REVISTA ELECTRÓNICA DE GEOGRAFÍA Y CIENCIAS SOCIALES Universidad de Barcelona. ISSN: 1138-9788. Depósito Legal: B. 21.741-98 Vol. X, núm. 218 (30), 1 de agosto de 2006 |
FACTORES
DE INFLUENCIA PARA LA TRANSMISIÓN
Y DIFUSIÓN
DEL MATLAZÁHUATL EN ZACATECAS: 1737-38
José
Luis Raigoza Quiñónez
Universidad
Autónoma de Zacatecas
Influential Factors on the Transmission and Diffusion of the Matlazáhuatl Epidemic in Zacatecas: 1737-1738 (Abstract)
Many disease and epidemic researchers agree that most epidemic catastrophes tend to follow famine or other disasters already present among the population in general as a result of various meteorological events influencing agricultural cycles. However, specifically in Zacatecas, there was a grain shortage but it was not significant enough to be the sole cause of the matlazáhuatl epidemic. Other determinate factors arose such as the increase of transit and migration which spurred the arrival of many new residents, along with their infected belongings and poor personal hygiene habits. To cope with the epidemic, Zacatecas relied on the health and medical resources available at the time which included one hospital, two charitable brotherhood associations, individual physicians in private practice, and divine intervention. Regarding the latter, during the matlazáhuatl epidemic, the image of the Virgin of Guadalupe, belonging to the Franciscan monks residingin a neighboring town also called Guadalupe, was taken to all of the churches of Zacatecas in popular religious processions. Even today, the tradition of the religious processions is still kept throughout the city of Zacatecas and is popularly known as the Preladita. In addition, on their part, Zacatecan authorities also took necessary precautions by storing grain supplies in order to confront the epidemic. This paper analyzes the matlazáhuatl epidemic in Zacatecas and suggests that it was caused by multiple factors of which the vectors had more influence than the nutritional conditions.
Key words: epidemic, shortage, transmission, vectors, hospitals, divine intervention
El matlazáhuatl
A lo largo de su historia, los hombres sufrieron toda una serie de epidemias, pestes y accidentes meteorológicos que afectaron su salud, incluso su demografía. Algunas de estas epidemias tuvieron su origen en lugares distantes pero no desconectados del tránsito de los caminos, así algunas de las epidemias que afectaron al hombre, generalmente fueron originadas y diseminadas por el hombre mismo, sus productos orgánicos además de sus pertenencias como vestidos, cobijas y otros enseres los cuales funcionaron como vectores relacionados con las enfermedades contagiosas.
Tal es el caso de la epidemia [1] conocida durante la Colonia como matlazáhuatl, (red de granos o pústulas)[2]que ha dado tema para una serie de interpretaciones diversas en cuanto a la enfermedad en sí; concretamente en las crónicas se le relacionaba con algunas enfermedades distintas, ateniéndose a los síntomas toda vez que aún éstos no fueron todo lo explícito que debieran haber sido, lo cual causó y sigue causando confusión. La interpretación posible puede ser achacable a que se trataba de alguna bacteria en mutación, con síntomas y signos confusos para ser interpretados correctamente y que correspondieron a una enfermedad producto del mestizaje biológico del nuevo con el viejo mundos. Bien pudo tratarse de una hepatitis fulminante de origen viral, hasta ahora poco explorado este aspecto y que en este estudio se abordará como posible causa de esta enfermedad.
El siglo XVIII Novohispano es considerado por algunos historiadores como el siglo de la reposición indígena, no obstante, las epidemias hicieron su labor en cuanto a la mortalidad se refiere, pero su impacto fue menor a los siglos anteriores, con lo que se supone hubo un repunte poblacional atribuido entre otros factores a la mejora en la alimentación y en las condiciones sociales.[3]
La distribución de la población en la Nueva España durante el siglo XVIII, determinó en cierta manera que las epidemias se sucedieran con características de mayor contagiosidad respecto a siglos anteriores debido al aumento de las vías de comunicación y al incremento migratorio por todo el reino, sobre todo en aquellas regiones de mayor atracción económica. Por otro lado los estratos sociales pobres tuvieron una patología específica debido a sus condiciones marginales tales como la deficiente alimentación, el escaso abrigo, las condiciones higiénicas distintas y el hacinamiento, que los hace más vulnerables a los impactos de las enfermedades transmisibles con las consecuentes epidemias. Nuevas patologías se presentaron sobre todo al principio del siglo como la fiebre amarilla, el vómito prieto y el paludismo que tuvieron sus inicios en el puerto de Veracruz.
Así durante el siglo XVIII, la ciudad de Zacatecas no estuvo exenta de epidemias debido a las diversas comunicaciones que existían entre esta población minera con México capital del virreinato por dos vías, la de la Plata y la del Camino de Tierra Dentro, además con el norte por este segundo camino que enlazaba Parral y Nuevo México. Con Guadalajara se enlazaba por los caminos de Juchipila, Tlaltenango y de Los Altos, haciendo de esta ciudad, un foco de recepción y distribución de caminos y caminantes que trajeron y llevaron las enfermedades conforme al flujo de gente que transitaba por la ciudad.[4] Las epidemias que se presentaron en el siglo XVIII fueron principalmente el matlazáhuatl, tifo, viruelas y vómito prieto.
Figura 1
Zacatecas en 1795
Fuente: México
en el Tiempo, nº.27, 1998, p. 36.
Abasto de la ciudad
Los miembros del cabildo de la ciudad dispusieron que fueran revisadas las existencias de alimentos en las alhóndigas con la intención de evitar una carestía de víveres diversos como chile, dulce, aceite y harinas pero sobre todo, granos (maíz y trigo) tanto para el consumo de la población como para alimento de las mulas, indispensable fuerza motriz para el trabajo de las minas. Varios Autores señalan al siglo XVIII como un siglo de crecimiento demográfico y de relativa bonanza[5] Al parecer, efectivamente la ciudad no parecía tener privaciones en cuanto a abastos se refiere según los autores anteriormente señalados ya que había aparte de 85 852 fanegas de maíz provenientes de la alhóndiga,
[…] 19 500 de harina, 40 000 carneros, 4 000 toros, 5 200 puercos, 104 000 gallinas, 1 400 cargas de huevos, 52 000 arrobas de manteca de puerco, 5 000 cargas de piloncillo, 650 tercios de cacao, 50 churlos de canelas, 52 000 arrobas de azúcar, 1 100 botas de sebo, 900 barriles de aguardiente de Parras, 250 de vino de Parras, 5 660 arrobas de queso, 220 tercios de aceite, 6 barriles de almendra, 140 balones de papel, 1 000 cargas de sal de Colima, 6 960 fanegas de pimientos, 325 cargas de pescado seco, 1 080 cargas de frijol, 100 cargas de lenteja, 500 de garbanzo, 25 cargas de arroz.[6]
Con lo anterior podemos deducir que no hubo carestía previa a la epidemia pues considerando un consumo de 1 000 fanegas de maíz, semanalmente, para alimentación de gente y ganado, tenían suficiente abasto alimenticio.
Otra de las precauciones que los integrantes del cabildo de la ciudad tomaron para esta ocasión fue la construcción de un nuevo cementerio, y la apertura o excavación de bastantes sepulturas para dar cabida a los posibles muertos que ocasionara esta epidemia.[7] Los trabajos de construcción y las sepulturas de los cadáveres iniciaron en el mes de enero de 1738. En marzo los trabajos de abrir fosas y realizar entierros habían llegado a 230 sepulturas aproximadamente, todas ellas ocupadas con difuntos de esta epidemia.
Una posible explicación para argumentar las crisis de abasto en los poblados para los casos de las epidemias y otras catástrofes, era la necesidad de buscar apoyos extraordinarios por parte de las autoridades así como exenciones tributarias y así encontramos documentos que defienden esa condición. Por otro lado se generaban problemas adicionales, como el acaparamiento y aumento de los precios de los alimentos en detrimento de la gente de escasos recursos económicos pues, no tenían acceso a la mayor parte de éstos por lo costoso y esto se apreciaba como una carestía general sin serlo efectivamente.
En lo que respecta a la población, las situaciones favorables en la extracción de metales, trajeron consigo la creación de nuevas haciendas de beneficio –donde vivían la mayoría de los trabajadores de las minas-, facilitaron un crecimiento demográfico de la ciudad de Zacatecas generado por el aumento de la migración y la aparición de trabajadores asalariados, constituidos en gran parte por indígenas aventureros y advenedizos.[8] Además de quienes huyendo de la epidemia en otros sitios, se refugiaron en esta ciudad.
Así, las oscilaciones entre el incremento y el descenso de la población de la ciudad de Zacatecas respondieron a los vaivenes de la producción minera entre la prosperidad y la carestía. Los datos sobre acuñación de moneda en la Nueva España, de 1690-1800, demuestran que durante el siglo XVIII Zacatecas experimentó una tendencia positiva en la producción de plata, en la que aparecían tres etapas: de 1690- a 1752, marcada por un crecimiento sostenido; de 1753 a 1767, en la que se manifestó una tendencia decreciente; y de 1768 a 1810, en la que hubo una recuperación súbita y crecimiento. Entre los textiles que se introducían al mercado de Zacatecas se incluían mantas, cobijas, ropa y sombreros de Puebla, Campeche, España y China. […], luego del arribo a Zacatecas, las mercancías se distribuían en el mercado de la plaza pública o en las tiendas al menudeo.[9] Todo lo anterior bien pudo servir como vector para trasmitir la epidemia entre la población de este entorno minero.
Por lo expuesto hasta ahora, no había escasez ni hambruna durante la primera mitad del siglo XVIII en Zacatecas y la epidemia que amenazaba presentarse, se debió al contagio de los viajeros que diariamente pasaban por la ciudad, unos en busca de trabajo, otros para vender sus mercancías y probablemente otro grupo, huyendo de la epidemia que ya asolaba la ciudad de San Luis Potosí, cercana a Zacatecas y dentro de la misma ruta o Camino de la Plata y de donde provenían las más alarmantes noticias de la epidemia que ya mostraba ser una de las más catastróficas del siglo, como se demostraría después.
La enfermedad en Zacatecas
En la ciudad de Zacatecas durante el transcurso de 1737, se tuvieron noticias de la aparición de la epidemia de matlazáhuatl[10]que había tenido su inicio en la ciudad de México, concretamente en el barrio de Tacuba, al parecer en un obraje según las fuentes,[11] tal y como señala Vicente Rivapalacio que,
A fines de 1736 apareció en un obraje cerca de Tacubaya, en las inmediaciones de la capital de México, la terrible epidemia conocida entre los naturales de la colonia con el nombre del gran matlazáhuatl, y que fue como el colmo de la desgraciada situación en que se encontraba la Nueva España, y principalmente la ciudad de México. […] el padre Alegre calcula, en su Historia de la Compañía de Jesús en México, que murieron en esa peste las dos terceras partes de los habitantes de Nueva España.[12]
Conforme las manifestaciones de la epidemia se acercaban a la ciudad alarmando a sus pobladores, autoridades civiles y eclesiásticas se dieron a la tarea de tomar providencias para enfrentar los posibles estragos que ocasionara la catástrofe. Las medidas adoptadas por estas autoridades fueron aparte de las ya señaladas, la ampliación del hospital de san Juan de Dios que tenía un cupo para 14 camas en su sala de hombres y 12 camas en la sala para mujeres, dotaron de dos salas nuevas y otros espacios para agregar cincuenta camas con sus tarimas que colocaron entre dichas camas, repartidas en las áreas disponibles con lo cual se incrementó la capacidad del inmueble para dar cabida a los enfermos que pudieran presentarse. No obstante lo anterior, durante la enfermedad la cuota del nosocomio se vio rebasada en su capacidad física e incluso fue necesario atender enfermos en pasillos del hospital, en la iglesia del mismo, llegando a utilizar el altar como lecho de enfermos.[13]
Inicia la epidemia
Los primeros síntomas de la epidemia en la ciudad de Zacatecas, se manifestaron en el mes de mayo de 1737 tal y como se asentó en los registros del libro de enfermos. Los frailes anotaron el primer enfermo de fiebre en el hospital de San Juan de Dios: un indígena originario de San Luis Potosí, de 39 años de edad, casado, el cual murió a los cinco días de hospitalizado. Hubo otro ingreso reconocido el mismo mes el cual sanó en veintidós días de hospitalizado, iniciando así el comportamiento de esta epidemia que por documentos y referencias bibliográficas diversas, señalan una mortalidad del 50% en todas las regiones que se presentó. Un estudio más exhaustivo al respecto, el de América Molina del Villar confirma lo anterior, recalcando que la población indígena fue la más afectada. Los registros del Hospital de san Juan de Dios en Zacatecas señalan una afectación entre indios, mulatos, españoles, mestizos y castas diversas como las afectadas en ese orden de importancia, y con una mortalidad del 51% según se manifiesta en el citado libro de enfermos.[14]
Todos los enfermos que fueron ingresados en el hospital de san Juan de Dios en Zacatecas durante los años de 1737 y 1738 en que se presentó la epidemia de matlazáhuatl, fueron reconocidos como estaba establecido por las autoridades hospitalarias y sus reglamentos. En la sección del diagnóstico solo anotaron como tal la fiebre,[15] pero orientados por los datos, números de enfermos y mortalidad acaecida entre estos enfermos de fiebre se concluyó que se trataba de la temible epidemia de matlazáhuatl que había llegado a Zacatecas y empezaba a cobrar sus primeras víctimas.
Desafortunadamente los documentos que se tienen disponibles hasta ahora no dan cuenta de las mujeres y los niños atendidos en este periodo; la incuria de los tiempos y las diferentes etapas de nuestra historia hicieron que buena parte de estos repositorios hayan desaparecido y hasta el momento no tengamos más que estos escasos datos sobre todo de la población de hombres. Así nos pudimos percatar de varios aspectos como los siguientes: los pacientes más jóvenes registrados en el hospital fueron de 9 años –12 en total-; el más anciano de 100 años; los más numerosos se reportaron entre los 20 y los 40 años que representan la fuerza laboral; en cuanto a condición social, los indios fueron los más numerosos con 143 registrados por 120 españoles, 93 mulatos y 61 mestizos; los meses de mayor afectación fueron: abril con 76 casos, enero con 66, de ahí, febrero, marzo, mayo con 62 y junio inició una baja paulatina en las cifras hasta llegar a 9 en diciembre. En total los enfermos hombres que fueron atendidos en el hospital de san Juan de Dios en Zacatecas fueron 439 durante el año de 1738, el de mayor impacto epidémico y que se sepultaron en el cementerio del propio hospital.[16]
Parecen pobres cifras en relación con los estragos referidos en otras poblaciones pero si atendemos que en el hospital de Zacatecas sólo atendieron a la población que pudieron admitir, se explica. Además es importante destacar el dato de las sepulturas llevadas a cabo en el nuevo cementerio de la ciudad que sumaron 230 entierros para el mes de marzo, el mes de arranque de la enfermedad. Hasta la fecha no se han encontrado otros datos que den cuenta cabal de los muertos en la epidemia pero esta pequeña muestra da cuenta que el índice de mortalidad estuvo arriba del 50% como en el resto de la Nueva España. La medicina no estaba resolviendo en nada el contagio y la enfermedad como tal, es posible que los hospitalizados sólo fueran aquellos que se sentían solos, pues en estos nosocomios los frailes brindaban atención, alimentación, curación hasta el alcance de sus recursos, pero les acompañaban en el difícil trance de la muerte, confortando sus almas aliviando en algo, las molestias corporales.
Dado el comportamiento tan infeccioso de este padecimiento, la velocidad con que se diseminó, y el alcance geográfico tan extenso, Molina del Villar señala que afectó el centro y sur de la república mexicana y hacia el norte se diseminó por los caminos de la Plata y Camino Real de Tierra Dentro, dejando sin afectación aquellas poblaciones alejadas de estos caminos, se han hecho una serie de interrogantes respecto de la etiología o causas probables de este padecimiento. Quienes más han trabajado este problema son Quirino Cabrera Quintero, Elsa Malvido[17] y América Molina del Villar quienes atribuyen a distintas enfermedades los síntomas que presentaron los enfermos. Para Cabrera Quintero, se trató básicamente de un castigo divino, pero su obra que es extensa, dedica muchas páginas en señalar la intervención de la Virgen de Guadalupe, y no aporta bastantes datos sobre los síntomas.[18]
Figura 2
Límites de la Nueva España
Fuente: Gerhard
Peter, 1996, p.21
Otros estudiosos afirman que se trató de tabardete, tabardillo, tifo, peste, y tifoidea entre otras pero sin llegar a ponerse de acuerdo hasta la fecha sobre qué enfermedad era o que agente patológico la ocasionaba y sobre todo, los médicos en su momento al ignorar las causas concretas, no sabían curar esta enfermedad pues i9gnoraban sus causas, sin diagnóstico no había curación. Por tanto hicieron del acto curativo una serie de supersticiones, recursos herbolarios indígenas y otros como portar algunos remedios e imágenes divinas como protección.[19]
Desde el inicio de la epidemia hasta su llegada a Zacatecas, tan sólo transcurrió un año, durante ese tiempo recorrió las poblaciones del camino de la Plata y el de Tierra Dentro, llegando a san Luis Potosí, pasados escasos meses de su inicio en la capital del virreinato. Estos datos han originado que nuevamente se planteen, nuevas hipótesis de trabajo respecto de qué enfermedad debió tratarse, y cual fue su evolución ya que solamente una vez más asoló la población novohispana a finales del siglo XVIII y dejó de presentarse al menos con el nombre de matlazáhuatl.
Es pertinente explicar en qué consistía esta rara enfermedad que causó tanta mortandad en la población novohispana -sobre todo a los indígenas durante el siglo XVIII- considerada una de las más mortíferas de este siglo, tomando en cuenta las de 1690-1692, 1749-1750, 1761-1762 y 1785-1786.[20]
Los vectores
El papel de los vectores puede ser una buena vía de abordaje del matlazáhuatl a fin de plantear nuevas ideas que expliquen este terrible mal y nos deje con menos dudas al respecto sobre el origen, agente etiológico y las consecuencias que haya dejado entre la población. Primeramente como parte metodológica se expondrán los síntomas más concordantes reportados por aquellos estudiosos que han profundizado en la temática. Iniciando por el más antiguo de los tratados, se describen los siguientes síntomas:
Fiebre |
Intestinos graciles [sic] |
Dolor |
Ansiedad |
Fatiga |
Ardor y compresión en la Cavidad vital y región del corazón |
Dolor de cabeza |
Rubor de ojos intenso |
Flujo de sangre por la nariz |
Ictericia |
Delirios o demencia |
[…] continuados
y universal frío, que sienten en todo el cuerpo, con grave incendio
en todas las entrañas: lo que explican diciendo tener un volcán
de fuego en el estomago, intestinos gráciles, y todo lo restante
de la cavidad natural, declarando al mismo tiempo grande estorbo, dolor,
ansiedad, fatiga, ardor, y compresión en la cavidad vital, y región
de corazón, con vehemente dolor de cabeza, y rubor de ojos intenso
[…], flujo de sangre por las narices. A muchos sobreviene ictericia tan
intensa, […] a algunos, ó muy pocos ó les comienza con la
enfermedad, ó al tercero, ó cuarto día de ella un
delirios, o demencia tan intensa, [...]
[21]
Para este cuadro clínico no sabemos cuales síntomas iniciaron y en que orden fueron apareciendo lo cual dificulta su interpretación aún así pueden sugerirse varias enfermedades iniciando por las digestivas como tifoidea para continuar con las complicaciones de la misma pero con una excepción, la tifoidea difícilmente es tan epidémica en tan poco tiempo de diseminación. El contagio de ésta es por vía ano-mano-boca, lo cual limita el daño a unas cuantas personas. Aún así, es difícil plantear un diagnóstico con tan pocos elementos. Por su parte Molina del Villar agrupa otros signos y síntomas que se enlistan en el siguiente cuadro:
Escalofríos |
Parótidas |
Dolor de cabeza |
Fiebre elevada |
Reumatismo |
Hemorragia |
Erupción de la piel |
Vómito |
Anorexia |
Delirio |
Ictericia |
En todos estos escritos se identificó al matlazáhuatl como tabardillo, tabardete o fiebre tifoidea, padecimiento común en España. Además se le asoció también con otros padecimientos infecciosos como la fiebre amarilla y el tifus murino. Esta última enfermedad se transmitía al hombre por la pulga de la rata, vehículo de contagio también de la peste. Y así buscando una causa satisfactoria en sus hipótesis, retoma lo que Elsa Malvido planteó que el brote de 1736-1738 no correspondía a la fiebre tifoidea o fiebre amarilla, ya que “además de los síntomas característicos del matlazáhuatl se presentó una marcada ictericia”, por lo que quizá se trató de una hepatitis epidémica.
Existen síntomas
comunes entre el matlazáhuatl de 1736-1739 y estas dos enfermedades
[peste y tifo exantemático] y fueron: escalofríos, parótidas
inflamadas, dolor de cabeza, fiebre elevada, reumatismo, hemorragia, erupción
de la piel, vómito, anorexia, delirio, entre otros. Sin embargo,
entre los síntomas asociados al matlazáhuatl de 1736
aparece “una marcada ictericia.”[...] la presencia de ictericia en el cuadro
clínico también generó confusión en el pasado.
Debido a este síntoma Cavo y Humboldt pensaron que se trataba de
fiebre amarilla. El problema es que la ictericia es rara entre las enfermedades
transmitidas por las ricktessias.[23]
El
matlazáhuatl
visto como hepatitis
Para que la hepatitis aguda, se transforme en crónica no son necesarios muchos factores. Los virus tienen un comportamiento al interior del cuerpo humano que no se ha podido determinar, lo cual hace difícil el pronóstico de la enfermedad y las consecuencias a corto mediano y largo plazo. Por esta razón son impredecibles dichas consecuencias considerándola en cualquiera de sus variedades como una enfermedad temible. Puede evolucionar hacia la hepatitis fulminante, la cual es mortal en un 100 por ciento y los pacientes que evolucionan a este cuadro clínico están en un 30% de los enfermos actualmente.
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Los virus que transmiten la hepatitis de cualquier etiología van acompañando a los hombres, sus secreciones, los alimentos, las heces fecales, el agua contaminada por éstas y que a su vez contamina las legumbres, los mariscos, y los pescados.
Para esta ocasión no se considerará la hepatitis de tipo B, puesto que se descarta la transfusión sanguínea. Debido a que un buen porcentaje de pacientes no desarrollan la enfermedad pero se consideran portadores sanos o sin síntomas, no podemos afirmar que la población que no padece la enfermedad esté exenta de contraer los virus; hoy se sabe que algunos pacientes no desarrollan las enfermedades aún siendo portadores. Las gotas de saliva emitidas al toser, estornudar y al hablar, son un vehículo de transmisión en el caso la hepatitis ¿matlazáhuatl?, dado que con sólo hablar, estornudar, toser y respirar se pueden expeler grandes cantidades de virus que otros humanos cercanos pueden adquirir y desarrollarla enfermedad, de ahí resulta la gran diseminación y por tanto, la preocupación del sector salud para detener a tiempo algún posible brote de la hepatitis.
Así la hepatitis viral en sus variedades y estadios en que se presenta en el organismo humano, lesiona de manera irreversible en ocasiones pues, se ha demostrado que con el tiempo degenera el hígado en cirrosis o en alguna variedad de cáncer hepático, amén de que los humanos pueden llegar a ser portadores sanos sin saberlo y contagiar a sus semejantes que tienen la desventura de convivir con ellos.
Es en estos datos que este trabajo se basa para intentar darle una nueva hipótesis al matlazáhuatl como una enfermedad viral altamente contagiosa y de la misma manera mortal. Como los síntomas de estas enfermedades se parecen, no es remoto pensar que los primeros enfermos de matlazáhuatl hayan contagiado a varios de sus compañeros, cónyuges e hijos los cuales a su vez lo hicieron con otras personas y para cuando se presentó la enfermedad ya el contagio estaba muy avanzado y los hombres actuaron como vectores para su diseminación, con una eficiencia que quedó de manifiesto en los resultados que la historia nos relata.
La
morbilidad y mortalidad de la hepatitis es cercana al 50% de los enfermos,
misma situación para el matlazáhuatl del siglo XVIII,
dadas las condiciones de todos conocidas de insalubridad, baja alimentación
y fatigosas jornadas laborales además que el reposo y la alimentación
especial que se requerían no estaban en conocimiento de los médicos
mucho menos de la población por lo que se hizo más difícil
su control y no les quedaban otros recursos que esperar los embates
de la epidemia y esperar que fueran lo menos agresivos posible y acudir
al auxilio divino.
Los recursos para la salud
Para Zacatecas existen datos que arrojan resultados para el estudio de esta epidemia y aunque pocos, se pueden reconstruir escenarios que para otras entidades han sido confirmados. Estos datos corresponden a diversos archivos que contienen los registros de enfermos del hospital de san Juan de Dios en Zacatecas por lo que se hace necesario relatar una breve reseña del mismo.
Al fundarse el campamento minero de los Zacatecas, entre las necesidades que hubo de cubrir con prioridad fue la salud, para lo cual fue necesario organizar cofradías hospitalarias a fin de curarse en sus enfermedades tan frecuentes debidas en gran medida a la las deficientes condiciones: alimenticias, abasto de agua potable y saneamiento en las viviendas. La creciente afluencia de gente de diversas regiones y situación socioeconómica, propició un crecimiento acelerado en la población del naciente mineral26] y con esto aumentaron los problemas ya mencionados. Por esta razón, entre otras medidas resolutivas se hizo necesaria la creación de un lugar adecuado para la atención hospitalaria.
Al parecer el primer hospital en las minas de los Zacatecas estuvo emplazado en el norte de la actual población y bajo la tutela franciscana, y a decir del propio Amador, los primeros españoles que vivieron en Zacatecas pronto se dieron a la tarea de fundar algunas cofradías, entre ellas las hospitalarias como la Concepción y la Veracruz, cuyos miembros crearon el ya mencionado hospital, tal y como señala dicho autor:
[...] como a medida que iba creciendo el número de habitantes, se hacía preciso ir llenando ciertas exigencias o necesidades públicas inherentes a una población llamada a figurar en prominente línea, por los ricos elementos que el propio suelo encerraba, lo primero que sus pobladores hicieron fue fundar el año de 1549 un pequeño hospital que entonces se denominó de la Santa Veracruz o de la Concepción, situado por el rumbo de San Francisco, al cual se agregó dos años después una cofradía del mismo nombre, establecida por Juan de Tolosa y otros de sus compañeros.27]
Los datos disponibles nos indican que este hospital entró en funciones desde fechas tempranas, tal y como lo señala un acta de cabildo del 13 de enero de 1559: "[...] se juntaron los dichos señores diputados con el rector de la cofradía del hospital de Nuestra Señora de la Concepción de estas minas [...]” [28] Este hospital estuvo inicialmente ubicado en las cercanías del convento de san Francisco al norte de la ciudad, fue llamado de la Santa Veracruz o de la Concepción. La cofradía se trasladó posteriormente al sureste del Real de Minas por el rumbo del pueblo de indios de san José, fundando otro hospital para españoles, y el anterior de san Francisco quedó para los indígenas. Ambos centros hospitalarios con sus cofradías estuvieron a cargo de la orden de san Francisco y fueron eficientes en lo tocante a la caridad para sus enfermos. [29]
En sus inicios la Veracruz de indios estuvo a cargo de los franciscanos y ahí se proporcionaba asilo, comida, consuelo espiritual y medicinas a los enfermos necesitados. Esta cofradía fue conformada por indios mexicanos, tlaxcaltecas y tarascos, además de negros, mulatos. Por otro lado la de españoles, contaba también con el patrocinio de los franciscanos como lo constatan sus actas, ubicadas sus instalaciones en el sureste de la población, y con un hospital que funcionó hasta 1606, en que hubo una epidemia donde quedó manifiesta su inoperancia por lo que las autoridades pensaron la necesidad de un nuevo y mejor hospital para hacer frente a estas epidemias. [30]
La causa para la construcción de un nuevo hospital fue que los dominicos tuvieron a su cargo las instalaciones del casi derruido hospital de la Veracruz de españoles hasta 1608. Ese año las autoridades civiles y eclesiásticas de la ciudad de Zacatecas cedieron la administración del nuevo hospital a los juandedianos para hacer frente a las enfermedades y epidemias manifestadas entre la población, ya que el antiguo estaba en deplorables condiciones y contaba con un cupo limitado para igual número de personas, lo que le impedía cubrir las necesidades salubres de la ciudad, que aumentaban en tiempos de epidemias y hambrunas como las de1606, cuando:
[...] fue notable para Zacatecas por una fuerte escasez de aguas que se experimentó, pues corría ya el mes de Septiembre y ni siquiera una refrescante lluvia había descendido sobre la ciudad; y como desde entonces el caserío de la misma ocupaba las márgenes del arroyo, probablemente ese temible depósito de materias pútridas era en aquel tiempo, como hasta hoy lo es, un semillero fecundo de miasmas mefíticos que envenenan la atmósfera y dañan la salubridad de la población, causando a veces terribles y destructoras epidemias. [31]
Como corolario a la falta de lluvias del mismo 1606, escaseó el alimento y se presentó un episodio más de hambre y la consecuente aparición de enfermedades que adquirieron la magnitud de epidemia, de la cual no se sabe hasta la fecha de que enfermedad se trató y si tuvo las implicaciones epidémicas, pero si se sabe que la insuficiencia del hospital de La Veracruz para hacer frente a estos eventos era ya notoria, por lo que la sociedad y sus dirigentes se avocaron a crear un espacio más eficiente para las enfermedades colectivas.
Fray Alonso Pérez, superior del hospital de san Juan de Dios de Guadalajara, llegó el año de 1608 a Zacatecas en demanda de limosna en metálico o en especie, para su institución en Guadalajara ya que Zacatecas había cobrado fama de ser una ciudad donde la plata abundaba. Los juandedianos tal vez hayan pensado en un primer momento sólo recabar limosna, pero también es posible pensar que hicieron prospección del lugar para una probable fundación en esta ciudad por ser "lugar de pan llevar". Coincidieron ambas situaciones: por un lado el pueblo de Zacatecas requería un hospital digno y suficiente y, por el otro, los hermanos de san Juan de Dios, vieron la posibilidad de extender su obra hospitalaria.
La presencia de fray Alonso Pérez fue la oportunidad que esperaban las autoridades y la aprovecharon para ponerse en contacto con los superiores de la orden de los juandedianos y proponerle que se hicieran cargo del hospital de la Veracruz de la ciudad, ocupado en ese momento y desde 1604 por los dominicos quienes estaban atendiendo a los enfermos como era posible, igual que en otros hospitales, principalmente en Venezuela y Perú, donde probaron ser buenos hospitalarios. [32] Los trámites fueron realizados con rapidez para la erección del hospital, esto se explica por la necesidad apremiante de contar lo más pronto posible con el edificio. Por otro lado se trató en el cabildo que no sería nuevo hospital sino un traslado del que ya existía.
Así, el 23 de mayo de 1608, nuevamente se reunieron los encargados para tomar acuerdos sobre los religiosos que habrían de traerse, continuar con la demanda de limosnas, poner condiciones que dejaran satisfechos a los interesados sobre el futuro funcionamiento del hospital; condiciones que aceptó el prior de Guadalajara, comprometiéndose a enviarlas para su aprobación a la superioridad de México, misma que esperarían para iniciar la construcción.
San Juan Bautista fue el hospital que, al cuidado de la orden de san Juan de Dios, desde 1608 se hizo cargo de la salud de los habitantes de Zacatecas, según consta en sus libros de registros -se le conoció con el nombre de san Juan de Dios, aunque la advocación fue de san Juan Bautista, en todo caso se trata del mismo hospital-. Rápidamente fueron salvadas las licencias para construcción por las distintas autoridades, mostrando con ello la urgencia de contar con hospital por ello, fueron libradas:
Primeramente, título de la fundación de este convento hospital del señor san Juan Bautista de la orden del señor san Juan de Dios y licencia de S.M. y del obispo de esta diócesis en año de 1608, como asimismo otra licencia del señor obispo para que se puedan vender medicamentos de la botica y la escritura de las condiciones que se han de guardar y observar entre la parte de los religiosos y cabildo de esta dicha ciudad.[33]
En Zacatecas a las autoridades les pareció acertado encomendarles a los hermanos de Juan de Dios el nuevo hospital desde su construcción, la cual se llevó a cabo en casas adquiridas como limosna y en otras compradas. Las condiciones establecidas para la fábrica, funcionamiento y administración del hospital, aprobadas de inmediato por fray Alonso Pérez, fueron las siguientes:
-La
ciudad debería sufragar los gastos del hospital
-Sería
recibido todo género de enfermos
-El hospital
contaría con un número suficiente de religiosos
-Cada miércoles
un religioso recorrería la ciudad para recoger la limosna, y otro
lo haría en las poblaciones cercanas
-Las limosnas
colectadas en su totalidad, habrían de invertirse en el hospital
de esa ciudad. · Después de la fundación, deberían
asistir al menos dos religiosos de asiento y se les entregaría a
ellos el hospital
-Si llegaran
a quitar el hospital, todos los bienes quedarían a la ciudad
-La fundación
debería ser legal, para lo cual era necesario traer licencia del
obispo y presidente de la Audiencia
-Sería
pedida la fundación no para un nuevo hospital, sino para transferir
el que estaba en la Veracruz.
Todo lo anterior fue acordado entre el padre fray Alonso Pérez y el cabildo. Estos puntos fueron discutidos en junta capitular en la ciudad de México para su aprobación el 11 de diciembre de 1608. Los juandedianos hicieron su trabajo tramitando las licencias necesarias en el obispado y el virreinato, mientras que la ciudad, por su lado, mediante limosnas y donaciones, se aprestaba a reunir su aportación para tener el edificio nuevo. Mismo que debía estar, orientado hacia vientos favorables, a fin de evitar contagios, diseminación de miasmas y olores incómodos, según lo estipulaban las Ordenanzas para estos fines. La fecha de aprobación y fábrica están registradas en el libro de protocolo de la orden, donde está anotado el "[...] título de la fundación de este convento hospital del señor san Juan Bautista de la orden del señor san Juan de Dios y licencia de S. M. y del obispo de esta diócesis en año de 1608[...]"[34]
Respecto a las instalaciones del hospital, en las casas que fueron donadas para efecto de la construcción, se fabricaron las dependencias hospitalarias que consistieron inicialmente en una enfermería con cupo para 14 camas, con sus tarimas destinadas a la atención de enfermos varones, y en uno de los extremos de la sala fue construida una capilla o adoratorio con una dotación del santo óleo para la administración de la extrema unción. Además, edificaron una iglesia con dos colaterales y una capilla dedicada a San Carlos Borromeo.[35]
La iglesia una vez terminada su fábrica tuvo en total siete retablos de madera con esculturas y pinturas de santos, un púlpito y diez bancas para la comodidad de los asistentes, con lo cual se puede pensar que era uno de los mejores templos en su momento y de los más concurridos gracias a las indulgencias que eran otorgadas a los enfermos curados o muertos en el hospital, tal y como se lee en las visitas del obispo al hospital en que dejaban instrucciones para su mejor manejo. Los religiosos rezaban por los difuntos y otorgaban las indulgencias concedidas para estos efectos, además de las plegarias dedicadas a san Juan de Dios y a santa Ana, que abonaban otras tantas indulgencias prevaleciendo esta manera de promover la devoción hacia los santos venerados en la iglesia del hospital
Para 1636, el hospital ya tenía un segundo piso que medía treinta varas de largo por siete de ancho destinado a la atención femenina, justo encima de la sala de hombres, al cual se llegaba por una escalera fuera del alcance de la vista, tanto de los enfermos como de los frailes. La sala fue amueblada con seis camas y sus tarimas permitiendo un cupo de 11 enfermas hospitalizadas.[36] Fue necesario implementar el servicio de enfermeras o ayudantas, como eran denominadas frecuentemente en los documentos, y personal femenino de limpieza que debía tener ciertas cualidades y virtudes para llevar a efecto su labor sin interferir con la vida monacal de los juandedianos. Entre estas virtudes destacan: "honrada, honesta de buena vida y ejemplo".[37]
Hacia
el año de 1672 los juaninos iniciaron los trámites para superar
las condiciones de las salas y camas para la mejor atención de las
mujeres enfermas que se hospitalizaran, las cuales desde esa fecha contaron
con atención especial a su condición. La suma de camas disponibles
entre estas doce para mujeres y las trece para hombres contaron con 25
camas en las dos enfermerías, con sus respectivas tarimas en el
suelo y colocada entre las camas, para la curación de enfermos y
enfermas, duplicando de esta forma el cupo hospitalario, (aproximadamente
entre 30 y 40 enfermos en total).
La Preladita
La vasta obra de Cabrera y Quintero señala que la intervención de la virgen de Guadalupe en la ciudad de México, hizo posible que cesaran los efectos del matlazáhuatl y que fuera considerada como el escudo de la ciudad contra las epidemias, situación que tal vez no estuvo ajena en Zacatecas por cuanto que también en esta y otras ocasiones de apremio, fue implorado el auxilio divino en la imagen de la Virgen de Guadalupe en su advocación de La Preladita, a fin de pedirle cesaran los efectos de la mortífera enfermedad del matlazáhuatl que estaba causando dolor y muerte en la ciudad y lugares cercanos a ella. Las ceremonias religiosas se llevaron a cabo en el templo de san Agustín, por estar la parroquia en nueva reconstrucción.[38]
Fue hasta 1758 en que los vecinos de la ciudad de Zacatecas efectuaron el juramento del patronato de la Virgen del Tepeyac o Nuestra Señora de Guadalupe, como había acontecido en la capital de México en el año de 1737 con motivo de la epidemia que azotó la ciudad y buena parte del virreinato, en agradecimiento a tan gran favor, le obsequiaron a la imagen Guadalupana el fervor de los habitantes de la ciudad con un novenario y festividades por haberlos librado de la epidemia de matlazáhuatl.
A
partir de esa fecha, cada año celebran procesión solemne
de la ciudad de Guadalupe a la de Zacatecas, vecinas a tan sólo
7 kilómetros de distancia los cuales recorren las gentes con ruegos
y plegarias para determinados favores, habiendo quedado como consuelo del
pueblo, la veneración itinerante de la Imagen de Guadalupe la cual
recorre todos los templos de la ciudad acompañada de los fieles.
Fueron estos los recursos de la salud colectiva ante las epidemias que
se sucedieron en Zacatecas, los rezos, oraciones, plegarias y la atención
hospitalaria de los cofrades y los hermanos de san Juan de Dios, quienes
desde 1609 hasta 1834 fueron el único hospital que dignificó
el cuerpo del enfermo y acompañaron sus dolencias con remedios y
rezos a fin de paliar sus enfermedades.
Conclusiones
Que las epidemias
no siempre obedecen al hambre, crisis agrícolas o eventos meteorológicos)
Malvido-América Molina del Villar.Por lo abrupto como se describe
de matlazáhuatl, es posible pensar que se trató de una epidemia
de hepatitis fulminante.No fue peste puesto que no era posible que hubiera
suficientes ratas enfermas, ni pulgas enfermas para diseminar la peste
en tan gran espacio y corto tiempo. Fue hepatitis fulminante por
que el hombre es el principal vector junto a sus productos y desechos,
el hacinamiento y la promiscuidad aunados a la movilización hacia
otros lugares más salubres a través de los caminos, hizo
posible la rápida y eficiente transmisión de la enfermedad
epidémica. Asimismo no hubo tratamientos eficaces porque no se conoció
de qué enfermedad se trató ni que la ocasionara. Sin diagnóstico
no hay tratamiento.Afectó a todo tipo de población en contacto,
lo mismo indígenas que españoles y castas, en proporción
la composición social de la misma, tal y como se registró
en el hospital de san Juan de Dios en Zacatecas.La Preladita, advocación
de la Guadalupana, fue el único recurso divino a mano para paliar
los efectos de la epidemia en Zacatecas, tal y como sucedió en México
capital un año anterior según consta en la obra de Cabrera
y Quintero.
Notas
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Ficha bibliográfica: