REVISTA ELECTRÓNICA DE GEOGRAFÍA Y CIENCIAS SOCIALES Universidad de Barcelona. ISSN: 1138-9788. Depósito Legal: B. 21.741-98 Vol. X, núm. 218 (69), 1 de agosto de 2006 |
LA PINTURA
GEOGRÁFICA EN EL SIGLO XVI Y SU RELACIÓN
CON UNA
PROPUESTA ACTUAL DE LA DIFINICIÓN DE "PAISAJE"
Federico
Fernández Christlieb
Gustavo Garza
Merodio
Departamento
de Geografía Social
Instituto
de Geografía
Universidad
Nacional Autónoma de México
Durante el siglo XVI, el concepto de “paisaje” se fue acuñando tanto en lenguas germánicas como latinas. En castellano, el concepto se formó en ese mismo siglo pero el término para designarlo entonces era otro: el de “pintura”. Más tarde, el castellano también adoptó la palabra “paisaje” como en el resto de las lenguas modernas para denotar esa realidad territorial. Era entonces un concepto de mucha riqueza y claridad que sin embargo las ciencias despojaron de su carácter integral en aras de la especialización. Así quedaron separados sus componentes naturales de los culturales. El trabajo aquí planteado consiste en analizar dos pinturas originadas en el tránsito del siglo XVI al XVII; una realizada en Europa occidental y otra en la Nueva España.Este ejercicio pretende reconocer la definición histórica de “paisaje” para enunciar los elementos que se han perdido restándole cierto alcance metodológico al concepto. Asimismo proponemos enriquecer la definición actual para estudiar casos propios de la geografía histórica.
Palabras clave: Paisaje, pintura, geografía cultural, Relaciones Geográficas, Metztitlán.
Actualmente el paisaje es concebido por un gran número de geógrafos y otros especialistas como la imagen de un espacio susceptible de ser descompuesta en unidades menores de análisis cuyas características pueden ser medidas (García Romero, A., 2002:270-271). Este análisis mesurable permite identificar las formas y los elementos dinámicos que explican el funcionamiento de dicho espacio (García Romero, A y J. Muñoz, 2002:13).Otros autores prefieren pensar que esa medición no explica su funcionamiento e incluso que no es siempre posible hacerla. Tampoco creen que el paisaje sea una imagen con características y límites objetivos sino que su definición depende de la subjetividad del observador.Pese a lo opuesto de estas dos visiones, parece existir, en principio, el acuerdo consistente en aceptar que las formas y los elementos del paisaje son consecuencia tanto del ambiente natural como de la intervención humana sobre el espacio (Dollfus, O., 1971:9). En el presente artículo intentaremos explicar la definición de paisaje desde un enfoque cultural, lo cual implica sumergirse en la historia del término y de los conceptos geográficos a los que ha hecho referencia en distintas épocas. El enfoque cultural propone abordar el análisis tomando en cuenta la circunstancia espacio-temporal en la que se desarrolla el concepto, de manera que el análisis etimológico del término “paisaje” en las lenguas originales en las que se concibió es de suma utilidad. Aquí nos adentraremos en las etimologías germánicas y en las latinas teniendo siempre como eje del discurso a la práctica profesional del geógrafo.
En rigor histórico, la noción popular de lo que es un paisaje es más acertada de lo que admiten generalmente los académicos dedicados a este tema. Supongamos que en la producción de la pintura, el autor se detuvo ante una escena real y quiso reproducirla con la mayor fidelidad de la que era posible. De esta manera plasmó lo que estaba ante su vista. No más; no menos. Esto es lo mismo que hace un geógrafo al analizar un paisaje: intenta explicarlo con la mayor fidelidad desde su punto de vista. El pintor realiza su trabajo en varios días, tal vez en varios meses, lo que le permite conocer con cierta profundidad los rasgos del paisaje. Para hablar del paisaje, el geógrafo también se toma el tiempo necesario en trabajo de campo(Sauer, C., 1956: 287-298). En ambos casos la calidad del resultado depende de la destreza y de las técnicas utilizadas así como de la formación y los conocimientos previos con los que cuenten los autores. En pintura, las técnicas, los materiales y las corrientes del conocimiento evolucionan con los siglos lo mismo que en geografía, de manera que un autor también mira su paisaje antes de trabajarlo con una serie de filtros aprendidos durante su experiencia académica y profesional.
Esta idea del paisaje propia del imaginario popular es esencialmente la misma que se desarrolló en los tiempos en los que se acuñó el término tanto en lenguas germánicas como latinas. Sin embargo, en la ciencia actual, preocupa que los especialistas del paisaje tomen cada vez menos en cuenta el estudio de la mirada del sujeto que analiza el paisaje y se inclinen más en analizar sus aspectos tangibles; esto es, la forma y ubicación de los objetos en un espacio que ellos delimitan, frecuentemente, a priori. En esta práctica parcial desarrollada especialmente por ecólogos y geomorfólogos, hay una pérdida epistemológica importante: en busca de la objetividad reducen la importancia del sujeto y traicionan la esencia del concepto de paisaje formulado en el tránsito del siglo XVI al XVII. A menudo, los investigadores de todo el mundo se sirven del concepto en inglés (landscape) y lo traducen, por ejemplo en español, simplemente como “paisaje” sin rastrear los matices que se pueden establecer entre ambos términos.
En los siguientes apartados analizaremos las etimologías germánicas y latinas para reencontrar en ambas la riqueza y carácter integral del concepto, amplitud que buscamos ejemplificar con las tres pinturas elegidas. Pensamos que por medio de este ejercicio se tiene la posibilidad de proponer una definición actualizada de paisaje que sea aplicable a las investigaciones geográficas de nuestro tiempo.
En la acuñación de los términos “Landschaft” y “paisaje” hacia el siglo XVI influyó una serie de nuevos intereses relacionados con la manera de concebir el territorio. Enumeremos seis de ellos: a) la exigencia de registro y medición exacta de propiedades, b) la invención de instrumentos más exactos para medir distancias, ángulos, alturas y áreas, c) el mejoramiento de técnicas y métodos topográficos, d) la edición de manuales para agrimensores, e) la creación del dibujo en perspectiva para representar tierras, y f) aparición de mapas catastrales. Estos seis intereses tendieron a dar mayor precisión a la delimitación de los espacios en Europa y en sus dominios. Las diferencias físicas, socioeconómicas y culturales de los ámbitos germánico y latino dieron lugar a la definición de términos disímiles que buscaban definir la misma abstracción de la realidad.
Landschaft
En la cultura germánica de la segunda mitad del siglo XVI y comienzos del XVII, el precepto de Landschaft tuvo expresiones locales en lo que hoy es Holanda, Bélgica, Suecia, Dinamarca, Suiza, Austria, y Alemania (Hirsch, E., 1995:2). La imagen que hemos seleccionado para tratar este medio cultural (figura 1) se intitula “Landschaft mit Windmülhe” (Paisaje con molino de viento) y fue realizada en 1608 por Jan Bruegel, miembro de una reputada familia de pintores flamencos que tuvo actividad precisamente en esos años en que el paisaje estaba cargado de connotaciones que iban más allá de lo meramente estético.
En
ese momento, la definición de Landschaft servía para
representar efectivamente un espacio que la vista podía cubrir.
Sin embargo, el resultado plástico no era un producto exclusivamente
estético sino que encerraba intenciones territoriales que se fueron
diluyendo con el correr de los siglos y que hoy ya no tomamos en cuenta.
Wolfgang Haber descompone el término Landschaft en dos partículas:
la primera, Land, hace referencia a la tierra, es decir, a la parte
natural, al suelo, al ambiente original. La segunda, schaffen,
refiere al modelado que, ya sea la naturaleza misma o el hombre, dan al
terreno (Haber, W., 1995:38-40). En el idioma predilecto de la ciencia
actual, el inglés, los componentes son los mismos. Land tiene
la misma acepción explicada que en alemán y la partícula
scape
deriva de la misma raíz germánica “scapjan”, que significa
originalmente crear, trabajar u ocuparse. Esta raíz evolucionó
a schaffen en alemán conservando el significado de creación
o modelado, mientras shape en inglés, cambió un poco
el énfasis, del acto formador, por la forma resultante (Haber, W.,
op. cit:38). Dicho de otro modo, mientras que el
landscape aparece
en la lengua inglesa del siglo XVI como “un término técnico
usado por los pintores” (Hirsch, E., op. cit:2) y denota una extensión
representada desde un punto de vista fijo, el término
Lansdschaft
registra una información que nos habla del proceso de su formación
(Holt-Jensen, A., 2001:49).
Figura1
Jan Bruegel,
“Landschaft mit Windmüle” (Paisaje con Molino de viento), 1608
Imagen
obtenida de obra intitulada Kindlers Malerei Lexikon, p.549 (cita
completa en bibliografía bajo Kindlers).
En el tiempo en que Jan Bruegel pintó su Paisaje con molino de viento, el Landschaft era una suerte de registro de la ley que regía sobre una demarcación que estaba depositada en las costumbres de sus pobladores (Olwig, K., 1995:634). Es decir, ante la ausencia de un cuerpo bien desarrollado de leyes escritas para reglamentar las actividades permitidas y la posesión de la tierra, la población de un determinado país reconocía en el espacio sus marcas legales. Así, el pintor era un artista, pero también era una especie de geógrafo o de agrimensor que registraba sobre un lienzo la normatividad que imperaba en el territorio. ¿Qué tipo de costumbres reglamentadas registra el paisajista del siglo XVI? Registra límites extremos del territorio, subdivisiones al interior de la demarcación, caminos y senderos, usos del suelo, actividades agrícolas y ganaderas, áreas urbanas y rurales, zonas de bosque, fuentes de agua, en fin, todo aquello que es relevante para el manejo adecuado del territorio según la concepción germánica de entonces.
Kenneth R. Olwig ha explorado este sentido del término en diferentes áreas geográficas de tradición germánica concluyendo que la extensión territorial a la que hace referencia el sustantivo alemán Land, “está definido por la costumbre y la cultura locales, no por sus características físicas” (Olwig, K., op. cit: 633). La península danesa de Jutlandia por ejemplo, sólo puede llamarse Jutland en la medida en que sus comarcas gozan de costumbres legales reconocidas por sus habitantes y que se ha depositado la vigilancia de las mismas en un consejo representativo. En este último caso, el término escandinavo para decir paisaje es Landskab y su significado no es sólo el de territorio, sino que además se vincula con la ley y con la identidad cultural. A otra escala, durante el siglo XVI y XVII fue frecuente que los dueños de tierras en el norte de Europa mandaran pintar sus dominios y colgaran el cuadro resultante sobre una pared en su finca. De este modo, en la tradición germánica, tenemos que los excelentes paisajes pintados por artistas como los de la familia Bruegel, constituyen fuentes para el historiador y el geógrafo que busquen reconstruir la legislación sobre uso de suelo en los países representados por los pintores. De hecho, durante más de doscientos años, se utilizó ese género de pintura para dirimir controversias territoriales en la corte.
En síntesis, el Landschaft es una representación de un país con buena parte de su complejidad cultural, pero es también una impresión, un instante capturado desde un punto de vista. En el cuadro de Jan Bruegel con que ilustramos este apartado se miran quizá los confines de un país desde el punto donde pinta el artista hasta el horizonte. Se demarca también el área urbana donde está la iglesia en colindancia con una zona boscosa y se la separa, río de por medio, del área desmontada en donde pastan las ovejas y donde se aprovecha el viento para la molienda. La imagen de estos usos del suelo parece congelada. De ahí que sea válida también la definición latina de paisaje como “aquello que se ve del país” (Brunet, R., et al., 1992:470) Ahora es necesario que analicemos las etimologías que explican precisamente el origen del término “país”.
Paisaje
“País” no es sólo un área soberana perfectamente delimitada en kilómetros cuadrados como ahora se entiende, sino que más bien se refiere a un terreno con el que se identifica un pueblo o un grupo de pueblos. Su etimología latina es pagus, el pago o terruño “al que se está atenido” (Brunet, R., et. al., op.cit:336). En la Edad Media, el pago es en efecto un “distrito agrícola” pero es también sinónimo de “pueblo o aldea” (Corominas, 1983:433). De pago deriva el término “pagano”, es decir, el campesino que por su condición rural pudo resistirse mejor a la cristianización, término que pasó al catalán como pagés. En Francia, el término para significar un terruño rural fue pays y en Italia paese. Hacia finales del siglo XVI, en España los términos pago y país fueron sinónimos, mientras que en Portugal, Francia e Italia se comenzaron a utilizar los términos paisagem, paysage y paesaggio respectivamente para hablar del “extendido de un país que se presenta a un observador” (Robert, 2006: 1382).
En las fuentes documentales sobre los dominios coloniales de España en América, el término “pago” es habitual. En el marco de dicha expansión colonial, se utilizó también el término pintura para denotar la representación gráfica de un territorio. Por ejemplo, en el documento llamado Instrucción y memoria de las relaciones que se han de hacer para la descripción de las indias, fechado en 1577, la Corona española solicitó dar respuesta a una serie de preguntas sobre el territorio, sobre sus fuentes de agua, su clima y su gente. Para mostrar de manera gráfica tal territorio, se solicitaba asimismo una pintura.
Las pinturas de las Relaciones Geográficas, como se le conoce al corpus formado por las respuestas a la Instrucción de 1577 y otras pinturas contemporáneas sirvieron como en el área de cultura germánica, para argumentar en los juicios sobre problemas limítrofes entre comunidades, corregimientos o alcaldías o para el otorgamiento de mercedes. Basándose en diccionarios del siglo XVIII, el historiador Marcelo Ramírez afirma que “la voz paisaje y la pintura que evoca habrían aparecido al menos desde mediados del siglo XVI en lengua portuguesa. En castellano, país y pintura fueron las expresiones más comunes para denominar a los paisajes de la naturaleza, aunque país también significó: "la pintura en que están pintados Villas, Lugares, fortalezas, casas de campo y campañas” (Ramírez Ruíz, en prensa). Los ojos del artista que pinta en un lienzo su tierra están puestos especialmente sobre los rasgos naturales encima de los cuales aparece con timidez un ranchito o un personaje labrando el suelo. Son las montañas, los arroyos, la vegetación y la luz del sol, los elementos que resaltan en las pinturas de entonces con mayor énfasis. Pero esta naturaleza también es parte de la población que ha nacido en ella. “Naturaleza”, “nacimiento” y “nación”, provienen también de la misma etimología latina: nasci (Corominas, op. cit:410). La nación, es decir la población, no puede ser desvinculada de su medio físico.
Pese a la fecha temprana en que los términos paisagem, paysage y paesaggio aparecen en la literatura portuguesa, francesa e italiana respectivamente, en castellano el término paisaje no se registra sino hasta 1708 guardando la misma significación que aquellos (Corominas, op. cit:433). Hoy en día –nos dice Roger Brunet-- entre la mayoría de los geógrafos hablantes de lenguas latinas, el país es “una unidad de vida, de acción y de relación que corresponde más o menos al antiguo territorio tribal” (Brunet et. al., op. cit:336) Es la tierra donde uno nació y donde están enterrados los abuelos.
Como vemos, analizar el concepto de paisaje desde un enfoque cultural nos permite recoger el contexto en el que fue acuñado el término y usado para fines precisos. El enfoque cultural, contrario a lo que se pueda pensar, no es un enfoque propio de las disciplinas sociales sino una reflexión epistemológica sobre el proceder científico a través de la historia. El enfoque cultural en geografía nos permite replantear el momento en que un grupo social se asentó en un paraje de forma permanente y comenzó el lento proceso de adaptación a un ambiente local. También nos plantea el momento –simultáneo al anterior-- en que el grupo comienza a transformar ese ambiente mediante la creación de técnicas, herramientas, arquitectura e instituciones (Claval, 1995:12). Ese grupo humano se hace una idea del universo a partir del medio en el que se ha establecido y perfecciona con el tiempo su estancia en lo que considera su territorio.
Así pues, el paisaje posee una dimensión humana que constituye una de las bases del razonamiento geográfico. No hay espacio geográfico sin la huella de una sociedad que lo defina y lo construya. Que el paisaje tenga una dimensión humana quiere decir que es asible, que es recorrible a pie. El hecho de que el país sea caminable le impone límites que no pueden ir más allá de la capacidad de marcha de un ser humano. Otra etimología latina, la de espacio (spatium), que es de primordial importancia para la geografía, da cuenta de esta característica del país: según ella, espacio es “aquello que se mide con pasos” (Brunet, et. al., op. cit:179). Para Joan Corominas, spatium significa “campo para correr” (Corominas, op. cit:248) Por lo tanto, sus confines no pueden ir más allá de lo que puede caminar un adulto sano en una jornada de marcha.
En un principio, el espacio escogido por una comunidad para establecerse, es un espacio marcado por formas naturales, por vegetación, fauna, clima y relieve que ellos no introdujeron. Pero bien pronto el paisaje imprime en el grupo social su huella al tiempo que el grupo social comienza a modificar el paisaje. Se trata de una operación presente en todas las culturas y que consiste en que el espacio es producido por la sociedad que es producida por el espacio (Lefebvre, H., 1986: 30). Para el geógrafo Paul Claval (op. cit:164), esto ocurre mediante un proceso que comprende cinco acciones que pueden ser simultáneas o sucesivas y que son ejecutadas por el grupo social: a) Reconocerse en un sitio; b) Orientarse a partir de él; c) Marcar su territorio; d) Nombrar su territorio; e) Institucionalizar su territorio.
De esta manera, el grupo social funda un pago, un país. La manera en que los pobladores de ese país ubican su territorio en el universo y la idea que se forman de su origen geográfico es, en parte, consecuencia del medio en el que se asentaron. Esto quiere decir que la cultura de un pueblo, sus tradiciones, su cosmogonía, sus rituales y sus actividades, están dados por la naturaleza del lugar que eligieron. Así, la naturaleza y la cultura se construyen recíprocamente. El paisaje es, en ese sentido, la representación de un espacio en el que aparecen las cosas de la naturaleza y aquellas de la sociedad pues todas ellas se fueron produciendo con simultaneidad.
La pintura de Metztitlán
La idea de paisaje que proponemos cuenta con las siguientes características: a) es concebido por los grupos sociales que se hallan asentados en él, b) forma parte de una explicación completa del Universo; constituye un microcosmos, c) es un espacio no desintegrado que es modelado tanto por fenómenos de la naturaleza como por la acción humana, d) es una entidad donde se leen diversas temporalidades, y e) sus objetos y elementos son físicos aunque sean percibidos con distintos significados según quién observa, y f) es un espacio a escala humana, es decir, caminable.
Las propuestas anteriores las buscamos ejemplificar con la denominada pintura de Metztitlán (figura 2), fechada por el alcalde mayor de esa jurisdicción, en el año de 1579. A diferencia de la mayor parte de las expresiones pictográficas que acompañaron al cuerpo escrito de las Relaciones Geográficas del siglo XVI, de entre las elaboradas en la Nueva España, esta representación está realizada bajo una marcada estética europea. Asimismo, esta pintura se presenta en dos escalas (Fernández y Garza, en prensa), estas dos imágenes pensamos en lo fundamental buscan realzar a la villa de Metztitlán, como centro político y económico de esta jurisdicción. Nuestros estudios en esta fracción de la Sierra Madre Oriental nos han llevado, entre otras dinámicas, a definir un sitio distinto como centro político en el momento de la conquista militar española, trescientos metros por encima de la actual villa y a siete kilómetros al noroeste de la misma; el sitio elegido por los europeos en lo cultural y estratégico era inviable en la construcción del paisaje urbano mesoamericano y su defensa prácticamente imposible en el constante enfrentamiento entre la gente de Metztitlán y las huestes lideradas por los de México-Tenochtitlan.
Figura 2
Pintura
de
Metztitlán, 1579.
Conclusiones
El concepto de “país” como una unidad territorial compuesta por elementos físicos de origen tanto natural como cultural y depositario de una identidad local, ya no se usa más en la literatura científica. En su lugar utilizamos la forma de representación que durante los últimos cuatro siglos ha mostrado su imagen de conjunto: “el paisaje”. Estrictamente usar el término “paisaje” en lugar de “país”, es equivalente a usar el término “mapa” para decir “territorio”. No obstante, el gran valor del concepto actual de paisaje reside en que intenta guardar toda la complejidad del espacio analizado. En este artículo hemos revisado las características de ese espacio partiendo de la etimología del concepto que nos lleva a la noción en desuso de país.
A continuación enlistaremos cuatro de las características más importantes del paisaje:
a) es concebido, primero que nadie, por el grupo que se halla asentado en él. El investigador debe introducirse hasta los límites de lo posible en la lógica territorial de ese grupo,
b) forma parte de una cosmovisión completa y constituye el centro de un universo según la definición del grupo local. El investigador debe saber que su objeto de estudio es el punto más importante del cosmos,
c) es una entidad de larga duración en donde aparecen rasgos, elementos y objetos de diferentes épocas. El investigador debe saber identificar el orden cronológicos de los objetos y de las formas del paisaje y, si lo necesita, hacer abstracción de aquellas que no son del momento que quiere comprender,
d) es un espacio modelado tanto por fenómenos de la naturaleza como por la acción humana. El investigador debe ser sensible al origen antrópico de gran parte de los rasgos del paisaje y no dejarse llevar por las definiciones a priori de naturaleza,
f) sus objetos
y elementos son, en principio, tangibles, aunque su desciframiento requiera
de conocer a detalle el lenguaje en el que fueron organizados o percibidos.
El investigador
debe saber que lo anterior no obsta para decir que los componentes físicos
del paisaje tengan además un significado cultural haciendo del paisaje
un rito, una composición de puntos sagrados o un almacén
de recursos disponibles, entre otras lecturas subjetivas sobre un mismo
objeto
y g) es caminable. En consecuencia, el investigador echa mano del trabajo de campo pues el paisaje se lee con los pies, con las impresiones que el cuerpo humano recibe tras largas caminatas en busca de los límites territoriales.
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