REVISTA ELECTRÓNICA DE GEOGRAFÍA Y CIENCIAS SOCIALES Universidad de Barcelona. ISSN: 1138-9788. Depósito Legal: B. 21.741-98 Vol. X, núm. 218 (45), 1 de agosto de 2006 |
ESTRATEGIAS ESPACIALES DE LAS ÓRDENES MENDICANTES
Antonio Gil Albarracín
Doctor en Historia
Académico Correspondiente
de la Real Academia de Bellas Artes de Nuestra Señora de las Angustias
de Granada
Las órdenes mendicantes y su misión en América (Resumen)
Los descubrimientos geográficos y las bulas pontificias entregaron a las monarquías de la Península Ibérica un ingente espacio por el que extender la cultura europea junto a una obligación de respetar y cristianizar a las poblaciones autóctonas. Los poderes públicos emplearon a las órdenes religiosas como eficaces agentes de colonización, pues con unos efectivos que superarían los 15.000 miembros y no superaron los 20.000, incluyendo Brasil, en poco más de tres siglos aculturaron más de 14.500.000 Km2 mediante estrategias como la de las ciudades misionales que dotaron al continente de una red urbana consolidada. Dicha estrategia de las ciudades misionales también fue empleada por la misiones protestantes moravas en áreas de colonización anglosajona. Asimismo la fundación de ciudades misionales por las órdenes mendicantes, especialmente los franciscanos, se mantuvo vigente tras la independencia de Hispanoamérica, como se puede comprobar con el testimonio aportado por fray José María Vila, misionero franciscano en tierras peruanas y brasileñas entre 1875 y 1880. Esta comunicación se completa con una amplia bibliografía que indica las perspectivas de investigación que se plantean en la actualidad.
Palabras clave: ciudades misionales, urbanismo, órdenes mendicantes
Mendicant orders and their mission in America (Abstract)
Geographical discoveries and papal bulls gave the monarchies of the Iberian Peninsula an opportunity to expand the European Culture along with an obligation to respect and Christianize indigenous population. The authorities used religious orders as settlers, for with about 15,000 members, never over 20,000, including Brazil, in about three centuries brought culture to more than 14.500.000 km2 through strategies such as the mission cities which gave the continent a consolidated urban network. That strategy of the mission cities was also used by protestant Moravian missions in the anglo-saxon colonization. Likewise, the founding of mission cities by the mendicant orders, especially Franciscans, continued to work after the independence of South America, as can be proved with the testimony given by José Maria Vila, Franciscan missionary in Peruvian and Brazilian soil between 1875 and 1880. This paper encloses a full bibliography which indicates the perspectives research which are taking place nowadays.
Key words: missions cities, urbanism, mendicant orders
Descubrimiento y evangelización
La presencia de las órdenes mendicantes en el continente americano, empleadas como auténticos agentes de colonización por los poderes públicos han ido acompañadas de unas estrategias espaciales que han permitido en la mayor parte del continente desarrollar un proceso de aculturación que ha significado un gigantesco salto histórico, que se desarrolló durante la etapa colonial hispano-portuguesa y anglosajona, pero dicha práctica persistió tras la independencia del siglo XIX. Esta comunicación se complementa con una bibliografía actualizada indicativa de las perspectivas de investigación abiertas en la actualidad.
Los descubrimientos geográficos del siglo XV y el contacto con un continente desconocido ocasionado por los mismos supuso para los poderes europeos la ingente empresa de establecer procesos de aculturación que tuvieron como uno de sus instrumentos fundamentales la difusión de mensaje de Cristo, que las monarquías hispanas basaron en diversas bulas concedidas por el papado a sus monarcas, entre las cuales destacan [1] :
A los monarcas portugueses:
- Romanus Pontifex, de 8-1-1455, de Nicolás V (1447-1455).
- Inter coetera, de 13-3-1456, de Calixto III (1455-1458).
- Aeterni Regis, de 21-6-1481, de Sixto IV (1471-1484).
A los monarcas españoles por Alejandro VI (1492-1503):
- Inter coetera, de 3-5-1493 o bula de donacion.
- Inter coetera, de 4-5-1493 bula de partición o de demarcación. Quedó modificada por el Tratado de Tordesillas de 1494.
- Eximiae devotionis, de 3-7-1493.
- Dudum siquidem, de 25-9-1493.
Sintiéndose las coronas portuguesa y española a partir de los documentos citados comisionadas para evangelizar América, se apoyaron en las órdenes religiosas, a las que emplearon como eficaces agentes colonizadores del nuevo continente; dicha práctica levantó una viva polémica acerca de la licitud del tratamiento que los indígenas recibían por parte de dichas coronas y los misioneros, con intervenciones tan destacadas como la de Bartolomé de las Casas, O.P., José de Acosta, S.J., Luis de Molina, S.J., Francisco Suárez, S.J., Antonio de Vieira o Francisco de Vitoria, que están en el origen de una legislación de protección a los colonizados; a dicha polémica también se sumarían los papas Paulo III (134-1549), Pío V (1564-1572) o Urbano VIII ( 1623-1644), entre otros.
En el
fondo se veía América como el nuevo mundo donde se podían
plasmar las utopías que partiendo del pensamiento platónico,
habían generado en el renacimiento proyectos tan sugestivos como
el de Tomás Moro, Tomasso Campanella o Francis Bacon, aspectos estos
que dejamos de lado al no son el objeto de estas reflexiones
[2] .
Acerca de las órdenes mendicantes, que derivan sus denominaciones del latín ordo-inis y mendicans-ntis, entre otras acepciones, destacan las siguientes [3] :
“Instituto religioso aprobado por el Papa y cuyos individuos viven bajo las reglas establecidas por su fundador o por sus reformadores”.
“Dícese de las religiones que tienen por instituto pedir limosna, y de las que por privilegio gozan de ciertas inmunidades”.
Teniendo en cuenta que estas órdenes se han formado en el marco del catolicismo, las mendicantes son órdenes religiosas cuya regla impone la pobreza de los individuos y de sus conventos, obteniendo lo necesario para su mantenimiento de la limosna de los fieles. Nacieron como expresión del ideal evangélico.
Las primeras, reconocidas en el siglo XIII fueron las de los carmelitas, franciscanos, dominicos y agustinos. Posteriormente se le añadieron los mercedarios, los trinitarios, los servitas, los jerónimos, los hermanos de San Juan de Dios, los mínimos y los jesuitas. El concilio de Trento permitió a las órdenes mendicantes la posesión de rentas, pero les prohibió la posesión de beneficios eclesiásticos.
Hagamos un breve repaso de la media docena que tuvieron mayor incidencia en Hispanoamérica.
Franciscanos
Francisco de Asís (1182 – 1226) comienza a escribir hacia 1206, cuando abandonó su forma anterior de vida, destinada a tener situación social dentro del ordo caballeresco. Se convirtió al ideal evangélico del a pobreza absoluta. Inocencio III en 1210 les otorga el Ordo Fratrum Minorum que autoriza su particular forma de predicar. San Francisco redactó una primera regla llamada "Regula Prima"(1221), un poco más tarde redacta una segunda llamada "Bullata" (1223). Así se aproximaba a otras ódenes mas regulares como la de los dominicos. Cuando fallece San Francisco, su testamento sigue haciendo hincapié en las ideas originarias de la congregación pero que a la larga iban a chocar sin duda con el impresionante crecimiento de la orden.
No obstante, las medidas en torno a la pobreza provocaron una dura polémica en el interior de la orden, a partir del 1245. Mientras la mayoría formada por los conventuales, con pragmatismo aceptaban las disposiciones pontificias, los grupos más rigurosos, los celantes, de mayor idealismo, se negaban a reconocer su validez al considerar que San Francisco sería el jefe evangélico anunciado por Joaquín de Fiore y ellos mismos los hombres espirituales de la nueva edad. Las tensiones entre ambos grupos crecieron mucho y sólo el acceso al generalato de una persona tan prestigiosa como San Buenaventura evitó que continuase la querella y un posible cisma. No obstante la dualidad de tendencias estuvo presente y el siglo XIII se denominaron “espirituales/comunidad”, en el XIV “observancia/conventualismo” y en el XVI “estrecha observancia/regular observancia”.
Con la creciente institucionalización en el seno de la orden, el movimiento, en constante auge, se aleja de su intuición primitiva. El "Mundo Nuevo", ofrece a los franciscanos reformados de España la estupenda posibilidad de comenzar en Hispanoamérica, lejos de Europa burguesa, la construcción de una Iglesia apostólica y pobre, como la de los primeros tiempos, cuyo ideal coincide con las metas originales de la Orden de San Francisco.
A pesar de las disputas la orden franciscana formaba una sola familia hasta que el papa León X (1513-1521) en la bula Ite vos, de 1517, entregará el antiguo sello de la fraternidad franciscana a los observantes; en su interior se mantendrían los recoletos, de práctica aún más estricta que los observantes [4] .
Los conventuales, que en España fueron obligados en 1567 a integrarse en la observancia por orden de Felipe II, acorde con la voluntad papal. En 1628 obtuvieron de Urbano VIII (1623-1644) su independencia respecto a la observancia; en 1904 volverían a ser restaurados en España[5] .
Además aparecerán en España los practicantes de la estricta observancia o descalzos, que lograron implantar su reforma en España a comienzos del siglo XVI y lograron una notable proyección por América y Extremo Oriente[6] .
Los capuchinos, surgidos legalmente en Italia hacia 1528, llegaron a España[7] : en 1575 de la mano de Álvaro de Bazán, marqués de Santa Cruz, que los conoció en Lepanto, para realizar una fundación en El Viso del Marqués; al año siguiente de 1576 por el Ayuntamiento de Barcelona que favoreció su establecimiento en la ciudad.
Respecto a su implantación territorial, los capuchinos no llegarían al continente americano hasta el siglo XVII, estableciendo misiones en Colombia, Cuba, Luisiana y Venezuela.
Dominicos
Domingo de Guzmán (Caleruela, Burgos, 1170-Bolonia 1221), descendiente de los Guzmán, fue canónigo regular de Osma, y el año 1203 tuvo que acompañar a su obispo, Diego de Acevedo, en una embajada por el norte de Europa. El año 1206, y cuando regresaban del viaje, después de haberse desviado para visitar el Vaticano, se encontraron en Montpellier, con los legados del papa Inocencio III: Pedro de Castelnau y Raúl de Fontfreda, desanimados por no haber podido detener el avance de la herejía. Los intentó convencer, para que adoptaran una forma más directa de vivir la predicación contra los herejes, más como hombres de Evangelio que como representantes de un poder, aunque éste fuese espiritual, obtuvo escasos resultados, a pesar de que durante el invierno del 1206-1207, fundó el monasterio de Prouille, cerca de Fanjaus, casa destinada a las mujeres cátaras que iban convirtiéndose al escuchar su prédica. En 1209, no quiso asociarse a la cruzada decidida por Inocencio III, sino que insistió en su predicación pacífica frente a los herejes. El año 1215, se reunió en Tolosa con algunos compañeros, que bajo su dirección, se habían iniciado en la vida religiosa, esperando ser predicadores como él. Durante el III concilio de Letrán obtuvo de Honorio III, la confirmación de la fundación de la orden de los hermanos predicadores y, al año siguiente adoptaban la regla de San Agustín. Desde ese momento y hasta su muerte, se dedicará en cuerpo y alma a la predicación y a la organización de su orden por Francia y España. Fue canonizado, en 1234, por Gregorio IX, y su cuerpo descansa en Bolonia. Los dominicos alcanzaban cerca de 600 casas a mediados del S. XIV. Establecidos en América desde 1510, tuvieron gran actividad misional durante el siglo XVI, decayendo posteriormente, aunque sin abandonarla; entre sus componentes figuraron fray Antonio Montesinos o fray Bartolomé de las Casas[8] .
Carmelitas
Los Carmelitas, establecidos desde 1190 aproximadamente, acaso en el marco de la tercera cruzada, en el monte Carmelo para emular al profeta Elías, en quien veían uno de los fundadores de la vida monástica. Su norma, que se remonta a 1206, fue aprobada el año de 1247 por Inocencio IV (1243-1254); consiguió un buen número de conventos en Italia, España y, más numerosos, en Inglaterra. Su gran siglo sería el XIV, a cuyo término se organizó una rama femenina de la orden; la relajación sufrida por la misma obligó a su reforma en los siglos XV y XVI, siendo una de sus impulsoras más famosas Santa Teresa de Jesús que, junto a San Juan de la Cruz y otros, fundó los Carmelitas descalzos o Teresianos, que a partir de 1592 se escindieron, hasta que se tornaron a reunificar en 1875. A partir de 1582 los carmelitas descalzos se introdujeron en el Congo y desde 1585 en América con su implantación en la ciudad de México[9] .
Las carmelitas descalzas se implantaron en Puebla en 1604, expandiéndose por la ciudad de México, entre otras de Nueva España, La Habana, Cartagena de Indias, Ayacucho, Cuzco, Potosí, Buenos Aires y Santiago de Chile, entre otros.
Respecto a los carmelitas calzados, aunque tuvieron presencia individual en América desde 1527, no llegaron a crear comunidades en dichas tierras, salvo las efímeras que formaron de 1684 a 1704 en Tacunga (Ecuador) y de 1689 a 1704 en Popayán (Colombia), al serles denegada reiteradamente la autorización pertinente[10] .
Agustinos
Los ermitaños agustinos, fundados el año 388 por el obispo de Hipona, fueron organizados como orden mendicante por Inocencio IV (1243-1254), en 1244, y Alejandro IV (1254-1261) en 1256. Sus primeros eremitorios se remontan en España a la etapa visigoda, aunque es difícil de saber el contacto existente en la Península Ibérica entre los ermitaños iniciales y la orden mendicante del siglo XIII. Establecidos en América desde 1533, alcanzaron su máxima presencia durante el siglo XVI, implantándose entre México y Chile, posteriormente bajarían su actuación misionera aunque no la abandonaron totalmente.
Los practicantes más estrictos de la orden se denominaron agustinos recoletos, que desde 1912 constituyeron orden propia, en América se implantaron desde 1604 y se les suele conocer con el nombre de candelarios, su implantación se ciñó prácticamente a la actual Colombia[11] .
Mercedarios
Fundados en Barcelona en 1218 por San Pedro Nolasco, aspiraron a la perfección con el ejercicio de la caridad aplicada a la redención de cautivos; esta orden fue aprobada por Honorio III (1216-1227) y Gregorio IX (1227-1241). Extendida por Francia, Inglaterra, Portugal y España, estaría presente en América desde 1493, fundando conventos en Brasil, Chile, Cuba, Ecuador, México y Perú. La rama reformada o Monjes de la Gran Observancia, aprobados por Gregorio XV en 1621, apenas tuvieron proyección americana[12] .
Jesuitas
Fundados en 1534 por San Ignacio de Loyola, fueron aprobados en 1540 por Pablo III (1534-1549) con el carácter de orden mendicante, aunque su actitud no haya sido siempre acorde a la humildad que se le suele asociar. Esta orden se ha caracterizado por acatar, junto a los tres votos de castidad obediencia y pobreza, el de obediencia al Romano Pontífice; estuvieron presentes en Brasil desde 1549 y en Florida desde 1566, extendiéndose por tierras americanas hasta que fueron suprimidas las reducciones e instalaciones jesuíticas de los territorios españoles en 1767, siendo expulsados 2.478 jesuitas de Hispanoamérica; posteriormente la propia orden fue abolida en 1773; aunque fue restaurada a partir de 1814, como es sabido[13] .
Los misioneros
Acerca
de la cantidad de religiosos españoles sufragados por la corona
que participaron en labores misionales en América podemos señalar
hasta ahora 14.894, que aparecen distribuidos así:
ORDEN | XV | XVI | XVII | XVIII | XIX | TOTAL | % |
FRANCISCANOS (O.F.M.) | 2 | 2,713 | 2,201 | 2,736 | 711 | 8,363 | 56.92 |
CAPUCHINOS (O.F.M. CAP.) | - | - | 205 | 581 | 41 | 827 | 5.62 |
TOTAL (O.F.M. + O.F.M. CAP.) | 2 | 2,713 | 2,406 | 3,317 | 752 | 9,190 | 62.54 |
JESUITAS (S. J.) | - | 332 | 943 | 1,065 | - | 2,340 | 15.92 |
DOMINICOS (O.P.) | - | 2,061 | 138 | 116 | 4 | 2,259 | 15.16 |
AGUSTINOS (O.S.A.) | - | 530 | 31 | 1 | - | 562 | 3.77 |
MERCEDARIOS (O.M.) | 3 | 327 | 73 | - | - | 400 | 2.68 |
CARMELITAS (O.C.D.) | - | 28 | 12 | - | - | 40 | 0.27 |
VARIOS | 2 | 18 | - | - | - | 20 | 0.13 |
TOTAL | 7 | 6,039 | 3,603 | 4,499 | 756 | 14,894 | 100 |
La cifra real debió de oscilar entre los 15.000 o 15.500, a los que se han de añadir 82 franciscanos y 849 jesuitas extranjeros que pasaron a América, en total 926, de los que 308 eran italianos, 258 alemanes, 105 bohemios y el resto de diferentes territorios europeos[14] .
En cualquier caso se trata de una cifra que, incluyendo los de las zonas de colonización portuguesa, nunca debió de llegar a los 20.000 frailes en los algo más de tres siglos, incluyendo posibles estancias no controladas; las restantes órdenes mendicantes prácticamente carecieron de incidencia en América, pero si habrían de añadirse las órdenes y congregaciones femeninas que a partir de 1540 contaron con conventos de concepcionistas, clarisas, dominicas, agustinas, carmelitas descalzas o capuchinas, entre otras[15] .
Sobre la ordenación espacial generada por las órdenes religiosas, frente a la idea sostenida por Braunfels y otros, que hallan las mismas estrategias y pautas espaciales en cada orden religiosa, es más adecuado aceptar que ni siquiera una misma regla supone una identidad de tipología conventual o templaria en cada una de las órdenes, mucho menos se puede extender a un conjunto que sólo se identifican en su carácter mendicante[16] .
Los edificios
adoptan normalmente los materiales disponibles y los estilos imperantes
en la zona de la construcción o aportados desde otras que sirven
de modelo.
Misión y organización espacial
Aparentemente las órdenes mendicantes se trasladaron a América con el encargo de cristianizar y dotación económica de la corona que le había asignado un territorio donde carecería de competencia de otros agentes cristianizadores, aunque en una realidad tan dilatada en el espacio y el tiempo es necesario distinguir siguiendo la terminología desarrollada por Pedro Borges, los siguientes aspectos[17] :
- Misiones nucleares (1493-1573), abarcan los territorios ocupados por las altas culturas prehispánicas y no fueron designadas como misiones, concepto que apareció más tarde, ni existía una asignación territorial precisa. Los conventos se establecieron en las antiguas ciudades prehispánicas que se pretendían cristianizar.
- Misiones radiales o periféricas (1573-1824), la evangelización se territorializa dedicándose cada orden a unas zonas con límites bien definidos que tenían asignadas prácticamente en exclusiva y de las que estaban excluidas las restantes órdenes. Se emplea el concepto misiones con el sentido de áreas geográficas en vías de evangelización.
Acerca de las denominaciones empleadas para designar el espacio misional podemos distinguir varios términos, entre los que llama la atención que en las dos etapas señaladas hubo unidades menores llamadas doctrinas, consistentes en una población principal o cabecera desde la que los misioneros residentes atendían las aldeas inmediatas que se denominan aledaño, anejo, visita, estancia o también misión; aunque con el paso del tiempo se denominaría doctrina a la parroquia de indios que dejaba de ser misión para depender del obispo más cercano. El concepto misión o su acepción en plural también se empleó a partir del siglo XVII para designar un territorio en vías de evangelización, sentido similar al que dio al término conversión o conversiones; finalmente reducción se emplea referido a un poblado misional en vías de evangelización y en plural a un conjunto de poblados o misiones locales.
Respecto a la arquitectura, carentes de un modelo único ni de un referente útil en el propio territorio respecto a América las órdenes mendicantes adoptarán el que más se adapte a sus necesidades, eligiendo normalmente los modelos imperantes en España y especialmente en Andalucía o los que se habían implantado en Canarias, escala ineludible para el tránsito desde España a América.
Fuera de la implantación en núcleos urbanos existentes, que corresponde básicamente a la etapa nuclear, la misión se realiza, tanto durante la etapa radial o periférica e incluso tras la independencia, fundando ciudades misionales donde comunidades indígenas se instalaron bajo la férrea dirección de un misionero que los dirigía y adoctrinaba mientras procura la prosperidad de la fundación.
Resulta de interés constatar que el fenómeno de las ciudades misionales tuvo similar intensidad entre católicos en Iberoamérica que entre protestantes moravos en Pensylvania, valle del Ohio y los Grandes Lagos y que los aparatos misionales de unos y otros se convirtieron en excelentes agentes del proceso de aculturación a la vez que procedían a la cristianización de los indígenas[18] .
El resultado fue espectacular pues sólo en la zona de soberanía española y en poco más de tres siglos, con la intervención de una cifra muy inferior a 20.000 misioneros fueron evangelizados 14.500.000 Km2, dotando a dicho espacio de una red urbana consolidada, fenómeno sin parangón en la historia de la humanidad, al que habría que sumar los resultados obtenidos en las colonias portuguesas y en las anglosajonas.
Para el control de tan vasto territorio las órdenes establecieron sus respectivas organizaciones territoriales específicas, sirva de ejemplo la desarrollada por los franciscanos observantes (O.F.M.), suprimida la organización dependiente de los colegios de misiones para no complicar aún más un panorama que ya resulta extraordinariamente complejo.
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Santa Cruz de Española |
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Santo Evangelio de México |
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Custodia del Salvador de Tampico |
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Custodia de San Pablo de Nuevo México |
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San José de Yucatán |
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Provincia de San Pedro y San Pablo de Michoacán |
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Custodia de Santa Catalina de Río Verde |
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Santísimo Nombre de Jesús de Guatemala |
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San Jorge de Nicaragua |
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Custodia de Santa Catalina de Comayagua de Honduras |
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San Diego de México |
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San Francisco de Zacatecas |
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Custodia de San José del Parral |
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Santiago de Jalisco |
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Custodia de San Carlos de Sonora |
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Santa Elena de Florida |
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Santa Catalina de Río Verde y Tampico |
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Santa Fe de Bogotá, en Colombia |
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Custodia de San Juan Bautista |
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San Francisco de Quito, en Ecuador |
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Custodia de San Pablo de Quito |
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XII Apóstoles, en Perú |
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Custodia de Nª Sª de la Asunción / Nombre de Jesús |
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Custodia de San Jorge |
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San Francisco Solano, en Perú |
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San Antonio de los Charcas, en Bolivia |
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Asunción
de la B. V. María del Río de la Plata,
en Argentina |
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/ Nuestra Señora de la Asunción del Río de la Plata (1863) | ||||
Santísima Trinidad, en Chile |
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Siete Gozos, en Chile |
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San Antonio, del Brasil |
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Inmaculada Concepción, del Brasil |
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El fenómeno
de la misión y de las ciudades misionales no fue exclusivo
de la etapa colonial, pues se mantuvo vigente tras las independencias de
las distintas repúblicas americanas, al menos durante el resto del
siglo XIX.
Las misiones tras las independencias americanas
El testimonio autobiográfico de José María Vila, O. F. M., nos ilustra acerca de su actuación misional y por extensión de la de la orden franciscana en Perú y Brasil en una etapa posterior a su independencia, pues la descripción corresponde al último cuarto del siglo XIX.
Acerca de su actuación en las tierras amazónicas peruanas, señala José María Vila lo siguiente[19] :
“El Padre Misionero al saber o juzgar que hay esperanza de reducir alguna tribu o algunos individuos procura lo primero hallar un buen intérprete, si es de su misma tribu, mejor. Indaga bien el lugar de su paradero ordinario. Además se ha de averiguar qué carácter, para saber con que armas ha de guerrear: si con suavidad o con rigor. Prevenir algunos voluntarios que le acompañen y, hecha la decisión, arrostrar con tesón todas las dificultades que se presenten. Antes de proponerlo considéralo bien, porque una vez propuesto y aceptado, no conviene retroceder”.
Iniciado el viaje hacia el lugar elegido es conveniente:
“Si tenemos alguno de la misma nación se le manda sólo o con otro compañero ya cristiano que lleva alguna cosa curiosa, como espejo, cuchillo, machete, espada, cosas de guerra es [lo] que los atrae más. Al encontrarlos, si son de buena índole, luego son invitados a ver al Padre que antes han procurado poner sobre las estrellas, considerándolo casi como una Divinidad. Determinados a ver al Padre los más animosos, no dejando nunca su arco y flechas, que es [su] única riqueza, se dirigen hacia el Padre siempre en pos de ellos. Visto el Padre y convenido el modo de proceder para formar al pueblo, se convienen entre sí el lugar más a propósito para todos. El Padre siempre procura hacer los pueblos al margen del río o cerca [de] otro pueblo civilizado, a fin de que sea fácil el roce de gente civilizada, principalmente si son católicos nuestros dependientes. Al principio no quieren llevar las mujeres, por esto deben prometer que elegido el lugar vendrán a tomarlas para formar familias y dividirlos en sus nuevas habitaciones.
Elegido el lugar a gusto de todos, se preparan los instrumentos de hachas, sierras y todo lo necesario para hacer un pueblo de madera y ramas de árboles y todo lo necesario para las casas. Es de advertir, que el Gobierno en algunas Repúblicas tenían el encargo de dar los instrumentos de cortes y arreglos de campos y aún de vestidos para los Neófitos.
Arreglada cuanta gente se podía, se empezaba el corte de árboles empezando por los más grandes y después proseguía con la limpieza de todo. Cortado todo se preparaba el leñame (sic), ramas y demás necesario para las casas, Residencia del Padre y para la Iglesia, que se procuraba conservar lo mejor. Entre tanto se mandaban a los Neófitos que vinieran con toda su gente. Conseguido esto se reunían para saber el número de habitantes que han de formar el pueblo. Sabido las casas que se tenían que edificar, se pegaba fuego a todo lo inservible para la edificación. Ordinariamente, al cabo de 15 días y[a] se podía pegar fuego. Quemado todo se procedía a la edificación de las casas que consistía en dos forcas a los extremos que viniesen paralelas, se ponía entre una forca y otra el travesero ordinariamente de 20 metros de largo con diez de ancho. Como la madera era tan abundante no había dificultades en las dimensiones. Se cubría de ramaje por el rededor y se quedaba como un salón que cada uno después de la división se arreglaba a su [a]comodo. De estas casas a veces en un día edificábamos 8 ó 10 que se dividían por familias. Últimamente se edificaba la Residencia o Casa del Padre que se procuraba hacerla más decente y grande, con la Capilla al lado”.
Una vez realizado el trabajo de procurar alojamiento a los nuevos habitantes, se procedía al arreglo de los campos para la siembra[20] :
“Regularmente, si es un lugar bueno, se procura abrir más grande y, después de elegido el lugar para las casas, todo lo demás se siembra sobre la ceniza sin trabajar ni nada, sólo procurando allanarlo lo que se consigue fácilmente. Sembrado el maíz, trigo, arroz, mandioca, patatas y otras cosas, que regularmente todo se hace bien y pronto, pues el maíz en dos o tres meses de sembrado ya lo tenemos maduro y así lo demás proporcionalmente.
Madura la cosecha correspondiente se purificaba y se llevaba al granero público o común y el Padre distribuía según el número de personas que tenía que alimentar. Así se hacía hasta que el mismo Padre dividía los terrenos según las personas que tenía en familia. Los Padres o Hermanos Legos debían dirigirlo todo, ayudado de los cristianos más cercanos al lugar. Después de hecha la distribución, [los] que regularmente ya estaban bautizados se les enseñaba a trabajar y respetar la propiedad con estimularlos, quitando terreno del que no quería trabajar y darlo al que mejor trabajaba. Premiando a los que tenían el campo más limpio. Para que nadie tomase lo de otro, se dividían las posesiones con estacas, castigando fuertemente al que se atrevía entrar en la posesión de otro”.
Posteriormente, hacia 1880 el mismo Vila emprendió la fundación de la población de San Joaquín en la Amazonia brasileña indicando que tras elegir “sitio acomodado y cómodo a los viajeros transeúntes” en la boca del río Uaupés, buscó la población que se pretendía asentar[21] :
“Dos días estuvieron para determinarse a seguirnos algunos a la boca del río Uaupés, que algunos de ellos ya conocían. Como les había prometido muchas cosas, algunos se ofrecieron a venir y fueron, según parece, de los principales, pues tenían facultad de decidir si aceptaban o no mi proposición. No pude manifestar por entonces el deseo que tenía de que viniesen mujeres, porque aún no tenían confianza; además pensé que como no eran muy lejos, juzgué tendría ocasión de verse con nuestras Cristianas. Con la esperanza de recibir dones se ofrecieron 10 hombres, los que tomaron una balsa que ya tenían preparada. El Rey los había mandado que vieran que, si lo que yo decía era verdad, se quedasen allí conmigo, que ellos después irían, que si no me matasen y llevasen la cabeza.
Contento de haber conseguido el fin para que había ido, volvimos al pueblo con satisfacción de todos, pues que viendo los paganos que vinieron tener preparado todo para edificar el pueblo y tener tantos instrumentos para desmontar y tantas cosas para darles; luego 5 de ellos se volvieron para avisar a los suyos de la veracidad de mi promesa y de la buena gente que allí habían visto. Esperando entre tanto que vinieran los salvajes, hicimos algunos trabajos encaminados a la construcción de las casas; haciendo aún estos trabajos, después de 5 días comparecieron 50 hombres y 20 muje[res] con sus infantes, determinados todos a quedarse allí. Estos paganos, tanto hombres como mujeres, ya tenían alguna cosa para cubrirse, pues que ya habían tenido relación con los civilizados del País. Estos paganos trajeron también instrumentos con que cortar los árboles, que consistían en una piedra afilada en forma de segur (sic), la que se rompía fácilmente en árboles fuertes. Al llegar di a ellos hachas y machetes de hierro, por lo que al ver como sin mucho trabajo cortaban se pusieron al trabajo con mucho empeño.
Para desmontar el terreno y preparar tierra para sembrar siempre tuve la precaución de consultar al Rey y a los principales a fin de que no pensasen veníamos a posesionarnos de su terreno a nuestro arbitrio. Entre tanto los hombres trabajábamos las mujeres cristianas, de las que había muy buenas, se hacían amigas entre sí, lo cual consiguieron con más facilidad aún que los hombres, pues que al cabo de un mes ya reparé que las mujeres paganas hacían la señal de la Cruz, cuando yo aún no había hablado a mis paganos de Religión. Ellas después de un mes se daban vergüenza de entrar en la Iglesia medio desnudas y los hombres comparecían sin vergüenza sólo con el taparrabos. Ellas, en fin, trabajaban con nuestras Cristianas, todo lo que éstas hacían y enseñaban y estaban con tanta armonía que parecían una familia”.
Junto al proceso de instalación y aculturación descrito está el de organización del espacio señalando que[22] :
“En pocos días, ayudado de cristianos y paganos, pudimos desmontar un terreno de unos 10 Kilómetros en cuadro; en medio de este terreno, a la margen del río, edificamos unas 100 casas delineadas con sus calles anchas y rectas. En medio del pueblo edificamos una Iglesia dedicada a San Joaquín, con la casa del Padre Misionero que hicimos de ladrillos disecados al sol.
Después de edificadas las casas hicimos la división de ellas a las familias correspondientes; como todas las casas, excepto las del Padre, eran iguales, es decir, un salón de unos 20 metros de largo con 10 de ancho. Lo demás cada una de las familias hacía lo que quería en el recinto de su cabaña o casa.
Empezamos a sembrar maíz y arroz en la parte mas baja y húmeda, cosa maravillosa es ver la prontitud con que se hicieron estos granos; al cabo de dos meses ya tuvimos las plantas con dos palmos de mazorcas que parecía una maravilla. Aún no estaban sazonados los granos que empezaron a gustar asados al rescoldo y de todas maneras con tanto gusto que, a no ser la abundancia que produjeron, se lo hubieran comido en 4 días. Secadas las espigas que quedaron lo llevaron todo a casa del Padre para que distribuyese según la necesidad de cada familia. Aunque las casas eran más que suficientes para vivir, pues sobraban 15 sin inquilinos, hicimos algunos depósitos y escuelas, lo mismo que un local para sus diversiones.
Este pueblo de San Joaquín al principio se compuso de unas 50 familias de cristianos y unas 70 de paganos con algunos mercantes del país que luego se establecieron. Después, con el tiempo, fue creciendo de tal manera que ahora me dijeron es una gran de población”.
Acerca de la función del misionero al frente de la nueva comunidad son reveladoras también las palabras de Vila[23] :
“Los delitos principalmente a los nuevos reducidos se castigaban de esa manera. Cuando era denunciado alguno, venía con el Catequista o con el denunciante. Al llegar delante del Padre se arrodillaba. Ellos (que regularmente juzgan que el Padre todo lo sabe) no se atreven a decir mentira; reconocida la culpa, se tocan las campanas para que sea castigado públicamente. El Padre (sin publicar el delito) le invitaba a que dijese la penitencia quería se le diese. Ellos regularmente pedían siempre más de lo que merecía en sí, ésta consistía ordinariamente en cierto número de latigazos de cuero de buey. Al dar la sentencia el Padre, con toda la severidad posible, dice que aunque la culpa delante de Dios es muy grave, pero que porque ha dicho la verdad no le da el castigo merecido, ni aún pedido por el mismo, sino que se minora en tanto. Reconocido todo, él mismo se extiende a tierra para ser abastonado (sic) por el encargado para este oficio. Después de recibida la penitencia se arrodilla otra vez y da gracias al Padre por haberle castigado y luego se levanta a dar gracias al que lo ha batido y besando el látigo promete, delante de todos, corregirse. En la Misión no teníamos cárceles, ni eran necesarias, porque sus delitos ordinariamente son: al principio por furtos, proveniente de que les cuesta reconocer la propiedad, pues juzgan entre paganos que todas las cosas son comunes, por esto poco a poco con algunos castigos públicos se remedia todo. Por lo demás no hay delitos que castigar porque respetan mucho la autoridad del Padre Misionero”.
Ante la pregunta del tiempo que habría de durar el régimen especial bajo el estricto control del misionero fundador, que continuaba obligado a vivir de la caridad, la bula dictada el 16-10-1686 por Inocencio XI (1676-1689) señalaba que solamente podían permanecer[24] : “Hasta que el Obispo a quien pertenece, o en lo sucesivo perteneciere el territorio, quiera destinar Presbíteros seculares”.
Más preciso acerca de este aspecto Vila señaló que[25] :
“Según la Regla Ordinaria, en tres años ya podíamos bautizarlos y en 5 años ya podíamos hacer la entrega al Gobierno Civil en lo material y al Obispo más cercano en lo espiritual. Después de hecho todo esto, cuando el Padre podría estar bien, entonces tenía que coger el bagaje y empezar en otro lugar la misma comedia. Cuánto se ha de padecer para establecer un pueblo sólo el que lo ha probado lo sabe; pues que lo que he dicho sólo sucede cuando todo le ha ido a pedir de boca, porque cuántas deserciones, cuántos desengaños no ha de sufrir para conseguir en hacerles hombres. Y lo peor, que muchas veces después de haberlos hecho hombres civilizados, entregados al Gobierno y al Obispo, entran un enjambre de aventureros que, engañándolos, les enseñan doctrinas muy contrarias a las que habían aprendido con el Misionero, llegando después de tres años a desconocer al mismo Padre que los ha hecho hombres. La pena que siente el pobre Misionero en estos casos, solo Dios y el que lo padece lo saben; llegando muchas veces a arrepentirse de haberse tomado tanto trabajo”.
Muestra de reconocimiento que los Estados surgidos de la independencia tenían hacia la labor de los misioneros es el testimonio del mismo Vila al señalar que al ser aceptado como misionero el gobierno brasileño le concedió grado y sueldo de capitán del ejército, así como los medios y personal imprescindibles para el desarrollo de su labor[26] .
En definitiva las nueva poblaciones creadas por este método comenzaban su andadura bajo la autoridad, guardando a menudo un indeleble recuerdo de su origen y, a menudo, del misionero que les había impulsado y de la orden a la que pertenecía, dejando corrientemente de impronta, junto a la ordenación urbana inicial, el templo creado para la práctica de los cultos que, implantada la cristianización, se asentarían en la nueva comunidad. Incluso podía darse la circunstancia, en aquellos casos que estimaran convenientes, pues según autorizaba la citada bula dictada el 16-10-1686 que en los poblados de misiones[27] :
“Establecida ya nuestra Fe, y habiendo Curas seculares en los Pueblos grandes, y capaces, se podrán fundar Conventos de nuestra Orden con licencia del Obispo, y del sobredicho Superior General, en los cuales Conventos puedan vivir Religiosos de limosnas bajo de la disciplina regular, según la Regla y estatutos”.
Por tanto
se deja abierta la puerta para la extensión de la orden por todos
aquellos territorios y entre aquellas poblaciones que, gracias a su aculturación,
se habían incorporado a la religión cristiana.
Conclusiones y perspectivas de investigación
Interesados por estos temas un grupo de estudiosos formamos hace desde hace años parte de la Asociación Hispánica de Estudios Franciscanos (A.H.E.F.), abierta a todos los estudiosos de estos temas, que ha celebrado varios Congresos Internacionales de los cuales se han publicado hasta ahora las actas de los siguientes[28] :
- Las clarisas en España y Portugal. Congreso Internacional. Salamanca, 20-25 de Septiembre de 1993.
- El franciscanismo en la Península Ibérica. Balances y perspectivas. I Congreso Internacional. Madrid, 22-27 de septiembre de 2003.
Igualmente se ha celebrado el año 2005 el II Congreso Internacional, aunque sus actas se hayan en prensa en el momento de redactar estas líneas.
Asimismo en colaboración con la Universidad de Córdoba y bajo la dirección del Doctor Peláez del Rosal a partir de 1995 se ha celebrado durante once años consecutivos en Priego de Córdoba unos cursos de verano bajo el título genérico: El franciscanismo en Andalucía. La realidad ha superado su título pues han estado abiertos a una visión global del franciscanismo que superaba ampliamente las aparentes barreras geográficas de partida, incluyendo análisis sobre el fenómeno en el resto de Europa, en América y en Oriente; de dichos cursos se han publicado hasta la fecha 9 tomos, de cuyo contenido se inserta un amplio muestrario en la bibliografía adjunta, y se encuentran los siguientes en prensa.
La labor de acopiar los estudios de base que permitan en el futuro una sólida visión de conjunto continúa y para el verano de 2006 está convocado el XII Curso de verano también dedicado a: El franciscanismo en Andalucía, aunque igualmente abierto a cualquier aportación ajena a dicho ámbito.
De hecho aún estamos profundizando en el conocimiento de la aportación de las órdenes mendicantes a nuestro entorno cultural y necesitamos continuar recorriendo un camino que aún se encuentra muy lejos que obtener los resultados que promete.
No obstante ya es posible aproximar una conclusión acerca de su influencia en la organización espacial de las ciudades americanas y del propio continente: las órdenes mendicantes actuaron como eficaces agentes colonizadores al servicio de los poderes civiles, labor que también desarrollaron las misiones protestantes en sus áreas de influencia. Tras la depuración de métodos iniciales, las misiones católicas y las protestantes, a la postre todas cristianas, recurrieron a la creación de ciudades misionales como medio de evangelización y aculturación de las poblaciones indígenas, hecho que permitió que un territorio ingente, que abarca la mayor parte del continente, en poco más de tres siglos se dotara de una eficaz red urbana que se extiende por la mayor parte del mismo.
El sistema de las ciudades misionales resultó tan eficaz que se mantuvo vigente tras las independencias del siglo XIX, como demuestra el extraordinario testimonio de José María Vila, inquieto misionero franciscano en América y en Asia, cuyos manuscritos han servido para documentar en las postrimerías del siglo XIX la persistencia del fenómeno analizado.
Notas
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