REVISTA ELECTRÓNICA DE GEOGRAFÍA Y CIENCIAS SOCIALES Universidad de Barcelona. ISSN: 1138-9788. Depósito Legal: B. 21.741-98 Vol. XI, núm. 245 (06), 1 de agosto de 2007 [Nueva serie de Geo Crítica. Cuadernos Críticos de Geografía Humana] |
REMEDIOS URBANOS: MÁS ALLÁ DE LOS DEBATES TEÓRICOS
Remedios urbanos: más allá de los debates teóricos (Resumen)
Los trabajos sobre globalización y espacio urbano se inscriben bajo dos corrientes. Una que apunta a mostrar las bondades de la globalización, y la necesidad de actuar sobre las ciudades para que se fortalezcan beneficiándose de sus efectos. Y otra que insiste en mostrar lo nocivo de este proceso, por ejemplo a través de crecientes indicadores de pobreza, exclusión y degradación ambiental. Lo cierto es que, más allá de estas posturas ideológicas, los problemas asociados al crecimiento urbano tienden a incrementarse. Pese a la nueva orientación política, Venezuela no escapa a esta situación. Consideramos que los problemas urbanos en este país exigen planteamientos concretos para mitigarlos. Nuestra propuesta va en el sentido de adoptar, desde una posición ecléctica, un abanico más amplio de posibilidades en el tratamiento y solución de los problemas urbanos que aquellas que se limitan a una u otra corriente.
Palabras clave: globalización, espacio urbano, problemas urbanos, Venezuela.
Urban solutions: beyond theoretical debates (Abstract)
The research on globalization and urban space is oriented by two trends. The first trend focuses on highlighting the positive aspects of globalization as well as the need for cities to grow strong through taking advantage of globalization effects. The second trend emphasizes the negative aspects of this process, such as the growing indicators of poverty, exclusion and environmental degradation. What is true, beyond these opposing ideological attitudes, is that many problems associated with urban growth are prone to increase. Despite its new political orientation, Venezuela has not escaped this situation. To mitigate the urban problems in this country we need concrete proposals. Our proposal is to adopt, from an eclectic point of view, a broader range of possibilities to treat and solve urban problems instead of limiting ourselves to one trend or another.
Key words: globalization, urban space, urban problems, Venezuela.
Globalización, geografía y espacio urbano
Siempre que las sociedades transitan por momentos de cambios surgen expresiones, vocablos, nociones, cuyo contenido intenta dar cuenta de lo que está emergiendo, de lo nuevo. El término globalización es uno de ellos y nadie que esté interesado en la realidad del presente puede ignorarlo.
Tal vez lo que importe destacar de este fenómeno es que encierra un proceso de aceleración de la historia, a un ritmo nunca visto, gracias a las nuevas tecnologías de la comunicación y del transporte, que tiene como una de sus consecuencias más impactantes la transformación progresiva del mundo en una única zona de producción e intercambio (mundialización del mercado) y en el que el capital, sobre todo el financiero, circula en tiempo real.
Sin embargo, no se debe incurrir en el error de reducir el fenómeno global sólo al terreno de lo económico; éste también se hace sentir en los restantes ámbitos de acción del hombre y, al igual que en otros momentos, a él se le unen cambios en la forma de usar el territorio.
La globalización, por tanto, no es un proceso singular (Giddens, A. 2000), sino un complejo conjunto de procesos que funcionan y se expresan, además, de manera contradictoria y desigual.
De allí que no existe un espacio global, sino un abanico de territorios en donde la globalización cobra vida. Esa asincronía está sujeta a una batería de elementos o factores brindados por los diferentes lugares para que este fenómeno, que define el momento actual, se manifieste. Los distintos lugares del mundo son ellos todos potencialmente sensibles a reproducir la dinámica de la globalización, mas no todos ofrecen las mismas condiciones ventajosas para que la misma se realice. Desde este punto de vista, la geografía, hoy más que nunca, se erige como la ciencia que facilita la comprensión de esta complejidad que define al mundo.
Actualmente, la discusión vigente en América Latina, con respecto a los cambios recientes y sus manifestaciones, asociada a la globalización y al espacio urbano, gira alrededor de temas tales como: el proceso de globalización como elemento causal de las nuevas transformaciones urbanas, o como proceso simultáneo; el impacto real de los cambios globales sobre el territorio; la traducción concreta en el espacio urbano de esos cambios; la valoración de los nuevos acomodos en el tablero urbano, si mejores o peores en sus consecuencias, que los reproducidos bajo los esquemas de desarrollo precedentes; las propuestas de solución formuladas y las orientaciones sociopolíticas que las guían; las incidencias de las nuevas tendencias políticas en el subcontinente, sus trayectorias y la afectación del espacio urbano.
Para adentrarnos en la comprensión de esta discusión, con este trabajo se pretende realizar una serie de reflexiones y cuestionamientos acerca de la direccionalidad de las orientaciones sociopolíticas actuales, vinculadas a la globalización, y el examen de sus efectos en el espacio urbano, a partir de un caso concreto: el de la experiencia venezolana.
A tales fines, este trabajo se sustenta, fundamentalmente, en la revisión de bibliografía reciente sobre el tema en América Latina e intenta ser una síntesis y una reflexión acerca de los principales aspectos señalados. Y, a efectos de evaluar el caso venezolano, nos basamos en la revisión y seguimiento de algunos resultados empíricos, de las consecuencias que sobre el espacio urbano, está teniendo la orientación política, que guía al país, bajo la administración del Presidente Hugo Chávez Frías, desde 1998. De igual manera, formulamos algunas ideas que apuntan a señalar los correctivos para solucionar los actuales problemas urbanos venezolanos.
Las manifestaciones de esta problemática y sus interpretaciones
Las manifestaciones
Las incidencias de las transformaciones o de los cambios sociales en el territorio acusan, en el escenario urbano, una lista de rasgos identificados en numerosos trabajos que abordan esta temática. Ellos comprenden las diferentes escalas o ámbitos territoriales, desde la más abarcante esfera internacional, hasta la más específica esfera local; entre los más relevantes pudiéramos enumerar los siguientes[2]:
1) En la estructura, organización de las relaciones interurbanas y los nuevos roles que asumen las ciudades en el ámbito internacional y nacional:
- selectividad espacial de algunos centros (regiones metropolitanas) para la localización de empresas que manejan negocios externos (alto componente tecnológico y nivel de calificación con funciones directivas), (Ciccolella, P. 1998; citado por Cuervo, L. M. 2003);
- emergencia de ciudades intermedias, en América Latina; ciertas ciudades medias se han convertido en los espacios más atractivos para el emplazamiento y desarrollo de las nuevas actividades económicas con las nuevas exigencias que imponen los mercados actuales (Tomas, F. 1996; Pulido, N. 2006).
2) En su vinculación con sus áreas de influencia o entornos regionales:
- paso de una metrópoli concentrada a una dispersa con sus efectos económicos, ambientales, culturales y políticos de gobernabilidad, y desconcentración de población hacia áreas no metropolitanas (De Mattos, C. 2002; citado por Cuervo, L. M. 2003).
3) En sus acomodos internos o dinámica intraurbana o en su escala local:
- revalorización del nivel local; “una vez integradas a un sistema global de producción, algunas partes del territorio nacional pueden experimentar un importante desarrollo aunque estén localizadas en regiones sin expresión económica, social y/o política” (Pinto da Cunha, J. M. 2002, p. 11);
- surgimiento de nuevas centralidades; algunas tendencias de este período vienen modificando la dinámica de las grandes aglomeraciones urbanas, denominadas por Carlos, Benko y De Mattos (1996; 1996; 2001. Citados por Pinto da Cunha, J. M. 2002) formaciones polinucleares, pluripolares o policéntricas, en la metrópolis o en su región de influencia, lo que constituye una traducción de la nueva organización (Benko, G. 1996; citado por Pinto da Cunha, J. M. 2002);
- expansión incontrolada de las áreas residenciales y otros usos hacia las periferias metropolitanas, bajo un patrón caracterizado por la ubicación de la población con bajos recursos en áreas cada vez más lejanas de los centros valorizados y, como consecuencia, el sostenido proceso de segregación espacial (Pinto da Cunha, J. M. 2002);
- creación de nuevos objetos urbanos tipo malls, shopping-centers, super e hipermercados diversificados y especializados, centros financieros, centros empresariales, zonas hoteleras, distritos industriales y tecnológicos. Se han experimentado ciertos cambios en la imagen y el paisaje urbanos donde juegan un importante papel esos nuevos artefactos de la globalización, artefactos arquitectónicos destinados a acoger y servir de soporte a actividades y a empresas globales (De Mattos, C. 2002);
- nuevas manifestaciones de la fragmentación del espacio urbano; coexistencia conflictiva de múltiples ciudades, la de los incluidos y la de los excluidos, la de los ricos y la de los pobres, la moderna y la tradicional, la formal y la informal, la legal y la ilegal;
- privatización de espacios públicos, calles, zonas residenciales y espacios de ocio (Fernández. 1998. Ciccollela, P. 1999; citados por Cuervo, L. M. 2003), condominios y barrios cerrados, country-clubs, etc.; sustitución de antiguos bulevares y calles comerciales por importantes centros comerciales;
- aumento de la polarización social en lo que concierne a las desigualdades en la distribución de la renta, con especial incidencia sobre la élite intelectual y la clase media (De Queiroz Ribeiro, L. C. 1999; citado por Cuervo, L. M. 2003);
- terciarización de las economías urbanas; rasgo característico de la ciudad latinoamericana. En éstas los servicios que se desarrollan son aquellos que no generan una dinámica suficiente dentro de la economía de la ciudad, como en el comercio y los servicios personales (Rodríguez, J. J y Cota, M. 2001; citados por Cuervo, L. M. 2003).
La lista de rasgos pudiera ser más amplia, sus aspectos más resaltantes pudieran ser descritos de diferente forma, no obstante existe bastante coincidencia en sus generalidades.
Las interpretaciones
Reconocida la globalización, tema álgido por demás, como un proceso o una nueva fase de desarrollo y modernización capitalista, por la cual transita el mundo moderno, o más aún, como un proceso multi-dimensional que trasciende las esferas económica, política, social y cultural, y que en el campo específico de la economía significa la integración global de la producción, el comercio, el financiamiento, la organización de la información y la tecnología, entre otros aspectos (Wong-González, P. 1999), y pese a la dificultad de establecer un patrón único para los impactos territoriales de este proceso, se plantean varias interrogantes:
¿Cuáles cambios en la nueva organización del espacio urbano se le pueden endosar al llamado proceso de la globalización, y cuáles pueden ser considerados relativamente independientes de este proceso? Pareciera importante aclarar cuáles de estas transformaciones son atribuibles a la globalización como tal y cuáles responden a una evolución inherente a la particular y específica dinámica interna de cada ciudad (De Mattos, C. 2002; citado por Cuervo, L. M. 2003).
¿Constituye acaso la globalización un elemento causal o simultáneo de las transformaciones urbanas recientes (ciudades económicamente concentradas, socialmente desagregadas y espacialmente fragmentadas)? Pudiera ser que esos procesos se hubieran gestado en el pasado y que la globalización no hizo más que exacerbarlos, tal como aseguran Carvalho y Porto (2002; citados por Cuervo, L. M. 2003). Y es que resulta difícil dar cuenta de la medida en que los impactos de este nuevo fenómeno (en la localización de la actividad productiva, en los mercados de trabajo, en el papel del Estado y en la propia expansión urbana de las grandes aglomeraciones) estarían vinculados a las nuevas formas del proceso de urbanización.
Algunos autores se preguntan: ¿son realmente nuevas?, pues “si bien existen evidencias sobre las relaciones entre estos dos procesos también las hay en el sentido opuesto; es decir, en cuanto a que muchas trayectorias observadas actualmente ya se delineaban en etapas anteriores” (Pinto da Cunha, J. M. 2002, p. 8). Otros indagan acerca de cuál es la interrelación entre las condiciones particulares o locales y las tendencias globales en la generación de los impactos territoriales y, si tales impactos obedecen a un modelo único, universal o si son peculiares en cada caso (Cuervo, L. M. 2003).
También ocupa a los estudiosos de lo urbano dilucidar si la nueva situación, o los nuevos acomodos urbanos, son mejores o peores en sus consecuencias, que los reproducidos bajo otros esquemas de desarrollo que se implementaran en el pasado y cuáles serían las incidencias que tendrían sobre aspectos claves del desarrollo urbano, por ejemplo: sobre el empleo urbano, ¿se ha contraído? Autores como De Queiroz Ribeiro (1999; citado por Cuervo, L. M. 2003) suponen que la globalización de las economías urbanas conduciría a una estructura social bi-modal en términos tanto de la estructura socio-profesional, como de la distribución de la renta. “El principal mecanismo de esta transformación sería la segmentación del mercado de trabajo que pasa a caracterizarse por la mezcla de empleos altamente calificados y muy bien remunerados, y otros poco calificados y mal remunerados. Gwynne (1999; citado por Pinto da Cunha, L. M. 2002) a su vez, enfatiza en la disminución de la contribución del Estado como principal empleador, hecho que deterioró aún más la situación del empleo en la región.
Otra de las interrogantes está asociada con la pobreza urbana y la calidad de vida en las ciudades: la primera ¿se ha incrementado?, la segunda ¿ha disminuido? En opinión de De Mattos y Patarra (2001; 2000; citados por Pinto da Cunha, J. M. 2002 p. 14), “La liberalización de la economía y la globalización han surtido efectos desastrosos en nuestras sociedades, y uno de ellos es la agudización de la dualidad social, con un aumento cada vez mayor de la distancia entre ricos y pobres”.
¿Será la vía neoliberal la única forma de globalizarnos? se preguntan Hiernaux (1999) y García Canclini (1995). Lo que Harvey (1996) denomina una actitud de corte empresarial en lo que se refiere a la administración urbana, que privilegia a la desregulación y/o flexibilización de la legislación, de los acuerdos público-privados y la privatización (Bienenstein, G. 2001; citado por Cuervo, L M. 2003), o atendemos al planteamiento de Borja y Castells (2001) cuando sugieren que las nuevas redes urbanas globales sí pueden ofrecer oportunidades para la emergencia de nuevos actores en regiones antes impensadas, con enormes posibilidades para las economías locales, y para el bienestar general de su población, señalando además, la necesidad de reinventar el gobierno y la gobernabilidad locales como vías potenciales para dar respuesta a este nuevo orden mundial.
Diferentes miradas y un único problema
Al igual que en los diagnósticos que intentan identificar los elementos causales de los cambios registrados en el medio urbano, un abanico de propuestas de solución con orientaciones diversas, es formulado en la literatura. Éste comprende desde aquellas propuestas que buscan, bajo el reconocimiento de una inserción necesaria en las redes beneficiadas por la globalización, implementar algunas estrategias que permitan favorecerse de ello, hasta las que se pretenden alternativas de solución en un sentido contrario.
En el primer grupo encontramos las siguientes:
· Fortalecimiento para una inserción exitosa en el contexto globalizado a través de la competitividad:
§ generación de un entorno local para el desarrollo;
§ promoción de la innovación y la difusión tecnológica;
§ reciclaje de actividades económicas;
§ políticas de formación de recursos humanos.
· Especialización, fomentando algunas especialidades en las que tengan ventajas comparativas y desarrollo de una política de promoción basada en esa especialidad (Borja, J. y Castells, M. 2001);
· Cooperación entre ciudades;
· Desarrollo de un proyecto político;
· Desarrollo de nuevas formas de gestión urbana, entre otras.
En definitiva, estas propuestas al menos en teoría buscan alcanzar: acceso igualitario al espacio público; predominio del espacio público sobre el privado; integración del tejido urbano; calidad de vida expresada a través de seguridad ciudadana; eficientes servicios públicos; disponibilidad de vivienda asequible; oferta cultural; calidad ambiental; etc. Se afirma que las políticas urbanas deben asegurar un compromiso entre el desarrollo económico y la calidad de vida, por lo que las ciudades, en la economía global, deben ser competitivas a escala internacional, “no hay contradicción insuperable entre competitividad e integración social, entre crecimiento y calidad de vida. A la larga, las ciudades más competitivas son aquellas que ofrecen mayor calidad de vida a sus habitantes” (Borja, J. y Castells, M. 2001. p. 321). El énfasis es puesto en la necesidad de atender, ineludiblemente, a las pautas que dicta la nueva lógica mundial para, desde lo local, lograr mejor posicionar a las ciudades en el ámbito de lo global.
El segundo grupo de propuestas parte de la experiencia concreta de América Latina. Al respecto, se señalan dos claros paradigmas sociopolíticos, que en los últimos 50 años orientaran los diferentes proyectos. Uno, el cepalino, que privilegia al Estado y otro, el consenso de Washington, al mercado. Estos paradigmas pretenden hoy ser superados porque, tal como lo expresara Enrique Iglesias (2006, p. 9), “en un caso arriesgamos el quedarnos con economías sin sociedad. Y en el otro, quedarnos con sociedad sin economía”. Y es que ambos encierran grandes riesgos, debido a simplificaciones excesivas. Por lo que se debería pretender una visión integral de la realidad sobre la cual aplicar políticas económicas y sociales relevantes y viables (Iglesias, E. 2006). De acuerdo con el mismo autor, surge la necesidad de repensar el rol del Estado en el marco de las nuevas realidades de América Latina y de las estrategias económicas que se están aplicando en la región.
En general, en los últimos años del siglo XX y primeros del XXI, ha resurgido una marcada preocupación por el desarrollo social, y con ello, el interés por redefinir el papel del Estado en el contexto de las nuevas estrategias de desarrollo. También se hace hincapié en la preocupación por el desarrollo social y, desde el año 2001, luego del ataque terrorista en Nueva York, en las medidas de seguridad nacional (Iglesias, E.. 2006).
De hecho, estamos frente a una tendencia que pudiera ser vista como un intento de implementación de algunas propuestas socio-políticas que pretenderían separarse de las ya conocidas y fracasadas. Hugo Chávez en Venezuela, Evo Morales en Bolivia, Michèle Bachelet en Chile, Luis Ignacio Lula Da Silva en Brasil, Néstor Kirchner en Argentina, Daniel Ortega en Nicaragua, Tabaré Vásquez en Uruguay y Rafael Correa en Ecuador[3], jefes de estado latinoamericanos que se reivindican como de izquierda, unos siendo en realidad social-demócratas de avanzada; otros populistas de izquierda; todos pueden ser vistos como una manifestación de esos intentos. Estas posturas, u orientaciones políticas, parecieran mostrar que en América Latina, el tiempo del liberalismo de los años 90 ha sido superado.
La gravedad de las crisis económicas que han vivido algunos de estos países, particularmente la de Argentina, contribuyó a reforzar el descrédito de las prácticas del Fondo Monetario Internacional (FMI), y a cuestionar los beneficios de la privatización. El modelo económico liderado por los Estados Unidos es fuertemente rechazado en estas naciones, en beneficio de un firme nacionalismo económico (Prevot-Schapira. 2006). Y si bien pareciera que estamos alejándonos del proyecto de las Américas conducido por los Estados Unidos en los años 90, la alianza bolivariana y la afirmación de un anti-imperialismo radical propiciada por Hugo Chávez, además de no reconocer los logros históricos precedentes, corre el riesgo incluso de no superarlos, pues aquel proyecto sólo pareciera posible gracias a los petrodólares venezolanos, cuya fortaleza no es en absoluto inmutable.
El único problema y sus expresiones
Hasta la década de los 70, las tendencias de la urbanización en América Latina mostraban, de manera general, un crecimiento acelerado de la población urbana, que privilegiaba de manera más importante a las ciudades de mayores dimensiones poblacionales, acusando una fuerte estructura piramidal. Algunos factores, con su consecuente expresión territorial, aparecen como los elementos condicionantes de esa situación: el aporte demográfico (debido a los elevados niveles de fecundidad y al peso de la migración rural/urbana), la industrialización sustitutiva (fundamentalmente), la modernización de las relaciones capitalistas en el campo (aspectos ampliamente expuestos por Pinto da Cunha, L. M. 2002, entre otros).
A partir de los 80, y de manera más clara en los 90, cambios en las diferentes esferas de la sociedad incidieron para alterar las tendencias antes registradas. “En el marco de los años ochenta y tras el agotamiento del modelo de sustitución de importaciones, comenzó un nuevo modelo económico basado en el libre comercio y en la apertura a los capitales extranjeros” (Hiernaux, N. 1998, citado por Cuervo 2003, p. 37). Un proceso caracterizado por la disminución generalizada del predominio de las ciudades principales, es puesto en evidencia (Cuervo, 1990), así como la desconcentración hacia áreas no metropolitanas, mientras que la emergencia de ciudades intermedias insertas en redes internacionales (Tomas, 1996; Pulido. 1999), parece secundarlo. A partir de finales de los 90, un agregado juego de nuevas fuerzas ya enunciado (principalmente de carácter político), pareciera sumarse a la batería de los otros factores presentes, haciendo más compleja la dinámica de los cambios urbanos.
El caso venezolano
Antes de 1999
Hasta finales de los años 90, Venezuela mostraba unas tendencias en su dinámica urbana que apuntaban, de manera general, en el mismo sentido que para el resto del conjunto de países de América Latina: disminución, en la escala jerárquica, de la importancia relativa de la capital (Caracas), respecto al resto del conjunto urbano; y en términos de la configuración espacial del Área Metropolitana de Caracas (AMC) se estaría presentando la tendencia a la conformación, de un área urbana de dimensiones megalopolitanas (Cariola, C. y Lacabana, M. 1999; citados por Cuervo, L. M. 2003); esto acompañado de unos rasgos particulares, los cuales reflejaban la emergencia, al lado de la ya dinámica metrópoli, de nuevos espacios urbanos. Particularmente, se trata de un grupo de ciudades (cuatro) ubicado en el estrato medio de la escala urbana, las cuales se erigían como los espacios más atractivos para el establecimiento y desarrollo de las actividades económicas con las nuevas exigencias que imponen los mercados actuales (Pulido, N. 1999). Estas ciudades derivarían en un mayor dinamismo, tanto demográfico como funcional y una mayor capacidad para integrarse a las redes que sobrepasan el cerco nacional, obteniendo así un rol protagónico en la organización del espacio nacional; ellas son reconocidas con el nombre de ciudades intermedias[4].
En cuanto al rol de la principal metrópoli (Caracas) en el conjunto urbano venezolano, una serie de rasgos, anotados por Barrios (1998), parecieran definir las mismas tendencias que para otras metrópolis latinoamericanas, en particular la propensión a la reconcentración económica, que no se centra en las actividades industriales sino en aquellas del llamado terciario superior y en funciones de dirección. Además de ser la capital política del país, Caracas todavía mantiene su carácter de capital económica y principal centro de negocios. Por otro lado, en el ámbito metropolitano, se estarían dando, según Cariola y Lacabana (1999, citados en Cuervo, L. M. 2003), tendencias similares a las anotadas para el resto de las ciudades latinoamericanas: cambio del carácter económico de la centralidad metropolitana; expansión funcional del ámbito territorial del área metropolitana; fragmentación territorial e institucional y consolidación del patrón de segregación socio-territorial preexistente; con ello, la industria se está desconcentrando hacia la periferia metropolitana; expansión del comercio de importación; construcción de grandes centros comerciales; ampliación del sector informal; aumento de las diferencias sociales en la ocupación del territorio metropolitano.
Tal vez uno de los fenómenos más específicos de Caracas y de sus cambios recientes deriva de la intensidad del proceso de empobrecimiento social. Es necesario aclarar que este proceso no es nuevo; el mismo no hace más que profundizarse. Al lado de emergentes segmentos urbanos competitivos y modernos, como los distritos de negocios y centros comerciales, que sustentan el rol de centro de servicios avanzados y de dirección asumida por la metrópoli, otros segmentos urbanos quedan totalmente excluidos y su dinámica está determinada por la necesidad de sobrevivencia de sus habitantes. “El tejido urbano se fragmenta, se especializa funcionalmente y la segregación urbana refuerza la desigualdad social en la metrópoli” (Cariola y Lacabana, 1999. Citados por Cuervo 2003, p. 59).
Algunos indicadores sociales permitirían evidenciar la situación en materia social en el AMC: los trabajadores por cuenta propia se habrían incrementado de 14 al 29 por ciento entre 1987 y 1998; la tasa de salarización habría disminuido de 89,4 al 67,2 por ciento Asimismo, los índices de precariedad laboral, entendida como insuficiencia del ingreso familiar para suplir las necesidades de consumo normales, alcanzó, porcentualmente, 87 del empleo informal, 29 del empleo público y 31 del empleo privado. El empleo informal pasó, durante el mismo período, de 25 al 34%. La caída de los ingresos reales en el AMC, para el mismo período, fue del 36 por ciento. Los niveles de pobreza habrían aumentado significativamente, pasando del 40 al 60 por ciento (Cariola, C. y Lacabana, M. 1999. Citados por Cuervo 2003). En síntesis, en Caracas, como en la mayoría de las otras metrópolis latinoamericanas se encuentran rasgos comunes asociados con el fenómeno de la globalización. En el caso concreto de Venezuela y en el de Caracas en particular, éste era el panorama que prevalecía hasta finales de los años 90.
Después de 1999
Desde entonces, se han producido una serie de cambios en la direccionalidad de las políticas que orientaban tanto a la economía como a los demás ámbitos de la sociedad venezolana, lo que pudiera alterar la dinámica de las ciudades venezolanas, en particular, de la capital y de las ciudades intermedias. Este proceso está vinculado a: 1) orientaciones políticas de retorno a viejas formas de excesiva centralización en la administración pública; 2) amplia intervención estatista en la economía (paralización y reversión del proceso de privatización de las empresas públicas y un excesivo e improductivo gasto público); 3) cambios y cuestionamientos a la política económica externa que inciden en una contracción de las Inversiones Extranjeras Directas (IED) y en el desestímulo a las inversiones privadas; y, 4) en materia territorial, el intento del Estado, al menos teóricamente, por generar una situación contraria a la tendencia histórica, respecto a la ubicación tanto de la población como de las inversiones, en el entendido de que allí estaría el origen de los desequilibrios territoriales que presenta el país.
Estas transformaciones ocurren simultáneamente con unos aumentos excepcionales en los precios internacionales del petróleo, lo cual le concede unos ingresos fiscales igualmente excepcionales al Estado venezolano y, con ello, nuevos esquemas de distribución o de reparto de la renta petrolera y la posibilidad de intervenir con mucho mayor peso en la economía nacional, por la vía del gasto público. Adicionalmente, este factor se constituye en un elemento clave para entender el rol que hoy juega este país en el subcontinente latinoamericano.
Después de ocho años de la administración del presidente Chávez, esa serie de cambios con tendencias inversas a las hasta entonces registradas en el comportamiento de estas variables, permite suponer la direccionalidad de los mismos; esto ha sido ampliamente expuesto por Pulido (2006), en un trabajo recientemente presentado en el IX RII, en Bahía Blanca; aquí sólo los enunciaremos brevemente:
· Ralentización del proceso de privatización de las empresas públicas en Venezuela, y vuelta a la intervención estatista en la economía.
· Disminución de las inversiones extranjeras directas, por aumento del riesgo político e institucional (riesgo país).
· Descenso en la escala del Índice de Libertad Económica, indicador de desempeño[5], (Temas Públicos, 2006), según el cual Venezuela ocupó el lugar 152 entre los 157 países analizados; siendo uno de los más reprimidos del planeta junto con Cuba e Irán.
· Caída del nivel de competitividad que Venezuela ocupa en el ranking global, ubicándose en el puesto 82 entre 102 países para el período 2003-2004, debido a claras desventajas en sus políticas macroeconómicas e institucionales (Competitividad Andina, 2003), y el último puesto (lugar 61) en el ámbito latinoamericano en el año 2006 (República de Colombia, 2006).
· Incremento violento de las importaciones, las cuales siempre han excedido en más del doble a las exportaciones no petroleras, las que además mantienen un comportamiento casi constante en este periodo.
· Alza continua de los precios internacionales del petróleo lo que ha favorecido un incremento exorbitante del ingreso fiscal.
Este breve análisis revela que los cambios en la vida económica del país, pudieran estar afectando a todas las ciudades de manera general, más aún, ello pudiera significar una reversión del proceso de valorización de las áreas urbanas distintas a la metrópoli. Específicamente, ello se estaría traduciendo en una pérdida de competitividad de las ciudades intermedias emergentes, las cuales se estaban erigiendo en los principales asientos de las actividades económicas y las zonas de destino por excelencia de las mayores inversiones, tanto nacionales como extranjeras. Esta presunción se deduce del comportamiento de los siguientes aspectos:
En materia de descentralización y por la vía presupuestaria, el gobierno ha realizado una serie de modificaciones que sustituyen a toda la legislación anterior en materia de distribución territorial, pero manteniendo casi constante las asignaciones, todo lo cual afecta el desempeño de las diferentes unidades territoriales y en consecuencia sus posibilidades de desarrollo.
· El avance de la descentralización y la dinámica política que hasta finales de la década de los años 90 prevalecía en el país, hacía suponer que se transitaba desde una sociedad caracterizada por la concentración del poder político a otra de amplia distribución de este poder. Bajo este esquema, las ciudades acusaban un comportamiento político caracterizado por la predominancia de actores y agrupaciones con una mayor heterogeneidad y diversidad de intereses políticos y sociales, como lo reflejaran los resultados de las elecciones regionales (Pulido, N. 1999). Hoy esto se traduce en el predominio del partido de gobierno en casi todas las unidades administrativas, como resultara en los comicios regionales más recientes (31 de octubre de 2004). Este examen hace suponer que las ciudades encuentran hoy disminuido el abanico de posibilidades políticas y de negociaciones que habrían ganado con el avance de la descentralización, lo cual podría restarles dinamismo (haciéndolas menos autónomas, en todo caso, y más dependientes del poder central) para posicionarse en el nuevo contexto competitivo de la globalización.
· Ciertas actividades claves para el movimiento global de concentración urbana también han sido afectadas, tales como: la industria; la investigación y la enseñanza superior, las cuales simbolizan no sólo la inserción de una ciudad dentro una sociedad moderna, sino que le conceden también un poder económico cultural y político adicional que se traduciría, en el nivel espacial, por una más vasta influencia territorial.
Es necesario aclarar que, de manera general, después del 2004, los resultados económicos de Venezuela parecieran mostrar una recuperación que pudiera estar asociada a varias razones de peso: los elevados precios del petróleo por la coyuntura internacional, los cuales han impulsado un gasto público desmedido; sólo en el 2006 los ingresos crecieron en 34 por ciento, mientras el gasto público se incrementó en 70 (El Nacional A-18, 25/10/06); el cambio en la base de comparación de los indicadores económicos introducida por las agencias oficiales[6], y por último, el cambio en algunas categorías conceptuales (pobreza y empleo), decididas por el gobierno central, a fin de que evidenciaran los efectos de las misiones y de las cooperativas, formas de reparto de la renta.
Al ser afectadas, como lo evidencian los indicadores expuestos en el trabajo mencionado, las actividades y dinámicas que en el pasado reciente estimularan y valorizaran de manera importante a las ciudades venezolanas, hoy se puede inferir que éstas últimas resultan netamente afectadas, es más, desventajosamente afectadas en sus capacidades competitivas, redefiniéndose con ello, a su vez, nuevas tendencias en la organización del espacio y en la dinámica urbana en Venezuela, la cual apuntaría hacia viejas formas ya conocidas de predominio de la capital sobre el resto del conjunto urbano.
Al respecto, atendiendo a la selectividad espacial de las inversiones, los resultados del estudio que realiza el Consejo Nacional de Promoción de Inversiones (CONAPRI) cuyo objetivo central es evaluar el potencial de las ciudades más importantes del país como polos de atracción de capitales, a través del Índice de Atracción de Inversiones (IAI), muestra en su última edición (2005), que Caracas resultó la ciudad más atractiva para las inversiones, ubicándose a la cabeza del ranking, relegando a Valencia, capital regional, que en sus tres estudios anteriores, había descollado como la urbe nacional más competitiva (CONAPRI, 2005).
Simultáneamente, una pérdida de competitividad de Caracas es registrada en el escenario internacional. Según la evaluación realizada a 40 ciudades latinoamericanas en términos de competitividad del sector privado y atracción para los negocios, Caracas ocupa uno de los últimos lugares (35 de un máximo de 40) debido, entre otros aspectos, a sus altos índices de criminalidad y su posicionamiento débil en el mundo de los negocios. El cruce de los dos datos anteriores hacen suponer, no que Caracas haya mejorado su nivel de competitividad interno, sino que otras ciudades venezolanas, particularmente las ciudades intermedias, se han debilitado bajo la actual coyuntura que vive el país.
La apuesta política de la actual administración venezolana se sustenta en el eslogan hacia el socialismo del siglo XXI. Si bien hasta el momento no ha sido definido con precisión, sí podemos señalar que los fundamentos de la economía bajo esa orientación son: solidaridad, fraternidad, amor, igualdad y libertad, como señala en la entrevista que se le hiciera Emeterio Gómez (Muñoz, B. 2007. A/4). Luce difícil imaginar cómo organizar el proceso económico bajo estos principios; pues el núcleo de la economía no admite discusiones de corte ideológico: “organizar la producción significa asignar recursos a un proceso productivo para que genere productos y servicios de manera masiva. No hay una forma socialista de organizar el proceso productivo. (…) sólo hay dos formas (…), con base en la iniciativa privada, (…) rentabilidad y competitividad, o a través del poder del Estado para decidir qué se hace en la economía” (Muñoz, B. 2007. A/4). Esta última forma no es económica sino política. Desde este punto de vista, la discusión giraría entonces alrededor de la posibilidad de organizar la sociedad de una forma distinta a la del mercado, la rentabilidad y el costo de oportunidad (Muñoz, B. 2007. A/4).
En este sentido, los indicadores socio-económicos generales, con claras repercusiones en la dinámica urbana, señalan: aumento del desempleo (el cual pasó de un poco más de 11 por ciento en 1998 a más del 13 en el 2005), con ampliación del sector informal de la economía (5 de cada 11 trabajadores), falta de inversiones en materia de equipamiento e infraestructura urbanas, pérdida de espacios públicos (debido a estrategias de seguridad de parte de la población), aumento de la inseguridad (13,2 homicidios por cada 100 habitantes en el 2005, habiéndose incrementado en 189 por ciento desde 1998) y, en general la pobreza, pese a los gastos en materia social, se mantiene relativamente constante (con valores por encima del 45 por ciento desde 1998) (Pulido, N. 2006). Esto muestra que, después de 8 años, la calidad de vida de los venezolanos lejos de mejorar, se ha deteriorado significativamente. Es apreciable que al no ser la ganancia y la competitividad, en lo interno, objetivos a ser impulsados por la administración del Presidente Chávez, el resultado no puede ser otro que el empobrecimiento de la sociedad venezolana.
Y, ¡continuamos profundizando!
Los indicadores que antes presentáramos son aquellos que se reflejaran en el primer periodo de gobierno de Hugo Chávez (1999-2006), proceso de cambio que apenas se habría iniciado, y no es sino a partir de ahora (2007), tal como ha sido declarado por su impulsor, en la oportunidad de su reelección, cuando se profundizará en ese proceso. Es legítimo preguntamos: ¿qué efectos generarán los cambios que aguardan en los cinco motores constituyentes? anunciados por el reelecto presidente el día de su juramentación (10/12/2006), para darle marco legal al nuevo sistema político y económico que se promueve: ley habilitante, reforma constitucional, moral y luces (educación popular), nueva geometría del poder y, explosión del poder comunal.
Uno de estos motores, la nueva geometría del poder está referida a una nueva manera de distribuir el poder político, económico, social y militar sobre el espacio: ello supone la creación de un sistema de ciudades y de territorios federales, con miras a formar ciudades comunales sin juntas parroquiales, alcaldías ni concejos municipales, sino gobernadas por un poder comunal, en el transito hacia las ciudades socialistas (El Nacional, A/9, 13/01/2007). Cabría orquestar a Rosa Estaba (2007) cuando se pregunta si la noción de asociaciones, federaciones y confederaciones de consejos comunales podría equipararse con la de los soviets, de la extinta Unión Soviética, los que habiéndose sustentado en el centralismo democrático (leninista y estalinista) se constituyeran en sus órganos administrativos expeditos y, consecuentemente, en el mayor fracaso de experimentación de la historia socioeconómica moderna.
Esta nueva organización del territorio venezolano se sustentaría en la ilusión de que la actual no ha respondido a las necesidades de la sociedad, sino a las del capital, por lo que se requeriría revertir esta histórica ocupación a través de un modelo de desarrollo que tendría en la noción de equilibrio su pivote fundamental (Trinca Fighera, D. 2005); equilibrio concebido como instrumento de ordenación del territorio para incentivar que las inversiones, actividades así como las personas, busquen localizarse más allá del área de mayor concentración urbana actual. Esto supondría una atención prioritaria a las áreas menos pobladas del país y, en consecuencia, una desatención a sus principales núcleos urbanos, hábitat preferencial de la población venezolana, desconsiderando así al área neurálgica, la cual abarca un espacio de 8 millones de habitantes que incluye, además de la capital, el principal aeropuerto internacional (Maiquetía) y el puerto natural de mayor capacidad del Caribe (Puerto Cabello), (Negrón, M. 2004). Tal como sostiene Rosa Estaba (2007, p. 3) el gobierno actual pretende improvisar e imponer un mapa de Venezuela, concebido bajo una noción errada de espacio (espacio en tanto que soporte) como “figura geométrica vacía de contenido histórico, e ignorando la existencia objetiva de los ámbitos territoriales que los ciudadanos han venido edificando y haciendo suyos desde tiempos remotos y al calor de nuestra arraigada y civilizadora red urbano-regional”.
“La historia, pero sólo la historia, no el decreto ni la ley, crea identidad y pertenencia, y le confiere permanencia al territorio” (Boisier, S. 2001, p. 22).
Conclusiones
Nuestro aporte a la solución de los males que aquejan a nuestras ciudades exige, en primer lugar, y previo a las formulaciones técnicas de intervención territorial (planeación urbana bajo sus diferentes formas), el conocimiento profundo de las trayectorias históricas de los pueblos en materia de poblamiento.
La administración venezolana vigente insiste en afirmar que la actual distribución de la población en el territorio nacional es el resultado de la orientación neoliberal bajo la que se habría conducido el país, la cual ha beneficiado a un número reducido de núcleos urbanos, mientras ha castigado al resto del territorio (Ministerio de Planificación y Desarrollo. 2001). También atribuye a los desequilibrios regionales la gravedad de problemas tales como: el estancamiento económico, las migraciones, la marginalidad, la pobreza y el deterioro ambiental, todo lo cual habría afectado sensiblemente el desarrollo general del país.
Al respecto, es necesario señalar que desde la época precolombina, en un proceso que abarca ya casi seis siglos, el emplazamiento de la población y de las actividades económicas, en lo que posteriormente sería Venezuela, ocurrió en el área de mayor concentración de la población actual (Pulido, N. 2006), respondiendo a las lógicas socioeconómicas y políticas dominantes en cada momento histórico. Esta administración pareciera desconocer la construcción de ese legado, constituyéndolo en un elemento causal de los males que en la actualidad aquejan a la sociedad venezolana. Las propuestas de solución que se deriven de diagnósticos como éste, no pueden más que tender hacia el fracaso en la búsqueda de sus logros.
En segundo lugar, y por encima de lo ideológico, nuestro aporte invita a reconocer el rol que la productividad económica juega en materia de dinamización de los territorios. En Venezuela, esa trayectoria ha definido al área centro norte costera como el destino preferencial para el asentamiento de la población y de los recursos. Lo anterior reclama, por encima del pretendido equilibrio territorial, también atender de manera prioritaria a las áreas más pobladas del país y sus principales ciudades.
El empeño en conducir bajo el lema, con alto contenido ideológico, y por demás idealizado, del pretendido equilibrio territorial, es desconocer la lógica de las dinámicas territoriales actuales y no es más que limitar a las distintas áreas en sus posibilidades de desarrollo. Esta crítica es igualmente válida para aquella orientación que atendiera al territorio bajo un esquema basado solamente en la competitividad económica, mientras ignorara las ingentes necesidades de desarrollo social que reclaman las principales ciudades del país. Lo que a nuestro juicio parece justo, es un equilibrio entre estas posturas. Por lo que, más allá de cualquier ideología, el Estado debería conjugar economía y política para formular proyectos viables, que den respuestas a los problemas que aquejan a una población que decidió vivir en las ciudades, tal como lo es hoy la sociedad venezolana.
Esto supone adoptar una postura ecléctica que permita encontrar un abanico más amplio de oportunidades o de identificarlas para desarrollar al máximo las capacidades que aseguren la calidad de vida urbana, en su sentido más amplio.
[1] Profesoras titulares, adscritas al Instituto de Geografía y Conservación de Recursos Naturales, Facultad de Ciencias Forestales y Ambientales, Universidad de Los Andes. Avenida Principal de Los Chorros de Milla, Mérida, 5101, Mérida, Venezuela
[2] A efectos de reunir el máximo número de propuestas que dieran cuenta de la variedad de ideas que prevalecen en el campo de los estudios urbanos, hemos tomado como base, entre otros, dos escritos muy ricos en referencias, los cuales constituyen una compilación de numerosos trabajos: Cuervo, 2003 y Pinto da Cunha, José M., 2002.
[3] Y muy cerca de haber obtenido la victoria, los candidatos presidenciales, Ollanta Humala Tasso en Perú y Andrés Manuel López Obrador en México.
[4] Denominación que surgiera en el marco de un proyecto conjunto GRAL/CREDAL -Proyecto PIR-Villes- en Francia, para diferenciar a un tipo particularmente dinámico de ciudades medias.
[5] Este índice es elaborado a partir del análisis de ciertos factores, entre los que se incluyen: el impacto de las leyes impositivas, las regulaciones, la intervención del gobierno en la economía, el respeto por el derecho de propiedad, la apertura a la inversión extranjera, entre otros, permite medir el grado de libertad económica en los países o economías del mundo. Este índice es elaborado por el Heritage Fundation y Wall Street Journal desde el año 1995.
[6] El año considerado base para medir el valor constante de la producción de bienes y servicios del país era 1984, pero el BCV cambió el año de referencia a 1997 como nueva base de la comparación. Estos cambios, si bien no producen grandes diferencias en materia de PIB petrolero (-2.4% para 2004), sí lo hacen en el PIB no petrolero (8.3%), alterando lo que hasta hace poco se pensaba era el desempeño económico de Venezuela (Santos, 2004, citado por Pulido, 2006).
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© Copyright Nubis Pulido, Delfina Trinca Fighera, 2007
© Copyright Scripta Nova , 2007
Ficha bibliográfica:
PULIDO, Nubis; FIGHERA, Delfina Trinca. Remedios urbanos: más allá de los debates teóricos. Scripta Nova. Revista electrónica de geografía y ciencias sociales. Barcelona: Universidad de Barcelona, 1 de agosto de 2007, vol. XI, núm. 245 (06). <http://www.ub.es/geocrit/sn/sn-24506.htm> [ISSN: 1138-9788]
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