Scripta Nova |
Jordi
Bayona i Carrasco
Centre
d’Estudis Demogràfics y Departament de Geografia de la Universitat Autònoma de Barcelona
jbayona@ced.uab.es
La segregación residencial de la población extranjera en Barcelona: ¿una segregación fragmentada? (Resumen)
Los valores de segregación residencial observados en la ciudad de Barcelona para el conjunto de residentes de nacionalidad extranjera son relativamente bajos, incluso menores que los calculados para otras variables sociodemográficas del conjunto de la población. Al contrario, la heterogeneidad de situaciones es amplia según la nacionalidad, hecho que nos indica diversas pautas territoriales de inserción a la ciudad. Estos mismos valores de segregación, independientemente de su valor, guardan una escasa relación con otras variables, especialmente con la situación en el mercado de la vivienda. Nos encontramos, por tanto, con una inserción de la inmigración similar a la de otras ciudades del sur del continente europeo, caracterizada por bajos valores de segregación residencial para la mayor parte de colectivos y, en cambio, una fuerte precariedad habitacional.
Palabras clave: inmigración, Barcelona, distribución territorial, segregación residencial, vivienda.Residential segregation of foreing population in Barcelona: ¿a fragmented segregation? (Abstract)
The observed values of foreigners’ residential segregation in the city of Barcelona are relatively low, even smaller than the obtained for other socio-demographic variables for the total population. On the contrary, the heterogeneity of situations is variable according to the nationality. This fact indicates the existence of different territorial patterns of insertion in Barcelona. These segregation values had little relation with other variables, especially with housing situation. Immigrant insertion in Barcelona is similar to other southern European cities, characterized by low segregation values and strong precarious housing conditions.
Key Words: immigration, Barcelona, spatial distribution, residential segregation, housing.A inicios del año 2006, con datos provisionales del Padrón continuo de población (www.bcn.es/estadistica), se contabilizan en la ciudad de Barcelona a más de doscientos sesenta mil residentes de nacionalidad extranjera, que por primera vez superan en un recuento estadístico, aunque con carácter provisional, el quince por ciento del total de habitantes de la ciudad[1]. En su distribución territorial, utilizando los diez distritos existentes, es en el centro histórico, Ciutat Vella, donde se alcanzan los valores máximos, aproximándose la población extranjera al cuarenta por ciento de los residentes del distrito (38,5%)[2], al mismo tiempo que se supera en todos los distritos del municipio el umbral del diez por ciento, encontrando la menor repercusión en Horta-Guinardó (11,1%). El rápido crecimiento de los flujos migratorios, y con ello del stock de residentes extranjeros, han intensificado el interés por el proceso de asentamiento, donde la distribución espacial de la población extranjera adquiere una atención especial, sobre todo cuando se constatan situaciones de evidente concentración espacial. Además de la descripción de las pautas territoriales y de su evolución, con diversos ejemplos para la misma ciudad de Barcelona (ver Bayona y Blanco, 2004; Martori y Hoberg, 2004 o Fullaondo, 2003), dos aspectos centran principalmente la atención en frente de la posible existencia de procesos de segregación y concentración de la población extranjera: 1) en su posible relación con los procesos de integración; y 2) en la intensidad y evolución de este fenómeno.
En el contexto europeo más cercano, y durante la reciente década de los noventa, los estudios acerca de la segregación y concentración de la población inmigrada se han incrementado coincidiendo con el progresivo recorte de las prestaciones del Estado del Bienestar, interés que se había iniciado a mediados de los años setenta con el creciente asentamiento de los flujos migratorios y la entrada en vigor de políticas restrictivas. No es hasta fechas muy recientes, en cambio, y coincidiendo con el rápido aumento de los residentes de nacionalidad extranjera, que se incorpora la experiencia de las ciudades del sur del continente. Si en el centro y norte de Europa unos valores de segregación residencial inferiores a los observados en Norteamérica son justificados por el mayor desarrollo del Estado del Bienestar y por un amplio parque de vivienda social (ver por ejemplo a Amersfoort, 1990; Deurloo y Musterd, 1998; Musterd y Winter, 1998; o Bolt y otros, 2002), cabría entonces esperar, en nuestro entorno, una mayor repercusión de este fenómeno. Los primeros estudios realizados que abordan esta cuestión (Malheiros, 2002; Arbaci, 2004), en cambio, nos indican valores de segregación menores que, al mismo tiempo, conviven con una fuerte precariedad habitacional. Segregación residencial y segregación social guardarían, por lo tanto, una relación menor en las urbes sur-europeas. Desde esta perspectiva, el presente artículo quiere añadir el caso de la ciudad de Barcelona a esta comparación internacional, examinando los niveles de segregación residencial de las principales nacionalidades, y relacionándolas con la situación residencial que nos proporciona el Censo de 2001.
El estudio de la distribución espacial de la población extranjera en ámbitos urbanos, desde inicios del siglo XX, se ha centrado en torno al concepto de segregación residencial. En la utilización de esta denominación, en el fondo, se trata la diferenciación espacial de grupos o categorías de población en un territorio determinado, aunque en el debate conceptual no se profundiza en el significado estricto del término, mientras que su medida o los métodos de análisis de ésta concentran gran parte del desarrollo teórico. La noción de segregación implica la distribución desigual de diferentes grupos de población en el espacio urbano. Es en este sentido un concepto de marcado carácter espacial, aunque generalmente incorpora de manera implícita en su uso (pero no siempre en su definición) una fuerte correlación entre diferenciación social y espacial. White (1983) define la segregación a partir de dos ópticas, la sociológica y la geográfica. En el sentido sociológico del término, la segregación se refiere a la ausencia de interacción entre grupos sociales. En su sentido geográfico, la segregación indica la desigual distribución de los grupos sociales en un espacio físico determinado. Uno y otro tipo de segregación no tienen porqué implicar la presencia del otro, aunque probablemente puedan encontrarse relacionados. En este caso se entiende que el espacio, como construcción social, nos traduciría diferencias sociales, en cuanto tanto la misma vivienda y sus características como la localización de ésta aparecerían como claro reflejo de la jerarquía de los barrios de una ciudad. Desigualdad social y valor desigual del espacio se constituirían en los fundamentos de la segregación en las ciudades (ver Ocaña, 2005). Brun (1994), en cambio, aporta una de las definiciones que se utilizan habitualmente, donde prevale el sentido geográfico, y que el mismo autor describe como empírica y descriptiva: “La distinction spatiale entre les aires de résidence de groupes de population vivant dans une même agglomération” (Brun, 1994, p. 22).
La relación entre distinción espacial y social se ve reforzada en la mayor parte de estudios existentes, desde estas perspectivas la segregación es uno de los factores que puede intervenir contribuyendo a la perpetuación de la estratificación social existente, evitando la completa participación social y dificultando las posibilidades de movilidad social. Para ciertos autores, como Van Kempen y Özüekren (1998), detrás del creciente número de estudios sobre la segregación residencial de la población inmigrante realizados en los últimos años en el contexto europeo, existe la preocupación latente dentro de la sociedad receptora en torno de la inserción e integración de dicha población, al mismo tiempo, y de forma indirecta, que se apunta como la existencia de la concentración y segregación pueden restar oportunidades a la evolución de este proceso.
Por lo tanto, el marco conceptual inicial de los estudios de segregación espacial se basa en la idea de que la heterogeneidad social se ve, de una forma u otra, reflejada en el espacio, es decir, que el espacio se puede constituir como espejo revelador de las diferencias sociales. Además, será este un elemento mesurable, y donde será posible comparar su evolución temporal. La cuantificación de la segregación se configura, entonces, en un amplio campo de análisis, con una evidente dificultad en la comparación de los valores obtenidos, ya sea por las diferencias en las delimitaciones de la estructura urbana (específicas de cada ciudad), como en la definición de los grupos a estudiar.
El propio concepto de segregación suscita numerables reservas en su utilización, tanto por la poca consistencia y rigor del mismo (Brun, 1994), como por sus resonancias negativas (Peach, 1996), con un significado que se relaciona con la noción de discriminación, y que puede fácilmente crear una asociación entre creación de hábitat diferenciado en sus características poblacionales con otro tipo de fenómenos como es la marginalización social. Al mismo tiempo, se apunta que la utilización del concepto de segregación para definir la multiplicidad de formas de diferenciación social puede hacer pensar en un mismo sistema causal. Así, el término se utiliza indistintamente con significados no coincidentes: al describir tanto situaciones estáticas como dinámicas, de ser un término descriptivo a ser explicativo, y de actuar como indicador a ser la causa de diversos aspectos de injusticia social (Brun, 1994). En nuestro caso, el concepto de segregación será utilizado de forma neutra, sin presupuesto alguno sobre ventajas o desventajas de la situación, y por lo tanto desligado de visiones deterministas o negativas usualmente impregnadas al concepto. Su utilización, básicamente desde un punto de vista geográfico, podrá ser sinónimo de otros términos utilizados, sea el de diferenciación espacial o el de segmentación del espacio habitado.
Partiendo de la definición más geográfica, y sin connotaciones a priori de ningún tipo sobre la existencia de la segregación, nos encontramos que si un grupo se halla distribuido de manera similar al conjunto de la población, no se puede hablar de segregación. Por tanto, la segregación espacial existe y se relaciona con la sobre-representación de un grupo en áreas determinadas, y toda desviación en relación a la distribución del total de población implica, en menor o mayor medida, la aparición de la segregación. Estas definiciones dependen de la escala del área de estudio: la existencia o no de segregación a un nivel estadístico determinado no implica necesariamente el mismo hecho con un nivel de desagregación diferente.
Después de abandonar la inicial visión determinista de los primeros estudios surgidos en el seno de la escuela de ecología urbana de Chicago, que consideraban la segregación residencial como hecho natural, y por tanto inevitable, del proceso migratorio en un primer momento de su implantación, y sin efectos negativos a largo plazo en la posterior asimilación en la sociedad norteamericana, numerosos estudios se han centrado en conocer las causas que originan la segregación y los efectos, tanto positivos como negativos, que ésta ocasiona sobre el grupo segregado y sobre el conjunto de la población. En un intento de sistematización de la multiplicidad de causas que aparecen en la literatura científica, la segregación espacial, entendida desde una perspectiva básicamente geográfica, seria respuesta y consecuencia de tres factores inductores principales: 1) la segregación por motivos socioeconómicos; 2) la segregación por motivos demográficos; y 3) la segregación étnica o “racial”.
En el caso de la población de nacionalidad extranjera el límite entre los tres mecanismos segregadores es, muchas veces, confuso. El hecho que las poblaciones inmigradas generalmente dispongan de una elevada proporción de población que pueda encuadrarse entre las clases socioeconómicamente más desfavorecidas, provoca por si sola que la segregación socioeconómica aporte un importante factor de diferenciación residencial de la población extranjera en relación con el conjunto de la población. La diferenciación espacial previa del conjunto de la población, o la uniformidad del grupo inmigrado en cuanto a sus características sociodemográficas se constituyen como elementos importantes en frente de la posible segregación, que puede acabar reproduciendo la ya existente entre el conjunto con unas mismas características socioeconómicas. Esta perspectiva, muchas veces se ve dificultada por la ausencia de datos socioeconómicos a escala inframunicipal. A la segregación por motivos demográficos usualmente se le ha prestado menor atención en el análisis de las poblaciones de nacionalidad extranjera (Rhein, 1988), aunque éstas muestren estructuras por sexo y edad peculiares producto de la novedad y características de los flujos, de su ocupación laboral o de la estrategia migratoria utilizada. Una mayor movilidad residencial o una estructura del hogar condicionada por el proceso migratorio son, al mismo tiempo, elementos que influyen en diferenciar a la población inmigrada.
Cuando estos dos grandes conjuntos de causas no acaban de explicar de forma coherente todas las diferencias residenciales existentes, es cuando se puede afirmar que el tercer factor, basado en la etnicidad o la nacionalidad, puede desarrollar un papel importante en la diferenciación social del espacio. Esta, habría de responder a dos grandes grupos de motivos: 1) a procesos endógenos de agrupación; y 2) a situaciones de discriminación. En el primer caso, son aspectos internos al grupo inmigrado, de reagrupación, los que actúan provocando una concentración territorial. Esta perspectiva, en algunas ocasiones deriva hacia interpretaciones culturalistas, aproximaciones rechazadas (ver Van Kempen, 2005) al comprobar como las pautas residenciales de un mismo grupo nacional difieren entre ciudades europeas, considerando por tanto las características de éstas (urbanas, del mercado inmobiliario o laboral) o del momento de llegada, más importantes en la distribución. La discriminación, en cambio, para algunos autores es el principal mecanismo explicativo de la segregación cuando se han controlado las diferencias socioeconómicas y demográficas, y se manifiesta esencialmente en el acceso a la vivienda.
En cuanto a los efectos de la segregación, el debate es incluso mayor, sea tanto el efecto sobre el propio conjunto de inmigrantes como sobre el conjunto de la sociedad. Si desde una generalización del impacto de la inmigración en las ciudades ésta se evalúa como positiva, en un contexto histórico como actual (ver Capel, 1997), a la segregación residencial se le reconocen efectos negativos y positivos, aunque la complejidad existente provoque, según Peach (1996), posibles confusiones: “One of the errors in the literature is attempting to see discrimination in what is voluntary segregation; another is trying to find positive explanations for what is, in fact, enforced segregation” (Peach, 1996, p. 137). La posibilidad de elección residencial es el tema clave para evaluar la segregación, es decir, la segregación residencial se considera según si su formulación responde a un hecho voluntario o involuntario, o de si las poblaciones inmigradas se encuentran sometidas a ésta o bien es posible una movilidad residencial posterior. Una segregación resultante de una decisión no querida y que comporte dificultades para escapar, se asocia a una de las características definitorias del gueto. No en vano, Bauman (2001), indica que el grado de movilidad, o en definitiva de escoger, es en una sociedad de consumo como la nuestra la variable determinante para separar aquellos que se encuentran “arriba” o “abajo” en la estratificación social.
Entre los varios aspectos positivos que se atribuyen a la segregación o concentración residencial encontramos la posibilidad de que la concentración residencial de la población inmigrada favorezca una apropiación del espacio urbano (Simon, 1998), contribuyendo a mejorar la comunicación entre ellos y a la creación de negocios étnicos (Murdie y Borgegård, 1998). En este sentido, las concentraciones de extranjeros son vistas como “puertos de primera entrada” para los nuevos migrantes, permitiendo una adaptación progresiva a la sociedad receptora, con un rol importante en las estrategias de supervivencia posteriores a la llegada a la nueva sociedad, y con una menor conflictividad al residir población con estándares y valores similares. Son estructuras que tienden a “gérer l’adaptation des immigrants tout en maintenant un équilibre entre leur passé et leur devenir” (Simon, 1993, p. 380). En contraposición, las consecuencias negativas adquieren un peso mayor en el debate teórico, y una práctica mayoría en los estamentos político-administrativos. Así, encontraremos que la segregación reduce las opciones de integración social, limitando las oportunidades de participación y contacto con el resto de la sociedad. Sus efectos se producen en múltiples campos, desde cuestiones básicas como la adquisición del lenguaje, las posibilidades de éxito en el campo educativo, o bien en el acceso al mundo laboral, o incluso una posición de desventaja delante de las prestaciones municipales, por su desconocimiento, o en el mercado de la vivienda. Incluso se apunta la posibilidad de que los efectos negativos de la segregación se reproduzcan sobre los descendientes de los primeros inmigrantes, especialmente en el campo educativo y laboral, reduciendo la posible movilidad intergeneracional en la ocupación.
La relación entre segregación e integración
La interrelación entre las pautas residenciales, y en especial cuando se manifiestan signos evidentes de segregación o concentración en el espacio, y el modelo de inserción en la sociedad de llegada, se han configurado como uno de los puntos destacados del desarrollo teórico en torno a la segregación. Inicialmente, y desde los postulados de la ecología humana, la segregación es observada como estadio previo e inevitable en el posterior camino que conduce, progresivamente y con el paso de los años, hacia la asimilación final en el conjunto de la sociedad, en un proceso generacional donde las pautas residenciales se encuentran ligadas estrechamente con el proceso de asimilación. Más adelante, abandonada en parte esta primera aproximación, en cambio, se acostumbra a asumir generalmente una estrecha relación de signo negativo entre la segregación existente y la posibilidad de integración o asimilación en la sociedad receptora, hasta el punto que la segregación puede ser entendida como factor que retarda el proceso de inserción, siempre con el recelo de la posible aparición de situaciones de exclusión social.
No existen, en cambio, pruebas empíricas ni motivos evidentes para establecer la relación entre segregación y no integración en la sociedad, como indica Musterd (2003), remarcando la situación donde grupos con elevadas cuotas de segregación residencial al mismo tiempo se encuentran bien integrados en la sociedad, como es el caso de las clases sociales más elevadas o, entre la población extranjera, aquella que proviene de países desarrollados. Al contrario, una coexistencia espacial no segregada puede esconder intensos conflictos sociales y situaciones de fuerte discriminación.
En un contexto europeo, la posible existencia de la segregación residencial de la población extranjera no atrae demasiado interés hasta mediados de la década de los setenta, sobre todo desde las instituciones político-administrativas, coincidiendo con la evidencia que los conocidos como guest workers no mostraban intención de retorno a sus países de origen (Bolt y otros, 2002). Aunque existe un cierto consenso en considerar históricamente la segregación residencial como factor genérico de la estructura urbana, como plasmación de las numerosas diferencias sociales (Capel, 1997), no será hasta las últimas migraciones internacionales que se reconsidera la situación y se analiza con profundidad en el caso europeo más cercano.
La influencia de las investigaciones previas existentes en Estados Unidos es sin duda considerable, y en especial de las situaciones extremas descritas en la literatura norteamericana, siendo considerados como “the land of urban ghetto and racial confrontation” (Peach, 1975). De esta forma, aparece recurrentemente el miedo a la constitución de guetos en Europa similares a los conocidos en Estados Unidos, en especial en los últimos años, coincidiendo, tal y como ya apuntaban algunos autores a mediados de los noventa (Musterd y otros, 1997), con la aparición de diferentes disturbios en las ciudades europeas donde el componente étnico se encuentra en la base de éstos, al continuo retroceso del estado del bienestar, o a la penetración cada vez más evidente en Europa del modelo cultural americano. La imagen de violencia y desestructuración del gueto norteamericano traspasa a Europa el miedo de la exclusión social de la población inmigrada. Así, existen un número importante de políticas públicas encaminadas a prevenir este posible desarrollo. La presencia en los medios de comunicación de la evocación de los guetos americanos y la adjetivación de ciertos barrios por parte de éstos como tales ha incrementado esta sensación, aunque no se ajuste necesariamente a la realidad (ver Musterd y otros, 1999). Algunos autores, en cambio, afirman a partir de la fragmentación y dualización de las ciudades europeas que: “las ciudades europeas están siguiendo, en buena medida, el camino de la segregación urbana de las minorías étnicas característico de las metrópolis norteamericanas” (Borja y Castells, 1999, p. 126).
Con esta situación, buena parte de los estudios recientes en el contexto europeo (Deurloo y Musterd, 1998; Glebe, 1997; Musterd y Smakman, 2000; entre otros), parten de la diferenciación entre la situación existente en Europa y Estados Unidos, evaluando, en estos momentos, como negativa la posibilidad de creación de guetos en las ciudades europeas. En estos estudios se insinúa como factor clave de diferenciación el desarrollo del Estado del Bienestar. Factores como la redistribución de la renta, el sistema de seguridad social, y un parque de viviendas sociales desarrollado son las tres principales variables apuntadas. Así, la existencia de una menor desigualdad social en Europa en relación a Norteamérica se encontraría en la base de una menor segregación residencial. También se han apuntado otros factores, entre los que destaca la inexistencia en Europa de un grupo inmigrante que posea un historial similar al de los afro-americanos, desde esta perspectiva, el gueto es un proceso que únicamente afecta, en la actualidad, al grupo afro-americano y por tanto es difícilmente exportable en las mismas condiciones al continente europeo.
Siguiendo con este discurso, la percepción de la existencia de un continuado proceso de desmantelamiento del Estado del Bienestar en los países del centro y norte de Europa, es uno de los factores que introduce mayores interrogantes sobre la evolución futura de la segregación residencial en las ciudades centroeuropeas, con una tendencia a orientar la economía hacia un modelo económico más liberal, con una reducción de las prestaciones públicas, incrementando las diferencias en los niveles de renta, con un peso menor de los subsidios estatales, y con un decrecimiento del stock y la calidad de la vivienda social. Estos procesos pueden tener un impacto relevante sobre la población inmigrante, al encontrarse entre los más débiles económicamente, y comportar posibles variaciones en sus pautas de distribución que incrementen la segregación, y que conduzcan a mayores posibilidades de guetización. Musterd (2003), resume en tres los factores que indirectamente son asumidos cuando se expresa el miedo de creación de guetos en las ciudades europeas: 1) los niveles de segregación existentes en las ciudades europeas, aunque menores que en Estados Unidos, pueden ser bastante importantes como para provocar efectos negativos a sus residentes; 2) el actual proceso de inserción de la población inmigrante es insatisfactorio para las administraciones públicas, en especial en los campos educativos y laborales; y 3) la existencia de una relación negativa entre nivel de segregación residencial e integración en la sociedad, atrasando una posible movilidad social ascendente.
En este contexto, el caso español pude representar una aportación relevante en el debate europeo. Los países del sur de Europa, y en especial sus áreas metropolitanas, pueden representar un lugar ideal para corroborar estas hipótesis, ya que el alto grado de propiedad de la vivienda conjuntamente con una intervención estatal poco significativa sugerirían una situación con altos índices de concentración y segregación residencial de la población de nacionalidad extranjera, aunque los escasos estudios que abordan hasta estas fechas la segregación residencial en el sur de Europa contradicen este fenómeno. Malheiros (2002), por ejemplo, con datos de 1996 anteriores a la aceleración de los flujos migratorios, indica que las ciudades del sur de Europa se distinguen por unos niveles de segregación espacial menores, por un alto grado de suburbanización de la población extranjera y por unas pobres condiciones de habitabilidad en comparación a la situación de las ciudades del centro y norte del continente, aunque en dicha comparación, la ciudad de Barcelona pueda asemejarse más a la de las ciudades del centro y norte del continente debido a una baja suburbanización y a unos valores más elevados de segregación. Arbaci (2004), apunta que detrás de unos índices de segregación menores existe una fuerte exclusión social visible en el régimen de acceso a la vivienda y en la calidad de esta. La posibilidad que la exclusión social esté más extendida en los países del sur de Europa, entre ellos España, que en países de migraciones menos recientes, tendría que ser considerada (Arango, 2002).
Demográficamente, la última década del siglo XX ha significado para la ciudad de Barcelona el retorno de la inmigración como fenómeno determinante en su desarrollo. Si la conjunción de una natalidad que se mantiene en niveles bajos, de una mortalidad que crece ligeramente a causa del envejecimiento, y de una movilidad interurbana que continua generando desde mediados de los setenta una perdida de población hacia los municipios vecinos, acababa provocando un continuo decrecimiento del número final de residentes, la irrupción de la inmigración internacional en estos últimos años actúa equilibrando la balanza demográfica barcelonesa, e incluso transformando el signo de la evolución, que después de un par de décadas vuelve a ser positivo. Este movimiento inmigratorio, al contrario que el conocido durante los años cincuenta y sesenta del siglo XX, o bien los años veinte y treinta del mismo siglo, presenta como rasgo singular el hecho de que esté protagonizado por población de nacionalidad extranjera. Así, podemos caracterizar esta nueva inmigración como ampliación tranfronteriza de movimientos anteriores (Domingo, Bayona y López, 2004): durante el primer tercio del siglo pasado los flujos eran originados en las provincias más cercanas, sobre todo de Aragón y Valencia, en los años cincuenta y sesenta se extienden al conjunto de España con especial incidencia en Andalucía Oriental. Esta reciente inmigración internacional enlaza con el proceso migratorio secular procedente del resto de Cataluña y otras regiones españolas (Cabré y Muñoz, 1997), después del interludio que representó los efectos de la crisis económica y el proceso de suburbanización durante la década de los setenta y ochenta, y se sitúa en un contexto histórico donde las migraciones han estado capitales en el mantenimiento y crecimiento de la población urbana. De todas formas, si en épocas precedentes el crecimiento migratorio ha acabado comportando un intenso crecimiento urbanístico, en la actualidad la saturación urbanística de Barcelona ha de producir, necesariamente, nuevas formas de inserción.
Esta nueva inmigración se encuentra en un contexto mundial de crecimiento de la movilidad, característica del cambio económico que se conoce como globalización, y en el marco de unos países sur-europeos que se incorporan, lentamente y a partir de finales de los setenta y principios de los ochenta, a la dinámica inmigratoria conocida por el resto del continente desde mediados del siglo XX, países que en los años inmediatos se han configurado como los receptores más importantes de flujos migratorios en el continente europeo. Como resultado de esta evolución, en poco más de diez años la población de nacionalidad extranjera llega a representar más del 15% de los residentes de la ciudad y a superar claramente los 250 mil empadronados a 1 de enero de 2006, partiendo de porcentajes inferiores al 2% y a los treinta mil residentes en 1996 (ver figura 1).
Figura 1. Evolución de la población de nacionalidad
extranjera en Barcelona, 1986-2006. *los datos a 1 de enero de 2006 son provisionales. Fuente: Censos y Padrones, con los datos del Institut d’Estadística de Catalunya (Idescat) y del Departament d’Estadística del Ayuntamiento de Barcelona. Elaboración propia. |
Figura 2: Composición según el agregado
continental de la población extranjera en Barcelona, 1991-2006. Fuente: Censo de población de 1991, Padrón de 1996, Censo de 2001, con datos del INE y Padrón continuo de 2006, con datos provisionales del Departament d’Estadística del Ayuntamiento de Barcelona. Elaboración propia. |
La latinoamericanización de los flujos, de manera similar a lo sucedido en el conjunto de España (ver Izquierdo, López de Lera y Martínez, 2002; Domingo y Martínez, 2006), es el elemento más importante en la variación de la composición de la población extranjera, conjuntamente con un fuerte rejuvenecimiento provocado por la concentración en las edades protagonistas de unos flujos migratorios recientes, y la masculinización, también derivada de la aceleración de los flujos (y de los procesos de regularización de 2000 y 2001), más evidente al partir de una situación caracterizada en 1996 por la importancia de las mujeres entre la población inmigrada. Así, a inicios de 2006, el 52% de la población extranjera es de nacionalidades americanas, un 23% europea (entre ellos un 70% son europeos comunitarios), un 16% asiáticos y un escaso 9% africanos (ver figura 2). En comparación con Cataluña, la composición de la población extranjera en Barcelona destaca por la menor presencia de africanos (el 28,1% de la población extranjera en Cataluña en 2005), y por el peso de americanos y asiáticos (el 38,7% y el 9% en Cataluña), y ligeramente el de europeos comunitarios (el 16% en relación al 14% catalán). Esta diferenciación es atribuible al papel de Barcelona como área central y de recepción de flujos migratorios, pero en especial a la distribución de la actividad económica en el territorio (Bayona y Domingo, 2005).
En la distribución territorial en los distritos y barrios de la ciudad[3], aunque Ciutat Vella sigue siendo a inicios de 2006 el distrito con la proporción de residentes extranjeros más elevada (el 38,5%), es en el Eixample donde se registra el mayor número de extranjeros (44.366), al igual que sucedía en 2005, al mismo tiempo que la extensión de la inmigración en el municipio sigue siendo la dinámica territorial más significativa. Además de la concentración en Ciutat Vella, que se extiende a los barrios vecinos (Poble-Sec), se reafirman nuevos barrios emergentes. Barrios como Trinitat Vella (con un 28,7% de extranjeros), Ciutat Meridiana-Vallbona (el 24,2%), o Barris Besòs (el 17,8%), adquieren con el paso de los años un creciente protagonismo en la inserción de los nuevos inmigrantes. La mayor dispersión de las nacionalidades latinoamericanas, pero especialmente y de manera creciente la difusión de los marroquíes (el 21% de los extranjeros en Trinitat Vella), y más recientemente la de los paquistaníes (el 28% de los extranjeros en Barris Besòs, o el 20% también en Trinitat Vella), nos dibujan un panorama en la distribución que varia con especial intensidad y velocidad. Estos últimos barrios, mayoritariamente construidos en los años sesenta y setenta, y que acogieron migrantes interiores que en esos momentos habían llegado a la ciudad, vuelven a desarrollar la función de recepción de nuevos flujos migratorios. La inmigración internacional, en este sentido, puede acabar reproduciendo las pautas residenciales de flujos migratorios anteriores, donde las características sociodemográficas de los inmigrantes, y la jerarquía socioeconómica de los barrios de Barcelona expliquen las pautas de inserción por encima de la nacionalidad. Además, ésta es una situación relativamente nueva y que varía a gran velocidad. A inicios de la década de los noventa, e incluso en 1996, estos mismos barrios se situaban entre los barrios de la ciudad con menor proporción de residentes extranjeros, situación que empieza a variar a partir de 2001 y especialmente en los años más recientes.
Tomando como referencia el Censo de 1991 debemos considerar tres factores en el estudio de las pautas de distribución de la población de nacionalidad extranjera para la ciudad de Barcelona: 1) el propio crecimiento de la inmigración internacional, que conlleva la extensión de la población extranjera a todos los barrios de la ciudad; 2) la existencia de pautas territoriales que varían en función de la nacionalidad, con posibles modificaciones en la distribución del conjunto en función de las nacionalidades implicadas; y 3) la posible aparición de variaciones en las pautas territoriales de las nacionalidades, ya sea por una mayor tiempo de estada en el país, ya sea por una composición demográfica de los flujos migratorios que varíen en el tiempo.
Figura 3: División territorial de la ciudad de Barcelona según el Districte y la Zona Estadística Gran. |
1) Barceloneta 2) Parc 3) Gòtic 4) Raval 5) Sant Antoni 6) Esquerra Eixample 7) Dreta Eixample 8) Estació Nord 9) Sagrada Família 10) Poble Sec 11) Montjuïc 12) Zona Franca-Port 13) Font de la Guatlla 14) Bordeta-Hostafrancs 15) Sants 16) Les Corts 17) Pedralbes 18) Sant Gervasi 19) Sarrià 20)Vallvidrera-Les Planes 21) Gràcia 22) Vallcarca 23) Guinardó 24) Horta 25) Vall d’Hebron 26) Vilapicina-Turó de la Peira 27) Roquetes-Verdum 28) Ciutat Meridiana-Vallbona 29) Sagrera 30) Congrés 31) Sant Andreu 32) Bon Pastor 33) Trinitat Vella 34) Fort Pius 35) Poblenou 36) Barris Besòs 37) Clot 38) Verneda Fuente: Departamento de Estadística del Ayuntamiento de Barcelona. |
En los años 1991 y 1996 (ver figura 4), la distribución de la población extranjera se caracterizaba por una evidente polarización espacial (Domingo y Bayona, 2002), visible tanto por la características de los barrios con mayor proporción de inmigrantes como por el perfil por nacionalidades de éstos: en Ciutat Vella, centro histórico de la ciudad, residían mayoritariamente africanos y asiáticos, en Sarrià-Sant Gervasi, distrito con la mayor capacidad económica de la ciudad, eran sobre todo europeos comunitarios, cuando en el resto del municipio la presencia de población extranjera se situaba por debajo de la media, que en 1991 representaba el 1,6% y en 1996 el 1,9% de la población, a excepción del Eixample, con valores similares al conjunto de Barcelona y con una población extranjera caracterizada por la heterogeneidad. A partir del Censo de 2001, y como confirman las sucesivas explotaciones estadísticas del Padrón continuo, se produce una evidente dispersión de la inmigración a todos los barrios del municipio (ver figura 5). Por un lado, se mantiene la concentración en Ciutat Vella, que desde 1991 alberga aproximadamente uno de cada cinco extranjeros del municipio, y donde a diferencia de años precedentes se incorporan entre sus residentes un número importante de europeos comunitarios; desaparece la sobrerepresentación en los barrios más acomodados de la ciudad por el menor crecimiento de los europeos comunitarios y la dificultad de entrada en éstos de otros colectivos; y crece sistemáticamente la proporción de residentes extranjeros en todos los barrios del municipio, proceso relacionado con la mayor dispersión de los latinoamericanos.
1991 |
1996 |
Figura
4. Proporción que representa la población de nacionalidad extranjera sobre el
conjunto de residentes de la Zona Estadística Gran, Barcelona, 1991,1996. Fuente: Censo de población de 1991 y Padrón de población de 1996, con datos del Idescat. Elaboración propia. |
En los últimos recuentos estadísticos, como se ha apuntado, incluso aparecen nuevos barrios con altos porcentajes de población de nacionalidad extranjera, barrios situados en la parte inferior de la jerarquía residencial de la ciudad, donde el incremento de la población extranjera es reciente y acelerado. Partiendo de una situación polarizada, como la observada en los años noventa, actualmente destaca la dispersión, en un proceso dinámico y cambiante que puede dar paso progresivamente a variaciones aún más significativas. En este sentido, Ciutat Vella puede estar desarrollando un papel de puerta de entrada a la ciudad (de hecho, los datos de movilidad intramunicipal para este distrito, no disponibles según la nacionalidad, doblan los conocidos en el resto de la ciudad), y que con un mayor asentamiento de la población extranjera residente pueda producir variaciones más significativas en las pautas de distribución territorial de la población extranjera en la ciudad.
2001 |
2006 |
Figura 5. Proporción que
representa la población de nacionalidad extranjera sobre el conjunto de
residentes de la Zona Estadística Gran, Barcelona, 2001,2006. Fuente: Censo de población de 2001 con datos del Idescat; Padrón continuo de 2006 con datos provisionales del Departament d’Estadística del Ayuntamiento de Barcelona. Elaboración propia. |
La simple distribución porcentual por agregado continental de la población extranjera según el barrio donde residen en la ciudad de Barcelona nos informa de las disparidades entre las pautas de distribución. Como ejemplo, los extranjeros europeos comunitarios llegan a superar el 40% de los residentes extranjeros en Pedralbes, cuando no alcanzan el 2% en Ciutat Meridiana-Vallbona (considerando la UE-15 a 1 de enero de 2005). De manera similar, para los africanos el 28% que representan sobre el total de extranjeros de Trinitat Vella está muy lejos del escaso 2,3% de Sarriá. Qué decir de los asiáticos, casi la mitad de los extranjeros en el Raval (el 48%), para un 4% en Vallvidrera-Les Planes. Esta oscilación, según la nacionalidad, es incluso mayor. Representando el cociente de localización[4] según la ZEG, y para veinticuatro de las nacionalidades con mayores efectivos a inicios de 2005 (ver figura 6), se dejan entrever diferentes pautas de inserción en el municipio. Por un lado, las nacionalidades europeas comunitarias (Alemania, Francia, Italia y el Reino Unido), pero también en los casos de Estados Unidos y México, muestran una pauta clara de inserción que se caracteriza por una evidente continuidad territorial en los barrios con sobrerepresentación. Así, desde los distritos de Sarriá-Sant Gervasi y Les Corts, pasando por el Eixample y Ciutat Vella, resulta una línea que divide a la ciudad, con evidente subrepresentación en el resto del municipio. La residencia en los barrios y distritos con mayores niveles económicos, pero también el centro histórico, en este caso con una presencia reciente y que se identificaría tanto como un proceso incipiente de gentrificación como por una variación en la composición demográfica de estos colectivos, con un mayor peso de población joven, acaban explicando una distribución donde la categoría socioeconómica mantiene un rol interpretativo principal.
Alemania |
Argelia |
Argentina |
Bolivia |
Brasil |
Colombia |
Cuba |
Chile |
China |
Ecuador |
EUA |
Filipinas |
Francia |
India |
Italia |
Marruecos |
México |
Pakistán |
Perú |
Reino
Unido |
República Dominicana |
Rumania |
Rusia |
Ucrania |
Figura 6: Cociente de localización de las principales
nacionalidades extranjeras en Barcelona, 2005.
Fuente: Padrón continuo de 1 de enero de 2005, con datos de la página web del Departament d’Estadística del Ayuntamiento de Barcelona. |
En el extremo
contrario encontramos otras seis nacionalidades (Argelia, Filipinas, Marruecos,
India, Pakistán y República Dominicana), que muestran una alta concentración en
Ciutat Vella (y el barrio limítrofe del Poble Sec), aunque
aparecen otros espacios de concentración ya sean en el vecino distrito de Sants-Montjuïc
o bien en barrios de Nou Barris (Ciutat Meridiana-Vallbona), Sant
Andreu (Trinitat Vella) o Sant Martí (Barris Besòs),
espacios caracterizados por un crecimiento reciente de la
población extranjera, y con características del parque inmobiliario situadas en
la jerarquía inferior de la ciudad producto de su propio origen como barrios,
ya que crecieron a remolque del incremento de población causado por los flujos
migratorios de los años sesenta. Son, además, nacionalidades con perfiles
diferentes, y que se sitúan entre las más masculinizadas o feminizadas (en este
caso filipinas y dominicanas) del municipio, con historiales migratorios muy
dispares, lo mismo que podemos apuntar en los sectores de actividad donde se
ocupan. El caso de la población de nacionalidad china es ligeramente similar,
aunque con mayor dispersión y con una concentración en parte del distrito del Eixample,
donde la actividad comercial y su implantación territorial aparecerían como
factores explicativos de la distribución.
Las representaciones de las once nacionalidades restantes nos aportan pautas menos claras, y caracterizadas por una mayor dispersión en el municipio. En general, con alguna excepción puntual, no residen en los barrios de mayor nivel socioeconómico, muestran una menor concentración en Ciutat Vella, donde incluso para algunas nacionalidades se observa una subrepresentación, y aparecen concentraciones en los distritos de Nou Barris, Horta-Guinardó y Sant Andreu. Son mayoritariamente nacionalidades latinoamericanas y europeas no comunitarias, que mostraran a priori una distribución más similar a la del conjunto de la población, y donde las características socioeconómicas de los migrantes se erigen como fundamentales en la distribución (Bayona, 2006).
Los indicadores de segregaciónHemos utilizado los indicadores clásicos que nos informan sintéticamente de la distribución de una población en la ciudad, y que nos proporcionan en un único valor el resumen de la distribución territorial antes comentada. El índice de segregación[5], es quizás el más conocido y utilizado, calculado empleando dos de las unidades estadísticas que nos proporciona el ayuntamiento de Barcelona, la ZEG (zona estadística gran), que divide la ciudad en 38 grandes barrios, y la ZRP (zona de recerca petita), en este caso con 248 unidades de menor dimensión. En el primer caso, se ha calculado desde el año 1991 hasta 2005, en el segundo se han obviado los datos de 1991, poco representativos con el nivel de desagregación utilizado para el stock de residentes extranjeros de aquel año.
Del análisis de las tablas siguientes (cuadros 1 y 2), se apunta que los valores de segregación residencial del conjunto de residentes extranjeros en la ciudad son reducidos. Los valores obtenidos, tanto utilizando la ZEG como la ZRP como unidades de análisis son bajos, inferiores incluso a los calculados para las mismas unidades estadísticas utilizando otras variables referidas al conjunto de la población, sea este el caso del lugar de nacimiento o del nivel de instrucción. Así, para el año 2001 se ha realizado el ejercicio de comparar los datos obtenidos con los que presenta la población del municipio según el lugar de nacimiento, por comunidad autónoma. A partir de esta comparación, obtenemos que el índice presentado por el conjunto de residentes nacidos en el resto de España sería de 15,1, cifra que ascendería a 25,6 y 24,5 en los nacidos en Andalucía y Extremadura, por ejemplo[6]. En la comparación, estos valores superan los presentados el mismo año por americanos o bien por europeos no comunitarios. Al mismo tiempo, varias nacionalidades se sitúan por debajo de estos mismos valores (ver cuadro 2). La nacionalidad, en este sentido, no nos aporta una pauta espacial desconocida en la ciudad, no siendo la extranjería, por si misma, un factor determinante en la segregación. Igualmente, si se comparan estos valores calculados para los barceloneses según el nivel de instrucción adquirido, el grupo que comprende los estudios primarios, aunque representen casi la mitad de población de la ciudad, nos aporta un valor de 20,1. Tampoco la nacionalidad, en su conjunto, nos sugiere necesariamente mayores niveles de diferenciación espacial que la obtenida a partir del nivel de instrucción.
En cambio, los valores calculados para los residentes con nacionalidades de la Unión Europea, África y Asia más Oceanía son más elevados, en los dos últimos casos doblan el conocido entre el total de extranjeros y se sitúan en unos niveles moderados. Según la nacionalidad, el abanico es incluso mayor. Por un lado, algunas nacionalidades latinoamericanas, sea el caso de colombianos, peruanos, argentinos o ecuatorianos, muestran valores sensiblemente bajos, que nos indican una distribución territorial bastante próxima a la del conjunto de residentes de la ciudad. Al contrario, pakistaníes y filipinos muestran valores extremadamente altos, incluso ascendentes hasta 2001, que nos traducen su concentración espacial en Ciutat Vella. Entre unos y otros valores, con mayor o menor intensidad se sitúan alemanes, franceses y marroquíes. Estas pautas son extremadamente similares utilizando una u otra unidad estadística, creciendo el valor al aumentar la desagregación, con un efecto de cálculo atribuible al mayor número de unidades disponibles, y con diferencias únicamente destacables en el caso de los residentes chinos, donde el cambio de escala si que nos informa de una mayor segregación.
ZEG |
ZRP |
|||||||
1991 | 1996 | 2001 | 2005 | 1996 | 2001 | 2005 | ||
Unión Europea | 36,3 | 31,3 | 30,3 | 28,2 | 33,9 | 32,6 | 30,0 | |
Resto de Europa | 39,8 | 33,7 | 19,5 | 18,5 | 42,0 | 28,5 | 24,4 | |
África | 56,6 | 43,0 | 41,8 | 37,2 | 46,8 | 45,3 | 42,1 | |
América | 21,0 | 16,9 | 15,7 | 12,9 | 20,9 | 19,0 | 16,6 | |
Asia y Oceanía | 41,6 | 42,3 | 47,5 | 40,5 | 46,9 | 49,8 | 43,3 | |
Total población extranjera | 31,6 | 25,0 | 20,8 | 19,2 | 27,3 | 23,0 | 22,5 | |
*para el año 2005 se sigue considerando la UE(15). |
ZEG |
ZRP |
|||||||
1991 | 1996 | 2001 | 2005 | 1996 | 2001 | 2005 | ||
Ecuador | 37,3 | 37,8 | 19,8 | 19,7 | 74,9 | 27,7 | 26,0 | |
Marruecos | 65,8 | 53,2 | 47,9 | 41,1 | 56,6 | 51,4 | 45,8 | |
Perú | 26,0 | 22,5 | 21,5 | 17,8 | 29,1 | 26,4 | 21,8 | |
Colombia | 24,2 | 24,2 | 17,3 | 12,0 | 41,1 | 22,4 | 17,1 | |
Rep. Dominicana | 42,7 | 31,2 | 34,2 | 29,5 | 43,1 | 42,5 | 37,7 | |
Pakistán | - | 69,6 | 70,3 | 64,2 | 75,6 | 71,5 | 68,5 | |
Filipinas | 59,6 | 62,4 | 68,1 | 65,9 | 69,3 | 72,2 | 71,2 | |
Italia | 38,1 | 29,1 | 29,2 | 23,0 | 39,0 | 32,0 | 25,0 | |
Francia | 35,7 | 33,2 | 31,5 | 31,9 | 34,9 | 36,1 | 34,3 | |
Argentina | 22,5 | 19,4 | 21,7 | 17,9 | 29,4 | 27,5 | 22,4 | |
China | 42,4 | 29,3 | 26,9 | 24,2 | 51,1 | 38,6 | 32,0 | |
Alemania | 42,0 | 41,5 | 35,7 | 32,0 | 47,4 | 40,3 | 35,4 | |
Fuente: Censo de 1991, Padrón de 1996 y Censo de 2001,
con los datos cedidos por el Idescat; Padrón continuo de 2005, con datos de la
página web del Departament d’Estadística del Ayuntamiento de Barcelona.
Elaboración propia. |
En los cuadros 3 y 4 se ha calculado el índice de disimilaridad[7], que compara la distribución de dos grupos de población en la ciudad. En este caso, observamos si grupos de población, definidos a partir de la nacionalidad, comparten en mayor o menor grado el territorio. Utilizando la ZEG, tanto para el año 2001 como el 2005, americanos y europeos comunitarios son los que muestran un índice menor, coincidiendo con los grupos que presentaban menores valores de segregación respecto al total. En contraposición, europeos comunitarios y africanos son los dos grandes grupos que comparten en menor grado territorio. En todo caso, los valores son siempre descendientes en el tiempo. Esta misma operación según la nacionalidad nos informa, para las mismas fechas, de una fuerte heterogeneidad en los valores alcanzados. Para el año 2005, el valor máximo asciende a 70,9 al comparar la distribución de peruanos y pakistaníes, y a un mínimo de 9,0 entre franceses y alemanes.
En una comparación internacional, únicamente dos grupos de inmigrantes presentan valores de segregación que pueden ser, en un contexto europeo, considerados como altos. En contraposición, los grupos de nacionalidades con mayores crecimientos experimentados en estos últimos años, latinoamericanos y europeos del este, muestran unos valores significativamente bajos, y menores a la propia diferenciación interna entre el conjunto de habitantes en la ciudad. La segregación residencial de la población extranjera en Barcelona es significativamente menor que la experimentada en otras ciudades del continente con un historial migratorio más extenso, aunque presenta excepciones para algunos grupos nacionales.
2001 |
||||||
Unión Europea (15) | Resto Europa | África | América | Asia y Oceanía | ||
2005 | Unión Europea (15) | --------- | 31,1 | 45,3 | 29,5 | 38,9 |
Resto Europa | 30,2 | --------- | 27,0 | 17,3 | 34,1 | |
África | 40,1 | 25,3 | --------- | 33,8 | 30,8 | |
América | 26,5 | 14,0 | 29,7 | --------- | 37,4 | |
Asia y Oceanía | 36,0 | 32,9 | 26,9 | 32,0 | --------- | |
Fuente: Censo de población de 2001 y Padrón Continuo de 2005,
con datos del Idescat y el Departament d’Estadística del Ayuntamiento de
Barcelona. Elaboración propia. |
2001 |
|||||||||||||
Ecuador | Marruecos | Perú | Colombia | Rep.Dom. | Pakistan | Filipinas | Italia | Francia | Argentina | China | Alemania | ||
2005 | Ecuador | --- | 38,4 | 23,9 | 17,5 | 24,0 | 60,8 | 63,4 | 37,4 | 41,2 | 25,9 | 29,0 | 44,3 |
Marruecos | 34,3 | --- | 50,0 | 40,9 | 28,6 | 34,3 | 54,7 | 50,3 | 52,1 | 40,1 | 47,1 | 55,7 | |
Perú | 22,3 | 43,9 | --- | 18,2 | 31,0 | 72,8 | 63,2 | 34,1 | 38,2 | 24,9 | 26,0 | 43,7 | |
Colombia | 18,7 | 38,1 | 14,3 | --- | 27,4 | 63,2 | 60,6 | 29,0 | 33,9 | 16,7 | 26,6 | 36,0 | |
Rep. Dom. | 22,0 | 26,1 | 30,6 | 25,4 | --- | 55,1 | 59,4 | 41,2 | 45,8 | 31,4 | 34,4 | 50,7 | |
Pakistan | 58,2 | 34,0 | 70,9 | 61,8 | 50,4 | --- | 36,7 | 67,5 | 67,3 | 61,6 | 66,7 | 68,9 | |
Filipinas | 66,2 | 52,8 | 65,7 | 62,3 | 56,9 | 35,7 | --- | 58,3 | 60,1 | 54,7 | 58,7 | 61,6 | |
Italia | 37,0 | 47,2 | 30,3 | 23,5 | 36,2 | 59,6 | 57,4 | --- | 10,1 | 18,3 | 27,7 | 12,5 | |
Francia | 45,3 | 48,8 | 38,0 | 32,8 | 42,9 | 63,0 | 58,2 | 11,9 | --- | 22,9 | 30,0 | 10,4 | |
Argentina | 29,4 | 36,4 | 22,5 | 16,8 | 31,0 | 58,1 | 57,0 | 9,9 | 20,3 | --- | 24,1 | 27,2 | |
China | 29,2 | 40,6 | 22,8 | 22,8 | 31,0 | 63,9 | 60,9 | 25,8 | 32,9 | 22,5 | --- | 36,5 | |
Alemania | 46,3 | 46,1 | 40,7 | 34,3 | 43,3 | 62,0 | 56,9 | 11,7 | 9,0 | 20,2 | 33,9 | --- | |
Fuente: Censo de población de 2001 y Padrón Continuo de 2005,
con datos del Idescat y del Departament d’Estadística del Ayuntamiento de
Barcelona. Elaboración propia. |
El resumen de estos datos nos proporciona el retrato de una situación caracterizada por valores de segregación en general bajos, que conjuntamente con los mapas del cuociente de localización nos permiten distinguir tres modelos territoriales de inserción (Domingo y Bayona, 2005): 1) alta concentración y segregación, que incluye a los residentes con nacionalidad pakistaní y filipina como ejemplos más destacados, y que se caracteriza por una distribución espacial en la ciudad definida por una alta concentración en el espacio, en concreto a Ciutat Vella; 2) concentración y segregación medias, con marroquíes, chinos o dominicanos como nacionalidades más representativas, pero que también incluye a los nacionales de países de la Unión Europea, en este caso, los valores alcanzados son menores que los anteriores, y descendientes en el tiempo, y además de Ciutat Vella para las tres primeras nacionalidades se observarían otros espacios de distribución, en cambio, los europeos comunitarios se encontrarían sobrerepresentados en los barrios con mejores condiciones socioeconómicas de la ciudad; y 3) modelo disperso, con indicadores bastante bajos y con una distribución próxima al conjunto de ciudadanos de la ciudad, pauta representada en la mayoría de nacionalidades latinoamericanas y europeas del este. En estos casos, únicamente en los distritos situados en la parte superior de la jerarquía residencial de la ciudad su presencia se ve dificultada, con una distribución donde primarían las características socioeconómicas de los inmigrantes.
El estudio de las características de la vivienda y de la estructura del hogar nos aportará una información cualitativa importante acerca del proceso de inserción de la población de nacionalidad extranjera en la ciudad, que nos ayudará a interpretar la información recogida con los indicadores de segregación y los modelos territoriales presentados. Nos interesa dar respuesta a una de las principales preguntas que se plantean en torno al debate de la segregación, ¿unos menores niveles de segregación residencial significan un mayor éxito en el proceso de inserción para la población extranjera? y, por consiguiente, ¿las características de la vivienda nos traducen las diferentes formas espaciales de inserción observadas en los indicadores de segregación?
Para esta comparación disponemos de los datos del Censo de 2001, con información para los 91.015 extranjeros residentes en viviendas familiares, un 6,1% de los residentes de la ciudad. Debido al periodo en que se realiza la operación censal, éste recogerá a una población de nacionalidad extranjera que en su mayor parte habrá llegado recientemente a la ciudad, en muchos casos podrá encontrarse en situación irregular, y con una situación familiar y habitacional que se podrá identificar con un primer estadio del proceso migratorio.
La mayor complejidad en la estructura del hogar de la población de nacionalidad extranjera es producto directo de la novedad y aceleración de los flujos migratorios que caracteriza el Censo de 2001, y de su peculiar estructura por edad. El tamaño y tipo de hogar donde habita la población extranjera se caracteriza por su mayor dimensión y diversidad, debido a la extensa red familiar y a estrategias de habitabilidad ligadas a un primer momento del proceso migratorio. La mayor proporción de hogares sin núcleo familiar, múltiples y hogares nucleares extensos denotan esta mayor complejidad en la residencia de la población extranjera (ver cuadro 5). Tipologías del hogar relacionadas con un primer momento del proceso migratorio (ver Domingo, Brancós y Bayona, 2002) se encuentran, por tanto, sobrerepresentadas, coincidiendo con un instante de aceleración de los flujos migratorios, y con una población caracterizada por la relativa novedad de su llegada a la ciudad. La dificultad de acceso a la vivienda, reforzada además con un momento de alta presión inmobiliaria, de aceleración de precios y de bajas proporciones de alquiler, puede además condicionar la estructura del hogar: la mayor complejidad puede traducir estrategias de minimización de costos en el acceso a la vivienda.
|
Hogares con población extranjera |
Hogares sin población extranjera |
Total Hogares |
Hogares Unipersonales | 17,2 |
26,8 |
26,2 |
Hogares sin núcleo | 22,4 |
4,8 |
5,9 |
|
10,9 |
1,1 |
1,8 |
|
11,5 |
3,6 |
4,2 |
Hogares formados por parejas | 47,7 |
56,1 |
55,6 |
|
14,4 |
19,8 |
19,4 |
|
16,1 |
31,5 |
30,5 |
|
7,8 |
2,1 |
2,5 |
|
9,4 |
2,7 |
3,1 |
Hogares monoparentales | 8,7 |
11,2 |
11,0 |
|
0,7 |
1,5 |
1,5 |
|
2,8 |
8,0 |
7,7 |
|
1,5 |
0,3 |
0,4 |
|
3,7 |
1,4 |
1,5 |
Hogares múltiples | 4,0 |
1,1 |
1,3 |
TOTAL | 100,0 |
100,0 |
100,0 |
Fuente: Censo de población y viviendas, 2001 con datos del Idescat. Elaboración propia. |
Figura 7: Población según la nacionalidad y el tamaño del hogar,
Barcelona, 2001. Fuente: Censo de población y vivienda de 2001, a partir de datos del INE. Elaboración propia. |
Los 91.015 extranjeros residentes en viviendas familiares se encontraban en 39.607 hogares, de los cuales en un 51% coincidían con residentes de nacionalidad española. La media de ocupación de estos hogares, de 3,27 individuos, es superior a la del conjunto de hogares, que se situaba en 2,51, con un total de residentes que asciende a 129.691 personas. En la distribución según el tamaño del hogar, es en aquellos por encima de los seis miembros donde la diferencia respecto el conjunto de hogares se acrecienta, en ellos encontramos tan solo el 3,7% de la población española, para un 31% entre la población extranjera, cifra que asciende según la nacionalidad a más del 50% de residentes (ver figura 7 y 8).
Figura 8: Proporción de residentes extranjeros en hogares de seis y más
personas, principales nacionalidades, en Barcelona, 2001. Fuente: Censo de población y viviendas de 2001, con datos del Idescat. Elaboración propia. |
Figura 9: Proporción de la
población según la nacionalidad y la edad residente en hogares nucleares y que
no forman parte del núcleo familiar, Barcelona ciudad, 2001. Fuente: Censo de 2001, con datos cedidos por el Idescat. Elaboración propia. |
En la tipología del hogar se aprecian mejor estas diferencias (ver Laslett, 1972, para la tipología). Dos de cada tres hogares en Barcelona se encuentran formados a partir de un núcleo familiar, por un elevado 26% que se corresponden a hogares unipersonales, tipología relacionada directamente con el envejecimiento, mientras los hogares sin núcleo o múltiples tienen menor implantación (5,9 y 1,3% cada uno). Los hogares con población extranjera se caracterizan también por una elevada presencia de los hogares nucleares (el 56%), aunque destaca la sobrerepresentación de los hogares sin núcleo (el 22,4%). Los hogares unipersonales tienen menor peso (el 17%), y los hogares múltiples alcanzan el 4%.
Entre los hogares nucleares (parejas con y sin hijos y monoparentales, con o sin otras personas), mayoritarios en uno u otro caso, destaca entre los extranjeros la presencia de otras personas. Si entre el conjunto en el 89% de estos hogares no encontramos a otras personas, entre los hogares con extranjeros únicamente el 60% responden a esta tipología (ver figura 9). Existe, por tanto, una mayor propensión a la existencia de otras personas en el hogar, coincidiendo con una concepción familiar más extensa pero sobretodo con un primer momento del proceso migratorio, donde las cadenas migratorias y el apoyo familiar explican esta presencia.
La vivienda y sus características se configuran como uno de los elementos centrales para comprender la distribución de la población de nacionalidad extranjera en un contexto urbano. Si a niveles territoriales superiores la estructura económica o el desarrollo de las vías de transporte figuran entre los factores explicativos más importantes en la distribución, en un entorno urbano es la posibilidad de acceso a la vivienda la que actúa como filtro determinante en esta distribución (ver Kesteloot, 1986). Desde esta perspectiva, la vivienda en relación con la población extranjera ha estado tratada desde dos puntos de vista. Primero, para comprender las pautas residenciales en cuanto ésta condiciona su localización. En segundo lugar, en cambio, como indicador de las condiciones de vida y de la posición social de los inmigrantes, como elemento fundamental para entender el tipo de proceso de integración de la población extranjera.
El análisis del Censo de 2001 nos traduce la precariedad habitacional de la población de nacionalidad extranjera en la ciudad de Barcelona. Su presencia es notable en el parque inmobiliario situado por debajo de los estándares del resto de la población, situación que depende en alto grado de la recién llegada a la ciudad. Menor superficie, mayor antigüedad, mayor proporción de alquiler y una mayor ocupación nos resumen los principales resultados del Censo de 2001. Esta peor situación en el mercado inmobiliario es una característica generalizada para la población inmigrada en otras ciudades europeas (Thave, 1999 para Francia, o Bolt y Van Kempen, 1997, en Holanda), con peculiaridades propias que dependen de la novedad de los flujos y de las características intrínsecas del parque inmobiliario de la ciudad.
La llegada reciente de buena parte de los extranjeros censados en 2001 se refleja en las características de las viviendas donde se encuentran residiendo. La vivienda, entre la población de nacionalidad extranjera acentúa su papel de filtro poblacional. Si para la población en general, la capacidad económica que da acceso a la vivienda acaba segregando la población de forma jerarquizada, entre la población extranjera actúan además los prejuicios que reordenan de forma aún más excluyente las características de la vivienda y su ubicación. Estos prejuicios operan especialmente en el mercado de viviendas en alquiler, donde la mayoría de extranjeros acceden en un primer instante de llegada a la ciudad, descontando el realquiler de habitaciones u otras situaciones de ayuda familiar. En este sentido, cabrá tener en cuenta las diferencias que el mercado de alquiler aporta, tanto en las características estructurales (menor superficie y mayor antigüedad) como en su ubicación (ver por ejemplo Vázquez Varela, 2003, para la ciudad de Madrid).
El parque de viviendas de la ciudad de Barcelona se caracteriza, desde la década de los ochenta, por la práctica estabilización del número de viviendas principales producto de la saturación urbanística de la ciudad. De esta manera, encontramos según el último censo 594.451 viviendas principales, con un leve incremento desde las 579.831 existentes en 1981. Así, únicamente un reducido 7,7% de las viviendas principales son construidas a partir de 1981, un 60% se corresponden al periodo 1951-1980, y un 25% son anteriores a 1940, con una distribución por barrios muy heterogénea en función del desarrollo histórico y urbanístico de la ciudad. Como características principales, encontramos que la media de antigüedad de la vivienda en Barcelona se sitúa en torno a los 49 años. Una segunda variable de la vivienda es su superficie, que en Barcelona se sitúa en 77,7 m2 de media. De hecho, la mitad de las viviendas se encuentran en el intervalo entre 61 y 90 m2, un 22,5% está por encima de esta cifra, y el 27% presenta superficies inferiores. La tercera gran variable que nos define las características de la vivienda es su régimen de tenencia, donde el 68,1% de las viviendas se encuentran el año 2001 bajo régimen de propiedad, por un 28,5% en alquiler. El peso del alquiler es cada vez menor: siendo mayoritario en 1970, con un 62,3% de las viviendas en alquiler, el descenso es significativo y se ha producido con gran velocidad, aunque esta proporción en Barcelona sea, en comparación con otras urbes españolas, aún elevada.
Estas mismas características también se encuentran disponibles para sus residentes. Los valores obtenidos difieren ligeramente en función de la desigual ocupación de las viviendas a partir de sus características, y nos permiten comparar la población según la nacionalidad. Los datos que se presentan brevemente a continuación para la población extranjera son producto de un análisis desde esta perspectiva.
El régimen de tenencia
Es quizás la variable con mayor diferenciación en relación con el conjunto de barceloneses. Mayoritariamente, la población de Barcelona reside bajo régimen de propiedad. El 70,6% de la población total tenía la propiedad como forma de tenencia de la vivienda y un 26% residía en alquiler. Estos mismos porcentajes ascienden al 73,6% entre la población de nacionalidad española en el caso de la propiedad y bajan al 23% en el alquiler. En contraposición, hasta el 73% de la población extranjera reside en régimen de alquiler, porcentaje que asciende al 77% para africanos y americanos, se sitúa en el 69% entre los asiáticos y en el 62% entre los europeos. Esta situación antagónica produce que el peso de la población extranjera entre los que residen en propiedad sea de tan sólo el 2,1%, cuando un 17% de los que viven en alquiler son de nacionalidad extranjera. Este valor incluso aumenta al considerar la edad: entre los 25 y 34 años, uno de cada tres residentes en alquiler en Barcelona es de nacionalidad extranjera.
África |
Asia |
América |
Europa |
Total Extranjeros |
|
Antes de 1961 | 33,0 | 33,9 | 41,3 | 58,9 | 44,3 |
1961-1970 | 28,4 | 28,2 | 33,5 | 56,4 | 36,5 |
1971-1980 | 29,1 | 30,3 | 35,0 | 53,1 | 36,8 |
1981-1990 | 25,0 | 30,7 | 38,0 | 48,4 | 35,8 |
1991-1995 | 19,5 | 28,1 | 32,5 | 40,7 | 30,6 |
1996-2001 | 16,1 | 14,0 | 31,2 | 17,7 | 15,7 |
20,6 | 19,6 | 28,1 | 34,6 | 24,1 | |
Fuente: Censo de población de 2001, con datos del INE. Elaboración propia. |
La tenencia en régimen de alquiler mayoritaria entre los residentes extranjeros depende directamente del año de llegada a la ciudad (cuadro 6). El 24% de propietarios surge de porcentajes inferiores al 15% entre los llegados en los últimos dos años, a cifras superiores al 35% entre aquellos que llevan un mínimo de diez años en el municipio y un máximo del 44% entre aquellos que llegaron antes de 1961, con una correlación positiva entre año de llegada y acceso a la propiedad para todas las agrupaciones continentales y las principales nacionalidades. Además, cabe considerar que el acceso a la propiedad puede ser territorialmente selectivo, tanto dentro del mismo municipio barcelonés como orientando una redistribución de la población extranjera hacia la Región Metropolitana de la ciudad (donde las proporciones de propietarios entre los residentes extranjeros son más elevadas).
La antigüedad de la vivienda
La concentración residencial en Ciutat Vella de la población extranjera es el factor que determina una mayor antigüedad media de las viviendas que estos ocupan. La relación positiva existente entre régimen de alquiler y mayor antigüedad influye también en las cifras presentadas. Así, si para el conjunto de residentes la media de antigüedad se encuentra en 47,6 años, ésta se sitúa en 61,5 entre la población extranjera. Asiáticos, con 78 años, africanos, con 72, americanos y europeos con 57 muestran diferencias significativas en función de su localización en la ciudad, y en especial de su presencia en el distrito de Ciutat Vella. Por tanto, el peso de la población extranjera es mayor en las viviendas más antiguas: hasta el 10,8% de los residentes en viviendas anteriores a 1940 son de nacionalidad extranjera.
% Alquiler | Antigüedad | Superficie (m2) | Habitaciones | |
Total Población | 26,3 | 47,6 | 80,7 | 4,6 |
Nacionalidad española | 23,3 | 46,7 | 81,1 | 4,6 |
Nacionalidad extranjera | 73,1 | 61,5 | 74,3 | 4,2 |
África | 77,1 | 72,2 | 65,6 | 3,8 |
América | 77,7 | 57,1 | 72,3 | 4,2 |
Asia | 69,5 | 77,9 | 71,7 | 4,0 |
Europa | 62,3 | 56,8 | 85,2 | 4,6 |
Fuente: Censo de 2001, con datos del INE. Elaboración propia. |
La superficie
Para el conjunto de residentes, la media se encuentra situada en 80,7 m2, ascendiendo a 81,1 entre los españoles, para 74,3 m2 entre la población extranjera. Por tanto, un residente extranjero reside de media en una vivienda con 6,8 m2 menos. En esta variable, la población de nacionalidad europea se sitúa por encima de la media, con 85,2 m2 disponibles, por 72 m2 entre asiáticos y americanos y 65,6 entre africanos. La segmentación según las características de la vivienda es incluso mayor: en las viviendas con menos de 30 m2, hasta el 18,8% de los residentes son de nacionalidad extranjera. En relación directa con la superficie disponemos también de datos sobre el número de habitaciones. Un residente extranjero, en este caso dispone de media de 0,5 habitaciones menos en cada vivienda (4,7 y 4,2 respectivamente), con un mínimo de 3,8 entre la población con nacionalidades africanas (cuadro 7).
La percepción del estado de la vivienda
Una última variable que nos proporciona el Censo es la percepción del estado de conservación de la vivienda, información recogida en el censo de edificios por los agentes censales y que por tanto no habría de verse influenciada por la percepción de sus residentes. En esta variable, aunque mayoritariamente españoles y extranjeros residan en viviendas de buenas condiciones (el 86% y el 74% respectivamente), hasta un 14% de los barceloneses viven en viviendas en mala situación. Estos porcentajes se elevan al 25,6% entre la población extranjera, situándose en valores del 40% entre africanos y asiáticos. De esta manera, hasta un 11% de los residentes en viviendas que no se declaran en buen estado son extranjeros.
La sobreocupación en la vivienda
Las diferencias antes comentadas en la superficie de las viviendas son incluso mayores si consideramos el tamaño del hogar. Cruzando estas dos variables (superficie media y tamaño del hogar), resulta que cada residente de la ciudad dispone, de media, de aproximadamente 25 m2 por persona[8]. Para la población con nacionalidad española, esta cifra aumenta ligeramente hasta los 26 m2, y disminuye significativamente entre los residentes extranjeros a unos 15,9 m2. Entre éstos, la polarización se magnifica: los europeos comunitarios se sitúan, otra vez, por encima del resto de barceloneses, con 30,8 m2, cifra que disminuye a 18 para los europeos no comunitarios, y a 14,2, 13,7 y 13,5 m2 para americanos, africanos y asiáticos.
Esta relación nos permite hablar de sobreocupación o hacinamiento, considerando la población que dispone de menos de 10 m2 por persona, y de hacinamiento crítico en el umbral de los 6 m2 (ver por ejemplo, Colectivo Ioé, 2005). Este indicador se constituye como uno de los más utilizados para identificar situaciones de precariedad habitacional (ver Myers y Baer, 1996).
En el caso de la ciudad de Barcelona, y según el Censo de 2001, un 22,9% de la población de nacionalidad extranjera dispondría de menos de 10 m2 por persona, y un 4,1% se encontraría por debajo del umbral crítico. Utilizando las agrupaciones continentales, un 29,7% de los asiáticos, un 28,4% de los africanos, pero también un 27% de los americanos, muestran sobreocupación, valor que entre los europeos no comunitarios se reduce al 17,2%, y a un bajo 2,4% entre los comunitarios. Considerando la población de nacionalidad española, únicamente un 1,7% se encontraría en esta situación. Los valores obtenidos en el umbral crítico de 6 m2 por persona son inferiores pero en la misma dirección: 6,2% de los asiáticos, 4,9% de los americanos, 4,5% de los africanos y un reducido 0,7% entre los europeos (0,1 y 1,7% en función de si son o no comunitarios). Para los españoles, el valor es tan solo del 0,08%.
El número de habitaciones disponible por cápita es un segundo indicador utilizado para aproximarnos a la sobreocupación, conocido también como de densidad (Colectivo Ioé, 2005). De manera similar al caso anterior, se puede dividir entre moderado y crítico, según el número de habitaciones disponibles sea menor de 1 o de 0,5. Este indicador produce valores más elevados: para el conjunto de residentes, un 28% se encontraría en la primera situación, y un 2,6% en el segundo. Obviamente, estos valores se multiplican entre la población extranjera, la densidad crítica logra un 26% entre asiáticos, un 25,4% entre africanos y un 21,2% para americanos, para un total del 19,1% entre el conjunto de residentes extranjeros. Sumando a ésta las cifras de la densidad moderada se alcanzarían valores significativamente elevados: el 72% de asiáticos y el 71% de africanos, para un 61% entre americanos, con un valor del 58% entre el conjunto de residentes extranjeros.
A nivel inframunicipal crece el abanico de situaciones presentadas. Por ejemplo, en los metros cuadrados disponibles, la población extranjera dispone de 31,5 m2 por persona en Sarriá-Sant Gervasi, y un mínimo de 11,9 m2 en Nou Barris (cuando para la población no extranjera los extremos varían de un máximo de 34,3 a un mínimo de 21,5 en los mismos distritos). En la sobreocupación, tres distritos muestran los valores mayores, afectando a uno de cada tres extranjeros residentes. En Nou Barris, el 34,3% de la población extranjera dispone de menos de 10 metros cuadrados por persona, en Ciutat Vella esta misma situación afecta al 32,3% de los extranjeros, y en Sants-Montjuïc al 30,6%. La sobreocupación extrema es en cambio ligeramente mayor en Ciutat Vella (6,5%) que en Nou Barris (6,2%). En el resto de distritos los valores de sobreocupación son menores y oscilan entre el 16,7% del Eixample y el 24% de Sant Andreu, aunque en los distritos más acomodados los valores son inferiores al 8%. Por orígenes continentales, la concentración en el territorio es la que marca los valores observados. Así, para los asiáticos es en Ciutat Vella y el distrito contiguo de Sants-Montjuïc donde el 40% de ellos se encuentran en esta situación. Estos mismos distritos muestran valores superiores al 30% entre africanos y americanos. En contraposición, entre los extranjeros africanos cabe considerar también el distrito de Sant Andreu (y en especial el barrio de Trinitat Vella), y para los americanos el distrito de Nou Barris. En ambos casos, y en distritos considerados como emergentes en cuanto a la distribución, ya que la presencia de inmigrantes crece recientemente, se observan pautas de sobreocupación similares o incluso mayores a las de Ciutat Vella.
La sobreocupación en la vivienda no se encontraría relacionada tanto con el barrio de residencia sino con el momento de llegada a la ciudad, con estrategias de acceso a la vivienda y con la concentración. Si la antigüedad de la vivienda se relaciona directamente con la presencia en Ciutat Vella, la sobreocupación afecta proporciones similares de residentes extranjeros independientemente de su nacionalidad y del barrio de residencia en la ciudad. Ciutat Vella para africanos y asiáticos, y Nou Barris para los americanos, se configuran en 2001 como los distritos de primera inserción en el municipio, donde al mismo tiempo se manifiestan los niveles mayores de sobreocupación. En relación con los valores de segregación antes aportados, menores valores de segregación residencial no significan mejores condiciones en el acceso a la vivienda. Se estaría produciendo una segregación en función de las características de la vivienda, menos visible en el territorio y por consiguiente en la distribución.
Tres grandes modelos de inserción nos resumían las pautas territoriales observadas para las nacionalidades en función de su segregación y concentración en el territorio, con nacionalidades con altos valores de segregación residencial, con valores medios, y con valores bajos de segregación, con evoluciones dispares en el tiempo. El análisis de la estructura del hogar y de la vivienda donde residen nos aporta una información complementaria a éstos indicadores, dejándonos entrever la no existencia de una relación directa entre el valor de la segregación espacial observado y su situación habitacional. A parte de la variable socioeconómica, que nos diferencia claramente la situación de la mayoría de los residentes europeos comunitarios del resto de extranjeros, cabe destacar dos hechos que se apuntan como determinantes: la discriminación en el acceso a la vivienda, y la etapa inicial del proceso migratorio donde se encuentran la mayor parte de inmigrantes.
La posible discriminación en el acceso a la vivienda, procedimiento que se produciría especialmente en el régimen de alquiler, para algunas nacionalidades y sobre todo en los grupos más estigmatizados, puede reconducir la localización en el territorio, asignándolos a las partes del parque de viviendas más antiguas y precarias, y se convertiría en uno de los elementos determinantes de la localización inicial de la población de nacionalidad extranjera en Ciutat Vella. Es en la vivienda en alquiler, donde los extranjeros acceden en un primer instante, cuando la posible discriminación puede producirse con más facilidad, tanto por parte de los pequeños propietarios como de las agencias inmobiliarias, discriminación construida a partir de las imágenes y percepciones sobre los diferentes grupos de inmigrantes. Este hecho puede explicar la mayor concentración de marroquíes y paquistaníes, donde un cambio en el régimen de tenencia de la vivienda puede significar una mayor desconcentración, en cuando los mecanismos de discriminación serian menores en el acceso a la propiedad. La segregación con origen étnico, sustentada en el prejuicio, por tanto, se establecería como uno de los principales factores en la constitución de concentraciones territoriales, que por su origen podrían desencadenar en guetos si los extranjeros no son capaces de escapar de esta constricción vía movilidad residencial.
Al mismo tiempo, la distribución de la población de nacionalidad extranjera a nivel inframunicipal nos informa de un proceso de asentamiento marcado por la llegada reciente al municipio, y por tanto condicionada por la transitoriedad y precariedad de este primer estadio de incorporación. La novedad de los flujos, de la misma manera, ha condicionado la existencia de amplias áreas de concentración de la población extranjera, notablemente en Ciutat Vella, que para muchas nacionalidades se establece como espacio de primera incorporación, y que evolucionará en función del posible mantenimiento de los flujos migratorios y del éxito en los procesos de dispersión relacionados con un mayor asentamiento. Este proceso, que se produciría en una segunda etapa del proceso migratorio, puede implicar una progresiva desconcentración en el territorio con el paso de los años, con una evolución creciente de la inmigración a todos los barrios de la ciudad, donde básicamente primen las condiciones socioeconómicas. El incremento de residentes extranjeros observado en los últimos recuentos estadísticos para algunos barrios de la ciudad, especialmente en aquellos situados en la escala inferior de la jerarquía residencial, apuntan en esta dirección. Así, por encima de otros factores, la concentración y dispersión en el territorio observadas actualmente se han de relacionar directamente con los diferentes momentos del proceso migratorio.
Es además evidente, si no se contempla a los europeos comunitarios, la precariedad de la situación residencial de la población extranjera que habita en Barcelona. Las características de la vivienda donde residen es quizás el factor que traduce más acertadamente esta realidad, considerando además que el Censo de 2001 puede subregistrar a los residentes extranjeros en situaciones de mayor precariedad. Los bajos niveles de segregación residencial existentes para algunas nacionalidades, sea el caso de latinoamericanos o europeos del este, no nos informan correctamente de su proceso de asentamiento. Distancia social y distancia espacial, en este caso, no mantienen relación directa. Como en otras ciudades del sur de Europa (Arbaci, 2004; Malheiros, 2002), la posible exclusión social de la población inmigrante no se ve necesariamente repercutida en sus pautas territoriales en la ciudad (Bayona, 2006), y por tanto, reflejada en los indicadores calculados.
Es en este sentido que podemos apuntar la existencia de una segregación fragmentada, cimentada en el acceso a la vivienda, y con una menor visibilidad en la distribución. Por encima de la presencia en un barrio u otro de la ciudad, son las características de las viviendas las que mejor nos traducen la posición social de los inmigrantes, las que en función de sus características finalmente segregan a la población. Territorialmente, esta segregación podría ser observada desde perspectivas aún más reducidas, se produzcan en una calle determinada o en un intervalo de ésta, o incluso en un edificio en particular con condiciones de habitabilidad precarias. Esta situación, que adjetivamos de “fragmentada”, y que prevale en estadios iniciales del proceso migratorio, está marcada por fuertes implicaciones políticas. Actuaciones encaminadas a combatir la concentración, y basadas en una consideración negativa de éstas, no necesariamente significan mejoras en las condiciones de habitabilidad ni en la posibilidad de exclusión social. Estas conclusiones, son aplicables especialmente a los nacionales de Latinoamérica y a los europeos no comunitarios, donde la mayor dispersión no se traduce en una mejora de sus condiciones de habitabilidad. Entre los residentes con nacionalidades africanas, en su gran mayoría marroquíes, o en la mayor parte de los asiáticos, la concentración es una constante en su proceso de inserción, aunque se intuyan movimientos en sentido contrario. La diversidad de poblaciones inmigradas produce que no podamos considerar de la misma forma a todas las situaciones: coexisten en el municipio diversas y diferentes formas o modelos de asentamiento. La diversidad y heterogeneidad de los flujos llegados en esta última etapa migratoria es también un factor que nos diferencia del resto de ciudades del centro y norte de Europa.
En la concentración, en todo caso, es la percepción de ésta para una población determinada el hecho determinante (Domingo y Bayona, 2005). Los colectivos más concentrados en Barcelona, en algunas ocasiones con niveles de segregación similares, son valorados de forma distinta en función de la nacionalidad (europeos comunitarios o no), y del espacio urbano que ocupen. La concentración, por si sola, no es un proceso preocupante: no es la causa de la pobreza, de la exclusión ni una amenaza a la cohesión social de una sociedad, aunque su presencia pueda y suela estar acompañada por estos y otros fenómenos negativos que pueden producirse en un territorio determinado. La concentración y segregación acostumbran a ser síntomas, y no causas, de la falta de oportunidades de una población determinada.
El acceso a la vivienda se configura como determinante: la dispersión de una segunda etapa del proceso migratorio se relacionará con un mayor acceso a la propiedad, con la mejora en el estado de la vivienda y con una menor sobreocupación de ésta. El filtro que aporta el alquiler en unos estadios iniciales de asentamiento puede ser el factor más importante en la distribución de las nacionalidades, donde los prejuicios en torno a una u otra nacionalidad pueden aparecer como factores explicativos esenciales. Un segundo momento en el proceso migratorio, con un mayor asentamiento y mejoras en la actividad, puede acrecentar el acceso a la propiedad, repitiendo las pautas mostradas para el conjunto de la población. La precariedad inicial, puede superarse al conseguir una movilidad social ascendente, posibilidad que depende de la mejora y calidad de su ocupación, y que entre otros factores, repercuta en su vivienda y en las condiciones de vida.
[1] Este trabajo debe considerarse producto del proyecto Demografía e integración social de la población de nacionalidad extranjera en España (SEJ2004-00846), subvencionado por el Plan Nacional I+D del Ministerio de Ciencia y Tecnología.
[2] En el recuento provisional publicado por el Departament d’Estadística del Ajuntament de Barcelona, aparece un número aproximado de diez mil residentes extranjeros en que no consta su residencia en el padrón. Este contingente, en cambio, en los resultados oficiales es adscrito arbitrariamente a la sede del Distrito I, en Ciutat Vella, concretamente en el barrio Gótico, aunque se desconozca su residencia. Se ha intentado, en las cifras que se presentaran, corregir este efecto en la distribución. Al mismo tiempo, las cifras de 2006 tienen carácter provisional, y no han estado corregidas por el INE. En años precedentes, las cifras oficiales han representado un incremento (2002) o decrecimiento (2003,2004 y 2005) en valores inferiores al 5%.
[3] En el año 1984 se realiza la última subdivisión territorial de la ciudad, con 10 distritos y 38 Zones Estadístiques Grans (ZEG) como unidades mayores de subdivisión, en una división que según el Departamento de Estadística se basa en las realidades históricas y urbanísticas de la ciudad (ver figura 3). A grandes rasgos, el distrito de Ciutat Vella se corresponde al casco histórico de la ciudad, los distritos de Sarriá-Sant Gervasi y Les Corts se situarían con los mayores niveles de renda del municipio (www.bcn.es/estadistica), y entre los distritos con mayor crecimiento en los años sesenta y setenta, relacionados con el aumento migratorio anterior, se destacarían los de Nou Barris, Horta-Guinardó y Sant Andreu.
[4] El cociente de localización relaciona la proporción de población de un grupo en un espacio determinado con el del conjunto del municipio, .
[5] La formulación del índice de segregación es: , donde xi es la población del grupo X en la unidad espacial i; X la población del grupo X en el municipio; ti, la población total en la unidad espacial i; T es la población total del municipio, siendo n el número de unidades espaciales del municipio. El valor 100 indicaría que los dos grupos no coinciden en el espacio y por tanto la segregación es máxima, y el valor 0 que sus distribuciones son idénticas y no existe segregación.
[6] Cabe considerar que mayoritariamente es población llegada a la ciudad en décadas de los cincuenta y sesenta, y que el mismo indicador calculado en el censo de 1960 o de 1970 nos aportaría valores muy superiores.
[7] El índice de disimilaridad, de formulación y lectura similar al de segregación, nos compara la distribución de dos grupos de población entre si. Su formulación es: , donde xi es la población del grupo X en la unidad espacial i; X la población del grupo X en el conjunto de la ciudad; yi la población del grupo Y en la unidad espacial; Y la población del grupo Y en el conjunto de la ciudad; y n el número de unidades espaciales del municipio.
[8] Son datos aproximados, ya que provienen de relacionar el tamaño del hogar con las superficies medias de la vivienda, utilizando los intervalos que proporciona el INE, y que pueden, debido a la tendencia a declarar cifras redondeadas, verse más o menos lejos de la superficie real en función del intervalo de referencia.
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