la tierra quedó en manos de una Development Authority que tenía poder incluso para venderla, pero sólo al Estado, al Fondo Nacional Judío, a los municipios o a una “institución para el asentamiento de los árabes sin tierra” que nunca llegó a crearse. El Fondo compró 2.373.676 dunams, a los que se aplicaban las condiciones del Fondo y de esta forma se garantizaba que estas tierras jamás podrían ser recuperadas por los palestinos. Más tarde, en 1961, el Fondo Nacional Judío y el Estado firmaron un acuerdo por el cual las condiciones del Fondo se extendían también a las tierras estatales, que juntas son el 90 por ciento de la tierra de Israel. Esto significa que este suelo, por ley, estará siempre limpio de población no judía[77].
Un inventario modesto de los bienes conquistados en 1947-1948 menciona, por ejemplo, más de 45.000 viviendas, 7.000 locales comerciales con sus existencias, 500 talleres y fábricas industriales con todos sus medios de producción y más de 1.500 almacenes. También en el campo había que contar los utensilios y maquinaria como tractores y bombas de agua, las cosechas de todo tipo como aceitunas, tabaco, cítricos y frutos en más de 320.000 hectáreas, además de los animales de granja como ovejas, gallinas, etc. Había que añadir al botín los depósitos bancarios y, evidentemente, la tierra y el agua. Para legalizar y facilitar la apropiación del botín se aprobó la ley del “ausente”, que perdía sus derechos de propiedad por el hecho de haber escapado a la violencia de la guerra o de la Hagana y las milicias sionistas. En ocasiones, el “ausente” se había refugiado en lo que ya era Israel, y estaba tan presente que intentaba incluso volver a comprar o arrendar lo perdido.[78] Y, evidentemente, las reclamaciones de los refugiados en el exterior del nuevo Estado se evitaron negándoles su derecho al retorno, hasta la actualidad.
El pillaje generalizado descrito por el historiador israelí Tom Segev[79] es completamente lógico si lo encuadramos en el proyecto colonial de limpieza étnica en el que se basaba el sionismo. Las consignas del trabajo judío y de la limpieza territorial tuvieron su culminación en la expulsión de la población, la captura del territorio y la expoliación del botín en 1948. Se había conquistado un país, y su contenido. La creación del Estado sionista implicó la expulsión de la práctica totalidad de la población palestina de sus tierras, su urbanización en campos de refugiados y su conversión en un subproletariado que sobrevivía gracias a la ayuda internacional y, a partir de 1967, también de malvender su trabajo a empresarios israelíes.
[1] Aunque se puede leer con independencia, este artículo es complementario del artículo del mismo autor: IZQUIERDO BRICHS, F. Sionismo y separación étnica en Palestina durante el Mandato británico: la defensa del trabajo judío. Scripta Nova. Revista electrónica de geografía y ciencias sociales. Barcelona: Universidad de Barcelona, 15 de diciembre de 2006, vol. X, núm. 227 < http://www.ub.es/geocrit/sn/sn-227.htm > [ISSN: 1138-9788].
[2] La Conferencia de Paz de París rechazó las demandas sionistas por la oposición de Francia, potencia ocupante de Siria y Líbano, ya que el acuerdo Sykes-Picot (1916) dejaba el río Banias y la orilla este del lago Tiberias en el territorio sirio y los ríos Hasbani y Litani en Líbano. Ver figura 1: "Las demandas sionistas en 1918" (Fuente: Documento de NNUU, “The Origins and Evolution of the Palestine Problem: 1917-1988”, en la página de UNISPAL < http://domino.un.org/unispal.nsf/cf02d057b04d356385256ddb006dc02f/aeac80e740c782e4852561150071fdb0!OpenDocument > [8 de enero de 2007].
[3] SCHOLCH, 1981; BUHEIRY, 1981.
[4] Sobre estas transformaciones ver: WEINSTOCK, 1969, pp. 66-74; KIMMERLING, Baruch y MIGDAL, Joel S., 1994; SWEDENBURG, 2002.
[5] La política británica siguió las mismas pautas de la otomana. Así, para establecer el diezmo, en 1928 se hizo un cálculo de la productividad del suelo según los resultados de los 4 años anteriores a precios de mercado. Sin embargo, en los años siguientes los precios bajaron pero el diezmo continuó siendo el mismo, con lo que los campesinos llegaron a necesitar incluso el 20 % de la cosecha para pagar el diezmo, el doble de lo teóricamente establecido. Otro de los cambios británicos fue que los impuestos se calcularan sobre la productividad neta, con lo que las explotaciones capitalistas podían descontar los costes laborales, mientras que los pequeños campesinos proporcionalmente pagaban más impuestos y tenían más dificultades para competir.
[6] STEIN, 1987.
[7] Figura 2: “Topography of Palestine” (Fuente: Palestine Remembered < http://www.palestineremembered.com/Acre/Maps/Story584.html > [8 de enero de 2007].
[8] STEIN, 1991; PATAI, 1949.
[9] ATRAN, 1989, pp. 725, 737.
[10] LEAGUE OF NATIONS, 1930.
[11] Ver LeVINE, 1998, p.37-38.
[12] ZU'BI, 1984, p. 108 (nota 18).
[13] SIR JOHN HOPE SIMPSON, 1930.
[14] La productividad de una hectárea de trigo en Egipto era del triple de una hectárea en Palestina (STEIN, 1987).
[15] STEIN, 1991.
[16] AARONSOHN, 1993, p. 145.
[17] ZU'BI, 1984, p. 94.
[18] Tendencia del nacionalismo sionista mayoritaria, ligada a los grupos de la izquierda, que centraba sus esfuerzos en la colonización de Palestina y en la separación de la sociedad árabe palestina. Se le oponían los revisionistas, quienes defendían la consecución del Estado sionista como prioridad, antes que la colonización y la limpieza étnica.
[19] MORRIS, 2001, p. 54.
[20] Sobre los cambios de propiedad de Abu Susha ver: KARK, 1984, pp. 368-373.
[21] Los cultivos de cítricos árabes pasaron de 22.000 dunums en 1922 a 144.000 dunums en 1937 (WEINSTOCK, 1973, p. 57).
[22] WEINSTOCK, 1969, p. 92.
[23] Según datos del Statistical Department de la Agencia Judía citados por LEHN, 1974, pp. 94-95.
[24] UNSCOP Report on the question of Palestine. UNITED NATIONS General Assembly (A/364 31 August 1947).
[25] La realidad fue que la política colonial británica procuró evitar en todo momento que Palestina se convirtiera en una carga y, como el control colonial tenía una función geoestratégica más que económica, Gran Bretaña se limitó a impulsar la colonización sionista y a controlar la población árabe sin incentivar en los más mínimo el desarrollo económico de ésta. Así, no sólo se cargó a la región del Mandato con parte de la deuda otomana por decisión del Tratado de Sèvres, sino que además los informes anuales a la Sociedad de Naciones acostumbran a señalar como un éxito un remarcable superávit en las cuentas.
[26] SIR JOHN HOPE SIMPSON, 1930.
[27] UNSCOP. Report on the question of Palestine. UNITED NATIONS General Assembly (A/364 31 August 1947) (nota 51).
[28] SIR JOHN HOPE SIMPSON, 1930.
[29] AHARONI, 1991, p. 57.
[30] AARONSOHN, 1993, pp. 145, 150.
[31] Un dunam equivale aproximadamente a 1000 metros cuadrados.
[32] WEINSTOCK, 1969, pp. 151, 167.
[33] Un ejemplo de esta inversión tecnológica y científica en las aguas subterráneas se puede encontrar en el análisis de Jean Gottman sobre las perspectivas coloniales en Palestina en los años 1930. El artículo de Gottmann es una muestra muy gráfica de la mentalidad colonial de la época y de la propaganda sionista (GOTTMANN, 1937, pp. 562-564).
[34] “The fellah as a cultivator.—The fellah is neither lazy nor unintelligent. He is a competent and capable agriculturist, and there is little doubt that were he to be given the chance of learning better methods, and the capital, which is a necessary preliminary to their employment, he would rapidly improve his position. Meanwhile, however, the income which he can procure from his inadequate farm is insufficient to maintain him in a decent standard of comfort and leaves no margin whatever for improvements” (SIR JOHN HOPE SIMPSON, C.I.E. (30 October 1930) “PALESTINE. Report on Immigration, Land Settlement and Development. 1930” Presented by the Secretary of State for the Colonies to Parliament by Command of His Majesty.)
[35] SIR JOHN HOPE SIMPSON, 1930. Según cálculos de Wulf Klohn y Bo Appelgren la productividad se puede multiplicar incluso por mil entre la agricultura menos tecnificada y la agricultura más moderna (KLOHN y APPELGREN, 1999).
[36] Por ejemplo, en los años 1930 las colonias judías del Valle del Jordán mandaban leche diariamente a Haifa por tren, lo que les permitía dar salida a una producción que aumentaba gracias a las mezclas y mejoras en las razas vacunas (GOTTMANN, 1937, p.558).
[37] Comunidad judía en Palestina anterior a la creación de Israel.
[38] LEHN, 1974, pp. 75, 83-85.
[39] STEIN, 1984.
[40] SIR JOHN HOPE SIMPSON, 1930.
[41] IZQUIERDO BRICHS, 2006.
[42] STEIN, 1984.
[43] SIR JOHN HOPE SIMPSON, 1930.
[44] WEINSTOCK, 1969, p. 150.
[45] SIR JOHN HOPE SIMPSON, 1930.
[46] Granott, Abraham (1952) The Land System in Palestine, Londres, según cita de WEINSTOCK, 1969, pp. 69-71,
[47] Dr. Arthur Ruppin, “Buying the Emek”, The New Palestine, New York, May 1929.
[48] SIR JOHN HOPE SIMPSON, 1930.
[49] Dr. Arthur Ruppin, 1929.
[50] Dr. Arthur Ruppin, 1929.
[51] Artículo “The Jezreel Valley” en Gems in Israel (March 23, 2000) < http://www.gemsinisrael.com/e_article000002629.htm > [8 de enero de 2007].
[52] Dr. Arthur Ruppin, 1929.
[53] Sobre Wadi Hawarith ver: ADLER, 1988; y ATRAN, 1989 , pp. 732-734.
[54] KARK, 1984, p. 374.
[55] LEAGUE OF NATIONS, 1934.
[56] “Palestine Commission on the Disturbances of August, 1929. London, HMSO (citado en ATRAN, 1989, p. 733).
[57] Al-Jami’a al-Islamiyya, June 13, 1933 (citado en ADLER, 1988, p. 210.
[58] Para entender el impacto que tenían las expulsiones de los fellahin de sus tierras de cultivo, es fácil hacer la comparación con la repercusión que tienen los despidos masivos a consecuencia de las deslocalizaciones de industrias en la actualidad. Si una economía moderna y desarrollada como la española siente de una forma extremadamente traumática los procesos de pérdida del trabajo de unos pocos centenares de obreros ¿cómo se tenía que recibir en Palestina, con una población mucho más pequeña e infinitamente más pobre, la pérdida de trabajo, vivienda y tierras cultivadas durante generaciones?
[59] El río Awja alimenta la región de la llanura de la costa en la zona más poblada, cerca de Jaffa y Tel Aviv.
[60] El río Muqatta riega Marj Ibn Amir y la llanura de Acre y Haifa.
[61] El río Yarmuk es afluente del Jordán entre Siria y Jordania, y la principal fuente de agua de la cuenca inferior del río Jordán.
[62] Ver figura 2 “Topography of Palestine” y figura 3 “Landownership in Palestine and the UN Partition Plan 1947” (Fuente: PASSIA < http://www.passia.org/palestine_facts/MAPS/Landownership.html > [8 de enero de 2007].
[63] ZU'BI, 1984, p. 100 (Fuentes de la tabla: International Labour Review, Vol. XXX, nº 6, pp. 808-809; y Survey on Palestine, Vol. I (1945-6), p. 379).
[64] LEAGUE OF NATIONS, 1930.
[65] PALESTINE Statement of Policy by His
Majesty's Government in the United Kingdom. Presented by the Secretary of State
for the Colonies to Parliament by Command of His Majesty,
October 1930.
[66] LEAGUE OF NATIONS, 1938.
[67] WEINSTOCK, 1969, pp. 122-123. SIR JOHN HOPE SIMPSON, C.I.E. (30 October 1930) “PALESTINE. Report on Immigration, Land Settlement and Development. 1930” Presented by the Secretary of State for the Colonies to Parliament by Command of His Majesty.
[68] La figura 4, con el mapa de la autoridad mandataria “Palestine. Survey. Progress to Dec. 31st 1936”, permite ver que la acción del catastro se centró en la llanura de la costa, Marj Ibn Amir en el valle entre Haifa, Acre y el ghor Beisan, el Tiberiades y Hulah.
[69] Citado en ATRAN, 1989, p. 725.
[70] LEAGUE OF NATIONS, 1927.
[71] SWEDENBURG, 2002, p. 132. KIMMERLING y MIGDAL, 1994, p.16.
[72] KHALAF, 1997, p. 98.
[73] STEIN, 1984.
[74] Cifras según el estudio de Salmán Husain Abu-Sitta (ABU-SITTA, 1998). Accesible en < http://www.nodo50.org/csca/palestina/al-nakba/al-nakba.html > [mayo de 2007].
[75] La amplitud de la destrucción de los pueblos palestinos no permite dudar sobre la intencionalidad de la limpieza étnica que acompañó a las conquistas israelíes. Ver figura 5 “Pueblos destruidos y despoblados por Israel en 1948 y 1967” (Fuente: PASSIA < http://www.passia.org/palestine_facts/MAPS/Landownership.html > [8 de enero de 2007].
[76] Ver IZQUIERDO BRICHS, 2003. Como escribió el diplomático español enviado por Naciones Unidas en misión a Palestina durante la guerra de 1948, “Y lo que es de desear, en interés de los mismos refugiados, es que cuanto antes se ponga término a esta estéril y desmoralizadora controversia. Las dos partes deberían dejar de buscar una cabeza de turco y reunir sus esfuerzos para liquidar este problema de los refugiados árabes de Palestina que, no sólo constituye un peligro internacional, sino que perjudica la reputación de todos los pueblos del Próximo Oriente, tanto en el orden de la eficacia como en el de la humanidad.” (AZCÁRATE, 1968, pp. 194-195). Pablo de Azcárate escribió estas líneas poco antes de la guerra de junio de 1967, tras la cual el proceso de desalojo de población palestina no sólo continuó, sino que se trasladó a Cisjordania y Jerusalén Este perdurando hasta la actualidad.
[77] LEHN, 1974, pp. 85-88.
[78] SEGEV, 1998, pp. 93, 97-98, 105.
[79] Ver todo el capítulo “Le partage du butin”, en SEGEV, 1998, pp. 92-116.
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