Scripta Nova |
Ángel
Calvo Calvo
E. U. d’Estudis Empresarials,UB
Departament d’Història i Institucions Econòmiques
angel.calvo@ub.edu
Infraestructuras urbanas de la Segunda Revolución Tecnológica. La difusión del teléfono en las ciudades españolas, 1877-1930 (Resumen)
El uso del teléfono es en el mundo globalizado de hoy algo tan indisolublemente ligado a nuestros hábitos cotidianos que resulta casi impensable concebir una época en que tal servicio estuviera ausente. Profundizar en el estudio del origen y desarrollo del teléfono supone, pues, enfrentarse con algunas de las claves de la civilización actual.
La difusión del teléfono en las ciudades españolas entre 1877-1930 tuvo lugar con un retraso relativo respecto a otros países europeos. A este retraso relativo contribuyeron razones tanto económicas (renta y tarifas) como institucionales, sobre todo la política gubernamental oscilante y el régimen de concesiones.
La etapa aquí analizada es rica en contrastes ya que abarca el paso de un predominio aplastante de redes locales, tanto privadas como públicas, en régimen de monopolio virtual a la creación de un sistema unificado bajo un monopolio privado.
Palabras clave: infraestructuras urbanas, segunda revolución tecnológica, teléfono.Urban infrastructures of the Second tecnological Revolution. The diffusion of the telephone in Spanish cities, 1877-1930 (Abstract)
The use of the telephone in the globalized world of today is something so very indissolubly related to our daily habits that turn out almost unthinkable to conceive a time at which such service was absent. To deepen in the study of the origins and development of the telephone equals, then, to face some of the keys of the present civilization.
The diffusion of the telephone in the Spanish cities between 1877-1930 took place with a relative delay with respect to other European countries. To this relative delay they contributed as much economic reasons (rent and tariffs) like institutional, mainly the oscillating governmental policy and the regime of concessions.
The period analyzed here is rich in contrasts since it includes the passage of an overwhelming predominance of local networks, private as well as public, in regime of virtual monopoly to the creation of a system unified under a private monopoly.
Key words: urban infrastructures, second technological revolution, telephone.Hay una amplia coincidencia entre los especialistas a la hora de conceder las ciudades una influencia positiva en los procesos de innovación y en la difusión de sus resultados[1]. Por ello, resulta cuando menos sorprendente el agudo contraste entre el énfasis que los historiadores de la tecnología han puesto en el papel primordial que las ciudades tuvieron en la difusión mundial del teléfono y los esfuerzos tan exiguos dedicados por los historiadores urbanos a las redes telefónicas. La sensación de paradoja aumenta cuando se observa que, por el contrario, la historia urbana sí se ha ocupado del desarrollo de las restantes redes técnicas, especialmente las del transporte y de la energía[2].
De esta manera, los estudios que hacen referencias explícita a las infraestructuras urbanas de telecomunicación son una verdadera excepción. Además, se centran en algunas pocas ciudades, como lo muestran especialmente los trabajos referidos a París y Montreal[3]. Sorprendentemente, la mayor sensibilidad parece darse en zonas en que la explosión urbana ha sido más tardía. Así lo muestran, cuando menos, las aportaciones de Ueda sobre la difusión del teléfono en Pelotas y Rio Grande do Sul[4].
En ese contexto de escaso interés de la historiografía internacional por las redes técnicas de telecomunicación en las ciudades, los especialistas españoles no se apartan un ápice del comportamiento general[5]. La afirmación afecta por igual a los ámbitos de la historia contemporánea, la historia económica o la historia y geografía urbanas. Al referirse a la modernización del equipo, tienden a pasar por alto las telecomunicaciones, mientras otras redes, llámense alumbrado por gas o por electricidad o tranvías, están oportunamente recogidas[6]. Es de justicia, sin embargo, señalar algunos trabajos que apuntan a un cambio de actitud[7].
Sin aspiraciones de exhaustividad, este artículo pretende contribuir a un mejor conocimiento de las primeras etapas de la extensión de las redes telefónicas en las ciudades españolas, tema de extraordinaria importancia si nos atenemos al papel crucial que las telecomunicaciones tienen hoy en día.[8] En cuanto a su estructura, arranca con la formación de los sistemas telefónicos locales en Europa hasta 1895; la sección 2 se centra ya en el caso español y describe la asunción de las competencias del teléfono por el Estado, con la consiguiente marginación del municipio; la sección 3 traza las líneas de la expansión mundial del teléfono en el siglo XX, mientras que las tres últimas están dedicadas a analizar los usos del teléfono, la descentralización y la actuación de las entidades públicas provinciales y la evolución de las redes urbanas ya con el monopolio de la Compañía Telefónica Nacional de España (CTNE).
Por definición, la ciudad es una concentración espacial de personas y actividades económicas que requiere un flujo constante de comunicación. Esta necesidad se hizo más patente a lo largo del siglo XIX, al compás del espectacular incremento en el tamaño y en la densidad que modificó la naturaleza de las relaciones personales y estrechó las redes de relación[9].
Sin lugar a dudas, el teléfono halló en el ambiente urbano el medio idóneo para su descubrimiento, empleo y difusión[10]. En cierta manera, encontraba un terreno abonado por el telégrafo, que había alterado antes de forma radical la tecnología de la transmisión del mensaje e inaugurado en las ciudades las redes de comunicación interna. Ello dio un primer impulso importante al despliegue de la emergente urbe reticular de la segunda mitad del siglo XIX, con un impacto especial sobre la empresa privada y los servicios de seguridad[11].
Cuando el teléfono se convirtió de juguete mirado con suspicacia en un bien con alto valor comercial, empezaron a instalarse líneas que conectaban dos puntos relativamente próximos. Muy pronto aparecieron las primeras redes, en su casi totalidad de ámbito local debido a motivos tecnológicos e institucionales[12]. Antes de que las bobinas de Pupin consiguieran reducir el debilitamiento de la señal en los circuitos telefónicos y el diámetro de los conductores, largas distancias equivalían a costes desmesurados[13]. Para proteger el telégrafo, generalmente en manos del Estado, las primeras concesiones telefónicas limitaban la extensión espacial de las líneas, dejando escaso margen a la telefonía a distancia[14].
Un examen atento de la documentación disponible revela el carácter especulativo de las concesiones, que tendían a cambiar de titulares con rapidez variable, a la vez que una contradicción entre las buenas expectativas de negocio y las posibilidades reales de explotar las líneas. Queda igualmente claro que los sistemas de concesión y de explotación variaron de un país a otro y, en ocasiones, de una ciudad a otra. Dos fueron las grandes modalidades de explotación: la propiedad privada y la pública, que, a su vez, adoptaron la forma de monopolio o duopolio. La propiedad privada correspondió a compañías internacionales, líderes en el sector (Amsterdam, Helsinki) o a compañías locales (Viena, Trieste, Praga, Rotterdam, Estocolmo, Berna y Zurich). La propiedad pública la asumió el Estado, en sus modalidades de Gobierno imperial, nacional, federal o municipal[15].
Estas diferencias dieron lugar a disimilitudes en los sistemas de tarifas e, incluso, a notables disparidades en la misma ciudad, dependiendo de la modalidad de abono, como muestran los datos correspondientes a 1895. Para limitarnos a un ejemplo, en Londres la tarifa general de 400 shillings se veía reducida en un 15 y hasta un 40 % respectivamente para las modalidades de abono quinquenal y abono para residentes particulares, mientras la diferencia señalada entre las restantes grandes ciudades británicas y las pequeñas era tan solo de unos 20 shillings[16].
Diversidad del marco institucional (sistema de concesiones y de explotación), unida a desigualdades en el tamaño inicial, en el crecimiento urbano y en el grado de desarrollo económico, tuvieron como consecuencia lógica un ritmo de crecimiento de los sistemas telefónicos sellado por la disparidad. Algunos países y, dentro de ellos, sus ciudades se destacaron por la profundidad de la difusión. A los cinco años del invento, a excepción de una, todas las ciudades estadounidenses con más de 15.000 h. tenían teléfono. Esta realidad estaba muy lejos de ser alcanzada por Europa, incluso en los dos países más dinámicos en los primeros años -Suiza y Bélgica[17].
Por descontado, las ciudades europeas concentraban la mayor parte de las instalaciones, pero el tamaño no era el determinante primordial. Entre las 112 poblaciones francesas dotadas con teléfono urbano y abonados, París gozaba de un volumen importante pero era superada por localidades industriales (Roubaix, Reims, Sedan) y turísticas (Grasse)[18].
Figura 1. Crecimiento urbano y evolución del teléfono en Europa, 1897-1926. Fte.:Parliamentary Papers(1899); The National Telephone Journal, 1911, p. 67; BTQ, 1927. |
Profundizando en el análisis de los factores de la difusión del teléfono, el Gráfico 1 estudia la relación entre la expansión del teléfono y el crecimiento demográfico en una amplia muestra formada por ciudades de once países europeos durante el período 1897-1926. De su examen se deduce que en la inmensa mayoría de los casos la intensidad de la expansión del teléfono supera el ritmo de crecimiento demográfico. Por otro lado, los índices más elevados de crecimiento demográfico y de expansión urbana del teléfono no siempre se corresponden. En este período tiene lugar una desaceleración en el ritmo de expansión de ciudades que, como Stockholm y Hamburgo, había destacado entre 1897-1910. Resulta verosímil afirmar por ello que la expansión urbana del teléfono no parece ser el resultado lineal del incremento demográfico.
En los últimos años del siglo XIX, los sistemas telefónicos locales dieron lugar a sistemas conectados con áreas más distantes hasta formar redes regionales y nacionales[19]. Con todo, si es evidente que las ciudades dejaron de ser sistemas cerrados, no lo es menos que la base de los sistemas nacionales –el español entre ellos- seguía estando todavía en los sistemas locales.
Aun siendo cierto que, como acabamos de señalar, en la expansión urbana del teléfono intervienen otros factores además del incremento demográfico, no lo es menos que la aparición de las primeras redes telefónicas urbanas en España coincidió con una aceleración de la urbanización. La responsabilidad hay que atribuirla al crecimiento de los grandes núcleos del país pero también al de las ciudades pequeñas[20].
Sin duda, una de las peculiaridades más destacadas del período inicial del teléfono es el contraste entre el ámbito local de implantación y el marco estatal regulador. En los primeros años, España careció de un marco estatal específico que regulase la expansión de la nueva tecnología de la comunicación por la voz. El vacío fue insuficientemente aprovechado por los organismos locales, que mostraron escaso entusiasmo por protagonizar la expansión del teléfono o por alentar la acción de los particulares. Esto sucedió incluso en las ciudades que podrían considerarse vanguardistas, como Madrid o Barcelona. Desconfianza y trabas administrativas fueron obstáculos contra los que chocaron los pioneros en el caso de Barcelona[21]. Hubo, sin embargo, excepciones significativas, protagonizadas por municipios cuyo entusiasmo chocó contra la burocracia y recelo del Estado. Es el caso del proyecto pionero de una red en el Norte de España que enlazaba diecinueve localidades de la costa cantábrica y, por tanto, desbordaba ampliamente no solo el marco urbano sino incluso el provincial [22].
Si desde el poder los liberales españoles fueron capaces de ensanchar el espacio de libertades públicas (expresión, cátedra, voto masculino), en general, se mostraron vacilantes a la hora de reglamentar el sector de teléfonos[23]. En 1882, con un considerable intervalo respecto a las primeras reglamentaciones municipales, el Estado entregó la construcción y explotación de las líneas telefónicas a la iniciativa particular, reservándose la aprobación de tarifas y la inspección de las obras y el servicio. Esta primera intervención sería comentada negativamente por observadores internacionales y desalentaría la inversión extranjera porque el carácter provisional de las concesiones no estimulaba la actuación de la empresa privada[24].
La postura del Estado estuvo muy condicionada por la obsesión de la seguridad – de ahí la adscripción a Gobernación- y estrechamente vinculada a los vaivenes del turno de partidos propio de la Restauración. Dada la importancia del teléfono para la seguridad y la administración, el conservador Romero Robledo recuperó el derecho al establecimiento y explotación del servicio, si bien se toleraban líneas particulares siempre que no hubiera red estatal y que unieran dependencias del mismo dueño. Razones económicas y de orden público guiaban esta rectificación, ya que se esperaban pingües ingresos y no quería cederse el control sobre las comunicaciones a otras entidades[25]. En 1888, tras reconocer el doble error cometido en las previsiones -el servicio acarreaba déficit y el orden público no se veía amenazado en los países con redes privatizadas-, el liberal Venancio González ofreció a la iniciativa privada las redes en manos del Estado, al tiempo que concedía otras nuevas a cambio de diversas contrapartidas[26].
La traducción práctica del marco regulador se reveló conflictiva y contradictoria, como prueban las críticas suscitadas en el Congreso de los Diputados inmediatamente después de la reforma de 1886, sea por considerarla una censura al cuerpo de telégrafos o una actuación contraria a la libertad de comunicación. Quejas de potenciales concesionarios particulares y agravios por trato discriminatorio hicieron asomar el fantasma del monopolio y dieron alas a una nueva modificación del sistema[27]. En 1890, se adoptó una solución mixta: construcción por el Estado y concesión de la explotación a particulares a cambio de un canon fijo por km y conductor. Cuatro años más tarde, se mantuvo el sistema ecléctico de la reglamentación anterior incorporando como novedad que el Estado se atribuía la facultad de tender redes propias en los lugares que ya contaran con instalación. Al tiempo, junto a iniciativas anteriores (1889), se contemplaba estaciones municipales enlazadas opcionalmente entre si y, de forma obligatoria, con otras del Estado, fueran telefónicas o telegráficas.
Como aspecto significativo para el tema que nos ocupa, la política de tarifas reforzaba el carácter urbano del teléfono al descargar sobre los abonados de extrarradio una parte de los costes de instalación[28]. La reorganización del servicio telefónico que preconizaba el R. D. de 11-11-1890 y el Reglamento de 2-1-1891 discriminaba a las poblaciones más pequeñas[29].
Por otro lado, la decisión de impulsar la telefonía interurbana en el arranque de los años noventa favoreció a las redes urbanas gracias a las externalidades de red[30]. En respuesta a la actuación del Gobierno en las comunicaciones interurbanas, las compañías se movilizaron para hacerse con las líneas o para obstaculizar las subastas, actitud esta última que tomó la Sociedad General de Teléfonos por considerarse perjudicada en su calidad de titular de la red de Barcelona[31].
Como balance de esta primera etapa, la palabra que parece más adecuada es la de atraso, y así lo atestiguan las fuentes secundarias, las cifras y voces autorizadas, entre ellas las que reclamaban en las Cortes una resolución rápida del expediente de las redes de Madrid, Barcelona y Bilbao. En otro aspecto, las deficiencias en el servicio eran notorias y reconocidas privada y oficialmente. El propio titular de Gobernación reclamaba a las compañías privadas reformas en el servicio hasta conseguir un servicio equiparable al de los demás países civilizados[32].
Deberían ser las cifras las que, de forma más machacona, mostraran las deficiencias de estos primeros años. Con todo, la penuria de datos y el carácter fragmentario y contradictorio de las fuentes impide formar una serie anual que refleje con detalle los rasgos esenciales de la evolución del teléfono en cuanto al número de aparatos instalados, abonados o ingresos.
A falta de una secuencia completa, valgan, al menos, estados fijos para determinados años. El primero, relativo a 1885 (Cuadro 1), arroja un total de 896 estaciones, resultado de un primer empuje a raíz de la liberalización de 1882 y de una contracción derivada del frenazo de 1884[33].
|
Red Estaciones |
||
abiertas |
no abiertas |
total |
|
Madrid |
213 |
1 |
214 |
Barcelona |
0 |
40 |
40 |
Valencia |
0 |
4 |
4 |
Particulares |
|||
(Decreto 1882) |
517 |
0 |
517 |
(Decreto 1884) |
62 |
43 |
105 |
Interurbanas |
5 |
11 |
16 |
Total |
797 |
99 |
896 |
Fte.: Dirección General del Instituto Geográfico y Estadístico (1888), p. 486. |
Tres años más tarde, en 1888, había 12 estaciones centrales principales, 2 auxiliares, 8 sucursales y 3.054 estaciones de abonados. Lo más significativo, no obstante, era la aparición de redes en siete grandes ciudades (Madrid, Barcelona, Valencia, Sevilla, Zaragoza, Málaga, Bilbao) y en otras seis de tamaño medio o pequeño (Segovia, Valladolid, Alicante, Gijón, Sabadell y Oviedo). En vías de instalación se hallaban Córdoba, Cádiz, Felanitx, Alcoy, Murcia, Cartagena, Coruña y San Sebastián, entre otras[34].
La enorme discrepancia del tamaño de los núcleos de población implicados lleva a pensar que no existe propiamente un umbral de instalación de teléfonos. El efecto del tamaño de las ciudades sobre la distribución de los teléfonos instalados en España era importante ya que en 1895 dos tercios de las cuotas por abono y el 41 % se concentraba en las cinco ciudades con mayor número de habitantes, cifra ésta que en 1900 había aumentado al 54,7 % (Cuadro 2).
Poblaciones |
Redes urbanas |
Redes oficiales |
|
Recaudación (ptas) |
Aparatos |
Centrales |
|
Alicante |
38767 |
226 |
|
Barcelona |
741379 |
2767 |
1 |
Bilbao |
231155 |
1146 |
1 |
Granada |
37135 |
216 |
|
Madrid |
540162 |
1844 |
1 |
Málaga |
31277 |
204 |
|
Sabadell |
59508 |
371 |
|
San Sebastián |
58590 |
296 |
1 |
Santa Cruz de Tenerife |
32703 |
212 |
|
Santander |
51189 |
335 |
|
Segovia |
1 |
||
Sevilla |
59887 |
298 |
|
Toledo |
28493 |
198 |
|
Valencia |
249124 |
982 |
|
Valladolid |
36802 |
251 |
|
Zaragoza |
35005 |
270 |
|
Total España |
2698492 |
12851 |
12 |
*Abiertas al público y concedidas a
particulares y dueños de balnearios. Fte.: Elaboración propia. |
En conclusión, el período que se cierra con el siglo XIX comprende el invento y registro de la patente del teléfono (1875-1876) y la configuración de estructuras capaces de garantizar la expansión mundial, una de cuyas manifestaciones más significativas es la American Telephone and Telegraph Co. Son, por otro lado, los momentos en que los condicionamientos tecnológicos y de demanda pesan con una gran fuerza, limitando el ámbito geográfico del servicio y abocando el sistema telefónico mundial a una fase de estabilidad[35]. En un contexto de complementariedad tecnológica, son los años en que el telégrafo alcanza la plena madurez[36].
El balance del periodo en España no es nada halagador en cuanto a posición relativa se refiere. Los datos de 1893-1894 sitúan a España muy por debajo de Alemania y a la zaga de otros países mediterráneos o centroeuropeos, en concreto Italia y Austria. De la misma manera, tampoco las ciudades españolas salen muy bien paradas de una comparación con las europeas.
Al inaugurarse el nuevo siglo, la radio y la aviación se añadieron al telégrafo, navegación a vapor y teléfono para reforzar más aún la internacionalización de la economía. Para utilizar los términos de un especialista, "Londres, capital del mercado mundial, se convirtió en el centro de comunicaciones de la tierra. Por primera vez en la historia, compradores y vendedores de todos los continentes se hallaban en contacto directo unos con otros"[37].
En la Europa de 1895, a los países con mayor dinamismo inicial, que, como hemos visto, coincidían con pequeños de industrialización temprana (Bélgica y Suiza), se añadieron los países nórdicos. La especificidad nórdica, zona con un peso enorme de la población dispersa, pudo obedecer a la importancia de los esfuerzos cooperativos desplegados y a la implicación de las autoridades locales en el desarrollo de las infraestructuras[38]. El elemento impulsor se situaría, pues, en fuerzas externas al mercado, elemento ampliamente discutido en teoría económica[39]. Obviamente el nivel de renta fue un factor de la difusión del teléfono pero no existe una correlación estricta entre niveles de renta per capita y número de teléfonos instalados en los países.
La resolución de estrangulamientos técnicos que impedían ampliar el radio de acción del teléfono, abrió una dinámica nueva, de mayor impacto si coincidió con cambios en los agentes responsables de la difusión de la nueva tecnología y en el marco legal. La hegemonía mundial de USA, tanto en el número total de teléfonos como en las tasas de equipamiento e intensidad de uso, así como la aventajada de la Europa nórdica se mantuvieron en un contexto de fuertes divergencias entre países. Con todo, la novedad fue el ascenso de Alemania a las primeras posiciones[40].
En 1900, Madrid y Cataluña exhibían los índices de urbanización más elevados de España, con valores muy superiores, sobre todo en el caso del primero, a la media del país. Entre 1900-1930, la urbanización se intensificó en el conjunto de España, con el consiguiente salto del 29,3 al 37,1 en el porcentaje de población urbana sobre el total[41]. En el primer tramo de este periodo, entre 1900-1924, España experimentó un alza discontinua en el número de teléfonos y en los ingresos, con una propensión al aumento de la intensidad de uso. Es obvio que las ciudades tuvieron un papel destacado en ese crecimiento, si bien, una vez más, la falta de datos impide precisar el alcance exacto. Con todo, la posición relativa de las ciudades españolas respecto a sus homólogas europeas igualmente graves deficiencias en el sistema (Cuadro 3).
Ciudades |
teléfonos/1.000 h. |
Estocolmo |
21,08 |
Copenague |
87,50 |
Cristianía (Oslo) |
71,20 |
Stuttgart |
65,20 |
Berlín |
60,00 |
Berna |
55,10 |
Munich |
45,36 |
Londres |
38,07 |
La Haya |
31,00 |
París |
27,30 |
Bruselas |
31,30 |
Budapest |
25,50 |
Viena |
22,64 |
S. Petersburgo |
18,20 |
Roma |
16,60 |
Lisboa |
8,70 |
Madrid |
6,50 |
Barcelona |
6,45 |
Fte.: Elaboración a partir de The National Telephone Journal, noviembre de 1911, p. 167. |
Datos dispersos apuntan algunas claves del proceso. Si la difusión del teléfono en las grandes ciudades fue profundizándose pero quizás más significativo fue el acceso de pequeñas y medianas ciudades junto a algunos municipios rurales a la nueva tecnología. Así, Núñez señala que, entre 1900 y 1905, se anunciaron 10 subastas de teléfonos en pequeñas ciudades inferiores a 49.000 habitantes, 2 en municipios rurales y ninguna en grandes ciudades. Si nos situamos en una perspectiva más general, está claro que la línea que representa los teléfonos totales instalados en España tiende a despegarse cada vez más de la línea que representa a las grandes ciudades (Figura 2)[42].
Figura 2. Grandes ciudades y evolución del teléfono en España, 1877-1930. Fte.: Elaboración propia. |
1886 |
1900 |
1910 |
1925 |
|
Barcelona |
60 |
2.767 |
3.819 |
18.596 |
Madrid |
277 |
1.844 |
3.500 |
17.857 |
Valencia |
14 |
982 |
- |
3.262 |
Zaragoza |
15 |
500 |
- |
2.000 |
Sevilla |
s.d. |
298 |
- |
1.814 |
Bilbao |
s.d. |
s.d. |
s.d. |
1.146 |
Fte.: Brault (1890), p. 336 ss.; The National Telephone Journal, noviembre 1911, p. 168; BQJ, julio 1927, 3, p. 186-187. En 1893, Bilbao tenía 1.000 teléfonos; las cifras de Zaragoza corresponden a 15 enero de 1887, 1901 y 1924: Gran Enciclopedia Aragonesa (1982), 3.174; Blasco (1950); Benito (1980). |
Parece oportuno detenerse un poco en este proceso que acabamos de apuntar en su aspecto más central. A falta de la fuente primaria por excelencia -los Registros de la Dirección General de Telégrafos o de los Gobiernos civiles respectivos-, la Gaceta permite reconstruir la creación de las redes y líneas en España y los territorios bajo su control, evitando así un espigueo largo y no siempre fructífero[43]. Si a sus datos se añaden noticias dispersas, es posible trazar un cuadro provisional para el conjunto del periodo.
Ya conocemos la situación de 1886, fecha en que, tras unos años de regulación estatal, existían siete ciudades importantes con red, entre ellas la capital de España y los núcleos industriales más destacados, es decir Barcelona y Bilbao, junto a una ciudad estratégica-Segovia. En 1887-90, se incorporan a la lista capitales de provincia y ciudades sin peso administrativo pero dinámicas (Gandía), junto a varias ciudades industriales y portuarias, los territorios coloniales (Manila y La Habana), las islas y puntos de significado especial, como Coca[44].
Un giro importante tuvo lugar a partir en 1891 con la aparición de las líneas interurbanas, que siguieron un trazado radial a partir de Madrid, reedición de lo sucedido con el ferrocarril y el telégrafo, las grandes tecnologías reticulares precedentes. Entre 1893-1902, el peso de la extensión de las líneas lo soportaron, capitales de provincia[45], ciudades costeras, prelitorales o isleñas (Mataró[46], Valls, Motril, Denia y Sta. Cruz de Tenerife), de agricultura especializada (Haro, Valdepeñas) o industriales (Reus, Avilés). Igualmente, se incorporaron núcleos menores y uno de significación religiosa e intelectual, a la vez (Santiago de Compostela).
A continuación, en los años 1903-1914, se dio un tímido impulso de la interconexión a través de una segunda oleada de líneas interurbanas y de los grupos telefónicos, que tuvieron un mayor desarrollo en el centro del país y en la periferia mediterránea, especialmente en Cataluña (Anexo 2) pero también en el País Valenciano. De entonces datan los grupos de El Escorial, Palamós, Martorell, Vic, Berga y Elche, estaciones centrales de las que dependían diversas subcentrales (2 en el primero y segundo; 5 en el tercero; 3 en el cuarto y seis en el quinto y sexto). Igualmente, la aparición de nuevos grupos telefónicos privados (La Garriga)[47] o de entidades públicas, como la red provincial de Guipúzcoa, de la que nos ocuparemos más adelante. Finalmente, en estos años se incorporaron un conjunto muy diverso de ciudades interiores (Olot), insulares (Mahón, Ciudadela) o costeras (Cartagena), así como algunas capitales de provincia (Badajoz, Jaén) atrasadas. Sin embargo, otras capitales provinciales se quedaron al margen de las redes telefónicas[48].
La adjudicación, construcción y explotación de las redes no estuvo exenta de incidencias, que comprenden desde anulación de la concesión por incumplimiento de contrato o irregularidades hasta anulación o repetición de la subasta[49]. Pese al atraso, en esta etapa se configuraron algunas compañías de cierta importancia, entre las que destaca el grupo de la Cía. Peninsular de Teléfonos, la única que llegó a tener una presencia destacada en el conjunto del territorio por sus posiciones en redes urbanas y su dominio de la telefonía interurbana. El perfil de quienes presentan los proyectos responde a dos categorías diferentes. Numéricamente, predominaron las compañías diminutas, como Balet y A. Graells, de ámbito puramente local y, por lo general, sujeta a la evolución de las relaciones entre los socios. Los solicitantes individuales se limitaban a una concesión pero en ocasiones aspiraban a posiciones importantes en el ámbito regional, como sucedió con E. Burgos en las redes de Llano del Beal-Albacete y con I. Rebollo en las de Gijón, La Coruña, Oviedo y San Sebastián[50]. El carácter especulativo de las concesiones hizo que no pocas veces pasaran sucesivamente de titular, como ocurrió en Valencia y Zaragoza[51].
En el contexto generalizado de penuria, las noticias sobre el coste de las redes no salen mejor paradas. Tan solo alguna referencia aislada puede acercarnos a esa realidad. Una tasación pericial de la red de Murcia daba un valor de 6.787,6 ptas. a los aparatos y de 6.349,55 ptas. a las líneas[52].
El servicio dejaba mucho que desear por problemas estructurales (baja interconexión) y técnicos no resueltos. Antes de 1915, ni una sola central automática había sido instalada en todo el territorio y la primera no lo haría hasta 1923 en Balaguer. Ello significa que las redes funcionaban manualmente con utilización extensiva de mano de obra, sobre todo femenina[53]. Termómetro poco fiel de la realidad del país, en el Congreso se levantaron voces que sacaban a luz problemas generales o específicos. Algunas atacaban la opción de subastar las líneas como negocio ruinoso para el Estado. Otras denunciaban restricciones al servicio de telefonemas desde algunas localidades[54], retrasos en el comienzo del servicio (Cádiz) o exclusiones de ciudades de la red (Málaga, Sueca y Tuy). Deficiencias en el funcionamiento de las empresas privadas eran admitidas por el propio ministro de Gobernación, como había sucedido años antes[55]. Situados ya con las últimas apreciaciones en una perspectiva del sector desde la demanda, pasemos ahora a desarrollar este aspecto.
Sin olvidar su impacto social[56], el teléfono contribuyó a cambiar el marco económico mundial. Como componente de la transformación de las comunicaciones, sirvió de base para crear un orden socioeconómico nacional y reforzar la unidad política de los estados[57]. Medio rápido y eficaz de transmisión de noticias e información, aceleró las tendencias a la concentración del dinero y el crédito en lugares con mejor acceso a la información y de la industria en las zonas con costes de producción más bajos[58].
Fue en las empresas industriales o de servicios donde el teléfono encontró un terreno fértil para arraigar y extenderse. La razón es que ahorraba tiempo o trabajo en las comunicaciones entre departamentos y ramas de la misma empresa, independientemente de su localización en el mismo edificio o en establecimientos separados por grandes distancias. Además, permitía la transmisión de mensajes complejos y conversaciones, facilitando así el control, la organización y la toma de decisiones[59].
Varios casos conocidos confirman que la introducción del teléfono en las fábricas españolas fue el primer paso para su posterior instalación en la ciudad o pueblo. Ajenos a una significación emblemática, el primer teléfono de Concentaina (País Valenciano) o de St. Feliu de Llobregat instalados respectivamente en el molino de papel de Cartons y en la fábrica Bertrand ofrecen un buen ejemplo de lo que pudo ser una práctica bastante generalizada[60].
A falta de información seriada, si analizamos la estructura de los abonos en 1916, un año relativamente avanzado del periodo estudiado, observamos el peso predominante del sector terciario en el conjunto de abonados al teléfono, con casi la mitad del total. A distancia le seguía la industria con algo más de la quinta parte de los abonados totales. Este panorama general es susceptible de modificación desde aproximaciones locales conocidas, sobre todo en zonas de fuerte presencia industrial. Así pone de manifiesto la composición de los abonados a la Compañía del Telefonía del Vallés por los mismos años, ya que el 38 % de los abonados eran fabricantes[61].
En cuanto a la intensidad de usos, otro aspecto importante de la utilización del teléfono, la penuria de datos vuelve a ser de nuevo la tónica. Sí podemos afirmar a partir de las escasas cifras conocidas que los españoles recurrían muy poco a este medio de comunicación. Ni una sola de las 24 ciudades con datos conocidos, todas ellas de tamaño mediano-pequeño, llegaban a una llamada por hora y línea, como muestra la Figura 3 para la mitad de las citadas.
Figura 3. Intensidad de uso del teléfono en ciudades españolas, 1929. Fte.:Elaboración a partir de Revista Telefónica, enero 1930, p. 48. |
En el contexto del aumento de la telefonía interurbana ya descrito, posiblemente, uno de los rasgos más significativos del periodo en estudio sea la descentralización del servicio creada por la irrupción de las Corporaciones provinciales. La provincia de Guipúzcoa fue pionera en este terreno abrió el camino a actuaciones supraprovinciales, como sucedió con la Mancomunitat de Cataluña. Estamos ante una clara constatación de la importancia del marco institucional en el despliegue de la nueva tecnología de la telecomunicación.
A comienzos de 1908, la Diputación de Guipúzcoa comenzó a mover diversos resortes técnicos y políticos para iniciar una red provincial. En el camino se cruzaron los planes de la ya mencionada Cía. Peninsular de Teléfonos, líder del momento. Inesperadamente, el Gobierno sacó a subasta la explotación y ampliación de la red interurbana del Noreste cuya concesión no caducaba hasta 1910. La adjudicación recayó sobre la compañía concesionaria. La Diputación guipuzcoana retomó directamente las negociaciones y elevó el nivel de las mismas, recurriendo al Consejo de Estado y al propio Rey. Posiblemente gracias a esa mediación, en 1908 una ley otorgó a la Diputación de Guipúzcoa el establecimiento y explotación de una red telefónica que interconectaba las ciudades y pueblos de la provincia. Como medida conciliadora, la concesión, a cambio del 10 % de la recaudación, dejaba intactos los intereses de la Compañía Peninsular de Teléfonos, tanto en el aspecto de las líneas interurbanas como en el de las redes urbanas[62].
Dos fases marcaron la construcción y explotación de las líneas guipuzcoanas[63], siendo protagonistas de la primera las ciudades de mayor importancia. En años sucesivos, la totalidad de pueblos de la provincia fueron incorporados a la red, que tenía una longitud de unos 1.884 km, una estación central en San Sebastián, varias subcentrales y un conjunto de 88 estaciones, con uno o más locutorios. Su cifra total de abonados, que se multiplicó por nueve ente 1910 y 1932, se elevaba en esta última fecha a 3.088, concentrados en su mayoría en cinco localidades[64]. Esta concentración de abonados tenía su prolongación en una concentración de las comunicaciones y de la recaudación. En 1915, por ejemplo, 22 poblaciones, la cuarta parte del total, reunían más de las tres cuartas partes de las comunicaciones, mientras que nueve estaciones arrojaban el 55 % de la recaudación total y tres de ellas sumaban la cuarta parte. En cuanto a su nivel técnico alcanzado, cabe destacar que el grado de automatización era del 26,9 % en 1930, muy por debajo del nivel de la red de CTNE[65].
El segundo ejemplo de descentralización, impulsado por la Mancomunidad de Cataluña, tuvo gran importancia, si bien su duración fue menor y acabó de forma abrupta. Esta entidad supra-provincial achacaba al Estado haber entregado las comarcas más ricas y densas de Cataluña a los grupos privados, sin que ello hubiera supuesto poner el servicio al alcance de la totalidad de pueblos. Según el diagnóstico, de gran severidad para las operadoras privadas, las líneas de la Cía. Peninsular eran suficientes para un servicio reducido pero se quedaban cortas en unas perspectivas de expansión. Por tanto, el método seguido por el Estado no aparecía como el más adecuado para un desarrollo efectivo de las comunicaciones. De ahí a encontrar una salida vía intervención de la entidad en el mercado telefónico mediaba un paso y la Mancomunidad lo dio creando una red propia, más tupida y densa que la del resto de España. En el momento de su liquidación y traspaso a la CTNE contaba con 3.189 abonados y una extensión de 95.932,2 km de líneas, la mayoría tendidas entre 1916-1920[66].
Conviene subrayar que razones de simple cálculo empresarial empujaban a los titulares de redes privadas a asegurar beneficios a corto plazo para sus inversiones, dado el plazo reducido de las concesiones y las elevadas rentas que habían comprometido con Hacienda en las subastas de redes. La necesidad de asegurar la rentabilidad de la inversión desembocaba en una expansión selectiva, concentrando los esfuerzos de preferencia en las zonas que combinaban mayores niveles de renta, economías más terciarizadas, ventajas de emplazamiento, elevada densidad de población y ahorro de costes de primera instalación[67]. Ello explica que la Compañía Peninsular de Teléfonos, blanco principal de las acusaciones, estuviese presente en Mataró y no en Berga, por ejemplo, sin duda un centro fabril pero situado en una comarca geográficamente extrema y con una baja densidad de población[68]. En cambio, el núcleo urbano de Mataró concentraba el 94,6 % de la población y un porcentaje similar de los edificios de la ciudad, al tiempo que su renta equivalía a la de todas las poblaciones de los grupos del Maresme o del Vallés.
El propio carácter de las concesiones conducía a una cambiante estructura del mercado, a medida que iban caducando. La característica primordial era el claro predominio de la iniciativa privada: en 1923, el 36,4 % de los teléfonos existentes eran públicos frente a un 63,6 % que estaban en manos privadas[69].
Desde el punto de vista de la distribución geográfica, el peso de las grandes ciudades continuaba siendo significativo, si bien los resultados de la descentralización y de los esfuerzos de las corporaciones públicas no estatales por extender las redes a nuevas localidades se dejaban notar. En 1921, Madrid y Barcelona, con un 27 % de los teléfonos totales rondaban los 10.000 teléfonos, mientras otras siete ciudades estaban entre 1.000-4.100[70].
La concesión del monopolio a la CTNE dio un vuelco a esta situación, de forma que al final del período aquí en estudio tan solo el 3,6 % de los teléfonos era públicos[71]. Siguiendo las condiciones del contrato con el Estado, CTNE reformó, amplió y modernizó el sistema telefónico español, extendiendo el servicio a nuevas poblaciones, integrando las redes y automatizando una buena parte de ellas.
Figura 4. Distribución del teléfono en España por tamaño de centros, 1930. Fte.: Elaboración a partir de CTNE, Estudio de recaudación y desarrollo, 1930. |
Sin espacio para entrar en detalle del proceso relativo al periodo 1924-1930, afortunadamente con mejor información que en los anteriores, hagamos un primer balance de la situación de 1930. En este año, la mitad de los teléfonos existentes en España estaban instalados en grandes ciudades; Madrid y Barcelona por si solas reunían el 38 % del total general.
En cuanto a la tasa de equipamiento (teléfonos/100 habitantes), eran las ciudades españolas de mayor tamaño las que exhibían una posición más elevada. Dentro de esta característica, hay dos grupos perfectamente diferenciados, el primero de los cuales está formado por Madrid, Barcelona y las ciudades con más de 3.000 abonados, cifra que fija la línea de demarcación con el segundo grupo, formado por las restantes poblaciones.
La intensidad de uso o tasa de utilización era mayor en las dos grandes ciudades que en el resto de gran tamaño y, a su vez, en éstas que en las más pequeñas. Desglosando por ciudades y tomando un conjunto muy amplio de las mismas, en el que no están las mayores, la intensidad de uso del teléfono oscila entre las 3-8 llamadas diarias por estación. Cinco ciudades, cuatro de las cuales centros industriales (Avilés, Vitoria, Alcoy y Elche) destacaban por encima del resto.
En el proceso de transición gradual de las redes locales a las interurbanas, cobra especial interés el grado de interconexión que existía entre las distintas regiones españolas. Aun desconociendo al proceso general, sí podemos aportar algunas conclusiones para el final del período. En general, podemos hablar de baja conectividad con importantes deficiencias en la oferta y de intensidades diferentes según las zonas. Como públicamente se reconocía, los circuitos interurbanos existentes tan solo cubrían el 38 % de los necesarios[72]. Dividiendo el territorio en cinco grandes áreas, en 1930, la zona centro exhibía la mayor tasa de conectividad, con una marcada diferencia respecto a las restantes. En otras palabras, mientras la zona centro concentraba la mayor densidad de tráfico, traduciendo el carácter radial de la red, ninguna de las restantes alcanzaba el 50 % de la tasa de conectividad de la del centro[73].
En conclusión, las líneas precedentes han realizado una aproximación, a la vez de conjunto y con carácter comparativo, a un episodio olvidado por la historiografía del país cual es la difusión de las infraestructuras de la Segunda Revolución Tecnológica en las ciudades españolas. Del estudio, condicionado por la escasez y carácter fragmentario de las fuentes que dificultan establecer cuadros seriados, se desprende un primer contagio rápido pero un proceso lento y limitado. En una Europa lejana de los niveles de difusión norteamericanos, España fue un caso de atraso relativo no solo respecto a los países líderes sino incluso respecto a países de menor potencial económico.
Provincias |
Poblaciones |
Líneas |
Estaciones |
Cuotas |
Álava |
7 |
11 |
22 |
420 |
Albacete |
6 |
9 |
18 |
470 |
Alicante |
6 |
15 |
30 |
475 |
Almería |
2 |
2 |
4 |
55 |
Ávila |
2 |
3 |
6 |
75 |
Badajoz |
5 |
11 |
22 |
135 |
Baleares |
6 |
11 |
22 |
145 |
Barcelona |
26 |
128 |
306 |
1500 |
Burgos |
4 |
4 |
8 |
55 |
Cáceres |
3 |
13 |
25 |
135 |
Cádiz |
5 |
8 |
16 |
115 |
Castellón |
6 |
8 |
16 |
265 |
Canarias |
7 |
23 |
42 |
560 |
Ciudad Real |
8 |
8 |
17 |
160 |
Córdoba |
5 |
7 |
33 |
245 |
Coruña, La |
3 |
5 |
10 |
210 |
Cuenca |
3 |
3 |
6 |
215 |
Gerona |
11 |
29 |
56 |
505 |
Guipúzcoa |
15 |
33 |
66 |
945 |
Guadalajara |
5 |
6 |
12 |
45 |
Granada |
3 |
4 |
8 |
120 |
Huelva |
7 |
18 |
36 |
355 |
Huesca |
5 |
8 |
16 |
135 |
Jaén |
5 |
10 |
22 |
225 |
León |
5 |
12 |
24 |
100 |
Lérida |
4 |
20 |
40 |
220 |
Logroño |
6 |
11 |
32 |
230 |
Lugo |
5 |
8 |
16 |
225 |
Madrid* |
8 |
38 |
86 |
610 |
Málaga |
6 |
27 |
56 |
460 |
Murcia |
7 |
17 |
34 |
200 |
Navarra |
8 |
9 |
18 |
290 |
Orense |
1 |
1 |
2 |
15 |
Oviedo |
16 |
24 |
50 |
1365 |
Palencia |
2 |
7 |
14 |
40 |
Pontevedra |
4 |
7 |
14 |
75 |
Salamanca |
3 |
17 |
34 |
150 |
Santander |
8 |
11 |
22 |
275 |
Segovia |
1 |
1 |
6 |
40 |
Sevilla |
7 |
12 |
24 |
385 |
Soria |
2 |
4 |
8 |
50 |
Tarragona |
6 |
40 |
80 |
260 |
Teruel |
2 |
5 |
10 |
105 |
Toledo |
4 |
9 |
24 |
140 |
Valencia |
36 |
162 |
324 |
7725 |
Valladolid |
2 |
2 |
4 |
10 |
Vizcaya |
7 |
44 |
88 |
1135 |
Zamora |
3 |
6 |
12 |
65 |
Zaragoza |
4 |
15 |
28 |
275 |
Fte.: Elaboración propia. El número de poblaciones de Madrid está infravalorado. |
Red urbana o grupo |
1913 |
1917 |
Barcelona |
4.827 |
8.075 |
Sabadell |
571 |
880 |
Terrassa |
423 |
662 |
Manresa |
349 |
531 |
Palamós |
229 |
267 |
Mataró |
214 |
388 |
Tarragona |
207 |
351 |
Reus |
194 |
346 |
Vilafranca |
153 |
494 |
Martorell |
61 |
227 |
Valls |
¿ |
111 |
Total |
7.228 |
12.332 |
Fte.: Elaboración a partir de AECB, 1914, p. 582 y 1917, p. 444. |
Redes |
Proyecto |
Responsable del Proyecto |
Concesión inicial |
Ulteriores concesiones |
Concesionario en 1903 |
Albacete |
1905 |
E. Burgos |
|||
Alcira |
1908 |
R. Reig |
|||
Alcoy |
1888 |
1888 |
F. Abad Ridaura |
||
Alicante |
1887 |
1887 |
Sociedad García y Villar |
||
Almería |
1888 |
1888 |
J. Domínguez López |
||
Arrecife-Haría |
1899 |
E. Sainz |
|||
Ávila |
1899 |
A. Laforga Crespo |
1900 |
A. Laforga Crespo |
|
Avilés |
1899 |
Sociedad Telefónica de Asturias |
1899 |
I. Sala Sampil |
|
Badajoz |
1910 |
V. de Miguel |
|||
Barcelona |
1886 |
Sociedad Española de Electricidad-Crédito Español |
1886 |
Sociedad General de Teléfonos |
|
Berga (grupo) |
1904 |
J. Balet Graells |
|||
Bilbao |
1886 |
C. Orduña |
1887 |
Cía Peninsular de Teléfonos |
|
Burgos |
1891 |
J. Rivas Bosolo |
1891 |
J. Ahlemeyer Flocek |
|
Cádiz |
1888 |
1888 |
Abarzuza y Cía. |
||
Cartagena |
1888 |
Sociedad Telefónica de Cartagena |
1888 |
J. A. Alajarín |
|
Castellón |
1888 |
1888 |
J. Carpi |
||
Castro Urdiales |
1911 |
Sociedad Telefónica de Castro Urdiales |
|||
Ciudad Real |
1900 |
J. Rivas Moreno |
1900 |
J. Rivas Moreno |
|
Cervera |
1911 |
I. Lladó |
|||
Ciudadela |
1908 |
Conde de la Torre |
|||
Coca |
1889 |
1889 |
Sociedad Falcón, Ruiz y Llorente |
||
Córdoba |
1888 |
||||
Coruña |
1888 |
1898 |
M. Martín Villoslada? |
I. Rebollo |
|
Cuenca |
1898 |
M. Pérez Muñoz |
1899 |
M. Pérez Muñoz |
|
Cuevas de Vera (Almería) |
1899 |
J. Espinosa |
1899 |
C. Espinosa, Vda. de Marín |
|
Denia |
1901 |
Sociedad Telefónica Dianense |
1901 |
Sociedad Telefónica Dianense |
|
Elche (grupo) |
1904 |
E. M. Ripoll |
|||
El Escorial (grupo) |
1903 |
Cía Peninsular de Teléfonos |
|||
El Ferrol |
1907 |
M. Fernández |
|||
Felanitx |
1888 |
||||
Figueras |
1904 |
A. M. Alcañiz |
|||
Hondarribia |
1891 |
M. Fernández Casadevante |
1891 |
||
Gandía |
1889 |
Baja en 1903 |
|||
Gerona |
1903 |
||||
Gijón |
1887 |
Sociedad Telefónica de Asturias |
1887 |
Sociedad Telefónica de Asturias |
|
Granada |
1887 |
1887 |
Sociedad Telefónica de Granada |
||
Haro |
1893 |
A. Marcelino |
|||
Huelva |
1891 |
M. Carbonell |
1901 |
Señores Suárez García |
|
Jaén |
1914 |
||||
Jerez |
1888 |
1889 |
Sindicato Quiebra G. Martínez |
||
Jijona |
1888 |
||||
La Garriga (grupo) |
1907 |
J. Nualart |
|||
Las Palmas |
1890 |
D. Miller |
1890 |
D. Miller |
|
León |
1891 |
R. Cañas; J. Rodríguez |
1893 |
R. Cañas; J. Rodríguez |
|
Lérida |
1904 |
J. Balet Graells |
|||
Linares |
1888 |
Bruna y Cía. |
|||
Logroño |
1894 |
1895 |
F. Valverde Escudero |
||
Llano del Beal |
1904 |
E. Burgos Ba |
|||
Mahón |
1905 |
A. Gómez Cr. |
|||
Madrid |
1886 |
P. Bosch |
1886 |
Cía. Madrileña de Teléfonos |
|
Málaga |
1886 |
1886 |
Sindicato Quiebra G. Martínez |
||
Manresa |
1889 |
A. Graells |
1889 |
J. Balet Graells |
|
Martorell |
1904 |
Cía Peninsular de Teléfonos |
|||
Mataró |
1895 |
Sociedad Gal. Teléfonos |
1895 |
Cía Peninsular de Teléfonos |
|
Mérida |
1914 |
||||
Motril |
1895 |
1890 |
Sociedad Telefónica Lexitana |
||
Murcia |
1888 |
||||
Novelda |
1890 |
||||
Olot |
1906 |
V. Pagès Oli |
|||
Orense |
1905 |
A. Rodríguez |
|||
Orihuela |
1890) |
||||
Oviedo |
1887 |
1887 |
Sociedad Telefónica de Asturias |
||
Palamós |
1903 |
Cía Peninsular de Teléfonos |
|||
Palencia |
1901 |
G. Valiente |
1901 |
G. Valiente |
|
Palma de Mallorca |
1888 |
1889 |
J. Balet Graells |
||
Pamplona |
1890 |
Sociedad Telefónica de Navarra |
|||
Puerto de la Cruz |
1907 |
M. González |
|||
Reus |
1898 |
1898 |
A. Guasch y Robusté |
||
Sabadell |
1888 |
J. Oliva Musté |
1886 |
Cía Peninsular de Teléfonos |
|
Segovia |
1886 |
||||
Salamanca |
1887 |
1895 |
M. Ciller Miñano |
||
San Sebastián |
1888 |
1888 |
I. Rebollo |
||
Sta. Cruz Tenerife |
1894 |
1894 |
J. Rodríguez Martell |
||
Santander |
1887 |
L. Pardo García |
1888 |
Cía Peninsular de Teléfonos |
|
Santiago de Compostela |
1900 |
R. Núñez |
1902 |
Enrique Leiguarda |
|
Sevilla |
1886 |
1886 |
Emilio Fernández Gamboa |
||
Talavera Reina |
1904 |
J. Balet Graells |
|||
Tarragona |
1897 |
1898 |
A. Guasch y Robusté |
||
Toledo |
1890 |
M. Ortiz Rubio |
1890 |
Benigno Balbín |
|
Tortosa |
1905 |
R. Grua Jend |
|||
Torrelavega (grupo) |
1911 |
R. Gálvez |
|||
Valdepeñas |
1901 |
F. Guerrero |
1901 |
Fl. Guerrero Pintado |
|
Valencia |
1886 |
C. Orduña Muñoz |
1886 |
Orduña y Cía.(1890) |
Antonio Mompó (1892) |
Valladolid |
1887 |
1887 |
Emilio Fernández Gamboa |
||
Valls |
1895 |
Sociedad Gal. Teléfonos |
1895 |
Cía Peninsular de Teléfonos |
|
Vic |
- |
Capdevila, Ricart y Cía. |
1897 |
? (1904) |
|
Vigo |
1887 |
1889 |
Banco de Vigo |
||
Villagarcía |
1908 |
M. Sanjurjo |
|||
Vitoria |
1889 |
1890 |
L. Torres Quevedo |
||
Zamora |
1899 |
1899 |
S. Viloria Escarda |
||
Zaragoza |
1886 |
L. Nieva |
1886 |
Cía.Peninsular de T. |
Vda. Hijos de J. Gallardo |
Fte.: Elaboración a partir de La
Gaceta de Madrid y Calvo (en prensa). Vic: Industria e Invenciones,
5 febrero 1897, p. 53; Hondarribia: A. H. H, Sección E, 16, 2. |
* Una versión preliminar fue publicada en Calvo (1995), pp. 491-506 y presentada en la 2002 EBHA Conference, Helsinki, y en la 2006 APHES, Azores. El trabajo ha contado con la subvención de los proyectos DGYCIT PS-01111 y SEJ2005-02788/ECON. Quiero expresar mi gratitud a los editores de esta revista y a todos aquellos que han contribuido a mejorar el texto, incluyendo los evaluadores anónimos. Hago extensivo mi agradecimiento a los responsables y personal de los archivos consultados. No puedo olvidar, finalmente, la colaboración desinteresada y paciente de Teresa Castillo Monsegur.
[1] Capel (1998).
[2] Miller (2006), p. 293-306; Keeling (1995), p. 115-131; Hallström (2005), p. 13-33; Hess (2006), p. 511-545; Troesken (2006), p. 619-630. Tesis doctorales recientes mantienen la misma actitud: Brioch (2005); Rawsons (2005); Duncan (2005); Pender (2005). Idéntica tendencia se observa entre los economistas urbanos, como muestra recientemente O’Flaherty (2005). Sí conceden importancia a las telecomunicaciones Graham (2001); p. 50-55; Schmand et al (coord.) (1990). Para una bibliografía sobre redes de telecomunicación hasta 1992, véase Bakis (1992), p. 309-395; para más detalle: Calvo (1999) y Calvo (2006), p. 411-434.
[3] Para París, véase Bertho (1984), p. 143-155 y Nibart (1991), p. 47-57. Sobre Montreal, véase Poitras (1998), p. 219-237.
[4] Ueda (1998); (1999a); (1999b) y (2001), p.159-172.
[5] Oyon (1993); Urteaga (2003), p. 355-376.
[6] Témime, 1991, p. 121; Aguilar (1990).
[7] Capel (1994), p. 5-61; Capel y Tatjer (1994), p. 23-69; Tatjer (1994), p. 1.065-1.102.
[8] Quedan para otro ocasión aspectos de tanto relieve como el impacto medioambiental de las líneas sobre la estética urbana o la competencia con otras redes técnicas.
[11] Tarr et al (1887), p. 68-69.
[12] Coheen (1990), p. 177; Bertho (1981), p. 213 y (1984), p. 143-155; Jacquet y Lajarrige (1972), p. 72-80; Fisher (1987), p. 7.
[13]M. Pupin registró la patente en 1900: Carré (1994), p. 57.
[14] Robson (1973), p. 175; De Viti de Marco (1890), p. 281 y 294.
[15] Calvo (2006), p. 411-434. En él se explota un documento excepcional para los primeros años del teléfono en Europa: Parliamentary Papers, Reports respecting the Telephone Service in various foreign countries, 1899. La titularidad pública o privada no será permanente.
[17] Holcombe (1906-7), p. 101; Booker-Gros (1981), p. 167-179); Revue Industrielle, 10 de agosto, 1881, p. 316. La relación teléfonos/habitantes en USA duplicaba la de Europa en 1894 (0,4/100 h. frente a 0,2): Lipartito (1994), p. 325-357; La Electricidad, 1 de julio, 1883, p. 154-155. La tasa de equipamiento variaba sensiblemente entre ciudades de distintos países europeos; en 1893, Londres, con 1,6 abonados por 1.000 habitantes, quedaba muy por detrás de Berlín (12,59): The Electrician, junio 1893, p. 141. A juicio de algunos autores, las cifras sobre los primeros momentos del teléfono son raras y poco fiables: Marvin (1988), p. 65.
[18]El Porvenir de la Industria, 12 de febrero de 1892, nº 62, p. 935.
[19] Parliamentary Papers, Reports respecting the Telephone Service in various foreign countries, 1899, p. 26.
[20] Carreras y Tafunell (coord.) (2005), p. 457-460.
[22] El documento es de extraordinaria importancia y obliga a matizar muchas de las afirmaciones sobre estos primeros momentos del teléfono. Con una fuerte insistencia en la seguridad, el proyecto de red costera, presentado por E. Rotondo, agente de la Spanish American Telephone Co. y destacado pionero de la telefonía en España, situaba la estación central en Hondarribia: AHH, Teléfonos, 1881-1923, E-2, 16,2.
[23] Jover-Zamora (1981), p. 340-342; Martínez Cuadrado (1976); Zurita (1994), p. 819-827.
[24] Diario de Sesiones del Congreso (en adelante DSC), Apéndice nº 156, 1882; Brault (1890), p. 335. Otros comentaristas simplemente la omiten: Holcombe (1911), p. 391.
[25]Gaceta, 21 de julio y 15 de agosto de 1884. Estrictamente hablando, no se trataría por tanto de un monopolio administrativo: Mouton (1910), p. 639.
[26] Rebajas en las cuotas de abono a las entidades oficiales, un canon mínimo del 10 % de la recaudación más una cuota fija por abonado, derechos de inspección, fijación de tarifas y elección de tecnología. Señal de incoherencia, en Cuba, las redes telefónicas estaban en manos privadas: Gaceta, 15 de junio de 1886. La recaudación estatal del ejercicio 1890-91por telégrafos y teléfonos equivalía al 0,13 % sobre los ingresos totales de los monopolios y servicios estatales: DSC, 1891, 202, p. 47.
[28] Desde 1886 existían diversos tipos de tarifas según el carácter del servicio (particulares, comunitarios en edificios o en centros de servicios públicos o privados), la distancia a la central y la intensidad de uso: Gaceta de Madrid, 166, 15 de junio de 1886, p. 769.
[30] Martín Aceña y Comín (1994). En lugar de los cinco distritos previstos en los primeros proyectos de telegrafía, el territorio quedó dividido en cuatro zonas con la finalidad de evitar la concentración de las líneas telefónicas interurbanas en una sola empresa de gran tamaño: Calvo (2001), p. 613-635.
[31]AHPNB, Notario I. Plana y Escubós, 1891, fol 1479 ss.
[32]DSC, 1882-1883, 15; 1888, 34, 833.
[33] Las poblaciones son: Mieres (Oviedo), Almería, Sabadell, Vilanova-Geltrú, Vic, Terrassa, Mataró, Cádiz, Haro (Logroño), Málaga, Játiva, Manuel (Valencia). El grado de formación de capital en ese momento era muy bajo (185.502 ptas.): Dirección General del Instituto Geográfico y Estadístico (1888), p. 486. Ciudades de territorios coloniales (La Habana, Tánger) fueron más madrugadoras en la adopción del teléfono que las metropolitanas.
[34]Diccionario (1890), p. 769. La Sociedad Española de Electricidad se hizo cargo de la explotación de la red de Barcelona el 24 de diciembre de 1886: Diario de Barcelona, 26 diciembre 1886, p. 14.948. Vale la pena señalar que se anticipa ligeramente a uno de los períodos de auge de la construcción de edificios (1887-1890), propio del arranque de la Exposición Universal: Tafunell (1994). Caso poco habitual, en Bilbao se enfrentaron dos proposiciones: la de R. Oakley y la de C. Orduña, con ofertas el 24 y 34 % de la recaudación, respectivamente.
[35] Griset (1947). Como ya se ha señalado, costes excesivos y debilitación de la señal en las largas distancias caracterizaban la situación: Sánchez Ron (1992), p. 54. Una solución técnica viable ya en 1887, como era la utilización de conductores con autoinductancia elevada, no se explota de forma industrial.
[36] Galambos (1992), p. 102; Temin (1987); Levin (1994).
[38] Olsson (1992), p. 8; Thue, en SHOT (1992), p. 9. A conclusiones diferentes llegan autores que centran su atención en los primeros años del teléfono y en elementos difíciles de comparar, como las tasas de equipamiento y de utilización: De Viti de Marco (1890), p. 294.
[40] En 1913, USA tenía el 63,7 % de los 14,6 millones de aparatos existentes y una intensidad de uso más elevada: Foreman-Peck (1991-1992), 173. Las cifras de teléfonos por habitante de Gran Bretaña, Alemania o Francia (1,6; 1,9 y 0,7, respectivamente) quedaban lejos de los 9,1 de USA.
[41] Carreras y Tafunell (coord.) (2005), p. 457-460; Zapata (2001), p. 561-596.
[42] Núñez Romero-Balmas (1996a), pp. 593-604.
[43] Las pesquisas para conseguir más información sobre los actos de subastas han resultado infructuosas, con notables excepciones. Una de ellas se refiere a Mataró: Libros del Registro Mercantil de Barcelona, 18, 46. La escasez de datos sobre teléfono en los archivos municipales, en contraste con la abundancia relativa de los de otras redes técnicas, podría explicar en parte la penuria de estudios señalada al comienzo de este trabajo.
[44] Palma de Mallorca, Manresa y Gijón, por ejemplo, ésta inaugurada en 1888: Alvargonzález (1977), 29. No está de más recordar que fue La Habana la que acogió los primeros ensayos de telefonía mundial del inventor y empresario (Telettrofono Company) florentino A. Meucci: Schiavo (1958); Capecchi (1995), p. 28.
[45] Están documentados intentos de establecimiento de redes en Tarragona y en varios pueblos de la provincia desde, al menos, 1894: Arxiu Municipal de Tarragona, Acords. Poblaciones del extrarradio urbano accedieron al servicio telefónico, como sucedió con Badalona, en la que se abrió una sucursal de la central de Barcelona: Industria e Invenciones, 20 de mayo de 1893, p. 165.
[46] La red de Mataró es de 1894: The Electrician, 20 julio 1894, p. 321.
[47] Calvo (1998), p. 15-24.
[48] A iniciativa del exiguo tejido empresarial de Soria, la clase política (Vizconde de Eza) ejerció presiones tardías para incluir la pequeña ciudad castellana en las líneas telefónicas proyectadas: Diario de Sesiones del Congreso, 22 noviembre 1906, p. 4.086. Por entonces, redes ya construídas, generalmente por el Estado (Málaga, Oviedo y Santander), fueron privatizadas. Según J. M. Vidal, en Mahón el primer teléfono lo instaló Francesc F. Andreu.
[49]Gaceta, 17 de febrero de 1899; 8 de julio de 1890; 10 de octubre de 1886; 18 de enero de 1902. Casos de más de una subasta fueron los de Sevilla y Valencia, prueba de un entusiasmo no muy acendrado.
[50] Anuario de la Minería, Metalurgia y Electricidad de España, 1905; Capel (1994), p. 45-46. Llano del Beal era un importante centro minero.
[51] Martínez Aloy [s. a.], p. 188-189; Boletín Oficial de la Provincia de Zaragoza, 10 de agosto de 1886. La red de Valencia pasó al ex-gerente, J. A. Mompó, el 23 de abril de 1892. La de Zaragoza, cuya central cambió de emplazamiento hasta en tres ocasiones sucesivas, tuvo muy posiblemente otro concesionario antes de acabar siendo absorbida por la Cía. Peninsular de Teléfonos: Gran Enciclopedia Aragonesa (1982), p. 3.174; Blasco (1950); Benito (1980).
[53] Lipartito (1994). El sistema automático había sido patentado en 1889 por A. B. Strowger: Atherton (1984). Las referencias obligadas sobre la feminización son Borderías (1993) para España y Green (2001) en la bibliografía internacional.
[59]Foreman-Peck (1994), p. 9 y 16. Necesidades coyunturales pudieron retrasar su introducción en algunas empresas. En 1879, el director de la Cie. Parisienne du Gaz se opuso a la conexión telefónica entre las fábricas y oficinas por considerar que reduciría las responsabilidades de sus subordinados: Berlanstein (1991), p. 93-94.
[60]Molina (1991), p. 261. La instalación de Bertrand databa de 1887-8: AHSFLL, Fons de l’Ajuntament de St. Feliu de Llobregat, 1.4.6, 1910 (cortesía de Mª Luz Retuerta). Entre otras, destacan las líneas particulares de Deutsch Cía. entre su domicilio y la refinería de petróleo de Alicante: Gaceta, 5 de julio de 1893; de la conservera Massó Hnos. entre fábricas y almacenes; de Villarroya y Castellano entre su fábrica de harinas junto al Gállego y Zaragoza: Archivo Municipal de Zaragoza, General e Indiferente; de Hijos de Nolla entre la fábrica de mosaicos de Meliana y las oficinas de Valencia (10 km). Según la prensa, el chasquido de los labios de un beso enviado por la hija del industrial a un familiar pudo escucharse perfectamente: La Electricidad, 15 de julio, 1883, p. 168. El tan señalado caso de la línea particular en Fregenal de la Sierra, en ámbito rural, es absolutamente atípico.
[64] Irún, Tolosa, Eibar, Vergara y Pasajes: Múgica [s.a.], p. 534-535; Red Telefónica de Guipúzcoa (1933), p. 8; Echaide (1923), p. 5. También se enlazaron establecimientos de servicios (balnearios).
[65] Calvo (2006). A diferencia de la primera central automática de la Mancomunitat y de CTNE, que adoptaron la tecnología de Siemens y Standard respectivamente, la red provincial de Guipúzcoa apostó por Ericsson: Echaide (1923), p. 9.
[67] Calvo (1995).
[68]En 1900, la densidad de la comarca del Berguedà era nueve veces más baja que la del Maresme y casi cinco que la del Vallés Occidental. Una de cada seis personas vivía en caseríos, masías o barriadas distantes hasta 5 km del núcleo urbano: Recolons (1974), p. 200.
[69] Calvo (2006).
[70] ITT (1923), inédito.
[71] Calvo (2006).
[72] Bagwell y Gopegui (1930), p. 7.
[73] El distrito Cataluña-Aragón tuvo un papel destacado: Cámara Oficial de Comercio y Navegación de Barcelona, Memoria Comercial 1927, La Académica, Barcelona, 1928.
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