REVISTA ELECTRÓNICA DE GEOGRAFÍA Y CIENCIAS SOCIALES Universidad de Barcelona. ISSN: 1138-9788. Depósito Legal: B. 21.741-98 Vol. X, núm. 218 (55), 1 de agosto de 2006 |
María del Carmen León García
Reconocimiento territorial y obra cartográfica de los ingenieros militares en Nueva España. Segunda mitad del siglo XVIII. (Resumen)
Pese a los pocos ingenieros militares destinados a Nueva España durante el siglo XVIII, se obtuvo un importante registro cartográfico y documental por el primer cuerpo técnico que intervino en la ordenación territorial. Este ámbito cartográfico estudiamos, es decir, el territorio novohispano y su representación. La medida administrativa y humana no desaparece. Partimos de considerar que los sujetos que contribuyeron a construir la imagen territorial en el siglo XVIII eran militares, con previa formación académica rigurosa. Son un ejemplo de la modernización del Estado y su administración y del proceso de profesionalización de una de las más importantes actividades humas, la distribución y construcción del territorio.
Palabras clave: ingenieros militares, Nueva España, siglo XVIII, ordenación territorial, territorio, representación, cartografía.
Territorial inspection and military engineer’s map-making in New Spain. Second half-18th century. (Abstract)
Despite few military engineers assigns to New Spain during 18th century, get a very important cartography and documental record by the first technical corporation who that intervene of territorial organization. That cartographic ambit we study, that is, New Spaniard territory and his representation.
The administrative and human measure not vanishes. We begin from to consider that fellows that contribute to construe the territorial image at 18th century are military, with a previous rigorous academic formation. They are an example of Estate modernization and his administration and professionalizations process the more important human activity, the territory distribution and construction.
Key words: military engineers, New Spain, 18th century, territorial organization, territory, representation, cartography.
Entre las razones de la segunda expansión española por el inmenso territorio novohispano principalmente estuvieron las de defender sus posesiones ante las potencias europeas. En tan inmensa extensión, la corona española privilegió tres intereses técnico-científicos: el militar (cartografía), el botánico (medicina), y el minero (metalurgia), los cuales convergieron en la más urgente protección de sus fronteras. Expediciones científicas y militares, fundación de ciudades y presidios, reconstrucción de fortificaciones, fueron algunas de las actividades principales de los ingenieros militares en Nueva España.
Es indispensable recalcar
la importancia de la actividad de este primer cuerpo técnico en el
ordenamiento territorial del virreinato durante el siglo XVIII, pues si bien
para el siglo XVI se desplazaron tres ingenieros y para el XVII ocho, para
la siguiente centuria llegaron más de 70, convirtiéndose en
la Comandancia de ingenieros más numerosa e importante de América[1].
Sin embargo esta afluencia de ingenieros no fue homogénea y constante
durante todo el XVIII. Sólo después de las guerras contra Inglaterra
(1763), bajo el reinado de Carlos III, se acertó en la forma de promover
el paso de Ingenieros a América. Anteriormente los destinados se excusaban
por razones de salud o buscaban respaldo e influencias para pasar a otros
destinos[2].
Muchos de estos profesionales designados jamás pasaron a sus destinos
americanos, mientras que varios de los que llegaron lo hicieron desde las
fortificaciones africanas, es decir que aquellos que ya estaban “en la periferia”
se animaban a seguir en ella. Desde 1723 el Ingeniero General, Verboom, reconocía
"la repugnancia" de los ingenieros por pasar a América, y todavía
en 1804 el ingeniero José del Pozo describía el significado
de esta permanente resistencia:
Se nombraba un Ingeniero en América y se decidió no sólo la separación de su Patria, de sus intereses y de todas sus relaciones en la sociedad, sino a veces hasta su propia existencia, obligado a un servicio, el más digno y meritorio y el que tal vez ha repugnado su constitución física suele ir a países malsanos donde por lo regular perece. ¿Podrá sin mucho resentimiento comparar su suerte con la de algunos de sus compañeros a quienes puede decirse que obtuvieron en patrimonio la quietud y la comodidad?[3]
Sin duda, el reducido número de ingenieros nacidos en España había dificultado la atención del territorio y las fortificaciones coloniales. Durante la primera mitad del setecientos resultó fundamental la presencia de ingenieros galos en las posesiones ultramarinas gracias a un acuerdo entre los reyes de España y Francia. Cabe señalar que desde 1710 el Real Cuerpo de Ingenieros Militares estuvo formado “permanentemente por 150 miembros en España y unos 50 en América y Filipinas”.[4] Un reciente estudio prosopográfico de los ingenieros militares españoles ha cuantificado un total de 787 individuos que ingresaron al Cuerpo a lo largo del siglo XVIII (1710-1803).[5] De acuerdo con esta investigación, 279 ingenieros tuvieron empleos en América y Filipinas. Es decir, el 35 por ciento trasladó a través de los Océanos para cumplir sus funciones.
Veamos el caso específico de la Nueva España. Para 1768, la nueva ordenanza real impulsó el pase de estos técnicos, que en su mayoría ya eran de origen españoles. Gracias a esta reglamentación, los ingenieros destinados al Nuevo Continente obtenían la promoción automática a la categoría inmediata superior, lo que suponía un aumento de salario, con la posibilidad de que después de cumplir cinco años en ese servicio podían solicitar su regreso a España. Sin embargo, el traslado debía ser autorizado por el rey y esperar hasta que llegara su reemplazo. La ordenanza tuvo resultados, entre 1761 y 1780, se registran 47 ingenieros destinados a Nueva España. "En cualquier caso, señala Omar Moncada, ante el enorme territorio del reino de Nueva España, más de cuatro millones de kilómetros cuadrados, cualquier número de ingenieros tenía que ser insuficiente"[6].
Entre 1700 y 1750 sólo hubo catorce ingenieros, siendo cuatro el número mayor que de ellos se juntó en un año. A partir de 1751 y hasta 1762, (es decir 11 años) se registra un ascenso perceptible en el número de ellos, sumando entre 5 y 8 por año. En la segunda mitad del siglo, específicamente entre 1763 y 1794, es notorio el aumento de ingenieros, que va entre 11 y 19 de ellos por año. En esos 30 años, se registraron 49 personajes. Entre 1794 y 1798, el descenso es pronunciado, de 17 a 9 ingenieros por año, con un leve ascenso para 1799-1800 con 10 y vuelve a descender hasta 6 ingenieros en el año de 1804, los que se mantienen hasta 1809, aumenta a 8 en 1810 y vuelve a descender a 6 de 1811 a 1814, desciende a 5 en 1815 y a 4 ingenieros en 1816, aumenta a 7 en 1817 y se mantienen entre 2 y 4 ingenieros para los años de 1818 a 1825. (Ver Figura 1, “Ingenieros militares en Nueva España, 1690-1825, Frecuencia por año”).
Como puede observarse en la figura 1, la mayor cantidad de ingenieros se aglutina
entre 1764 y 1794. Los treinta años más álgidos de las
reformas borbónicas, años que forman parte del período
en que España intentó la transformación política
y administrativa más radical en su imperio. Otra forma gráfica
de observar la densidad en la presencia de los ingenieros en territorio novohispano
es el porcentaje de años en que estuvieron destinados o no estos individuos.
Esto confirma la fluctuación en las designaciones para los territorios
americanos, a la vez que permite resaltar la presencia constante de algunos
individuos como por ejemplo los catalanes Miguel Constanzó y Manuel
Agustín Mascaró. Es decir que entre finales del siglo XVII y
principios del XIX, más específicamente los 137 años
que abarcan el periodo entre 1690 y 1825, la mayoría del tiempo (70
años) la Nueva España contó con los servicios de 1 a
5 ingenieros. Durante 28 años, tuvo entre 6 y 10 ingenieros; durante
8 años, de 11 a 15 ingenieros, mientras que en 4 años no hubo
ingeniero alguno. Sólo durante 26 años se contó con la
participación de 16 a 19 ingenieros. Esta estimación podemos
observarla en la figura 2, titulada “Ingenieros militares en Nueva España,
1690-1825. Cantidad y porcentaje anual de individuos durante 137 años”. [7]
Pese al gran contraste entre número de ingenieros destinados y extensión
del territorio novohispano, la labor de estos individuos fue exorbitante.
No tenemos sitio en este texto para acercarnos a los trabajos de cada uno
de los ingenieros militares realizados en Nueva España durante el setecientos.
Sin embargo proponemos un atisbo al caso de uno de ellos que cumplió
más de 30 años en este servicio, el ingeniero militar Manuel
Agustín Mascaró.[8]
Hasta donde sabemos no existen diarios, memorias ni correspondencia personales,
sólo algunos documentos burocráticos, hojas de servicio, oficios
de destino, solicitudes. Su obra se registra en informes oficiales que incluyen
derroteros, descripciones, reconocimientos, planos y mapas. La semblanza de
su vida solo hemos podido esbozarla a partir de esos documentos. Con este
bagaje documental entre los años de 1778 a 1810 más los datos
presentados por Omar Moncada,[9]
sabemos que Mascaró, cumplió, por lo menos, 45 años de
servicio dentro del Ejército español, y es importante destacar
que 32 de ellos fueron en la Nueva España. En un ejercicio que correlaciona
las comisiones y las obras de Mascaró en Nueva España, obtenemos
un mapa de sus destinos, que permite observar la amplitud de sus recorridos
en 32 años. (ver figura 3)
Este ejemplo muestra que un solo ingeniero conoció la mayor parte del
territorio novohispano. De allí que podamos inferir, y pronto demostraremos,
que con el trabajo de los ingenieros destinados a Nueva España durante
el siglo XVIII, particularmente durante la segunda mitad, este territorio
pudo ser registrado cartográficamente en su totalidad[10].
El problema del ordenamiento territorial era innegable desde inicios de 1700 y en la Ordenanza del Real Cuerpo de Ingenieros de 1718, se estableció que la principal función de la corporación seguía siendo la defensa del territorio, sin embargo, se le asignaron obligaciones "no militares", entre ellas, las más importantes fueron las obras públicas, decisivas para la política de fomento y ordenación del territorio. Con la primera ordenanza se plantearon tres objetivos espaciales a la ingeniería militar: la adecuación defensiva del territorio, la intervención territorial a través de obras públicas, y los reconocimientos territoriales. Gracias a esta triple actividad, a finales del siglo se tuvo el registro topográfico del reino novohispano con los últimos avances de la ciencia geodésica y geográfica.
El elemento empírico
que mejor define profesionalmente a un ingeniero son sus mapas y planos. Y,
de manera más amplia, los dispositivos y mecanismos que lo rodean a
la hora de realizarlos: instrumentos (compás, sextante, cuadrante,
anteojos, cronómetro, etc.); materiales (plumas, tintas, papeles, latas,
etc.); procedimientos (medidas, cálculos, triangulaciones, etc.); conocimientos
(topografía, trigonometría, altimetría, etc.). Por estas
razones en este proyecto de investigación hemos dado prioridad a conformar
un mínimo repertorio de imágenes de la tarea profesional de
los ingenieros militares. A través de esta labor cartográfica
y seleccionando las principales iconografías pretendemos comprender
la racionalidad que había detrás de esta labor espacial. Hemos
completado una recopilación de 432 ejemplares resguardados en tres
acervos mexicanos, siete acervos españoles, dos acervos británicos
y uno norteamericano.[11]
|
|
|
|
|
AGN
= 143
MOB
= 17
SMGE
= 12
|
SHM
/ SGE = 99
SGE
= 19
MN
= 9
AGS
= 3
RAH
= 42
AGI
= 77
BN
= 2
|
BL
= 2
BM
= 3
|
BL
= 4
|
|
172
|
251
|
5
|
4
|
Total
432
|
3. El tercer nivel es en sí la realización de las obras, la cual implica la dirección de las mismas, incluyendo la contratación de mano de obra y de otros especialistas, como la obtención de materiales para su realización.
El cuadro siguiente representa en un ciclo continuo estas actividades necesarias para recabar información, recapitular condiciones, tomar decisiones y trabajar sobre el territorio, y no como tres niveles en una jerarquía de pasos consecutivos e inequívocos.
En el proceso de clasificación del material cartográfico, así
como en la construcción de la base de datos que nos permitirá
la síntesis de nuestra compilación, reconocemos seis tipos de
cartografía: Mapas topográficos de grandes extensiones y de
medianas extensiones; Planos de fortificaciones; Planos de obras públicas;
Planos de ordenamiento urbano; Planos de edificios para la administración
y servicios públicos; Mapas y planos de jurisdicción y estrategia
militares. A continuación presentamos un ejemplo de cada tipo cartográfico
en las 6 figuras siguientes, numeradas de la 4 a la 9.
Tipos de cartografía
I Mapas topográficos de grandes extensiones y de medianas extensiones
II. Planos de fortificaciones
III. Planos de obras públicas
IV. Planos de ordenamiento urbano
V. Planos de edificios para la administración y servicios públicos
VI. Mapas y planos de jurisdicción y estrategia militares
Reflexiones finales
Como en todas las monarquías absolutistas del siglo XVIII, los borbones en España trataron de aumentar la autoridad del Estado con la reorganización de un sistema de administración burocrática eficiente y tener con ello un inventario y el mejor control de los medios que disponían, particularmente en América. Desde España, los altos funcionarios vislumbraban la envergadura de la misión americana. Los avances serían a cuenta gotas en aquellos inmensos reinos americanos, en donde había, como en Nueva España, territorios casi desconocidos, prácticamente desiertos y “salvajes”.
Por los objetivos que
se plantearon a los ingenieros militares desde la Ordenanza de 1718, a finales
del siglo se tuvo el registro topográfico del reino novohispano. Cualquier
obra, proyecto de mejora o expedición, iban acompañados de una
detallada cartografía a diferentes escalas, además de descripciones
y comentarios por escrito. De tal manera las autoridades virreinales y las
metropolitanas, tuvieron por primera vez una radiografía detallada
científicamente de los espacios novohispanos. Esta labor técnica
y científica trascendió el inmediato interés político
y administrativo del imperio español. Prueba de ello es que los planos,
reportes y proyectos de los ingenieros militares fueron valiosas obras de
consulta para Alejandro de Humboldt en su gran Ensayo y su síntesis
cartográfica[13].
Mientras que, por otra parte, constituyeron fuente de consulta para el progreso
de la primera cartografía del México independiente.
[3]Citado por R. Gutiérrez y C. Esteras, Op. cit., p. 108-109.
[4]Horacio Capel, “Introducción”, Capel et al., Los ingenieros militares en España..., p. 6.
[5] Martine Galland-Seguela. Les ingénieurs militaires espagnols de 1710 a 1803…
[6] Omar Moncada. "Ciencia en acción...”, p. 220.
[7] Nuestros cálculos los hemos hecho con una nómina de 72 ingenieros militares. En primera instancia nos basamos en el inventario de ingenieros publicado por Omar Moncada en 1993. En esta relación, Moncada toma en cuenta a 105 individuos, de los cuales 22 fueron destinados a pasar a Nueva España pero por alguna razón no llegaron a su destino, y 11 siendo militares, de la armada o del ejército de tierra, nunca pertenecieron al RCI, ni siquiera como voluntarios. En segundo lugar, cotejamos y ampliamos datos de esos 72 ingenieros con documentos del Archivo General de la Nación y con guías impresas de otros archivos. Con esta plana de personajes conformamos un cuadro cronológico de estancias, siguiendo el orden temporal de arribos, el cual abarca de 1690, año en que llegó Jorge Cerere, ingeniero que hace el relevo entre el siglo XVII y el XVIII, a 1825, año de las muertes de Juan José de León (con una estancia en Nueva España de 48 años) y de Diego García Conde (quien cumplió 35 años en Nueva España). Hasta donde sabemos, estos últimos ingenieros fueron los únicos que vivieron el proceso de independencia de México.
[8] La aproximación a uno de los proyectos realizados por Mascaró la presentamos en el artículo "El proyecto para la construcción del Camino a Toluca del Ingeniero Militar Manuel Agustín Mascaró, 1791", Scripta Nova, Vol. VI, número 123, 15 de septiembre de 2002. www.ub.es/geocrit/sn/sn-123.htm.
[9] Moncada, 1993.
[10] Distinguimos tres grandes momentos de trabajo cartográfico de los ingenieros militares en Nueva España: El Septentrión (1764-1778); la costa del Golfo de México (1767-1807); la Península de Yucatán (1777-1785).
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