REVISTA ELECTRÓNICA DE GEOGRAFÍA Y CIENCIAS SOCIALES Universidad de Barcelona. ISSN: 1138-9788. Depósito Legal: B. 21.741-98 Vol. X, núm. 218 (46), 1 de agosto de 2006 |
LA INDUSTRIA EN
BARCELONA (1832-1992). FACTORES DE LOCALIZACIÓN Y CAMBIO
EN LAS ÁREAS
FABRILES: DEL CENTRO HISTÓRICO A LA REGIÓN METROPOLITANA.
Mercedes
Tatjer
Departamento de Didáctica
de las Ciencias Sociales
Universidad de Barcelona
La industria en Barcelona (1832-1992). Factores de localización y transformación en las áreas fabriles: del centro histórico a la región metropolitana (Resumen)
Barcelona ha sido a lo largo de los siglos XIX y XX una importante ciudad industrial. El objetivo de esta comunicación es presentar, en una secuencia cronológica, las características de su espacio industrial. A partir de fuentes documentales y cartográficas, de las normativas urbanísticas y del propio crecimiento urbano, se analizará la morfología fabril de las diferentes áreas industriales: desde los barrios de la ciudad amurallada y las áreas y municipios de la primera corona periférica, a los polígonos industriales urbanos (Zona Franca y Buen Pastor) y los nuevos espacios industriales metropolitanos. En cada área se tendrán en cuenta los factores de localización, complementariedad e integración productiva y técnica, la especialización sectorial y la articulación entre espacio productivo y espacio social (residencial y de vida cotidiana).
Palabras clave: industria, localización industrial, Barcelona
The industry in Barcelona (1832-1992). Factors of location and change in industrial spaces: from historical center to metropolitan region (Abstract)
During the 19 and 20th centuries Barcelona was an important industrial city. The purpose of this paper is to present, in one chronological sequence, the characteristics of its industrial space. The industrial morphology will be analysed from documentary and cartographical sources, from urban normative and from its own urban growth; from the neighbourhoods of the walled city and the areas and municipalities of the first peripherical ring, to the urban industrial districts (Zona Franca and Buen Pastor) and the new metropolitan industrial spaces. In each area this paper will consider the factors of location, complementarity and productive and technical integration, as well as the sectorial specialization and the articulation between productive and social (residential and daily life) space.
Key words: industry, industrial location, Barcelona.
El estudio de las pautas y modelos de localización es de gran importancia para conocer la trayectoria fabril de las empresas y su relación con el territorio, así como para reconocer el impacto social de las mismas en los espacios residencial y de sociabilidad. Fábrica, vivienda obrera y espacio de sociabilidad se articularon en Barcelona de forma especial en cada momento histórico configurando los barrios industriales y obreros: ante todo, los barrios obreros del centro histórico; después, la primera periferia o cinturón obrero, en el que se incluye también parte del Ensanche; y finalmente la segunda corona periférica con sus paisajes característicos, que experimentaron importantes cambios pero, a la vez, mantuvieron grandes permanencias a lo largo del siglo XIX y XX.
Las investigaciones llevadas a cabo a lo de los últimos años han puesto el énfasis en los factores y procesos de localización y deslocalización de las industrias [1] ; en particular aquellas realizadas desde una perspectiva más espacial a partir de metodologías relacionadas con la geografía, la arqueología industrial o la conservación del patrimonio, apoyadas con fuentes y documentación de base territorial (cartografía, planimetría y fuentes desagregadas territorialmente) y trabajo de campo. Dichas investigaciones se suman a los numerosos estudios realizados en el último cuarto del siglo pasado sobre la historia de la industrialización barcelonesa y la historia empresarial de las grandes y más significativas fábricas catalanas (buena parte de ellas barcelonesas) [2] , así como a las monografías de industrias y estudios locales. Todos ellos hacen posible que ahora podamos trazar una primera panorámica de la evolución histórica del espacio industrial de la ciudad de Barcelona, que ha sido durante más de dos siglos, y todavía hoy, el punto de convergencia de la actividad económica catalana a la vez que la mayor concentración industrial de Cataluña y del Mediterráneo [3] .
Estudiaremos las formas
o modelos de localización en tres áreas de la ciudad (el
centro histórico o antiguo correspondiente a la ciudad amurallada,
el espacio fuera murallas y la periferia), nos centraremos, básicamente,
en los factores de emplazamiento dentro del tejido urbano, sin olvidar
los condicionantes impuestos por los factores de situación respecto
a entornos regionales.
Algunos factores específicos localización de la industrialización barcelonesa
Hemos de señalar, en primer lugar, que la industrialización barcelonesa en el primer tercio del siglo XIX se lleva a cabo en un municipio y entorno regional carente de las materias primas y las fuentes de energía propias de la primera revolución industrial. Es por ello, que los factores básicos para su desarrollo industrial vendrán determinados sobre todo por su situación geográfica, y por otros factores como su puerto que responde a una tradición comercial histórica, su protoindustrialización en la etapa manufacturera desarrollada a partir de la segunda mitad del siglo XVIII; a la vez se basarán en su capacidad de innovación apoyada en instituciones de formación y de desarrollo científico, en conocimientos, saberes y habilidades tanto de técnicos y obreros de oficio como de las menestralías urbanas del conjunto del territorio catalán de los que serán catalizadores principalmente Barcelona pero también otros centros industriales (Terrassa, Sabadell, Igualada, Vic, Manresa, Mataró, entre otros).
Al mismo tiempo, Barcelona será hasta 1858 una ciudad amurallada y plaza fuerte, con una zona militar que impide las construcciones estables en un radio de 1.500 varas ( 1254 m.) en torno a las murallas, en cuyo interior la fortaleza de la Ciudadela y los grandes conventos e instituciones religiosas ocupan todavía una buena parte del espacio urbano. Su término municipal de reducida extensión (14,7 km2) se ampliará entre 1897 i 1933 con los municipios limítrofes hasta alcanzar los 99,7 km2 actuales. Ambos factores implicaron limitaciones territoriales que explican una cierta dispersión de emplazamientos fabriles dependientes de Barcelona que pasaron a instalarse en áreas próximas
Por otra parte, hay que destacar la influencia de factores históricos particulares – como por ejemplo, la inestabilidad política de algunas décadas del siglo XIX, o la etapa de autarquía en las décadas posteriores al fin de la guerra civil de 1936-1939- que pudieron contribuir a una determinada organización espacial de las áreas industriales barcelonesas.
Analizaremos la sucesión de dichas áreas dentro de la ciudad, la cual se ha realizado en un proceso en el que los desplazamientos y la itinerancia industrial conviven con la permanencia y la continuidad de los espacios industriales. Eso conlleva, a menudo, la superposición de diferentes estratos productivos en una misma localización. También es importante tener en cuenta la complementariedad entre las diversas áreas, lo que puede explicar algunos cambios de emplazamiento y la difusión de empresas unas veces a áreas muy próximas y otras a mayor distancia.
Finalmente, hay que considerar los espacios industriales que actúan de vivero de empresa o aquellos que se convierten, a veces, en espacios industriales efímeros o de corta duración, tanto por la total desaparición de la estructura fabril y empresarial como por su rápida transformación en usos no fabriles.
De este modo, podríamos
hablar, por un lado, de espacios industriales efímeros y de industrias
itinerantes y, por otro, de espacios industriales de larga duración
así como de industrias con un alto índice de permanencia.
Este modelo no es exclusivo de Barcelona sino que ha sido mostrado
en otras ciudades, como en el trabajo realizado por J. Burgess sobre Montreal
[4] .
Los espacios industriales dentro de las murallas
La industrialización barcelonesa tiene un hito importante en 1832 cuando se aplica la máquina de vapor a los procesos productivos en la fábrica “El Vapor”, que pretendía aunar la producción de tejidos con la construcción de maquinaria. La creación de industrias se realizó en una ciudad todavía amurallada y considerada plaza fuerte. Esta empresa pionera de la industrialización barcelonesa y catalana, bajo el nombre de “Bonaplata, Vilaregut, Rull y Compañía”, se situó precisamente en la parte sudoeste del interior de la ciudad amurallada, conocida como el Raval. Ocupaba terrenos libres pertenecientes a una orden religiosa, próximos a la muralla y junto a una de las puertas de entrada a Barcelona, donde instaló un gran conjunto industrial de arquitectura neoclásica que ahora conocemos con detalle; poco después bajo la dirección de Valentí Esparó se dedicó exclusivamente a maquinaria y estructuras metálicas [5] .
No obstante, sería en la parte baja del Raval más cercana al puerto donde se formaría el primer gran complejo fabril moderno, al concentrarse junto al antiguo huerto del convento de benedictinos de Sant Pau del Camp varias empresas textiles (hilados, tejidos) que en el mismo año o solo con dos de diferencia respecto a la de Bonaplata instalaron máquinas de vapor [6] . Al mismo tiempo, en los barrios de tradición artesana y manufacturera de la parte Oriental cruzados desde la edad media por el Rec Comtal -canal de derivación del río Besos que atravesando el llano de Barcelona entraba en la ciudad y servia para mover molinos y establecimientos fabriles- se ubicaron también fábricas movidas a vapor.
En ocasiones, algunas de las nuevas fabricas reutilizaron antiguos recintos o huertos conventuales desamortizados; casos paradigmáticos son los de la empresa Achon que se localizó sobre los terrenos del el ex convento de San Francisco de Pula (actualmente ocupado por el Palau de la Música Catalana), o el de la fundición y construcción de máquinas de L. Perrenod sobre el convento de san Buenaventura, que luego dio paso al todavía existente Hotel Oriente [7] .
Además de los grandes recintos industriales, en muchos casos construidos ex-novo, otro modelo de localización, especialmente en el Raval, fue la casa-fábrica. Muchas se levantaron de nueva planta aprovechando grandes solares de las parcelaciones privadas realizadas a partir del primer tercio del siglo XIX en torno a las calles de la Riereta, Carretas y Reina Amàlia, donde alternaba con edificios de vivienda popular y obrera [8] . La casa-fábrica era un edificio entre medianeras compuesto por varios cuerpos que reunían a la vez la vivienda del propietario y del director y técnicos de la fábrica, que se abría a la calle, mientras que los otros cuerpos o cuadras, con acceso desde un patio interior, se dedicaban a la producción a la vez que en el patio se alojaba la maquina de vapor con su correspondiente chimenea. Esta tipología se extendió, también, por otras áreas de la ciudad amurallada (fabrica Sert en la parte Oriental) y permitió tanto la ocupación de todo el edificio por una sola empresa como el alquiler de plantas con derecho a uso de la fuerza motriz procedente del vapor, desde un principio o posteriormente [9] .
Junto a estas pautas de nueva localización encontramos también la reutilización de edificios fabriles anteriores. Es el caso de algunas manufacturas y almacenes de indianas del siglo XVIII transformados en fábricas textiles con vapor; entre los ejemplos más conocidos podemos citar el de la calle las Tapias nº 6 y 10.
En el barrio marítimo de la Barceloneta -situado extramuros pero en terrenos del municipio de Barcelona- gracias a su proximidad al puerto y a la existencia de espacios libres entre su casco urbano y el perímetro de las murallas, se instalaron industrias mecano-metalúrgicas inicialmente vinculadas a la reparación naval (Nuevo Vulcano, 1834), así como algunas pioneras en la construcción de maquinaria de vapor (Fundición Doménech, Talleres Alexander) y la ya antes citada Maquinista Terrestre y Marítima en 1856, junto a la primera empresa de producción de gas inaugurada en 1843.
La planimetría dibujada por M. Garriga y Roca en 1848 señala con detalle el uso industrial que ocupaba buena parte de la ciudad así como la imbricación espacial de las fábricas con la residencia popular y obrera [10] .
Diversos estudios nos
muestran la geografía de la industria barcelonesa en el interior
del recinto amurallado en las décadas centrales del siglo
XIX. El geógrafo Pau Vila localizó en un plano el Padrón
de fabricantes de 1829 elaborado por la Comisión de fábricas
[11] ; por su parte, J. Benet y C. Martí publicaron la localización
de industrias textiles a partir de una guía de Barcelona de 1854
[12] . A su vez, F. Caballé y A. Nicolau utilizando los datos
de las Matriculas Industriales de los años 1820, 1846 y 1856 para
seis sectores productivos (textil, mecano-metalúrgico, curtidos,
químicas y papel y artes gráficas) señalaron el progresivo
incremento de estas actividades en la ciudad. amurallada
[13] , a pesar de la prohibición municipal de 1846 para
instalar nuevos vapores
[14]
; al mismo tiempo, constataron que se produjo en estos años
una diversificación industrial, con una pérdida específica
del sector textil a favor del sector mecano-metálico, siendo otra
característica la aparición de un gran número de pequeñas
empresas. El área de mayor incremento industrial fue entre 1846
y 1856 la del Raval, manteniéndose a la vez la parte Oriental
o Ribera como la otra gran área fabril intramuros.
Pautas de difusión fuera murallas
Ya desde la etapa manufacturera y después casi en paralelo con la industrialización en el interior de la ciudad se desarrollaron implantaciones fuera muralla dedicadas a parte del proceso productivo textil (blanqueo y acabado) conocido como “ramo del agua”, para el que se necesitaban tierras llanas (prados y secaderos) y abundante agua, así como a actividades más nocivas que no tenían cabida en el recinto amurallado, como la elaboración de productos químicos o de fósforos. Otras veces, estas instalaciones estaban condicionadas por el uso de una determinada materia prima, como es el caso de los hornos de cal o especialmente las ladrillerillas, que ocupaban las tierras arcillosas del Llano de Barcelona.
Justo en los años anteriores al derribo de las murallas algunas empresas de mayor envergadura en las que se aplicaban innovaciones técnicas y energéticas buscaron en los municipios de los alrededores de Barcelona espacio y abundancia de agua –pues la que se obtenía en la parte baja del Raval presentaba altos índices de salinidad- para localizar sus nuevos, modernos y grandes recintos fabriles, en especial a partir del año 1846 cuando el ayuntamiento limitó la instalación de nuevas vapores y puso dificultades para la ampliación de las existentes [15] . Algunos casos son ya conocidos como por ejemplo, hacia 1839 el Vapor del Fil, después el Vapor del Rec y en 1843 la empresa de Ferran Puig (las tres dieron paso posteriormente a conocida Fabra y Coats) en Sant Andreu; el Vidriol en Les Corts desde poco antes de 1839; el Vapor Vell, asentado en Sants (1844-1846) y la España Industrial entre 1847-49 también en Sants [16] ; el de Vilaregut (1837) y el de Puigmarti (1839) en Gracia, y el de la Auxiliar de la Industria en 1853-55 en terrenos de Nuestra Señora del Port cerca del Canal de la Infanta, pertenecientes a la Marina de Sants [17] .
A todos ellos ahora- después de un estudio de recuperación de la memoria histórica- podemos añadir Can Ricart en el Poblenou, el gran recinto neoclásico dedicado a estampados mecánicos a vapor y que estaba ya en funcionamiento desde 1855; obra del arquitecto académico Josep Oriol Bernadet, constituye un verdadero modelo de la moderna tipología fabril y por ello uno de los más emblemáticos de este periodo [18] . En estas mismas fechas, la Maquinista Terrestre y Marítima sucesora de la empresa de construcción de máquinas de Valentí Esparó, situada inicialmente en el recinto amurallado, optará, como antes hemos señalado, por localizarse en la Barceloneta dentro del término de Barcelona, buscando una ubicación lo más próxima posible al puerto, básico para el abastecimiento de materias primas y de carbón así como para dar salida a buena parte de su producción.
Estas primeras estructuras industriales situadas fuera murallas son perfectamente reconocibles en el Plano de los alrededores de Barcelona dibujado por Ildefonso Cerdà en 1856. En su mayoría son casos conocidos, ya que en los estudios sobre la industrialización barcelonesa parecen haberse enfatizado sobre todo los modelos de desplazamiento o deslocalización de larga distancia hacia los municipios limítrofes del Llano de Barcelona. Menos atención se ha prestado a las pautas de difusión a las áreas del Ensanche cercanas a la antigua muralla, que empezaron a urbanizarse tras el derribo de éstas y la aprobación del Plan Cerdà (1859).
Se suelen indicar como razones que explican este salto a larga distancia argumentos relacionados con el carácter residencial y mesocrático del Ensanche de Barcelona así como la indecisión que existió durante un tiempo respecto a usos; también se alude a una normativa mas rígida en relación con los municipios de los alrededores de Barcelona no afectados por el proyecto de Ensanche Cerdà o menos implicados en su cumplimiento, sin olvidar el argumento de una menor presión fiscal.
Los estudios que estamos llevando a cabo sobre la industria en la parte del Ensanche correspondiente a la Barcelona anterior a la agregación de municipios limítrofes muestran una realidad más compleja, incluso aceptando como ciertos parte de los argumentos antes señalados. Efectivamente, hemos podido confirmar en un reciente publicación la difusión de la industria desde la Ciutat Vella hacia la parte sudoeste del Ensanche (que corresponde a la actualmente conocida como barrio de Sant Antoni) desde la misma aprobación del proyecto Cerdà; ya en 1863 existían en esta área una docena de industrias procedentes mayoritariamente de la Ciutat Vella, y diez años después ascendían a medio centenar [19] , que se visualizan claramente en la planimetría de 1871.
Como hemos señalado en dicho estudio, la proximidad al puerto, y al entorno fabril del Raval, con una infraestructura productiva que permitía y facilitaba una integración horizontal y vertical, con un mercado laboral amplio, una mano de obra especializada y un mercado de vivienda obrera abundante actuarían en esta parte del Ensanche como factores de localización favorables respecto a otros emplazamientos mas alejados.
En el último tercio del siglo XIX y tras el derribo de las murallas, el traslado de industrias hacia los municipios del entorno de Barcelona experimentará un gran incremento. Lo cual fue posible gracias a una mejora de las infraestructuras ferroviarias y a los nuevos trazados viarios, junto con las posibilidades de comunicación que la telegrafía, primero, y, pronto también, la telefonía permitieron establecer entre las nuevas instalaciones fabriles y las sedes que permanecían en la ciudad antigua [20] . Los municipios de Sant Martí de Provençals, Gracia y Sants, bien comunicados por ferrocarril y por las dos grandes ejes viarios de salida de la ciudad- carretera de Sants y carretera de Mataró- y disponiendo de abundante suelo y agua, serán los grandes receptores de fábricas procedentes de la ciudad antigua. También Gràcia, y en menor proporción Sant Andreu y Les Corts, absorberán instalaciones fabriles procedentes de la ciudad antigua, mientras que Sant Gervasi, Sarriá y Horta serán los municipios que quedarán prácticamente al margen del desarrollo industrial de este período.
Se encontrarán, por ello, en este sector una gran diversidad de tipologías arquitectónicas, desde los grandes complejos fabriles (Vidrerias Vilella, Can Batlló), que continúan construyéndose hasta inicios de siglo XX (Ca l’Illa al Poblenou), hasta las naves entre medianeras, pasando por conjuntos que ocupan una buena parte de las manzanas. La mezcla de vivienda popular y obrera de iniciativa privada y los espacios de sociabilidad (ateneos, cooperativas) con el espacio productivo se mantiene y reproduce en todos los barrios fabriles, configurando verdaderos distritos industriales integrados.
Sin embargo, a pesar del crecimiento periférico de la industria en los pueblos del Pla de Barcelona e incluso en otros más alejados (como Badalona, Sant Feliu de Llobregat), el municipio estricto de Barcelona (el centro histórico más la parte del Ensanche dentro del municipio de la capital con una extensión total de 14,7 km2) seguirá siendo el área industrial por excelencia. En primer lugar, hay que destacar que durante mucho tiempo numerosas empresas mantuvieron dispersas varias instalaciones productivas complementarias, para, finalmente, dedicar una parte de ellas a actividades comerciales y de almacenamiento. Este seria el caso de empresas textiles como Sert, España Industrial, Ricart o Casarramona, que continuaron parte del proceso de producción textil en los espacios iniciales situados en la ciudad antigua durante los primeros años de su traslado fuera murallas, para finalmente utilizarlos solo como oficina, almacenes o salones de ventas.
Una parte de estas permanencias seria explicable por la rentabilización de las inversiones y otras quizás por la proximidad de la mano de obra residente en la ciudad antigua, la mejor accesibilidad a medios de transporte (puerto y estaciones de ferrocarril) así como la mayor centralidad urbana que facilitaba la gestión.
Paralelamente, la ciudad antigua experimenta el aprovechamiento de los viejos espacios industriales para nuevas actividades fabriles, continuando de este modo la diversificación industrial iniciada en décadas anteriores. Es paradigmático en este sentido el caso de numerosas fábricas del Raval, que muestran la substitución de unos usos fabriles por otros, sin apenas interrupción en la actividad productiva [21] .
En los años finales de siglo XIX continuó el traslado de industrias nacidas en la ciudad antigua hacia las áreas más cercanas del Ensanche situado dentro del término municipal de Barcelona. El ya citado barrio de Sant Antoni, pionero en la industrialización del Ensanche, conocerá un notable incremento al igual que la parte conocida como la Izquierda del Ensanche; en sus manzanas se ubicaran tanto industrias deslocalizadas desde la ciudad antigua como industrias de nueva creación. La parte más central y de mayor estatus del Ensanche en torno al eje del paseo de Gracia tampoco quedará al margen de la industria, si bien en ella se localizarán aquellas fabricas más vinculadas a bienes de consumo (vestido, tocado, mobiliario) o a las artes gráficas (las editoriales Montaner y Simón, y Thomas en 1880 y 1895-189, respectivamente, ambas en notables edificios modernistas). La parte derecha del Ensanche entre Gràcia y Sant Martí iniciará también en el cambio de siglo su conversión en área industrial (La Sedeta en 1889, editorial Ramirez- Henrich en 1886), aunque con una concentración menor respecto de las antes citadas. A estas empresas procedentes de la ciudad antigua se unirán otras de nueva creación.
Por todas estas razones,
el antiguo municipio de Barcelona seguirá siendo a inicios del siglo
XX la gran área industrial de la nueva ciudad surgida de las agregaciones
de municipios de 1897. Efectivamente, los datos recogidos por J. Nadal
y X. Tafunell muestran que en 1904 la industria ubicada en el antiguo municipio
de Barcelona – el que fuera recinto amurallado junto con el Ensanche próximo
a él- representaba el 53,19 por ciento del número de contribuyentes
y el 46,36 por ciento de la cuota; por sectores destacaba la primacía
de esta parte de Barcelona en material de transporte (la Maquinista disponía
de grandes instalaciones en la Barceloneta), y producción de energía
(Catalana de Gas en la Barceloneta, y las dos centrales térmicas
próximas al puerto), en la química, el vidrio y la cal, así
como en vinos y anisados junto a géneros de punto y complementos
de vestir, cuero y calzado.
Cambios y permanencias del espacio industrial de Barcelona en el primer tercio del siglo XX.
En periodo entreguerras el espacio industrial barcelonés experimentará notables cambios. Estos cambios son debidos tanto a causas económicas como urbanísticas; entre las primeras, hay que señalar las transformaciones en la estructura productiva relacionadas con la segunda revolución industrial y con la aplicación de la electricidad y del petróleo [22] , con el uso de nuevas materias primas y con la aparición de nuevas pautas de consumo que desarrollan nuevos sectores (artes gráficas, automóviles, estructuras de hierro, maquinaria, medios de transporte, química y alimentación, materiales de construcción), lo cual da lugar una importante diversificación industrial en detrimento del tradicional sector textil.
Entre las segundas, es destacable la introducción de nuevas formas de planeamiento urbano derivadas del urbanismo funcionalista, que suponen la propuesta de una zonificación industrial para separar la actividad industrial de la residencial. Efectivamente, en estos años se definen los dos grandes polígonos industriales de la ciudad, uno cerca del puerto –al iniciarse la industrialización de los terrenos del proyectado Puerto Franco cercanos al histórico núcleo industrial del Port- y otro cerca del río Besós próximo al núcleo fabril de la Sagrera-Sant Andreu, donde la Maquinista Terrestre Marítima complementará a partir de 1918 las instalaciones de la Barceloneta.
A pesar de ello, el tejido industrial seguirá expandiéndose y dispersándose por toda la ciudad, tanto en el propio Ensanche como en los núcleos fabriles ya consolidados, ocupando importantes espacios de la periferia noroeste, tradicionalmente menos industrial como Les Corts [23] , e incluso Sarriá y Sant Gervasi. Las manzanas del Ensanche esconderán dentro de ellas nuevas industrias de todo tipo, desde grandes cerveceras (Damm), a tejidos (M. Blanch), y desde construcciones mecánicas (Mas Bagá, Font Campabadal), editoriales (Salvat, Labor, Sopena), cerámica (Orsola), química y perfumería (Myrurgia), hasta la fabricación de motores de aviación (Elizalde); en muchos casos se instalaron en notables edificios y conjuntos modernistas, noucentistas y racionalistas que podían llegar a ocupar varias manzanas del Ensanche y con reutilización de edificios fabriles anteriores (la litografía Raez-Enrich será ocupada por la farmacéutica Unicolor-Bayer en 1934). Por su parte, en las calles cercanas a la Ronda (Bailén, Ausias March, Caspe), no lejos del histórico barrio fabril de Sant Pere, se ubicaran actividades de almacenamiento y gestión (sedes sociales) de las industrias textiles de la periferia o de fuera de Barcelona; en algunos casos incluso el empresario textil era también propietario de todo el edificio donde se ubicaba el depósito de mercancías- que ocupaba en planta baja el interior de manzana- , las oficinas y, a menudo, su propia residencia.
Al igual que se había producido en el interior del recinto amurallado, en el Ensanche y en los antiguos municipios del Pla de Barcelona surgirían, en algunos casos, las tipologías de parques de empresas o de industrias compartidas. En ellas el propietario de una gran fábrica, que en muchas ocasiones era un industrial, compartía su edificio fabril de varias plantas con otras empresas a las que alquilaba locales junto con el suministro de fuerza motriz, que a partir de la década de 1910 es ya la electricidad. Can Saladrigas desde 1913 [24] , Locales y Fuerzas desde 1926 en el Poblenou, y sociedades como la textil Serra, o Regordosa en Les Corts [25] , son ejemplos interesantes y significativos de esta transformación que implica favorecer el nacimiento y desarrollo de pequeñas empresas de sectores emergentes, frente a un cierto agotamiento de otras tradicionales del sector textil.
Igualmente, el centro histórico mantendrá su función industrial, a pesar de que algunas instalaciones fabriles se transformaron en viviendas y pensiones que acogieron a sucesivas migraciones llegadas a la ciudad desde fines del siglo XIX y a principios de siglo XX [26] . En buena parte de los edificios industriales que continuaron en funcionamiento se produjo, nuevamente, la sustitución de un tipo de actividad textil predominante por otra vinculada más a las industrias de transformación (manipulación de papel, imprentas) o de bienes de consumo (zapatos, bastones, cintas, pasamaneria), sin olvidar el paso de algunos edificios fabriles a actividades de ocio, particularmente en el Raval (entre otras, destacamos la fábrica de construcción de máquinas la Paloma reconvertida desde 1903 en una, todavía hoy, popular sala de baile).
Incluso en unos pocos casos ciertas empresas textiles como Sert, Llimona, Jaumandreu, Casarramona, mantenían todavía en la década de 1920, parte de su proceso productivo en las instalaciones de la antigua ciudad amurallada, a pesar de disponer de fábricas en Poblenou o Sants.
Los datos elaborados por A. Calvo sobre la estructura productiva de la ciudad en 1920-1922 muestran que si bien Sant Martí- entonces ya consolidado como el gran distrito industrial de Barcelona- reunía el 47,1 por ciento de la industria de Barcelona, la capital (o sea el antiguo municipio de Barcelona) mantenía el 30 por ciento, valor ampliamente superado en algunos sectores como las artes gráficas o el mecano-metalúrgico, mayoritariamente localizados –como ya hemos visto-en esta parte más central de la ciudad [27] . En 1933 se mantenían valores similares, y si bien Sant Martí era el líder indiscutible en el sector textil, el antiguo término de Barcelona lo seguía siendo en el sector metalo-mecánico, en química y en productos alimenticios y bebidas, pero especialmente en artes gráficas, agrupando las dos terceras partes del total de este sector tanto en contribuyentes como en cuota [28] ; en este sentido, el casco antiguo y, sobre todo, la parte del Ensanche que rodeaba el recinto de la Universidad, constituían un verdadero distrito editorial y científico, al situarse en sus calles las grandes empresas editoriales y de artes gráficas.
El plano dibujado por el GATCPAC en 1933, muestra la localización de la Barcelona industrial y obrera [29] , en el que figuran las grandes zonas industriales. Seguramente, este plano sintetiza y resume lo que detallaba con precisión el Plano parcelario de Barcelona a escala 1:500 que entre 1927 y 1931 trazó el Servicio del plano de la ciudad, a cargo del ingeniero Vicenç Martorell [30] .
Ambos planos muestran que la mezcla de vivienda e industria continuaba siendo una constante de la ciudad. Solo estarán libres de ello algunos espacios planificados en esta época como ciudades jardín de clases altas y medias, y pequeños barrios populares resultado de parcelaciones privadas o de alguna pequeña promoción cooperativa [31] .
Hay que tener en cuenta que en el primer tercio de siglo XX se inicia un nuevo e importante cambio espacial de la industria barcelonesa. Se trata del incipiente desarrollo de la segunda corona industrial de la región, que se conforma a partir de núcleos inmediatos (Sant Adriá, Hospitalet,) o próximos (Montcada, Cornellá, Badalona, Sant Boi, Sant Feliu de Llobregat), que en muchos casos -como el de Hospitalet, Badalona o Cornellá- contaban desde el siglo XIX con una cierta actividad y tradición fabril. Infraestructuras e industrias procedentes de Barcelona, así como otras de nuevo cuño empresarial y productivo (Uralita en Montcada, CELO, la fábrica de vidrio plano de la Compañia Española Libbey Omens y una central térmica en Sant Adriá, o la fabrica Siemens en Cornellá, entre otras) configurarán un nuevo espacio fabril que servirá de punto de partida para la gran expansión metropolitana de la industria a partir de la década de 1960.
Los años de
la guerra civil implicaron algunas transformaciones espaciales de las industrias,
debido principalmente a las circunstancias bélicas y a la nueva
política económica que dieron lugar a las colectivizaciones
republicanas. El 26 de octubre de 1936, al decretarse en Cataluña
la colectivización de las empresas industriales, se produjo, en
muchos casos, la agrupación de pequeñas fábricas en
recintos y locales de mayor tamaño, para conseguir una mejor economía
de escala en la fabricación de nuevos artículos como los
materiales de construcción (vidrio plano, por ejemplo)
[32] , o para dedicarse una determinada producción en el caso
de las industrias de guerra. Esto ocurriría en varias empresas mecano-metalúrgicas
situadas de en el Ensanche de Sant Antoni, que pasaron a componer la empresa
colectivizada BAM. Para algunas empresas la colectivización supuso
una mejora de las instalaciones, tal como ocurrió en la trefilería
Riviere
[33] , y también la creación de equipamientos y servicios
para los trabajadores, como fueron escuelas (el caso de la empresa Damm),
biblioteca y equipamientos escolares y deportivos (en la de Perlas Imitación)
[34] .
De la autarquía al desarrollismo
A partir de 1939 y en los años posteriores a la guerra civil el tejido industrial barcelonés mantendrá las ubicaciones ya descritas, intensificándose la concentración industrial debido al periodo de autarquía que en cierta medida favoreció, ante la restricción de importaciones, el desarrollo de actividades industriales de tamaño medio y pequeño en numerosos sectores. No obstante, no seria hasta la década del 1950-1960 cuando se empezarían a producir importantes cambios que acabarían por convertir, de nuevo, a Barcelona en el centro de gravedad de la industria catalana y en la mayor concentración industrial española (según J. E. Sánchez, el 21 por ciento del PIB total español [35] ), durante uno de los periodos de mayor desarrollo industrial de Cataluña, tal como han señalado los historiadores de la economía [36] .
El Plan Comarcal de 1953 presentó entre su documentación urbanística un plano del suelo industrial existente justo en el inicio de los cambios antes aludidos. En dicho plano se muestra que las actividades industriales ocupaban buena parte de la ciudad, destacándose las fuertes concentraciones de las áreas de levante y poniente así como la dispersión de industrias por buena parte de todo el tejido urbano, con excepción de una menor densidad fabril en los barrios localizados al pie de Collcerola, correspondientes a Sarriá, Sant Gervasi, Horta, y la parte alta de Sant Andreu que hoy constituye el distrito de Nou Barris.
La instalación de grandes centros de producción de los sectores emergentes, como el del material ferroviario (Macosa), la automoción (SEAT, Pegaso-ENASA, Montesa, Ducati) o de bienes de equipo como las maquinas de escribir y de calcular (Hispano Olivetti) cambiarían de escala y de contenido el paisaje industrial barcelonés, al ocupar grandes superficies en amplios y modernos complejos fabriles y desarrollar innovaciones industriales y técnicas propias del fordismo, a la par que aplicar de forma intensiva nuevas políticas sociales (viviendas, servicios y equipamientos para los obreros y sus familias).
Estas grandes empresas favorecieron el desarrollo, casi siempre en zonas próximas, de un buen número de empresas auxiliares del sector mecánico, pero también del caucho, plástico, tapicería, cristalería, etc., con las que establecieron una integración de carácter horizontal.
Por otra parte, se desarrollaron, gracias al aumento del nivel de vida y de la capacidad adquisitiva, aquellas industrias vinculadas al consumo familiar y al equipamiento del hogar, como fueron la producción de electrodomésticos (lavadoras, frigoríficos, cocinas, máquinas de coser, radios, televisiones, menaje etc.) y de otros tipos de bienes de consumo (bolígrafos, hojas de afeitar, artículos de perfumería y limpieza, alimentación, vestido, fornituras) que acapararon gran parte del mercado catalán y español, en general; dichas empresas se implantarían dentro del tejido urbano, primero con tecnología propia y capitales autóctonos para asociarse pronto con empresas foráneas. Este seria el caso de la fábrica de televisores Inter, instalada en Les Corts a partir de la iniciativa local, y que acabaría vinculada con la alemana Grunding abandonando finalmente hacia 1990 el emplazamiento inicial [37] .
Paralelamente, se introdujeron cambios tecnológicos en los sistemas productivos (mecanización creciente, introducción de cadenas de montaje, automatización de los procesos y de los sistemas de almacenamiento), que obligaron al traslado de aquellas empresas en expansión.
De hecho, este crecimiento industrial no hizo sino consolidar las áreas industriales tradicionales (Sants, Poblenou, Clot-Camp de l’Arpa, la Sagrera), que se amplían ahora hacia la periferia del Ensanche próxima a la Sagrada Familia o Les Corts. A su vez los dos grandes polígonos industriales de Barcelona (Buen Pastor y Zona Franca), previstos desde la década del 1930, experimentarían una rápida e intensa ocupación con grandes empresas de los nuevos sectores (SEAT, Philips, Motor Ibérica).
Junto o próximas a estas áreas industriales se levantarían los grandes polígonos de vivienda (Sudoeste del Besós, Trinitat Nova, Nuestra Señora del Port) para obreros y clases populares, estableciéndose de nuevo una estrecha vinculación entre fábrica y espacio residencial obrero.
Al mismo tiempo, el uso intensivo del espacio costero por actividades industriales y de almacenamiento y transporte a gran escala, junto a la ausencia de depuración de aguas residuales urbanas y al escaso control de los vertidos industriales, convirtió buena parte del litoral barcelonés en un área degradada en la que se consolidó una amplia zona de barracas en los años de escasez de vivienda de la posguerra [38] .
El centro histórico conoció un cierto renacimiento industrial, ya que, a pesar de las altas cotas de densificación poblacional, parte de los antiguos edificios industriales permitieron el mantenimiento o la nueva instalación de pequeñas empresas y talleres que daban trabajo a la población cercana, experimentando, de este modo, lo que podríamos denominar una tercera ocupación industrial y el seguir desempeñando el histórico papel de vivero de empresas.
La normativa urbanística del plan Comarcal de 1953 estableció la separación entre vivienda e industria, mientras que nuevos marcos legales -como la Carta Municipal de Barcelona (1960) que creó el impuesto de Radicación, según el cual las empresas pagaban un impuesto por la superficie ocupada, o como el Reglamento de industrias nocivas, peligrosas e insalubres- aceleraron la obsolescencia de las instalaciones de algunas empresas, abriendo expectativas de cambio de calificación del suelo industrial, que a la vez aceleraban procesos especulativos.
A mediados de la década del 1960 algunas industrias iniciarían su traslado hacia los primeros polígonos industriales de aquellos municipios próximos, donde, como hemos señalado, existía ya una tradición industrial; este fue el caso del polígono el Gallo (Cornellà-Esplugues ), que acogería a una de estas industrias que podríamos denominar itinerantes como fue la empresa Corberó, la cual después de varias localizaciones en el propio Ensanche barcelonés y en Les Corts acabaría por ubicarse en este polígono donde ha permanecido los últimos veinticinco años, convirtiéndose en una de las más emblemáticas e importantes empresas del sector de electrodomésticos catalán.
Otras empresas iniciarían procesos de transformación de suelo industrial en residencial contraviniendo incluso –mediante cambios de calificación urbanística a través de planes parciales facilitados por el propio ayuntamiento- la normativa del plan Comarcal de 1953 que las clasificaba como zonas aptas para la industria. Un buen ejemplo de este tipo de proceso fue el conocido como Plan de La Ribera presentado el año 1965 por una asociación de grandes empresas ubicadas en la franja litoral entre la Barceloneta y el río Besos, cuyas instalaciones resultaban ya obsoletas o se habían trasladado en parte a los polígonos industriales de la ciudad. Dicho Plan, promovido por la sociedad Ribera S.A., trataba de reconvertir el suelo industrial en residencial y terciario de alto nivel [39] .
Otro ejemplo de menor escala seria el de la España Industrial, antigua factoría textil que ocupaba 7 hectáreas y que inició la transformación de su suelo industrial en residencial contraviniendo la ordenación urbanística vigente, y desoyendo las peticiones vecinales para su transformación en equipamiento.
Comenzó, entonces lo que algunos estudiosos del tema denominamos un nueva “desamortización”, en este caso de terrenos de instalaciones industriales, iniciándose un proceso que, con algunas interrupciones pero sin apenas tregua, ha llegado hasta hoy. La crisis económica de 1973, afortunadamente, retrasó y paralizó muchos de estos proyectos de reconversión del suelo industrial, en especial el antes citado Plan de la Ribera que también había sido objeto de fuertes críticas por parte de instituciones de la ciudad y de movimientos vecinales [40] .
Con la llegada de los ayuntamientos democráticos, y gracias a la calificación de equipamiento que el Plan Comarcal de 1974-76 otorgaba a muchas instalaciones industriales, se produjo una tregua en la destrucción del patrimonio; una parte de los procesos de transformación especulativa en curso (España Industrial, Pegaso, FIAT) se lograron paralizar y dar paso en el resto de terrenos a equipamientos y espacios verdes (como el Parc de la España Industrial, Parc de la Pegaso y complejos escolares) así como a vivienda social y equipamientos (la Maquinista de la Barceloneta), de los que tan necesitada estaba una ciudad de gran densidad y con graves déficit como la Barcelona de aquellos años. Finalmente, algunas otras fábricas, manteniendo toda su estructura y tras una excelente rehabilitación, se convirtieron en equipamientos escolares y centros cívicos (La Sedeta, entre los más emblemáticos de este periodo).
A finales de la década de 1970, nuevos cambios tecnológicos, la crisis del sector textil algodonero junto con la emergencia de nuevos sectores productivos (electrónica, farmacéutica) unido al desarrollo de la red de autopistas metropolitanas y a cambios en los sistemas de transporte portuario -la revolución de los contenedores- favorecieron la deslocalización de parte de la industria, y del almacenamiento y distribución situada en Barcelona hacia los nuevos polígonos industriales [41] .
No obstante, el proceso de deslocalización y desplazamiento de industrias fue lento, de tal modo que todavía en 1977 se censaron en Barcelona (excluyendo la Zona Franca) cerca de 20.000 establecimientos industriales que ocupaban 62.325 m2 de suelo. El Poblenou era, en aquel momento, la mayor extensión industrial de la ciudad, seguido de Sant Andreu y Sants; en el Ensanche la parte izquierda y la cercana a la Sagrada Familia junto con Ciutat Vella constituían, en conjunto, el cuarto foco industrial de la ciudad [42] .
La trama urbana del
Poblenou se mantuvo todavía como el gran espacio industrial de Barcelona
hasta finales de la década de 1980, representando aproximadamente
una cuarta parte o más del suelo industrial de Barcelona, superando
este cifra en algunos sectores como maquinaria y material eléctrico
(37,1%), productos metálicos (37,%), e industria química
(32,5%)
[43] ; permanecían casi todas las instalaciones históricas
en muchos casos con nuevos usos en forma de industrias compartidas a la
vez, que se habían construido nuevas tipologías de edificios
industriales de 9 a 12 plantas con subdivisión horizontal y servicios
comunes[44]
.
La definitiva desaparición del espacio fabril barcelonés
A raíz de los Juegos Olímpicos se produjo un cambio de orientación urbanística de la ciudad hacia proyectos de reconversión de suelo industrial. El primero de ellos seria la propia Vila Olímpica, que posibilitó a las grandes industrias situadas en este territorio alcanzar importantes plusvalías que estaban expectantes desde el tiempo del Plan de la Ribera [45] .
Posteriormente, operaciones urbanísticas como la apertura de la avenida Diagonal hasta el mar, y la construcción de grandes conjuntos como Diagonal Mar o el Front Marítim sobre las instalaciones de Macosa- otra de las grandes empresas mecano metalúrgicas catalanas- y los terrenos de Catalana de Gas, respectivamente, transformaron el litoral barcelonés en un espacio residencial de renta alta, apenas integrado con el resto del tejido urbano existente.
El casco antiguo y el propio Ensanche y las tramas urbanas de Gracia, Sants, Sant Andreu han visto desaparecer en estos dos últimas décadas numerosos industrias, con el resultado del derribo de edificaciones fácilmente reutilizables que constituían hitos del paisaje, en muchos casos incluso de valor histórico- artístico que el Catalogo de Patrimonio Arquitectónico de Barcelona no ha llegado ni a documentar ni a reconocer como tales.
A raíz de las destrucciones masivas de tejido industrial para construir la Villa Olímpica ya se había desarrollado en Barcelona una amplía conciencia entre profesionales y ciudadanos sobre la necesidad de mantener este patrimonio industrial de la ciudad como documento de memoria histórica en cuanto a innovación técnica, lucha obrera e iniciativa empresarial, y por su valor como espacio de uso industrial. Se planteó en un Manifiesto firmado por arquitectos, ingenieros e historiadores la conservación de los edificios fabriles reutilizándolos en el nuevo proyecto; desafortunadamente la iniciativa no tuvo ningún éxito, y únicamente se consiguió que se realizara un estudio documental a cargo de un equipo interdisciplinario dirigido por el historiador Manuel Arranz [46] .
Desde entonces el impacto de la arqueología industrial y los ya numerosos estudios sobre la industria de Barcelona desarrollados por historiadores, geógrafos y arquitectos siguen avalando y reforzando estas posiciones que tratan de mantener aquellas empresas industriales existentes y que son viables económicamente y compatibles con la vivienda, potenciando a la vez nuevos usos fabriles y productivos que establezcan vínculos con el tejido industrial todavía en funcionamiento. Estas posiciones, no obstante, resultan difíciles de compatibilizar con algunas propuestas municipales que, a pesar de las declaraciones iniciales y programáticas de nuevos planes como el 22@, no están muy orientadas a una conservación de dicho patrimonio; el cual ha adquirido un elevado valor debido al alza de los precios del suelo y las posibilidades que ofrece para las nuevas construcciones aprobadas por un planeamiento permisivo con los intereses inmobiliarios,
De este modo, la tradicional área industrial de Poblenou está siendo reconvertida en un área terciaria donde se derriban las antiguas fabricas (algunas de ellas como Can Ricart) de gran valor patrimonial histórico- artístico, de innovación y de memoria histórica para dar paso a nuevas construcciones residenciales de alto estanding y a rascacielos de oficinas y hoteles. En las dos terceras partes de estas nuevas construcciones se ubican viviendas de renta elevada, oficinas y sedes sociales, hoteles y servicios avanzados junto a centros oficiales y universidades, mientras que las industrias del sector TIC programadas por el Plan 22@ solo representan la tercera parte restante [47] .
En situación similar se encuentran otras áreas industriales tradicionales como Sants o la Sagrera-Sant Andreu, donde desaparece el tejido industrial sin un riguroso y completo estudio histórico o un inventario técnico, y sin plantearse la posibilidad de mantenimiento y reutilización industrial alternativa; se respeta, únicamente a modo de símbolo, con buena suerte y tras muchas reivindicaciones vecinales, una pequeña parte de las instalaciones que en general es solamente un aislada e inconexa chimenea, una nave o simplemente un fragmento de la fachada.
En el Ensanche- carente también de un plan de conservación de su patrimonio industrial- las antiguas fábricas tras su derribo a partir de la década de 1970 han dado paso a edificios de vivienda u oficinas y hoteles que han densificado el espacio; solamente unos pocos edificios industriales permanecen hoy en pie, generalmente con usos terciarios.
En el caso de Ciutat Vella las transformaciones urbanísticas, y muy especialmente la apertura de la llamada rambla del Raval, han arrasado varias construcciones fabriles de gran interés patrimonial, entre ellas la primeras que introdujeron la máquinas de vapor y que habían logrado sobrevivir más de 150 años como eran las fábricas Tous, Santaló o la vieja Ricart; de ellas ahora solo resta una chimenea (sin ni tan solo una placa que recuerde su origen y trayectoria fabril) y una pequeña estructura metálica [48] .
Por su parte, los dos grandes polígonos industriales de la ciudad están siendo objeto de operaciones de transformación terciaria y residencial. En la Zona Franca- el polígono industrial urbano más importante de Europa que ocupa 600 ha, reúne 250 empresas y ocupa a 43.000 personas- se está proyectando un plan de reconversión que afecta a una importante superficie del mismo, mientras que algunas empresas como SEAT ya han reducido en estos últimos años la superficie de sus instalaciones productivas que se han transformado en viviendas.
En el Polígono del Buen Pastor, a pesar de su consolidación y declarada voluntad de mantenimiento, ya ha experimentado, recientemente, fuertes cambios como fue la total destrucción de las instalaciones de la Maquinista Terrestre y Marítima- excelentes naves modernistas de ladrillo visto- y la construcción sobre su solar de un conjunto de viviendas y de un centro comercial que bien podía haber reutilizado algunas de las citadas naves.
Barcelona, no cuenta todavía hoy con un plan integral de patrimonio industrial a pesar de las propuestas en este sentido realizadas por colectivos de profesionales en los últimos diez años [49] . Parece que la ciudad se avergüence de su trayectoria industrial y no haya superado los planteamientos de inicios del siglo XX, momento en que, según J. Roca, la ciudad industrial y obrera era vista por parte de las clases dirigentes como un peligro [50] .
Mientras la ciudad
de Barcelona y los municipios de su entorno próximo (Badalona, Hospitales,
Cornellá,…) pierden tejido industrial, las empresas se desplazan
a la región metropolitana, donde existen 695 polígonos industriales
con una superficie de 15.926 ha. En ellos se sitúan tanto actividades
fabriles como logísticas, creando una nueva corona que continúa
y perpetúa la geografía industrial barcelonesa, mientras
la ciudad de Barcelona convertida cada vez mas en una ciudad monofuncional
dedicada al turismo, al ocio y a la actividad terciaria pierde diversidad
social y funcional expulsando a la industria y a los grupos populares y
clases medias a los entornos más alejados.
Conclusiones
A partir del análisis realizado a partir de estudios de casos, así como del conocimiento de la trayectoria de localización de más de un centenar de empresas industriales barcelonesas podemos señalar el elevado grado de permanencia del tejido industrial de la ciudad a lo largo de más de siglo y medio. Entre el primer tercio del siglo XIX y finales del siglo XX muchas empresas permanecieron en el mismo lugar reutilizando el edificio original, mientras que otros recintos industriales permitieron la sucesión de varias actividades fabriles en el mismo espacio.
En 1981 todavía en el barrio del Raval -cuna de la revolución industrial catalana- se pudieron censar unos 50 conjuntos fabriles que permanecían en pie de entre fines del siglo XVIII y mediados del siglo XIX, mayoritariamente como industrias compartidas y unas pocas con otros usos (vivienda, ocio, talleres de artistas); actualmente, quedan apenas 25 dedicadas a diversas funciones, y solamente una de ellas tiene asegurada su conservación patrimonial exterior, ya que al convertirse en vivienda social mantendrá su fachada.
También en el Ensanche ha habido una masiva destrucción de patrimonio fabril, y únicamente restan unos pocos ejemplos interesantes de edificios industriales casi completos, como son tres empresas editoriales; una de ellas mantiene el mismo uso, a pesar de cambios en su estructura y gestión (Editorial Salvat con años 90 años de permanencia en el mismo emplazamiento), otra es un centro cultural (Fundación Tàpies en la antigua editorial Montaner y Simón) y la tercera un centro de diseño (Imprenta Thomas hoy CBD Disseny) [51] . Igualmente, dos cerveceras se han mantenido fieles a sus orígenes territoriales, conservando la sede social y espacios musealizados (Damm), e incluso parte de la producción (Moritz) en las localizaciones históricas de mediados siglo XIX y de inicios del siglo XX, respectivamente.
Desafortunadamente,
las intervenciones urbanísticas de la ciudad en las dos últimas
décadas han roto la trayectoria de mantenimiento, reutilización
y recuperación del espacio fabril; en Barcelona esta trayectoria
había producido en la década 1978-88 resultados interesantes
tanto urbanística como socialmente, al igual que en otras ciudades
europeas como Berlín sigue dando lugar, actualmente, a proyectos
culturales o empresariales de gran valor. La ciudad de Barcelona carece
de un verdadero Plan de Patrimonio Industrial que conserve recintos, conjuntos
y paisajes industriales más allá de las chimeneas o fragmentos
de fábrica y que, a la vez, reúna los fondos documentales
de empresas y señalice las industrias existentes y las desaparecidas;
dicho Plan debería salvaguardar los recintos más emblemáticos
para convertirlos en espacios de actividades cívicas, empresariales
y culturales. Por el momento, solo existen pequeñas e insuficientes
iniciativas municipales, puestas en marcha gracias a la labor de
investigación, propuesta y presión política y mediática
de entidades e instituciones universitarias, científicas y cívicas
de la ciudad; de este modo la sociedad civil más que el propio Ayuntamiento
de Barcelona es quien trata de recuperar la memoria histórica de
la industrialización y proyectarla hacia el futuro de la sociedad
industrial globalizada[52]
.
Notas
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