REVISTA ELECTRÓNICA DE GEOGRAFÍA Y CIENCIAS SOCIALES Universidad de Barcelona. ISSN: 1138-9788. Depósito Legal: B. 21.741-98 Vol. X, núm. 218 (71), 1 de agosto de 2006 |
EL LUGAR Y LA REGIÓN EN
LA CARTOGRAFÍA COLONIAL. EL CASO DE
GUADALAJARA Y LA NUEVA GALICIA
Irma Beatriz García Rojas
[1]
Profesor-investigador del DECR,
Universidad de Guadalajara
A fin de contestar a esta pregunta, en un análisis histórico de larga duración, se revisa el contenido escrito, estadístico y gráfico del texto y las representaciones científicas o imaginarias, presentes en la variada cartografía existente para las escalas geopolíticas, geoeconómicas y geoculturales denominadas Guadalajara y Nueva Galicia, a lo largo de los tres siglos de la Colonia.
Palabras
clave: Nueva Galicia, cartografía, representaciones.
Site and Region in colonial cartography. The case of Guadalajar and New Galicia (Abstract)
The American Hispanic conquest and Spanish colonial life were taking place at the same time as the Royal and Viceroy Authorities were producing cartography of the American territory under their rule. Simple maps, baroques maps, technical maps, religious and political maps. Maps that were made, designed or drawn it by artists, cartographers and even the conquerors and the Indians scribes. Moreover, later each Intendencia was interpreted by the Spanish authority in a single way vis á vis its particular geopolitics, geoeconomics and geoculturals characteristics. This is the case of New Galicia and the Intendencia of Guadalajara, whose mapping representations during the Spanish Colony have been studied by me. This paper tries to demonstrate the geopolitics, geoeconomics and geoculturals relationships between the Spanish Crown and its ultramarine territory, such as New Galicia and Guadalajara.
Key words: New Galicia and Guadalajara, Mapping, Representation.
Introducción
La conquista y colonización españolas en el occidente del actual México tuvieron lugar siguiendo tanto los mecanismos generales aplicados en todo el “Nuevo Mundo”, como de acuerdo con características particulares geográficas y etnológicas de los lugares y la región que constituyeron el Reino [2] e Intendencia [3] de Nueva Galicia. Se trataba de una región poblada por grupos indígenas dispersos, cuyas muestras de cultura en ese momento no fueron detectadas y, en cambio, sí mostraban un carácter indómito y belicoso que hizo que los conquistadores cambiaran de lugar de residencia repetidas veces, siempre evitándolos y relegándolos, sin que se diera un mestizaje amplio y profundo.
La búsqueda de metales preciosos por parte de los conquistadores pronto fue recompensada, tanto en el territorio actual de Bolaños, Jalisco [4] , en la Provincia de Compostela [5] , como en la región de Guadalajara [6] y particularmente en lo que ahora es Zacatecas [7] , de tal manera que la ciudad de Guadalajara, desde apenas fundada (1542) y, particularmente desde que fuera nombrada sede del obispado de Nueva Galicia y Audiencia por Real Cédula de 1548 [8] , fue un lugar dedicado a actividades relacionadas con la justicia, la administración y el comercio de las riquezas del reino, al grado que llegó a considerársele por sus autoridades y estudiosos, como poseedora de una “vocación comercial”. La Audiencia de Guadalajara llevó a cabo esas actividades con una gran independiendencia del virrey [9] .
La región y los lugares mineros, urbanos, agrícola-ganaderos y lacustres que se fueron creando o identificando en Nueva Galicia, pronto fueron medidos, dibujados y trazados en mapas. Estos, junto con las descripciones escritas, constituyen representaciones donde sus autores directos, intelectuales y políticos desplegaron tanto el conocimiento geográfico existente, como la mentalidad dominante del momento: aquella que quería demostrar plenamente el dominio de la cultura occidental sobre el territorio y personas recién contactadas y, más tarde, sobre los dominios ya establecidos. A los mapas y planos de esta región y sus lugares, a sus formas y contenidos lógicos e imaginarios nos vamos a referir a continuación, ejemplificando con algunas cuantas cartas de las muchas existentes.
La región y sus representaciones
Establecida la dominación española en la región central y sur del hoy México, “Nuño de Guzmán para emular las hazañas de su rival, el conquistador Hernán Cortés, se dispuso a invadir las provincias situadas al occidente”, a partir de 1529 [10] . Existía, por razones estratégicas, la disposición de la Corona española de limitar el mapeo a solo sus cartógrafos y de restringir la posibilidad de que “se representara dentro de la cartografía europea la toponimia interior y las divisiones político religiosas de sus posesiones en América” [11] . Además esta cartografía era muy centralizada, pues existía la obligación de controlar a los cartógrafos reales, “que a menudo venderían su conocimiento si el precio era justo” [12] .
Sin embargo, el Imperio iba incrementando el conocimiento de esos territorios, al tiempo que el imaginario que despertaba se registró por escrito y en pinturas o mapas. Los primeros mapas fueron los hechos o demandados a Moctezuma por los mismos conquistadores (para comenzar con Hernán Cortés) [13] . Y por supuesto, muchos fueron los mapas que registraron, junto con lo que comprendía el virreinato de la Nueva España, el territorio que ya se había reconocido como del Reino de Nueva Galicia (incluyendo el Mar Chapálico). Es el caso del “Plano del virreinato de Nueva España en 1579”, perteneciente al atlas Theatrum Orbis Terrarum de Abraham Ortelio [14] , que anuncia mostrar una “nueva, magna, reciente y verdadera descripción” (figura 1). O bien los cuatro mapas idénticos con excepción de las leyendas, cuya cartela precisa que se trata de “Nova Hispania et Nova Galicia”, muestran la zona occidental del Virreinato, y registran en distinta medida tipográfica los nombres de los lugares existentes, reflejando una graduación de tamaño e importancia de las poblaciones representadas [15] . La información hidrográfica y geopolítica de la carta original del siglo XVI (figura 2) y las tres copias del siglo XVII, está completada con imágenes de animales propios de la región [16] y de “castillos” u otra construcción de aspecto europeo feudal, en las principales “ciudades” [17] , para acentuar el carácter hispano de las polis que recién surgían.
Figura 1
Plano del virreinato de Nueva
España en 1579
Fuente: Cartografía
de Nueva Galicia, p. 3.
El original se encuentra
en el Servicio Geográfico del Ejército de Madrid, sección
mapas y planos. Perteneciente al atlas Theatrum Orbis Terrarum de
Abraham Ortelio, Séptima edición latina, lámina sexta,
impreso en Amberes por Cristóbal Plantino y grabados los mapas por
Francisco Hogemberg (en color).
Figura 2
Mapa de la zona occidental del
Virreinato, procedente de los atlas de Janssonio y Blaew (siglo XVI)
Fuente: Cartografía
de Nueva Galicia, p. 5.
Los originales se
encuentran en el Servicio Geográfico del Ejército de Madrid,
British Library y Biblioteca Nacional de París.
Una vez que
las tierras occidentales de Nueva España adoptan el nombre de Nueva Galicia,
se aprueban los repartimientos de indios, y se inicia la organización
administrativa con acento hispano. Parte de lo que era esta región en
1524 aparece en el “Mapa prehispánico del Anáhuac”, según
la muestra Francisco Javier Clavigero en su Historia Antigua de México,
editada en 1780. Se trata de un mapa que da cuenta de los dominios prehispánicos
“del Anáhuac o imperio Mexicano” (figura 3) con una toponimia en náhuatl
con el que recuerda el carácter prehispánico del territorio, pero
con una iconografía cartográfica plenamente occidental.
Figura 3
Mapa del Anahuac o sia L’Imperio
Mexicano i Regni d’Acolhuacan e di Michuacan”, 1524
Fuente:
Historia
Antigua de México de Francisco Javier Clavijero, editada en
1780 que se encuentra en el Servicio Geográfico del Ejército
de Madrid. Tomado de Cartografía de Nueva Galicia, p. 15.
Otros mapas
también resaltaron las características culturales de las poblaciones
que ocupaban esta región. Entre ellos destaca el “Mapa de las zonas limítrofes
entre las Audiencias de México y Nueva Galicia, levantado a mediados
del siglo XVI” (figura 4). Este mapa, que data aproximadamente de 1550
[18] sugiere mediante representaciones y símbolos arquitectónicos
y culturales occidentales, la existencia de un lugar “culto” por habitado y
de hecho carente de espacios vacíos, pero no reconocidos. Muestra la
riqueza etnográfica del Obispado que se establecía para salvar
almas “primitivas” y posesionarse sobre las riquezas a ellas pertenecientes.
Se observan indígenas del noroeste del río Santiago en combate
[19] . Esta violencia y actitud destructiva representada, coincide con lo
descrito en la “Relación de la ciudad de Compostela”
[20] y trata de dar sentido a los actos de conquista. Guadalajara está
en el centro -como lugar fundamental-, representada por símbolos propios
de una ciudad medieval europea: un cuadrilátero amurallado y dividido
en cuatro zonas en las que están torreones y casas fuertes. El sur es
presentado como un lugar poblado por indios cocas y texcuecos o tecuexes. Este
mapa acompañaba a la “Probanza de la ciudad de Guadalajara y demás
pueblos de Nueva Galicia y Michoacán sobre los límites y mudar
la silla de Guadalajara a Compostela”
[21] .
Figura 4
Mapa de las zonas limítrofes
entre las Audiencias de México y Nueva Galicia, levantado a mediados
del siglo XVI o Mapa del Obispado de Compostela.
Tomado de: Banco Industrial
de Jalisco (editor) (1986) Cartografía de la Nueva Galicia, 2ª
ed., Textos, interpretación y transcripción de Leopoldo Orendain
y Salvador Reynoso [Guadalajara]: Banco Industrial de Jalisco, p. 22-23.
Por su parte, las necesidades concretas e inmediatas que tenían los conquistadores dieron lugar a la elaboración de sencillos mapas y planos. Este es el caso del dibujo situacional, “para orientación rápida” elaborado por Pedro Cortés (figura 5) entre 1550-1560, apenas creada la Audiencia de Nueva Galicia. Representa el camino (cruzado por otros) que iba desde México a las costas de Nueva Galicia, que va casi en paralelo a una cordillera, quizá la Sierra Madre Occidental. Destaca las desviaciones hacia Zacatecas, Guadalajara y Puerto de la Navidad y da cuenta en su texto escrito de las distancias en leguas, que había entre México y los diversos y distantes lugares, cuya presencia era necesaria en los mapas, para señalar la obra de civilización emprendida: Veracruz, Acapulco, Michoacán, Compostela y Culiacán.
Figura 5
Dibujo situacional, “para orientación
rápida” elaborado por Pedro Cortés entre 1550-1560.
Fuente: Cartografía
Histórica de Nueva Galicia, p.25
Otros mapas fueron levantados durante la Colonia, para ubicar con científica precisión el reino de Nueva Galicia y para registrar todos los accidentes geográficos de la región, principalmente ríos, montañas, lagos, “situados entre los 22 y 32 grados de Latitud Boreal y entre los 256 y 271 de Longitud a el respecto de la Isla de Tenerife” [22] .
El 5 de abril de 1528 la Corona había instruido a la primera Audiencia de México y a las órdenes religiosas ya establecidas para que remitieran a España descripciones de las provincias bajo su jurisdicción, y años más tarde, también se estableció la elaboración de “pinturas” de todo lo “ilustrable” [23] . Entre ellas destacan las Relaciones geográficas que el rey de España, Felipe II ordenó, por real cédula, a través del Cronista Mayor-Cosmógrafo, se hicieran “para la descripción de las Indias [...] para el buen gobierno y ennoblecimiento de ella” [24] . Los “virreyes o audiencias y otras personas del gobierno” enviarían estas “memorias” de los “pueblos de Españoles y de Indios” a su Majestad y al Consejo de Indias [25] .
Este procedimiento fue seguido a partir de ese momento, como se puede ver en planos de distintos pueblos neogallegos de finales del siglo XVIII. Hay aquellos que dan cuenta de los puntos cardinales, más del centro mismo, donde ubican al pueblo en cuestión, como el de Hostotipaquillo (1777), dominados por la composición geométrica, o como los de los pueblos de Tequila de 1772 y La Barca, del mismo año. En muchos de ellos ocupan un lugar destacado las representaciones de iglesias, remarcando el ejercicio de evangelización, ya que, además “las iglesias y los caminos españoles se superponen a los signos indígenas de caminos, ríos y colinas, del mismo modo que la sociedad española se superpone a la india” [26] .
El lugar ciudad
Para los conquistadores, el hoy occidente del país era parte de un territorio que daba fe del poder de la Corona, que se poblaría “en nombre de su Majestad y en su real nombre” guardaría y mantendría “en paz y justicia” [27] y, por lo tanto, servía para el engrandecimiento del reino en su conjunto o solamente de la sede y la institución de la Corona. Del registro gráfico de los territorios en los que en algún momento hubo el intento de ser asentada Guadalajara [28] , no se tienen más muestras que el insertado como Figura 4. Y las investigaciones en archivos nacionales y el de Sevilla no han aportado ningún plano si no hasta 1731 [29] .
Los planos que se elaboraron de Guadalajara con motivo de la introducción de agua entre 1731 y 1753 (el primero de ellos figura 6) son expresión cabal del dominio y la conquista que ejerciera el Reino español y donde se concretara el potencial “urbanístico” hispano. Por el reducido tamaño y la sencillez de la ciudad que estos planos muestran, podría suponerse un consonante valor para la Corona. Sin embargo, la precisión de su trazo –en damero- representó la ejecución de todo un proyecto de ciudad basado en las ideas de “orden y concierto”, más el de seguridad, elementales para el tránsito de la aldea a la ciudad [30] . El plano de 1741, nos habla además de la forma y disposición del espacio que se le había impreso a la cabecera política y comercial de la Nueva Galicia, y de la intención de “hermosear y beneficiar” a esta ciudad con la conducción del agua de la Real Caja, de acuerdo con “la Real Piedad de su Rey y Señor Felipe V” [31] .
Figura 6
Plano de Guadalajara 1731
Sin autor. Plano parte
del Expediente de Conducción de agua para la ciudad, Archivo
Histórico de Guadalajara.
En ese contexto, el origen mismo de la ciudad de Guadalajara fue obra de la Monarquía española que consideraba al territorio no nada más como botín -en tanto fuente de riqueza por sus tierras y metales- por ser apropiado a través de encomiendas y repartimientos y, a futuro inmediato urbano, apropiado mediante la concesión real y posesión de solares “yermos”, “libres y realengos” [32] , sino como objeto de propiedad inmanente, como espacio que podía moldear a su antojo y de acuerdo con sus necesidades: como ejercicio de un acto de poder que otorgaba “Su Majestad”. La Corona española desde 1573 establecía el “sitio, tamaño y disposición de la plaza”, en función de su localización, de sus funciones futuras y del número de vecinos que albergaría, según lo precisa el Libro IV, título VIII Ley IX y la Ley XVI, de las Leyes de Indias, promulgadas por Felipe II.
Los españoles también crearon ciudades mineras en Nueva Galicia, entre ellas Zacatecas. El valor económico que para la Corona tuvo la “muy noble y leal, capital de su Provincia en la Nueva Galicia, obispado de Guadalajara de donde dista sesenta y cinco leguas y de la de Mexico (sic) ciento y treinta” [33] se muestra en el plano que en 1799 realizara Bernardo Portugal. Este plano da cuenta del número de los habitantes de Zacatecas y detalla el nombre de sus principales edificaciones. También señala las características del “temperamento” que la ciudad tenía (“seca y húmeda”), de acuerdo con los astros que la dominaban y coloca al Sol como constante luz que le da realce, junto con su emblema soportado por dos ángeles, que tan el toque “espiritual” impreso por la evangelización.
Zacatecas fue así el lugar-botín, de explotación y saqueo, en tanto que Guadalajara, fue un lugar más que se agregaba a la riqueza que significaba la posesión per se de la tierra apropiada, ya “civilizada”. Pero por ello mismo, Guadalajara podría haber sido “la ciudad perfecta”, el foco de la “función civilizadora de reducción” [34] , la puesta en práctica de la idea de ciudad que imperaba [35] .
La ubicación en el territorio novohispano
de las ciudades españolas durante la época colonial refleja
las diversas etapas de la colonización: va de una fase marcada por
el dominio de las zonas centrales de antigua población indígena,
a otra ligada al establecimiento de centros mineros y otra más de fuertes
y presidios
[36] y también de “ciudades-territorios-puente”, como Guadalajara,
que servían como lugares de avanzada en la colonización, de
“rescate de la barbarie” de las tierras nuevas, hacia el Noroeste y California,
donde no había “indios de paz” que trabajaran para los conquistadores,
“ni instituciones que les dieran lo que no habían ganado”
[37] y donde el paisaje iba transformándose por el cultivo de productos
ajenos
[38] al nicho ecológico original. De tal manera que llega un momento
que Guadalajara, en el occidente central de Nueva España, funciona
como centro control de actividades comerciales. Esto sería reforzado
por las reformas borbónicas en el siglo XVIII, pues dan mayor fuerza
a las provincias gracias a la libertad de comercio que demanda mayor movilidad
y a que se promueve la agricultura local. Al mismo tiempo, reducen el poder
de los intendentes al disminuir las audiencias y con el surgimiento de “verdaderas
capitales locales interpuestas entre los distritos y la ciudad de México”
[39] , como Guadalajara.
Figura 7
Plano de la ciudad de Guadalajara,
capital del Reino de Nueva Galicia como se hallaba en 1800.
Fuente: INEGI (1988)
Atlas
cartográfico histórico, Aguascalientes: INEGI, p. [173].
Las minas
Figura 8
Plano de la población
de la mina de Nuestra Señora de la Concepción de la Sierra
de Pinos,
Nueva Galicia. 12 de noviembre
de 1603
Fuente: Archivo Histórico
de Jalisco, PL, 4.2, 1603, 497, Rf-2.
El sentido práctico y el valor económico de los recursos ahí obtenidos, es decir, su carácter geoeconómico, era el dominante en la cartografía de los pueblos o ciudades mineras, cuyos “vitúmenes y jugos de la tierra” pertenecían a la Corona, la que determinaba quién habría de explotar las riquezas que contenían [43] .
El lugar rural: campo
Aunque la tradición tomista de la cultura europea considerara a la vida rural como resultado del infortunio y de las carencias, ya que el hombre es “naturalmente” un habitante de ciudad, la organización social colonial fue fuertemente agraria y se abastecía a sí misma por medio de un sistema ordenado de bienes que provenían del campo circundante que quedaba bajo dominio de la ciudad [44] . Por voluntad real y por voluntad divina, las tierras americanas habrían de cultivarse sin que ello significara una explotación [45] , primero para asegurar la existencia de los conquistadores y colonizadores, y luego para obtener el provecho que consideraban legítimo, de acuerdo al derecho de conquista y de acuerdo a la concepción divina de la naturaleza en el Cristianismo [46] , en la que el hombre, al haber sido “creado a semejanza de Dios” está por encima de las demás especies vivas. Los Reyes de Castilla autorizaron a Colón a señalar las tierras en que pudiesen “sembrar pan y otras semillas, plantar huertas y algodones, y linares y viñas, y árboles y cañaverales de azúcar y otras plantas; y hacer y edificar casas y molinos e ingenios para el dicho azúcar y otros edificios provechosos y necesarios para su vivir.” [47] .
La Recopilación de Indias organizó la propiedad agraria sobre la base de que todas las tierras de América pertenecían al Estado como único propietario. “Baldíos y aguas pertenecen al Fisco […] tierras, campos, montes, pastos, ríos y aguas [son] suyas, e incorporadas en su Real Corona, por lo que se llaman de Realengo”, resume Solórzano y Pereyra [48] .
Todos los grandes dominios mexicanos (haciendas) nacieron bajo el pensamiento mercantilista traducido en las mercedes de los virreyes, compras hechas a los indios o composiciones con Su Majestad [49] . Otras haciendas surgieron como complemento de las minas a fin de proveerles de carne y de fuerza motriz, primero y luego de trigo y maíz. De todas ellas se hicieron planos para, en dos dimensiones, precisar las propiedades. Sólo un ejemplo: el “mapa suelto” de 1600 de la llamada ahí “Intendencia de Guadalajara” [50] , donde haciendas y pueblos trataban de ser ubicados en medio de la abrupta y rica geografía de la región.
Los pueblos
La existencia de la cartografía referente a los pueblos es básica durante la Colonia. En ella se expresa un enfrentamiento entre la cultura occidental renacentista y el pasado y el presente indígena. La propiedad legal y formal comunal e individual indígena son respetadas por la Corona [51] , y reconoce a los indios “nobles” la herencia de títulos y propiedades [52] . El heterogéneo [53] territorio de los pueblos indios fue organizado siguiendo el mismo patrón concéntrico del asentamiento hispano. En la Audiencia de México el fundo legal de los pueblos se creó a partir de la necesidad de dejar una distancia de mil varas, y de una legua en cuadro en la Audiencia de Nueva Galicia, alrededor de la tierra que un pueblo indígena cultivara o donde tuviera “sus frutos”, respecto a los terrenos dedicados al pastoreo de ganado de las haciendas de mercedarios, para evitar robos, confusiones y daños en los cultivos [54] .
En 1687 se establece una forma de determinar la cantidad de tierra que necesitaban los pueblos ya no a partir del centro del pueblo, sino desde su última casa [55] . Este esquema se ofrece asimismo entre el pueblo y las haciendas [56] y se añade a la idea de la reducción de los núcleos indígenas que expresaba una oportunidad para su conversión en “cristianos y políticos”, impedía que “vaguen divididos por sierras y montes” [57] y que tuvieran una vida eremítica en lugares desiertos, ocupada ocasional o permanentemente por demonios y criaturas infernales [58] . La reducción, avalada por títulos de propiedad [59] y mostrada en planos de pueblos, restringía la propiedad de aguas, tierras, montes y labranzas indígenas.
En el siglo XVIII, la cartografía de los pueblos representa los cambios experimentados tras la aplicación de las reformas borbónicas, sobre todo los intentos desamortizadores que recortan el privilegio en el territorio agrario colonial, incorporan la hacienda real, y reactivan la economía a través de la explotación de las tierras incultas. En algunos casos esto da lugar a interpretaciones donde el centro regional es el propio pueblo, como en el caso de Ostotipaquillo (Figura 12) o del curato de Santa María del Oro, por José Toribio de la Sierra en 1776 [60] .
Otro lugar: el lago
Chapala es lago que de inmediato llama la atención de la Corona por su tamaño y calidad de aguas. Con el fin de estimular la agricultura en los vasos lacustres se construyen bordos, presas y diques y, particularmente, algunos llegan a desecarse como “medio idóneo” para la obtención de tierras con alto grado de fertilidad. La representación cartográfica de Chapala se hace de inmediato, pero no teniendo como objetivo el mapeo del propio lago, sino como parte de Nueva Galicia y de todo el virreinato. En 1524, el mapa inserto como Figura 1 expone, además del lago de Chapala, los de “Paxquaro y Cuiseo”. El mapa (Figura 2) del Obispado de Compostela, al ser regional, muestra a Chapala en un lugar especial y menciona a las poblaciones ribereñas de Jamay, Chapala, Cuitzeo y Ocotlán. Hasta 1746 aparece el “Mapa de la mayor parte del virreinato de Nueva España” de Antonio Villaseñor y Sánchez, contador de Reales Azogues, donde se muestra directamente a Chapala, y pocos años después otra cartografía “geométrica” de Chapala, elaborada y copiada por José María Narváez. Es hasta finales de la Colonia que a Chapala se le cartografía por sí mismo, para precisar la riqueza que significaba.
Costas
Los dominios
que constituyeron la Nueva Galicia, fueron representados por la cartografía
de la Corona y la virreinal a lo largo de la Colonia para tomar posesión
de ellos, para habitarlos o explotarlos, para demostrar su dominio, para
registrar sus características geográficas y culturales, representando
tanto el conocimiento empírico adquirido como su transformación
científica y el imaginario que se iba construyendo. Su singularidad
solo está en relación del mismo lugar representado, de las
características que en sí ellos tenían. Por ello los
de Zacatecas son barrocos como la riqueza de sus minas, los de Guadalajara
muestran el “orden y concierto” con que surge. Los mapas de los pueblos
y haciendas contrastan la sencillez y el trazo cándido con los complejos
y ricos en detalles geográficos y geoculturales. Los de lagos
y costas son en general dibujos situacionales, tanto los elaborados por
una mano maestra como neófita. Ahí predominaba un sentido
pragmático, pero uno y otro muestran la diversidad geográfica
y el distinto origen cultural de los autores, todo un caleidoscópico
panorama cultural del territorio y sociedad neogallegas.
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