Scripta Nova
REVISTA ELECTRÓNICA DE GEOGRAFÍA Y CIENCIAS SOCIALES
Universidad de Barcelona. 
ISSN: 1138-9788. 
Depósito Legal: B. 21.741-98 
Vol. X, núm. 218 (40), 1 de agosto de 2006 

LA CONSTRUCCIÓN SOCIAL DE LA FORMA URBANA:
LA CIUDAD DE PELOTAS (BRASIL) EN LA TRANSICIÓN DE LOS SIGLOS XIX Y XX

Paulo Roberto Rodrigues Soares
Núcleo de Análises Urbanas – NAU
Departamento de Geociências
Universidade Federal do Rio Grande, Brasil



La construcción social de la forma urbana: la ciudad de Pelotas (Brasil) en la transición de los siglos XIX y XX (Resumen)

La transición de los siglos XIX y XX fue un periodo de transformaciones a escala mundial. Estructuras territoriales y ciudades experimentaron profundos cambios en su organización. En este artículo verificamos como los procesos generales de cambio repercutían en un territorio alejado de los centros de la economía capitalista internacional. Nuestra intención es analizar la constitución de los espacios sociales en la ciudad de Pelotas (Brasil). Destacamos la acción de los agentes sociales en la producción del espacio y el papel del poder local en la gestión de la modernización de la forma urbana.

Palabras clave: morfología urbana, agentes sociales, poder local, Ciudad de Pelotas (Brasil).



The social construction of the urban form: the city of Pelotas (Brazil), in the transition between the 19th and 20th centuries (Abstract)

The transition between the 19th and 20th centuries have been a period of changes in world wide scale. Both territorial structures and cities have experienced deep changes in their organization. This paper seeks to verify how general processes of change rebounded on a territory far from the international capitalist economy centre. Our intention is to analyze the constitution of the social spaces in the city of Pelotas, Brazil. We focus the action of the social players in the production of the urban space. The role of the local power in the management of the urban shaping is distinguished.

Key-words: urban morphology, social players, local power, city of Pelotas (Brazil).


En las ciencias sociales, y especialmente, en la geografía urbana, es posible delimitar dos grandes tendencias en el análisis histórico de una ciudad: una primera dedicada al estudio de las trasformaciones físicas del ambiente construido, en la morfología urbana y en la ciudad en cuanto paisaje y en cuanto obra; y, una segunda, más centrada en lo que se ha convenido llamar “la cultura urbana”, y que se dedica a investigar los rasgos culturales, las “mentalidades”, el “espíritu” urbano y la vida cotidiana de la ciudad en la historia[1].  En el presente artículo analizamos los procesos sociales de producción de la morfología urbana en una sociedad en transición, de la economía esclavista y pastoril, hacia una economía capitalista e industrial. El marco temporal de esta transición son las últimas décadas del siglo XIX y las primeras décadas del siglo XX. El espacio analizado es el de la ciudad de Pelotas, en el estado de Rio Grande do Sul, al sur de Brasil. Una ciudad que sintetiza los principales rasgos del modelo de urbanización de esta parte del “Nuevo Mundo”. Desde su trazado fundacional en cuadrícula, hasta los sucesivos ciclos de desarrollo económico y social (ganadería, comercio e industria).

Analizamos la construcción de la ciudad a lo largo de un proceso de modernización social, que implicó también la racionalización de su forma urbana. Dicha racionalización conllevó, de igual manera, una progresiva fragmentación del espacio urbano y la construcción de espacios segregados, habitados por grupos sociales homogéneos, proceso que agregó nuevas contradicciones al espacio urbano. Los cambios en la morfología urbana se produjeron a partir de la acción de los grupos sociales albergados en la ciudad y que construyeron el espacio no solamente de acuerdo con sus intereses económicos y políticos, sino también conforme a sus imágenes y representaciones culturales y sociales, es decir, de acuerdo con su visión del mundo, con su ideología.  Nuestra intención es analizar los procesos de asentamiento de las clases sociales en el espacio urbano y la construcción de sus distintos “territorios” homogéneos (o heterogéneos), realizando una “reconstrucción de los modos de cambio de la estructura urbana en el tiempo”, verificando las relaciones entre el ambiente construido de la ciudad y la “construcción social del espacio en el pasado”[2].


Urbanización en la transición de los siglos XIX y XX

El tramo final del siglo XIX fue un periodo pródigo de cambios políticos, sociales y económicos a escala mundial. La industrialización, la urbanización, la constitución de un mercado mundial y el desarrollo técnico y científico, fueron los principales procesos que se desarrollaron y que impactaron sobre las estructuras territoriales.


Una definición estricta de la urbanización considera ésta como el crecimiento de la población de las ciudades y la disminución de la población en el campo de un territorio dado. Sin embargo, entendemos que la urbanización va mucho más allá del simple crecimiento de población de los centros urbanos: se trata de un conjunto más amplio de cambios en la sociedad desplegado por procesos de modernización económica, social y cultural que llevan a la redistribución espacial de la población, a la reorganización del sistema de asentamientos (red de ciudades, villas y poblados) y a la modernización y concentración de la gestión y de las actividades económicas.

En las sociedades occidentales, la ciudad que sigue al advenimiento de la modernidad es también el locus de convergencia de diferentes mercados (el mercado tout court, el mercado de trabajo y el mercado de tierras), de diferentes individualidades y de diferentes clases sociales. En la América Latina post-independencia, la ciudad fue definida a partir de la posibilidad de producción de un espacio propio, organizado racionalmente por la creencia en la capacidad de producción de un orden espacio-temporal, en el cual todos los individuos deberían estar incluidos y adaptados. En el siglo XIX, las reglas y reglamentos expresados en los códigos municipales de las “ciudades patricias” reflejaban tanto su crecimiento y la necesidad de regulación de la vida pública, como la voluntad de modernización del espacio urbano (ROMERO, 2004).

Las ciudades brasileñas de la transición del siglo XIX al siglo XX fueron también escenario de procesos totalmente nuevos (ABREU, 2001). Reflejando la integración de Brasil en la economía capitalista mundial y el proceso de industrialización, afloraban en las principales ciudades las contradicciones entre un nuevo proyecto de sociedad – la sociedad urbana e industrial emergente –, y la sociedad agraria y esclavista todavía dominante.

La morfología de las ciudades ponía de manifiesto la intensidad de las transformaciones y soportaba los cambios que se producían a partir de la acción de determinados sectores de las elites locales, que pretendían modernizar la forma urbana y adaptarla a las exigencias funcionales de la sociedad capitalista que se consolidaba. En las áreas centrales se instalaban las primeras infraestructuras urbanas; mientras que la mercantilización del suelo rústico permitía la producción de las primeras parcelaciones periféricas. Se modernizó la gestión urbana y se adoptaron los primeros mecanismos de planificación. Sin embargo, a la modernidad económica no correspondió una modernización política y social. Es decir, la mayoría de la población urbana se mantuvo excluida de los derechos sociales y, entre ellos, el derecho a la ciudad.
 

La construcción de la ciudad aristocrática

La fundación de la ciudad de Pelotas fue consecuencia de la prosperidad de la actividad de producción de carne salada que se desarrolló en el extremo sur de Brasil a finales del siglo XVIII. En 1812 la producción y exportación del charque ya proporcionaba una suficiente acumulación de riquezas en manos de la elite que vivía en las estancias y charqueadas localizadas en las márgenes del Canal de São Gonçalo y del Arroyo Pelotas, permitiendo que estos señores se asentasen en un núcleo urbano.

En la segunda mitad del siglo XIX se diseñaron los “ensanches” que hicieron posible la extensión de la cuadrícula fundacional y la formación definitiva del casco urbano de la ciudad. Tras los procesos de ensanche, la ciudad poseía un área de aproximadamente 500 hectáreas, con una población de 18.000 habitantes, según el censo de 1872. El número de construcciones en 1877 era de 2.861, 117 de las cuales con más de una planta. La ciudad también ejercía ya la función de “local de residencia, de consumo de las rentas y de ejercicio del poder de una elite tradicional” (RONCAYOLO, 1990:74). El espacio urbano estaba preparado para nuevos cambios.

Las primeras obras públicas significativas, el Teatro 7 de Abril (1831) y el Mercado Público Municipal (1848), formaban parte de un proyecto de embellecimiento del centro de la ciudad. En las décadas finales del siglo XIX, período que Magalhães (1993) considera de “opulencia y apogeo material y cultural” de la ciudad, se fundaron instituciones y se construyeron edificios importantes: el Asilo de Huérfanos (1853); los hospitales de la Sociedad Portuguesa de Beneficencia (1857-61) y de la Santa Casa de Caridad (1861); el Clube Comercial (1871), el Ayuntamiento (1879), la Escuela de Agronomía (1881), el Asilo de Mendigos (1887) y la Biblioteca Pública (1881). Estas fueron las construcciones “públicas” más expresivas en la morfología urbana de Pelotas en el siglo XIX, verdaderos hitos urbanos que, por un lado, revelaban un estilo de vida típico de una elite absentista (teatro, biblioteca, club) y, por otro, las estrategias de “saneamiento social” y de segregación de los “indeseables” en la ciudad.

El conjunto de casas de las familias más pudientes de la ciudad, construido en  torno de la plaza central, es un testimonio de los “decenios de gloria”. Entre 1870 y 1880 fueron contratados técnicos de origen europeo para la construcción los palacetes (casarões) de los principales charqueadores y terratenientes: verdaderos símbolos de riqueza, cuya tipología, además de poner de manifiesto la homogeneidad del grupo social que les construía, moldeó el paisaje arquitectónico del área central.

La ciudad de Pelotas podría ser considerada en este período como una “ciudad de consumidores”, es decir, aquella en la cual el movimiento económico dependía del patrimonio y de las rentas de los grandes consumidores (terratenientes, propietarios, rentistas, comerciantes), que inmovilizaban sus ganancias en obras suntuosas en el centro urbano (WEBER, 1987). Sin embargo, esta misma ciudad ya contenía el “germen” de las transformaciones que se producirían más adelante.
 

La producción de la ciudad burguesa

El cambio de siglo  fue acompañado por el proceso de industrialización. En Brasil, las primeras décadas del siglo XX se distinguieron por la emergencia de procesos de industrialización en las capitales de provincias y ciudades portuarias, donde se concentraban un mercado consumidor más numeroso, condiciones para los negocios (agencias de importación y exportación, bancos), además de una clase de capitalistas dispuesta a invertir industrialmente.

Se conformó entonces el modelo de ciudad burguesa, es decir, la dominada por las formas capitalistas de producción y reproducción social. Industrias, bancos, casas comerciales, empresas constructoras de infraestructuras, promotores inmobiliarios, ingenieros y técnicos eran los nuevos elementos dominantes del paisaje urbano. El tiempo del capital y de la industria se yuxtaponía a los tiempos históricos pretéritos.

En la ciudad de Pelotas, la moderna industrialización empezó en 1864, cuando el inmigrante alemán Frederico Carlos Lang inauguró una fábrica de jabones y velas. Dicha industria representó un importante avance tecnológico, al añadir valor a los desechos del charqueo e introducir la moderna maquinaria en la ciudad. Igualmente, hay que señalar el impacto social producido por las nuevas relaciones de producción (capitalistas) en una región todavía dominada por el trabajo esclavo (abolido solamente en 1888).

De la empresa ganadera se derivaron también otras industrias que formaron una “red industrial” intrincada y dependiente del ritmo de la actividad principal para la obtención de materias primas. Aquí se destacaban los curtidos y los laboratorios de elaboración vacunas y jarabes, industrias “complementarias” que instauraron un “nuevo patrón de acumulación de capitales” en la región, al constituyeren empresas capitalistas, integrándose y yuxtaponiéndose a las actividades de la ganadería tradicional, de la cual aprovechaban tanto las materias primas, como los “canales de comercialización” (PESAVENTO, 1986:53).

Otras ramas importantes fueron la textil y la industria de bebidas. Entre las primeras, destacaba la Fábrica de Chapéus (sombreros) Pelotense, fundada en 1880, y la Companhia Fiação e Tecidos (1908), iniciativa de terratenientes productores de charque que – aprovechando la estructura de exportación del producto – utilizaban los mismos navíos para importar algodón. Por esta razón la fábrica, que llegó a tener más de 600 obreros, estaba instalada en la zona del puerto. En la rama de bebidas se destacaban las cervecerías Ritter y Riograndense, fundadas por descendientes de alemanes y la fábrica de bebidas Cristiá & Compañía, propiedad de inmigrantes catalanes, que en 1885 inició la fabricación de licores en la ciudad[3]. Directamente relacionada con estas industrias estaba la fábrica de vidrios Manfrim & Cía. (de italianos), implantada desde 1876 y “especialista en la fabricación de botellas de cerveza, licores y vinos”[4].

En el sector alimentario se distinguía el Moinho Pelotense (1925), propiedad del portugués Albino Cunha y los frigoríficos, representantes de la acumulación de capitales propiciada por la producción de carne en la región: el Pelotense (1920) y el Anglo, propiedad de la firma inglesa Vestey Brothers (BELL, 1998:154).

La estructura industrial pelotense contaba, además, con diversas pequeñas industrias independientes o complementarias de las grandes industrias. También se debe añadir las industrias de materiales de construcción, muy importantes por su relación directa con el proceso de crecimiento urbano que se producía. Esta diversificación industrial permitía que la ciudad de Pelotas fuera considerada uno de los principales centros industriales del sur de Brasil. El mercado consumidor comprendía principalmente la región sur del estado, ya que los ferrocarriles, inaugurados en 1877, favorecían la conexión directa de la ciudad con su hinterland. La “ciudad de consumidores” se convirtió también en una “ciudad de productores”, aunque la aristocracia mantuvo su dominio sobre las estructuras de poder local.

La “ciudad burguesa” no estaba constituida solamente por fábricas y talleres. El crecimiento urbano y demográfico convirtió el mismo espacio urbano en una fuente de acumulación de riquezas. Entre las transformaciones morfológicas que se produjeron se distingue también el proceso de instalación de las infraestructuras urbanas, necesarias para completar la “modernización” de la forma urbana de la ciudad. Dichas infraestructuras (redes técnicas) fueron instaladas principalmente en el área central, que se convirtió en un espacio diferencial de valorización, con relación a otros sectores de la ciudad. La construcción de infraestructuras fue realizada por empresas privadas a partir de la concesión de un privilegio de exploración cedido por el gobierno municipal. Es decir: se constituyeron sociedades capitalistas, de  capital local o extranjero, con la finalidad  de explorar las concesiones de servicios públicos urbanos.

En 1873 surgió la Companhia Hydráulica Pelotense. En el mismo año la compañía Ferro Carril e Caes de Pelotas inauguró el primer tramo de línea de tranvías en la ciudad, que conectaba el área central al Puerto, en un total de 3.500 metros de extensión. El alumbrado público fue inaugurado en 1848, aunque solamente a partir de 1877, con la compañía Riograndense de Iluminação à Gás (creada por ley provincial), el funcionamiento de la red de alumbrado público fue normalizado y el servicio de suministro de gas para casas e industrias regularizado. El gasómetro fue instalado en la zona del puerto ya que el carbón era importado de Europa y Estados Unidos[5]. Los teléfonos empezaron a funcionar a partir de 1883 y la primera compañía telefónica, el Centro Telephónico Pelotense, iniciativa de capitales locales, fue fundada en 1888 (UEDA, 1998).

La compañía The Riograndense Light & Power fue registrada en Londres en 1912. La misma implantó el alumbrado y el tranvía eléctrico y se convirtió en la operadora de los servicios de electricidad y de transporte público de la ciudad, además de construir una nueva planta de suministro de energía eléctrica. La red de alcantarillado empezó a funcionar en 1914. El sistema de alcantarillado atendía inicialmente a 202,6 hectáreas del área central. La extensión total de la red de colectores era de 41,7 kilómetros y el total de las canalizaciones 51,1 kilómetros. Fue, sin duda, la mayor inversión realizada en la ciudad hasta entonces y desencadenó una serie de obras públicas y privadas por casi todo el tejido urbano pelotense.

Sin embargo, la producción del espacio urbano no se realiza solamente con el desarrollo de los aparatos de producción económica. Otras obras de la cultura material también son importantes para el diseño de los nuevos significados en el espacio de la ciudad. En este sentido, aunque al final del siglo XIX la “línea de frontera entre la sociedad aristocrática y la sociedad burguesa fuera tenue” y que aristocracia y burguesía acercasen sus “patrones culturales”, las nuevas elites también necesitaban enmarcar su presencia en el espacio urbano (KERN, 1983:192).

De esta aspiración se originó la moda de residencia en las “villas europeas”. En 1908, Carlos Ritter, propietario de la Cervecería Ritter, construyó su quinta, localizada en el suburbio, la Villa Augusta: un palacete en estilo “palladiano”. El nuevo estilo de residencia inaugurado por Ritter se reprodujo en la ciudad. De acuerdo con una “nueva visión” de ciudad y del urbano, los industriales, la “nueva elite”, debería diferenciarse de la aristocracia. Por eso, contrataron arquitectos de origen europeo que fueron nuevamente los responsables de la introducción de innovaciones arquitectónicas siguiendo el estilo de las “villas residenciales” europeas.

Normalmente las mismas estaban localizadas en la periferia del área central, en sectores donde los solares de menor valor permitían la construcción de la villa y la presencia del jardín. Su localización en áreas todavía de baja densidad de construcción se combinaba con una estrategia de estos industriales que se convertían en propietarios de parcelas valorizables del suelo urbano. Al igual que en otros lugares, podríamos decir que también en la ciudad de Pelotas la ambición de la burguesía urbana era suceder a los aristócratas rurales en su papel de grandes propietarios[6]. Sin embargo, no se trataba de imponer en el espacio urbano un “patrón burgués” de residencia. Simplemente, era una forma nueva de vivir la urbanidad y de relacionarse con la sociedad; otra visión de mundo, es decir, una nueva  ideología que proyectaba su estética en el espacio urbano de la ciudad.

En los años 1910, se construyeron otras villas residenciales, la mayoría proyectada por encargo de familias de industriales descendientes de europeos, que de esta manera copiaban el modelo de vivienda burguesa que se consolidaba en Europa. Igualmente, profesionales liberales “imitaron” las actitudes de los industriales y ampliaron la difusión del modelo de habitación burguesa en la ciudad.  La arquitectura bancaria también fue importante en la definición de la “ciudad burguesa”. Una vez más, la participación de técnicos y constructores extranjeros significó la adopción de estilos importados de los grandes centros. La construcción del edificio del Banco Pelotense (1913) fue contratada a la empresa uruguaya C. Pérez Montero & Compañía. El edificio del Banco Nacional do Comércio se construyó en 1917, adoptando el estilo inglés de arquitectura bancaria. Los edificios del Banco do Brasil (1926) y del Banco da Provincia (1928), fueron construidos por la constructora Azevedo, Moura & Gertum, fundada en Porto Alegre (1924) por españoles. En la ciudad de Pelotas actuaron el arquitecto Fernando Corona (nacido en Santander) y el ingeniero Paulo Gertum. Todos estos edificios bancarios se ubicaban en esquinas importantes del área central. El Grande Hotel, construido entre 1924 y 1928 con los capitales obtenidos de la venta del Frigorífico Pelotense y localizado en el entorno de la plaza central, seguía el estilo arquitectónico burgués de las casas bancarias.

Sin embargo, un de los mayores cambios que se produjeron fue con relación a la vida pública. Los nuevos hábitos de los grupos de la elite “revolucionaron” el cotidiano de la ciudad. La calle “ganó vida” con las nuevas modas de frecuentar los cines, los cafés y las casas de té; o simplemente por la costumbre de caminar. En este sentido, la calle XV de Novembro, donde se ubicaron los principales cafés y casas de té, se convirtió en el símbolo de la nueva modernidad (UEDA, 1998:30). Era la “celebración de la vitalidad urbana”, con la calle emergiendo como el icono fundamental de la vida moderna.
 

La ciudad proletaria: el lugar de la reproducción de la fuerza de trabajo

Antes de la ejecución de los planes de saneamiento, los pobres convivían con los ricos en el centro, hacinados en conventillos o conjuntos de casas baratas, una forma urbana heredada del pasado esclavista, en donde la rigidez de la jerarquía social se sobreponía a la segregación espacial de las clases sociales.

La producción de la ciudad burguesa no podría estar desvinculada de la producción de la ciudad del proletariado. Con la expansión de las relaciones capitalistas de producción diversos mercados se desarrollaban en la ciudad, entre ellos el de la tierra urbana. La fuerza de trabajo se convirtió en una mercancía intercambiable en el mercado de trabajo. La reproducción del capital demandaba también la producción de espacios destinados a la reproducción de la fuerza de trabajo. En el periodo inicial de la industrialización, la zona del segundo ensanche (el Bairro da Várzea), más cercano al puerto, se convirtió en el “barrio industrial y obrero” de la ciudad, mezclando en el paisaje urbano la actividad laboral y la condición social de la nueva clase social de la ciudad, el proletariado industrial.

Hasta 1890 en los extrarradios de los límites urbanos se encontraban algunos aglomerados de población dispersos, principalmente a lo largo de las carreteras que conectaban la ciudad con los pueblos de su hinterland. Los caminos que conectaban la ciudad a la Campanha; a las “colonias” (áreas de población inmigrante y de pequeñas propiedades rurales productoras de alimentos); y a las charqueadas, formaran una red suburbana de carreteras en las cercanías de la ciudad. Esta red configuraba sus vectores de crecimiento y constituía los “tentáculos” por los cuales la ciudad se abastecía de alimentos y materias primas. Posteriormente se convirtieron en los principales ejes de crecimiento del espacio urbano pelotense. Es decir, también aquí “la red de caminos constituyó frecuentemente la trama directriz de ampliaciones del espacio urbano” (CAPEL, 1975:40).

La “ciudad proletaria” nació de la expansión “desordenada” de cuadrículas sobre el suelo rústico a partir de parcelaciones realizadas por promotores inmobiliarios, terratenientes, comerciantes e industriales, que durante el periodo de industrialización inauguran el mercado inmobiliario en la ciudad. La demanda de viviendas “presionaba” a los propietarios que, anhelando obtener rentas con el suelo, liberaban sus tierras para la parcelación.  Las primeras operaciones de lo que podríamos llamar de “producción liberal del espacio urbano” se produjeron por los propietarios de fincas cercanas al núcleo urbano o a la red de caminos suburbanos. En 1910 el ayuntamiento aprobó la extensión del perímetro urbano hasta los “límites razonables que han alcanzado las edificaciones”, debido a la “insuficiencia de la zona de los límites existentes para contener la expansión de la ciudad”[7].

La ampliación de la superficie urbanizable “liberó” a los propietarios para realizar más parcelaciones. Las primeras sociedades de parcelación y ventas de terrenos fueron organizadas por personas influyentes en la vida social y económica de la ciudad, algunos inmigrantes enriquecidos. Las primeras promociones en las afueras del núcleo urbano siguieron un modelo característico de parcelación privada: las vilas populares. Estas parcelaciones fueron responsables de la primera gran “división social del espacio urbano” de la ciudad, la que oponía el centro y los barrios “de ensanche” a la “nueva periferia” urbana.

Las vilas eran áreas parceladas destinadas a la población de bajos ingresos. Eran áreas sin infraestructura situadas en el extrarradio de la red de alcantarillado. Las mismas fueron lugares de asentamiento de la población expulsada por la valorización e “higienización” del área central y de los nuevos trabajadores urbanos recién inmigrados de las áreas rurales y pueblos cercanos. Sus calles no seguían la regularidad del damero de la ciudad, tampoco se respetaban las rígidas reglas de apertura de vías o de construcción de casas establecidas en las ordenanzas municipales. Las calles eran trazadas en desconexión con el casco urbano continuo del centro de la ciudad, al cual estaban ligadas por las avenidas principales de los barrios. Las viviendas eran autoconstruidas por los obreros.

La más destacada promoción realizada en la ciudad fue la construcción del Bairro Simões Lopes (1914-1916) en terrenos de propiedad de la familia del Vizconde da Graça. Localizado cerca de la estación de ferrocarril, fue una pionera promoción de tipo capitalista en la ciudad, ya que implicó la ordenación, la parcelación y la construcción a la vez. No se limitó a la simple parcelación de los terrenos: también se construyeron casas baratas para el proletariado, bajo los preceptos de las construcciones higiénicas y con alquileres reducidos. La operación también desencadenó otras actuaciones, ya que los propietarios de tierras colindantes con el nuevo barrio promovieron asimismo parcelaciones en sus terrenos, generando nuevas “vilas”. Estas se caracterizaron como áreas de asentamiento proletario sin la mínima infraestructura urbana, pero que se beneficiaban de su proximidad a la estación de ferrocarriles y al área central. El promotor Augusto Simões Lopes continuó sus negocios inmobiliarios, aprovechándose de la repercusión de su primera promoción. En propiedades de su familia organizó las llamadas vilas proletarias (parcelaciones destinadas a la población de bajos ingresos).

Otros terratenientes y promotores se involucraron en el mercado de tierras promoviendo parcelaciones periféricas. Este fue el modelo de crecimiento dominante en el tejido de la ciudad:  apertura de calles por particulares que conectaban sus fincas a la red de avenidas y calles existente. Como consecuencia, el área central fue circundada por una red de entramados que mantenía poco la regularidad del damero principal. Se estableció una evidente segregación socioespacial entre los habitantes de la ciudad central, planeada en el siglo XIX y que se modernizaba, y los habitantes de la periferia sin infraestructura.

No obstante el discurso de modernidad, en términos sociales, se observaba la práctica de exclusión de las capas inferiores de la sociedad de la ciudad formal, ideal y saneada, y su asentamiento en las parcelaciones privadas periféricas, en las cuales la carencia de la mínima infraestructura urbana era la norma. Es decir, a los proletarios se les apartó de la ciudad, de la monumentalidad del centro histórico. Lo urbano, producto de la “violenta dispersión de la ciudad tradicional” (Lefébvre, 1976:66), se constituyó como hábitat segregado.
 

El poder local y el modelo de ciudad

La ciudad de Pelotas fue una creación de una aristocracia terrateniente, que construyó su riqueza con base en la propiedad de tierras y el trabajo esclavo. Así, que desde su fundación, esta elite dominante produjo una ciudad en la cual proyectaban su visión del mundo, donde ella misma se constituía como grupo social exclusivo de la civitas.

En el periodo que llamamos de la “ciudad aristocrática”, la elite dominante construyó los equipamientos necesarios para su confort. La presencia de otros sectores sociales en el espacio de la ciudad fue casi ignorada, a no ser por la construcción de equipamientos de asistencia a los sectores más vulnerables (o de segregación de los indeseables) de la población (enfermos, huérfanos, mendigos).

La concentración de riquezas y de una clase consumidora en el centro urbano atrajo a comerciantes e industriales que convirtieron la ciudad en un “espacio de producción” y acumulación. La modernización de la morfología urbana en el área central, exigió la realización de diversas obras que contribuyeron aún más al proceso de valorización del espacio urbano. Se configuró, entonces, el paisaje urbano de la “ciudad burguesa”, formada por industrias, compañías concesionarias de servicios públicos, bancos, hoteles y nuevos espacios de convivencia social. El poder local disponía de autonomía para realizar la gestión de la ciudad y desde su fundación confeccionó ordenanzas que regulaban la convivencia en un medio urbano que debería diferenciarse del inmenso paisaje rural que le circundaba. La “complejización” de la sociedad produjo constantes revisiones y ampliaciones de estos reglamentos, inspirados en modelos aplicados en los grandes centros. Sin embargo, los grupos dominantes vivían la contradicción de adoptar un discurso de modernidad urbana, con la importación de modas arquitectónicas y conceptos urbanísticos, sin la completa aplicación de estos modelos en la ciudad.

El centro, locus de asentamiento de las elites recibió inversiones e infraestructuras, se configuró un espacio saneado y valorizado, mientras que en la periferia se realizaba la “producción liberal del espacio”, donde los agentes privados realizaban parcelaciones de acuerdo con sus intereses y estrategias de valorización del suelo. A los trabajadores atañía optar entre el hacinamiento en el área central (cada vez más combatido por los reglamentos higiénicos) o la reproducción cotidiana de la “ciudad proletaria” a través del mecanismo de autoconstrucción de la vivienda, realizada en las parcelaciones de la periferia.

Podemos comprobar que los procesos de urbanización y las innovaciones aquí descritas no diferían, en sus líneas generales, de los procesos que tenían lugar en los centros del capitalismo mundial o en su periferia más cercana. Es decir, la poderosa corriente de modernización que se producía a escala mundial a finales del siglo XIX, imbricó distintos territorios en una misma temporalidad, aunque las estructuras locales “remodelasen” estos procesos de acuerdo con las peculiaridades del poder local.

Consideramos este otro ejemplo histórico más que confirma la originalidad de la urbanización en Latinoamérica: la construcción de una ciudad informal periférica, al margen de los reglamentos de la ciudad central, lugar de asentamiento de las elites ilustradas. La indisoluble contradicción entre estos dos “territorios” de la ciudad marca profundamente la historia de la sociedad latinoamericana.
 

Notas
 

[1] Roncayolo, 1990, p.73.
 
[2] Pooley, 2000, p. 465.
 
[3] Montedomecq,  R. 1916, p. 261-266.
 
[4] Valenfort,D. V. La revue des revues de l’ Amerique du Sud. Rio de Janeiro, 1 de enero de 1919.
 
[5] Municipio de Pelotas, , Relatório da Intendencia, 1922, p. 128.
 
[6] De acuerdo con lo que apuntó CHASSAGNE (1975), citado en RONCAYOLO, 1990, p. 78.

[7] Relatório apresentado ao Conselho Municipal, en 20 de septiembre de 1910, p. 13.
 
 
Bibliografía
 
ABREU, M. A. “Cidade brasileira: 1870-1930”. En SPOSITO, M. A. B. (Org.) Urbanização e cidades: perspectivas geográficas. Presidente Prudente: Unesp, 2001.
 
BELL, S. Campanha Gaúcha. A Brazilian Ranching System, 1850-1920. Stanford: Stanford University Press, 1998.  CAPEL, H. Capitalismo y morfología urbana en España. Barcelona: Los Libros de la Frontera, 1975.
 
CAPEL, H. y TATJER, M. Reforma social, servicios asistenciales e higienismo en la Barcelona de fines del siglo XIX (1876-1900). Ciudad y Territorio, 3-1991, nº 89, p.233-246.
 
KERN, S. The culture of time and space (1880-1918). Cambridge (MA): Harvard University Press, 1983.
LEFEBVRE, H. De lo rural a lo urbano. Barcelona: Ediciones Península, 1971. LEFEBVRE, H. Espacio y política. Barcelona: Ediciones Península, 1976.

MAGALHÃES, M. O. Opulência e Cultura na Província de São Pedro do Rio Grande do Sul: um estudo sobre a história da cidade de Pelotas (1860-1890). Pelotas: EdUFPEL - Livraria Mundial, 1993.

MONTE DOMECQ, R. O Estado do Rio Grande do Sul. Barcelona: Monte Domecq & Compañía, Publicistas Editores, 1916. MORRIS, A. E. J. Historia de la forma urbana– desde sus orígenes hasta la revolución industrial. 6ª edición. Barcelona: Gustavo Gilli, 1998.

MUNICIPIO DE PELOTAS , Relatórios da Intendencia (1910 y 1922).

OSÓRIO, F. A Cidade de Pelotas: corpo, coração e razão. Pelotas: Officina Typográphica do Diário Popular, 1922.

PESAVENTO, S. J. Pecuaria e industria – formas de realização do capitalismo na sociedade gaúcha no século XIX. Porto Alegre: Editora Movimento, 1986.

POOLEY, C. “Patterns on the ground: urban form, residential structure and the social construction of space”. In DAUTON, M. (Ed.) The Cambridge Urban History of Britain. Vol. III (1840-1950). Cambridge: Cambridge University Press, 2000.

ROMERO, J. L. . América Latina: as cidades e as idéias. Rio de Janeiro: Editora UFRJ, 2004.

RONCAYOLO, M. La ville et ses territoires. Gallimard, Paris, 1990, p. 73. SOARES, P. R. R. Del proyexto urbano a la producción del espacio: morfología urbana de la ciudad de Pelotas, Brasil (1812-2000). Barcelona: Universidad de Barcelona, 2002 (Tesis Doctoral en Geografía Humana).

TERÁN, F. de. La Ciudad Hispanoamericana. El sueño de un orden. Madrid: CEHOPU, 1987.

UEDA, V. Inovação tecnológica e espaço urbano. A implantação da Companhia Telefônica Melhoramento e Resistencia.Florianópolis: UFSC, 1998.

VALENFORT. D. V. La revue des revues de l’ Amerique du Sud. Rio de Janeiro, 1 de enero de 1919. WEBER, M. La ciudad. Ediciones de La Piqueta, Madrid, 1987.

YUNES, G. S. Cidades Reticuladas: a persistência do modelo na formação urbana do Rio Grande do Sul. São Paulo: FAU/USP, 1995. (Tese de Doutorado em Arquitetura).
 
 
 

© Copyright Paulo Rodrigues Soares, 2006
© Copyright Scripta Nova, 2006
 
 
Ficha bibliográfica:


SOARES, Paulo Roberto RODRIGUESLa construcción social de la forma urbana: la ciudad de Pelotas (Brasil) en la transición de los siglos XIX y XX.Scripta Nova. Revista electrónica de geografía y ciencias sociales.  Barcelona: Universidad de Barcelona, 1 de agosto de 2006, vol. X, núm. 218 (40). <http://www.ub.es/geocrit/sn/sn-218-40.htm> [ISSN: 1138-9788]
 

Volver al índice de Scripta Nova número 218

Volver al índice de Scripta Nova

Menú principal